Riku – Capítulo 2: Contrato

Traducido por Kaori

Editado por Kaori

Corregido por Sharon


Siempre creí que era una persona especial. Desde que nací, poseía ciertos saberes. No era como el resto de bebés; era plenamente consciente de mí, recordaba sucesos que nunca había experimentado y de los que no debería haber tenido conocimiento alguno. En otras palabras: recordaba mi vida pasada.

Por lo que podía recordar, fui una chica sin ningún tipo de cualidad especial, es más, tenía algunos problemas con las notas en la escuela. Sin olvidar que solía ser acosada por mis compañeros de clase, y me adentré en la cultura otaku para escapar de la realidad.

Mi vida era de lo más monótona, nada fuera de lo común, hasta que un día me atropelló un camión.

No acepto esos recuerdos, los desprecio. Tener la memoria de una persona desconocida en mi interior es desagradable, pero no puedo hacer nada más que ignorarlos.

El conocimiento sobre la tecnología me era inútil. Sin embargo, hubo algo que llamó mi atención: un recuerdo sobre un determinado juego, al parecer de género galge. [1]

La historia giraba en torno a un practicante de las artes espiritistas que, junto a sus mejores amigos, luchaba contra la raza de los Demonios, para quitarle un sello al Señor de los mismos.

No obstante, el propósito principal del juego no consistía en matar Demonios, sino en hacer que el personaje principal aumentase el medidor de afecto de las chicas lindas.

La verdad, Rook, mi hermanito de 4 años, era el protagonista.

Mi personaje era el primer miembro del harén: la segunda hermana que no destacaba en nada. Según la historia, Rook me salvó cuando era pequeña, y por eso acabé confiando profundamente en él. O eso se suponía…

—Estoy destinada a estar al lado de Rook, — declaraba con una sonrisa haciendo caso omiso a lo que dijeran los demás. E iría a su lado para cuidarle personalmente junto a una sirvienta.

Mi personaje se especializaba en levantar objetos pesados porque al inicio de la partida había que usar la fuerza para desplazar una gran roca y hallar una puerta secreta. Pero al pasar la segunda semana se obtiene un artilugio que permite a los otros miembros del equipo levantar objetos pesados. Básicamente, eso significaba que, incluso sin mí, la historia avanzaría igual. De hecho, aparte de mi fuerza no tenía mucha utilidad.

Pero a pesar de todo, sabía que sobrevivía hasta el final del juego. Aparecía después de castigar a la hermana del Señor Demonio, quien conducía al Ejército enemigo hasta la frontera durante un periodo de paz.

Por esas similitudes, aunque los odie y rechace, esos recuerdos en particular, me siguen interesando.

El mundo está en paz por ahora. Los Demonios están activos, pero no han hecho ningún movimiento que cause grandes disturbios.

No obstante, la guerra se acerca y no tardará en estallar. Por eso debo aumentar mi poder pase lo que pase, pero sigo sin ser capaz de utilizar las artes espiritistas. No importa lo mucho que entrene, lo único que logro es aumentar mi fuerza física. A este ritmo, nunca seré útil. A pesar de todo, sé que al final me salvaré.

— ¿No te volviste negligente por llevar una vida tan despreocupada? — Una voz llegó  a mis oídos.

Sí, es cierto. No fui muy exigente, pero sí sensata con mi entrenamiento y estoy dispuesta a luchar a muerte.

En este momento, lo único que tengo es fuerza, pero tal vez, cuando sea adulta, aunque no sea muy buena espiritista, pueda permanecer en la Familia Barusak. Pero por esos recuerdos, me volví descuidada. Creí que sería capaz de seguir viviendo sana y salva junto a Rook. Sí, desde luego ese pensamiento no fue oportuno.

—Está bien. Después de esto… lamentarme ya no sirve de nada.

Luego de ser arrastrada a la orilla, finalmente comprendí que gracias a  esos recuerdos me confié demasiado. Fui estúpida.

No lo sopesé bien, me distraje. Ahora la historia cambió, ya no se parece al juego que recuerdo. Podría ser tranquilamente parte de un libro que hubiera dejado en algún momento en mi habitación; información irrelevante sin ningún nexo conmigo.

Debido a todo este sinsentido, ahora mi vida es un desastre.

Me clavé con fuerza las uñas en la frente. La sangre fluía lentamente, pero aunque dolía, ya no me importaba. Sentimientos oscuros comenzaron a apoderarse de mi corazón.

Con voz firme sentencié:

—Estos recuerdos son innecesarios.

Y entonces una figura oscura con alas negras aterrizó en la playa frente a mí. Era un joven y bello hombre que me miraba con interés.

Echando un vistazo a sus alas, sonreí y le pregunté:

— ¿Eres un demonio?

—No, soy un Shinigami. —El hombre esbozó una sonrisa gentil. Llevaba en sus manos lo que parecía ser un pergamino antiguo, manuscrito con una caligrafía pequeña y prieta. Entrecerré los ojos con desconfianza.

—Contrato escrito… —leyó en voz alta. —Puedes pedir un deseo, pero a cambio debes renunciar a tu alma… —su voz se apagó.

— ¿Qué clase de broma es esta? —pregunté entre molesta y sorprendida.

—No es una broma, te puedo conceder un deseo, pero a cambio quiero un alma… — lo pensó mejor. —Bueno, no es como si me valiera un alma cualquiera, necesito la tuya. Específicamente, la de tu vida anterior; es decir, la que está parasitando tu alma actual.

Mis ojos se abrieron como platos ante sus palabras. Al ver mi cara, procedió a explicarse:

—Las almas capaces de poseer tienen un fuerte apego a este mundo y si maduran lo suficiente, son deliciosas. —Se relamió los labios con su larga y roja lengua. Me recordó a una serpiente observando ansiosa a su presa. Comencé a temblar levemente, respiré hondo y ya más calmada, me percaté de que en realidad, me atraía su propuesta.

—En otras palabras; si me concedieras un deseo, yo como Riku Barusak, no terminaré realmente afectada, ¿verdad?

—Si tuviera que explicarlo… Los recuerdos del alma que posees, esas memorias de una vida anterior, desaparecerán y a tu alma no le quedarán secuelas, ni ahora ni en el más allá.

—Ya veo… —Al escuchar esas palabras, ya tenía mi decisión tomada.

Me levanté y le miré directamente a los ojos. Se inclinó hacia delante al sentir mi determinación, sus diabólicos ojos brillaban astutos.

—Ahora dime… ¿Quieres una bañera llena de oro? O tal vez… ¿que todo el mundo se incline ante ti? O quizás… ¿prefieres que deje caer el martillo encima de las personas que te miraron mal? Ah, si me das tus dos almas, te ofrezco un servicio especial. Te concederé dos deseos…

—Lugar… —Interrumpí al Shinigami y empecé a pedir mi deseo mirándole con ojos fríos y decididos. Por un momento parpadeó asombrado.

Volqué en mis palabras los deseos más profundos de mi corazón, y con voz alta y clara declaré.

—Quiero un lugar al que pueda pertenecer, un lugar donde se reconozca mi poder. —repetí con fiereza. —Ansío vivir en un pueblo que pueda llamar hogar, y hacer que la Familia Barusak, que me despreció, sufra mi venganza. Deseo enviarles al infierno que se merecen por arrojarme al mar.

El Shinigami se quedó pensando mientras se rascaba la mejilla, algo aburrido. Me miró de la cabeza a los pies antes de responder.

—Pero tú no puedes utilizar los poderes espiritistas, la fuerza sobrehumana con la que naciste te lo impide. Si la estructura de tu cuerpo no cambia, seguirás sin poder usarlos… —De repente sus ojos brillaron con picardía —Ah, ¡está bien! ¿No te gustaría darme tu propia alma también? Si lo haces, puedo prepararte un lugar al que pertenecer, y además, con respecto a los poderes…

—No los necesito, —declaré con voz firme. A pesar de mi aspecto demacrado, en mis ojos brillaba mi acérrima determinación. —Tengo este poder ¿qué más da que no sea capaz de usar las habilidades espiritistas? Yo soy yo, y les haré comprender… ¡con mis propias fuerzas! —Le mostré una sonrisa anhelante y segura. Al ver mi resolución, el Shinigami pateó una piedra con desdén.

—Esto no tiene sentido. No encontrarás otra oportunidad como ésta, ¿sabes? —  Le aburría mi discurso.

—Como si quisiera algo así. Además, si soy demasiado codiciosa, cometeré otro error.

—Y yo que pensé que no estaría mal comerse dos almas en un día… Bueno, supongo que no hay nada más que hacer aquí. —Se percató de que no cambiaría de idea y colocó su mano sobre mi cabeza.

Una tenue luz, similar al brillo de las luciérnagas, me rodeó. Mis pies se alejaron del suelo y lentamente ascendí hacia el cielo, sin temor.

—Si sigues adelante, obtendrás un lugar al que pertenecer. Eso sí, sólo si sobrevives hasta entonces. Bueno, ya va siendo hora de cobrar mi precio.

♦ ♦ ♦

La ciudad porteña de Perikka siempre ha sido muy animada y concurrida. Por un lado, los comerciantes extranjeros se ocupan de sus propias ganancias, y por el otro, los piratas que recogen tesoros marinos, viven de forma insólita en el barrio del placer. A su vez, este sobrevive gracias a los servicios que les ofrecen a los otros dos.

La avenida principal goza de una deslumbrante belleza, comparable incluso a la exquisitez de la capital. Sin embargo, si uno se adentra un poco por sus calles pronto siente el potente aroma del alcohol que impregna el aire. Lo cierto es que incluso de día, siempre se encuentra a algún que otro marinero borracho rondando por allí.

Ese fue el lugar al que el Shinigami me envió. Aunque ya no recordaba ni el trato con él, ni la relación que había entre mi vida y un videojuego. Sólo sé que desperté en la playa y, con gran dificultad, tambaleándome y cojeando, me dirigí a la ciudad.

—¡Atchús! —estornudé con fuerza —Hace frío…

Estaba empapada, hacía frío y además no había nada con lo que pudiera secarme.

Mi cabello rojo bien sujeto ondeaba al caminar y lo que antaño fue un bello vestido ya no era más que un viejo trapo. Los adornos fueron totalmente arrancados, y la tela estaba tan sucia que ya no tenía arreglo.

Nadie se imaginaría que una vez pertenecí a la prestigiosa Familia Barusak.

Cada vez que el recuerdo de mi hogar al que ya no podía regresar volvía a mí, mis ojos traicioneros se aguaban.

—Tengo que encontrar trabajo…

Se avecinaba una dura etapa, sin un techo bajo el que dormir ni ahorros. A pesar de mi corta edad soy consciente de que sin dinero no será sencillo subsistir.

No hay manera de que esta ciudad sea un lugar agradable para vivir, pensé temblando helada.

— ¿Por qué necesitaría contratar a una mocosa mugrienta como tú?

Fui rechazada sin rodeos.

El hombre me agarró por la cintura y me arrojó a la calle, para luego cerrar la puerta trasera de su tienda con un fuerte estruendo. Sorbiendo por la nariz, me levanté despacio apoyando parte de mi peso en la pared, aunque no sirvió de mucho; no podía dejar de tambalearme.

— No pasa nada… —Susurré para calmarme. —De verdad, no pasa nada…

Un suspiro escapó de mis labios, sin apartar la vista de la puerta firmemente cerrada.

Era la décima vez que me rechazaban hoy, ayer fueron quince, y el anterior tampoco fue muy distinto. Por lo visto, no había ningún establecimiento dispuesto a contratar a una niña sucia y frágil como yo.

Ya más animada, me dirigí a la entrada del callejón y abandoné el lugar para buscar otro comercio dispuesto a contratarme.

Mi estómago gruñía sin descanso. Desde que padre me arrojó al mar no he comido nada, si no consigo alimento moriré de inanición en poco tiempo. No tengo ni la más remota idea de qué hacer, pero lo que hay algo que tengo claro.

“No voy a morir aquí.”

Esa idea no abandonó mi mente en estos días No voy a rendirme. Abracé mi estómago y, con decisión, me encaminé a otra calle.

Sentí miradas a mi espalda, eché una rápida ojeada por encima del hombro y me encontré con un grupo de sucios piratas que me observaban con interés y unas sucias sonrisas adornando sus feas caras. Parecían divertirse.

—¡Oye mira! Por ahí va una niñita, creo. —Uno de ellos me señaló.

—Podríamos venderla, —comentó el segundo.

—¡Que oportuno! Justo necesito unas monedas para beber. Una casualidad de lo más conveniente… — murmuró un tercero.

—Mirad, la mocosa nos está mirando, —declaró de nuevo el primero.

Al darse cuenta de que les observaba, pusieron cara de “buena gente” y se acercaron lentamente.

—Pequeña señorita, ¿qué ocurre? ¿Estás perdida? —preguntó uno.

—¿Tienes hambre? Ven con nosotros, te daremos comida, —me propuso otro y mi cuerpo se tensó en respuesta.

A pesar de su apacible tono de voz y la gentil expresión de su rostro, sus ojos brillaban con siniestra lascivia. Sus miradas recorrían mi cuerpo con anhelo, es la sensación más repugnante que sentí en toda mi vida. Dí un paso atrás asustada y negué con mi cabeza, rechazando  su propuesta.

—No hay nada que temer.

—Ven aquí. No me digas que tienes miedo de un abuelo como yo, —habló con un deje irónico. Señaló a otro hombre y continuó: —Junto a mi amigo te llevaremos a un lugar donde podrás encontrar comida deliciosa y ropa bonita.

—Cierto, es un lugar muy divertido, ¡te encantará!

Estaba tan asustada que no me salían las palabras.

La situación se volvió peligrosa, es lo único que tengo claro. Sin pensarlo dos veces eché a correr con todas mis fuerzas, como si mi vida dependiera de ello.

—Oye, ¡no corras!

—¡Espera!

—¡Atrápenla! —vociferó uno de los piratas.

Mientras corría desesperada, podía oír sus repugnantes voces llamándome a mi espalda y soltando improperios, pero no tuve el valor de volverme. Como me dijo mi instinto, esa bondad que mostraron un momento atrás no fue más que una farsa.

Corrí sin descanso, sólo quería salir de allí. Antes de darme cuenta llegué a una plaza, pero no me detuve, seguí corriendo como alma que lleva al diablo. No me percaté de que estaba salpicando de barro los impolutos azulejos de la calle principal, pero en ese momento, salvar mi vida era primordial.

Una multitud transitaba por las calles, en su mayoría personas adineradas y bien vestidas que no dedicaban ni una mirada a una sucia niña como yo, aunque algunos me evitaban a toda costa.

Presa del pánico, empujaba a la gente para seguir avanzando y alejarme lo antes posible de esos hombres. Hice uso de toda mi fuerza y algunos cayeron al suelo pero no me importó, me sentía acorralada y tenía que desaparecer.

—Tengo que escapar… —susurré sin detenerme, pero sigo siendo una niña perseguida por adultos. ¿Qué puedo hacer? No tengo ninguna oportunidad. Para empezar estoy completamente sola, ellos son tres y lo peor es que me muero de hambre; no puedo utilizar todo mi poder. Si me detengo, seré capturada, eso lo sé bien.

Intenté trazar un plan para salvarme, pero no se me ocurre nada… Hasta que vi unos barriles enormes a lo lejos, más altos incluso que yo.

—¡Podría funcionar!

Haciendo acopio de toda la fuerza que me quedaba, corrí hacia allí. Cuanto más cerca estaba, mejor percibía su tamaño; si intentase abrazarlos no abarcaría todo su diámetro con mis brazos. De alguna manera lo levanté. Pesaba, pero con mi fuerza bastó.

Por un instante creí escuchar un sonido dentro del barril, pero en ese momento no tenía tiempo para comprobar qué era; estaban a punto de alcanzarme.

—¡Cómete esto!

Arrojé el barril con toda mi energía hacia la multitud, que paseaba por allí. Se escuchó una pequeña explosión, y acto seguido, el vino de dentro cayó como una llovizna sobre los peatones. Fue tan repentino, que sorprendió a todos los presentes y desató el caos.

— ¡Waa! — gritó la gente

—¿¡Qué demonios está pasando!? ¡Eso es peligroso! —Reclamaban algunos escandalizados.

—¿¡Quién ha hecho esto!?

No tengo tiempo para involucrarme con el desorden reinante; sin mirar atrás arranqué a correr de nuevo.

Lo único que podía pensar era en avanzar. Necesitaba huir, desaparecer, pero mi vista comenzó a nublarse.

—No puedo seguir… —murmuré y caí exhausta sobre la basura en un oscuro callejón. El hedor me rodeó, no podía moverme; mis músculos ardían por el sobreesfuerzo, tenía la garganta seca y el estómago vacío. Ya no me quedaba energía, malgasté mi poder al lanzar el barril.

Se acabó.

Sabía muy bien que a una huérfana agotada, hambrienta y marginada por la sociedad sólo le restaba morir.

—Así que al final moriré, ¿eh? —suspiré. Olvidé lo frío que estaba el suelo en contacto con mi mejilla, y dejé mi mente vagar mientras mi estómago gruñía agonizando.

Me pregunto cuánto tiempo ha pasado desde que me tiró al mar… No lo sé, pero no he comido en días.

En la ciudad se reunían personas, en cierto modo, salvajes y tampoco había nada mínimamente bello en Perikka, ni en los alrededores. Nunca he visto a los nobles de los cuentos para niños, que cuidan a los pobres y les dan comida; todos los nobles con los que me he cruzado preferían patearme lo suficientemente fuerte como para dejarme sin aliento.

A pesar de mi desalentadora situación, lo que más me duele es que me expulsara de casa sólo por no poder usar las artes espiritistas. Cuando lo pienso, me duele el corazón.Es una herida que tardará en sanar.

Me tiró como si fuera basura, yo ya no tengo padre.

—Sí, tendré que aprender a vivir con ello. Tal vez la muerte me alivie, pero da miedo… —Sé que nadie me salvará, y aún así me aferré a esa estúpida esperanza. Me reí de mi idiotez.

De alguna forma, reuní las fuerzas necesarias para levantar la cabeza. Ante mis ojos, se extendía un radiante cielo azul, sin una sola nube.

— Hermoso… —murmuré sin saber por qué.

El cielo despejado purificaba el ambiente; mera ilusión, pero en aquel instante pensé que el mundo era hermoso. Sin darme cuenta, un par de lágrimas rodaron por mi mejilla en absoluto silencio.

— Si muero aquí… Tal vez, esté bien.

Aquella vista me hizo olvidar el oscuro y sucio callejón en el que estaba., Alivió mi dolor y sentí que podría aceptar sin miedo lo que estuviera por venir.

Si cierro mis ojos ahora, seguramente moriré en paz, pero no puedo hacerlo. Algo en mi interior me grita que no debo rendirme, que debo seguir luchando. Todavía había esperanza.

En un entorno tan hostil, morir era la huida fácil. A nadie le importaría, no van a salvarme, pero…

—La verdad es que todavía no quiero renunciar.

Extendí mi mano hacia el deslumbrante azul con mis últimas fuerzas. Es gracioso que sea el cielo el que me dé esperanzas, me reiría si pudiera.

Me quedé sin fuerzas y bajé el brazo sin prisa, o eso es lo que debería haber sucedido.


[1] Galge: Tipo de eroge, parecido a un simulador de citas, que da opción a tener una “pareja” en el mundo del videojuego.

2 respuestas a “Riku – Capítulo 2: Contrato”

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