Bajo el roble – Capítulo 40: Sus primeros compañeros amables

Traducido por Aria

Editado por Yusuke


—Señora, el conocimiento es más precioso que el oro —anunció Ruth sin pudor.

El mago se dejó caer entonces para tomar asiento. El retroceso que produjo su repentino movimiento hizo que los libros que antes había apilado temblarán y se desplomaran en el suelo. El conocimiento que dijo que era más valioso que el oro estaba ahora desordenado bajo sus pies.

Max, que había estado observando el intercambio, tenía la boca ligeramente abierta, preguntándose si debería deslizar un comentario, pero en su lugar terminó suspirando pesadamente. No podía tomar una actitud intransigente, quería ayudar porque ella también estaba recibiendo mucha ayuda de él.

—Yo-yo les p-pediré que traten de a-adquirirlos —dijo Max mientras se preparaba para salir de la habitación.

—Se lo agradecería.

El mago respondió modestamente a su comentario y abrió otro libro que acababa de alcanzar. Ella negó con la cabeza la gratitud del mago y salió de la biblioteca en silencio para no perturbar su trabajo.

Mientras se alejaba de la biblioteca, se dio cuenta de que los pasillos estaban bien iluminados, blancos por la brillante luz que entraba por las ventanas recién reemplazadas. Las ventanas habían permitido que entrara más luz solar en las paredes del castillo.

El tiempo ha sido inusualmente claro durante los últimos días, pensó Max mientras miraba el cielo azul sin nubes desde las ventanas. Se deleitó con su calidez y bajó las escaleras con paso ligero. Al final de los peldaños, una robusta barandilla con dibujos de época estaba uniformemente unida, y una suave alfombra saludaba sus suelas.

Cuando le pidieron por primera vez que decorara el castillo, se sintió abrumada, pero ahora tenía una inexplicable sensación de logro ante el castillo que veía cambiar lentamente ante sus ojos.

Se dirigió felizmente a la sala de banquetes para dar su lista de pedidos a Rodrigo. Cuando llegó, lo vio supervisando cuidadosamente su trabajo, que estaba casi terminado. Se acercó a él con cuidado.

—R-Rodrigo, ¿e-estás ocupado?

—Ah, señora, está aquí. —Rodrigo le devolvió la mirada, su rostro arrugado estaba pintado con una brillante sonrisa.

Con una sonrisa propia como respuesta, Max le entregó el pergamino lleno de órdenes.

—He r-recorrido las instalaciones interiores, y he comprobado si hay algo que ne-necesitemos. ¿P-Podrías pedir lo que he anotado? ¿P-Por favor?

—Por supuesto —respondió Rodrigo.

—T-También diles que traigan los libros que anoté al final —añadió Max.

—Sí señora, lo haré. —El mayordomo dobló prolijamente el pergamino y lo guardó en el bolsillo del pecho.

Ella se volvió con una sonrisa, sintiéndose mareada por haber completado una de sus tareas. Estaba a punto de abrir la puerta y salir de nuevo, cuando Rodrigo la llamó apresuradamente.

—Señora, los aprendices, Yurixion y Garow, han salido hoy al valle a primera hora de la mañana y han capturado cuatro Oakleys. Ahora mismo se están preparando en la cocina, si no ha comido todavía…

—¿O-Oakley?

Rodrigo miró sorprendido su cara de confusión.

—¿No lo ha probado nunca? Es un pescado de agua clara que vive en el valle. Es muy jugoso y suave. No hay nada en el mundo tan apetitoso como un Oakley recién capturado y cocinado a la brasa.

Max tragó saliva.

La comida en el castillo de Calypse era muy sabrosa, pero tendía a ser bastante orientada a la carne. Su afinidad por la carne era tan extrema que no había comido pescado desde que llegó aquí, a pesar de que la zona era adyacente al mar. Había tenido tantas ganas de comer pescado que su estómago retumbó de repente al mencionarlo.

—P-Pero los aprendices son los que lo pescaron así que no puedo… —Max comenzó a protestar, pero no pudo completar su frase porque Rodrigo la cortó.

—Han dicho que lo han traído para usted, señora. Estarán encantados de que vaya a cenar con ellos.

Max, que se sorprendió al escuchar que el pescado había sido capturado para ella, se sonrojó al pensar en su consideración y sólo pudo asentir como respuesta.

No entendía por qué lo hacían y, francamente, no le importaba averiguar su motivación para hacerlo, sólo quería comer algo de pescado.

Así que Max se apresuró a salir de la sala de banquetes y se dirigió a las cocinas con entusiasmo, la idea de un pescado recién capturado le daba vértigo.

Tan pronto como llegó a la cocina, escuchó a la gente hablando entre sí, así que se asomó al interior para ver qué estaba pasando.

Max vio a los dos chicos colgando cuatro enormes peces, de la longitud del brazo de un hombre adulto, sobre el desagüe y cortándolos. El cocinero que estaba junto a ellos sudaba copiosamente sin saber qué hacer con los dos aprendices que habían empezado a atender el pescado.

—S-Señor, y-yo lo haré. Por favor, yo lo haré. Por favor, ¡déjeme hacerlo! —exclamó el chef en tono avergonzado.

—Está bien, está bien. También es una especie de entrenamiento para tener una idea de lo que se siente al cortar algo vivo —le dijo ingenuamente Yurixion al chef, que estaba al borde de romper a llorar.

A su lado, Garow, que estaba recogiendo sangre colocando un cubo bajo la cola cortada de uno de los peces, se levantó y dijo:

—Este pez también ha perdido toda su sangre.

—Dámelo. Yo también desmontaré este —indicó Yurixion con entusiasmo por el siguiente pez.

—¡Y-Yo no puedo dejar que sus señorías h-hagan este tipo de…! —exclamó el cocinero en señal de protesta, pero Yurixion le dirigió una mirada mordaz. Esto lo silenció efectivamente.

—Eres demasiado ruidoso. ¿No hemos dicho que esto también es un tipo de entrenamiento? —le dijo Garow al cocinero con un tono de firmeza, lo que hizo que este último diera un paso atrás.

Yurixion asintió con la cabeza y añadió:

—Sí, sí, no podemos dejar el pescado que se ofrece a la dama en manos de los sirvientes.

—¿Pero por qué pescado? ¿No habría sido mejor cazar zorros o ciervos como regalo? —preguntó de repente Garrow a Yurixion.

—¡Garrow! ¡No puedes dañar a una criatura tan hermosa! —replicó Yurixion.

Garow negó con la cabeza, estupefacto con lo que había dicho Yurixion.

—¡Ah! Entonces, ¿este pez acabó así porque no era hermoso?

—No es sólo que no sea bonito, sino que además es sabroso, por eso acabó así —respondió Yurixion alegremente.

Max se encontraba torpemente en la entrada preguntándose si debía entrar o no. No esperaba presenciar el desmantelamiento del pez. El cuerpo del pez a medio cortar la horrorizó, así que se dio la vuelta lentamente para marcharse. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso para alejarse, sus ojos se encontraron con los de Garow, que había estado girando su rígido cuello para estirarlo. Se quedó clavada en su sitio. El chico agitó la mano con una sonrisa alegre.

—Buenos días, señora Calypse —la llamó Garow.

—¡Oh, hola, señora!

Yurixion agitó ambas manos hacia ella también como un perro que mueve la cola. Ella no podía actuar como si no los viera a ambos, así que Max le devolvió el saludo tímidamente.

—B-Buenos días —los saludó.

—¡Llega justo a tiempo! He cogido a estos chicos como agradecimiento a la divertida historia que nos contó ayer. ¡Son los peces más deliciosos de Whedon! —le dijo emocionado Yurixion, señalando el pescado que estaban cortando afanosamente.

—Por favor, espere un momento, señora. Lo prepararé rápidamente y lo pondré en la mesa —dijo Garow, después de cortar la cabeza del pescado.

Max se quedó mirando fijamente la cabeza de pescado que rodó por el suelo. Pudo ver una lengua saliendo de ella, la visión le hizo perder el apetito.

—Mientras preparamos el Oakley, ¿te importaría contarnos la historia de los hombres lobo? —Yurixion la miró expectante mientras atendía afanosamente al pescado. Garow, que estaba a su lado, pareció leer la incomodidad pintada en su rostro y se volvió rápidamente para reprender a Yurixion.

—La señora puede estar sintiendo molestias por toda la sangre, no la retengamos aquí.

Yurixion lanzó a Garow una mirada de incredulidad.

—¿De qué estás hablando? ¡La señora Calypse es una mujer valiente que incluso ha sido testigo de la fuerte lluvia de sangre de los Ogros! Es la esposa del caballero más valiente del mundo, lord Calypse.

Los chicos la miraron entonces como si esperaran escuchar su acuerdo.

Max apenas consiguió esbozar una sonrisa como respuesta cuando la cabeza de otro pez fue cortada y rodó de nuevo por el suelo, manchándolo con su sangre. Intentó conscientemente no mirarlo y respondió:

—Por supuesto. Esto no es nada para mí.

—¿Ves? ¡Eh, que alguien traiga una silla para la señora! —exclamó Yurixion complacido e hizo un gesto para que uno de los sirvientes de la cocina trajera una silla para que Max se sentara.

No hay escapatoria, pensó Max sombríamente. Miró tristemente la silla que el sirviente de la cocina le había traído.

Parecía que tenía que inventar inmediatamente una historia sobre los hombres lobos mientras los chicos cortaban el pescado. Se sentó en el borde de la silla sintiendo que estaba a punto de llorar.

En medio de su angustia interna, Yurixion se las había arreglado para agarrar y pelar la piel gruesa y de aspecto masticable del Oakley, le había quitado las aletas del lomo y el estómago, y había tirado el filete blanco suavemente cortado en el plato. El esqueleto del pez quedó rápidamente al descubierto y se apartó para disponer de él más tarde. Hizo una pausa en su corte para compartir con el grupo lo que sabía de los hombres lobos.

—También he visto una vez a un hombre lobo. Su cabeza es la de un lobo feroz y el cuerpo es similar al de un humano. ¡Y salta rápidamente de un árbol a otro con sus dos pies!

Yurixion sonrió satisfecho al ver que sus compañeros le prestaban atención.

—También tiene largos colmillos que le salen de la boca, como un jabalí. He oído que disecan su cabeza y la cuelgan en la pared de su habitación en Valto.

—¿Por qué colgarían una cosa tan viciosa en sus paredes? No puedo entender las preferencias estéticas de los norteños —les dijo Garow.

—Los lobos son un símbolo de valentía para ellos. —Yurixion se limitó a responder.

Max observó la carne rosada de los filetes de pescado apilados en el plato que ahora empezaba a parecer una pequeña torre. Su sensación de asco ante la vista pareció desvanecerse a medida que las formas de los peces desaparecían lentamente.

Max sacudió la cabeza para desechar los pensamientos del pescado y respiró profundamente en secreto para recuperar la compostura, sus compañeros esperaban una historia de ella, por eso querían que cenara con ellos. Utilizaron ese pez como cebo.

Justo cuando soltó un suspiro se dio cuenta de que Yurixion le devolvía la mirada y se limpiaba el agua de las manos con un paño blanco.

—¿No es curioso que presuman de lo valientes que son atrapando y disecando a un enclenque hombre lobo? ¡Los Caballeros Remdragon pueden deshacerse de docenas de hombres lobo en un abrir y cerrar de ojos! —Yurixiom se jactó y Garow, que estaba a su lado, también se rió con ganas.

—También tengo mucha curiosidad por saber cómo luchó lord Calypse contra ellos —comentó Garow mientras agitaba el cuchillo que estaba usando para cortar el pescado en el aire en un intento de imitar cómo lord Calypse debió luchar con los hombres lobo.

Max dejó escapar una sonrisa temblorosa ante los dos.

No tenía forma de evitarlo porque sabía que nunca estarían satisfechos hasta que alimentara su curiosidad. Así que Max comenzó a exprimir una historia con pequeñas lágrimas en los ojos.

Los chicos la escuchaban alegremente, con las mejillas enrojecidas por la emoción. Max inventó un cuento en el que Riftan cortaba las cabezas de tres hombres lobo en un abrir y cerrar de ojos y en el que las cabezas de los monstruos caían como granizo negro mientras él avanzaba hacia ellos. Max se esforzó por parecer entusiasta y se aseguró de que los chicos estuvieran entretenidos. Parecía que lo estaban porque la escuchaban con entusiasmo.

Max pronto se olvidó de la incomodidad de ver el desmembramiento del pez por las reacciones de los chicos hacia su historia. Nunca en su vida imaginó un día en el que hablaría alegremente delante de tanta gente. Y parecía que les gustaba mucho su forma de contar historias.

—Señor, la salsa está lista— La discusión del grupo se cortó debido a que el cocinero les informó de su progreso en la cocina.

—Date prisa y cocínalo entonces. ¡Me muero por comer! —respondió Yurixion. Cuando eso se acabó su atención se centró de nuevo en la historia de Max.

Cuando la historia se acercaba a su fin, el jefe de cocina echó la carne de pescado recortada en un cuenco y empezó a mezclarla con una salsa oscura. Por un lado, estaba calentando una sartén bañada en aceite y, por otro, estaba preparando una ensalada con cebollas y hierbas cortadas en rodajas finas. Así de fácil, la sensación de asco de Max desapareció, como si nunca hubiera existido en primer lugar y se convirtió en hambre. Justo cuando terminó su relato, el cocinero volvió a informarles del estado de su próxima comida.

—Tiene un sabor increíble cuando se hace a la parrilla y se sirve con ensalada. Por favor, esperen un momento. —El jefe de cocina habló con seguridad y comenzó a asar el Oakley sazonado en la sartén caliente.

Un delicioso olor comenzó a extenderse en el aire mientras el pescado se cocinaba con sonidos chisporroteantes procedentes de él.

Se dirigieron a sentarse cómodamente en una mesa cuidadosamente preparada para ellos por los sirvientes y se sentaron uno frente al otro en la pequeña mesa. Se sentaron al otro lado de la cocina, y a pesar de esta distancia todavía podían oír al jefe de cocina discutiendo con uno de los empleados de la cocina que, en lugar de comer de un plato de plata, tenerlo directamente de la parrilla era lo mejor para el plato.

Poco después de escuchar la ligera discusión, se sirvió ante ellos una ensalada fresca y un plato de Oakely de aspecto delicioso. Los dos aprendices le dieron con entusiasmo un gran trozo de pescado asado y su olor deleitó a Max.

Max sacó su cuchillo y tenedor de plata y comenzó a cortar un pequeño trozo del humeante pescado caliente y lo probó.

En cuanto se metió el pescado en la boca no pudo evitar soltar un jadeo de emoción. La suave carne, llena de salsa dulce, se deshizo en su boca. Los ojos de Max se abrieron de par en par ante su sabor.

—¡Es de-delicioso! —exclamó y los dos chicos la miraron con orgullo.

—¿Verdad? ¡Nada puede compararse con la temporada de otoño de Oakley! —dijo Yurixion mientras él también comenzaba a cortar su pescado y comían felizmente.

Estaba delicioso, Max no pudo evitar exclamar estas palabras en su cabeza cada vez que daba un bocado. La carne blanda y tierna no sabía para nada a pescado, sino que soltaba jugos dulces cada vez que la masticaba.

No le costó nada terminar los dos grandes trozos de pescado que tenía en el plato. Parecía que se los había terminado tan rápido que el pescado desapareció en un santiamén.

Mientras tanto, los dos chicos parecían haber sido más rápidos que ella, pues ya habían vaciado tres porciones de pescado.

Ella tomó otra porción y la comió con la crujiente ensalada.

—E-Es realmente d-delicioso —les dijo agradecida, la comida era excepcional.

—Me alegro de que esté satisfecha. —Yurixion, que ya había vaciado sus platos y los había dejado limpios, le sonrió después de decirle su respuesta. Luego, con una sonrisa orgullosa, dijo—: La próxima vez, cogeré otro delicioso pez para usted.

Max se dejó llevar por su sonrisa amistosa y se rió con él. La buena voluntad de los dos chicos la hizo sentirse eufórica y se sintió sinceramente conmovida por su regalo.

—Y-Yo lo esperaré con ansias, entonces —les dijo mientras tomaba otro bocado.

Max no olvidará el sabor del Oakley a la parrilla, eso era seguro.

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