Bajo el roble – Capítulo 78

Traducido por BeeMiracle

Editado por Ayanami


Max no pudo evitar sentirse avergonzada por su comportamiento amistoso. Nunca pensó que la princesa mostraría una actitud favorable hacia ella, por lo que estaba totalmente confundida. La princesa quería casarse con Riftan, ¿no es así?

—¿Está Riftan en el anexo con los caballeros?

Preguntó la princesa Agnes al salir de la sala. El nombre de su marido salió con tanta naturalidad de la boca de la princesa que hizo que Max mostrara una cara sombría.

—P-Podría ser, Su Excelencia.

—Tendré que pedirte que me enseñes el centro de entrenamiento más tarde. Primero quiero echar un vistazo al castillo, ¿podemos subir?

Max dudó un momento, luego asintió y la guió hasta un pequeño camino empedrado rodeado de árboles. Mientras caminaban por el estrecho sendero durante algún tiempo, los guardias que patrullaban los muros exteriores aparecieron por delante. En cuanto los soldados vieron a la princesa y a Max, se inclinaron inmediatamente para saludarlas.

Max les explicó que estaba guiando a su alteza real por el castillo y luego subieron las escaleras, trepando por la muralla. Aunque los días eran cada vez más cálidos, todavía era el comienzo de la primavera, de hecho Max se estremeció cuando el viento frío sopló desde las montañas. Cuando por fin llegaron a la cima, vio la larga falda de la princesa real ondeando como una bandera mientras estaba de pie frente a todo. Agnes estiró los brazos dejando que el viento soplara sobre su cuerpo, disfrutando de la sensación de frescura.

—Es un lugar precioso.

Max siguió a la princesa real y miró por encima del muro. El viento soplaba con violencia sobre los picos puntiagudos y las empinadas laderas, donde la nieve aún no se había derretido. La princesa fijó sus ojos en la lejana montaña y se apartó el cabello revuelto.

—Como este lugar tiene muchos monstruos, esperaba una tierra cubierta de sangre como entrada al mundo de los demonios.

La princesa caminó tranquilamente por la pared y se volvió hacia Max.

—Pero la ciudad era más grande de lo que esperaba, y parece que el mercado también se está desarrollando… Para ser sincera, me sorprendió.

—En primavera… esperamos que vengan muchos más comerciantes.

Max murmuró, tratando de recordar lo que había escuchado de Rodrigo. La princesa se acarició la barbilla con una expresión pensativa y suspiró.

—Así que por eso Riftan está unido a este lugar. Debe haberle costado un tremendo esfuerzo enriquecer esta tierra que ha estado descuidada durante décadas.

Max sintió que se le revolvía el estómago. La propia princesa hablaba como si conociera y entendiera bien a Riftan y eso le hizo querer gritar a la princesa que no pretendiera conocer a su marido, pero se mordió los labios conteniendo el impulso, sorprendida por la repentina y violenta ola de emociones que brotaba de ella. Los lóbulos de sus orejas se enrojecieron.

—Ri-Riftan está trabajando desde el a-amanecer hasta altas horas de la noche s-sin descanso… para Anatol.

—Riftan también estuvo así durante la expedición. Nadie lo había visto tomarse un descanso. No mostró ninguna vacilación ni debilidad. Por eso todos le llamaban Mahgo, por el asombro y el miedo.

—¿Mahgo?

—Es un monstruo legendario del que se dice que nunca duerme ni se cansa y que tiene cien vidas.

Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios.

—Es un apodo que le dieron los santos caballeros de Osiria, porque seguía actuando como si tuviera cien vidas.

A pesar de que Max se enteró de la imprudencia de Riftan por Ruth, su pecho se apretó fuertemente. Rápidamente se encogió de hombros para sacudirse la sensación y la princesa, que la había estado observando con una mirada tranquila, habló lentamente.

—Me preguntaba cómo sería la mujer de Mahgo.

¿Quién era la persona con la que estaba tan desesperado por volver, hasta el punto de lanzarse al fuego del dragón sin dudarlo?

Sin palabras, Max se humedeció los labios secos. Aunque la princesa no la estaba criticando, Max sintió que la estaban culpando. Max sabía bien que no merecía ser la esposa de un caballero tan valiente y era imposible que Agnes no se diera cuenta de ello. Al ver su reflejo desaliñado en esos hermosos ojos azules, sólo se volvió más doloroso, así que se apartó de ella, aunque pensó que era una grosería.

—El viento es frío, Su Excelencia… Volvamos al interior del castillo…

—Por supuesto…

Antes de bajar las escaleras, la princesa Agnes volvió a contemplar la vista de Anatol. Max la miró y se adelantó, como si huyera. Se sentía ansiosa y confusa, como si un fuerte viento frío hubiera empezado a soplar en su corazón.

♦ ♦ ♦

Cuando el sol comenzó a ponerse, los sirvientes subieron la escalera y encendieron las velas en el candelabro, mientras las sirvientas colocaban braseros llenos de carbón rojo por toda la sala de banquetes y preparaban apetitosa comida para ponerla en la amplia mesa.

Max se sentó allí, junto a Riftan. La princesa real y sus asistentes se sentaron directamente en el lado opuesto de la mesa, y los caballeros llenaron el resto. Cuando los sirvientes sirvieron el fragante vino en sus copas, Riftan levantó su copa dorada y habló.

—Bienvenidos, invitados que han venido de lejos.

Las personas sentadas alrededor de la mesa levantaron sus copas al unísono. La princesa real, sentada frente a él, también sonrió con gracia, levantando en alto su copa llena de vino agitado.

—Gracias por recibirme.

—Debe haber sido un viaje agotador, debes tener hambre. Adelante, come.

Cuando un viejo caballero gritó con fuerza, la princesa sonrió y levantó la copa hacia su boca. Tomando eso como una señal, todos tomaron su cuchillo y tenedor y comenzaron a comer y beber.

Max se metió mecánicamente el pan en la boca y escudriñó a la gente en la larga mesa. Los caballeros reales bromeaban con los Caballeros del Remdragón y sus conocidos, mientras que la princesa real también intercambiaba historias con los caballeros.

A Max le sorprendió del comportamiento de la princesa: no parecía importarle la etiqueta que debe seguir una dama. Justo en ese momento, la princesa Agnes se rió a carcajadas y golpeó el hombro del caballero que se sentaba a su lado, su voz retumbaba y atraía la atención de todos, pero no mostraba ningún signo de intimidación, ni siquiera entre hombres mucho más grandes que ella y, sorprendentemente los caballeros estaban encantados con su comportamiento poco refinado.

—Quiero echar un vistazo a Anatol mañana. ¿Puedes mostrarme los alrededores?

La princesa real, que estaba hablando con el caballero sentado a su lado, miró de repente a Riftan con ojos deslumbrantes. Éste se mojó la boca con el vino y contestó despectivamente.

—Uslin te guiará.

—Oye, señor brusco, no intentes tratarme tan a la ligera. He viajado hasta el fin del mundo para verte.

—Nunca te lo he pedido.

Los caballeros fruncieron el ceño ante su respuesta grosera y Max observó la expresión de la princesa con una mirada nerviosa. No importa lo famoso que fuera un caballero en todo el continente, no se podía tolerar que fuera tan grosero con la familia real. Sin embargo, en lugar de enfadarse y gritarle, Agnes se echó a reír como si hubiera escuchado una historia interesante.

—Tu personalidad sigue siendo la misma.

Entonces, la princesa sonrió extrañamente y se volvió hacia Max.

—Entonces, ¿Lady Calypse me guiará por la finca?

Riftan, que estaba cortando un grueso trozo de cordero con su cuchillo, se detuvo y miró a la princesa. Max se sintió incómoda cuando el tema de la conversación se redirigió repentinamente hacia ella y parpadeó sin comprender. Sin tener en cuenta la reacción que habían provocado sus palabras, la princesa Agnes continuó suavemente.

—Quiero conocerla mejor.

—Su Alteza.

Riftan bajó el cuchillo con fuerza para que todos pudieran escuchar un sonido crepitante y escupió una voz escalofriantemente suave.

—Si no te importa levantarte temprano por la mañana, te enseñaré los alrededores.

—Oh, Dios mío, No pensé que recibiría un trato tan especial del mismísimo Señor.

La princesa contestó con sarcasmo a pesar del comportamiento frío de Riftan, que no mostraba ningún signo de intimidación. La escena parecía una pelea entre una pareja de enamorados, por lo que el rostro de Max se tensó. El solo hecho de imaginarse a Riftan y a la princesa haciendo un recorrido acogedor por la finca hizo que sus celos aumentaran y abrió la boca impulsivamente.

—Yo… yo le mostraré el lugar, Su Alteza.

Riftan giró la cabeza hacia ella, sorprendido, y ella hizo todo lo posible por parecer tranquila.

—Riftan… estás ocupado, así que puedo mostrarle el lugar…

—De qué hablas, tú misma viniste aquí apenas el otoño pasado.

La respuesta directa de Riftan hizo que sus mejillas enrojecieran.

—B-Bueno, he estado en el mercado… y fuera de la ciudad con Ruth…

—¿Fuera…?

Riftan la interrumpió con un tono de sorpresa. Max levantó la vista y vio un brillo peligroso en sus ojos. Ahora que lo pensaba, nunca le había dicho que había bajado a la zona afectada por el ataque de los monstruos mientras él estaba fuera del castillo. Max examinó cuidadosamente los rostros de los caballeros sentados alrededor de la mesa. Sir Karon, que estaba sentado al final, sacudió la cabeza con fiereza, como diciéndole que no hablara de ello. Ella tragó saliva seca. Sólo había hecho cosas naturales como esposa del Señor, pero Riftan podría no verlo así. Max se apresuró a cambiar el tema de la conversación, recordando su enfado por no haberle dicho de antemano que ella estaba aprendiendo magia.

—B-bueno, lo que quiero decir es que… conozco lo suficiente de Anatol, así que puedo mostrarle a su alteza los alrededores…

—Basta. No puedo dejar que vagues fuera del castillo indefensa.

—Oh, Dios mío, estoy bien.

La princesa Agnes intervino hábilmente en la conversación y Riftan la miró molesto.

—Su Alteza es capaz de protegerse a sí misma, pero mi esposa es diferente. No ha salido del castillo de Croix en toda su vida.

—¡Si es sólo dentro del territorio, yo también puedo hacerlo!

Max lo miró con rabia. Su orgullo estaba profundamente herido porque él la estaba tratando abiertamente como una niña incompetente delante de la princesa real. Podía sentir cómo le ardían las mejillas, pero siguió protestando ferozmente.

—Y no he pasado toda mi vida en el castillo de Croix. Hubo un viaje desde el Ducado hasta Anatol.

—Señor, ¿qué le preocupa cuando los guardias las escoltan?

Hebaron se arrastró para ponerse a su lado.

—Si todavía te preocupa, los acompañaré.

El rostro de Riftan se volvió cada vez más sombrío y el corazón de Max se hundió ante su expresión, temiendo que le gritara, pero no quiso echarse atrás. De hecho, quería evitar a toda costa que los dos estuvieran juntos a solas.

—Riftan… Ni siquiera has tenido tiempo de dormir porque has estado ocupado… Déjamelo a mí… Déjame atender a los invitados…

El rostro de Riftan estaba ligeramente confundido por su rara obstinación, pero después de un largo silencio, no sin vacilación, finalmente levantó la bandera blanca.

—De acuerdo, te lo dejo a ti.

Bee
Al principio, Uslin se llamaba Rikaido, luego se cambió a Ricardo. Ahora volvemos a llamarle Sir Uslin Rikaido, ya que nos parece más acertado.

Riftan miró fijamente a Agnes, que sonreía triunfante.

—¿Te parece bien? —dijo.

—¿Qué puedo decir si sólo soy un invitado? Te agradezco que dejes que tu esposa me acompañe.

La princesa se puso una mano en el pecho, burlándose con un saludo. En ese momento Max se sonrojó, deseando poder ser la mitad de confiada que ella, y sintió pena por Agnes ya que fue por su debilidad que Riftan se sintió obligado a enviar un guardia para acompañarlas. Sin embargo, al mismo tiempo se sintió eufórica por haber obtenido su permiso para salir del castillo.

Riftan miró a la princesa real sin sonreír.

—No has cambiado nada.

Su tono era plano y poco acogedor, pero Max pudo sentir que su corazón se detenía. Parecía que Agnes estaba acostumbrada a su rudeza, de lo contrario, ¿cómo podría Riftan atreverse a dirigirse a la princesa de esa manera? Parecía haber un vínculo invisible entre ellos que se había desarrollado a lo largo de sus aventuras juntos.

Max bajó la mirada, sintiendo la tensión. El estado de ánimo se calmó rápidamente, pero no pudo quitarse de la cabeza lo despreocupado que Riftan le había hablado a Agnes, sin títulos ni honoríficos. Era una aliada que había luchado en la batalla a su lado. Los Caballeros del Remdragón, Ruth y la princesa: todos ellos se habían ganado la confianza de Riftan. Y, sin embargo, su esposa no había hecho nada. ¿Qué había hecho ella para merecer el afecto y la confianza de él?

Mientras su rostro se ensombrecía con estos pensamientos, Riftan frunció el ceño y rozó los mechones de su cabello con las yemas de los dedos.

—Puedes hacer lo que quieras. No te enfades ahora.

Max sonrió débilmente, tratando de ocultar los celos que habitaban en su interior. Riftan esbozó una pequeña sonrisa de alivio y luego tomó un sorbo de vino. Como su expresión era suave, ella sintió de repente el impulso de arrastrarse hasta sus rodillas para besarlo. Quería tocar su hermoso y masculino rostro, enterrar su cara en su amplio pecho y respirar su aroma para siempre.

¿Por qué tenía que desearlo así? Si alguien descubría lo que estaba pensando…

Max se cubrió la cara con su vaso, fingiendo tener sed. Estas emociones eran tan nuevas para ella y se sentía sola, como una niña perdida en un lugar extraño.

♦ ♦ ♦

Max sólo recordaba haber tomado un sorbo para deshacerse de los sentimientos de malestar que tenía, pero cuando se despertó, se encontró en la cama. Parpadeó confundida en la oscuridad. Riftan estaba a su lado, quitándole los accesorios del cabello y desatando los tirantes de su vestido aflojado.

—Maldita tortura —gruñó y le quitó a Max el resto del vestido.

Ella frunció el ceño, mirándolo por debajo de las pestañas, él la vio tumbada, indefensa en su fino camisón transparente.

—Te deseo, pero no puedo. No cuando estás así. ¿Sabes lo difícil que me estás haciendo las cosas?

Max quiso decir que no tenía que contenerse, pero ninguna palabra salió de su boca. No se merecía su preocupación, ya que había estado distraída y había bebido en exceso, por lo que su autocontención sólo la hacía sentir más avergonzada y cohibida. Sinceramente quería que él la tuviera si lo deseaba, que la viera como alguien elegante y no pobre o cutre. Quería que fuera solo para ella. Sólo en sus brazos podría olvidar su ansiedad y su soledad.

Riftan se sentó en la cama y le tocó el cabello revuelto, le rozó las mejillas con una mirada ardiente y luego apretó los dedos antes de tocarle los pechos, demasiado tentador para resistirse por más tiempo. Max dio una fuerte bocanada de aire y empujó su pecho hacia fuera, deseando que sus manos la tocaran más. Riftan respiró con fuerza antes de que sus bocas se encontraran, su lengua húmeda sabía a vino en los labios de Max.

Sus orejas estaban rojas por el placer y parpadeó bajo sus pesados párpados, esperando que él le subiera el camisón e indujera el calor entre sus piernas. Las grandes manos de Riftan parecían quemarle el torso, con sus dedos revoloteando, como si desearan acariciar todo su cuerpo.

Pero no fue más allá. Riftan se apartó lentamente y suspiró, la cama se movió al levantarse. Sintiéndose decepcionada, Max no tardó en dormirse de nuevo.

♦ ♦ ♦

Max abrió los ojos cuando sintió que algo seco y rasposo le hacía cosquillas en la mejilla: Roy, el gatito negro, había empezado a lamerle el puente de la nariz. Se frotó la cara y se levantó de la cama. Riftan ya había desaparecido desde antes, como si nunca hubiera estado allí. Max se lavó la cara y llamó a su sirvienta, Rudis. Afortunadamente, su cabeza no estaba partida por el dolor de la resaca como la última vez.

—Mi señora, la princesa Agnes salió esta mañana temprano a ver el campo de entrenamiento. Le pidió que la acompañara cuando se despertara. ¿Qué debo decirle? —Dijo Rudis.

Se imaginó el largo viaje desde el palacio real hasta Anatol. A pesar del viaje, la princesa Agnes ya se había levantado antes que ella, sin fatiga y dispuesta a ver la ciudad. Max cerró los ojos por un momento, antes de echarse rápidamente la capa sobre los hombros.

—Por favor, ayúdame a prepararme para salir con su alteza. Iremos en carruaje a ver la ciudad. P-pero no conozco la ciudad tan bien… necesitaré una g-guia.

—Entonces, iré con usted.

Max se sintió aliviada de que Rudis no necesitara más instrucciones, ni siquiera conocía las direcciones del castillo a la plaza del mercado.

—B-bien. Entonces, dile a la P-Princesa Agnes que partiremos pronto.

♦ ♦ ♦

Max caminó rápidamente por el Gran Salón hacia los campos de entrenamiento. Agnes no parecía una mala persona, pero seguía sintiéndose incómoda con ella. No era sólo por los rumores anteriores de que Riftan se casaría con ella: Max aún no sabía por qué la princesa había venido a Anatol en primer lugar, así que tenía que estar alerta. Agnes era una maga de prestigio. ¿Realmente había venido desde el norte a Anatol simplemente para ver un templo?

Sé que aunque tenga una agenda oculta, no tengo los medios para detenerla, pero…

Cuando Max vio el campo de entrenamiento a la vista, se esforzó por mantener a raya sus deprimentes pensamientos.

El tiempo era más soleado que ayer, el viento era fresco, el aire era cálido y el suelo se volvía verde por el inicio de la primavera. Mientras las nubes se movían perezosamente en el cielo azul, Max pasó por las puertas del campo de entrenamiento y captó el acento distintivo de Agnes entre los otros gritos que reverberaban en el aire. La princesa llevaba un uniforme de caballero, Max estaba medio impresionada y medio escandalizada por la audacia de la princesa. Aquel día no sólo llevaba pantalones como un hombre, sino que además había añadido una armadura de plata y empuñaba una espada. Se movía ágilmente, como una bailarina, mientras hacía un sparring y atacaba a su oponente, escuchando las instrucciones que le gritaban.

—La parte inferior de tu cuerpo está abierta. Baja la postura para defenderte.

La voz resonó con fuerza sobre el campo. Max se giró mecánicamente sólo para ver que era Uslin quien instruía a la princesa. Después de que Riftan le diera un puñetazo, Max no había visto al caballero, salvo desde la distancia. Sir Rikaido seguía en la escalera, bramando de ánimo. La princesa se sentó en el suelo para descansar.

—¡De verdad! Creía que había entrenado bien, ¡pero no he podido ni siquiera lanzar un solo ataque! —refunfuñó Agnes.

Ante su queja, Uslin sonrió y envainó su espada, dejando que la vaina colgara en su cinturón.

—Si me costara entrenar con un mago, me expulsarían de los caballeros.

La voz proveniente del caballero que siempre miraba a Max con desaprobación era increíblemente suave y gentil.

—Pero tus habilidades son mucho mejores que antes.

La princesa se levantó, murmurando con una mueca de mal humor.

—Dices eso, pero no tienes ni una gota de sudor.

Max dudó antes de bajar las escaleras para unirse a ellos. La princesa tomó una toalla de un sirviente y se limpió la cara. Al ver a Max, sonrió amablemente.

—Buenos días, Maximilian.

—B-buenos días. ¿Tu habitación fue c-confortable?

—He dormido bien, gracias.

Agnes frunció ligeramente el ceño ante Max.

—Por favor, habla conmigo cómodamente. No hay necesidad de formalidades.

—S-su alteza real… hablar sin honoríficos… no puedo.

—Maximilian es una persona cautelosa —observó ella asintiendo.

—Entonces, al menos llámame Agnes. Me gustaría eso. Evita que se me hinche la cabeza al no recordarme constantemente que soy de la realeza.

La princesa era una persona tan segura de sí misma que Max no podía mirar sus intensos ojos azules directamente, así que bajó la mirada con emociones negativas hinchándose en su corazón.

—Lo entiendo, Señora Agnes.

—¡Bien! Ahora, todavía quiero ver la ciudad. ¿Estás lista para irte?

—S-sí. He dado instrucciones para preparar el c-carruaje.

—Puede ser más fácil ir a caballo —dijo Agnes.

—Habrá una sirvienta… con nosotros.

La princesa frunció las cejas antes de encogerse de hombros.

—Bueno, probemos a tu manera —dijo amablemente.

Uslin, que estaba de pie detrás de la princesa en silencio, miró brevemente a Max, sacudió ligeramente la cabeza y luego se volvió para seguir a la princesa.

Un lujoso carruaje tirado por dos caballos de pura sangre se encontraba en la puerta principal. Max subió al carruaje y se sentó junto a Rudis. Cuando la princesa estuvo lista, llegó con un guardia y se sentó frente a ellas, mientras los dos escoltas, Hebaron y Uslin, flanqueaban el carruaje en sus caballos. Cuando todos los preparativos estuvieron terminados, el cochero levantó el látigo y el carruaje comenzó a salir de los terrenos del castillo.

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