Harem Imperial – Capítulo 76: Nacimiento prematuro (2)

Traducido por Sharon

Editado por Tanuki


Patio Shu Chuan.

Cuatro Médicos Imperiales tomaron turnos en tomarle el pulso mientras los ayudantes esperaban a un lado por más instrucciones. Las sirvientas y eunucos estaban esperando también, y la choza que no era muy grande estaba llena de gente.

A pesar de esto, la casa estaba en completo silencio. A excepción del ocasional grito de dolor en las cámaras internas, cada uno de ellos podía escuchar sus propias respiraciones mientras permanecían junto a una figura alta en espera.

Xiao Yu y Ru Yi sólo sufrieron heridas menores, y después de que Ru Yi fuera vendada, permaneció al lado de Qing Feng. Sin embargo, Xiao Yu decidió permanecer afuera junto con Yan Hong Tian, que no tenía ninguna expresión. Parecía increíblemente tranquilo y con pensamientos profundos, sin nada de pánico; como estuvo desde que entró en la cabaña. Sus ojos tranquilos y profundos estaban ligeramente entrecerrados, y nadie se atrevió a mirarlo porque temían que pudieran molestarlo, causando sus muertes.

—¿Cómo está? —resonó una voz de repente en la casa silenciosa, y todos saltaron de sorpresa. No obstante, dentro de la cámara, los cuatro Médicos Imperiales estaban temblando.

La condición de la Concubina Imperial Qing no era complicada, y le habían tomado el pulso varias veces, pero no sabían cómo explicárselo al emperador. Los cuatro se miraron entre sí hasta que, finalmente, se giraron hacia Wang Zhi Yang, quien se lamentó en silencio. ¿Quién le pidió ser el médico personal del emperador, o quien poseyera la mejor habilidad médica entre ellos? Era obvio que en esta situación sería quien tuviera que explicar.

Tomando una respiración profunda, Wang Zhi Yang salió, y decidió morder la bala.

—Respondiéndole al emperador, la caída de la Concubina Imperial Qing provocó que golpee su estómago varias veces, por lo que se ha roto el revestimiento del feto. Ya no puede esperar a que se termine el término del parto, la única opción es inducir… el parto.

—¿Inducir el parto? —El ceño de Yan Hong Tian se frunció, y su voz salió en un tono bajo, aterrando a Wang Zhi Yang al punto en que su cuerpo comenzó a temblar y su corazón a latir con fuerza.

—Si no lo hacemos, no se salvará ni la madre ni su hijo —se explicó rápidamente—. Si tenemos éxito, es posible que podamos salvarlos.

¿Posible?

Recibiendo la mirada fría del emperador, Wang Zhi Yang maldijo en silencio. Había estado al lado de Yan Hong Tian por muchos años, por lo que entendía su naturaleza temperamental, pero el parto prematuro era algo peligroso, y sólo había una ligera probabilidad de que la madre y el hijo estuvieran a salvo, así que no se atrevió a prometer éxito. Se dejó caer sobre sus rodillas y esperó a que Yan Hong Tian liberara su ira.

Wang Zhi Yan esperó por un largo tiempo, y su espada se llenó de sudor. Sin escuchar la ira esperada, levantó la cabeza y vio las botas amarillas que no se habían movido de delante suyo. Sorprendido, bajó la cabeza de nuevo y no se atrevió a respirar.

—¡Ah! —sonaron dos gritos de repente desde el cuarto, y el llanto adolorido rompió la atmósfera de la habitación, cambiando incluso la expresión de Yan Hong Tian.

—¿Dónde está la comadrona? —preguntó agitado. Dos mujeres de cincuenta años se adelantaron rápidamente.

—Los sirvientes están aquí.

—Ah…

Otro grito resonó, provocando que Yan Hong Tian volviera a fruncir el ceño y se dirigiera a la cámara interna.

Wang Zhi Yang vio las botas negras alejarse y se apresuró a levantar la cabeza.

—Emperador…

Antes de que pudiera terminar de hablar, Yan Hong Tian abrió las cortinas. ¿Qué debería hacer? Cuando las mujeres daban a luz, incluso en familias normales los hombres permanecían fuera. No podían acercarse a los cuartos de parto o podrían terminar manchados con mala suerte e incurrir en calamidades.

Wang Zhi Yang quería detenerlo, pero un par de manos se lo impidieron.

—Médico Imperial Wang, este no es el Palacio, algunas regulaciones deberían evitarse. Lo más importante es salvar al paciente —dijo una voz femenina suave. Wang Zhi Yang levantó la mirada y vio a Xiao Yu.

Mirando al cuarto, nadie se atrevió a decir nada. Aunque el emperador perdía el temperamento, sólo era un pequeño Médico Imperial, y sólo podía quedarse arrodillado en el suelo. ¿Qué calificaciones tenía para persuadirlo? Temía que si abría la boca ya no pudiera volver a hablar.

—Qing Feng… —Yan Hong Tian permaneció de pie frente a la cama y miró a la mujer acostada. Seguía llorando de dolor, y lucía peor que cuando cayó por la mañana. Actualmente era el inicio del invierno, pero el sudor había empapado sus ropas, y su rostro era tan pálido que no parecía que tuviera sangre. Estaba mordiéndose sus labios, y sus ojos no dejaban de mirar un punto fijo.

Al girar su cabeza y encontrarse con Yan Hong Tian, de pie frente a la cama, Qing Feng tomó sus mangas y tiró. Ya no le importaba que sus acciones pudieran ofender a los Cielos.

—Yan Hong Tian… El niño, el niño…

¡La Señora llamó al emperador por su nombre!

Ru Yi, que estaba arrodillada a un lado limpiándole el sudor a Qing Feng, estaba tan sorprendida que sus manos comenzaron a temblar. Levantó la mirada y vio que la Señora había tirado de la túnica negra del emperador, y ella no dejaba de llamar el nombre del emperador. Ru Yi bajó la cabeza rápidamente, sin atreverse a ver la expresión de Yan Hong Tian, y dio dos pasos atrás sin poder contenerse.

Mientras Ru Yi estaba asustada, sin saber qué hacer, el emperador se arrodilló y sostuvo la mano de la Señora.

—El niño estará bien. El Médico Imperial y la comadrona están aquí. Tú y el niño estarán bien.

La voz del emperador era tan fuerte que todos los presentes pudieron escucharlo con claridad, y cada palabra cayó pesadamente en sus corazones.

—¿De verdad? —Hace rato que los ojos de Qing Feng se habían nublado por el dolor, pero pudo escuchar con claridad esa tranquila y directa promesa.

—De verdad.

Su miedo al parto se calmó por un momento. Creía en él, y era lo único que podía hacer.

Calmando sus preocupaciones y miedos, el dolor pareció cobrar fuerza, y Qing Feng sólo pudo gritar.

—¡¿Por qué están ahí de pie?! —gritó Yan Hong Tian, y todas las personas en el cuarto que estaban congelados comenzaron a moverse. El Médico Imperial sacó sus agujas de acupuntura y remedios, y se preparó para trabajar. Las comadronas también corrieron hacia la cama.

Yan Hong Tian permaneció a un lado en silencio, y su aura estaba presionando a todos. Los otros médicos lo miraron, lastimeros, y el corazón de Wang Zhi Yang se contrajo.

—Emperador, será mejor que espere afuera. Nosotros, los oficiales, pondremos nuestro mayor esfuerzo en salvar a la Señora y a su hijo —le dijo.

—Todos debieron haber escuchado con claridad las palabras que le dije a la Concubina Imperial Qing. ¡Las palabras de un monarca no son broma!

Esta vez, Yan Hong Tian no les dificultó las cosas y dejó esas palabras antes de salir del cuarto.

Si… Si las cosas salían mal con la Concubina Imperial Qing o su hijo, eso significaba que harían que el emperador rompiera su promesa, entonces… ¡Tendrían que lograrlo aunque les cueste la vida! Todos se alarmaron. Sin la presencia de Yan Hong Tian, el tiempo voló, pero nadie se atrevió a tranquilizarse ya que sólo tenían un pensamiento: no podían dejar que nada le sucediera a la mujer en la cama, o terminarían enterrados con ella.

Cuando Yan Hong Tian dio un paso en el patio, Ming Jian le estaba esperando.

—¿Qué descubriste?

—Había algunas rocas sueltas en la plataforma, pero no llovió recientemente, así que el suelo no estaba resbaloso. Por su posición, parece que fueron sueltas deliberadamente, y que usaron sogas para mantenerlas en el lugar. Cuando el tiempo fue el correcto, las cortaron y las rocas cayeron. Cuando este oficial subió, ya no había rastros de alguien. Esa persona fue muy cautelosa. Además de los trazos de suelo removido, y algo de soga, no quedó nada.

Un monarca, un oficial. Uno era inexpresivo, el otro inflexible. Ambos tenían expresiones sombrías.

Estaban preparados, y atacaron directamente a Qing Feng. El tiempo fue el justo, y fue suficiente para que no tuvieran oportunidad de salvarla. Parecía que además de su alto nivel en artes marciales, habían planeado las cosas con cuidado. También sabía de sus planes y preferencias, que Qing Feng amaba pintar y que se encontraría con un paisaje hermoso, por lo que definitivamente subiría a la plataforma para apreciar los bambús.

—¿Los guardias de la residencia encontraron algo inusual? —dijo Yan Hong Tian en voz baja, y la expresión de Ming Jian se oscureció y cayó sobre una rodilla.

—Este oficial ha fallado en su deber.

Xiao Yu no se atrevió a salir, y apretó el puño sin pensarlo, preocupada por Ming Jian. Si lo que sucedió hoy no fue un desastre natural, sino causado, la situación resultaría diferente de la de los Médicos Imperiales. No importaba cuál fuera el destino de Qing Feng o su hijo, Ming Jian falló en su trabajo.

El sol del mediodía brillaba sobre ellos, pero no había calidez en la atmósfera fría rodeando a los hombres. En ese momento, un joven guardia corrió dentro, y los vio a ambos. Se apresuró a caer sobre una rodilla al sentir la atmósfera inusual, y no supo si debía avanzar.

—¿Qué sucede? —le preguntó Xiao Yu, acercándose.

El guardia le susurró algunas palabras, y ella frunció el ceño, aunque pronto volvió a su expresión normal. Después de mover su mano hacia el guardia, se giró y se dirigió hacia los dos hombres, uno de pie y el otro arrodillado. Se detuvo a diez pies de ellos antes de hablar.

—Emperador, la emperatriz viuda y la emperatriz han llegado.

Yan Hong Tian levantó la mano y vio al grupo de gente acercándose desde lejos.

—Ve a investigar —fue lo único que dijo Yan Hong Tian, sin culpar a Ming Jian. Xiao Yu se sintió aliviada, pero la expresión del guardia se volvió más fría que antes.

—Sí.

Ming Jian acababa de dejar el patio cuando las dos emperatrices entraron juntas. Yan Hong Tian ya estaba demasiado cansado para tratar con ellas, y su humor no era bueno, pero se trataba de Lou Su Xin, así que tuvo que acercarse.

—¿Por qué están aquí?

—Escuché que Qing Feng cayó de las escaleras, y vine a verla especialmente. ¿Cómo está el niño? —Lou Su Xin sólo pensó en su precioso nieto imperial, lo que hizo que Xin Yue Ning se sintiera feliz y amargada al mismo tiempo.

A sus ojos, lo más importante era la línea imperial, y no le importaba qué mujer llevara al hijo. Ella debía proteger la posición de Jing. Siempre y cuando él estuviera bien, nadie podría tocarla.

Yan Hong Tian acompañó a Lou Su Xin a la casa antes de responder.

—El Médico Imperial y las comadronas siguen dentro.

—¿Comadronas? —preguntó Xin Yu Ning, sorprendida—. ¿Dará a luz?

En respuesta a sus palabras, escucharon un grito desde el interior, y los cuatro Médicos Imperiales salieron del cuarto.

—Médico Imperial Wang, ¿qué está sucediendo? ¡Todavía no es tiempo del parto! —preguntó Lou Su Xin, preocupada.

Wang Zhi Yang todavía no había salido del cuarto del todo antes de ser atacado por las preguntas de la emperatriz viuda. Era afortunado que el nacimiento hubiera sido realizado con éxito, por lo que su corazón estaba tranquilo al responder.

—Respondiéndole a la emperatriz viuda, el abdomen de la Concubina Imperial Qing recibió un gran impacto, por lo que no se pudo esperar a que se cumpla el tiempo del embarazo. Ahora mismo los oficiales han realizado acupuntura para inducir el parto, y ahora las comadronas están ayudando con el nacimiento. La Señora lo está haciendo bien, por lo que la emperatriz viuda no necesita preocuparse.

Al terminar, Wang Zhi Yang miró a Yan Hong Tian de reojo, pero no pudo ver alegría o furia.

¿Cómo era posible? El hijo de Qing Feng… ¿No fue…?

Xin Yue Ning miró a Shui Xin, quien sacudió su cabeza para indicarle que no fuera impaciente. Había llegado aquí para exponer la verdad de Qing Feng, y ahora sucedía esto. ¡¿Cómo podía calmarse?!

—¿Está seguro que no habrá problemas con el niño? ¡Este es un asunto importante para la línea imperial! —le increpó a Wang Zhi Yang.

—La salud de un niño prematuro tiende a ser débil, pero con cuidados excelentes y dedicados, no será diferente a un bebé nacido naturalmente.

Todo estaría bien si el niño podía recuperarse. El corazón de Lou Su Xin se calmó, pero Xin Yue Ning no se resignó. Quiso caminar dentro de la habitación para ver lo que estaba sucediendo, pero Shui Xin apretó el puño y, fingiendo ayudarla, la detuvo.

En ese momento, el grito de un bebé atravesó el cuarto inquieto.

—¡¿Ha llegado?! —Lou Su Xin se llenó de alegría, y poco tiempo después, una de las comadronas salió llevando un bebé envuelto en una sábana roja.

—Felicidades al emperador. Felicidades a la emperatriz viuda. ¡Es un príncipe!

¡Un príncipe!

Lou Su Xin se acercó de inmediato, sonriendo.

—¡Rápido, déjame sostenerlo!

Xin Yue Ning también dio un paso adelante y vio al bebé en los brazos de Lou Su Xin. Su pequeño rostro estaba arrugado, y sus ojos cerrados con fuerza. No parecía tener nada de vitalidad. Su corazón estaba lleno de resentimiento, pero se las arregló para poner una expresión complacida.

El suave y tranquilo bebé estaba calmado en sus brazos, lo que agradó sobremanera a Lou Su Xin.

—¡Gracias a los Cielos y a la Tierra! ¡Los ancestros nos han bendecido y protegido!

¡El emperador por fin tenía otro hijo!

Un grupo de personas la rodearon, lanzando felicitaciones sin parar, pero Yan Hong Tian no miró a su hijo recién nacido.

—¿Cómo se encuentra? —le preguntó con suavidad a la comadrona.

—El emperador no necesita preocuparse, la Concubina Imperial Qing se ha desmayado por el agotamiento, pero no ha surgido ningún problema. Debería estar bien después de descansar unos días —le tranquilizó. Luego se hizo a un lado para hacerle lugar, pero el emperador no entró a visitar a la Concubina Imperial Qing.

La mujer estaba confundida. Antes del parto, el emperador estaba muy ansioso, y todos pudieron ver que le tenía un gran cariño. ¿Por qué era frío ahora? Ni siquiera le dio una segunda mirada a su hijo recién nacido.

—Bueno, es un alivio que se encuentre bien. Parece ser que la condición de Qing Feng no le permitirá encargarse del bebé. Y ya que este lugar es tan humilde, llevaré al príncipe al palacio —dijo Lou Su Xin, complacida con el bebé en sus brazos.

—No.

La voz de Yan Hong Tian era tranquila y con su tono usual mientras sorprendía a Lou Su Xin y a Xin Yue Ning.

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