Harem Imperial – Capítulo 87: Agitándose (3)

Traducido por Sharon

Editado por Tanuki


Gracias a la pintura que hizo de las manos y pies de su hijo, el vestido de Qing Feng se había manchado con tinta. En el momento en que estaba saliendo del cambiador, Ru Yi se acercó.

—Señora, la Belleza Yu está aquí.

¿Qué está haciendo aquí?

Después de todo, no interactuaba mucho con ella.

Qing Feng le pasó el bebé a Shen Yao, y la ordenó llevarlo a la cámara interna antes de dejar que entrara.

—Que la Concubina Imperial Qing tenga incontable fortuna y seguridad.

Yu Yue Ying estaba usando una túnica de amarillo ligero, y su voz al hablar tenía un tono avergonzado.

La aparición de una mujer que había logrado entrar al Palacio Interno no era algo malo. Era una lástima que su personalidad fuera algo patética.

—No mantengas la ceremonia. Acércate y siéntate —sonrió Qing Feng.

Yu Yue Yang se sentó a un lado mientras las sirvientas del Palacio servían refrigerios. Qing Feng también bebió algo de té en silencio. Nerviosa, la Belleza Yu tomó una caja de madera de su sirvienta acompañante y la abrió gentilmente. Dentro había una bolsa de satín rojo.

—Esta es la bolsita que esta Yue Ying ha bordado personalmente, para el pequeño príncipe. Espero que los Cielos bendigan al príncipe con paz y fortuna —dijo, dando un paso adelante en un tono suave.

Ru Yi se adelantó para tomar la caja de madera y llevársela a su señora. Qing Feng le dio una mirada, y se dio cuenta que la tela era cara y que el bordado no era malo.

—Gracias —dijo, asintiendo ligeramente.

A diferencia de la bolsa que le entregó Chen, esta no tenía la suerte de ser de su gusto. Hizo un gesto ligero con su mano, y Ru Yi se retiró con la caja de madera.

La sala de estar permaneció entonces en silencio. Si fuera antes, Qing Feng se habría tomado el tiempo para jugar con las concubinas del Palacio Interno, pero ahora solo quería ir a acompañar a su hijo. Yu Yue Ying casi desgarraba su pañuelo por la manera en que lo estaba retorciendo, pero aun así no dijo una sola palabra.

—¿Sucedió algo para que la Belleza Yu viniera a visitarme? —preguntó finalmente Qing Feng, quedándose sin paciencia. Los hombros de la otra mujer se sacudieron un poco, al parecer asustada de Qing Feng, quien frunció el ceño y estaba a punto de enviarla lejos, cuando por fin le respondió.

—Yue Ying está aquí hoy para molestar a la Señora con una petición.

—No hay daño en decir lo que uno piensa —dijo Qing Feng, queriendo saber sus motivos.

—La Concubina Imperial Hui… —Tan pronto como dijo estas palabras, Yue Ying sintió que era inapropiado, y decidió volver a empezar—. Sé que Chen Zhen cometió errores y que el emperador la castigó con el Palacio Frío para que reflexione. Pero después de todo es mi prima mayor, y ha cuidado de mí anteriormente. Viendo su sufrimiento, realmente quería ayudarla, pero cada vez que voy al Palacio Frío, Wu bloquea mi entrada, diciendo que las concubinas del Palacio Interno no pueden acercarse, y que teme implicarme. ¡Pero no temo eso, solo deseo verla! No han habido noticias de ella desde que entró al Palacio Frío. Realmente temo que algo le haya sucedido. —Y diciendo esto, Yu Yue Ying se arrojó al suelo sobre sus rodillas, mientras las lágrimas fluían sin pausa—. ¡Le ruego a la Concubina Imperial Qing que me permita visitarla! ¡Se lo ruego!

Sus palabras fueron dichas con sinceridad, y sus lágrimas eran como las de un cerezo siendo bañado por la lluvia, pero la expresión de Qing Feng se oscureció, y su voz originalmente cálida se volvió fría.

—Chen Zhen y yo teníamos relaciones amigables al principio, pero luego sus brujerías provocaron que casi fuera implicada por un malentendido. Y ahora vienes a rogarme. Si lo permitiera, ¿no pensarían otros que sigo involucrada con Chen Zhen? No solo eso, sino que los asuntos del Palacio Interno deben ser decididos por la emperatriz. No te ayudaré en este asunto: ve a rogarle a la emperatriz.

—Pero… —Yu Yue Ying quería continuar, pero Qing Feng se puso de pie.

—Ru Yi, acompaña a la invitada afuera.

Ru Yi, que estaba de pie junto a la puerta, se acercó. En lugar del tono educado que Fu Ling habría usado, simplemente la tomó del brazo y la puso de pie.

—Belleza Yu, por favor.

En el tiempo que le tomó agarrarla y arrastrarla a la puerta, Qing Feng ya había regresado a las cámaras internas. Yu Yue Ying observó en silencio su espalda fría, y dejó que sus lágrimas cayeran por un largo tiempo antes de inclinarse y retirarse.

Cuando Ru Yi regresó, vio a Qing Feng salir de las cámaras internas nuevamente, y de pie junto a la ventana abierta. El frío viento soplando revoloteaba su cabello, y sus ojos brillantes observaban las begonias que hace tiempo se habían marchitado. Desde que dio a luz, nunca había tenido esa misma mirada fría de sus inicios. Ru Yi tembló sin darse cuenta, lo que la hizo recuperar los sentidos.

—Señora, sigue confinada por lo que su salud es débil. No debe estar junto a la ventana —dijo, acercándose a ella con urgencia.

—Haz que alguien la siga.

Chen Zhen la había bloqueado en la puerta, pero no importaba si lo había hecho por desconfianza o para proteger a Yu Yue Ying. Qing Feng no quería investigar ni adivinar. Lo más importante para ella era impedir que alguien más supiera de la existencia del niño en el Palacio Frío.

Si el asunto era conocido por otros, solo resultaría afectada.

—Sí —respondió Ru Yi de inmediato, temblando por la voz fría que salió de su señora. Estos asuntos solían ser manejados por Fu Ling.

Sabía que no podía reemplazar a su compañera sirvienta en el corazón de su señora, pero si tenía la oportunidad de aumentar su posición, no la dejaría ir.

♦ ♦ ♦

La residencia del Censor Imperial Mayor, Xin Shui, no hace falta decir, cubría una gran área. Cada uno de los hijos de la familia Xin tenía sus propios patios, y usualmente no interactuaban con el otro.

Este día, Xin Yi Heng estaba en el cuarto de estudio, leyendo, cuando un fuerte rugido sonó desde afuera.

—¡Xin Yi Heng!

La figura robusta de Xin Fu Cheng apareció en el estudio, con una mueca que decía que tenía todas las intenciones de atacar. Xin Yi Heng levantó la cabeza y le lanzó una mirada.

—Segundo hermano mayor, está aquí. Qué invitado tan inesperado —dijo, y bajó la cabeza para seguir leyendo, exudando un aura de arrogancia.

Viendo que estaba siendo ignorado, Xin Fu Cheng se enojó y golpeó con su mano el libro que su hermano tenía mientras gritaba.

—Respecto al asunto con Li Ming, ¡dije que lo seguiría, pero insiste en mostrar tu habilidad en frente de padre, diciendo que ya que estaba en la Junta de Castigos, no sería ideal que interviniese directamente, así que tú te encargarías! ¡¿Y cuál fue el resultado?!

—Al final, él también murió —dijo Xin Yi Heng con impaciencia, quitando el brazo de su hermano que no le dejaba tomar el libro.

—¿Muerto? —bufó el otro hombre con arrogancia—, Li Ming no solo está vivo, sino que está en la prisión donde se llevan a cabo los castigos.

—¡Imposible! —exclamó Xin Yi Heng, palideciendo para la alegría de su hermano. Había arreglado con cuidado el asunto. Li Ming estaba seriamente herido, y no lo regresaron a la prisión de la Junta de Castigos. ¿Cómo sería posible que estuviera vivo?

—¿Imposible? Regresa y mira. —Viendo el rostro extrañamente en pánico de Xin Yi Heng, Xin Fu Cheng finalmente pudo dejar algo de la ira que tenía, y habló con orgullo—. En verdad hiciste algo bueno. No hiciste nada de manera eficiente.

Hablaba con tal certeza, que era claro que había verificado la situación antes de acercarse. Li Ming inesperadamente estaba con vida. Si el caso de las raciones del ejército era investigado de nuevo, se convertiría en un testigo clave. A pesar de que no sabía mucho, no le sería difícil a Dan Yu Lan llegar a la verdad… En ese momento, ¿cómo se lo explicaría a su padre?

Xin Yi Heng comenzó a sentirse ansioso y tiró de la manga de su hermano.

—Segundo hermano mayor, Dan Yu Lan lo tiene en el instituto de castigos. ¿Eso significa que volverá a investigar el caso?

El rostro de Xin Fu Cheng se llenó de desdén. Un jovenzuelo realmente era un jovenzuelo. Era un asunto tan pequeño y entraba en pánico así de rápido.

—¿Por qué te asustas por eso? La Junta de Castigos no ha escuchado nada de un segundo juicio —replicó Xin Fu Cheng, quitando la mano con un golpe.

Si era así, ¿entonces por qué mantenían a Lin Ming en esa prisión? ¿Por qué le anunciaron que había muerto? Mientras más lo pensaba, más extraña resultaba la situación.

—Este asunto no puede tomarse a la ligera. Lo ideal sería discutir con padre el próximo curso de acción —dijo Xin Yi Heng con urgencia.

—Cobarde —señaló el otro hombre, y se rió mientras lo regañaba—. Si molestamos a padre con este asunto, ¿no parecerás aun más incompetente?

En días normales, podía tolerar el temperamento de Xin Yi Heng. ¿Cómo podría hacérselo pagar si no aprovechaba esta oportunidad para burlarse de él? Los ojos de Xin Yi Heng se oscurecieron mientras se mordía el labio. Luego golpeó el escritorio con su mano, y su rostro se llenó de remordimiento.

—¡Tu reproche es correcto, segundo hermano! Si no fuera por el hermano mayor, que permitió a este hermano menor actuar, no me habría atrevido a hacerlo.

—¿Qué? ¿Él? —Xin Fu Cheng, que antes estaba regocijado por el infortunio del otro, inmediatamente estalló en ira—. ¡Debería haber adivinado antes que todo fue por su culpa!

A pesar de que no tenía el mayor rango entre los hermanos, su madre era la esposa oficial, por lo que pensaba demasiado de sí mismo y no se llevaba bien con el primer hermano. Xin Yi Heng vio que había mordido el anzuelo y continuó.

—Segundo hermano, debes encontrar la manera de ayudarme. En el futuro, siempre te escucharé. Cuando este asunto concluya de manera exitosa, no debes olvidarte de dar una palabra de elogio por mi frente a padre.

Xin Fu Cheng se enojaba con facilidad, y al ver a Xin Yi Heng rebajarse, pensó que a pesar de tratarse del hermano menor, era el más favorecido de todos. Si en el futuro permanecía a su lado, tendría una mejor oportunidad para lidiar con Xin Ruo Zheng. Pensando esto, palmeó el hombro de su hermano con fuerza y se rió.

—No te preocupes. Me encargaré de esto. Como el hermano mayor, no te haré las cosas difíciles.

—Muchas gracias, segundo hermano —respondió él con una reverencia y una sonrisa.

Xin Fu Cheng tenía un plan, y Xin Yi Heng no era idiota. El caso de las raciones del ejército eran una espina en el corazón de su padre. Si arruinaban este asunto, lo menos que sucedería sería un regaño. Ya que Xin Fu Cheng se entregó en bandeja de plata, no podía culparlo por lo que fuera a suceder.

♦ ♦ ♦

En el Estudio Imperial, Yan Hong Tian estaba revisando anotaciones con Xiao Yu a su lado, sirviéndole té. No les gustaba colocar braseros en el pasillo, por lo que cuando llegaba el invierno, el Estudio Imperial siempre estaba frío, y el té recién servido se enfriaba rápidamente. Xiao Yu solo esperaba a un lado para cambiarlo en ese momento.

Después de cambiar la tercera taza, que Yan Hong Tian no tomó nuevamente, Xiao Yu suspiró en silencio. Permanecer sentado así todo el día no podía ser bueno para el cuerpo, por lo que levantó la cabeza y le dio una mirada a Gao Jing.

Él asintió rápidamente, y ella rodó los ojos.

—Emperador, por favor tenga un aperitivo —dijo, llevándole otro té caliente y algo de comer. Yan Hong Tian asintió ligeramente, aliviando a los otros dos.

Viendo que el emperador comería algo, y queriendo dejarle descansar más tiempo, Gao Jing sacó rápidamente algo que Fu Ling le había entregado.

—Emperador, la señorita Fu Ling le ha enviado esto.

Yan Hong Tian levantó la mirada y vio el rollo con la pintura. Adivinando que se trataba de una nueva obra de Qing Feng, habló con un tono casual.

—Ábrela para ver.

—Sí —respondió Gao Jing, y abrió el papel con gentileza…

Yan Hong Tian tomó un sorbo del té, y le dio una mirada, para quedarse completamente paralizado.

¿Qué…? ¿Qué es eso?

A lo largo del papel de dos pies, había una impresión oscura de huellas de manos y pies. Yan Hong Tian miró el papel fijamente por un largo tiempo antes de hablar en un tono ligero.

—Tráelo… Aquí.

Gao Jing colocó con cuidado el papel en la mesa, y Yan Hong Tian observó las pequeñas huellas por un largo rato. De repente, extendió su mano y la colocó a un lado de una de las pinturas de una mano.

Una grande. Una pequeña. Tal contraste, Yan Hong Tian no pudo contener la risa. Esas pequeñas manos eran un simple tercio de las suyas.

Tomó la pintura para comparar con el rastro de una sonrisa en sus labios. Xiao Yu y Gao Jing se miraron entre sí, admirando la vista en secreto. Además de revisar reportes, no había otros asuntos que pudieran captar la atención del emperador por un tiempo tan largo. La Concubina Imperial Qing simplemente usó unas huellas pequeñas para lograrlo.

Viendo algunas arrugas en el papel, Yan Hong Tian frunció el ceño.

—Gao Jing, haz que lo enmarquen inmediatamente.

—Sí.

Sin embargo, cuando estaba por colocar la pintura en el tubo, el emperador lo detuvo.

—Espera. Consigue que el mejor técnico lo haga. No lo arruines.

—Sí.

—Emperador —sonrió Xiao Yu al ver al emperador tan emocionado—. La cena de hoy, ¿será en…?

¿En el Salón de Qing Feng?

Antes de que pudiera terminar, la voz profunda del monarca la interrumpió.

—En el Palacio Zhen Yang.

—Sí —se encogió de hombros Xiao Yu. Parece ser que su idea fue rechazada. Yan Hong Tian juntó el archivo que había dejado antes sin rastros de su anterior emoción. Cuando pensó que había imaginado su actitud feliz, Yan Hong Tian la llamó de repente.

—Xiao Yu.

—Estoy aquí.

Después de un largo tiempo sin decir nada, Xiao Yu miró con cuidado al hombre y lo descubrió con sus ojos fijos en los reportes.

—Ese… Ji Pin Liu Yue, ¿realmente es bueno? —preguntó finalmente.

¿Qué?

Xiao Yu tardó un rato en reaccionar porque aunque había pensado que el emperador estaba pensando profundamente en algo, en realidad su mente seguía con la Concubina Imperial Qing. Al verlo pretender seriedad, quiso reírse, pero no se atrevió.

—Esta sirvienta servirá una taza ahora —tosió para contener la risa—. Para que el emperador pueda probarlo.

Incluso un ciego podía ver los hombros sacudiéndose de Xiao Yu, haciendo que Yan Hong Tian se sintiera algo avergonzado.

—Hazlo —dijo en voz baja.

En efecto, había pasado un tiempo desde la última vez que la vio a ella y a su hijo. Quería ir a visitarlos una vez terminara el festival del primer mes, por lo que se esforzó en concentrarse en los documentos, pero sin importar cuánto intentó, terminó mirando sus largas manos.

Al parecer, las manos de un niño eran en verdad pequeñas. La próxima vez que lo viera las compararía.

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