Traducido por Shiro
Editado por Meli
En el Palacio Celestial, Gao Min practiba con espadas en la arena de artes marciales.
Al ver su asistente personal que su tetera estaba vacía, fue a preparar un poco de té. En el estante bogu, encontró el té verde de semillas de melón, el favorito de la emperatriz. Se puso de puntillas para alcanzarlo y, pegado al fondo de la lata, encontró un pequeño trozo de papel.
En silencio, miró a su alrededor, y al no ver a nadie, lo tomó deprisa, desplegó el diminuto cuadrado de papel de arroz, donde encontró escrito: Envía a Gao Min a casa.
Este asunto es fácil de manejar.
El sirviente dejó escapar un suspiro de alivio y quemó el papel sobre la estufa. Luego, regresó a la arena y levantó la tetera, indicando así a su maestro que debía tomar un pequeño descanso. Gao Min estaba de verdad cansado, por lo que envainó la espada y caminó de regreso mientras se secaba el sudor.
—Mi señor, cuando este esclavo salió del palacio a comprar suministros, me encontré con la criada de la abuela en su paseo. Ella dijo que el árbol de la pagoda de su casa había florecido, sus flores fragantes y hermosas. ¿Recuerda, mi señor, cuando éramos jóvenes y nos encantaba subir a los árboles para ayudar a la señora a recoger flores? —dijo el asistente.
Una expresión de nostalgia apareció en el rostro de Gao Min.
—Por supuesto que lo recuerdo. —Sonrió—. Siempre que recogía flores, nunca le permitía a la abuela que las guardara por mucho tiempo. Tenía que verla cortarlas, mezclarlas y sazonarlas con mis propios ojos antes de que los convirtiera en bollos y los pusiera a cocinar en la vaporera. Ni siquiera los bollos del chef imperial pueden compararse con los de ella.
El sirviente sorbió su saliva y asintió con vigor. Gao Min lo miró divertido, agitó la mangas y dijo:
—Has despertado mi antojo. Rápido, volvamos al palacio a empacar. Nos dirigimos a casa.
El sirviente accedió y, mientras caminaban, Gao Min ordenó:
—Ve al estudio imperial y trae al joven maestro. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vio a su tío y a su abuelo.
Debido a la indulgencia de Li Jin Tian, Gao Min no pensó en informar el asunto a la Corte Imperial, y salió del palacio con su hijo vestidos con ropa de bajo perfil. No fue hasta la tarde cuando el emperador recibió un reporte de su agente secreto.
—¿Viste con tus propios ojos al príncipe Li entrar también en la casa de la familia Gao?
El espía asintió.
—¿Qué están haciendo? —Tanto la expresión como el tono de Li Jin Tian eran tranquilos, pero la mano que tenía apoyada sobre la mesa estaba cerrada en un puño con fuerza.
—Este esclavo no sabe —contestó el espía con la cabeza inclinada hacia abajo.
—¿No lo sabes? Me esforcé tanto en cultivarte ¿y no puedes averiguar ni siquiera esta nimiedad?
—Respondiendo a su majestad, la casa de la familia Gao está rodeada por un grupo de soldados asesinos, criados en cautiverio, que patrullan sin descanso la propiedad día y noche. Este esclavo teme acercarse demasiado y ser descubierto.
¿Soldados asesinos? Solo el emperador puede tener algo así, ¿qué se cree la familia Gao? ¿De verdad no hay diferencia entre ellos y la el emperador? Pero en comparación a los millones de soldados privados a disposición de la familia Gao, no vale la pena siquiera mencionar un mero grupo de soldados asesinos.
Li Jin Tian no se enojó, solo se rio; se rio de su propia estupidez.
En el momento en el que la familia Qi fue considerada el clan número uno de todo el reino del gran Yan, incluso cuando fueron erradicados, si acaso tenían unas docenas de guardias y un centenar de sirvientes. Pero ¿cómo pudo una familia como esa ser considerada la número uno? ¿Qué vendría siendo la familia Gao, entonces?
¡Había criado tigres en su palacio y él mismo se había traído calamidad! Li Jin Tian nunca antes había lamentado tanto haber exterminado a la familia Qi como en ese momento. Imaginar que Gao Min y el príncipe Li estaban teniendo un encuentro amoroso en casa de la familia Gao en ese instante hacía que le doliera la cabeza sobremanera.
Se masajeó la sien con fuerza y esperó a que las oleadas del agudo dolor amainaran un poco.
—Continúa observando a distancia —ordenó con voz grave—. No bajes la guardia. Ahora, dime, ¿qué tan grave es la lesión del sexto príncipe?
Li Jin Tian había tenido sus propias consideraciones cuando castigó al sexto príncipe a seis meses de confinamiento. En primer lugar, quería permitirle evitar al dúo de padre e hijo de la familia Gao, y en segundo lugar, para que pudiera recuperarse de sus heridas.
El espía envolvió su puño derecho con su mano izquierda y dijo:
—El médico imperial que envió en secreto hizo un reporte unos días atrás diciendo que las heridas del sexto príncipe no tendrán graves consecuencias y que estará mejor después de dos meses de descanso.
—Le pedí al médico imperial que le hiciera llegar unas palabras al concubino Qi, ¿las habrá entendido? —Li Jin Tian se puso tenso.
Quería que el sexto príncipe evitara llamar la atención, por lo que le ordenó a Qi Xiu Jie que anunciara al público que su hijo se había dañado la rótula de la rodilla, y que en el futuro no podría hacer ninguna actividad física extenuante. La familia Gao no le daría importancia un príncipe que no pudiese heredar el trono, pero debían mantener el asunto en secreto.
Li Jin Tian tenía que admitir que Qi Xiu Jie tenía razón. Ni siquiera él, el emperador, podía actuar de manera abierta contra la familia Gao en ese momento. Y si bien podía tolerar la arrogancia de estos últimos, le era imposible soportar que Qi Xiu Jie lo malinterpretara, y más aún temía que pensara que sus acciones se debían a que quería deshacerse del sexto príncipe. Después de todo, no era secreto para nadie que favorecía en demasía a Gao Min y a su hijo.
—El concubino dijo que siempre que sea su voluntad, él y el sexto príncipe obedecerán.
Tras escuchar eso, los ojos de Li Jin Tian se volvieron acuosos, su mirada cálida, y pensó para sí:
Sí, en ambas vidas, Xiu jie siempre ha sido respetuoso conmigo. ¿Cómo podría malinterpretarme y resentirse por ello? Si no hubiese perdido esos recuerdos cuando renací, él seguiría siendo la persona a quien amaría y estaríamos llevando una feliz vida.
Esos pensamientos hicieron que Li Jin Tian de pronto se sintiera exhausto. Agitó la mano para que el espía se retirara y se escondió en la sombras, sus pensamientos un misterio.
♦ ♦ ♦
Habiendo pasado dos o tres años por fuera durante la guerra, Gao Min ya no soportaba permanecer encerrado en el palacio. Por esa razón, cada vez que tenía tiempo, sacaba a su hijo a jugar, y se encontraba con el príncipe Li. Aunque sabía que este estaba enamorado de él, también se sentía agradecido por sus cuidados en ambas vidas, por lo que no solo no rechazaba su compañía, sino que le permitía a quinto príncipe acercarse a él. Era un hombre noble poderoso y sería una gran ayuda para su hijo.
En la historia original, que Gao Min estuviera cerca del príncipe Li solo hizo que Li Jin Tian sintiera un poco de celos, pero ahora que había perdido la confianza en el otro, esto llevó a Li Jin Tian a la locura.
Después de recibir el informe secreto, la ira inicial de Li Jin Tian se convirtió en un resentimiento insidioso, y ese cambio era muy peligroso. Un solo empujón más podría llevarlo a perder la escasa cordura que le quedaba.
En cuanto al «empujón», Zhou Yun Sheng lo había planeado desde hacía mucho tiempo. Si Gao Min se hubiese alejado de él, no habría funcionado, pero como lo odiaba, era imposible que lo dejara en paz.
Ese día, Gao Min fue al campamento militar, y como no había actividades en el estudio imperial, Li Xu Yan se quedó en el Salón de Cultivo Mental para acompañar a su padre imperial. Al mediodía, los sirvientes les llevaron el almuerzo y atendieron a sus dos amos.
—Padre imperial, ¿el reino de Meilo ha enviado más ciruelas de lo normal? —preguntó, señalando un plato de ciruelas frescas rojas como la sangre.
—Sí. Dos canastas como tributo. Llévate una si quieres. —Li Jin Tian sonrió con amabilidad.
—Al tío imperial también le gustan, ¿puedo enviarle algunos?
—Como gustes. —La sonrisa de Li Jin Tian no flaqueó, pero su mirada se tornó más fría.
El quinto príncipe suspiró.
—El tío imperial me cuida mucho entre semana, así que, naturalmente, tengo que reciprocar.
Sabía que la relación entre su padre imperial y tío eran muy unidos, por lo que no midió sus palabras.
—Bueno, envíale algo luego. —Li Jin Tian apretó los palillos y añadió—: Come rápido. No dejes que la comida se enfríe.
El quinto príncipe asintió, puso una ciruela en su plato y le ordenó a uno de los sirvientes:
—Trae un poro de salsa de soya.
El sirviente obedeció y el quinto príncipe la vertió sobre la ciruela, mezcló todo con los palitos y se la llevó a la boca. La expresión mientras masticaba era una de satisfacción. Ese método de comer ciruelas lo había aprendido del príncipe Li.
Curioso, Li Jin Tian probó un poco de salsa de soya. Dulce, agrio, salado y astringente. Todo tipo de sabores asaltaron sus papilas gustativas y casi vomitó en el acto.
Arqueó las cejas y miró al chico que tenía enfrente. En ese momento, el eunuco principal bromeó de pronto:
—Quinto príncipe, ¿aprendió a comer así con su alteza el príncipe Li? Ustedes dos no solo tienen gustos similares, también sus cejas y ojos son alargados, son parecidos. A primera vista, pareciera que los hubiesen hecho con el mismo molde. Hay un dicho que dice que los sobrinos se parecen a sus tíos, y ustedes son un vivo ejemplo de eso.
El quinto príncipe rio sin decir palabra, ingenuo ante la connotación que esas palabras podrían tener. Entre él y el príncipe Li existía un lazo sanguíneo, no era extraño que se parecieran.
Sin embargo, Li Jin Tian se vio inmerso en elucubraciones.
Si ni siquiera puedo enterarme de lo que Gao Min y mi hermano imperial hacen cuando se encuentran, ¿qué pasaría si se conocen desde antes de que Gao Min entrara al palacio?
La emperatriz madre no había fallecido cuando Gao Min entró al palacio, y ella favorecía enormemente al príncipe Li, quien a menudo la visitaba, por lo que no habría sido difícil para ellos verse en secreto.
Tal fue el horror que Li Jin Tian sintió que casi rompía los palillos en su mano.
Si el quinto príncipe no es mi hijo, entonces Gao Min y mi hermano imperial menor tendrían una razón válida para asesinarme porque estaría obstaculizando la reunión familiar de los tres. No es de extrañar que mi hermano menor imperial dijera: «El día que estábamos esperando llegó al fin. ¡No es de extrañar!
Luego de descubrir este crítico eslabón perdido, Li Jin Tian sintió que todo tenía sentido. Sus órganos internos ardían, y casi gritó de dolor. El eunuco principal/ notó que algo extraño sucedía y se apresuró en preguntar.
—No me sucede nada. Los problemas en el sur con la gente de Yue se han vuelto más serios, así que tengo muchas noches sin dormir —dijo, agitando su mano con vigor.
El quinto príncipe se acercó para darle una palmada en la espalda y lo consoló:
—Padre imperial, no te preocupes, mi padre concubino se ha estado preparando para atacar a la gente de Yue. Con mi padre concubino allí, no podrán ocasionar más problemas.
Esas palabras no solo no cometieron con el objetivo de aliviarlo, sino que hicieron su alma arder. El emperador convino con lo que su hijo dijo y convocó a su espía una vez que lo envió de regreso.
—Tráeme una gota de sangre del quinto príncipe.
Fue una orden bastante extraña, pero el espía no la cuestionó. Breves momentos después, le presentó una gota de sangre al emperador.
Li Jin Tian despachó al espía y luego preparó un cuenco con agua. Allí, dejó caer la sangre del príncipe en el agua e inmediatamente después se mordió la punta de un dedo y dejó caer su propia sangre.
En el agua, aunque las dos gotas de sangre se encontraron, nunca se fusionaron. Todo lo contrario, se fueron diluyendo hasta disiparse por completo.
Li Jin Tian comenzó a reír como un desquiciado, tras lo que se echó a llorar. No podía creer que la persona que más amaba en el mundo fuera, en realidad, un mentiroso. Y que incluso, el heredero que con tanto cuidado había cultivado, era un bastardo.
¿Por qué Gao Min me acompañó, entonces, en la vida pasada?
¡Ah! Sí. Mi hermano menor imperial había sugerido que él y Gao Min escaparan en una dirección diferente para confundir a los perseguidores, pero yo obstinadamente quise quedarme con Gao Min.
¿Tenían la intención de huir juntos en ese momento y fui yo quien me interpuse en su camino?
Li Jin Tian continuó buscando una explicación lógica, cosa que hizo que se enfureciera aún más. Acto seguido, salió corriendo del Salón de Cultivo Mental con los ojos inyectados en sangre y, de manera instintiva, llegó al Palacio Púrpura.
Qi Xiu Jie estaba de pie junto a una mesa, pintando, y el sexto príncipe estaba acurrucado a su lado, envolviendo con sus brazos el brazo libre de su padre concubino mientras se frotaba contra su hombro afectivamente, como si alejarse de él tan solo por un instante fuese imposible.
El sexto príncipe había crecido, y sus rasgos faciales habían madurado, pareciéndose al adolescente que Li Jin Tian fue alguna vez.
La cálida escena hizo que los pasos de Li Jin Tian se detuvieran, aunque luego corrió, pateó la mesa y levantó a Qi Xiu Jie sobre su hombro mientras caminaba hacia el salón interior y ordenaba con voz ronca:
—¡Todos, déjennos en paz!
¿Cómo podía Li Xu Dong irse? Estaba a punto de ir tras ellos cuando vio a su padre concubino despedirse de él con la mano, sus movimientos leves y su expresión casual, como si el furioso Li Jin Tian fuera solo un payaso impotente.
Entonces, Li Xu Dong apretó los dientes y detuvo su persecución.