El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 44

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


¿Está bien que las cosas estén tan tranquilas?

La mano de Leslie se detuvo sobre el papel. La duquesa Salvatore le había informado de la posibilidad de un juicio hacía unas noches. Pero todo estaba demasiado tranquilo y pacífico, como si aquella conversación nunca hubiera tenido lugar.

El marqués debe estar tramando algo. Siempre lo hace.

Ella conocía demasiado bien al marqués. Lo había olvidado mientras aprendía todo sobre él para apaciguarlo, de modo que pudiera evitar heridas graves cuando estaba de mal humor y también ser amada. Lo sabía todo sobre el marqués, quizá demasiado, así que sabía qué clase de cobarde astuto era. Era extraño que estuviera demasiado callado a pesar de todo lo que había ocurrido.

Su más importante y preciado honor había sido mancillado. Debió de sentirse humillado y su ego pisoteado cuando le rompieron el brazo, sobre todo una mujer. Aún recordaba cómo se ponía violento cuando se cortaba con un papel.

—¿Señorita Leslie?

Levantó la cabeza al oír la voz. Sí, estaba en medio de una clase.

—¿Ya está cansada?

Ruenti, con el pelo rojo anaranjado peinado hacia atrás, miró a su hermana pequeña. Sus ojos verde oscuro y lila se encontraron durante unos segundos antes de que ella negara con la cabeza.

—No, es que tenía que pensar en algo.

—¿Hmm? Entonces, pregunta —exigió malhumorado. En el último tiempo lo estaba porque ella había vuelto a llamarle “señor Ruenti”. Llamaba “padre” a Sairaine, aunque con timidez en voz baja.

Al principio, Leslie pensó que decir la palabra “padre” sería la tarea más difícil de superar debido a cómo la había tratado su progenitor consanguíneo. Sin embargo, la más difícil para ella era “madre”. Se esforzó por pronunciarla mientras todos los ojos de la sala se centraban en ella con expectación, pero fracasó.

Sintiéndose fatal, empezó a referirse a su nueva familia por sus títulos tal y como había hecho antes, haciendo que se enfadara.

—Entonces, ¿qué quieres saber, señorita Leslie?

De ahí que se mostrara espinoso y sarcástico con su hermana pequeña, llamándola también “señorita Leslie”. Ella hizo un mohín mientras agarraba con fuerza su libro de texto.

—¿Podrías dejar de usar los honoríficos y llamarme solo “Leslie”?

—¿Pero no eres tú la que los usa? Tengo modales, ¿sabes?

—Pero tú siempre dices lo que te da la gana…

Intentó rebelarse, pero enseguida se escondió detrás de su libro cuando Ruenti le lanzó una mirada penetrante.

—Si no te gusta que sea formal contigo, llámame “hermano”. Entonces, yo te llamaré “mi linda hermanita”.

—Pero…

Bajó al cabeza con los ojos fijos en el suelo. Sus dedos jugueteaban con amargura con su vestido.

—Si la duquesa es la única a la que llaman con formalidad, se pondrá triste…

Aquel día, después de que fallara de manera épica al llamar “madre” a la Duquesa, practicó con Madel toda la noche. Pero como si tuviera un nudo en la garganta, no podía escupir la palabra por más que lo intentaba. Su criada la tomó de la mano y la consoló, animándola a no rendirse, pero ella no podía hacerlo.

¿Por qué soy así? Frunció el ceño mientras se emocionaba. Temía que la duquesa la malinterpretara. ¿Y si ya no le gusto por eso? Se sentía frustrada.

Ruenti suspiró ante su desdicha y se rascó la cabeza con resignación.

—La respetas demasiado.

—¿Respeto?

—Sí, respeto. Ella te salvó de ese pedazo de basura y lo alejó para protegerte. Y ahora está trabajando duro para convertirte en miembro oficial de los Salvatore.

Sí, ella lo hizo. Fue la primera adulta en protegerla. Solo cuando ella le permitió quedarse en el Ducado, Leslie fue de verdad salvada de los fuegos ardientes.

—Incluso le dijiste a Bethrion que querías ser tan grande como mi madre, ¿verdad? Así que la respetas, casi con demasiada reverencia.

Uf. Ruenti suspiró y gimió mientras se levantaba del suelo y se acercaba al escritorio donde la niña había estado sentada. Extendió la mano para darle una palmadita en la cabeza.

—Si odiaras a nuestra madre, ¿querrías llegar a ser tan grande como ella o mirarla como sueles mirarla con ojos centelleantes?

—No la odio.

—Sí, por eso he dicho “si” la odiaras.

Palmeó su cabeza con más vigor mientras adoraba cómo le devolvía el golpe para negar su hipotética pregunta.

—Déjame que te lo pregunte de otra manera. Imagínate a alguien a quien odies y piensa en lo que he dicho.

Alguien a quien odio. Evocó de inmediato la imagen del marqués en su mente. Despreciaba a aquel hombre e incluso odiaba el hecho de recordarlo o saber de él. Deseaba con desesperación olvidarlo y borrarlo de su vida, pero no podía.

—Cuando amas y respetas demasiado a alguien, haces lo contrario de la persona que odias. Como deseas tanto que esté aquí como familia, no puedes decirlo por miedo a que te rechace o desaparezca. Mi madre lo sabe y lo entiende muy bien, así que no te preocupes demasiado.

El pelo de Leslie estaba ahora revuelto. La bonita cinta que Madel le había atado en el pelo estaba tironeada y suelta, pero a ella no le disgustaba. Sabía que era un gesto de amor.

—¿Tú crees?

—Lo sé. Nuestra madre tiene un gran corazón, así que ten más confianza y haz lo que te dicte tu corazón. Aquí nadie te odiará ni les caerás mal por ello.

La áspera caricia de Ruenti se detuvo y se volvió suave. Le mesó el pelo con delicadeza mientras se apoyaba en la mesa en una postura relajada.

—Gracias, señor Ruenti.

Menos mal. Leslie soltó una pequeña carcajada de alivio. Sabía que a la duquesa no le importaría y también que lo entendería. Sin embargo, no pudo evitar sentirse ansiosa y pensar demasiado en la posibilidad de que la duquesa la odiara. No quería que la odiaran más. Por fortuna, Ruenti se dio cuenta y la liberó de sus preocupaciones.

Una vez más, Ruenti se dio cuenta de su alivio y volvió a hablar con los ojos brillantes de expectativas.

—Entonces, ¿por qué no me llamas “hermano” ahora? A mamá le parecerá bien. ¿Por qué no? Venga.

Leslie soltó una risita ante el entusiasmo de Ruenti. Sacudió la cabeza y rió con tristeza.

—La duquesa Salvatore lo entenderá, pero yo estaré muy triste por ello.

Leslie sabía lo miserable que era no tener algo mientras todos los demás lo tenían. A ella siempre la privaban, y a Eli siempre se lo daban todo.

Sus padres biológicos siempre llamaban a Eli “nuestra encantadora hija”, pero ni siquiera la llamaban por su nombre. En cambio, siempre se referían a ella como “inútil”, “mocosa”, “basura” o “una cosa”.

Así que no se atrevía a dejar de lado a la Duquesa y herir sus sentimientos.

—Así que… por favor, espere un poco más.

Al oír una suave y amarga voz, la cara de Ruenti se arrugó con dolor. Tuvo que girar la cabeza para ocultar una mirada asesina en sus ojos y su boca dando forma a blasfemias en voz baja. Murmuró cosas como “maldito marqués” en voz baja y “romperles el cuello”, cosas que Leslie ya había oído antes de Sairaine.

—Está bien.

Por fin calmado, se volvió para mirar a Leslie. Su rostro estaba sereno, sin rastro de rabia o frustración.

—¿Cuándo será? No soy solo yo. Bethrion y padre también lo esperan.

Ruenti balanceó las piernas, pateando el escritorio con un ruido sordo.

—¿Qué tal el día en que reciba de manera oficial el nombre de Salvatore? Te lo prometo.

Leslie respondió con bastante seguridad y disparó su mano hacia Ruenti con el dedo meñique hacia arriba. Siempre quise volver a intentarlo.

Madel le dijo que las promesas del meñique eran cosas de niños entre niños, o entre un niño y un adulto. También le dijo que era para situaciones no oficiales y casuales.

Desde entonces, la estudiante Leslie siempre había querido hacer una promesa de meñique. Pero no había ninguna situación para usarla. Sabiendo esto, Madel había hecho promesas de meñique algunas veces para Leslie, pero no era lo mismo.

Pero ahora se presentaba una oportunidad perfecta. Ruenti era una de las personas más cercanas a su edad, y no debería pasar nada ya que se trataba de una promesa no oficial, pensó Leslie con una mirada demasiado expectante. Ruenti miró a su hermana y sonrió con complicidad. Luego, hizo una promesa con el dedo meñique.

—De acuerdo. El día que te conviertas en la orgullosa y santa guardiana del Imperio, deberás llamarnos a todos sin honoríficos.

La orgullosa y santa guardián. Ese era otro nombre para el Ducado de Salvatore.

El Ducado de los monstruos era el que protegía al Imperio. La familia estaba al frente de todas las guerras, derrotando a los enemigos y expandiendo el Imperio siempre con fidelidad. Por eso se les concedió el título de guardianas, que los nobles utilizaban a veces para saludar a la Duquesa. Teniendo en cuenta lo poco que la Duquesa se dejaba ver en la alta sociedad, también era un título poco usado.

—Sí, lo prometo.

Ante la confirmación, Ruenti se levantó y estiró su largo cuerpo como un gato perezoso.

—Entonces, debemos preparar el juicio con lo mejor de nosotros. Me pregunto cuándo volverá nuestro padre.

¡El juicio! Leslie tiró de la camisa de Ruenti, y éste bajó la mirada interrogante.

—Sir Ruenti, ¿de verdad habrá un juicio? ¿Qué está pasando y cómo va? ¿Está sir Sairaine lejos del Ducado y haciendo algo para el juicio?

—¿El juicio? Bueno, sí, está sucediendo. Pero no ha habido mucho progreso. El marqués seguía intentando que se abriera y estaba haciendo peticiones en secreto a los demás nobles.

Ruenti ladeó la cabeza mientras respondía a las preguntas de Leslie.

—Y sí a todo. Que mamá vaya a palacio temprano por la mañana y que papá esté ausente se debe a que se están preparando para el juicio. El Emperador debe haberla llamado a palacio —murmuró Ruenti.

La Duquesa rara vez salía del Ducado a menos que fuera necesario, y las convocatorias del Emperador eran una de ellas. Desde que Bethrion fue nombrado caballero de los Caballeros de Rince, había dado instrucciones a su hijo para que trajera trabajo del palacio a la finca, de modo que ella pudiera ocuparse de ello a distancia.

“No me dejan en paz cuando estoy allí. Tanto el Emperador como los nobles revolotean a mi alrededor como moscas.”

Ruenti sonrió, recordando cómo se quejaba su madre con un pequeño suspiro.

—Ya veo. Así que es por el juicio por lo que han estado tan ocupados.

A diferencia de él, Leslie no pudo sonreír. Se mordió los labios nerviosa ante la información sobre el marqués. ¿Está haciendo una petición en secreto? Había leído sobre peticiones en los libros. Significaba escribir una petición formal, por lo general firmada por muchas personas, apelando a la autoridad en relación con una causa concreta. Y lo está haciendo en secreto.

Está conspirando. 

Yo tenía razón. No había forma de que estuviera tan callado. Estaba ahora agitada, y su mente trabajaba con planes potenciales. ¿Y si está sobornando a otros nobles para ponerlos de su parte? Recordó un capítulo de historia jurídica.

En él se contaba cómo nobles corruptos sobornaban a otros para que condenaran a un noble inocente a ser ahorcado en público. Fue una tragedia para Leslie. Se agarró la mano con fuerza al recordarlo, pero pronto la relajó al oír las siguientes palabras de Ruenti. Lo miró estupefacta.

—Mi madre debe ya tener al Emperador agarrado por el cuello, supongo.

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