Dama Caballero – Capítulo 96: Era amor

Traducido por Dea

 Editado por Gia


—¡No! ¡Esto es injusto! ¡Solo estaba usando un afrodisíaco…!

Se habían llevado el té, pero Helen no tenía nada que ocultar. Los nobles, quienes presenciaron toda la situación, comenzaron a murmurar entre ellos después de la sorprendente confesión de la dama.

—Oh, es increíble, ¿oíste lo que dijo?

Lady Selby trató de darle un afrodisíaco al príncipe heredero.

Sin importar el contexto, la situación era puro entretenimiento para los invitados. A la mañana siguiente, los círculos sociales estarían inundados de rumores sobre la fiesta.

—¡Bueno, fui forzada a hacerlo! —habló Helen rápidamente mientras sus ojos recorrían de manera frenética la habitación.

—¿Por quién?

Elena la miró con frialdad, a lo que Helen movió su cabeza, tratando de acomodar sus pensamientos.

—¡F-Fue Sarah! Sarah Jenner me dijo que me acercara al príncipe heredero de esta forma… —Pero antes de que Helen pudiera terminar, Sarah entró lentamente a la habitación. Había una variedad de emociones mostrándose en su rostro, pero era el miedo el que se podía percibir por encima de todos—. T-Tú… —murmuró Helen para sí misma de manera estupefacta.

—Fue lady Jenner quién me informó que ibas a cometer este crimen —comentó Elena mientras admiraba la expresión de sorpresa de la joven Selby.

—¿Q-Qué? —Los ojos de Helen se abrieron una vez más ante el comentario de Elena. No podía entender por qué Sarah la traicionaría tan repentinamente. Y el hecho de que Helen acabara de sacrificar a su amiga para salvarse a sí misma ya había sido olvidado—. ¡Tú! ¡¿Cómo te atreves a tenderme una trampa?! ¡¿Crees que alguna vez estarás a salvo en el palacio?! —Helen gritó llena de rabia, pero Sarah no respondió, y su expresión se oscureció. Ya no había necesidad de intercambiar más palabras.

Elena había permitido deliberadamente que aquella escena se desarrollara delante de los nobles. El castigo se haría más justo en cuanto la sociedad conociera sobre el tema. Elena logró lo que pretendía, así que se volteó a los guardias para darles la orden.

—Llévenla a la sala de interrogatorios.

Para evitar la intervención de la familia Selby o de la emperatriz Ofelia, Elena había asignado a un interrogador por adelantado. En esta oportunidad, Helen no podría escapar tan fácil, y Elena aprovecharía para hacerla pagar por todo.

—Sí, Su Alteza.

Los guardias comenzaron a sacar a Helen de la habitación a rastras.

—¡Déjenme ir! ¡Suéltenme!

Se resistió con todas sus fuerzas, pero fue inútil contra los musculosos guardias. Poco después, Sarah se inclinó ante Elena y luego siguió al grupo hacia la puerta. Tal y como prometió, ella testificaría en contra de lady Selby. También habían muchas pruebas de la compra del afrodisíaco que realizó Helen en secreto.

Cuando la escena terminó, los invitados regresaron a la fiesta, susurrando entre ellos.

♦ ♦ ♦

Al poco tiempo, solo Carlisle y Elena permanecieron en la habitación. La puerta se cerró detrás de ellos y el silencio flotó torpemente en el aire.

—¿Sabías que alguien me daría un afrodisíaco? —habló primero Carlisle, no pudiendo quedarse más tiempo callado.

—Sí…

—¿Esa es la razón por la que lucías tan enojada?

—¿Qué?

—Me mirabas como si estuvieras celosa de las otras mujeres —contestó Carlisle, mientras que ella lo miraba con una expresión en blanco.

Elena no pudo ocultar su sorpresa. A pesar de sus intentos para evitar que sus pensamientos se exteriorizaran, él parecía haber leído su mente, por lo que se apresuró en darle una respuesta.

—No. Solo estaba mirando en caso de que necesitaras mi ayuda.

—Ah… —Carlisle soltó una repentina carcajada. Sin embargo, su frente estaba arrugada y la risa no parecía real—. No sabía eso. Estaba imaginando cosas. —Elena no pudo entender el significado de las palabras que murmuró, pero tan pronto como terminó de hablar, Carlisle se levantó de su asiento y se dirigió hacia ella. Sus ojos parecían arder—. ¿Por qué no me dijiste acerca de este plan?

—No importa cuánto supiera sobre el plan con antelación, no hay nada que lo confirme más que estar en la escena.

—¿Qué hubiese ocurrido si bebía la droga?

Elena rápidamente sacó un pequeño frasco de vidrio que tenía guardado.

—¿La tomaste? Entonces bebe rápido este antídoto, por si acaso.

Carlisle miró en silencio entre el frasco y Elena, su ceño fruncido haciéndose cada vez más profundo. Suspiró y pasó bruscamente una de sus manos por su cabello.

—No sé por qué estoy tan enojado.

—No sé de qué se trata esto, pero si te he molestado de alguna manera… me disculpo.

Tan pronto como Elena dejó de hablar, Carlisle tomó sus delgados hombros con ambas manos. Bajó su cabeza e hizo contacto visual con ella, su voz adquiriendo un tono profundo al hablar:

—Elena… —No estaba acostumbrada a oír a Carlisle llamarla por su nombre, por lo que su corazón comenzó a acelerarse. Una línea había sido trazada en el pasado, pero era la primera vez que se daba cuenta que oír su nombre salir de los labios de alguien podía ser muy emocionante—. ¿Qué hubiera ocurrido si no descubrías el plan a tiempo? ¿Qué tal si pasaba la noche con otra mujer como un tonto?

Elena no entendía el propósito de su pregunta, pero si eso hubiera pasado, solo habría una salida.

—Entonces tendría que vivir contigo teniendo una segunda esposa.

El agarre de Carlisle en sus hombros se hizo más fuerte.

Elena soltó un débil jadeo por el dolor, y la fuerza en el agarre de Carlisle de repente se esfumó. La miró con arrepentimiento en su expresión.

—¿Ni siquiera te pondrías celosa si traigo a otra mujer?

La pregunta dejó muda a Elena. Claro que estaría celosa. Lidiaba con eso todos los días. Trató de persuadirse a sí misma de estar satisfecha solo con saber que su familia seguía viva y que Carlisle se convertiría en emperador. Sin embargo, era inútil… no podía evitar ser codiciosa y quererlo solo para ella.

—¿Por qué es importante? La pregunta tendría que ser si esa mujer sería útil para hacer que Carlisle se vuelva emperador o no.

Los ojos del príncipe se tornaron de un color azul tormentoso.

—Seré emperador de cualquier forma. Así que no te preocupes por nada más, solo mírame. —Ella se quedó en silencio—. Si tomo a cualquier otra mujer, puedes drogarme sin mi conocimiento, o puedes torturarme y dejarme inválido.

—¿Qué…?

Elena abrió mucho los ojos, completamente estupefacta. Carlisle notó la sorpresa en su mirada y le brindó una sonrisa amarga.

—Puedes ser cruel hacia mí si así lo deseas.

Estaba confundida por sus repentinas palabras. No quería ser la malvada y celosa esposa del emperador.

—No entiendo qué quieres decir.

—Te lo he dicho antes, pero soy tan codicioso que incluso si me rechazas, no retrocederé —le respondió Carlisle con una expresión suave mientras miraba la cara desconcertada de ella.

De repente, Elena recordó lo que le había dicho en el bote.

Si dijera esas palabras, podrías rechazarme. Sin embargo, como sabes, soy un hombre ambicioso… y no puedo soportar el rechazo.

En ese momento, Carlisle le había pedido adivinar qué es lo que deseaba, y ella había respondido que criar peces. Sin embargo, ¿en realidad era eso? Mientras repasaba sus pensamientos, Carlisle tomó su rostro con ambas manos y la acercó a él. La distancia entre los dos era inexistente. Elena tenía la ilusión de que estaba siendo atrapada por aquellos brillantes ojos azules.

—Claramente te lo advertí, pero fuiste tú quien vino a mí sin miedo.

Otro recuerdo apareció en la mente de Elena, de cuando le salvó la vida la primera vez.

No lo olvides. Fuiste tú quien vino a mí.

No olvidó nada. Todas las conversaciones que tuvo con él volvieron a ella una por una, hasta que se sintió como un maremoto, y eso le dio la respuesta.

Al final, no podía creerlo.

De ninguna manera…

Carlisle no podía estar enamorado de ella. Se conocieron cuando eran jóvenes, pero no tenía sentido que un encuentro tan breve pudiera dejar una impresión tan profunda.

¿Qué tenía ella que pudiera darle a Carlisle? Era un hombre rico, de buena educación, y más que nada, era el príncipe heredero. Tenía un rostro que hacía a muchas mujeres quedar prisioneras de amor por él. Seguramente un hombre tan atractivo no voltearía su cabeza para verla a ella.

Nuevamente, Elena abrió demasiado los ojos.

—Caril, ¿tú me amas? —La expresión de Carlisle se endureció por unos segundos. Sus labios se abrieron, pero no hubo ningún sonido y ella continuó con una mirada avergonzada—: Ah, no, eso es ridículo…

Trató de apartar la mirada hasta que…

La mano ancha de Carlisle atrapó la de barbilla de Elena, provocando que su mirada fuera de nuevo hacia él. Su expresión era más seria de lo que esperaba. El azul de sus ojos era tan profundo que no se podía describir, lo suficientemente profundo como para ahogarse en ellos.

—¿Qué hombre sería tan generoso con una mujer que ni siquiera le gusta? ¿Recién te das cuenta de eso ahora?

—Ah… —Elena quedó boquiabierta. ¿De verdad él había actuado de esa forma porque le gustaba? Se mantuvo inmóvil, incapaz de creer las palabras que salían de su boca—. ¿Desde cuándo empezaste a sentirte así? No tiene sentido. Éramos muy jóvenes cuando nos vimos por primera vez…

Era natural que ella no se diera cuenta de sus sentimientos. Desde su punto de vista, Elena creía que su amabilidad era parte de su personalidad. Pensó que él era un hombre seductor que conocía la mente de las mujeres, pero, en realidad, solo justificaba el accionar de Carlisle para con ella.

—¿Qué es lo que no tiene sentido? Me gustaste desde que te conocí.

—Pero nos conocimos hace mucho tiempo y no nos vimos en años. Y… y yo era la hija de un conde. Incluso podría haberme casado antes de verte otra vez.

No podía creer que él se mantuviera aferrado a esos sentimientos por años sin siquiera verla. Elena le dio una mirada dudosa, pero Carlisle sonrió levemente.

—No me importaba. Incluso si te hubieras convertido en la esposa de otro hombre, de alguna forma te hubiera encontrado y te habría hecho mía. —Elena se quedó en silencio una vez más—. Debería haber ido por ti mucho antes, pero en ese tiempo mi vida estaba en peligro. —Los largos dedos de Carlisle acariciaron lentamente alrededor de los ojos de Elena, para luego bajar hacia su nariz y continuar en dirección hacia sus labios—. Pero no importaba cómo nos encontraríamos de nuevo… yo seguiría enamorado de ti. Aunque fue una gran sorpresa cuando apareciste frente a mí en una armadura.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Todo de ti es increíble. Tus ojos, nariz y labios son tan hermosos que no puedo quitar la vista de ellos. —Ella se sonrojó furiosamente. Pronto los labios de Carlisle se apoyaron en la frente de Elena. El beso fue tan ligero como una pluma, pero el tacto se sintió como si le quemara la piel—. Ahora que sabes los sentimientos de mi corazón, ¿huirás?

Aunque la boca de Carlisle se movió mientras hablaba, sus ojos se mantuvieron con determinación fijos en los de ella, sin siquiera temblar.

—No tengo intención de romper mi promesa contigo, pero tampoco de resentir el día en que tú y yo nos casamos por un contrato. —Y una sonrisa se extendió por los labios de Carlisle—. Porque incluso si corres hasta el fin del mundo, de igual forma te mantendré a mi lado.

Era casi una amenaza. Sin embargo, aunque se oyera ridículo, para los oídos de Elena había sonado como si su posesividad estuviera susurrando sobre el destino, sobre el futuro. Sin importar cómo ella luciera o dónde estuviera, Carlisle iría hacia Elena. Si hubiera escuchado eso al comienzo, cuando no lo conocía, podría haber tratado de escapar. Sin embargo, ahora era como si su cuerpo entumecido empezara a derretirse.

—Mi esposa es mía —habló con un gruñido ronco, y Elena no pudo contenerse más.

Rápidamente agarró la espalda de Carlisle y lo atrajo hacia ella. Mientras sus ojos se abrían ante su repentina acción, Elena apretó sus labios contra los de él sin dudarlo. Su cuerpo se congeló por la sorpresa, pero ella presionó con más insistencia. Después de un momento, Carlisle respondió al beso ansiosamente. Se besaron y se acariciaron el uno al otro, el calor aumentando entre ellos.

Luego de unos largos y desesperados minutos, fue la necesidad de aire lo que hizo que finalmente se separaran para recuperar el aliento.

—Debo estar loca —dijo Elena con una voz ronca mientras miraba a Carlisle.

—¿Qué?

—Eres absolutamente tierno. —Los ojos de Carlisle se abrieron por la sorpresa. En ese momento, Elena entrelazó sus dedos en su espalda—. Nunca huiré de ti.

—Dilo otra vez… —Carlisle respondió con una voz temblorosa, lo que era muy inusual en él.

—No huiré.

—Otra vez.

—Se está volviendo extraño, ¿no?

—Podemos ser un poco extraños.

—Car… ¡Ah!

Carlisle se abalanzó sobre ella y capturó sus labios de nuevo, como si no pudiera contenerse más. Se complacieron el uno al otro durante mucho tiempo en aquella habitación. Elena se sintió como si fuera la dueña del mundo entero en ese momento.

Carlisle y Elena, Elena y Carlisle.

Sin duda alguna, era un amor genuino, puro y sin mentiras.

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