Harem Imperial – Capítulo 83: Llevándose bien

Traducido por Sharon

Editado por Tanuki


Los dos permanecieron en silencio: uno estaba soportando su ira en silencio, mientras la otra estaba confundida. En ese momento, el sonido de un bebé llorando rompió la calma. Fu Ling se recuperó, y sin mirar a Ming Ze, volvió a la casa.

A través de la pantalla, pudo ver a su Señora llevando al bebé. Fu Ling se acercó con una vela, y entró al cuarto.

—¿El pequeño príncipe está durmiendo? Llamaré a Shen Yao.

—No vayas —dijo Qing Feng, balanceando al niño en sus brazos—. Tomó su leche antes de dormir, y no han pasado dos horas desde entonces. No debe estar hambriento. Con la visita de la emperatriz viuda, Shen Yao tuvo que cuidarlo toda la noche, lo más probable es que esté cansado.

Fu Ling asintió, y colocó la vela en una banca cerca de la ventana, para luego encender otras dos de modo que el cuarto estuviera iluminado. Qing Feng vio que estaba vestida con prolijidad, no como si se hubiera despertado por el llanto del bebé, y la miró con curiosidad.

—¿Estabas de guardia esta noche?

El Salón Qing Feng hacía que los eunucos de bajo rango mantuvieran la guardia por la noche, y solo despertaran a los demás si sucedía algo.

Siendo invierno, y con las noches tan frías, Qing Feng tenía al niño envuelto con seguridad, pero ella misma solo tenía una tela delgada. Fu Ling tomó uno de los mantos cerca de la cama para cubrirla antes de responder.

—Ru Yi la ha estado acompañando estos últimos días, debe estar cansada. Sería mejor que me encargue de las guardias nocturnas ya que acaba de regresar.

Como el manto sobre sus hombros, un sentimiento cálido la cubrió. Esa calidez venía directamente desde su corazón, y Qing Feng sostuvo la mano de su sirvienta.

—Gracias, Fu Ling.

—Señora, no es necesario… —dijo ella, sonrojándose. En realidad, no había sido por el bien de su maestra que había estado despierta, tenía una razón egoísta.

Qing Feng la vio bajar la cabeza con el rostro rojo, y pensó que estaba avergonzada, así que no continuó hablando. Siempre recordaría lo bien que Fu Ling la trataba.

El llanto del bebé no se había detenido hasta ahora, y Qing Feng frunció el ceño.

—Es posible que se haya mojado —le dijo a la todavía culpable Fu Ling, colocándolo sobre la cama—. Ve a buscar un cambio seco.

—Sí.

Cuando la sirvienta regresó, Qing Feng ya le había desarmado el pañal de tela, y descubierto que, en efecto, estaba mojado. Luego de removerlo, él dejó de llorar de inmediato.

—En efecto, estaba sucio —sonrió Fu Ling—. Señora, ahora es más rápida y mejor que muchas de las madres.

—Será mejor que no me elogies. Lo aprendí de Shen Yao los pocos días que pasamos en la otra residencia.

Al principio, había estado tan incómoda con el llanto del bebé, que de inmediato entraba en pánico al escucharlo. Fu Ling le pasó la tela seca, y la vio cambiar el pañal sin problemas, envolviendo la ropa sucia para después tomar a su hijo entre sus brazos rápidamente para hacerlo dormir. Viendo sus arrullos y sonrisa gentil con sus acciones suaves, Fu Ling la comparó con el momento en que se encontraron por primera vez, y no pudo evitar reír.

Con el bebé limpio, Qing Feng levantó la vista para descubrir a la otra mujer riendo.

—¿Por qué te ríes? —le preguntó, confundida.

—No es nada. Antes escuché que las mujeres cambian cuando se convierten en madres, y por lo que veo, es verdad.

Solo habían pasado diez días, pero ya tenía una mirada maternal en su rostro. Ya no daba esa imagen aguda y arrogante de antes.

Qing Feng rodó sus ojos y no se molestó en responder. En su lugar, cambió de tema.

—Desde que el príncipe nació, deberíamos entregar huevos rojos a los Palacios para acompañar las buenas noticias. Usa esta excusa para revisar a Chen Zhen y al niño.

Después de haber dado a luz, pudo entender mejor a Chen Zhen, pero debido a su actual posición, no podía ir a visitarla personalmente. Mirando a la mesa fuera de la cámara interna, llena con todo tipo de tónicos preciosos entregados por la emperatriz viuda, que no había manera que pudiera terminar por su cuenta, agregó:

—Esas cremas que las emperatrices enviaron, no podré terminarlas. Elige las mejores y las que sean más fáciles de consumir para ella.

—Sí —asintió Fu Ling con una sonrisa.

Una vez regresó a su hijo a la cama, Qing Feng se acostó de lado y lo acarició con suavidad mientras hablaba con su sirvienta con tono bajo.

—Se ha dormido. Deberías ir a descansar.

Fu Ling sopló las velas, y se llevó los restos fuera del cuarto.

Hasta el momento en que la luz desapareció de la casa, Ming Ze había podido ver lo que sucedía dentro de la casa. En efecto, esa era el sentimiento que una madre tenía por su hijo. Aunque solo hubiera podido ver las sombras, la figura de Qing Feng mostraba el cariño que le tenía a su bebé.

Antes fue su hermana mayor, ahora era el príncipe. Debía ser una forma de buena fortuna poder tener su amor. No fue hasta que bajó la mirada que Ming Ze descubrió que seguía sosteniendo la comida que Fu Ling le había forzado, y su ceño comenzó a fruncirse.

Fu Ling estaba sentada en el living, esperando hasta que la persona en el interior de la casa se durmiera para salir.

En el silencio del patio, ya no podía ver la figura de Ming Ze, solo el contenedor de comida en la mesa de piedra al largo del árbol. Viendo las puertas entreabiertas, supuso que había salido a hacer guardia.

Fu Ling se rió con amargura. Quería prepararle algo para comer, pero terminó ahuyentándolo. Al caminar hacia la mesa de piedra, abrió el contenedor y descubrió que, en efecto, no faltaba ni una pieza. ¿No era lo que estaba esperando? Entonces, ¿por qué se sentía tan decepcionada?

Es tan difícil llevarse bien con esa persona…

♦ ♦ ♦

Fu Ling le había enviado los huevos rojos a los Palacios de las dos emperatrices. Cuando las otras concubinas escucharon que la oficial femenina de la Concubina Imperial Qing los había entregado personalmente, no se atrevieron a hacerla esperar, por lo que enviaron a sus sirvientes a buscar los huevos. De esa manera, la canasta de Fu Ling se había vaciado antes de siquiera llegar al mediodía.

Cuando llegó a las puertas del Palacio Frío, como usualmente nadie visitaba el lugar, las puertas que solían estar abiertas pero ahora estaban atadas con firmeza bloqueaban su vista del interior. Ella golpeó la puerta con gentileza, pero nadie respondió. Después de golpear más veces, pudo escuchar pisadas acercándose, hasta que por fin la puerta se abrió.

—¿Fu Ling? —Al ver de quién se trataba, Wu abrió rápidamente y la empujó dentro—. Ven a hablar.

Fu Ling la siguió al patio, que seguía igual desde la última vez que entró. La única diferencia era la cortina azul que colgaba desde la puerta y las ventanas, de modo que el sol siguiera iluminando el interior pero no se pudiera ver desde afuera.

La Concubina Imperial Hui había pasado por muchos problemas para proteger al príncipe oculto.

Wu partió las cortinas, y llevó a Fu Ling dentro de la casa. El gran cuarto estaba bastante vacío, teniendo solo una cama de madera simple, con una manta fina de colchón. A un costado había varias sábanas en el suelo, que debían formar la cama del bebé.

Chen Zhen, vestida con simpleza, estaba sentada en la cama con su hijo. Cuando vio a quién entró, mostró una expresión sorprendida, para después asentir con una sonrisa. Se había vuelto más delgada desde la última vez que la vio, pero la sonrisa en el rostro era más significativa.

—Fu Ling saluda a la Concubina Imperial Hui —dijo, entrando a la habitación.

—Siéntate. Ya no soy la Concubina Imperial Hui, solo llámame Chen Zhen. Ya que has venido personalmente, ¿sucedió algo?

—No pasó nada —respondió rápido Fu Ling al ver su expresión ansiosa—. Esta sirvienta está aquí para darle huevos rojos, así que no importa si alguien me vio entrar.

Al terminar, Fu Ling sacó los huevos de la canasta y los colocó en la mesa de madera al lado de la cama.

—¿Huevos rojos? ¿Qing Feng dio a luz? —Dado que el número de días no concordaba, eso significaba… ¿un nacimiento prematuro?—. ¿Ella y el niño están bien?

—Hubo algunos problemas, pero afortunadamente ambos están a salvo ahora. No necesita preocuparse.

¿Problemas?

Chen Zhen sacudió su cabeza, y suspiró por dentro, pero no siguió preguntando. Observando los huevos en la mesa, y teniendo en cuenta que si eran pares significaba una mujer, e impares para un hombre, se dio cuenta que tuvo un niño.

—Sí, y la Señora me pidió que le entregara esto para mejorar su salud. También son convenientes para consumir, solo tiene que agregarle agua y beberlo —dijo Fu Ling, y removiendo la tela bajo los huevos, le mostró los tónicos a Wu.

—Agradécele por mí —dijo Chen Zhen, viendo con una mirada la cantidad de medicina cara para reemplazar sangre y energía. Estaba realmente agradecida con Qing Feng, pero además de agradecerle, no sabía cómo podría pagarle.

—¿Puede esta sirvienta ver al pequeño príncipe? —Esto era algo que su maestra le había insistido hacer en la mañana cuando partió.

—Por supuesto. —Al hablar sobre su hijo, la sonrisa de Chen Zhen se agrandó, y levantó al bebé para que Fu Ling pudiera verlo mejor.

A pesar de que había nacido un mes antes, como la Concubina Imperial Hui era la única alimentándolo y su comida no era muy buena, el niño tenía el mismo tamaño que el prematuro príncipe de Qing Feng.

—¿Tiene un nombre? —preguntó vacilante. Los príncipes normalmente obtenían sus nombres del emperador al cumplir el primer mes, pero este niño…

Un rastro de melancolía pasó por Chen Zhen, pero afortunadamente se disipó con rapidez.

—Todavía no tiene. Lo he apodado Han.

—Príncipe Han.

Quizás escuchó a alguien llamarlo, o sintió que lo observaban, porque en ese momento el niño en los brazos de Chen Zhen extendió su pequeño cuello, y sus ojos se abrieron para observar a la visita. Al ser observada con ese par de ojos pruso, Fu Ling sintió su corazón ablandarse.

—Es adorable. —Siendo que se acercaba la hora del almuerzo, recogió la canasta y dijo—: Es tiempo de que esta sirvienta se retire.

—Fu Ling, espera —dijo Chen Zhen cuando estaba por llegar a la puerta. Al darse la vuelta, vio que la Concubina le entregó su hijo a Wu, y se arrodilló junto a la cama para buscar algo bajo la almohada. Después de un momento, encontró lo que buscaba y lo aferró entre sus manos. Caminó hacia Fu Ling, y luego de vacilar unos segundos, se lo entregó—. Esto… Es para el bebé.

Fu Ling bajó la mirada y descubrió que se trataba de una bolsa de la palma de la mano. La tela usada no era lo que se consideraba buena, pero el trabajo de bordado era de la mejor calidad. El Qilin de rojo fuego parecía estar saltando de la tela, e incluso se podía apreciar sus dientes blancos.

—No se preocupe, esta sirvienta se encargará de entregárselo a la Señora —dijo, tomando la bolsa.

No podía considerarse como un regalo precioso, pero Fu Ling lo tomó con tanta solemnidad y seriedad, que Chen Zhen se sintió avergonzada.

—Sí. Deberías regresar rápido.

Fu Ling hizo una reverencia, y Wu la acompañó a la puerta.

Caminando por el sendero silencioso del Palacio Frío, el paso de Fu Ling se ralentizó. Su mirada se desvió hacia la bolsa en su canasta, y no pudo evitar sentirse conmovida. Si la Concubina Imperial Hui no hubiera sido expulsada, o si su Señora no hubiera visitado esa vez, quizás habrían terminado siendo enemigas. Pero ahora, las dos se llevaban bien. Algunas veces, la manera en que dos personas podían convivir era increíble.

Pensando en personas llevándose bien, Fu Ling no pudo evitar pensar en esa persona fría…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido