Sin madurar – Capítulo 16: Cambios (8)

Traducido por Den

Editado por Lucy


Y así había transcurrido una semana.

Liandro tenía que vivir cada día como si estuviera al borde de la muerte, no obstante, era el personaje masculino secundario, así que no moriría antes de conocer a Eleonora. Aunque le costaba respirar, estaba vivo.

Cada día era como una tortura, pero quizás lo peor había pasado. La temperatura de la mano que sostenía parecía haber bajado un poco.

—Joven maestro… ¿cuándo se despertará?

Tomé la mano del niño y recé sin parar como si me hubiera convertido en un cura. No se había despertado en diez días.

Como el médico dijo que este podría ser de verdad su fin, el duque y la duquesa acudieron por separado a visitarlo. Aunque el niño era carne de su carne, la forma en que miraban a su hijo… Solo quería olvidar que era una sirvienta y abofetearlos a ambos.

—¿Alguien puede escuchar mis plegarias? Si lo deseo con fuerza… ¿se hará realidad? ¿Al igual que como terminé aquí…? —murmuré mientras presionaba mis labios en el dorso de la mano pálida del niño, que ya era de verdad áspero y estaba teñido por la maldición, como si le hubieran inyectado tinta. Para mañana, estas letras irreconocibles escaparían a través de su piel—. Ojalá pudiera levantar la maldición por él.

Por supuesto… eso era una tontería.

«Dios, ¿por qué soy tan inútil?»

Lo único que podía hacer a su lado era llorar sin cesar y preocuparme. Odiaba que estuviera enfermo.

«Todo lo que deseo es… que sea feliz.»

Para ver más su sonrisa con sus profundos hoyuelos. No me importaba si estaba enojado o se comportaba quisquilloso. Solo quería que recuperara la conciencia. Eso sería suficiente para mí.

«¿Cuánto tiempo más tiene que sufrir así?»

El tiempo que faltaba para que conociera a Eleonora parecía una eternidad. Incluso después de que esta estación terminara, faltarían otros tres años. No creía en dioses, pero recé y recé de nuevo.

«Por favor, haz algo, sálvalo de alguna manera.»

Entrelacé mis dedos con los delgados dedos de Liandro. Pasaron los días y apenas podía dormir. Estaba exhausta hasta el punto en que podría desmayarme en cualquier momento. Sin poder resistirme a permanecer despierta, cerré mis ojos hinchados y me quedé dormida.

«Debería dejar de dormir así, encorvada. Me duele la espalda y tengo los hombros entumecidos.»

Por mucho que rezara, Liandro no iba a abrir los ojos. Todo fue en vano. Más bien, sería mejor que guardara mi energía para que cuando él se despertara, pudiera atenderlo, ya que yo no era más que una extra inútil en la historia.

Un príncipe debe esperar a una princesa, no a una doncella que se encuentra en la esquina barriendo el suelo. De repente, sentí la palma de la mano caliente, ¿o más bien adolorida? Sentí una especie de punzada, como si me hubieran pinchado con una aguja afilada.

Poco a poco, mis sentidos se fueron aclarando y sentí un gran dolor. Era como si estuviera apretando el puño sobre una hoja afilada. Mis ojos estaban cerrados, al igual que los suyos, pero podía sentir la luz brillante que me rodeaba.

Sentí el calor de todo mi cuerpo fluyendo hacia mi palma. Pareció ser mucho tiempo… Espera, no, se sintió como un instante… No, eso tampoco.

«¿Fue breve?»

No sabría decir cuánto tiempo había pasado.

«¿Fue en un abrir y cerrar de ojos?»

Estaba dormida, así que debe haber sido un sueño. Podría haber sido un segundo o podría haber sido una hora. Estaba soñando. Un sueño en el que un chico con los ojos azules de Liandro me miraba. Y las cicatrices habían desaparecido por completo de su rostro.

«¿Eh?»

Me desperté.

♦ ♦ ♦

—Evelina.

El chico dijo mi nombre.

«No puede haber despertado, así que debo seguir soñando.»

¿De qué otra manera se podría explicar esta situación?

«Debo estar viendo cosas ya que desde hace mucho tiempo no puedo dormir bien.»

Hasta el punto que no podía recordar la última vez que me acosté en la cama.

«Debe ser eso. Debería pellizcarme. No, ¿es necesario? De todos modos, esto era un sueño. Una ilusión.»

Una ilusión que creé porque lo deseaba demasiado. Sin embargo, ya era hora de que me despertara.

«No puedo creer que esté soñando dentro de un sueño.»

Estaba de verdad agotada después de llorar hasta quedarme dormida. Me había vuelto loca por completo. Sentí que el calor se apoderaba de mis párpados hinchados. Esta sensación de ensueño…

—Esto no es un sueño.

El chico sonrió con timidez.

«¿Quién es? Cabello negro, rostro pálido. ¿Es alguien que conozco bien? Me resulta familiar.»

De hecho, conocía esta cara mejor que nadie. En el último tiempo había estado observando este rostro todos los días. Pero algo era extraño. Algo se sentía mal.

«¿Se veía así antes? ¿Siempre tuvo un aspecto tan saludable?»

—Esto no es un sueño.

Empezó a reírse a carcajadas.

«Espera. Esto no tiene sentido. Déjame pellizcarme el muslo un segund-»

—¿Qué estás haciendo?

Los ojos azul océano se acercaron con lentitud. Mi campo de visión se expandió de repente cuando sus cálidas manos acariciaron mi rostro. Ensanché mis ojos entreabiertos. Estaba lo suficiente cerca como para oír su respiración. Las cicatrices que deberían haber estado cubriendo su rostro blanco y pálido… habían desaparecido.

—¿Qué demonios…?

Puede que el tiempo se haya detenido en ese momento… Mi cuerpo se puso rígido. Sus largos dedos me agarraron por los hombros y me sacudieron.

—¿Por qué aguantas la respiración? Respira —dijo Liandro con suavidad.

—Liandro…

—Supongo que ahora somos iguales. Llamándonos por nuestro nombre.

—Esto no tiene sentido… Esto es un sueño…

—Ya te dije que no lo es. Varias veces.

Él me soltó la cara y me agarró la mano. Estiró mis dedos y trazó una línea recta con su dedo. Como sentía cosquillas, intenté apartar la mano, pero el chico no era tan débil como antes. Garabateó en mi palma, mas por desgracia, no conocía el idioma de esta tierra.

—No… entiendo. No sé leer.

—Estás arruinando el momento.

—¿Qué significa?

—No tienes que saberlo. Te lo diré más tarde.

—¿Qué es? Eso sólo me hará sentir más curiosidad.

—No es nada, así que no te preocupes.

Miré fijo a Liandro, pero él solo respondió con suavidad. Después de que al final me relajara, me armé de valor para mirarlo cara a cara.

Las cicatrices negras que cubrían más de la mitad de su rostro habían desaparecido. No se desdibujaron un poco, sino que desaparecieron por completo como si nunca hubieran estado allí. Extendí la mano y acaricié su mejilla. Era lisa y suave. Lo miraba sin apartar los ojos, no obstante, no podía creer lo que veía. Después de las mejillas, toqué su nariz y sus labios húmedos.

Abrió un poco los labios y dejó escapar un suave suspiro. Luego, bajó poco a poco los ojos cuando rocé sus oscuras pestañas. Los lugares que toqué con mis dedos ya no ardían.

Para comprobarlo, le quité el pijama que cubría su cuerpo. Me miró disgustado y luego se tapó el pecho. En cualquier caso, su delgado torso estaba intacto y era suave, sin una sola mancha de la maldición. Seguía teniendo un aspecto frágil y quebradizo, pero ya no parecía enfermo.

Liandro, que tenía los ojos entrecerrados, me miró. Por supuesto que antes hubo momentos en que el niño había recuperado la visión, pero sus ojos nunca fueron tan azules como para que parecieran fríos. Sus pupilas brillaban de forma más hermosa que las joyas que me regaló…

Parpadeó sus ojos azules como el mármol y su rostro se puso muy serio. Debe haberse dado cuenta de mis ojos llorosos.

—¿Qué es?

—Eso es justo lo que quiero preguntarle…

—Puedes preguntarme cualquier cosa. Siempre que sepa la respuesta, te la diré.

—¿Cómo demonios la maldición…?

—Gracias a ti.

—Eso no es cierto.

Rápido negué con la cabeza. Era imposible.

—Fuiste tú. Lo vi con mis propios ojos.

Bajando la mirada, volví a negar con la cabeza. Me tapé la boca con una mano y negué con la cabeza como un niño.

—No, no. Se equivoca. Debe estar equivocado. No, está mintiendo… Eso no puede ser cierto. Es imposible…

—Ja… —suspiró profundo. Ladeó la cabeza aquí y allá, intentando mirarme a los ojos. Di un paso atrás y me di la vuelta. Levanté mi delantal y enterré mi rostro en él.

—Solo porque actúes como si no lo entendieras, no significa que no haya sucedido —declaró con calma.

Me quedé callada.

—Vamos, respóndeme.

—Está bien.

—Deja de ser tan terca y mírame.

Volví a guardar silencio.

—Dios, todo este tiempo…

El chico alborotó su cabello negro como la medianoche y bajó de la cama. Me agarró por la cintura y me dio la vuelta. Intenté resistirme con todas mis fuerzas, mas mi cuerpo cedió con facilidad. Aparté la mirada.

—¿No estás feliz? Fuiste tú, Evelina. Me salvaste. Me salvaste la vida.

Le dije que era imposible una y otra vez, sin embargo, mis palabras estaban vacías.

«Tu salvadora es Eleonora.»

Me tragué las palabras que quería declarar y negué con la cabeza. Mi corazón palpitaba con fuerza.

«¿Mis plegarias desesperadas de verdad rompieron la maldición de Liandro? ¿Qué poder tenía yo?»

Seguía muy confundida… Apenas podía creerlo.

—Demuéstrelo.

Parecía que Liandro al final había perdido la paciencia.

—Mira —Su voz se hizo más hosca.

Me agarró la mano y abrió mi palma. Había una larga cicatriz diagonal en ella. Ya se había curado y no dolía. Sin embargo, la nueva piel roja había crecido a lo largo de la marca y no se veía muy bien.

«¿Por qué diablos tengo esto en la mano?»

Esta era la cicatriz que le quedaría a Eleonora después de romper la maldición de Liandro.

—¿Qué piensas? ¿Me crees ahora?

—Bueno, esto es…

Sabía lo que había sucedido. Ahora tenía la certeza de que había levantado la maldición de Liandro, pero…

Solo no lo asimilaba. Parecía que después de verme atrapada en la novela, había cambiado la historia. Liandro debería seguir en cama, vomitando sangre, no obstante, me miraba con su rostro brillante y sus ojos resplandecientes…

Decidí dejar de pensar en ello. Eso sería mejor. Era muy duro ver morir a alguien, así que esto era más bien un buen giro de los acontecimientos. En cualquier caso, se rompió la maldición. Él ya no estaría echando espuma por la boca con convulsiones.

«Dejémoslo ya. No pensemos más en lo que pasa en la historia y ahorrémonos los dolores de cabeza.»

Ya había arruinado el flujo de la historia original, así que ¿de qué servía seguir pensando en ello?

Decidí aceptar todo lo ocurrido.

—Entonces, yo… um… yo fui quien… —le pregunté a Liandro, tras armarme de valor y dejar a un lado mis dudas.

—Rompió la maldición.

Sus ojos azules se curvaron con suavidad. Trató con obstinación de encontrar mi mirada con esos iris azules. Al final, hicimos contacto visual.

Su sonrisa me hizo sentir escalofríos. Era tan hermosa que no pude resistirme a curvar las comisuras de mis labios y sonreír.


Lucy
"Ya había arruinado el flujo de la historia original, así que ¿de qué servía seguir pensando en ello?". Yo no entiendo a estas protagonistas, se esfuerzan demasiado en mantener la historia pero cuando se les va de las manos, solo lo aceptan :v, porque no admite que se quería quedar con Liandro desde que leyó la novela T-T

Una respuesta en “Sin madurar – Capítulo 16: Cambios (8)”

  1. La prota: *llora por su personaje y quiere cambiar su destino*
    También la prota: “hii qui mintinir il fliji iriginil de li histirii”
    Nadie las entiende. XD
    ¡Gracias por la actualización!

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