Bajo el roble – Capítulo 60

Traducido por Aria

Editado por Yusuke


Max se acercó a Ruth con los ojos muy abiertos, mirándole la cara. Estaba muy pálido y ella no estaba segura de si era por el agotamiento de esforzarse continuamente usando magia curativa.

Ruth suspiró agotado y se agachó junto a un guardia levantando con cuidado el brazo roto del hombre donde el hueso asomaba a través de la piel.

—¿Puede agarrarle los hombros, mi señora?

Max miró por un momento el rostro del guardia inconsciente y luego levantó ambas manos hacia sus hombros. Entonces, Ruth tiró del brazo roto y realineó el hueso.

Inmediatamente, los ojos del guardia se abrieron, soltó un grito y retorció el cuerpo. Max casi cayó al suelo por su fuerza.

—¡Por favor, agárrelo fuerte!

Apenas pudo mantener el equilibrio y presionó con fuerza el cuerpo del guardia. Después de que Ruth le arreglara el brazo, cubrió con sus manos la herida abierta que chorreaba sangre. Entonces una luz blanca envolvió la herida.

Max contempló el espectáculo con los ojos muy abiertos. La magia curativa que recuerda se sentía bastante fría y helada. Después de haber sido azotada por su padre hasta dejar la piel hecha jirones, si recibía un tratamiento del clérigo, siempre recordaba haber sentido como si le frotaran un bloque de hielo en la piel.

Pero la luz que rodeaba al guardia ahora parecía cálida y suave, como el sol de primavera. Max tocó secretamente la luz. Sintió el cálido calor que parecía derretir la punta de sus dedos, igual que el otro día tocó el árbol junto al pabellón.

—Las garras y los dientes de un hombre lobo son venenosos. Por favor, dale este antídoto cuando recupere la conciencia. No, mézclalo primero con agua hirviendo y luego haz que lo beba.

Max se sacudió la extraña sensación que tenía y se apresuró a levantarse.

—I-Iré a hervir a-agua en la o-olla ahora mismo.

—Gracias, mi señora.

Ruth se recostó en el borde del lecho improvisado de pajas amontonadas con aspecto fatigado y recuperó el aliento. Parece que la magia curativa consumía mucha energía.

Durante su descanso, Max salió del barracón y pidió a la criada que preparara un té medicinal y se los llevara. Se dirigía a las barracas con leña para el brasero, y de repente vio a los guardias y caballeros reunidos en el espacio abierto quemando los cadáveres de los hombres lobo.

Max se congeló ante la aterradora escena. Cuando el olor a carne quemada tocó su nariz, las náuseas que apenas estaba conteniendo estallaron en su garganta.

Max dejó la leña y corrió rápidamente al bosque. Su interior latía violentamente. Se puso en cuclillas sobre el tocón de un árbol y vomitó agua. Las lágrimas corrían por sus mejillas rojas.

—Oye, ¿estás bien?

Estaba jadeando cuando una voz grave llegó desde la distancia.

Giró la cabeza sorprendida. Un joven y alto caballero de pelo castaño claro estaba de pie a unos pasos de ella. Mirando la cara de Max, sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Qué hace su señoría en un lugar como éste?

Murmuró que no sabía que la esposa del señor había venido con ellos con una mirada atónita.

Max se avergonzó de haber sido sorprendida con un aspecto tan indecoroso y estrafalario, y se limpió la boca con la manga de su túnica.

—Estaba en medio de ir a buscar leña cuando… —murmuró, entumecida. No podía decir que sintiera náuseas al ver el cuerpo en llamas del monstruo. Pero el caballero logró comprender la situación y gimió en voz baja.

—Su señoría no tiene que venir aquí. Por favor, vuelva al castillo. Yo la escoltaré.

Sin esperar su respuesta, se dio la vuelta y comenzó a llamar a los guardias. Max lo persiguió, nerviosa.

—E-Estoy bien. P-Por favor, no me hagas c-caso.

—¿Cómo podría no prestar atención a la esposa del señor deambulando por ahí? Por favor, no se presione innecesariamente y regrese. ¡Oye! Trae el carruaje. Escolten a lady Calypse de vuelta al castillo. —La ignoró por completo y ordenó a los guardias.

En poco tiempo, su temperamento ardió con su actitud. Lo rodeó con un gran paso y se colocó frente a él, impidiéndole el paso. El caballero se detuvo sorprendido.

Aunque Max estaba asustada y temblaba de miedo, le miró deliberadamente y reunió la poca dignidad que tenía.

—¡E-Es natural que la esposa del s-señor venga a o-ofrecer su ayuda c-cuando ocurre un p-problema en las barracas! Y-Yo dije que ha-haría lo m-mejor para c-cumplir con mi d-deber. Así que, ¿con q-qué d-derechos r-reclama usted que mis e-esfuerzos son i-innecesarios?

Quería sonar dura, pero su lengua se enredaba más de lo habitual y la voz le fallaba. Se mordió el labio. Estaba tan avergonzada que no podía soportarlo. Sus orejas se volvieron rosas, sus ojos cayeron en todas las direcciones y finalmente bajó la cabeza.

—P-Por favor, no te p-preocupes por mí, y s-sigue haciendo tu propio t-trabajo.

Entonces, antes de que él pudiera hacer nada, ella recogió la leña de nuevo y corrió hacia las barracas. Su corazón latía más rápido. Tiró la leña al fuego que iba disminuyendo y volvió a mirar la puerta con ansiedad.

¿La llamarán tartamuda? No importa. ¿Qué le importaba a ella? Los caballeros la odiaban de todos modos. Nada cambiaría porque la odiaran un poco más. La cabeza de Max bajó bruscamente, apiló el resto de la leña junto al fuego y se dirigió a Ruth.

—R-Ruth ¿cómo e-está su c-condición?

Ruth, que estaba mirando el tobillo roto del leñador, levantó la vista y suspiró ante su tono de preocupación. A simple vista era evidente que estaba muy cansado.

—He agotado todo mi poder mágico, así que no creo que pueda usar la magia hasta dentro de medio día aproximadamente. Ya he tratado a los pacientes en estado más grave, pero no podemos esperar a que mi magia se recupere para tratar al resto de los pacientes. Tendremos que tratarlos con lo que podamos hacer con nuestras manos.

Max preguntó con ansiedad:

—¿D-Debo traer un m-médico de la c-ciudad?

—Sólo hay un buen médico en Anatol. No podemos pedirle que deje su clínica, así que tendremos que enviar a los pacientes allí en un carruaje.

Se levantó y se dio un golpecito en la barbilla, como si evaluara cuánta gente debían trasladar.

—La clínica tendrá dificultades para acoger a tantos pacientes. Traslademos primero a los envenenados por los hombres lobo y luego tratemos a los demás pacientes a mano.

Max tragó con ansiedad y se preguntó si “nosotros” la incluía a ella.

—¿Q-Qué d-debemos hacer?

—No es difícil. Primero aplicaremos una cataplasma a la herida hinchada, pondremos una férula al hueso roto y suturaremos cualquier corte con aguja e hilo —explicó pacientemente.

Max lo miró con un asombro que no pudo ocultar en su rostro:

—¿C-Coser?

Mirando su expresión, que hacía parecer que se desmayaría en cualquier momento, Ruth suspiró y dijo:

—Yo me encargaré de los puntos, así que quédese a mi lado y ayúdeme, señora.

Max suspiró aliviada y asintió.

—D-De acuerdo.

—Primero, enviemos a los que tienen fiebre alta a la clínica. —Salió de las barracas a toda prisa.

Max se recompuso y siguió al mago.

Los sirvientes del castillo Calypse subieron a 15 pacientes con fiebre hirviente a un carruaje y los enviaron bajo las instrucciones de Ruth. A los que Ruth había curado con magia, las criadas les prepararon gachas y té medicinal. Al recuperar sus fuerzas, incluso empezaron a ayudar en la reparación de las cabañas.

Había un total de ocho cabañas de leñadores. Cuatro de ellas tenían las paredes agrietadas y si no se reparaba rápidamente, no habría forma de detener el frío por la noche. Cortaron la madera en tablones uniformes y empezaron a martillarlos con fuerza. Max hizo lo posible por escuchar la explicación completa de Ruth por encima del ruido.

—Empapa un trozo de tela limpia en alcohol fuerte y limpia suavemente la herida. No puedo decirte exactamente por qué, pero hacer esto reduce la posibilidad de que la herida se pudra.

—¿P-Podría haber a-algo en el alcohol que i-impida que las heridas se pudran?

—Podría ser. Después de todo, el propio alcohol no se estropea rápidamente —coincidió con cuidado mientras enhebraba pequeñas y finas agujas.

—Lo llaman alcohol curativo del sur y no está del todo claro cómo funciona. Según ellos, la herida debe mantenerse limpia, la hemorragia no es buena en ningún caso, y el paciente no debe pasar demasiado frío ni demasiado calor. Al principio pensé que eran tonterías, pero obtuve resultados mucho mejores con sus métodos que rociando orina de perro sobre la herida o usando sanguijuelas, o abrasando las heridas con un hierro caliente. Es incomparable con la magia curativa, pero es la mejor manera de hacerlo para este tipo de situaciones.

Mientras hablaba, empezó a coser finamente la herida. Max retrocedió su cuerpo como si le hubieran clavado una aguja en la espalda.

—Si cerramos la herida así, una puntada y luego la atamos, otra y luego la atamos, es muy fácil quitar el hilo después. ¿Le gustaría probarlo una vez, mi señora? —dijo Ruth, pero su mirada no abandonó su trabajo.

Max sacudió la cabeza como un sonajero. Odiaba parecer una cobarde, ¡pero no tenía en absoluto nervios para coser piel humana con una aguja!

—No es tan diferente de coser zapatos de cuero —trató de animarla Ruth.

De repente, el guardia que había sido reducido a un zapato de cuero, emitió un doloroso gemido desde su posición boca abajo sobre un montón de paja. Sin embargo, Ruth continuó cosiendo las heridas sin darle importancia. Max, como una aprendiz diligente, empapaba un poco de lino en alcohol fuerte y lo limpiaba cada vez que salía un poco de sangre, y cortaba el hilo con unas tijeras, que habían sido esterilizadas sobre una llama, cuando se ataba un nudo.

—Ahora, por último, si aplicamos este ungüento que ayuda a que la herida cicatrice rápidamente y la vendamos, habremos terminado.

Después de que Ruth atara el último punto y cortara el hilo, aplicó una pomada pegajosa a la herida. Parecía que era muy doloroso para el guardia, que había estado babeando y acostado tranquilamente sobre su estómago, y no pudo soportarlo e hizo un grito.

—S-Señor m-mago ¿No puede usar su magia curativa? Siento como si hubiera un fuego apretado contra mi espalda —suplicó el guardia, luchando por el dolor.

—Lo siento, pero hoy no puedo usar más la magia. He utilizado todo mi poder mágico —Ruth respondió como si estuviera hablando del tiempo.

—Dios mío —jadeó el guardia.

—Aguanta un poco más, ya casi he terminado.

Después de aplicar cuidadosamente el ungüento, Ruth ató la herida fuertemente con un paño largo.

—Si aplicas la pomada una vez cada dos días y cambias el vendaje, se curará limpiamente en 10 días —dijo, y luego puso la pomada en un pequeño frasco y se lo entregó al guardia.

El guardia le dio las gracias en voz baja, murmurando mientras aceptaba el frasco de medicina.

Max recogió el equipo y siguió a Ruth hasta el siguiente paciente. Mientras cosía la herida, Max ayudó con pequeñas tareas, como dar al herido agua impregnada de hierbas medicinales, rasgar la tela en largas tiras para las vendas, cubrir el hilo y las agujas con alcohol fuerte y entregárselo.

A pesar de que era la primera vez en su vida que realizaba un trabajo de este tipo, Max era capaz de llevarlo diligentemente gracias a las instrucciones de Ruth. Cada vez que Ruth reacomodaba un brazo o una pierna rota, aplicaba una férula y la fijaba firmemente con un paño y envolvía los tobillos hinchados con toallas calientes.

Finalmente, cuando todos los pacientes fueron tratados, estaba tan cansada que doblar los dedos le parecía difícil y un trabajo duro. Max se hundió junto al brasero y dejó que su cuerpo se derritiera por el calor. Antes de que se diera cuenta, el sol se había puesto por completo y la oscuridad caía en el exterior.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido