Bajo el roble – Capítulo 39: Instalándose lentamente

Traducido por Aria

Editado por Yusuke


Al girar su rígida cabeza, vio a Ruth en cuclillas bajo un árbol rascando cuidadosamente el musgo entre sus raíces. Poco después, cogió su saco y se puso en pie.

—Mis ropas y mi armadura están tan manchadas de negro que me pregunto si debería cambiar el nombre a Caballeros del Dragon Negro, en lugar de Caballeros del Remdragon (blanco) —dijo con una cara agria.

—¡Sir Ruth!

Yurixion, visiblemente contento de verle, corrió hacia él.

—¿Qué hace usted aquí?

—Estoy haciendo reactivos a petición de lady Calypse, para revivir los árboles del jardín —dijo él mientras levantaba un saco. Fijando su mirada en ella, continuó—. Parece que estabas relatando la feroz batalla que viviste durante tu viaje.

Max se sonrojó literalmente de pies a cabeza. Había sido sorprendida con un farol, con las manos en la masa, y de entre toda la gente, por el mismo que la vio vomitar y desmayarse. Lo único que deseaba era convertirse en polvo y desaparecer.

Sin embargo, el ánimo de su público no se vio afectado en lo más mínimo. Los chicos temblaban de emoción, sin notar su vergüenza en absoluto.

—¡Sí! Nos estaba contando cómo lord Calypse mató a diez ogros gigantes en un abrir y cerrar de ojos.

—Diez ogros gigantes dices…

A medida que cada palabra se dibujaba, el corazón de Max latía diez veces más con la ansiedad. Se preguntó si debía cortar por lo sano y salir de aquí con el pretexto de tener algo urgente a mano. Sus ojos daban vueltas como una presa que busca escapar.

¡Como si Ruth no supiera lo que estaba pensando! Le lanzó una sonrisa socarrona y, con total naturalidad, le dijo:

—¿Sólo has llegado hasta aquí? También hubo una batalla en las montañas.

—¡¿Una batalla en las montañas?! —exclamó Yurixion.

—Estábamos cruzando la montaña Anatorium cuando nos topamos con una manada de hombres lobo. ¿Cuántos eran en total? ¿señora Calypse? Mi memoria está un poco borrosa últimamente.

—Y-Yo tampoco…

—Comprensible, quiero decir que había tantos que era difícil de contar. Toda la montaña estaba cubierta con su oscuro pelaje, así que probablemente parecía que alguien había puesto una alfombra sobre la montaña.

—¿Había tantos hombres lobo en la montaña Anatorium? —gritó Yurixion con asombro.

Max sudaba profusamente, ya que era incapaz de estar de acuerdo o negar lo que decía Ruth.

Con una suave sonrisa, el mago continuó.

—¿Qué tal si les cuentas la historia de lo que pasó ese día con todo detalle señora Calypse?

Las miradas de los chicos, llenas de expectación, volaron hacia ella. La cara de Max estaba al rojo vivo, no tenía los nervios lo suficientemente gruesos como para inventarse una historia delante de alguien que realmente estaba allí cuando todo sucedió. Quizás apiadándose de su estado actual, Ruth le tendió una mano.

—No podemos quitarle el tiempo a nuestra señora así, ya que está muy ocupada.

—S-Sí, e-estoy un poco o-ocupada.

Ni siquiera parpadeó antes de agarrarse a la mano amiga.

Sin embargo, ¿creía que la dejarían ir tan fácilmente? Ruth la detuvo de nuevo.

—Oh, ahora que lo pienso, tengo una noticia para usted, señora. Estaba tan concentrado en su historia que casi me olvido de decírselo.

—¿No-Noticias?

Ella volvió a mirarle con cuidado, recelosa, preguntándose si se trataba de otra de las bromas del mago. Pero cuando notó que él sostenía una pequeña hoja de pergamino desplegada para que ella la viera, se relajó un poco.

—Este es un telegrama que lord Calypse envió a mi torre a través del dispositivo de hechicería del palacio. Dice que va a partir hacia Anatol en cuanto termine la ceremonia. Tardará unos quince días como máximo. No, considerando la movilidad de los caballeros, deberían llegar en diez.

Ante la inesperada noticia, Max se olvidó al instante de su vergüenza y sonrió. Se acercó a él y enseguida echó un vistazo al pergamino, vio la fecha de salida y un resumen de la ruta.

Ruth sacudió la cabeza y dejó escapar un profundo suspiro como si no pudiera hacer nada.

—Parece que en realidad sólo va a pasar por allí y luego va a regresar.

—¿Q-Qué hay de m-malo en e-eso?

—No hay nada malo en ello, pero bien podría reclamar la gracia del rey mientras está allí, ¿sabes?

Sir Ruth, estoy seguro de que lord Calypse está preocupado por la seguridad de nuestra ciudad. Una cantidad colosal de hombres lobo ha aparecido cerca de nuestras tierras; ¿cómo no iba a estar preocupado? —Yurixion defendió apasionadamente a Riftan.

Como la conversación se desvió hacia una dirección que no le gustaba, Max se puso notablemente nerviosa y se apresuró a terminar la conversación.

—D-De todos mo-modos, gracias por d-decírmelo. B-Bueno, debería e-empezar a ir a la he-herrería, te-tengo algunos n-negocios allí.

—Oh, sé muy bien que es usted una dama ocupada, señora.

Max se alejó, dejando atrás a Ruth y su tono sarcástico. Sus pasos eran tan ligeros que se sorprendió a sí misma. Quiso tararear, pero se contuvo al ser consciente de que los chicos la seguían.

♦ ♦ ♦

Una vez terminada su ronda por el interior del castillo, Max volvió a su habitación para ordenar los artículos que tenía que pedir. Así, el resto del día lo pasó tranquilamente en compañía de papeles y comida.

Al día siguiente, justo al amanecer, corrió a la biblioteca con los papeles, entregándoselos a Ruth para asegurarse de que no había problemas. El mago, que estaba tumbado en una alfombra desgastada y dormía usando los libros como manta, frunció el ceño al ser molestado. Aun así, se enderezó rápidamente y se puso a revisar la hoja de pedidos sin rechistar.

Repasando la lista desde el principio, mojó un bolígrafo en tinta y tachó algunos puntos.

—El mayordomo ya ha preparado suficiente aceite y velas. Seguro que tenemos cubiertos y vajilla guardados en el almacén. Además, ¿dónde vas a usar todos estos jabones y aceites de fragancia?

—P-Pensé que los c-caballeros disfrutaban to-tomando baños y sa-sauna así que…

—¿Qué de…? ¿De verdad crees que esos hombres usarían jabones y fragancias tan lujosos? Todos fruncirían el ceño si se acercaran a algo con aroma floral. Basta con pedir la cantidad necesaria.

Ruth tachó implacablemente los artículos de la lista. Luego, dándole un vistazo de nuevo, habló como si le estuviera haciendo un favor.

—El resto parece correcto.

—En-entonces. ¿d-debería pedirlos a-ahora?

—Vamos a añadir unos cuantos artículos más.

Los ojos de Max se abrieron de par en par, ya que era la primera vez que quería comprar algo. Miró con curiosidad lo que Ruth estaba anotando y vio una lista de nombres. Max se quedó desconcertada ya que pensó que estaba planeando comprar algunos esclavos.

—¿Q-Qué e-exactamente es-estás e-escribiendo?

—Nombres de académicos. Por favor, pida a los sirvientes que compren escrituras con estos nombres tal cual.

Max lo miró sin comprender.

—¿In-intentas comprar a-algo que q-quieres p-personalmente ahora? A-Además, es un a-artículo de lujo c-caro, como un li-libro…

—Señora, el conocimiento es un bien incomparable.

Habló con absoluta seriedad y solemnidad.

—Estos escritos no son para satisfacer mis deseos. Son lo que necesita esta biblioteca, lo que quiero decir es que cualquiera puede entrar y leerlos libremente.

La mandíbula de Max cayó ante sus descaradas palabras. Este mago odiaba absolutamente que alguien, que no fuera él, estuviera en la biblioteca. Incluso le insinuó a ella, la señora del castillo, que le molestaba que viniera a la biblioteca. Francamente hablando, ocupar la torre del castillo no era suficiente para Ruth, sin autorización había tomado también la biblioteca.

—N-Nunca he vi-visto a nadie e-excepto a ti y a mí u-usar la bi-biblioteca antes.

—A partir de ahora habrá más gente que la utilice.

Habló a lo grande. Max entrecerró los ojos, dudando de sus palabras. Los caballeros estaban ocupados entrenando todo el día y rara vez caminaban por los alrededores, excepto para cenar en el gran salón, así que qué más gente. A Max le molestaba mucho Ruth, que era extremadamente quisquilloso y entrometido con los artículos que pensaba comprar, pero era insensible cuando se trataba de cosas que él quería. Max le arrebató el bolígrafo a Ruth y tachó su lista. Ruth flipó y le quitó el pergamino de las manos.

—¡Soy el mago de este castillo! Mejorar mis habilidades no sólo es beneficioso para mí, sino también para Anatol.

—¡C-Como es-esperaba! Sólo i-intentas pedirlos po-porque los n-necesitas. Y e-estos li-libros no son ni s-siquiera libros de m-magos.

—¿Cómo lo sabes?

—D-Durante ve-veintidós años b-básicamente viví en una bi-biblioteca como tú. A-Al menos p-puedo reconocer a f-filósofos como Ge-Gerad y Ka-kazaham.

Los orbes azul grisáceos de Ruth temblaban violentamente, estaba agitado. Estaba claro que había una mezcla de libros que no tenían nada que ver con la magia. Max sonrió con conocimiento de causa.

—De-devuélvelo. He o-oído que habrá una co-construcción de c-carreteras el año que v-viene. N-no podemos c-comprar esta c-cantidad.

—Entonces ¿¡estás de acuerdo con que tu hijo crezca como un tonto que no sabe más que blandir una espada! —exclamó con urgencia.

Max, que estaba estirando los brazos para quitar el papel, se puso roja como si alguien le hubiera echado agua hirviendo en la cabeza. Sentía como si el vapor saliera de la parte superior de su cabeza.

—¡Hi-hi-hijo! ¡Qu-qu-qué estás… q-qué estás d-diciendo!

A la extremadamente agitada Max, Ruth le dijo despreocupadamente:

—¿Por qué estás tan avergonzada? Es natural que las parejas tengan hijos. A menos que lord Calypse vaya a otra expedición, en el próximo año o dos, el castillo probablemente se llenará con los llantos de un niño.

—Ni-ni-niño, niño…

Estaba ardiendo tanto que toda la zona alrededor de sus ojos estaba caliente. Se envolvió la cara con las manos y después de mucho esfuerzo se refrescó. Su corazón empezó a palpitar cuando se le ocurrió abrazar a su bebé de pelo negro. Ruth agarró la mano de la señora que se retorcía.

—¿No quiere criar a su hijo para que sea listo e inteligente?

—E-El n-niño ni s-siquiera han n-nacido to-todavía.

—¡Es demasiado tarde después de que nazca! ¡Un niño se alimenta de sabiduría para crecer! ¡Tenemos que establecer el entorno con antelación!

No sabía lo que era tarde, pero el ímpetu del mago le impedía hacer cualquier contraargumento. Ruth escribió rápidamente una lista de órdenes en el pergamino mientras estaba distraída.

—Bien, terminado.

Le entregó el pergamino con una cara de satisfacción después de haber rellenado casi cinco líneas. Max lo tomó con una mirada hosca.

—S-Si compramos t-tantos libros y c-cuando Ri-riftan se en-enfade…

—A lord Calypse no le importan unos míseros centavos como estos.

Max lo miró estupefacta. Aunque ella no era tan mundana, sabía lo caros que eran los libros. Si no fueran tan caros, ¿por qué su padre guardaba ciertos libros en el armario de la vitrina para que nadie pudiera tocarlos? El cristal no podía ni compararse. No sólo se necesitaba mucho esfuerzo y tiempo para escribir cuidadosamente línea por línea en el costoso papel, sino que también costaba mucho coserlo todo cuidadosamente, por no hablar de cubrirlo con cuero y dorarlo.

Por si fuera poco, no era fácil conseguir libros que no fueran epopeyas heroicas sobre caballeros, como poemas o novelas románticas llenas de canciones juglares, ya que estaban escritas por un número reducido de autores e incluso cuando lo conseguías de alguna manera el vendedor podía fijar cualquier precio. Ella protestó con voz fuerte.

—T-Tú eres qu-quien ha d-dicho que a-ahorre.

—Señora, ¿sabe qué es más valioso que el oro? El conocimiento.

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