Bajo el roble – Capítulo 3: Noche de bodas

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


—Quitate la ropa.

Al final de la recepción de la boda, una niñera la condujo a la cámara nupcial. Con la ayuda de las criadas, se lavó y preparó, luego se sentó en la cama, y ​​después de un rato su esposo la siguió hasta la habitación. Entonces él, que estaba endurecido por la tensión, se lo dijo repentinamente.

Max no sabía sus intenciones, pero sus ojos estaban muy abiertos a causa de la sorpresa. No podía entender por qué el hombre, que había ignorado por completo su presencia durante toda la boda, había hecho tal demanda de la nada. No tenía el conocimiento específico, aunque vagamente era consciente de que algo secreto sucedía entre las parejas.

La niñera le había dicho.

—Tienes que obedecer a tu esposo incondicionalmente y aceptar lo que él te pida en silencio.

¿Cómo puede implicar tal obediencia incondicional quitarse la ropa? No sabía qué hacer, pero el hombre que arrojó su propia camisa a un lado a miró con dureza.

¿Tengo que quitármelo?

Ella respiró sorprendida. Riftan era como un gigante hecho de acero retorcido. Sus hombros eran dos veces más anchos que los de ella, su cuello era largo y grueso, y su cintura era delgada y recta, similar a un elegante sabueso. Ella era ridícula en comparación.

Desde un principio supo que era un hombre con un físico único entre los caballeros, pero fue abrumador verlo cara a cara. Ella tragó saliva.

Le dolía cuando su padre la golpeaba, ¿cuánto más le dolería si él fuera quien le pegará?

—Te ves terrible. —Su voz fría hizo temblar a Max. El hombre se acercó a la cama y la miró abiertamente. Su enorme cuerpo, iluminado de dorado por la luz de la chimenea, bloqueó su visión.

—No te gusto mucho, ¿verdad?

—Ah… yo, yo…

Se inclinó sobre ella. En su rostro casi perfecto, sus ojos negros tenían un brillo misterioso. Los labios apretados del hombre se torcieron con cinismo.

—Por supuesto, la hija de un duque nunca tendría en su corazón a un caballero de bajo rango como yo.

De inmediato un temblor incontrolable se apoderó de su cuerpo cuando escuchó que su voz estaba llena de hostilidad. Una esposa le pertenece a su esposo. Si él lo deseaba, ella podría ser golpeada y debía de tolerar el castigo corporal más severo por su sociedad. Max sudaba de miedo ante la situación en la que se vio obligada a aferrarse a la generosidad de su esposo y que en este momento, ella podría haberlo enojado.

—Ven acá. Sabes lo que tienes que hacer.

Max no sabia que tenia que hacer y no pudo preguntar, en cambio, se miró los dedos de los pies. Una sombra oscura cayó sobre su cabeza. El hombre levantó la barbilla con sus dedos largos y ásperos, enviándole una mirada indescifrable.

—Si no lo hacemos durante la primera noche, este matrimonio se considerará inválido. ¿Quieres una anulación?

Atrapada en sus pupilas oscuras de profundidad desconocida, ella se estremeció. El hombre torció la boca.

—Si quieres que me vaya, dímelo —dijo él pero no hubo respuesta de su parte—. Una vez que comencemos, no me detendré a la mitad.

La garganta de Max se contrajo y tragó con fuerza por segunda vez. Si ella permitiera que él se fuera, su padre seguramente no la perdonaría. Ella no tenía elección en primer lugar. Max cerró los ojos y se aflojó el cinturón con manos temblorosas.

El miedo a ser golpeado por su padre era mucho mayor que el miedo a ser humillada por un extraño. No. Ella no terminaría siendo golpeada. Tal vez, tendría un castigo más severo y en unos días su padre volvería con otro caballero. Ella no era más que una herramienta para usar según la voluntad de su padre.

En el silencio punzante, Max se quitó los adornos uno por uno y los dejó al lado de la cama. Sólo el crujido del fuego en la chimenea se podía escuchar a través de la habitación. Podía sentir la punzante mirada del hombre mientras se bajaba la correa de su vestido de lino y sacaba el brazo de la manga que le llegaba a los codos

El aire frío de la noche barrió su espalda y hombros desnudos con dureza, haciendo que su carne se pusiera de gallina. Apretó la ropa contra su pecho, incapaz de apartarla más abajo. Entonces el hombre puso una rodilla sobre la cama y tiró del dobladillo de su falda con un solo movimiento.

Kiara
Este es un claro ejemplo de lo que el maltrato puede hacer, en cualquier persona, recuerden que esta es otra época donde la opinión de la mujer valía un pepino y es una pena, que este sea un pequeño ejemplo de una realidad aún más cruel, gracias a Dios no nos tocó esa era, hoy en dia no tienen que escoger caminos peligrosos para escapar de otros, solo porque piensen que no hay salida, siempre hay una solucion, solo deben confiar. Riftan tambien parece tener un poco de problema por su estatus social, parece creer que Max lo despreciará

—¡A-Ahora, espera un segundo…!

El dobladillo del vestido fluyó sin resistencia contra la ominosa fuerza de Riftan. Cuando ella agarró el dobladillo de su vestido a toda prisa, había una mirada de irritación en sus ojos.

—Quita las manos.

—Por qué, por qué, oh, mi ropa…

Ella le dedicó una mirada confusa. La cara del hombre estaba envuelta en una sombra profunda con su espalda contra el fuego. Max sintió más miedo porque no podía ver su expresión en detalle.

—¿Quieres que me quede o no? Debes estar segura.

Max tragó un sollozo. Sus hombros temblaron cuando él tiró la pretina al suelo sin bajar las manos. El aire frío barrió su piel expuesta.

—No hay vuelta atrás ahora.

Su tono de voz bajo, resonó en su oído y le heló el corazón. Él acarició su pálido cuerpo tenso con sus cálidas y callosas manos. Mientras ella instintivamente intentaba empujar, el hombre la atrajo contra él con más fuerza, hiriendo un brazo alrededor de su cintura. Un extraño hormigueo en la columna y un curioso calor fueron todo lo que salió de su cuerpo.

—¿Solo, solo un poco…?

Preguntó con voz temblorosa, pero al hombre ni siquiera le importó escucharla. Él inclinó la cabeza y besó sus senos. Ella instantáneamente abrió los ojos conmocionada. Los labios calientes se arremolinaban sobre su piel suave y cálida. Su toque extraño hizo que Max se estremeciera. Era la vista de un hombre adulto enterrando su rostro en sus pechos como un bebé recién nacido.

—Relaja tu cuerpo.

La acarició con su palma áspera, pero ella estaba rígida, endurecida. Su aliento húmedo en contacto con su piel le puso la piel de gallina. Frotó su barbilla áspera sobre su piel suave y metió una mano en el dobladillo de la prenda que había estado cubriendo su cintura. Ella se levantó de un salto. La mano del hombre tocó un área de ella que nunca había imaginado. Sus labios temblaron de asombro.

—¿Qué, qué estás…?

—Quedarte quieta. Si continúas así, te dolerá.

Sus piernas temblaron de miedo. El hombre, que solo intercambió miradas con ella varias veces, ahora estaba tocando la parte más íntima del cuerpo sin dudarlo. Ella no podía creerlo.

—Esto, esto… detente, no, no lo hagas.

Ella agarró sus gruesos hombros y suplicó. Bajo su toque, podía sentir el cuerpo del hombre balanceándose y temblando. Su piel firme ardía bajo las palmas de sus manos. Se sentía como si estuviera sosteniendo una plancha calentada por el fuego.

Riftan, cuyos labios se aferraban a su piel, pronto rozó su propia boca con renovado vigor. Su sabor desconocido y áspero que se extendió por su boca hizo temblar el cuerpo de Max. Mientras ella estaba distraída, él bajó el dobladillo de su vestido y bajó la mano. Su grito fue absorbido por su boca.

—A la mierda…

La mezcla de su gemido y su maldición salió de sus labios entrelazados. Luchó tanto como una carpa que nada ferozmente en el agua. Las aguas profundas en las que se zambulló eran un territorio desconocido que no podía reconocer. Sus piernas se revolvieron instintivamente.

Pero ella no podía salir porque su pesado cuerpo de roca estaba sobre ella. Se sentía como un ciervo indefenso luchando con los dientes de un sabueso en el cuello.

—Maldita sea, no puedo esperar…

Empujó su mano un poco más profundo, murmurando con voz nerviosa. Max dejó de respirar. El consejo de la niñera “tienes que aceptar todo lo que hace tu marido de manera sumisa”, hace tiempo que desapareció de su mente. Ella revoloteaba como un pez en el agua bajo el cuidado de su mano. Y una sensación inimaginable sacudió todo su cuerpo.

—¡Ja, no…! ¡Oh!

No tenía sentido luchar por escapar. La besó furiosamente y tocó su cuerpo con firmeza. Max solo pudo apretar la almohada.

Era difícil creer que un acto tan extraño realmente estuviera sucediendo. Le ardían los ojos y le daba vueltas la cabeza. Ella era ignorante. Ella no sabía nada de esto.


Kiara
Bueno, pues esto no es muy placentero de leer, lo sé, la falta de conocimiento de Max, la rudeza de Riftan que aunque intenta ser amable es muy duro, como si no supiera tratar con una mujer, bueno esperemos que la situacion mejore y mejorara con el paso de los capitulos un poquito de paciencia

9 respuestas a “Bajo el roble – Capítulo 3: Noche de bodas”

  1. Es triste porque ella no sabía lo que estaba pasando y el miedo a ser golpeada, así como el “deber” de ser una buena esposa la forzaron a esto… ojalá logré encontrar la felicidad 🙁

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido