Bajo el roble – Capítulo 52: Solicitud inesperada

Traducido por Aria

Editado por Yusuke


Ruth rebuscó en el desordenado escritorio de madera, apartando los libros y papeles hasta que finalmente encontró la piedra que emitía una luz roja y se la mostró a Max.

—Es una piedra con una cierta cantidad de magia. Si pones esta piedra dentro de las herramientas mágicas, incluso las personas sin magia pueden operar y aprovechar las propiedades mágicas y utilizarlas al máximo. Es como el combustible de las herramientas mágicas —le dijo Ruth a Max mientras le daba la piedra para que la observara.

Max sostuvo la piedra preciosa del tamaño de la palma de la mano en sus manos y la miró detenidamente. Era misteriosamente roja y vidriosa, como si estuviera mirando el agua. Su tacto era extraño.

El corazón de Max palpitó de una manera que nunca antes había sentido. Era como si estuviera viendo un atisbo de otro mundo misterioso.

—Vamos, si has satisfecho tu curiosidad, ¿empezamos a trabajar ya? —le preguntó Ruth a Max, su voz la sacó efectivamente de su leve trance.

—Si no nos damos prisa, lord Calypse me sacará de la torre —añadió Ruth con sarcasmo y Max le hizo un gesto de asentimiento.

Ruth empujó el libro hacia un lugar para crear más espacio para que pudieran trabajar mientras dejaba la piedra sobre la mesa y escuchaba atentamente su explicación mientras Ruth le daba más instrucciones.

El mago le explicó paso a paso cómo dibujar las complejas y difíciles formas para facilitarle sus tareas.

Max empezó a entender inmediatamente lo que tenía que hacer para ayudar a Ruth. Estudió y aprendió a calcular con él, y así pudo acostumbrarse al trabajo a un ritmo inesperadamente rápido.

Sumaba y restaba los números paso a paso, y tomaba la regla y trazaba las formas complejas y las dibujaba en sus tamaños y formas correctas, tal como se le indicaba. Aunque era una tarea increíblemente complicada para ella, nunca se sintió aburrida haciéndola, sorprendentemente incluso le parecía divertida.

Ruth, que llevaba mucho tiempo escribiendo en silencio palabras antiguas en el pergamino, levantó las cejas asombrado por la cantidad de trabajo que había terminado.

—Tus manos son más rápidas de lo que pensaba. No hay muchos errores en tu trabajo —Ruth elogió a Max, y ella entornó los ojos para discernir si el comentario era un cumplido o no.

—Yo también puedo hacer este tipo de trabajo —dijo Max en defensa y Ruth le asintió.

—No lo dudaba. Me refería a que eras mejor de lo que pensaba —le explicó Ruth.

Sin embargo, a pesar de sus palabras tranquilizadoras, Max sabía que el mago se estaba burlando de ella, y rebajando sus habilidades como si fuera un hecho que era ignorante e incapaz de la tarea más sencilla. Max no se sintió halagada por él, lo conocía demasiado bien.

Independientemente de lo que él pensara realmente de ella, a Max no podía importarle menos. Ya se sentía aliviada de que no fuera a sufrir sus regaños ahora que había demostrado ser útil para él.

—Me a-alivia oír que es de a-ayuda —Max le dijo al mago antes de volverse a concentrar en su trabajo.

Con una leve sonrisa para sí misma, Max siguió organizando los montones de pergaminos. Después de algún tiempo, sintió el calor proveniente de las ventanas. Miró hacia esa dirección y vio que ya era tarde.

¿Cuánto tiempo llevaban trabajando en la biblioteca? Se preguntó Max mientras sentía que los dedos que sostenían la pluma empezaban a dolerle.

Justo cuando pensaba en esto, las puertas de la biblioteca se abrieron de golpe.

Debido a esta repentina perturbación, Max dejó de hacer lo que estaba haciendo y giró la cabeza hacia la puerta. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio a Riftan con una túnica negra y pantalones de cuero marrón oscuro adentrándose en la biblioteca y dirigiéndose hacia ella.

Se preguntó dónde podría haber estado Riftan y qué había hecho durante todo el día al ver su atuendo informal. El hecho de que no llevara ninguna armadura en su ropa significaba que no tenía planes de salir del castillo.

Max se encontró de pie instintivamente para saludarlo. Cuando se levantó de su asiento con una sonrisa de bienvenida, la fría voz de él le perforó el tímpano con fuerza.

—Los sirvientes han estado aquí desde primera hora de la mañana. ¿Qué demonios estás haciendo?

Max miró perpleja el disgusto en su rostro, no sabía por qué sonaba tan molesto.

Riftan comenzó a caminar por la habitación y se detuvo frente a la mesa y miró los montones de pergaminos y libros esparcidos a su alrededor.

—¿Qué demonios son todas estas cosas? —le preguntó Riftan con brusquedad y Max hizo una ligera mueca de dolor ante su tono.

—Como puedes ver, estábamos haciendo las herramientas mágicas como nos pidió lord Calypse —respondió Ruth a Riftan.

El mago parecía no preocuparse por la actitud dominante de Riftan, las cejas de éste se curvaron con fiereza ante la respuesta.

—¿Por qué debería estar mi esposa donde tú haces herramientas mágicas? —preguntó Riftan a Ruth. Parecía que se esforzaba por controlar su temperamento frente al mago.

—Le pedí ayuda a la señora. Como le he dicho muchas veces, estoy presionado por el tiempo y no podría hacerlo todo yo solo —razonó Ruth.

El tono duro de Ruth hizo que los labios de Riftan se curvaran con enfado. Se giró sobre el escritorio y gruñó amenazadoramente al mago.

—Te pido que hagas algo de limpieza, ¿cómo te atreves a pensar en utilizar a mi esposa para ayudarte? —Riftan parecía dispuesto a matar a Ruth en el acto por faltarle el respeto a su esposa y Max sintió que un ligero pánico subía a su pecho.

—No le pedí ayuda porque pensé que estaría distraída. Es la única que tiene buenas formas y sabe leer y escribir, así que le pedí ayuda. No puedo obtener ayuda de los caballeros —respondió Ruth. El mago no parecía pensar que lo que había hecho estaba mal.

—¡Así que crees que está bien buscar la ayuda de la esposa del señor! —Riftan levantó la voz más fuerte y sus ojos se volvieron aún más asesinos.

Max se acercó rápidamente a él y se interpuso entre ellos.

—R-Riftan, estoy b-bien —le dijo suavemente.

Riftan le lanzó una mirada feroz.

Sus hombros temblaron ante la actitud amenazante que parecía tener, pero no podía dejar a Ruth, que la ayudaba en muchos aspectos, así que Max intentó mantener a Riftan tranquilo.

—No es tan di-difícil. Sobre todo, es por la se-seguridad de A-Anatol. No quiero que o-ocurra lo mismo… —Max comenzó a explicar, pero antes de que pudiera terminar Riftan volvió a hablar.

—Por supuesto, no dejaré que vuelva a ocurrir. —Esta vez Riftan le habló en un tono más suave. Pero su rostro seguía rígido y parecía reacio a dejar pasar este incidente.

—Pero no deberías arriesgarte a estar en peligro tú misma —Riftan le dijo a Max.

—¡Dios mío! ¿Dónde diablos está este lugar lleno de peligro? ¿Tienes miedo de que tu esposa muera apuñalada con una pluma? —le dijo Ruth a Riftan, su frío sarcasmo era claramente evidente.

—¡A menudo provocas explosiones e incendios! ¿Por qué haces esto aquí cuando tienes la torre en primer lugar? ¿Y si esta habitación también se incendia? —replicó Riftan.

—Lo que estamos haciendo ahora es una herramienta mágica defensiva. ¡No hay posibilidad de que haya una explosión o un incendio! Podría jurarlo por mis antepasados. Incluso si hay un problema, en el mejor de los casos, la biblioteca estará a salvo —Ruth respondió con firmeza.

Riftan torció los labios de desconfianza ante las palabras de Ruth.

El hecho de que no hubiera más razones que Riftan pudiera dar para oponerse al mago parecía haber alimentado su irritación.

Mirando a su alrededor, Max apartó con cuidado el dobladillo de la ropa de Riftan de la parte delantera del escritorio.

Sabía bien cuando reconocer a dos perros de caza peleando, tenía que separarlos primero.

—No te e-enfades. Ruth dice que es seguro —Max le dijo a Riftan con el objetivo de calmar su irritación.

—No estoy enojado —le susurró Riftan y finalmente dio un suspiro como admitiendo que había perdido—. Sólo estoy preocupado.

—Bien. Si realmente quieres ayudar, ayúdale. Pero no demasiado. Y Ruth, no se te ocurra meterla en un experimento peligroso o responderás ante mí —Riftan le hizo una advertencia significativa a Ruth mientras miraba al mago.

—¿Qué demonios piensas de mí? —respondió Ruth con incredulidad.

—De todos modos, es suficiente por hoy. Me la llevaré conmigo, así que trabaja duro por tu cuenta —anunció Riftan y la condujo hacia la puerta. Ruth se levantó urgentemente de su asiento como si estuviera sorprendido por las acciones abruptas de Riftan.

De repente, Max sintió un tirón en su brazo y se dio cuenta de que Riftan había tirado de ella hacia él. Era extraño que no se sintiera asustada cuando un hombre tan grande la arrastraba en un estado de ira.

Antes se asustaba mucho cuando él le fruncía el ceño. Ahora se preguntaba cómo había cambiado su percepción de él. Se sintió ansiosa, por supuesto, al ver la oleada de desagrado pintada en su rostro, pero también se sintió tranquila al saber que no le haría daño.

—¿A d-dónde vas, y sin tu armadura? —preguntó Max a Riftan mientras se alejaban de la biblioteca.

—Me voy a tomar un día libre. Debería tener algo de tiempo para refrescarme —respondió Riftan, deteniéndose en su camino.

Max abrió mucho los ojos ante el inesperado comentario de su marido. Sintió que Ruth también parecía sorprendido. Era muy raro que Riftan Calypse declarara que iba a descansar.

—¿Q-Qué vas a hacer para deshacerte de los intrusos? —volvió a preguntar Max.

—Ya he enviado un mensajero de Libadon. Liberaré a los prisioneros en cuanto llegue la compensación. Hasta entonces, no los dejes morir en un calabozo.

—¿Y si Libadon dice que no enviará ninguna compensación? —preguntó Ruth de repente.

—Entonces les cortaré la garganta —respondió Riftan. Pronunció esas horribles palabras con indiferencia mientras miraba la cara de Max.

Luego, hizo un gesto con la mano hacia Ruth, en silencio, como si le estuviera incitando a hablar un poco más, pero Ruth no dijo ni una palabra.

—En ese momento iré a arreglarlo —declaró Riftan.

—Muy bien. Lo has pasado mal durante un tiempo, así que tómate tu tiempo hoy —dijo finalmente Ruth.

—Muchas gracias —contestó Riftan.

A continuación, Riftan condujo a Max a la entrada. Mientras tanto, Max asintió a Ruth por encima de los hombros y siguió a Riftan fuera de la biblioteca, donde la brillante luz del sol ya entraba por las ventanas del pasillo.

Riftan miró por las ventanas recién cambiadas y luego volvió a mirar a Max con los ojos brillantes.

—Tendrás que vestirte completamente para salir. Hace sol, pero el viento es bastante frío —le dijo.

—¿A d-dónde v-vamos? —preguntó Max.

Riftan comenzó a sonreír de emoción.

—Ya tienes tu propio caballo. Montarás en él antes de que haga más frío. Te enseñaré un buen lugar para montar.

Max abrió la boca y lo miró fijamente. Se sorprendió y se alegró de que él intentara pasar tiempo con ella fuera de su dormitorio.

—¿N-No estás c-cansado? ¿P-Preferirías d-descansar en la ha-habitación…? —Max comenzó a protestar, pero fue interrumpida.

—No soy un anciano, Max. No soy tan frágil como para necesitar siempre un descanso en la cama. Si tuviera que pasar algún tiempo en la habitación… —Riftan no continuó lo que iba a decir.

Max contuvo la respiración al ver el calor que brillaba en las negras pupilas de Riftan. De un vistazo intuyó lo que significaba la intensa mirada que le había dirigido. Su rostro brillaba como si se hubiera incendiado en un instante.

Él sonrió ligeramente mientras la abrazaba, con la cabeza inclinada hacia ella con fluidez.

—Es muy tentador, pero hoy voy a salir al campo. Me gustaría llevarte y pasear por mis tierras —le dijo en cambio.

Se detuvieron junto a su habitación para ponerse algo de ropa de montar, y Max siguió a Riftan hasta el establo.

Con la ayuda del mozo de cuadra, Riftan sacó el hermoso corcel blanco que se había convertido en el suyo desde ayer. Al caballo de Max le siguió el propio caballo de guerra gigante de Riftan. En su camino hacia Anatol, ella reconoció enseguida que el caballo lo llevaba Riftan.

Riftan acarició el cuello del caballo con un toque afectuoso.

—Has estado en éste, ¿verdad? Es Talon. Es perfecto, excepto por su mal carácter —le dijo a Max.

Max preguntó inquisitivamente:

—¿Te gusta ese caballo?

—Me gusta. Mi sueño era tener mi propio caballo desde que tenía diez años. Y este es el mejor caballo que he tenido.

Cuando Riftan frotó su cara contra la nariz de Talon, unos celos repentinos y agudos se dispararon dentro de Max.

Max se avergonzó de sí misma y se apartó. Según las enseñanzas de la Iglesia, nada era tan feo como una mujer celosa. Pero ahora tenía envidia de un simple animal, no de ninguna otra mujer.

—¿Le has puesto nombre a este caballo? —le preguntó Riftan, mientras se acercaba a su espalda.

Tratando de recomponer sus sentimientos. Ella se apresuró a enderezar su rostro y negó con la cabeza.

—N-No todavía —respondió.

—Bueno, tienes que hacer uno. Tienes que llamarlo por su nombre a menudo para que sea capaz de seguirte amablemente —le informó Riftan.

—¿Q-Qué nombre te g-gustaría?

—Es tu caballo, así que tienes que ponerle nombre.

Después de pensarlo mucho, Max escupió una palabra que le vino a la mente.

—R-Rem.

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