Dama Caballero – Capítulo 97: Esto es suficiente por ahora

Traducido por Kiara

Editado por Gia


La mansión Selby estaba sumida en el completo caos después de que arrestaran a Helen por intentar asesinar al príncipe heredero. El marqués Oswald, su padre, irrumpió en la mansión en medio de la noche y rugió al mayordomo que lo esperaba en la entrada:

—¡¿Qué demonios pasó?!

—Lo siento, mi señor. Ocurrió un incidente importante con la señorita —le indicó el mayordomo con temor mientras su cuerpo se inclinaba mucho más de lo usual.

—Helen ha causado problemas más de una vez, así que solo dime qué pasó ahora —rugió el marques.

—Bueno… La señorita compró un afrodisíaco y lo colocó en el té del príncipe heredero. Hace poco escuché de las criadas que la emperatriz iba a apoyar a la señorita para que se convirtiera en la segunda esposa del príncipe heredero. Estaba realmente emocionada con el arreglo.

—Debería haber esperado pacientemente el movimiento de la emperatriz. ¿Por qué se apresuró a actuar por su cuenta?

Ante la reprimenda de Oswald, el mayordomo se inclinó nuevamente.

—Lo siento. Debería haber estado más atento.

—No importa. Ya sucedió, y buscar culpables no ayudará a resolverlo. Primero, debemos asegurarnos de que el interrogador del palacio esté de nuestro lado.

El rostro del mayordomo se ensombreció ante sus palabras.

—Traté de arreglarlo antes de que llegara, pero… fue demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde? —preguntó el marqués sin entender.

—Sí. La princesa heredera ya había designado a un interrogador por adelantado.

—Maldición. —El rostro del marqués Oswald se arrugó. Normalmente, la presencia de un interrogador era insignificante, pero en ciertas circunstancias, se volvía una pieza clave. Dependiendo de quién se tratase, se podían manipular las pruebas y cambiar por completo el trato que recibían los acusados ​​en prisión—. ¿Están ya aseguradas las pruebas y los testigos? —preguntó el marqués con una creciente irritación.

—Todavía estoy tratando de averiguar todos los detalles, pero lady Jenner, quien a menudo socializaba con la señorita, la ha traicionado y se ha convertido en el testigo principal.

—Por eso le enseñé a no confiar en nadie. No puedes confiar en personas con un estatus inferior, incluso si son nobles. —El marqués dio media vuelta y subió a su carruaje. Necesitaba más información, pero ya estaba claro que las circunstancias eran desfavorables para Helen. No podía perder más tiempo gritándole a la gente de la mansión, y necesitaba urgentemente de aquellos que pudieran prestarle su poder. No por nada era uno de los nobles más influyentes en el sur. Sobresalió en su habilidad para juzgar la situación—. En primer lugar, averigua el valor total de todos los bienes de la familia. Si las cosas van mal, es posible que tenga que derramar toda la riqueza que tengo.

—Sí, mi señor —respondió el mayordomo con una mirada de consternación.

—Al palacio de la emperatriz, de inmediato —le ordenó al conductor que lo esperaba tan pronto como escuchó la respuesta del mayordomo. El carruaje se puso en marcha de nuevo y el marqués dejó un último mensaje—: Corten todo lo relacionado con el vizconde Jenner. Una vez que este caso termine, les haré pagar un alto precio por su traición.

—Sí, mi señor —respondió el mayordomo y, haciendo una profunda reverencia, escuchó cómo el carruaje se alejaba de la mansión nuevamente.

♦ ♦ ♦

Elena se sentía avergonzada. Después de recibir una confesión tan apasionada como la de Carlisle, tener que dormir en la misma habitación que él parecía algo temible. Su arreglo se había convertido en una rutina para ella, y sin importar lo que pasara durante el día, siempre se veían por la noche. Lo mismo había sucedido cuando compartieron aquellos besos no muy castos. Sin embargo, Elena ya no podía ignorar los sentimientos de su corazón.

—Mis mejillas están rojas.

Se miró en el espejo del tocador y se tocó su rostro sonrojado. No sabía cómo pudo sobrevivir besándolo de esa forma, para luego regresar tranquilamente al palacio del príncipe heredero. Carlisle había tomado la mano de Elena en silencio en el carruaje, y su corazón había latido salvajemente por su toque.

Solo recordar la escena hizo que todo su ser temblara como si estuviera retrocediendo en el tiempo. Incluso sin ninguna conversación de por medio, disfrutó sentarse a su lado y estudiar su perfil mientras sus cálidas manos envolvían las de ella.

¿Estará bien?

Elena todavía estaba asustada por esos nuevos sentimientos.

Le gusto desde el principio.

El solo pensamiento hizo que su rostro se pusiera aún más rojo. Elena se inclinó sobre el mostrador, cubriendo su cara con ambas manos.

¿Qué puedo hacer? Estoy tan feliz que me estoy volvienda loca.

No sabía si podía permitirse sentirse así. Todavía tenía mucho trabajo por hacer… su familia aún no estaba segura y Paveluc no había sido neutralizado. Sin embargo, no pudo controlar las emociones que estallaron dentro de ella, y su corazón reaccionó antes que su cabeza.

Elena levantó la vista y estudió su rostro carmesí en el espejo.

—¿Cómo puedo mirarlo con esta cara?

Las palabras que Carlisle dijo antes resonaron en sus oídos.

—Todo de ti es increíble. Tus ojos, nariz y labios son tan hermosos que no puedo quitar la vista de ellos.

Elena se derrumbó sobre el mostrador de nuevo. Sentía que iba a morir, era demasiado feliz.

♦ ♦ ♦

Pasó mucho tiempo antes de que finalmente dejara el tocador. No tenía otra opción, dado que su corazón latía con tanta fuerza de solo pensar en volver a ver la cara de Carlisle. Una parte de ella deseaba que él ya estuviera dormido para no tener que confrontarlo.

Sin embargo, para su consternación, Carlisle estaba esperándola sentado en el sofá. Él fue el primero en confesar sus sentimientos en voz alta, pero parecía tranquilo, mientras que Elena se sentía al borde de un precipicio.

—Pensé que estabas durmiendo.

—No puedo quedarme dormido si aún no has vuelto.

Hablaba con un tono casual, pero ella no se atrevía a mirarlo a los ojos. Apenas había logrado controlar su rostro enrojecido en el tocador, por lo que rápidamente se metió en la cama.

—Es tarde, así que ve a dormir.

Elena planeó darse prisa y quedarse dormida, pero Carlisle parecía tener ideas diferentes. Él la miró por un momento, luego, repentinamente, se levantó del sofá y se acercó a ella. Carlisle no había hecho eso excepto en aquella ocasión donde ella había recuperado la sobriedad, pero la situación era diferente ahora en medio de la noche en lugar de por la mañana.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.

La voz de Elena temblaba, y una leve sonrisa se dibujó en el rostro lánguido de Carlisle.

—Quiero dormir contigo esta noche.

Los ojos de Elena se agrandaron. Aquello era demasiado rápido. Podía sentir su corazón saltar ante su sugerencia. El hecho de que se sintiera atraída por él no significaba que la pesada carga sobre sus hombros hubiera desaparecido. No tenía la intención de cumplir con sus deberes de esposa hasta que Carlisle se convirtiera en emperador. Por el momento, se suponía que ella era su arma. Eso no había cambiado en absoluto.

—No puedes.

A pesar de su severa negativa, la leve sonrisa en el rostro de Carlisle se volvió juguetona.

—¿En qué estás pensando? Solo quiero dormir al lado de mi esposa.

Elena se dio cuenta de que se estaba adelantando. El calor brotó de su rostro por la vergüenza, y sin la necesidad de mirarse en un espejo, supo que su cara estaba aún más roja que antes.

Mientras tanto, Carlisle llegó al lado opuesto de la cama donde yacía Elena.

—Nunca haré nada que no quieras. Como dije antes, no tengo intención de romper nuestro contrato.

—Entonces, ¿por qué de repente…?

—No es un capricho repentino. Siempre he codiciado estar a tu lado. —Carlisle hablaba como todo un caballero, pero sus ojos azules brillaban como los de una bestia acechando a su presa. Era como un demonio que la tentaba  antes de siquiera darse cuenta de que estaba enredada en su trampa—. Cuando me despierte, pensaré que lo que pasó hoy fue un sueño. Así que déjame dormir a tu lado solo por esta noche.

Elena no pudo encontrar las palabras para responder, pero también quería estar cerca de él. Sería fácil decir que sí, pero su presencia seguramente la confundiría aún más.

Mientras Elena parecía estar agonizando consigo misma en silencio, Carlisle aprovechó la oportunidad para hablar de nuevo:

—No hay razón para pensar por tanto tiempo. No tienes de qué preocuparte, puedes confiar en mí. ¿No es así, mi esposa?

Carlisle no esperó más y se metió en la cama junto a Elena. El colchón se hundió bajo su peso, lo que hizo que ella se sobresaltara.

—Espera… —Elena lo miró sorprendida y Carlisle le sonrió con descaro.

—No más.

Se quedó atónita, debido a que era la primera vez que él era tan exigente, simplemente por el mero hecho de querer dormir a su lado. Su rostro, ya rojo, parecía calentarse aún más.

¿Qué pasa si me agrada demasiado esta situación?

Se preguntó por qué se sentía tan feliz de tener a Carlisle cerca. Eventualmente cerró los ojos y él se deslizó a su lado. Yacieron torpemente en silencio.

De repente, el brazo de Carlisle se movió debajo de su cuello. Los ojos de Elena se abrieron para mirarlo.

Su corazón latía con fuerza ante el repentino toque. Carlisle no se detuvo ahí, e inclinó la cabeza en la dirección en la que Elena yacía, mirándola a los ojos.

—¿Cómo puede mi esposa ser tan hermosa?

La suavidad de su voz hizo que la mente de Elena diera vueltas, mientras que Carlisle, con el otro brazo, acercó su cintura hacia él. Elena podía sentir los sólidos músculos de su torso tan bien, que casi pareciera que estuviera desnudo. Sin embargo, eso no fue todo.

El corazón de Carlisle latía aún más fuerte que el de ella.

—Esto es suficiente por ahora… —habló él en voz baja.

Todo el cuerpo de Elena estaba tan tenso que no podía mover un dedo. Ya no podía distinguir si el latido que escuchaba era del corazón de Carlisle o del suyo. Ella cerró los ojos con fuerza.

Podría morir.

A ese ritmo, su corazón podría explotar. Simplemente estar en los brazos de Carlisle la hacía sentir como si estuviera caminando sobre las nubes. Sin embargo, el problema era que se estaba volviendo cada vez más adicta a ese sentimiento. Nunca había sabido que existiera tal felicidad en el mundo, y el simple hecho de respirar en el mismo espacio que él era abrumador.

—Caril… siento que me estoy asfixiando.

Sus brazos inmediatamente se aflojaron alrededor de ella.

—¿Te abracé demasiado fuerte?

—No, mi corazón latía demasiado rápido.

La frente de Carlisle se arrugó. Como si ya no pudiera soportarlo, volvió a envolver el delgado cuerpo de Elena con sus brazos y la abrazó con más fuerza.

—No seas demasiado honesta, esposa mía. Me volveré loco.

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