Bajo el roble – Capítulo 77

Traducido por BeeMiracle

Editado por Ayanami


De repente, Riftan respiró profundamente y suspiró.

—Habrá invitados de palacio dentro de unas semanas, serán unas veinte o treinta personas. Me gustaría tener la mejor habitación disponible para que se alojen, y una pequeña fiesta de bienvenida.

Max abrió mucho los ojos ante el inesperado anuncio. Sabía que se suponía que los invitados vendrían de visita en la primavera, así que le horrorizó la noticia de que iba a ocurrir antes de lo esperado.

—¿Invitados…?

—Es el Equipo de Inspección del Rey Rubén. Los Caballeros de la Corona.

Riftan soltó las últimas palabras y la miró a la cara. Por un momento, sus sensuales labios se torcieron sutilmente debido a sus complejos pensamientos, pero de inmediato regresó a su rostro sin emoción y añadió casualmente:

—Viene la princesa Agnes.

Max se quedó con la mirada perdida en el rostro de Riftan, sin siquiera respirar.

Viene la dama que una vez tuvo una charla matrimonial con él. Pero Max no podía entender qué tipo de reacción debía tener. Cuando ella no respondió, Riftan añadió en un tono nervioso.

—Por supuesto, sólo vienen a inspeccionar a Anatol por órdenes reales. Agnes es el único miembro de la familia real que me conoce y tiene una relación amistosa con los Caballeros Remdragon.

—Oh, ya veo.

Max tragó saliva, con los nervios a flor de piel, al escuchar que era cercana a él, pero eran colegas del Dragón Toval, ¡claro que se conocían! Según Ruth, todo el mundo había pensado que Riftan iba a casarse con la princesa Agnes, así que tenían que ser lo suficientemente cercanos como para que esos rumores se extendieran. El estómago se le retorció dolorosamente, pero aun así sonrió con indiferencia, temiendo que si hubiera mostrado un signo de desagrado hubiera parecido una mujer cegada por los celos ante sus ojos.

—Prepararé las mejores habitaciones… ¿Hay algo más que se deba hacer?

—Sólo dile a las sirvientas que se preparen a conciencia para recibir a los invitados. No tienes que hacer nada más.

Riftan, que la miraba fijamente a la cara, como si buscara algo, contestó sin rodeos y volvió a bajar la mirada a la mesa. Era una actitud extrañamente fría, pero ella no tuvo tiempo de prestarle atención, se levantó apresuradamente de su asiento antes de que sus emociones pudieran aparecer en su rostro.

—Entonces… se los diré ahora mismo.

—Por favor. —Dijo Riftan sin levantar la cabeza.

Max salió inmediatamente de la habitación y bajó las escaleras rápidamente mientras llamaba a Rodrigo. Después de escuchar las noticias de Riftan, la mente de Max estaba hecha un lío. Refunfuñó confundida al pensar en que la princesa Agnes visitaría Anatol.

¿Es común que una mujer de la aristocracia que fue rechazada para casarse visite la residencia del hombre que la rechazó? ¿Por qué la princesa quiere venir a visitar Riftan?

Tal vez, el rey Ruben no ha renunciado a convertir a Riftan en miembro de la familia real. La inspección podría ser sólo una excusa y la princesa podría venir para hacer cambiar de opinión a Riftan. El pensamiento aterrorizó a Max. Sólo porque Riftan no estuviera dispuesto a divorciarse en ese momento, no había garantía de que siguiera sin estarlo en el futuro. ¿Y si la princesa Agnes intentaba persuadirlo?

—Señora, está usted pálida. ¿Se siente incómoda? —Le preguntó Rodrigo, con una expresión llena de preocupación, al ver su rostro. Max negó rápidamente con la cabeza.

—Creo que estoy un poco cansada.

No era el momento adecuado para dispersarse. Max se apresuró a sacudir sus pensamientos llenos de ansiedad y trató de concentrarse en lo que tenía que hacer: no podía dejar que el castillo muestre un aspecto desaliñado cuando los invitados lleguen del Palacio. Miró el plan de paisajismo arrugado como un paño de cocina en su mano y pensó que no tenía tiempo para juntar su cabeza con la de Ruth y revisarlo con calma.

—Por favor, llama a Aderon de mi parte. Quiero que comience a arreglar el jardín ahora, ¿puedes decírselo? Tenemos que a-aprovechar y decorar la e-entrada del Gran Salón. Espero que los árboles que plantamos hace unos días hayan empezado a crecer.

—Me pondré en contacto con él ahora mismo, Señora.

—L-Los invitados se alojarán en la habitación de tapices de colores con la lujosa ropa de cama, me gustaría tenerla preparada. P-Por favor, informa a las sirvientas que cada centímetro del castillo tiene que estar limpio y me gustaría que sirvieran a los invitados con r-respeto.

—Sí, Señora.

Nada más que las instrucciones que ya había dado vino a la mente de Max, así que se golpeó los labios y suspiró.

—Si hay algún problema… avísame.

Max regresó a su habitación después de informar a los sirvientes y abrió mecánicamente su libro mágico, pero ninguna de las palabras llamó su atención. Por un momento, pasó nerviosamente las páginas, y luego se mordió sus finos labios. Todavía no tenía ninguna señal de estar embarazada, así que si Riftan cambiaba de opinión, su matrimonio seguía siendo tan fácil de romper como un pergamino. Su ansiedad se duplicó cuando le vino a la mente su actitud incómoda. Decía que no podía renunciar fácilmente a sus votos matrimoniales, pero ¿hasta qué punto era fuerte su determinación? ¿No se tambalearía si una hermosa mujer lo seducía?

Tal vez, la princesa Agnes sólo venga para una inspección, como había dicho.

Max intentó ahuyentar desesperadamente su creciente nube de ansiedad. Riftan era un hombre recto e inflexible, su voluntad no era tan fácil de doblegar como un junco.

Dejemos de imaginar cosas malas.

Era un caballero que seguía al Rey Ruben, habría encuentros ocasionales con la Familia Real, no podía sentirse intimidada y ansiosa cada vez. Ella luchó con su mente inestable.

♦ ♦ ♦

Mientras Max comenzaba a prepararse para los invitados a un ritmo acelerado, ella no podía permitirse preocuparse por nada más: supervisaba la tarea cuidadosamente, reunía a los mercaderes para seleccionar las decoraciones de las habitaciones y los jardines y seguía estudiando magia también.

Como no tenía tiempo para decorar todo el amplio jardín de inmediato, empezó a plantar arbustos y a poner estatuas por todas partes. Afortunadamente, el suelo helado había empezado a derretirse sin problemas unos días antes, así que no le llevó tanto tiempo como pensaba. Los obreros se encargaron de cavar la tierra con palas y de plantar árboles a intervalos regulares, mientras los sirvientes plantaban arbustos en los parterres y esparcían semillas de flores por todas partes. Aunque era un poco pronto, mezclar la tierra había ayudado a ablandarla, por lo que cuando el tiempo fuera más cálido debían echar raíces y brotar rápidamente. Max quería que el jardín sin vida reviviera antes de que llegaran los invitados.

—L-Los caballeros reales… se quedarán en el anexo. La princesa y sus asistentes se quedarán en el Gran Salón. Todos deben prestar especial atención para que no haya inconvenientes.

—Sí, Señora.

—Todos los u-utensilios deben ser de p-plata y oro. Los vinos f-finos ya están preparados… si se necesita más comida, p-por favor, no duden en o-organizarla.

—Lo tendremos en cuenta, Mi Señora.

Max dio instrucciones meticulosas a los sirvientes y recorrió el castillo varias veces al día para ver si estaban listos para recibir a los invitados, pero no fue sólo ella. Las sirvientas abrían los amplios postigos y limpiaban los cristales empañados, se pasaban todo el día recogiendo agua del pozo para lavar las alfombras y arrancaban las cortinas de las ventanas para limpiarlas, mientras los lacayos se limpiaban el hollín de la cara, arreglaban la chimenea con montones de ceniza, sacaban el brasero y lavaban las marcas de quemado.

Max estaba ocupada supervisando todo el trabajo y rellenando los pedidos todos los días, pero no quería quejarse, los demás estaban varias veces más ocupados que ella. Ruth parecía quedarse despierto casi todas las noches, ya que tenía que ocuparse de todo por su cuenta, ocupada como estaba en la fabricación de arneses, además, Riftan y los caballeros trabajaban desde el amanecer hasta altas horas de la noche en el plan de construcción de la carretera que comenzaría en la primavera.

Construir una amplia carretera que conectara el puerto y Anatol era un gran plan de construcción que implicaba una enorme cantidad de mano de obra. Riftan se pasaba todo el día mirando el mapa y discutiendo con los caballeros la ruta más segura y rápida, y prestaba toda su atención a conseguir la mano de obra y los materiales estructurales necesarios para la construcción.

Como resultado, el número de noches que Max y Riftan podían estar juntos disminuyó. No era hasta bien entrada la noche que Riftan volvía a su habitación, pero Max estaba agotada de andar por todos los rincones del castillo desde primera hora de la mañana, así que siempre se quedaba dormida por la noche. Incluso hubo una ocasión en la que él regresó a altas horas de la noche, durmió como un camarón y se marchó a primera hora de la mañana, por lo que ella no pudo ni siquiera verle la cara en todo el día.

Max estaba cada vez más descontenta con esa rutina, quería recibir un beso cálido y suave de Riftan, recostarse sobre su pecho fuerte y ancho, frotar su cara como un gato y sentir sus grandes manos tocar su cabello. Pensó que hubiera sido mejor que la estación del invierno no terminara, echando de menos los días en que estaban juntos en el oscuro y frío castillo.

A medida que se acumulaba esa soledad, su ansiedad, que se había esforzado por apartar, la sacudía poco a poco.

Tal vez, se haya cansado de mí. Puede que su pasión por mí se haya enfriado y ahora muestre una actitud tibia. Pensó Max.

Cuando Max estaba tumbada en la cama esperando a Riftan, pensó en esto y se volvió loca. Al menos si el día estaba ocupado era mejor, ya que no podía pensar en nada, pero cuando estaba agarrada al lado frío de la amplia cama todo tipo de pensamientos negativos venían y la molestaban. Sentía que se secaba con el deseo de ver la cara sonriente de su marido, de salir a caballo del castillo y pasar tiempo a solas con él.

♦ ♦ ♦

En una tarde soleada, cuando la primavera estaba en pleno apogeo, Max, que supervisaba el arreglo del jardín, puso su cuerpo rígido al oír que los caballeros con sello real habían atravesado las puertas de Anatol. El jardín estaba mucho mejor respecto a su aspecto salvaje anterior gracias a los arbustos plantados aquí y allá, pero aún no llegaba al punto de ser satisfactorio.

Max se apresuró a ir a prepararse para recibir a los invitados, pensando que sería inapropiado recibir al Equipo de Inspección Real con un aspecto sencillo. Llamó urgentemente a las sirvientas y les ordenó que limpiaran la entrada del Gran Salón con la mayor pulcritud posible y entró en la habitación para revisar su ropa. Llevaba un vestido colorido y bonito, pero pensó que le faltaba algo, así que abrió un joyero, se puso un broche que no solía llevar y se arregló con un collar y un anillo, luego le pidió a Rudis que le arreglara el cabello de nuevo. No quería mostrar un aspecto desaliñado ante la mujer que había tenido una charla matrimonial con su marido. Rudis, que se había dado cuenta de sus pensamientos, se esforzó varias veces más de lo habitual en trenzarla y cubrirla con seda y joyas.

Al cabo de un rato, se oyó a lo lejos un largo ruido de cobre que anunciaba la llegada de los invitados.

Max bajó las escaleras con sus sirvientas con un chal de colores al hombro. Su corazón latía con fuerza y su espalda estaba sudada. Llegaron los primeros invitados que la conocerían como la anfitriona del castillo de Calypse. Sin embargo, el hecho de que la primera invitada fuera la princesa Agnes aumentó su tensión varias veces. ¿Qué clase de persona será? ¿Será tan fría y arrogante como Rosetta? ¿Era el tipo de persona que la miraría con desprecio, diciendo que no vale nada? Se frotó las palmas de las manos húmedas en la falda y esperó a que los invitados aparecieran ante la puerta abierta de par en par.

De repente, se oyeron voces de gente a lo lejos y personas vestidas con trajes de colores empezaron a acercarse a la entrada. Max pudo encontrar a la princesa Agnes en un abrir y cerrar de ojos: guiaba a dos jóvenes que parecían ser sus doncellas, a cinco o seis hombres que parecían ser sus ayudantes y a muchos caballeros con armaduras plateadas, todos ellos caminando con elegancia hacia la entrada del Gran Salón. Cerca de ellos había una fila de caballeros de Remdragon y, junto a la Princesa Real, Riftan estaba de pie como si la protegiera.

Max observó la escena, asombrada hasta el punto de olvidarse de agacharse e inclinarse. El aspecto de la princesa Agnes era realmente poco convencional. Llevaba unas botas largas sobre unos pantalones que usarían los hombres y una larga capa sobre una túnica púrpura que le llegaba hasta las rodillas. Su larga melena rubia brillaba sin necesidad de ningún accesorio común y se acercaba a ella alegremente con una ligera sonrisa en su rostro dorado, que lucía especialmente bien bajo el sol. Max se sintió avergonzada al enfrentarse a una mujer tan sencilla y a la vez tan enérgica, muy diferente de lo que esperaba. Sus claros ojos azules parecían irradiar brillo, como lo harían las joyas.

—Encantada de conocerla. Soy Agnes Drakina Ruben.

—Es un honor… conocerla, Su Excelencia. Soy Maximillian… Calypse.

Aunque estaba un poco tensa, fue capaz de saludarla con calma, ya que había estado practicando en secreto.

—Por favor, siéntase cómoda… durante su estancia aquí.

Se colocó detrás del sol mientras se inclinaba ligeramente desplegando su falda y las doncellas la siguieron cortésmente. La princesa Agnes esbozó una alegre y digna sonrisa.

—Debieron haberse sorprendido por la repentina visita, pero gracias por recibirme.

Riftan se adelantó un paso como si estuviera protegiendo a la Princesa Real, su rostro parecía más solemne y digno que de costumbre ya que estaba de cara al sol, su túnica azul oscuro y sus ojos gris plata, que eran casi marinos, parecían destacar más que nunca.

—Yo guiaré a los caballeros. Por favor, acompañe a su Alteza Real a la habitación de invitados.

—Yo… lo entiendo.

Max levantó la vista, esperando que le besara ligeramente la frente o incluso la mejilla. Sin embargo, Riftan se limitó a mirarla por un momento y luego se volvió hacia los caballeros reales.

—Síganme. Les mostraré la habitación donde podrán descansar.

Luego comenzó a caminar hacia la puerta trasera en dirección al anexo. Mientras los guardias lo seguían, los sirvientes que estaban a su lado empezaron a servir uno a uno a los invitados. Max disimuló su decepción y le ordenó a las sirvientas que le mostraran a los asistentes sus respectivas habitaciones y se apresuraron a trasladar su equipaje.

—He preparado la habitación de los invitados… en el segundo piso del Gran Salón. Los asistentes… también están en el mismo piso… ¿Eso está bien, Su Excelencia?

—Por supuesto. Gracias por su preocupación.

—Le mostraré su habitación.

Max se dio la vuelta y se dirigió a las escaleras por la alfombra roja. La princesa caminó a su lado y observó el castillo con una mirada interesada.

—He oído que es un castillo más antiguo que el Palacio de Drakium, pero está bien gestionado.

—G-Gracias.

Aunque no era su intención, Max mostraba una actitud excesivamente educada porque se sentía abrumada por la dignidad natural de la princesa: aunque estuviera vestida de forma ligera, su autoridad real desbordaba. Observó cómo Agnes daba un par de pasos en el amplio salón, mirando a su alrededor sin mostrar ningún signo de desagrado.

La princesa real era alta, lo cual era raro para una mujer: parecía medir unos 5 kvet y 2 henge (aproximadamente 174 centímetros) y sus extremidades eran largas y delgadas como las de un ciervo. Además, su rostro estaba un poco lejos de la belleza clásica que Max imaginaba en su cabeza. Sus labios eran lo suficientemente gruesos como para parecer demasiado grandes para su rostro y los ojos alargados en forma de almendra estaban ligeramente levantados hacia arriba, dando la impresión de un gato. Su rostro era puntiagudo y delgado como una punta de flecha y su nariz era alta y recta. La palabra guapa era más apropiada que la palabra hermosa. En general, la princesa Agnes desprendía un encanto provocador e intenso que era diferente de la belleza delicada y perfecta de Rosetta.

—Estar aquí te hace sentir como si hubieras caído en el fuerte de Roem.

Agnes expresó su aprecio por el Gran Salón en un tono tranquilo.

—Me gustaría ver de cerca el castillo. ¿Puedes mostrarme el lugar?

La Princesa volvió a mirar a Max y entrecerró los ojos. Su expresión parecía amistosa y a primera vista sencilla, pero había un indicio de algo más en sus ojos azules, como si quisiera averiguar algo. Max, sin saberlo, se encogió de hombros y asintió.

—Por supuesto, Su Excelencia.

—Gracias. Me gustaría lavarme y cambiarme de ropa antes. ¿Dónde está la habitación?

—Le mostraré, Su Excelencia. Por aquí…

Rudis, que estaba de pie detrás de ella, se acercó y se inclinó cortésmente. La princesa sonrió y se giró con elegancia.

—Bueno, nos vemos más tarde.

Max miró su espalda mientras se alejaba, sintiéndose un poco perdida. Después de su primer encuentro, se sentía como si ya hubiera sido arrastrada por el espíritu de la Princesa Real.

—P-Por favor, prepara un baño… en la habitación de invitados.

—Sí, Mi Señora.

Max le dio órdenes estrictas a las sirvientas restantes y luego bajó a la cocina para comprobar cómo iban los preparativos de la fiesta de bienvenida. La amplia cocina estaba abarrotada de sirvientes que preparaban la comida para los invitados. Quería ver si había algún problema, pero lo único en lo que podía pensar era en lo bien que combinaban Riftan y la princesa Agnes, como en un cuadro.

Ver la apariencia de una belleza rubia, que desprendía un encanto deslumbrante como el sol, y un apuesto caballero de pie uno al lado del otro, creando juntos una atmósfera hermosa e intimidante, podría hacer pensar a cualquiera que acababan de salir de un libro de cuentos. Max pensó que no era descabellado que la gente quisiera que estuvieran juntos.

Se mordió nerviosamente los labios. ¿Era cierto que Riftan no sentía nada por ella? La princesa parecía un poco inusual, sin embargo, era una mujer bonita y encantadora. ¿No atraería los ojos de los hombres?

—Señora, estoy a punto de preparar el cordero… ¿Se encuentra bien?

De repente, una sirvienta preguntó con una expresión de preocupación. Max se apresuró a apartarse cuando vio a un hombre de barba negra con un cordero atado a un poste, afilando un cuchillo fuera de la puerta abierta de par en par. No le apetecía mucho ver la escena, así que sonrió torpemente y se apresuró a salir de la cocina.

En el amplio vestíbulo, donde el sol caía a plomo, las sirvientas corrían afanosamente con los brazos llenos de lino blanco. Las mangas de los sirvientes estaban mojadas mientras trasladaban el agua caliente de las termas a las habitaciones de los huéspedes y el sonido de la leña sonaba con fuerza en el patio trasero. Incluso los mozos de cuadra parecían ocupados dando agua y comida a los caballos que montaban los huéspedes.

Max les dio instrucciones meticulosas para que trabajaran de forma ordenada. En primer lugar, les pidió que trajeran agua para el baño, jabón y toallas limpias para que los huéspedes pudieran descansar adecuadamente, y luego que proporcionaran vino, galletas y fruta en escabeche por si alguien quería beber o merendar. Tras pedirles que comprobaran de cerca si necesitaban algo más, Max subió a la sala de banquetes.

Por la noche, había que servir a los invitados una cena de bienvenida. Llamó a tres o cuatro sirvientes y les ordenó que extendieran dos largas mesas en el salón de banquetes, luego con Rodrigo eligió el mantel, el candelabro y los utensilios. Como la vajilla de alta calidad de oro, plata y cristal podía ser robada, como anfitriona tuvo que calcular el número de todo. Max cogió un costoso candelabro de oro del almacén, y luego anotó cuidadosamente en el diario los números de las bandejas, platos, tenedores y cuchillos de plata. Tras comprobarlo dos veces, contó el número de velas, leña, alcohol y comida para el banquete.

El alcohol y la comida no podían escasear en la cena, sin embargo, tampoco tenían que exagerar, ya que habría sido un desperdicio si los invitados no se lo comían todo, de hecho tendrían que tirarlo.

—Señora.

En medio de la anotación de la cantidad de alcohol en el diario, Rudis se acercó a ella con cautela y Max la miró con curiosidad.

—¿Qué… qué ha pasado?

—La princesa real pregunta si podemos mostrarle el castillo ahora. ¿Qué hacemos?

—Y-Yo me encargaré de ello…

Se esperaba que los invitados ordinarios se tomaran un descanso justo después de llegar al castillo, sin embargo, la princesa Agnes parecía estar llena de energía después de un largo viaje desde el extremo norte de Whedon hasta el extremo sur.

Max se apresuró a terminar los pendientes restantes y se los entregó a Rodrigo. Cuando salió de la sala de banquetes, pudo ver a la princesa real, que se había puesto un vestido azul intenso, saliendo del pasillo. Max se deslizó frente a ella.

—Gracias por preparar una bonita habitación. El tapiz de la pared es maravilloso.

—Es un placer, Su Excelencia.

La Princesa Agnes sonrió mientras Max respondía de forma pasiva.

—No tienes que ser tan formal. Puedes llamarme Agnes y me gustaría llamarte también por tu nombre, ¿te parece bien?

Max se quedó con la mirada perdida mientras ella hablaba, luego asintió mecánicamente. La princesa sonrió, satisfecha, y luego tiró de su brazo.

—Quiero ver el exterior del Gran Salón. ¿Puedes mostrarme el lugar?

Entonces, la Princesa comenzó a bajar las escaleras sin esperarla y Max la siguió detrás como si estuviera atrapada en un fuerte tifón.

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