Sin madurar – Capítulo 50: El reencuentro (11)

Traducido por Den

Editado por Lucy


Asomé la cabeza de entre los brazos de Leandro. A lo lejos, una sirvienta alta venía corriendo hacia nosotros, levantándose el dobladillo de la falda.

Entrecerré los ojos y vi el pelo blanquecino ondeando con el viento.

—¿Lily?

Lily corría hacia nosotros a toda velocidad. Cuando llegó frente a Leandro y a mí, respiraba con dificultad. Se secó el sudor de la sien y luego se llevó la mano al pecho y se arrodilló.

—Alteza, ¿cuándo llegó?

Su voz era alta. A pesar de estar muy en forma por sus años de entrenamiento, seguía sudando a chorros por haber corrido tan rápido.

Como si no hubiera oído nada de lo que acababa de decir, Leandro la examinó con calma de arriba abajo.

—Te queda bien el uniforme.

—¿Qué? Gracias. Después de que me enviara la paloma mensajera al alba, le busqué por toda la baronía, pero aquí está.

—Supongo que no nos topamos. Como puedes ver, vine al castillo.

Lily soltó un fuerte suspiro. Tenía bolsas oscuras bajo sus oscuros ojos grises.

—¿No podía habérmelo dicho de antemano? —replicó.

Pero Leandro se limitó a encogerse de hombros como si no fuera para tanto.

—Tenía prisa.

—Aun así… De todas formas estaba al lado de Evie protegiéndola.

—Tengo mis límites. Tus informes no podían aliviar mis preocupaciones.

Leandro me miró y continuó:

—No podía quedarme sentado a esperar para siempre, ¿sabes?

Lily asintió.

—Entiendo…

Leandro le pidió que le explicara con detalle lo que había ocurrido en los últimos días. Supuse de inmediato que se trataba de Diego. Aparte de los incidentes con él, no había pasado nada en particular.

Mientras escuchaba las explicaciones de Lily, apretó los puños con tanta fuerza que pude ver que las venas se le marcaban en los brazos. También pude oír el rechinar de sus dientes. Cuando lo observé sorprendida, me sonrió como si no pasara nada.

Entonces se volvió hacia Lily.

—Agradezco tus servicios. Cuando volvamos al ducado, te recompensaré.

—Gracias, Alteza, pero lo único que hice fue cumplir con mi deber.

Durante más de tres largos años, había dejado todo a un lado para obedecer la orden de Leandro, a pesar de que solo tenía que mantener sana y salva a una humilde sirvienta.

Nadie puede igualar la integridad de Lily. Los guerreros eruditos no existen en este mundo, pero si fuera así, Lily sin duda sería uno de ellos.

La alabé para mis adentros con admiración. Si fuera yo, no habría duda de que en seguida habría pedido un castillo junto al lago.

El rostro apático e inexpresivo de Lily se sonrojó al recibir el elogio de Leandro. Luego, cuando se dio cuenta de que estaba detrás de él, esbozó una tenue sonrisa.

Por un momento, sentí una punzada de celos porque Lily estaba centrada en Leandro y no en mí.

Más le vale no olvidar que nos hacemos compañía desde hace tiempo.

—¿Vamos? El barón espera, Alteza —anunció Lily.

Lily guió a Leandro hasta el salón. Los seguí y escuché su conversación. Fue ella quien informó al barón de la visita de última hora de Leandro. Escuché que se sorprendió tanto por la inesperada visita de un noble de tan alto rango que se cayó de la cama y se hizo daño en la espalda.

Era un acto de cortesía avisar al menos una semana antes de una visita, pero Leandro dijo que se había olvidado por completo de eso hasta que ya estaba montado en su caballo.

Leandro frunció un poco el ceño.

—Dije que tenía prisa.

—Podría haber enviado a un jinete antes de salir —replicó Lily.

—No tenía tiempo para eso, y se me olvidó por completo. No podía pensar en nada más que en traer a Evelina conmigo.

—Ya veo.

—¿Qué?

—Muy conmovedor.

—Sí. Hice lo que pude para no llorar.

Al recordar el rostro lleno de lágrimas de Leandro cuando me vio por primera vez, solté una risita. Como si me hubiera oído, giró la cabeza hacia mí y frunció el ceño. Lo miré y volví a sonreír. Sorprendido, enderezó la espalda y se dio la vuelta.

De camino a ver al barón, nos cruzamos con muchos sirvientes. Las doncellas dejaron lo que estaban haciendo y corrieron hacia mí con los ojos abiertos de par en par. No se atrevían a correr hacia Lily, que caminaba junto a Leandro. A medida que más y más mucamas se reunían en torno a mí para preguntarme qué estaba pasando, perdí de vista a Leandro.

Mientras las curiosas sirvientas me mantenían cautiva y me obligaban a responder a sus preguntas, Leandro, quien yo creía que ya había doblado en la esquina más adelante, regresó para rescatarme. Parecía bastante molesto. Aunque en realidad su rostro era casi inexpresivo, al conocerlo desde hacía mucho tiempo, me di cuenta enseguida.

No dijo nada, solo miró a la sirvienta que me agarraba de la muñeca. Cuando esta se apartó y me soltó, Leandro me hizo señas para que me diera prisa. Sin saber qué decir, dejé atrás a las chicas con la boca abierta.

Lily llamó a la puerta del salón.

—Adelante, Alteza.

Leandro asintió con la cabeza. Antes de entrar al salón, se detuvo y se dio la vuelta.

—No vayas a ninguna parte. Quédate aquí —me advirtió.

—¿A dónde iría?

—No vuelvas a desaparecer.

Sonreí con torpeza ante su tono irritado. No sabía cómo responderle. Leandro era consciente de que no me había marchado de la finca por voluntad propia. Es por eso que, en aquel momento, había salido a buscarme de inmediato.

Sin embargo, después de eso, había sido yo quien lo había abandonado. En ese entonces, creía que esa era la decisión correcta. Nunca pensé que sería como clavarle un puñal en el corazón. Pensé que Leandro acabaría yéndose con Eleonora y que yo no era más que alguien que había llamado su atención por un momento.

La envidia y los celos de las otras sirvientas, el despido por parte de la doncella principal y la ansiedad por saber cómo terminaría la historia… Todo aquello me había agotado. Por ese motivo ni siquiera medité sobre el dolor que le causaría a Leandro. Creyendo que ya había hecho bastante, solo me consolé a mí misma. En aquel momento, me valoré más a mí misma que a Leandro. Fui demasiado dura y realista.

No obstante, ya no. Leandro había venido a llevarme de vuelta y estaba de pie frente a mí. Al verlo tan entregado a mí, ya no podía preocuparme por la trama original.

La historia original no lo es todo. Dejaré que las cosas sucedan como tengan que suceder.

—Le esperaré —declaré seria, como si prestara juramento, mientras me llevaba ambas manos al pecho.

Aun así, Leandro parecía desconfiar.

—No iré a ninguna parte. Lo digo en serio esta vez.

—Promételo…

—¿Recuerda cómo nos hacíamos promesas?

—Por supuesto.

Extendió su dedo meñique hacia mí.

Lo hicimos una vez hace mucho tiempo, pero aún lo recuerda con claridad. Apreté mi pulgar contra el suyo. Solo después de juntar nuestros pulgares varias veces, Leandro se sintió aliviado. Luego entró en el salón con un aspecto más alegre.

Vi al barón al otro lado de la sala, sudando a mares. Cuando terminó la corta estancia del príncipe heredero, el anciano había respirado aliviado, pero entonces de repente llegó el duque. Fue como si le hubiera caído un rayo dos veces. Me sentí mal por él.

Después de que se cerrara la puerta, esperé con Lily. Estaba de pie junto a la puerta, con la espalda recta. Tenía el porte de un caballero incluso cuando vestía su uniforme de doncella, pero no me hizo ninguna gracia. A pesar de que se disfrazaba como sirvienta, destacaba como el aceite en el agua. Era un milagro cómo nadie se había dado cuenta.

—¿Ya estás contenta? —pregunté.

—¿Qué quieres decir con contenta? ¿De qué? —respondió con una sonrisa.

Al volver a ver a Leandro, parecía que se me había pegado su forma de hablar.

—Quiero decir, llevas un tiempo deprimida —exageré los movimientos de mis manos mientras le explicaba—. Dijiste que sentías que estabas desperdiciando tu vida como una sirvienta común.

—Por supuesto que estoy contenta. Su Alteza por fin parece aliviado.

—Me refería a que por fin volverás a ponerte la armadura de caballero.

—Eso también me alegra mucho —añadió y me acarició la cabeza.

Luego me felicitó, diciendo que no tenía ni idea de que me preocupaba por ella y que había pensado que no era más que una idiota.

Di golpecitos con la punta de los zapatos en el suelo. Me gustaba cuando alguien me acariciaba así el pelo.

—Dijiste que no volverías a verle si venía a por ti —sonrió—, pero supongo que solo eran palabras vacías.

—La verdad es que no tuve más remedio que decir eso.

—Lo sabía.

—Pensé que… el maestro pronto se olvidaría de mí.

—Eres idiota. Me esforcé por convencerte de que regresaras cuando te encontré, pero me ignoraste. Mira cómo resultaron las cosas ahora.

—Sí… —asentí.

Sí, lo sé. Me equivoqué. En aquel momento no podía pensar en nada más que en la estúpida trama original.

Lily ladeó la cabeza cuando me notó ensimismada.

—¿Y ahora qué? ¿Qué te pasa? —preguntó con suavidad, examinando mi cara.

—Nada…

—Tienes una expresión rara en la cara.

—No, no la tengo.

Me toqué la cara y me percaté de que mi boca sonreía, pero mis ojos no. Estaba tan contenta de que Leandro estuviera aquí, sin embargo, una parte de mí seguía preguntándose si esto estaba bien.

Esa maldita y estúpida trama original…

En el fondo de mi mente, seguía sin poder dejar de preocuparme.

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