El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 43

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Buenos días, Lady Duquesa.

Una mujer de esponjoso pelo rosa y redondos ojos azules saludó con alegría a Leslie. Sus gafas brillaban en el reflejo de la luz del sol que entraba por las ventanas. Hizo una elegante reverencia con un movimiento rápido, y Leslie respondió con una rápida reverencia.

—Es un placer conocerla. Me llamo Shuella Avon Tirayum, su nueva tutora de etiqueta.

—Encantada de conocerla, señora. Mi nombre es… Leslie. Por favor, cuide bien de mí.

Hizo su bien practicada reverencia, pero la mujer no la recibió. En cambio, sus ojos se agrandaron y sus mejillas se inflaron en una mezcla de sorpresa y desdén. La niña parpadeó con fuerza, tratando de averiguar qué había salido mal.

¿Me va a castigar? 

Al hacer las presentaciones, una debe decir su nombre completo: dar el nombre, el segundo nombre de bendición y el apellido. Pero ella no tenía segundo nombre de bendición, había renunciado a su apellido de nacimiento y aún no había sido adoptada en el Ducado de forma oficial. De ahí que solo se presentara por su nombre de pila, que podía ser una de las presentaciones más groseras para una dama noble.

—No, Lady Duquesa, eso es incorrecto.

Ah, he hecho algo mal. Por hábito e instinto, bajó y encorvó el cuerpo a la defensiva. El silencio llenó la habitación durante un rato, pero no se produjo nada de lo que ella esperaba. Ni gritos, ni críticas, ni castigos.

—Señorita Leslie, por favor, míreme.

Una voz cálida y suave llegó directo desde arriba. Cuando levantó la cabeza y abrió un poco los ojos, vio a la mujer arrodillada frente a ella, a la altura de sus ojos. Sus miradas se cruzaron y vio unos ojos azules igual de cálidos y una sonrisa serena en sus bonitos labios. Casi parecía un gato en una tarde perezosa.

—No debes inclinarte ante mí. Yo soy una mera tutora, pero tú eres la única Lady Duquesa de todo el Imperio.

Entonces, la vizcondesa Tirayum se levantó e imitó la misma reverencia que Leslie.

—Esta es una reverencia de saludo de una persona con un estatus inferior a una nobleza superior. Los plebeyos educados, los nobles inferiores y la alta burguesía saludan así.

Sus ojos se agrandaron por la sorpresa. Los tutores de la Casa de Sperado le enseñaron la reverencia.

—Somos personas muy importantes con conocimientos superiores a los tuyos y estamos aquí para compartirlos contigo. Así que debes inclinarte así ante nosotros para mostrarnos tu gratitud y saludarnos con educación. Siempre que entremos en la habitación, salúdanos así, ¿entendido?

Entonces, los tutores solían reprenderla por no inclinarse lo suficiente. Por supuesto, al no tener un profesor adecuado, no se daba cuenta en absoluto. Pero ahora se daba cuenta de que aquellos tutores debían de haber pensado en ella para enseñarle esta reverencia de saludo. No me trataron como a una noble, sino como a alguien inferior e insignificante a ellos. Pero, ¿de verdad me sorprende saber todo esto? Reflexionó con indiferencia.

Ni siquiera me trataron como a un ser humano, sino más bien como a un animal. 

Supongo que, después de todo, no es nada nuevo. De hecho, al menos me enseñaron algunas cosas. Se encogió de hombros y recordó lo bien que la habían tratado en el Ducado.

—Sí, lo comprendo, vizcondesa Tirayum.

La mujer volvió a sonreír ante la cortante respuesta.

—Por favor, recuerda siempre quién eres: La Dama Duquesa del Ducado de Salvatore. Eres la lady más poderosa de todo el imperio junto a Su Majestad la Reina Viuda Medea Cien Rucardius, la Emperatriz Artiel Rabon Rucardius, la Duquesa Acela Benkan Salvatore y la Duquesa Swella Di Altera.

Uf. La vizcondesa suspiró para recuperar el aliento después de enumerar todos los largos nombres y títulos.

—De nuevo, ya solo quedan cuatro matriarcas superiores por encima de ti: la Reina Viuda, la Emperatriz y las dos Duquesas de las Casas Salvatore y Altera.

—Ya veo.

Leslie parpadeó y miró a la vizcondesa sin comprender. Los recuerdos de haber sido tratada menos que un animal aún estaban frescos en su mente. Le asombraba pensar que era la quinta mujer más poderosa y respetada de todo el imperio. Le resultaba muy extraño e incómodo reconocerlo.

—Ahora, ¿podrías reflejar mis movimientos?

Entonces, la vizcondesa hizo una demostración de saludo, un saludo propio de una dama de la alta nobleza. Su pie izquierdo se movió con suavidad para golpear el talón del pie derecho mientras sus rodillas se doblaban un poco. Sus manos se movieron para levantar el dobladillo de su vestido apenas unos centímetros con un movimiento elegante y rápido, mientras su torso se inclinaba un poco y mantenía la barbilla alta.

Tenía la postura perfecta que Leslie había visto una vez en uno de los muchos libros de texto del Marqués. Intentó imitarla, pero cuando su pie izquierdo tocaba el talón derecho, se tambaleaba al perder el equilibrio. Fue difícil, pero al final, logró inclinarse como una verdadera dama.

—Así es como se saluda a alguien con un título superior al propio. Encarna el respeto por el rango, así como el reconocimiento de la antigüedad.

La vizcondesa continuó mientras tocaba con suavidad a Leslie para fijar su postura. Cuando el saludo pareció más estable y correcto, sonrió. La niña practicó doblando las rodillas.

—No tendrás mucha gente a la que saludar con esta reverencia. Sin embargo, como miembro de la alta sociedad, puede haber oportunidades más a menudo que no.

—¿Será la familia imperial, Vizcondesa Tirayum?

—Por favor, llámame señorita Shuella, señorita Leslie.

Añadió con amabilidad con una inclinación de cabeza. Luego, hizo otra reverencia.

—En la alta sociedad, te inclinarás ante las dos duquesas de las casas Salvatore y Altera. Cuando estés en presencia de la familia imperial, debes inclinarte así y bajar la cabeza para mostrar reverencia.

Sus movimientos eran ligeros como una pluma e igual de perfectos que su primera demostración. Parecía igual que la primera, salvo por el grado de la reverencia y el hecho de que debía bajar la cabeza y no establecer contacto visual hasta que se le indicara. Imitó la reverencia con facilidad.

—Bien hecho.

Las mejillas de Leslie enrojecieron de agradable vergüenza cuando Shuella aplaudió y la felicitó. Debe de ser una persona muy generosa para facilitarme por algo tan insignificante, pensó mientras se frotaba las mejillas. No obstante, se alegró de ser elogiada y se inclinó ante ella con amabilidad para expresarle su gratitud con una tímida sonrisa.

—Gracias, señorita Shuella.

—Oh vaya. ¡Desearía haber llegado incluso antes si supiera lo adorable y sincera que es usted!

Shuella dio un puñetazo al aire y agitó los brazos, incapaz de contenerse al ver la lindura de Leslie. Su esponjoso pelo rebotó sobre sus hombros como si fueran nubes.

—¡Oh, claro! He traído algo precioso para ganarme tu corazón, pero parece que ya lo tengo. Así que, ¿qué tal si te lo doy como recompensa por la buena lección?

¿Algo precioso? ¿Qué será? Sus ojos centellearon de curiosidad.

Shuella pidió a una de las criadas de la sala que le trajera su cartera de viaje de cuero, que extrajo de una caja metálica cuadrada de tamaño mediano. En su superficie había estampadas pinturas blancas en forma de nubes y lazos azules.

—Señora Shuella, ¿qué es esto?

—Es algodón de azúcar.

¿Algodón de azúcar? Conozco el caramelo, pero ¿qué es algodón de azúcar? ¿Sigue siendo comestible? Abrió la caja con impaciencia en cuanto se la entregó. Estaba muy emocionada, Sairaine le había regalado un caramelo hacía apenas unos días. Era lo más delicioso que había comido en su vida. Se le hizo la boca agua ante la expectativa del mismo dulce manjar.

Pero al abrir la tapa, se puso rígida. Miró dentro y luego a Shuella, repitiendo el gesto varias veces. Estaba confusa y decepcionada, pero también preocupada. Al cabo de un momento, habló en voz baja, casi como un susurro.

—Um, señorita Shuella, ¿es este su pelo…?

Los ojos de la mujer se agrandaron al instante ante su pregunta, y estalló en una carcajada tan sonora que la criada se quedó paralizada en el acto mientras traía té a la habitación. Una explosión de risas salió de ella, y pronto rodó por el suelo, comportándose muy diferente a una tutora de etiqueta.

—No, señorita Leslie. Eso es algodón de azúcar.

Ja, ja. Al final, su risa cesó y se secó las lágrimas de los ojos. Luego, le hizo un gesto con la mano para que probara el contenido de la caja. Pero ella tardó un poco en hacerlo. Todavía estaba confusa, perturbada y estupefacta por la reacción de Shuella.

Era esponjoso y ligero, teñido de rosa, igual que el pelo de la mujer. Ella también llevaba una cinta azul en el pelo, igual que la pintada en la caja, así que se sintió aún más desanimada. Así que, durante un rato, miró el algodón de azúcar y luego a Shuella.

No intentará darme de comer algo raro, concluyó con decisión. Se armó de valor, rompió una pequeña porción y se la metió en la boca.

Aspiró asombrada. Era una experiencia extraña pero divertida. El fuerte sabor del azúcar se posó en su lengua, pero antes de que pudiera masticarlo o derretirlo con la saliva, desapareció como un copo de nieve. Como una adicta, tomó un gran trozo con mano temblorosa y se lo volvió a meter en la boca a toda prisa. Una vez más, desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejándole la boca vacía sin nada más que el regusto azucarado.

—¿No es fantástico?

—Sí, lo es.

¿De qué está hecho? ¿Cómo se derrite así? Miró el algodón de azúcar. Era esponjoso y ligero como una pluma, con un sabor muy dulce. Curiosa y escéptica, le dio otro mordisco.

—¿Esto está hecho de nubes, señora Shuella?

A lo mejor es la nube. ¡En la caja había pinturas de nubes! Levantó la mirada expectante, pero ella negó con la cabeza riéndose.

—Es de azúcar derretido. Aún no es un tentempié común en el Imperio.

Ah, ya veo. No era su pelo ni las nubes. Sintió subir el calor, enrojeciendo toda su cara de vergüenza. Justo entonces, llamaron desde el otro lado de la puerta cerrada.

—Disculpe, vizcondesa Tirayum. La duquesa Salvatore solicita su presencia.

Jenna entró en la habitación e hizo el anuncio. Shuella se enderezó y se arregló el vestido.

—Así concluye la lección de hoy entonces, señorita Leslie.

Con una sonrisa amable, Jenna y Shuella salieron de la habitación.

Leslie se sentó en el sofá, frotándose las mejillas distraída durante un rato antes de retirarse a su habitación.

—Es vergonzoso…

Temblaba mientras agarraba la caja. No podía olvidar las estúpidas preguntas que le había hecho y cada vez se sentía más avergonzada. Su paso se aceleró.

—Madel.

Cuando por fin llegó a su habitación, cerró la puerta con cuidado. Madel estaba lejos, cargando la chimenea mágica. Resplandecía brillante y cálida.

—Bienvenida, señorita Leslie. ¿Qué tal su primera lección de etiqueta?

Sonrió con su pómulo alto y pecosa. La niña corrió hacia la doncella y se tumbó a su lado con comodidad. La chimenea no tenía llamas. Era mágica y sin llamas, con una orbe mágica que brillaba con luz anaranjada. Así que para Leslie no había por qué temer estar cerca de ella.

—Bien. Me gustó mucho. Era muy buena conmigo.

—No debe sentarse en el suelo, señorita Leslie. Hace demasiado frío y podría resfirarse.

—Bueno, está alfombrado.

Y mi habitación siempre está caliente. Sonrió con alegría mientras abría la tapa de la caja y se la ofrecía. Observó con regocijo cómo se agrandaban sus ojos al ver el contenido de la caja.

—De todos modos, mira esto, Madel. Se llama algodón de azúcar.

—¿Algodón de azúcar? Nunca había visto algo así. Parece relleno para la almohadas.

—Pensé que eran las nubes.

No le diré que dije que se parecía al pelo de la señora Tirayum, decidió con determinación. Tomó un trozo y se lo ofreció.

—Pruébalo. Es muy dulce.

Madel tenía las manos en la chimenea cargando el orbe. Así que Leslie alargó la mano para dárselo.

—Dios mío, señorita Leslie…

Sus ojos amarillos se fijaron en el afecto de Leslie ante ese gesto. Incapaz de decir no, dio con cuidado un mordisco a lo que sostenía.

—¡Mhm! Es una maravilla. Se deshace al instante en la boca. Nunca había probado algo así.

—¿Verdad? Yo tampoco.

Sonrió feliz y miró la caja. Puede que haya comido demasiado. ¡Aún tengo que compartirlo con la duquesa, sir Sairaine, sir Bethrion, sir Ruenti, Jenna y Sulli! Pensó con detenimiento en dividirlo a partes iguales para que todos pudieran probarlo. Entonces, una vocecita surgió a su lado.

—Me da vergüenza admitirlo, pero pensé que era pelo. Hoy temprano he conocido a una invitada de pelo rosa y esto me ha recordado a su cabello.

Menos mal que no fui la única que pensó lo mismo. 

Ambas soltaron una risita.

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