El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 75

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Los días de paz han continuado desde la misa. Leslie permaneció dentro de la seguridad de los muros del Ducado y aprendió de Shuella la etiqueta de los nobles. También disfrutó mucho de las lecciones con Ruenti. Aprendió más sentido común, así como sabiduría más allá de su edad, profundizando sus conocimientos y abriéndola a una escuela de pensamiento más amplia.

Hart se propuso como misión fortalecer a Leslie. La entrenó centrándose en mejorar su resistencia y agilidad. También tuvo mucho cuidado de no sobreentrenarla ni agotarla. El jefe de cocina Batha también había estado trabajando duro. Su nuevo objetivo en el Ducado era engordarla, y cocinaba platos fantásticos, que ella disfrutaba mucho. Nada la molestaba ni le preocupaba, así que pudo concentrar toda su energía en convertirse en Arabella comiendo más, durmiendo bien y haciendo cosas que de verdad disfrutaba.

El cambio de entorno también la ayudó a cambiar sus perspectivas sobre un par de cosas. Por ejemplo.

Me encanta estudiar.

Leslie sonrió con alegría, mirando su trabajo traducido de una lengua antigua. En el Marquesado, tendría que pasar horas y horas traduciéndolos. Pero en el Ducado, las traducciones le llevaban poco o nada de tiempo y, de hecho, disfrutaba haciéndolas.

En el Marquesado, estudiar era una cuestión de supervivencia. Era lo único que la mantenía viva y bastante bien. No tenía ningún propósito ni razón para entender por qué tenía que estudiar. Lo único que sabía era que memorizar con éxito un libro entero o un fragmento significaría menos sufrimiento. Así que no había “diversión” en ello.

Tenía suerte si se encontraba con ideas y pensamientos como Nokia, pero eso era muy raro. Incluso si lo hacía, no tenía la mente para disfrutarlo de verdad. Se veía obligada a conocerlos palabra por palabra y a esforzarse por memorizarlos en lugar de pensar de forma crítica sobre ellos. Pasaba muchas noches llorando, triste y agobiada. Por supuesto tampoco recibía cumplidos. Más bien había recibido duras críticas o insultos verbales de sus tutores que disminuyeron bastante su interés por el estudio.

Pero ahora las cosas son diferentes. Ya no lloraba ni se veía obligada a memorizar muchas páginas de palabras minúsculas. Se le daba la oportunidad de leer, reflexionar y discutir las ideas. Esto significaba que era capaz de encontrar un propósito y un significado detrás de las palabras escritas y de apreciarlas de manera académica y artística. Por eso le resultaban bastante agradables e incluso “divertidas”.

Sigo odiando tener que memorizar historia.

Eso también se vio mitigado por los relatos de Konrad durante la clase. No solo le explicaba y le enseñaba la historia real, sino también historias y rumores sobre los numerosos emperadores y emperatrices. A Leslie todo aquello le intrigaba y le facilitaba mucho la comprensión. Comprenderlas le llevó a memorizarlas con poco esfuerzo. Esto se aplicaba incluso a la teología.

Sonrió feliz y cerró el libro que estaba leyendo. Era casi la hora de cenar.

Quizá pueda ser tutora en el futuro.

No como los del Marqués, sino como sus hermanos o sir Konrad, que enseñan a sus alumnos con amable paciencia y pasión.

Me gustaría mucho.

Pasó la mano por la gruesa encuadernación de la cubierta de cuero del libro de teología. Tenía que planificar el futuro, y cuanto antes, mejor. Cuando terminara el contrato, tendría que abandonar el Ducado. Así que tenía que pensar tanto en lo que podía hacer para sobrevivir como en lo que quería hacer, que era convertirse en la “verdadera” hija, hermana y Señora del Ducado.

—La cena está lista, señorita Leslie.

La puerta de su habitación se abrió y la voz de Madel anunció con suavidad. Ella dejó el libro sobre el escritorio y se dirigió a la puerta.

—Ya voy.

—El jefe de cocina Batha dijo que hoy le había preparado un plato especial.

Madel le sonrió cuando salió al pasillo y cerró la puerta del estudio tras ella.

—¿De verdad?

—En serio. ¿Recuerdas el ave asada de la última vez? Es el mismo, pero asado de forma diferente con un método ajeno. En las cocinas huele de maravilla.

A Leslie le brillaron los ojos mientras la escuchaba hablar. Se le hizo la boca agua y su estómago emitió un gruñido audible. Aunque ya no se moría de hambre, las conversaciones sobre comida siempre le daban hambre. ¡Y estamos hablando del plato especial de Batha! ¡Tiene que ser de lo más delicioso! Justificó Leslie con alegría.

El ave asada estaba sin duda increíble. Al recordar el sabor, sonrió y dejó escapar una carcajada. Madel sonrió ante su adorable reacción.

—Y los postres también. Tenemos tortitas soufflé, tu magdalena favorita rellena de chocolate y…

Dejó escapar una mirada de satisfacción. ¡Me va a estallar la barriga de comer solo los postres! Una risa incontrolable escapó de sus labios. Sabiendo lo contenta que estaba de hablar de comida, su doncella parloteó encantada un poco más hasta que llegaron al comedor.

Le abrió las puertas y la condujo al interior. Pero la niña se detuvo en seco al percibir una extraña vibración en la sala.

¿Qué está pasando?

El ambiente de la sala era en cierto modo diferente. Leslie parpadeó, escudriñando la mesa y examinando con cuidado a todos y cada uno de los miembros del Ducado, incluidos los empleados.

Sairaine no aparecía por ninguna parte. Bethrion y Ruenti estaban sentados con el ceño fruncido, mostrando sin duda su mal humor. Incluso las criadas, que por lo general eran muy profesionales, fruncían el ceño con desdén.

Incluso Jenna parecía molesta, expresando su desdén al ser un poco brusca con la jarra de agua con la que llenaba el vaso de la Duquesa.

Solo ella parecía normal, elegante y orgullosa como de costumbre. Miraba un trozo de pergamino que parecía ser una carta. Otra carta, aún en el sobre, estaba delante de ella.

¿Cartas? Parpadeó. Por muy ocupada que estuviera la duquesa, nunca llevaba trabajo a las comidas.

—Oh, estás aquí, Leslie.

Le sonrió cuando la niña entró con cautela en el salón y se dirigió a su silla. Examinó los rostros de su familia para averiguar su estado de ánimo. ¿Pasó algo? se preguntó.

—Buenos días…

¿Dónde está papá? Sus ojos lilas recorrieron el vestíbulo en busca del hombre corpulento de pelo pelirrojo, pero no estaba por ninguna parte. Había venido esta mañana a desayunar.

¿Salió por la tarde?

Pero no podía ser. Antes de que Sairaine tuviera que salir del Ducado por negocios o citas personales, siempre iba a ver a Leslie. Era una práctica rutinaria verle despedirse de ella. Luego, cuando regresaba, también iba a buscarla y le entregaba muchas montañas de regalos o recuerdos.

Se sentó en una silla frente a Bethrion y Ruenti. Una vez acomodada, la Duquesa le ofreció la carta.

—Aquí tienes, querida. Está dirigida a ti.

¿A mí? Pero no tengo mucha gente que me envíe cartas, y aún no es el momento de recibir respuesta de las que he enviado. Se preguntó en silencio, pero la aceptó.

El pergamino y su sobre eran caros. Era de colores y reflejaba la luz de las velas. Olía a flores y tenía una elegante letra cursiva que decía “Loderon”.

Loderon… ¿Es el conde Loderon, famoso por su comercio de té?

Había oído hablar de ellos, pero nunca los había conocido en persona. Entonces, ¿por qué le enviarían una carta? ¿Podría abrirla?

Empezó a rasgar con cuidado la parte superior del sobre cuando la duquesa habló después de beber un vaso de agua.

—Es una propuesta de matrimonio.

Los ojos de la niña se agrandaron de asombro. ¿Una propuesta de matrimonio? No se dio cuenta de que había soltado la carta, que cayó sobre la mesa sin hacer ruido.

—¿Para mí?

La duquesa asintió ante la pregunta estupefacta de Leslie y continuó.

—El hijo mayor de la Casa de Loderon envía esto. Te propone un compromiso ya que aún eres joven. Una vez que hayas debutado, cuando seas mayor de edad, desea casarse contigo.

—Pero…

Nunca lo he visto antes. ¿Cómo puedes casarte con alguien sin conocerlo en persona? Sus ojos eran ahora tan grandes que parecían salirse de sus órbitas. Sus pupilas temblaban de asombro y parecía incapaz de recuperarse de la noticia.

—¡Objeción!

Ruenti se levantó de la silla con un fuerte grito y golpeó la mesa con la mano, temblando de furia. Leslie se estremeció ante el volumen de su rugiente voz.

—¡Leslie solo tiene doce años, y ese bastardo cumple veinticinco este año! Cuando Leslie alcance la mayoría de edad, solo tendrá dieciocho años, y él treinta y uno. ¡Loco desgraciado! ¡Cómo se atreve! ¡Voy a partirle el cuello en dos!

Las criadas vitorearon el arrebato bastante violento, gritando “¡Sí!” y “¡masacra a ese bastardo!”. Parecía que todos no solo estaban acostumbrados a las frases escogidas por Sairaine, sino que las adoptaban para ocasiones como ésta.

—Madre, ese bastardo está jugando con nosotros. ¡Está usando a Leslie para conseguir un precio más bajo en nuestro puerto!

Un ruido escalofriante provino de Bethrion. Cuando Leslie se volvió para mirarle, encontró una copa de metal desmenuzada como un trozo de pergamino en su mano. ¿Se supone que eso es posible? Hurgó en su propia copa, comprobando que era de metal macizo.

—Loderon…

Bethrion pronunció el nombre en voz baja. Ella se estremeció al sentir un repentino escalofrío que le recorrió la nuca.

—¡Aaah!

Un rugido llegó de los pasillos. Unas pisadas estremecedoras hicieron temblar las paredes y los vasos de la mesa fueron derribados. Los platos traquetear como si estuviera ocurriendo un terremoto. Aterrorizada, Leslie corrió hacia la Duquesa y se enterró en los brazos de su madre. Parecía el lugar más seguro en aquel momento.

Al notar el terror de la niña, la mujer rió con suavidad y la abrazó. Luego murmuró.

—Oh, vaya. Parece que las cerraduras no eran suficientes.

¿Cerraduras? La miró con sorpresa. En ese momento, las puertas del comedor se abrieron de golpe y Leslie tuvo una sensación de deja vu.

Las puertas traquetear y se desprendieron de los goznes, sosteniéndose a duras penas en el marco ante la fuerza repentina.

—¡Ay!

Pero Leslie no estaba preocupada por los daños. Sino por otra razón.

En el umbral de la puerta estaba Sairaine, y él agarraba con fuerza el mango de su hacha, con los nudillos blancos como sábanas. El filo brillaba con intensidad a la luz del candelabro, y la niña se dio cuenta enseguida de que no era una corriente. Su propósito no era realizar tareas serviles, sino algo mucho más siniestro.

—¿Dónde? ¿Dónde vive ese Loraine o Loderon o como se llame?

También sus ojos verde mar brillaron a la luz, y reía como un maniático. Leslie se hundió más en el abrazo de la duquesa.

—¡Sé dónde vive! Vayamos juntos.

Ruenti saltó de la silla y levantó la mano. Estaban rebotando sobre sus talones, más que listos para irrumpir en casa del Conde y cometer los crímenes más horrendos.

—Yo entraré primero y destruiré sus puertas. Luego, tú entras porque conoces la cara de ese bastardo y lo sacas a rastras. Bethrion, ven tú también. Cuida a los caballeros y bloquea su camino para que no pueda escapar. Le cortaré la cabeza con esto.

Sairaine ladraba órdenes enloquecidas para lo que parecía un plan muy bueno. Aunque, a decir verdad, no era uno de verdad. Era un simple conjunto de acciones orientadas a un objetivo en lugar de algo que pudiera considerarse inteligente o bien pensado.

Pero a nadie pareció importarle. De hecho, las criadas y los demás empleados también estaban en ello. Todos animaban y ululaban mientras sostenían un palo o un garrote y se preparaban para seguirlo. Incluso Madel sostenía un palo para golpear la ropa y murmurada que tenía que ver al bastardo que vendió su conciencia para casarse con una niña de doce años.

—Paren —llamó con suavidad la duquesa para poner fin a la situación en constante escalada con voz despreocupada y perezosa.

—¡Pero, cariño!

—Madre…

Sairaine y Bethrion gimieron abatidos mientras Ruenti ni siquiera se molestó en contestar e hizo una loca carrera hacia las puertas. Por supuesto, no llegó demasiado lejos ya que fue detenido por Jenna.

—Están asustando a Leslie.

Con eso, la Duquesa abrió los brazos y mostró a una niña pequeña que estaba acurrucada en ellos. Temblaba e intentaba con desesperación enterrarse en el pecho de su madre. Al ver esto, Sairaine arrojó su hacha por la ventana, y Bethrion dejó caer su espada y la pateó hacia el pasillo. Ruenti se quedó de pie, de una forma un poco torpe, lanzando dagas por los ojos en la dirección donde podría encontrarse el conde de Loderon.

—Y, como es obvio, no permitiremos el matrimonio.

Ante sus palabras de seguridad, todos borraron el ceño y volvieron a sus asientos. Solo Ruenti, que seguía enfurecido por el asunto, le siguió pero se mantuvo haciendo pucheros en su asiento.

—La razón por la que te he enseñado esto, Leslie, es porque en el futuro recibirás muchas más como estas.

—¿Muchas más?

Parpadeó. Pero solo tengo doce años. No he formado parte de la sociedad, aún no he debutado, y ni siquiera he estado en una sola fiesta del té. Los únicos nobles que conozco son Shuella y Sir Konrad.

—Estúpidos intentos de relacionarse con nosotros.

Sairaine se cruzó de brazos y lo dijo con condescendencia mientras fruncía el ceño con fastidio. Mientras tanto, empezaron a salir platos de comida, y las criadas trabajaron en silencio para colocarlos en la mesa uno a uno. La duquesa, sin embargo, no dejó bajar a Leslie para volver a su asiento. La niña tampoco se opuso, ya que disfrutaba bastante estando en estrecho contacto con su madre.

—A partir de ahora, conocerás a mucha gente y recibirás también muchas propuestas de matrimonio.

Cortó un trozo de filete grande en trozos más pequeños del tamaño de un bocado, y empezó a darle de comer. Como un pajarillo que espera la comida de su madre, la niña comió con avidez y sin rechistar. Sus mejillas pronto se hincharon como un globo por toda la comida que le daban.

—No puedes mostrar una reacción tan tierna ante cada propuesta, ¿verdad?

La duquesa sonrió y acarició con suavidad sus abultadas y llenas mejillas.

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