Dama Caballero – Capítulo 95: ¿Lo entiendes?

Traducido por Dea

Editado por Gia


Elena vio a Helen en el momento en que entró a la fiesta. Llevaba puesto un vestido mucho más llamativo ese día, por lo que se destacaba bastante entre la multitud.

De acuerdo con la información que Elena recibió, Helen intentaría darle a Carlisle un afrodisíaco. Seguramente esperaría hasta el momento más oportuno. Tenía la ventaja de ser la única hija del marqués Selby, así como también contar con el apoyo de la emperatriz Ophelia, uno de los dos grandes pilares del Imperio Ruford. Si Elena no llegaba a evitar la situación, tendría que lidiar con ella de la forma más calmada posible. Y así, se tomó su tiempo para poder soltar su trampa.

Te di mi última advertencia.

Elena no tenía la intención de contenerse en esta ocasión. Ya había mirado hacia otro lado cuando Helen esparció  rumores sobre ella. Por supuesto, estaba más preocupada por afectar la posibilidad de Carlisle para convertirse en emperador, pero Helen nuevamente estaba actuando con hostilidad hacia Elena sin ningún rastro de arrepentimiento. Sería una tontería dejar que la situación se repitiera. Esta vez se aseguraría de pisotearla para que no volviera a levantarse contra ella.

Para lograrlo…

Elena soltaría el cebo para atraparla. Por un momento, sus ojos rojizos se oscurecieron. Carlisle notó su extraña expresión y la miró con curiosidad.

—¿En qué estás pensando, esposa mía?

—E-En nada. Ahora estoy casada y es mi primer evento público, por lo que tendré que presentarme ante las demás damas.

—Ve.

Sin embargo, incluso con el permiso de Carlisle, Elena se mostró reacia a alejarse de él. Sabía que, en el momento en que lo dejara, Helen y otras incontables mujeres se le acercarían. Cuando vaciló, Carlisle dio un paso hacia adelante, e instintivamente ella tomó su brazo.

—Yo…

Elena se quedó sin habla ante su repentina acción. No había sido intencional, por lo que apartó su mano de inmediato, pero Carlisle se volteó para verla. Al notar de cerca la expresión de Elena, le brindó una sonrisa traviesa.

—¿Puedo tomar esto como un signo de que no quieres irte de mi lado?

Elena se sonrojó ante la broma. Incluso Carlisle se mostró un poco sorprendido por su reacción. Aún así, ella respondió con una mirada casual, ignorando el calor en su rostro:

—No, yo solo… había algo en tu ropa.

Elena sacudió la manga impecable de Carlisle, y luego se alejó. No podía soportar mirar detrás de ella, aunque estaba segura de sentir la mirada fija de su esposo en su espalda.

No puedo decirle que…

No quería dejarlo solo con otra mujer ni siquiera por un momento…

♦ ♦ ♦

Carlisle estaba empezando a molestarse. En cualquier lugar de la fiesta, múltiples mujeres seguían constantemente sus pasos. Fue interrumpido por una dama mayor, quien se interpuso en su camino y le presentó a su hija. Los nobles nunca se le habían acercado tanto, pero ahora iban como perros hacia él. Se estaba sintiendo incómodo en la fiesta y, sin embargo…

Se dio la vuelta al sentir la mirada de alguien y, sorpresivamente, se encontró con el rostro de Elena. Aquellos ojos rojos estaban bruscamente elevados, como si no estuviera muy contenta.

O como si estuviera celosa.

De ninguna manera.

Esa era una ilusión excesiva.

Sin embargo, el mismo escenario se repitió varias veces, y Carlisle no podía ignorar el comportamiento inusual de Elena.

No me digas…

No podía evitar sentirse esperanzado. Sus pensamientos fueron invadidos por Elena cuando…

Una mujer se acercó a Carlisle y dejó caer el vino que estaba sosteniendo. La acción fue tan obviamente intencional que él frunció el ceño.

—Oh, Dios mío, ¿cómo pudo pasar esto?

La mujer lo miró impotente, y Carlisle apenas pudo contener su irritación creciente. Sin embargo, le dio otra vez un vistazo a Elena. Una vez más,  ella estaba mirando en su dirección, y su expresión se mostraba mucho más seria que antes.

¿Por qué…?

Carlisle se preguntó el porqué lo miraba así. Curioso por su reacción, dejó que la otra mujer se le acercara.

—Lo lamento, Su Alteza. Por favor, déjeme compensarlo. ¿Qué tal si limpio su chaqueta?

—Hazlo —respondió Carlisle con brusquedad mientras miraba su chaqueta manchada con vino.

El rostro de la mujer se sonrojó cuando le dio el permiso.

—¿Podría, por favor, seguirme? Hay muchas personas aquí. Lo llevaré a la habitación de arriba mientras limpio su chaqueta.

No era una situación normal, pero los ojos azules de Carlisle miraron una vez más hacia Elena, quien asintió gentilmente.

—Muy bien…

La sonrisa de la dama se profundizó ante la respuesta. Se trataba de Helen.

♦ ♦ ♦

Cuando la fiesta estaba en su apogeo, Carlisle y Helen se dirigieron a la habitación de arriba. Ella había preparado el lugar con anticipación para que no fueran molestados sin importar lo que sucediera ahí. Esperaba pasar una muy larga noche con él. Helen sonrió secretamente ante el pensamiento.

—Su Alteza, ¿podría quitarse su chaqueta?

Carlisle se la quitó sin responder. Helen tragó saliva cuando notó que su musculosa forma se insinuaba debajo de su ajustada camisa.

—La mandaré a limpiar. Por favor, espere aquí, Su Alteza.

Salió corriendo de la habitación con la chaqueta en mano. De pie, junto a la puerta principal, estaba Sarah, sosteniendo una bandeja de té. Había llegado tarde a la fiesta y lucía nerviosa, pero Helen estaba tan emocionada que no se dio cuenta de ello.

—Creo que el príncipe se ha enamorado de mí.

—¿Qué?

—En lugar de enojarse cuando derramé el vino sobre él, me miró a los ojos, y luego… me siguió hasta aquí sin cuestionar —continuó Helen extasiada, a pesar de la confusa reacción que tuvo Sara.

—Ya veo.

Su respuesta fue mucho más corta de lo usual, pero el humor de Helen iba mejorando.

—Quizás ni siquiera necesite usar lo que preparé.

—¿Así que no lo vas a usar?

—¡Qué estás diciendo! Por supuesto que, con el tiempo suficiente, vendría a mí, pero lo quiero esta noche.

Helen giró la muñeca donde tenía el brazalete con joyas, derramando así el afrodisíaco en el té. Sus ojos brillaron con codicia. Una vez que lo tomara, todo habría terminado. Carlisle desearía su cuerpo como un animal, y Helen sería la pobre joven señorita que fue forzada a perder su castidad por él. En ese punto, el príncipe heredero no tendría más opción que hacerse cargo. Obtendría el apoyo del marqués Selby y de la emperatriz, por lo que no habría motivos para rechazarla. Y, luego de entrar al palacio, quizás hasta podría envenenar a Elena y tomar el puesto de princesa heredera.

Sería lindo formar un bebé esta noche…

No habría mayor poder que tener al primer hijo de Carlisle, por lo que se había asegurado de consumir alimentos que aumentaban la fertilidad. Helen sonrió y tomó la bandeja de Sarah.

—Puedes irte ahora. Mantente alerta para que nadie más venga aquí, ¿lo entiendes?

—Sí.

Sarah asintió. En cualquier otro momento, su reacción tibia sería sospechosa, pero Helen simplemente sonrió ante el futuro lleno de rosas que se desarrollaba ante sus ojos. Entró nuevamente a la habitación en la que Carlisle estaba esperando, llevando el té y con una mirada animada en su rostro.

Por fin, el momento había llegado. Sin embargo, Carlisle estaba sentado en un sillón luciendo aburrido. Admiró la esbelta longitud de sus piernas cruzadas, pero él parecía completamente desinteresado en su entrada. Helen se aclaró la garganta.

Solo ante el sonido, los ojos azules de Carlisle cambiaron.

—¿Ya te habías ido? —habló frunciendo el ceño.

—¿Qué?

—Vuelve cuando la limpieza esté terminada. No me molestes antes.

Helen se encontraba atónita y sin voz ante las frías palabras de Carlisle. Ella pensó que tenían una conexión especial. Su expresión comenzó a arrugarse lentamente.

—Su Alteza, si supiera quién soy, se avergonzaría por su trato hacia mí.

Un brillo hostil apareció en los ojos de Carlisle.

—¿Quién eres?

—Ya me conoció y está fingiendo que lo olvidó.

—¿Quieres que te repita la pregunta?

Helen mostró una mueca ante la hostilidad que denotaba su voz. Carlisle podía fácilmente captar la atención de cualquiera, pero lidiar con su carisma era una experiencia intensa. Ella recordó la vez que apareció de forma casual en una fiesta, sosteniendo con una mano la cabeza cortada de un hombre. Casi lo había olvidado.

—Yo… Yo…

Helen estaba confundida y no sabía cómo responder. Se enfrentó a Carlisle en la fiesta pasada, donde se había peleado  con Elena. No podía creer que ya se hubiera olvidado de ella. Antes de ese momento, asumió que no había generado una gran impresión en él, pero en realidad, resultó que era completamente inexistente para Carlisle.

Mordió su labio antes de sonreír.

—Soy Helen Selby. Pensé que se sentiría solo esperando aquí, pero puedo ayudarle con eso… —Helen colocó la bandeja plateada en la mesa y le entregó el té mezclado con el afrodisíaco—. Preparé esto a manera de disculpa por arruinar su ropa, así que, por favor, acéptelo. De lo contrario, no podré sentirme aliviada. Me retiraré si acepta mi más sincera disculpa.

A pesar del comportamiento sumiso de Helen, la expresión dura de Carlisle no se suavizó. Sin embargo, aceptó la taza y se la llevó lentamente a los labios, parecía que hasta le resultaba molesto intercambiar palabras con ella.

Hizo una pausa antes de tomar un sorbo e inhaló la esencia del té. De pronto, sus ojos se volvieron agudos. Su boca se torció en una sonrisa y su voz sonó tensa al hablar.

—Te atreves…

Pero antes de que pudiera terminar, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Los guardias imperiales entraron, dirigidos por nadie más que Elena. Como si eso no fuera suficiente, una gran cantidad de nobles se habían reunido cuando vieron que algo estaba ocurriendo.

Elena observó a Carlisle y a Helen a solas en la habitación, y luego se dirigió a los guardias que estaban detrás de ella.

—Arréstenla.

Los ojos de Helen temblaron violentamente.

—¿Qué rayos significa esto?

—Si tiene alguna excusa, dígala en la sala de interrogatorios del palacio imperial, lady Selby.

Tan pronto como Elena terminó de hablar, los guardias se apresuraron y agarraron a Helen por ambos brazos. También tomaron la taza de té que estaba en la mesa como evidencia.

—¡Suéltenme! ¡No se atrevan! ¡Cómo se les ocurre hacerme esto a mí! —gritó Helen de forma histérica.

—Fui informada de que colocaría una droga en la taza de té del príncipe heredero. Descubriremos cuáles son los ingredientes. Sin embargo, debe ser consciente de que puede ser acusada de asesinato incluso si su plan no fuera concretado —respondió Elena en un tono duro como el acero, mientras observaba a Helen con una expresión fría.

—¿A-Asesinato? —Los ojos de Helen se agrandaron en un estado de conmoción. Ella simplemente había utilizado un afrodisíaco. Sin embargo, incluso si se revelara que no tenía intención de asesinar a Carlisle, tanto su familia como ella podrían ser destruidos en manos de la sociedad—. ¿De qué estás hablando? Nunca tuve la intención de matarlo. Yo solo… solo…

Helen fue incapaz de conectar sus palabras.

—Sin importar cuáles fueran sus intenciones, el simple hecho de colocar algo secretamente en la bebida del príncipe heredero es motivo suficiente para acusarla de asesinato. ¿Lo comprende? —continuó Helen mientras la miraba.

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