Traducido por Ichigo
Editado por Meli
Tan pronto como volví a casa, trepé por el muro del edificio separado. El capitán Jullius ya debía estar en casa, y tal vez fuera por el estrés acumulado durante el banquete, pero lo echaba mucho de menos.
Si miro su cara y le froto un poco la cabeza, creo que sin duda me sentiré mejor, pensé y mi corazón se aceleró.
Trepé el muro de prisa y crucé el jardín a toda velocidad, caminé hasta la terraza y al tirar de la puerta de cristal, casi de inmediato se abrió la puerta que comunicaba el salón con el cuarto de baño.
—¿Roel? —El capitán Jullius ladeó la cabeza y me miró.
Parecía que acababa de bañarse, pero salió al sentir la presencia de alguien. Llevaba el pelo negro mojado pegado a la frente y a la nuca, y la camisa blanca, que aún no se había abrochado, le quedaba holgada, estaba mojada debido a las gotas de agua que caían por su pelo. Sin embargo, llevaba bien puestos los pantalones.
Su apariencia evocó las imágenes del libro de pintura que había leído antes: una bella mujer que vestía un delicado negligé con tirantes, que dejaba su pecho al descubierto.
—Jullius.
Sentí un fuerte impulso, pero no tenía idea de que hacer algo al respecto. El capitán se me acercó mientras se secaba de forma tosca el cabello con una toalla.
—¿Ha terminado el banquete?
—Ah, sí. No fue tan divertido.
Hacía más calor que frío, pero cerré la puerta de cristal para evitar que el viento nocturno le pegara al capitán. Cuando estás mojado, puedes resfriarte. Aunque sea fuerte, nunca se sabe lo que puede pasar.
—Ni siquiera pude comer bien. Fui junto con Sieg así que no hace falta explicarlo.
—Tengo galletas. ¿Quieres algunas?
—Sí.
No tenía mucho apetito, pero asentí antes de dejarme caer en el sofá. El capitán Jullius se puso la toalla alrededor del cuello, abrió el armario y sacó un tarro de cristal, tan grande como la cabeza de un niño, había galletas horneadas con mezcla de frutos secos, cubiertas con abundante azúcar en polvo. Se me abrió el apetito.
El capitán se sentó a mi lado mientras sostenía el tarro con galletas. Quitó la tapa y metió sus largos dedos para tomar una galleta pequeña y redonda del tamaño de un bocado.
—Toma. —Me ofreció la galleta.
La mordí rápido, rozando sus dedos. Su pulgar, que sostenía la parte inferior, logró zafarse, pero su dedo índice fue capturado por mis dientes. El capitán Jullius parpadeó con los ojos grises pálidos muy abiertos.
—¿También quieres comerte mis dedos…?
No como gente. Si le dijera que de verdad quería comerme sus dedos, él me los ofrecería como un sumiso, así que abrí la boca. Su dedo se deslizó por mis labios, dejando solo una galleta un poco derretida por mi saliva.
—No tengo intención de comerte. Los bocadillos son más deliciosos que la carne humana.
Aunque nunca la he probado, estoy segura de ello.
—Pero me has mordido, pregunté por si acaso.
—Que te muerda no significa que te coma. Ni siquiera dejé una marca.
Si pensara en hacerlo te habría mordido muy fuerte, hasta dejar al descubierto tus huesos. Los dientes humanos son muy fuertes, lo suficiente como para arrancarte al menos un dedo.
Saqué otra galleta y me la comí. Pude saborear con la lengua el dulzor que quedaba en mi boca, y miré al capitán.
—¿Puedo tocarte el pecho?
En la novela, el hombre tocaba los pechos de la mujer, pero debería estar bien hacer lo contrario ¿verdad? El capitán Jullius se sonrojó y se puso rígido. Parecía un conejo conmocionado, era muy lindo.
—E-Eso…
—Al parecer, las parejas hacen algo así.
Acariciar los pechos de tu pareja. Aunque él es un hombre y no una mujer, si siguiera puntual lo que estaba dentro del libro de romance, él tendría que convertirse en un señor malvado con una amante… No tengo que seguir todos los escenarios.
Sin embargo, no leí lo que debía hacer después de esto.
—¿Por qué quieres hacerlo? Por lo que yo sé…
—¿Qué sabes?
El capitán parecía estar buscando en su memoria, pero al final no pudo continuar sus palabras. Creo que él sabe aún menos que yo de estas cosas. No obstante, sé que a los hombres les gustan los pechos y los culos de las mujeres.
—¿Quieres tocarme los pechos?
Según el libro, esto era correcto. El capitán Jullius sacudió rápido la cabeza ante mi sugerencia.
—No, aún no nos hemos casado…
—Pero todo el mundo lo hace. Ni siquiera tienen que estar comprometidos; solo basta con estar enamorados.
Eso es lo que decía el libro de pintura. La protagonista se enamorará del protagonista masculino luego de tocarse. Eso significa que podríamos enamorarnos si empezamos por tocar el pecho del otro.
—Así que puedes tocarle el pecho a tu pareja.
—P-Puedes… Tocar el mío.
Muy bien, conseguí su consentimiento.
Para ser honesta, en los días calurosos o después de un arduo entrenamiento, veía los pechos desnudos de los caballeros santos en el campo de entrenamiento que se quitaban la camisa y descansaban a la sombra. De hecho, en cuanto a los pechos de las mujeres, solo he visto los míos al bañarme.
No es nada nuevo. ¡Incluso lo he tocado antes! Bueno, fue más bien un puñetazo.
Pasé saliva, sentí que su nerviosismo me estaba afectando de alguna manera. Él parecía asustado, giró la cabeza hacia la izquierda y bajó los ojos.
Me sentí como un viejo pervertido que acosa a una inocente doncella. Aunque soy más joven que él. Bueno ¡ahora estoy en un cuerpo mucho más joven! No hay manera de que alguien piense que el líder más fuerte de un escuadrón de caballeros está siendo acosado por una inocente dama noble. Además, esto se hace por consentimiento mutuo.
Puse mi rodilla en su regazo como la última vez que lo besé. Pero la falda de mi fastuoso vestido me estorbaba. Mi pecho y todo lo demás, quedaban sepultados por el encaje. Bajé la pierna y me senté en su regazo.
Sus ojos grises pálidos se fijaron en mí, pero luego volvió a desviar la mirada.
—Mira aquí.
¿Por qué sigues evitándome?
—Ahora mismo —le ordené.
Solo entonces me miró. Se veía ansioso. Me pregunto cuánto más tengo que hacer para que se acostumbre a este tipo de cosas y pueda tomar un poco más de iniciativa. Hemos progresado… ¿no? Después del primer beso matutino, lo hacemos con regularidad. Nos besamos mucho, pero parece que nos falta afabilidad. Empujé el borde de la camisa blanca con la punta del dedo índice y hablé con voz suave:
—Si no te gusta, puedes rechazarlo cuando quieras.
Tengo que tratarle con amabilidad y ternura. Al abrir más la camisa, vi otra vez sus viejas cicatrices. Me sentí mal de nuevo. No podía creer que su pálida piel estuviera marcada de esa manera.
¿Cómo puedo deshacerme de ellas? ¿Debería pedir ayuda al Sumo Sacerdote?
Con la punta de los dedos, comencé a trazarlas una por una. La larga cicatriz diagonal cerca de la costilla derecha era un corte de espada, y tenía una puñalada en el costado. Había una marca de arañazo en la parte inferior de su pecho izquierdo. No habían sido causadas por bestias corrientes. También vi una marca de mordisco en uno de sus flancos, era evidente que había sido una serpiente.
—¿Era una serpiente venenosa?
El capitán Jullius, que estaba medio distraído, asintió con la cabeza por reflejo a mi pregunta.
—Sí, lo era.
—Por fortuna, estabas bien.
—Para mí, no sería un problema me mordiera una serpiente venenosa ya que tengo el poder sagrado, pero no es el caso del capitán. —Le bajé la camisa por los hombros.
—Clauen me ayudó.
—¿Esa persona…, no, ese demonio? —contesté, un poco celosa, me hubiera gustado conocer al joven capitán.
—¿Puedo subirme la camisa?
—No, no puedes —Le quité la camisa por completo.
Estaba molesta, él es mi prometido. Yo debería ser la única en saberlo todo de él. Además, si le curó la herida, significaba que ya le había tocado, ¿no?
Maldita sea, usar solo mis manos no es suficiente. ¿Usó un antídoto? ¿Uso la boca para succionar el veneno? ¡No puedo perder contra él!
Era difícil poner mi boca en su flanco, así que puse mis labios sobre su pecho.
—¿Ro- Roel?
Su voz de pánico se oía desde encima de mi cabeza.
¿Por qué te sorprendes? Me diste tu consentimiento para tocarte ¿qué si quiero hacerlo usando mis labios?
Saqué la lengua y lamí su piel. Pude sentir cómo la parte superior de su cuerpo se estremecía y temblaba.
Quizá porque acababa de salir del baño, su piel era suave y olía bien. Lamí su cicatriz, cuando levanté la vista, pude ver en su cara que no sabía qué hacer.
¿Me volví a equivocar?
—No lo he hecho porque quiera comerte.
¿Estaría bien morderle una vez? Tragué saliva. No voy a comérmelo, pero apuesto a que debe estar delicioso. ¿Por qué es tan tentador? No pude contenerme, le mordí y chupé el cuello. Podía saborear su aroma, sin embargo seguía sintiendo que me faltaba algo, y esa sensación no desaparecía. Mi corazón se sentía muy vacío, pero no sabía qué más hacer.
¿Podré saber qué hacer si leo un poco más el libro romántico? ¿O de verdad tengo que devorar al capitán para deshacerme de este vacío?
Mientras me inquietaba por el insaciable deseo, retiré los dientes y vi que los rastros que quedaban en su blanco cuello eran más oscuros de lo que pensaba. Había un tinte rojizo oscuro, además de la marca de los dientes, que hacía que pareciera que había recibido un fuerte golpe. ¿Se convertirá esto en un moratón? Creo que ya lo es. Acaricié la marca con la mano sintiéndome un poco avergonzada.
—¿Te duele?
—La verdad es que no.
—Eso no significa que no te haya dolido, ¿verdad?
—Bueno…, me mordiste.
Después de todo, le mordí bastante fuerte, así que sería raro que no doliera. Mientras jugaba con la marca, el capitán Jullius volvió a hablar:
—No pasa nada aunque me muerdas.
—Si sigues diciendo eso, podría morderte muy fuerte, ¿sabes?
—Aún así, está bien.
¿Está bien? ¿Qué quieres decir con eso? No lo está.
Usando ambas manos, sostuve su cara, para que no pudiera evitar mis ojos. Puede ser aterrador para otros pero no para mí. Me limité a mirarle a sus gentiles ojos grises pálidos y luego le dije:
—¿Vas a ofrecerle así tu cuello a alguien más?
—No.
Su rápida respuesta fue muy satisfactoria.
—Solo para mí, ¿verdad?
—Sí.
Esa es la respuesta correcta.
—No tengo intención de hacerte daño. Te mordí un poco, pero no te comería. Sin embargo… —Lo besé, y continué—: Si te comportas así con los demás, te destrozaré. Perderé la cabeza y te morderé hasta los huesos para luego tragarte.
Lo decía en serio. Si permitiera que otra lo tocara, me lo tragaría. Ya que soy su prometida, ¿no tengo derecho sobre él?
—Entiendo. Como quiera Roel.
¿No es demasiado blando? Me pregunto cuándo va a ser más agresivo. Me contuve de suspirar y bajé las manos, luego fruncí un poco los labios.
—Bésame.
—¿Ahora mismo…?
—Sí. No un beso matutino, sino aquel en el que metes la lengua.
Si sigo animándole, ¿no mejorará? Después de oírme, dudó un momento y luego bajó la cabeza.
Quizá esta vez lo haga como es debido y no se limite a darme un ligero beso en la mejilla.
Cerré los ojos en suspenso con el corazón palpitante, y pronto sentí que algo suave presionaba mis labios. Bien. Aunque le dije que metiera la lengua, solo con eso ya había tenido éxito. Pero de repente, la punta húmeda de su lengua se introdujo entre mis labios.
—Ju-
En el momento en que abrí la boca para decirle que ya era suficiente, nuestros labios se apretaron con más fuerza. Entonces, su lengua se metió en mi boca.
Espera.
¡¿Por qué me está besando así?! ¡Solo lo he hecho dos veces, pero él es demasiado impaciente! Su lengua irrumpió en mi boca y comenzó a saquearla. No pude evitarlo y tuve una sensación de picor que aumentaba en mí a medida que nuestras lenguas se rozaban. Estaba tan nerviosa que no pude tragar bien el resto de mi saliva, y se oyó el sonido de algo húmedo.
Ante la inesperada situación, me quedé rígida. En ese momento, su lengua me lamió los labios como lo había hecho antes y luego retrocedió. Yo quería que siguiera mi ejemplo, ¡pero aprendió demasiado rápido! Miré su cara y se veía como un perro que había recogido el palo lanzado.
¿Está esperando que lo elogie? ¿Debería hacerlo?
—Eh… bien hecho.
—Hice todo lo posible por seguir lo que hizo Roel.
—Ya, ya veo…
Aprendió más rápido de lo que esperaba… Era natural, sino, sus habilidades de combate no mejorarían.
Estornudó con fuerza y eso aligeró el incómodo ambiente.
—¿Te has resfriado?
Debería haberle dicho que se pusiera la camisa. Negó con la cabeza y se puso la camisa que se había deslizado hasta su codo.
—No, el olor es…
—Olor… Ah, ¿te refieres al olor de los cosméticos?
Me había rociado perfume.
—Yo también lo odiaba, en el pasado no podía respirar bien.
El olor de la mezcla de todo tipo de especias y hierbas era penetrante, provocaba un cosquilleo en la nariz. Ya me he acostumbrado, pero eso no significa que me guste.
—Bueno es hora de irme, voy a darme un baño. Y cambiarme el engorroso vestido.
Bajé de su regazo, y tras rechazarlo cuando se ofreció a despedirme, regresé a la casa principal.