Harem Imperial – Capítulo 77: Corazón cálido

Traducido por Sharon

Editado por Tanuki


A lo largo de los años, hubo pocos herederos del emperador, y como él no se tomaba el tema en serio, el único príncipe era Jing, y también le era indiferente. Pero hoy demostró por primera vez un interés en su hijo.

Xin Yu Ning estaba sorprendida y enojada, pero Lou Su Xin estaba tranquila al preguntar.

—¿Por qué no llevarlo al Palacio?

El ceño frío de Yan Hong Tian se frunció ligeramente; no tenía intenciones de explicarse. Viendo la expresión infeliz de la emperatriz viuda, Wang Zhi Yang dio un paso adelante.

—Respondiéndole a la emperatriz viuda, el cuerpo de un niño prematuro es muy frágil, y no puede soportar ni la más ligera brisa, mucho menos un viaje agotador. Lo mejor será que el pequeño príncipe se recupere en esta residencia por unos días antes de dirigirse al Palacio.

Viendo el pequeño cuerpo en sus brazos, el corazón de Lou Su Xin dolió.

—Entonces me quedaré aquí para cuidarlo.

¿La emperatriz viuda se quedaría por el niño? En efecto, los príncipes eran diferentes. Cuando la Concubina Ru dio a luz a una princesa, la emperatriz viuda ni siquiera pensó en el bebé. Después de aligerar el agarre de su puño, Xin Yue Ning pretendió preocuparse.

—Madre Imperial, ¿cómo podría quedarse? Deja que yo lo haga, después de todo, cuidé por mi cuenta al querido Jing, tengo experiencia anterior.

—Sé que te preocupas, pero el querido Jing necesita de tu cuidado y guía, así que deberías regresar pronto —dijo Lou Su Xin sin pensarlo mucho, ya que seguía preocupada por el pequeño, y sus ojos no se despegaron de él.

—Pero… —Xin Yue Ning quería decir algo, pero el emperador no la dejó.

—Suficiente. Haré los arreglos aquí, todos pueden regresar. Xiao Yu, acompaña a la emperatriz y a la emperatriz viuda afuera.

—Sí. Señora, por favor.

Xiao Yu se acercó a Xin Yue Ning y le dio una pequeña reverencia antes de hacer su petición. Parecía educada y respetuosa, pero estaba la bloqueando para que ella no pudiera decirle otra palabra al emperador. La emperatriz la miró con dureza.

Esta pequeña sirvienta confía demasiado en el apoyo del emperador, ¡un día la pondré en su lugar!

No había nada bueno sucediendo este día, y desafortunadamente, no podía enojarse. Llena de ira, bufó con frialdad y empujó a Xiao Yu antes de salir hecha una furia.

Lou Su Xin levantó su cabeza lentamente para mirar al rostro frío de Yan Hong Tian, y de repente se rió. No pensó que en verdad fuera a echarlas afuera. Si no se iba, también sería “invitada” a retirarse. Era raro que él tomara la iniciativa de ser un padre, así que no le complicó las cosas. Pasándole el bebé a una de las comadronas, habló con suavidad.

—Muy bien, entonces regresaré primero. Haz los arreglos para que la Concubina Imperial Qing y el príncipe puedan regresar al Palacio. No es seguro aquí.

Lou Su Xin regresó al Palacio después de esa frase cargada de significado, pero Xiao Yu vio que la expresión del emperador seguía fría, y que la nube oscura rodeándola era mucho más pesada.

♦ ♦ ♦

—Um…

Qing Feng se levantó lentamente, y sintió la fatiga de su cuerpo mientras su cabeza seguía mareada. Después de lograr abrir los ojos, descubrió que las luces estaban tan bajas que no podía ver nada con claridad. Sintió a alguien acercarse, e intentó abrir los labios para llamarla, pero entonces escuchó la voz de su sirvienta.

—¡Señora, está despierta! —dijo Ru Yi, alegre. Luego abrió la cortina y prendió dos linternas, de modo que la habitación estaba mucho más iluminada. Qing Feng se sentó y miró por la ventana, descubriendo que estaba oscuro afuera.

—¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo estuve durmiendo?

—Acaba de pasar Xushi [1]. Ha estado durmiendo hasta ahora. El Médico Imperial trajo dos tazones de medicinas, pero no se despertó. —Recogiendo el recipiente en la mesa, Ru Yi caminó hasta el lado de su maestra y dijo—: Debe estar hambrienta. Beba algo de gachas de ave. Pronto llegará la medicina.

¿Medicina? Sí, Yan Hong Tian y yo subimos a la montaña para ver los bambúes, y entonces caí por el sendero… ¡El niño!

Todo lo sucedido en el día pasó por su mente, y Qing Feng miró por todos lados inquieta, pero no se encontró ni con el bebé ni con nada que le perteneciera. No había cuna, abrigos u objetos. No había nada. El cuarto estaba tan limpio que no parecía haber diferencias con el día anterior.

¿Podría ser que no pudieron salvarlo al final?

—¿Dónde está… mi hijo? —preguntó con dolor, intentando suprimir sus miedos.

—Señora, no necesita preocuparse —la consoló Ru Yi sosteniendo en una mano el tazón de comida y con la otra ayudando a Qing Feng a sentarse bien—. Dio a luz al pequeño príncipe. El emperador y la emperatriz viuda eligieron especialmente dos nodrizas y algunas madres experimentadas para cuidar de él. No debe preocuparse.

¿Era un niño, entonces?

—Pásame las gachas y tráeme al bebé para verlo —le dijo con ansiedad. Se había desmayado al dar a luz, así que no tuvo oportunidad de ver su rostro.

—Sí. —Después de darle la comida, Ru Yi tomó también algunos almohadones para colocar detrás de la cintura de Qing Feng de forma que ella pudiera inclinarse con comodidad, y luego se fue del cuarto.

Sosteniendo las gachas, Qing Feng se sintió algo entumecida, como si en este momento su cerebro estuviera revuelto. Poco después, pasos se escucharon acercándose. Qing Feng levantó la mirada y vio a Ru Yi con otras dos personas siguiéndola, una era una mujer hermosa de cerca de veinte años llevando un bulto rojo, y la otra una de las mamás viejas. Ambas caminaron hasta la cama y se inclinaron ligeramente.

—Estas sirvientas saludan a la Señora. Que la Señora tenga innumerable fortuna y seguridad.

El bebé envuelto en ropas debía ser su hijo. Viendo a la mujer llevarlo con firmeza en sus brazos, Qing Feng se sintió inesperadamente incómoda.

—Ru Yi.

La sirvienta era intuitiva, por lo que de inmediato supo lo que quería y tomó al pequeño príncipe para entregárselo a su madre. Cuando llegó a la cama, se agachó y levantó al niño para que lo pudiera ver con claridad.

Bajo la luz de las velas, el rostro rojo del bebé lucía aún más sonrojado. Sus ojos estaban cerrados como si estuviera durmiendo, y sus dos manitas estaban cerradas en puños sobre su pecho. En verdad era muy pequeño.

Este es… Mi hijo.

Qing Feng quería extender la mano y abrazarlo, pero era tan pequeño y frágil que tenía miedo de lastimarlo.

Mirando al pequeño sin parpadear, pensó en cuando estuvo en su estómago torturándola al punto en que no podía comer ni dormir, y pateándola con frecuencia. No podía entender cómo se estaba sintiendo. Su corazón estaba cálido y lleno.

Estaba mirando al bebé como en un trance, y Ru Yi lo sostenía prácticamente de manera vertical. Pensando que esto podría incomodar al bebé, la mujer hermosa de antes intentó dar un paso adelante para tomarlo en brazos, pero Qing Feng frunció el ceño.

—Pueden retirarse.

—Esto… —Las dos mujeres se miraron entre sí perplejas, antes de que la anciana diera un paso adelante.

—Señora, su cuerpo es frágil y debe descansar bien. Estas sirvientas están aquí por orden de la emperatriz viuda, y definitivamente cuidaremos al pequeño príncipe con dedicación. No se preocupe, Señora.

Qing Feng miró a la respetuosa pero anciana mujer y se rió con frialdad.

—¿Mis palabras no son lo suficientemente claras, o el maestro ha cambiado en este lugar y ahora son ustedes las que dan las órdenes?

Las dos se asustaron al instante, y se arrojaron sobre sus rodillas. El crimen de ir contra su maestra era uno que no podían soportar. Habían escuchado que la Concubina Imperial Qing tenía muchos trucos en sus mangas, pero no sabían que era tan poderosa. Acababa de despertarse, y su voluntad parecía irrompible. Era diferente del palacio y la emperatriz viuda no estaba presente, por lo que debían adaptarse a las circunstancias ya que tenía el favor del emperador.

—Estas sirvientas no se atreven. Nos retiraremos —dijeron, y con una reverencia más, se apresuraron afuera.

Ru Yi estaba complacida por dentro. Esa anciana había tomado ventaja de pertenecerle a la emperatriz viuda, y había estado gritando hasta hace poco. Era bueno ver que la presencia de su maestra era tan inspiradora. Mientras el corazón de Ru Yi se regocijaba, el pequeño príncipe dejó de estar feliz en sus brazos. Podría haber sido porque la sirvienta era joven y no sabía cómo cargarlo, o porque tenía hambre, pero comenzó a mover su cuello y a hacer ruidos en sus sueños. Ru Yi entró en pánico, sin saber qué hacer, y Qing Feng dejó la comida a un lado.

—Déjame llevarlo.

Después de colocar al príncipe en los brazos de la Concubina, Ru Yi se sintió aliviada y se sentó frente a la cama con una sonrisa.

—El pequeño es adorable, y luce igual al emperador.

El sentimiento suave en sus brazos hizo que el corazón de Qing Feng se suavizara, y sus labios se curvaran inconscientemente. Arrulló al niño mientras escuchaba a su sirvienta compararlo con el padre, así que miró su rostro que seguía durmiendo con cuidado. Entendía que lo considerasen adorable, ¿pero cómo darse cuenta a quién se parecía?

Al nover a Yan Hong Tian al levantarse, a pesar de no decir nada, Qing Feng se sintió decepcionada, así que cuando Ru Yi lo mencionó, preguntó con tono casual:

—¿Dónde está el emperador?

—La emperatriz y la emperatriz viuda vinieron a visitarla por la tarde, y al parecer tuvieron una… disputa con el emperador. Cuando se fueron, el emperador también salió y no ha regresado desde entonces.

—¿La emperatriz y la emperatriz viuda vinieron a visitarme? —preguntó Qing Feng, asombrada.

—Sí.

Quería preguntar más sobre la disputa entre la emperatriz viuda y Yan Hong Tian, cuando escuchó las puertas abrirse y una figura familiar caminar dentro.

Ru Yi se apresuró a arrodillarse.

—Que el emperador tenga innumerable fortuna.

El bebé en sus brazos finalmente había dejado de llorar, por lo que Qing Feng se sintió aliviada. Miró a Yan Hong Tian y lo encontró de pie frente a las pantallas, sacándose las túnicas exteriores. Sus ropas estaban mojadas, así que Qing Feng miró por la ventana y descubrió que había comenzado a lloviznar.

La sirvienta se levantó rápidamente para servirles, ayudándoles a sacarse la ropa mojada y conseguir un cambio limpio. Al verla, Qing Feng no dijo nada más y en su lugar miró al bebé en sus brazos.

—¿Ya has comido?

Era una oración común que cualquier esposa haría, pero Yan Hong Tian se congeló por un momento. Se sentía diferente, y algo fresco en su corazón. Desde que llegó al trono, nadie se había atrevido a hablarle de esa manera.

Yan Hong Tian miró el cuarto; la luz de las velas atravesando las cortinas e iluminándola lucían como un halo rodeando su cabeza. Su cabello estaba suelto, revelando un estilo perezoso al caer por su espalda. El color de su rostro era mucho mejor que durante el día, y mientras movía gentilmente al niño en sus brazos, su rostro estaba lleno de alegría y felicidad. Yan Hong Tian quedó tan absorto por la escena hermosa y cálida que se olvidó de responder.

Cuando no recibió una respuesta sin importar cuánto esperó, Qing Feng levantó la mirada y se encontró con un par de ojos aturdidos.

—¿No has comido aún? —se rió, y él se recuperó.

—Ya comí —dijo con voz débil. Cuando caminó hasta la cama y vio el tazón de arroz todavía caliente a un lado, frunció el ceño—. ¿Por qué has comido tan poco?

Al escucharlo, Qing Feng sintió su estómago gruñir, así que le hizo un gesto con su mano.

—Ven aquí.

Yan Hong Tian se acercó, y en cuanto se sentó, Qing Feng le puso al niño en brazos.

—Sosténlo un minuto mientras termino.

Había comido dos cucharadas cuando escuchó la voz grave de Yan Hong Tian resonar.

—Ru Yi.

—¿Sí?

—Llévate al niño.

—Espera —intervino Qing Feng, ansiosa—. ¿Por qué debería irse?

—No es temprano, y deberías descansar, así que el niño debería quedarse con una nodriza.

La expresión de Yan Hong Tian era extraña, con su ceño fruncido con fuerza. Ella sabía que había regulaciones de ese tipo en el palacio, y que los príncipes usualmente no vivían con sus madres. Después de nacer, el bebé era cuidado por nodrizas y madres ancianas. Las madres solo podían ver a sus hijos cuando ellos las saludaban por la mañana y por la noche.

Era probable que así fueran las normas, pero no quería eso. Si no podía cuidar de su propio hijo, ¿qué clase de madre sería? Había nacido en una familia normal, con la devoción de una madre, la calidez de su padre, y la generosidad y armonía de sus hermanas, así que deseaba que su hijo fuera igual.

La expresión de Yan Hong Tian era algo mala, así que Qing Feng no quería discutir con él.

—Acabo de verlo y no puedo soportar estar separada. Déjalo acompañarme esta noche, ¿bien? —le dijo en voz suave. El emperador siempre había sido terco, por lo que pensó que necesitaría más esfuerzo para convencerlo. En lugar de hablarle de normas y reglas, levantó al bebé rápidamente.

—Entonces tú llévalo.

El niño era obediente y no lloró o hizo un berrinche. Además, se trataba de su hijo, ¿entonces por qué se veía como si quisiera escapar?

—¿Qué te sucede? —le preguntó, curiosa. Yan Hong Tian permaneció en silencio, y su rostro se oscureció. Cuando el pequeño movió su cuello, se endureció de inmediato y le habló con trazos de pánico.

—Es… demasiado suave. Agárralo rápidamente.

No tenía muchos herederos, y nunca había cargado con un bebé antes, así que era natural que no supiera qué hacer. ¡El bebé era tan suave que no parecía que tuviera huesos!

Resultaba, entonces, que su expresión oscura al intentar alejar al niño era porque no sabía cómo sostenerlo de la manera adecuada. Qing Feng lo encontró ridículo y divertido. Sabiendo la razón, retiró sus manos estiradas.

—¡Piensas que es tan fácil ser un padre! Manténlo en tus brazos.

Luego volvió a levantar el tazón y siguió comiendo.

Ru Yi levantó la mirada y vio que el emperador sostenía al pequeño príncipe con ambas manos, sin dejarlo ir pero sin sostenerlo de la manera adecuada, y no pudo evitar una pequeña risa. Yan Hong Tian le lanzó una mirada fría, y se aterró tanto que encogió su cuello. El emperador no podía soportar enojarse con su Señora y el pequeño, pero definitivamente se descargaría con ella si le daba la oportunidad.

—Esta sirvienta se retira —dijo rápidamente y salió corriendo.

La lluvia seguía cayendo fuera, pero en la casa, el emperador de Qiong Yue y maestro de seis naciones tenía un sentimiento indescriptible. ¿O a eso se le llamaba ser un padre?


[1] Xushi: 7 a 9 pm.

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