Riku – Capítulo 3: El chico demonio

Traducido por Kaori

Editado por Kaori

Corregido por Sharon


—¡No, no puedes morir todavía!

Alguien agarró mi mano con fuerza antes de que llegara al suelo.

Una intensa ola de calor recorrió mi cuerpo desde ese punto. Recuperé la consciencia y lentamente el frío y el dolor que me consumían menguaron.

—¿Q-Quién? —le miré con asombro.

Era un joven de aura aterradora cuyos deslumbrantes ojos azules parecían ver a través de mí. No transmitía delicadeza ni tampoco usaba ropajes característicos de la nobleza ni la burguesía. De hecho, me recordaba a un viajero; su ropa era sencilla y cómoda y portaba una espada común sobre su cadera izquierda. Su aspecto no encajaba con el de alguien dispuesto a ayudar a una sucia huérfana agonizante en un callejón, pero por un agujero de su camisa pude entrever escamas negras como la noche del mismo tono oscuro de su cabello.

Un ser humano no tiene ni le salen escamas, de modo que él debe ser…

—¿Un D-Demonio?

Seguía sujetando mi brazo.

Vagos recuerdos sobre el libro “Artes del destierro de los Demonios” vinieron a mi mente. Los Demonios se nos parecen, pero por lo general, alguna parte de su cuerpo tiene un rasgo propio de algún animal. Son seres malvados que deben ser destruidos; hierven a los humanos en sus calderos para comérselos, matan por placer e incluso queman bosques enteros hasta convertirlos en terrenos baldíos sólo para divertirse.

No son más que crueles y sucios seres que no merecen mi simpatía, su mera existencia es un crimen. Son el mayor enemigo de los espiritistas, mejor dicho, de la raza humana.

Y, precisamente ahora, uno de ellos extiende su mano hacia mí. No sé si las cosas acabarán bien pero las palabras de mi padre resuenan en mi cabeza:

«—¿Ves, Riku? Los demonios son peligrosos. Su apariencia se asemeja a la nuestra, pero es una farsa para ocultar su auténtica naturaleza. Son cobardes, ruines, lo peor que hay en este mundo; si te engañan será tu fin. Es mejor morir devorada o quemada viva que convertirte en su esclava. Nuestro deber como espiritistas consiste en exterminarlos. Como miembros de la Familia Barusak debemos proteger a la Familia Real.»

Aunque el discurso era interminable, lo repetía tanto que quedó grabado a fuego en mi memoria.

Si lo pensabas con calma, parecía obvio que los demonios se comen a las personas y las queman por diversión, pero yo no tenía ni idea de lo que me iba a pasar ahora.

—Leivein, ¿estás seguro de que quieres recoger a esta humana? —preguntó preocupado el joven que acompañaba al Demonio.

Llevaba un monóculo y su cabello ocultaba sus orejas más largas que las de una persona común. Otro Demonio, seguramente.

—Yo estoy en contra —dijo mientras se acercaba al primero. —Debo reconocer que su fuerza es inusitada, y podríamos usarla cuando crezca, pero es humana. Además, fíjate en su broche, pertenece a la familia de espiritistas Barusak. Es un riego llevársela, por no mencionar que tiene el pelo rojo. Incluso entre nuestra raza nadie tiene ese color… Es sospechosa, podría ser una trampa.

—Piguro, ¿es que estás ciego? —le respondió en susurros.

El tal Piguro le escuchó avergonzado, como si hubiera cometido un error. El tal Leivein me levantó de un tirón, aunque me encontraba mejor las piernas todavía me dolían y no pude ocultar la mueca de dolor. Levein siguió hablando con su compañero sin prestarme atención.

—Es cierto que es humana, y puede que pertenezca a los Barusak. —Tiró mi broche al suelo con un rápido y brusco movimiento, lo que arrancó un sonido metálico a la pieza.

No importaba lo que pensaba, sólo podía escucharles con atención. No tenía fuerzas para huir y tampoco tenía muchas esperanzas de lograrlo. Dos Demonios contra una niña debilitada… No tenía ninguna posibilidad.

Estaban decidiendo qué harían conmigo. Al menos estaría bien saber si moriré pronto o acabaré siendo una esclava. No creo que vaya a tener un final feliz, así que esos son mis posibles finales… Nunca creí que acabaría en manos de los Demonios.

—Lo único que importa es que sea beneficiosa para el Ejército del Señor Demonio, que sea humana es irrelevante.

—¡Pero…! —Leivein no le dejó terminar y siguió hablando.

—Mírala. Fíjate en sus ojos, quiere vivir sea como sea. No hay forma de que nos traicione. —Acomodó el cuello de mi camisa y todo el barro de ahí cayó al suelo. Su manga se manchó un poco, pero no le dio importancia. —Bueno pequeña niña de rojo, ¿nos dirás tu verdadero nombre?

Me quedé en silencio dudando, si les daba mi nombre sería como ofrecerles mi cuerpo y alma. No recuerdo muy bien los detalles, pero mi padre me contó una vez que si se apoderaban de tu nombre podían usarlo para unir tu alma. No es algo que revelar a la ligera y menos a unos demonios, se considera sacrilegio.

No obstante, no puedo permanecer callada por más tiempo, me matarán si no respondo…

—Riku —contesté con voz débil.

—¿Qué? ¿Eso es un nombre? Escúchame bien, porque no lo voy a repetir, ¡tu verdadero nombre!

Temblé cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tenía la sensación de estar cayendo a un abismo sin fin.

La capa ondeó a su espalda remarcando su descontento. Tuve miedo, pero miré y me topé con un par de alas de aspecto afilado y amenazante. El temor a ser apuñalada, inconscientemente, soltó mi lengua.

— Ri… Rinkus. —Es la primera vez desde mi nacimiento que pronuncio ese nombre. Hasta ahora, sólo lo conocíamos mis padres y yo. No puedo creer que se lo haya dicho a un despreciable demonio.

—Rinkus, ¿eh? Ya veo por qué te llaman Riku. —Leiven habló sin mucho entusiasmo, más por la necesidad de llenar el silencio que por querer hacerlo. No pude evitar asentir tímidamente en silencio.

Levein siguió mirándome con rostro severo, pero de forma casi imperceptible, pareció suavizarse.

—Ahora tengo tu nombre, sabes lo que significa, ¿verdad?

—S-Sí…

Me torturarán y matarán de alguna forma poco agradable, eso es lo único que tengo claro. Tal vez hagan un espectáculo con mi muerte, o algo peor. Soy una niña débil y sin talento, me expulsaron y este demonio me recogió. Sólo puedo maldecir mi mala suerte.

— ¡Está aquí! ¡La chica del pelo rojo!

Mis músculos se tensaron y empecé a temblar. Esa voz es de uno de los hombres de los que huía, no hay duda.

No tardaron mucho en llegar hasta nosotros.

—Oye, tío, ¿puedes entregarnos a esa niña?

— ¿Por qué?¿Es su hija?

—No, es una esclava que escapó, ¿me la puedes regresar? —Me señaló y empezó a blasfemar.

Mi cuerpo me gritaba que huyera, pero mis piernas no respondían. De todos modos, no podría deshacerme de Levein y escapar, le miré al rostro con timidez .

—Oh, ¿entonces es su esclava? —le mostró una sonrisa atroz.

Pude ver muy de cerca esa sonrisa inhumana. Levein era sin duda peor que esos hombres, pero no me gustaba la idea de ir con ellos tampoco. Mis opciones eran pésimas.

—Sin embargo, esto ya es mío… ¡No voy a dársela!

— ¿¡Que dijiste… !? Entonces paga. Son 10 Monedas de Oro.

— ¿10 Monedas de Oro? No digas tonterías. Es una mocosa a punto de morir. Siendo una niña, 20 Monedas de Plata deberían bastar, ¿verdad?

— ¿20 Monedas de Plata? No digas estupideces, ¡mendigo!

—Al menos, una Moneda de Oro.

—Como si fuera a pagar una Moneda de Oro por alguien que está a punto de morir. Ah, después de su muerte, puedo tomar el dinero de su seguro de vida ¿verdad?. Sin embargo, no será tan fácil matarla.

— ¿¡Qué estás haciendo!? —susurró Piguro.

—Déjame terminar lo que estaba diciendo…

Los hombres tomaron su decisión y prepararon sus armas. Parece que pretenden secuestrarme.

—Suficiente. Nos los llevamos a todos y los venderemos como esclavos.

Demasiado pronto para tal afirmación.

Los hombres atacaron con su objetivo claro, la mano derecha de Leivein que todavía me sujetaba con fuerza.

Me asusté y cerré los ojos, no quería ver lo que estaba por venir.

—A pesar de sólo ser unos renacuajos…—murmuró Leivein con un suspiro.

Escuché el sonido del viento al ser cortado y un líquido tibio cayó sobre mi mejilla. Aunque tenga los ojos cerrados, sé perfectamente de qué se trata. Sentí como se agitaba el ambiente.

—Ah, Leivein siempre tan rápido con este tipo de cosas, tenía muchas ganas de matarlos… —escuché la voz desanimada de Piguro.

Abrí los ojos a desgana. Leivein permanecía con expresión tranquila a mi lado.

—Tienes un mal hábito, Leivein. No puedes ir por ahí recogiendo personas abandonadas, ahora tendrás que asumir la responsabilidad hasta el final… Si tratas de hacer algo raro, te partiré el cuello, ¿entendido? —Piguro negaba con la cabeza mientras le reprendía.

Leivein se quedó callado.

— ¡T-TÚ! ¿¡Qué has hecho!? —La voz temblorosa de uno de los hombres resonó por el callejón.

Me giré a mirarle y un grito se escapó entre mis labios.

Un mar rojo sangre se extendía por el suelo, y en su centro yacían los cadáveres de dos hombres, partidos por la mitad. Uno de ellos empuñaba un cuchillo afilado y el otro había pretendido usar los puños. Desvié la mirada al cielo, asqueada por la macabra escena.

— ¿Qué he hecho, preguntas?— resopló Leivein.

Sin previo aviso, sacudió ligeramente la mano con la que sostenía su espada ensangrentada La punta todavía estaba sucia.

—Ustedes atacaron primero, ¿o no? Eso fue defensa propia, ¿no lo ves? ¿Qué harás al respecto?

— ¿¡Defensa propia!? ¡Eso es demasiado!

— ¿Demasiado? Esos chicos eran débiles. Simplemente se convirtieron en cadáveres. Eso es todo.

El hombre se acercó gritando. El cuchillo que sostenía desprendía un brillo acerado.

—Un ataque sorpresa… ¿No has visto cómo murieron tus amigos? ¿Quieres que tu cabeza siga unida a tu cuerpo? — le preguntó aburrido.

Sin dudarlo, balanceo su espada y le cortó el cuello. El cuerpo del hombre convulsionó y cayó sobre la sangre de sus antiguos compañeros, aumentando el descomunal charco.

La diferencia de poder fue abrumadora. De hecho, los cuchillos ni siquiera se acercaron a nosotros. Miré sorprendida el cuchillo abandonado en el suelo.

—Rinkus Barusak.

Al decir mi nombre, sentí que agarraba mi corazón con firmeza.

Leivein todavía sostenía su espada con la mano izquierda. Tal vez yo sea la siguiente. Mi miedo regresó, y antes de darme cuenta, estaba temblando de nuevo.

—Si te dejo sola, te atraparán los compañeros de estos tipos. Tu cuerpo y tu corazón se romperán y terminarás muriendo de forma insignificante. —Me levantó, tomándome por el cuello.

Hice acopio de valor y le miré, Leivein me miraba serio y dejé de temblar.

—Tarde o temprano morirás, ven a mi casa por ahora. Mientras sigas viva utiliza tu poder para luchar por el Señor Demonio y muere por su causa. —Sus palabras me parecieron una estremecedora sentencia de muerte.

Estaba perpleja y me preguntaba por qué a mí, pero a pesar de su crudo discurso, mi temor se atenuó.

—Si vienes puedo garantizarte que, como mínimo, tendrás lo básico para vivir. —Sus ojos azules eran como el brillante cielo azul.

La llama de la esperanza volvió a prender en mi interior, mi corazón helado empezó a calentarse y, cuando el temblor se detuvo comprendí, que por ahora, estoy a salvo.

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