Bajo el roble – Capítulo 41: Extraña afinidad a la magia

Traducido por Aria

Editado por Yusuke


Pasaron los días y la construcción por fin había llegado a su fin. Max y su fila de sirvientes dieron una vuelta por el gran salón, transformado en una sala irreconociblemente bella.

Una araña dorada colgaba del techo, brillando con un sutil pero impresionante resplandor. Iluminaba la antigua sala sumida en una oscuridad perpetua, y bajo ella había una alfombra bordada en hilos rojos y dorados. Una larga y suave cortina se extendía sobre la escalera, que conducía a la gran y elegante sala de banquetes.

Max admiró el salón en todas las direcciones. El frío suelo de piedra había sido sustituido por suaves baldosas de mármol, y tres magníficos candelabros de plata decoraban el techo arqueado de la sala. En una de las paredes colgaba una alfombra bordada con Uigru remontando el cielo a lomos de un dragón, y las cortinas de color vino cubrían las ventanas. En el podio había sillas vestidas de seda y pieles y una estatua de unicornio hecha de mármol se encontraba en la terraza, fuera de la ventana.

—¿Qué le parece, señora? —preguntó cuidadosamente Aderon para asegurarse de que la señora del castillo de Calypse estaba satisfecha. Max movió lentamente la cabeza hacia arriba y hacia abajo mientras tocaba la ventana de cristal transparente y brillante. El cálido rayo de sol se coló a través del cristal e iluminó la zona.

—E-Es increíble.

La satisfacción se extendió por el rostro de Aderon y Max sonrió con su genuina sonrisa de felicidad. Aunque podía ser un pregonero a veces, no era un embaucador, eso estaba claro. Ofrecía materiales de alta calidad y a un precio adecuado, así como trabajadores fieles y esforzados. Para mostrar su agradecimiento, Max invitó a Aderon a un banquete en el castillo. Con el estómago lleno de vino caro y el plato especial del chef, carne de ciervo asada, Aderon salió del castillo por última vez como un hombre satisfecho.

—Oh, vaya. No reconozco este lugar en absoluto. Sir Calypse seguro que se sorprenderá cuando vuelva.

De pie junto a la puerta principal, viendo cómo el carruaje del mercader desaparecía en la distancia, Max giró la cabeza al oír la voz. Era Ruth, rascándose el desordenado pelo gris, bajando las escaleras. Max preguntó con un dejo de incertidumbre.

—¿L-Le gustará?

—Bueno, pidió una renovación, así que no hay duda de que se alegrará al verlo.

Su apática respuesta no ayudó en absoluto a que Max se sintiera segura. Miró al descuidado hombre, que bostezaba perezosamente, y respondió con frustración.

—¿T-Te duele ha-hacer un c-cumplido?

—Ah, es hermoso. Está tan bien arreglado que no puedo abrir los ojos. Mi mente está completamente alucinada por el brillante espectáculo —recitó sin alma mientras estiraba la espalda.

Max volvió a mirarle con desdén, pero Ruth la ignoró y se dirigió hacia la puerta. Cuando estaba a punto de salir, recordó algo y se detuvo para girarse y mirar a Max y su séquito de sirvientes.

—Hmm, ¿es este el momento adecuado? —murmuró para sí mismo y sacó de su bolsillo interior del pecho un pequeño frasco, agitado con un líquido desconocido.

—La poción para devolver la vida al árbol está lista. ¿Quieres probarla ahora?

—¿Y-Ya? —Sus ojos se abrieron discretamente, consciente de las miradas a su alrededor.

—He sacrificado mi sueño para tener esto listo —dijo Ruth, aunque era obvio que acababa de despertarse de una buena y larga siesta. Habiéndole visto dormir en el suelo de la biblioteca un par de veces, Max quiso dar una respuesta sarcástica, pero al final no pudo resistirse a asentir. Era cierto que había hecho un esfuerzo extra para ayudarla con el libro de cuentas y hacer la poción.

Giró sus pasos y salió al jardín y se situó junto al roble sin vida que había junto al cenador. Max se quedó junto a él mientras le veía descorchar la botella y verter el misterioso líquido sobre las raíces del árbol.

—Oh, el poderoso espíritu de la naturaleza. Toma a este pobre en tus brazos y concédele tu aliento de vida —cantó.

Max puso los ojos en blanco al escuchar su voz. Ella misma fue tratada con frecuencia con hechizos después de ser golpeada por su padre a menudo a una edad temprana y estaba lo suficientemente familiarizada con los procedimientos para saber que la magia se puede utilizar con órdenes simples. Estaba segura de que su elaborado monólogo era para presumir.

Justo cuando se preguntaba por qué Ruth estaba exagerando, Max vislumbró a los sirvientes detrás de ella, llenos de asombro, y se dio cuenta de su intención. Era para demostrarles que estaba haciendo todo lo posible por devolver la vida al árbol.

Ruth abrió los brazos y miró al cielo como si recibiera el vigor de los dioses de arriba, luego juntó las manos junto al corazón y cerró los ojos solemnemente. Max se mordió los labios para tragarse la risa, pero pronto se quedó boquiabierta cuando vio que salían tenues ondas de luz de la línea exterior de su cuerpo.

La luz comenzó a acumularse a su alrededor y Max exclamó con asombro. Además de ser objeto de hechicería, nunca había presenciado un hechizo en acción de frente. La suave luz que rezumaba de sus manos giró una vez alrededor de su cuerpo y rodeó lentamente el árbol, y el feo roble muerto absorbió suavemente la luz, como si se la estuviera bebiendo.

Observando este encantador espectáculo, Max pinchó sigilosamente la luz, que brillaba con un cálido resplandor. Entonces, el globo de luz empapó sus manos como si fuera miel. Sobresaltada, Max apartó las manos y Ruth abrió los ojos ante el espectáculo.

—Qué raro —dijo, bajando las manos a su lado. Después de que toda la luz se hubiera filtrado en el árbol, Ruth acarició las ásperas ramas como si quisiera comprobar algo y se volvió para mirar a Max.

—Señora, parece que tiene usted afinidad, aunque sólo un poco, con el maná.

—¿A-Afinidad al m-maná?

—Es el talento más básico requerido para practicar la magia.

Max se quedó mirando con asombro. ¿Tenía lo necesario para convertirse en bruja? Perdida en sus profundos pensamientos, miró sus propias manos cuando Ruth se encogió de hombros.

—Es sólo la habilidad más básica. Es igual que tener un poco de agilidad, que puede ayudarte a convertirte en espadachín. No puedes convertirte en una bruja o un mago por tener sólo eso.

—Ah y-ya veo. —Max bajó los hombros, inesperadamente amortiguada por sus palabras que la despertaban a la realidad. Desde luego, era imposible que ella tuviera alguna habilidad especial.

Ruth sonrió suavemente ante su cara de decepción.

—Aun así, es una habilidad muy valiosa. Hay muchas facetas sorprendentes en ti.

Ella ladeó la cabeza hacia él, inquisitiva.

—¿L-Lados s-sorprendentes?

—Puedes estar sorprendentemente llena de rabia, puedes farolear, no quieres perder, y tienes afinidad con el maná.

Su rostro se sonrojó ante las inesperadas descripciones. No parecía que fuera ella en absoluto. Sin embargo, el hombre continuó con su impresión de ella, a pesar de la vergüenza que había en su rostro.

—La primera vez que te vi, pensé que eras una dama tranquila y débil. Pero cuanto más tiempo pasamos juntos, más aprendo de la tímida señora, llena de algo nuevo e interesante cada vez.

Al ver su cara seria pronunciando sus cumplidos, Max sólo pudo responder:

 —N-No suena c-como un c-cumplido.

—Pero es un cumplido —dijo Ruth con una cara de descaro.

Pero el hombre era siempre tan sarcástico. Incluso los cumplidos se hacían con un encogimiento de hombros y un tono impasible. Max hizo un mohín con los labios y pateó ligeramente las oscuras raíces del árbol que sobresalían del suelo.

—D-De todos m-modos ¿e-entonces está v-vivo? —intentó cambiar de tema, sintiéndose consciente de sí misma.

—No hay forma de saberlo.

—¿Q-Qué quieres d-decir?

¿Qué podía querer decir que no había forma de saberlo justo después de que él lanzara el largo y extravagante mantra de un hechizo? Cuando ella lo miró con los ojos entrecerrados, él se encogió de hombros despreocupadamente.

—Lo que he hecho es inyectar el maná de la naturaleza en el árbol. Podremos ver los resultados cuando llegue la primavera. Si brotan hojas verdes, es que se ha recuperado, pero si no, probablemente esté muerto. Supongo que puedes arrancarlo entonces si es lo segundo.

Miró hacia las ramas desnudas y densas y asintió. De todos modos, el arreglo del jardín estaba previsto para la primavera. Sus ojos miraron entonces alrededor del jardín, imaginando el intrincado plan que ya había hecho con el jardinero de antemano. Max se decidió a retirar el árbol si no brotaban hojas jóvenes en primavera y a sustituirlo por coloridas flores y jóvenes arbolitos.

♦ ♦ ♦

Terminada su renovación, el castillo de Calypse se preparaba para el invierno. Los sirvientes colocaron gruesas tablas alrededor del pozo para evitar que el agua se congelara, repararon el cobertizo de los caballos y reabastecieron el almacén con una amplia cantidad de forraje y leña. Todo el mundo se esforzaba por hacer su parte para los próximos meses de frío.

Las criadas también estaban ocupadas. Se agazapaban en el lavadero y lavaban la ropa con sus dedos rojos e hinchados, barrían diligentemente el suelo y revolvían hilos de tela para confeccionar prendas prácticas en la sala de tejido. No les sobraba tiempo, ya que tenían que preparar la ropa de invierno para los guardias antes de que el tiempo fuera demasiado frío.

Rudis, perdiendo la paciencia ante la cantidad de tareas que se delegaban, cuidadosamente le sugirió a Max:

—Señora, me temo que simplemente nos falta la mano de obra y el tiempo para preparar todo para el invierno. ¿Qué tal si compramos la tela a un comerciante?

Max aceptó de buen grado la idea, ya que también había visto a sus criadas trabajar en exceso.

—¿C-Cuántas n-necesitamos?

—Hemos preparado la mitad de lo que necesitamos. Si podemos pedir la otra mitad…

Max escudriñó una pila de telas dobladas prolijamente en un rincón de la sala de tejido. Ya podía oír al mago entrometido dándole un sermón por haber hecho un pedido descuidado. Sus dedos rozaron cuidadosamente el pergamino mientras escribía la cantidad que necesitaban y examinaba de cerca la cantidad de tela preparada por las criadas.

—¿Esto es suficiente?

—Sí, será perfecto, señora —asintió Rudis, y luego continuó enumerando todo lo demás que necesitaba atención—. También necesitamos algunas correas de cuero e hilo para mantener la ropa en forma. Ah, y más agujas para…

—Señora, siento interrumpir, pero la necesitamos inmediatamente. Ha habido un incidente.

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