Princesa Restante – Tomo III – Prólogo

Traducido por Kavaalin

Editado por Sakuya


El prometedor novato de la Orden de Caballería Real, Astrid Gale, se dirigía a la Villa Real, la residencia de la primera princesa de Solvelle, Leticia L’Cruselle. Este lugar generalmente era pacífico y silencioso, pero últimamente había sido ruidoso y ajetreado. Astrid era muy consciente de la razón por la cual este hogar normalmente sereno se encontraba tan vivo.

La señora de la villa, Leti, había decidido mudarse a una de las alas del Palacio Real.

— ¡Oh! Este es un hecho inusual. No entraste a través de la ventana. ¿Estás, tal vez, enfermo? ¿O finalmente aprendiste tu lección después de las innumerables veces que mi hermana te reprendió? Jajajaja. —se rio Leonhardt, tercer príncipe de Solvelle y el hermano menor de Leti, cuando vio a Astrid de pie junto a la entrada de la Villa. Su saludo rebosaba con la personalidad excéntrica del príncipe.

El joven caballero se inclinó para saludar al príncipe y sacó una carta del bolsillo de su pecho.

—Profesor, uno de mis antiguos compañeros de clase me pidió que le entregara esto.

—Oh, ya veo. Disculpa las molestias. —agradeció Leonhardt mientras tomaba la carta, pero continuó mirando a Astrid. —Ahora puedo decir con seguridad que entras por la puerta principal cuando vienes a verme, pero entras por la ventana cuando vienes a ver a mi hermana. Eso es interesante.

Aunque tanto Leonhardt como Astrid tenían dieciséis años, Leonhardt era un brillante historiador y ocupaba el puesto de profesor en la Academia de Caballeros. Astrid había sido uno de sus alumnos en la Academia y, aunque ya se graduó, su relación de maestro y alumno perduraba.

—Te hubiera invitado a entrar para que pudieras saludar a mi hermana, pero me temo que ella está bastante ocupada con los preparativos para su viaje a Ilstra. Esta será su primera visita de estado como la princesa heredera, aunque podría superar fácilmente este obstáculo con su sonrisa. Ya que sólo asistirá a una boda.

—Mi superior también irá con ella, ¿verdad? Lo dijo ayer. Pero no entiendo por qué tienen que pasar por Northruth sólo para ir a Ilstra. ¿No es extraño hacer eso?

Duke Barchet era el superior de Astrid y el Caballero del primer puesto de los futuros Caballeros de la Mesa Redonda de Leti. Este le había dicho a Astrid, en una de sus conversaciones, que estaba ansioso por ir a Northruth nuevamente porque no había podido visitarlo hace bastante tiempo.

Astrid encontraba extraño que eligieran específicamente el camino más largo cuando podrían haber ido directamente a Ilstra. Su profesor le proveyó de una respuesta.

—Tomar el camino más directo no necesariamente significa que sea la ruta más rápida en la vida real, pequeño Astrid. Los caminos que van a Northruth están bien mantenidos, por lo que será más rápido pasar por ahí con los caballos.

—Ah, ¡ahora entiendo! Pero yo atravesé las montañas y era más rápido.

—Bien, bien, pequeño Astrid, mejor agrega algunos detalles a tu historia, cómo el cuándo y por qué estabas ahí, antes de que tu superior, el cual se encuentra de pie detrás de nosotros, te los pida. Sólo di que fuiste de picnic con tu familia.

Leonhardt ya tenía una idea de la ocupación anterior de Astrid antes de que ingresara a la Academia de Caballeros y había decidido darle consejos y recomendaciones al muy inocente caballero.

—Sí, señor. —fue la respuesta demasiado entusiasta que Astrid le dio a Leonhardt antes de darse la vuelta para mirar a su ceñudo superior, Duke.

— ¿Un mensaje de la Orden? —Duke le preguntó a Astrid con indiferencia cuando decidió hacer oídos sordos a la conversación que había escuchado hace unos instantes.

—No, señor. Un amigo me pidió que entregara algo.

—Ah, sí, —confirmó Leonhardt. —Me entregó una carta de uno de mis antiguos alumnos. ¿No te da qué pensar? Preguntan por mi salud incluso después de graduarse. Creo que esta es prueba de que soy un buen maestro.

—Dejando a un lado la parte del buen maestro, creo que, como caballero de la Orden, tengo derecho a verificar esa carta en caso de que contenga información de alto secretismo que no debería ser revelada a nadie.

Había rumores sobre el joven príncipe obteniendo información de la red de la Orden a través de sus antiguos alumnos. Duke pensaba que este podría ser un buen momento para verificar dicho rumor, pero el príncipe sólo le dio una sonrisa vaga.

—Vaya grupo tan animado tenemos aquí, —saludó Leti cuando salía del pasillo junto con su sirvienta.

—Oh, ¿Astrid? ¿Por qué estás aquí?

—Tenía algunos asuntos que atender con el profesor, Su Alteza. Pero ya he acabado.

—Ya veo, —respondió fríamente Leti, un gran contraste con la respuesta enérgica y la mirada resplandeciente que Astrid le había dado.

Cualquiera que oyera su conversación podría haberlo encontrado entrañable, pero no los otros dos hombres, ellos no estaban en lo más mínimo emocionados con esta vista.

Al ver que no le quedaba nada más que hacer, Leti se dio la vuelta para volver a entrar cuando de repente se detuvo, recordando algo.

—Esto puede ser buen momento. ¿Astrid? Tengo algo que decirte. ¿Tienes tiempo?

—Por supuesto, Su Alteza, —respondió ansiosamente Astrid y siguió a Leti con cierta ligereza en sus pasos.

Duke y Leonhardt, sin embargo, se sintieron más disgustados que nunca, mientras seguían con la mirada al extasiado Astrid.

♦ ♦ ♦

Leti despachó a sus sirvientas, pero no entró en la habitación. No tenía planes de quedarse en una habitación cerrada junto a una persona con antecedentes.

—Recuerdo que me dijiste que tu sueño era convertirte en un caballero. ¿Ya has realizado este sueño?

—Todavía no, Su Alteza. —Astrid trabajaba como caballero en la Orden de Caballería Real. No importaba cómo lo vieras, él ya era un caballero. Pero su sueño era diferente.

—Sólo me he convertido en un caballero de la Orden, pero quiero ser un caballero que jure su lealtad y use su espada para proteger al rey, al reino y a su gente.

Astrid le había respondido a Leti con pura honestidad y pasión. No quería ser un caballero que deseara ganar honor o prestigio, ni quería estar atado por la sangre y el deber. Quería ser un caballero en el verdadero sentido de la palabra. Quería servir y proteger.

Esta no era la primera vez que Leti escuchaba el sueño absurdamente idealizado de Astrid y, sin embargo, no lo encontraba tonto. Le parecía admirable y la sonrisa que le dio a Astrid lo demostraba.

—Hace tiempo que no escuchaba esa respuesta. También dijiste que ya habías decidido a quién querías como tu amo. ¿Has progresado con eso? ¿Te encuentran un caballero deseable?

—Para ser sincero, me está costando bastante. Esa persona no busca fuerza en un caballero. Creo que, como soy actualmente, no le intereso en absoluto.

—Tal vez podrías considerar este otro camino en el que he pensado.

Leti quería discutir sobre el futuro de Astrid y resultaba que había pensado en un posible camino para él.

—Creo que cumplir tu sueño convirtiéndote en un caballero honorario será difícil. Esta ocupación se ha convertido en nada más que un cascarón de lo que debería ser. Ahora, jurar tu lealtad a un amo simplemente significa seguir sus órdenes y esto puede entrar en conflicto con tus creencias. Sin embargo, creo que hay otra forma de cumplir tu sueño.

Leti comprendía lo difícil que era hacer realidad los sueños propios. Pero ella podría haber encontrado una manera para que Astrid pudiera realizar su sueño.

—Apunta a ser el comandante de la Orden de Caballería Real. Muéstrales a todos cómo ser un caballero verdadero, parándote por encima de todos. Hacer esto significa que puedes ser ese caballero verdadero todo el tiempo. Esto es exactamente tu sueño.

— ¿En el comandante?

—Sí. Tus sentimientos aún deberían ser la prioridad. Pero recuerda que la realidad es dura con los sueños. Considera tus opciones cuidadosamente. Si deseas seguir mi sugerencia, contarás con mi completo apoyo, especialmente si te encuentras con problemas debido a tus orígenes.

Astrid escuchaba a Leti con atención, pero no le dio un sí, sino que le hizo una pregunta impertinente.

— ¿Su sueño no se hizo realidad, Su Alteza?

Astrid ocasionalmente dejaba salir su verdadera naturaleza y este era uno de esas ocasiones inesperadas.

Leti estaba sorprendida, aunque no ofendida, por la pregunta de Astrid. Se quedó momentáneamente sin palabras, pero pronto volvió a hablar.

—No, no lo hizo. Pero entonces me di cuenta de que me convertiría en reina y ya no tuvo importancia.

—Ya veo, —respondió Astrid y se despidió.

♦ ♦ ♦

Astrid estaba saliendo de la residencia de Leti mientras meditaba sobre las palabras de la princesa y sobre su futuro. No podía señalar exactamente qué estaba mal, pero no parecía estar decidido con respecto a su propio futuro y esto lo frustraba. Suspiró para sus adentros.

— ¡Hey, Astrid! Veo que todavía eres un perro callejero, ¿eh?

El sarcástico saludo provenía de Friedhelm, el primer príncipe de Solvelle.

Astrid sintió la presencia del príncipe incluso antes de que este le hablara, pero había decidido ignorarlo. Aunque ahora ya no podía hacer eso, ya que el mismo Friedhelm se le había acercado. Aunque después de considerarlo un poco, pensaba que esta podría ser una buena oportunidad para pedir la opinión de otra persona sobre el tema de los sueños.

—Su Alteza, ¿puedo saber cuál era su sueño de joven?

—Todavía no puedo discernir si sólo eres un cabeza hueca natural o si haces esto a propósito, —comentó Friedhelm sobre el evidente desprecio de Astrid ante su comentario de perro callejero.

Todavía se encontraba contemplando si Astrid era alguien con quien debería tener cuidado, pero decidió darle una respuesta.

—Mi sueño era, naturalmente, ser rey, —dijo Friedhelm.

—Pero, ¿cómo es que algo naturalmente puede ser un sueño? Yo no consideraría el negocio de mi familia como mi sueño.

—Eres astuto con las cosas equivocadas, ¿sabes?

Convertirse en rey, para Friedhelm, era cómo convertirse en un adulto. Era un camino preparado para él y no exactamente su sueño. Era como convertirse en asesino para Astrid.

—Entonces, déjame decirte cuál es mi sueño. Probablemente sea el mismo que el de Duke. Alguien en particular también me dijo una vez que este era su sueño. Supongo que es seguro decir que mi sueño también es el sueño de todos los niños en este reino.

— ¿Qué sueño?

Friedhelm sabía que Astrid no había crecido en Solvelle, por lo que había decidido expresar su respuesta de esa manera.

—Si es el mismo que el sueño de mi superior, ¿es convertirse en el caballero de Su Alteza?

—Bastante cerca, pero no es la respuesta exacta.

Astrid le había preguntado a Friedhelm porque quería usar su respuesta como referencia para aclarar sus dudas, pero en lugar de proporcionarle una respuesta directa, Friedhelm incluso había agregado un enigma para que resolviera.

El joven caballero dejó escapar un suspiro al darse cuenta de que pensar era un asunto difícil.

2 respuestas a “Princesa Restante – Tomo III – Prólogo”

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