Bajo el roble – Capítulo 81

Traducido por BeeMiracle

Editado por Ayanami


Max dio un paso atrás sorprendida cuando apareció la cara de Agnes e inmediatamente se arrepintió de haber movido el pie, su acción podría considerarse terriblemente grosera para la princesa.

—Yo… yo nunca he visto una competición de lucha.

—¿Has visitado alguna vez el Palacio? Mi hermano viene casi todos los años. ¿No te gusta la Capital, Maximilian?—Dijo Agnes.

Max rompió a sudar, no le gustaba este tema.

—¿V-Viajar? No lo disfruto mucho.

—Aun así, por favor, visítanos con el Señor Calypse una vez. Esta vez, te guiaré por Drakium.

—Gracias por la oferta, pero mi esposa no es lo suficientemente fuerte como para viajar tan lejos.

Contestó Riftan, cortando la respuesta de Max. La condujo hacia la salida y ella miró hacia atrás por encima del hombro, desconcertada. Agnes se encogió de hombros, como diciendo que estaba acostumbrada a la rudeza de Riftan, y le dedicó una extraña sonrisa.

—No hagas eso. No debes ser tan a-agresivo con la princesa. Como s-señor, debes dar el ejemplo —dijo Max con ansiedad.

—Aunque sea de la realeza, no tenemos que ir tan lejos. Sólo está jugando con nosotros y disfruta poniéndome de los nervios. Yo me encargaré de escoltar a Agnes, así que no te reunas más con ella —espetó Riftan. —Como dije ayer, esa mujer tiene una forma de manipular a la gente para que haga su voluntad. No hay razón para que te metas con ella.

—P-Pero Riftan. Ya estás ocupado con la construcción de la carretera.

Ante sus palabras, Riftan suspiró como si no quisiera admitir algo.

—En realidad, Agnes nos ayudará en ese asunto.

—¿Ayudará?

—Para poder construir una carretera que conecte Anatol con el puerto, necesitamos deshacernos de los monstruos de la frontera sur. Si un mago de alto rango como ella nos ayuda, nos ahorrará esfuerzos. Ya no es necesario que la guíes por Anatol.

Max se perdió en sus pensamientos durante un rato.

—La princesa todavía es una invitada. Pedir una s-solicitud así… ¿y si la f-familia real lo toma como una ofensa?

—Uno de los asistentes de Agnes dijo algo parecido —dijo Riftan, chasqueando la lengua con fastidio. —Además, no fui yo quien tuvo la idea, fue la princesa quien se ofreció a ayudar. No te preocupes, no he roto ninguna regla.

Al fin y al cabo, estaba involucrando a Agnes y a los demás invitados en expediciones peligrosas. Riftan vio los ojos preocupados de Max, sonrió y le acarició la cabeza con su mano revestida de metal.

—No te preocupes tanto. No fui extremadamente grosero con ella, es como solemos hablarnos. En cuanto a las expediciones, las habilidades de Agnes no son del todo necesarias para las incursiones más peligrosas. No estoy tan loco como para poner en peligro a un invitado real que sólo vino como embajador.

Max cerró la boca porque se sentía sin palabras. No le gustaba esta situación, pero no podía encontrar una solución alternativa.

—No te preocupes —dijo Riftan de nuevo. —Descansa en la habitación. No era razonable que apoyaras a los invitados durante tanto tiempo.

—Yo… yo también puedo a-ayudar afuera, ¿o no?

—¿Puedes? —Sus ojos se transformaron en finas rendijas, como si lo desaprobara.

Max se sintió intimidada y tartamudeó, —Puedo hacer hechizos de curación y otras tareas.

—Gracias por tu preocupación —dijo Riftan con un tono firme. —Pero Anatol tiene muchos magos y yo pagaré por sus servicios. No hay razón para que te involucres.

Max cerró la boca. Estaba claro que él sólo quería que ella desempeñara dos papeles, el de la Dama del Castillo de Calypse y el de su esposa.

Riftan había dicho que ella era su única familia en todo el mundo, pero no era su igual que pudiera resolver sus problemas con él. Disimulando su decepción, Max se adelantó a él para ocultar su rostro.

♦ ♦ ♦

Desde ese día en el campo de entrenamiento, Max no vio a Agnes en absoluto. La princesa estaba con Riftan casi todos los días. Los dos salían a primera hora de la mañana para dirigirse a la frontera sur con frecuencia, y cuando no salían de los terrenos del castillo, a menudo mantenían largas conversaciones en el campo de entrenamiento o inspeccionaban el terreno.

Por supuesto, los dos nunca estaban realmente solos, siempre había unos cuantos Caballeros del Remdragón y los guardaespaldas de Agnes, así que no había razón para que Max se sintiera ansiosa o preocupada por la situación. Sin embargo, su corazón no estaba tranquilo. El solo hecho de ver la brillante cabeza rubia de la princesa al lado de Riftan le provocaba dolor en el corazón. Max suspiró con tristeza mientras miraba por la ventana. La primavera se dejaba ver en los jardines.

Agnes era todo lo contrario a Max. A diferencia de ella, era segura de sí misma, fuerte, hermosa y mundana. Seguramente, después de pasar tanto tiempo juntos, se daría cuenta de lo mal que había elegido a su esposa, que a menudo era melancólica y poco agraciada. Sus pensamientos se volvieron más sombríos. Max había estado comparándose con su hermana Rosetta durante casi toda su vida, ¿y si Riftan también empezaba a compararla con otras mujeres? Se mordió el labio. Su complejo de inferioridad estaba grabado a fuego en sus huesos.

—¿Por qué esa mirada? —Dijo Ruth.

Max levantó la vista de su libro de filosofía para ver a Ruth de pie en la entrada de la biblioteca, que estaba comiendo una manzana despreocupadamente.

—¿Dónde has estado? Estaba preocupada por ti, ya que no has estado en la biblioteca.

—He estado trabajando en la torre durante un tiempo y haciendo medicinas aquí y allá. —Ruth se dirigió a su asiento preferido con paso firme.

—S-Solías trabajar m-más en la biblioteca.

—Había evacuado por miedo a encontrarme con un sucio adversario.

—¿A quién te refieres?

—Agnes. Me gustaría evitarla si puedo.

Ante el inesperado comentario, Max abrió mucho los ojos. La mayoría de los Caballeros del Remdragón y el resto de los hombres de Riftan veían a Agnes con buenos ojos. Supuso que Ruth veía a Agnes de la misma manera.

—¿Tienen una mala relación?

—Sólo es unilateral por parte de ella. Agnes es una maga de Nornui, así que me trata como un traidor que ha roto las reglas de la Torre de los Magos —Se puso los brazos detrás de la cabeza y se inclinó hacia atrás. —Para ser sincero, no quiero la atención. Lo pasé fatal allí. Por la forma en que me trata, probablemente ella y los otros magos me traten más horriblemente que como la Iglesia trata a los paganos.

—No tenía ni idea. El otro día, cuando me enteré de que venía la princesa, no sabía que te afectaría.

—¿Por qué contar una historia de mala sangre si se puede evitar? —Ruth habló con grandilocuencia, mientras abría un libro que tenía cerca.

Max lo miró con extrañeza y sintió un parentesco entre ellos. Se sintió aliviada de que hubiera al menos otra persona que no favoreciera a Agnes. Era vergonzoso lo mucho que le molestaba la princesa, pero Max no podía deshacerse de su inquietud.

—No creo que sea una m-mala persona —murmuró Max.

—La princesa no es una mala persona. —Ruth estuvo de acuerdo. —Objetivamente hablando, sus conocimientos y habilidades son bastante capaces y se lleva bien con los Caballeros Remdragon. Lo que yo sienta por ella es un asunto aparte.

Max dudó antes de decir honestamente, —Me siento incómoda con la princesa.

—Me sorprendería que no lo estuvieras. —dijo Ruth pasando una página. —Sería bastante extraño que te alegraras de ver a una mujer que casi se casó con tu esposo.

Sus palabras hicieron que Max se sintiera mejor. Era exactamente como decía Ruth, ¡sus sentimientos eran razonables! Antes, a menudo había comparado sus celos por Agnes con los de una bruja gruñona que albergaba malos sentimientos, como las de los cuentos de hadas.

—Aun así, la princesa está ayudando a Anatol. Debería verla de una manera más positiva.

—No nos está ayudando por ser amable. —Ruth cerró su libro y sonrió ligeramente. —Cuando me enteré de que se estaba involucrando, supe que era porque ayudarnos acabaría suministrando más materiales para la Capital. Sólo eso es un negocio en el que la princesa Agnes tendría interés. Estoy seguro de que Su Majestad también la presionó para que convenciera a Lord Calypse de venir a la Alta Corte. El Rey Reuben quiere al Señor a su lado.

Los hombros de Max se pusieron rígidos. —¿El Rey quiere que Riftan vaya a Drakium?

—¿No sabes por qué han venido? —Dijo Ruth. Al ver la cara de Max, añadió rápidamente. —Pero no va a suceder. Por supuesto, Lord Calypse no irá a ninguna parte. No le gusta la vida en la Capital, lo mismo ocurre con el Palacio.

—¿Por qué?

—Obviamente, desde que fue nombrado caballero, Lord Calypse ha despreciado a la nobleza que ha visto entrar y salir del palacio. Incluso si los nobles son respetuosos con él, no le hace sentir mejor. Desprecia las pretensiones.

Ruth se encogió de hombros, como si esto fuera un hecho universal. —Además, a Lord Calypse le gusta Anatol. ¿Por qué querría estar en Drakium, cuando puede actuar como un rey y estar al mando aquí?

—U-Un rey, dices.

—Para los jóvenes de Anatol, la reputación del Señor Calypse supera con creces la del Rey Reuben. Lord Calypse levantó Anatol, como un hombre que revivió cañas desde el punto de la muerte. Los ciudadanos de aquí adoran sinceramente a su Señor porque Lord Riftan los apoyó.

Max miró por la ventana, sintiéndose abrumada. El paisaje era pintoresco, como si un maestro pintor hubiera dibujado el escenario con un pincel. ¿Acaso Riftan se preocupaba realmente por esta tierra? Se sintió aliviada de que él se sintiera así, pero también se sintió sola. Le daba envidia que él estuviera tan atado a una tierra.

—De todos modos, Agnes no estará aquí para siempre —dijo Ruth alegremente. —Pronto se dará cuenta de que persuadir a Lord Calypse para que vuelva a la Capital es imposible y se irá. No tendré que evitarla por mucho tiempo, sólo tendré que aguantar las molestias hasta entonces.

Su absurda alegría hizo que Max esbozara una leve sonrisa. Como había dicho Ruth, sólo tenía que esperar a que la princesa se rindiera y se fuera. Una vez que se fuera, seguramente su ansiedad por perder a su marido cesaría.

Ruth no quería toparse con la princesa en la medida de lo posible; por desgracia, eso no ocurrió. La construcción de la enorme carretera que conectaba a Anatol con el puerto de Namhae requería mucho trabajo. Los caballeros salían varias veces al día para derrotar a los monstruos del territorio mientras protegían al enorme número de personas que empezaban a trabajar en los cimientos.

Ante esta situación, Ruth no podía seguir encerrándose en la torre. Estaba directamente en el equipo de subyugación y se encontraba en una posición en la que podía ser fácilmente acosado por la princesa Agnes. En lugar de sentir pena por él, Max sintió envidia.

Todo el mundo en Anatol podía ayudar con el trabajo de Riftan, pero ella parecía estar excluida de eso. Incluso Yulysion y Garrow salían del territorio para derrotar a los monstruos o hacer recados para los caballeros, mientras que todo lo que ella tenía que hacer era plantar flores en el jardín tranquilamente dentro de los impenetrables muros del castillo.

Por supuesto, gestionar y supervisar el castillo no era un trabajo de ocio. Sin embargo, Max apenas podía librarse de la sensación de ser una niña abandonada en una casa vacía.

A medida que transcurrían los días, incluso empezó a sentirse escéptica sobre el aprendizaje de la magia: por mucho que puliera sus habilidades, no podía ni siquiera salir del castillo Calypse, así que ¿de qué servía la magia defensiva, la que crea luz y la que despierta al viento?

Cuando conoció la magia, fantaseaba con convertirse en una gran aventurera y salir de expedición con Riftan, pero ese sueño hacía tiempo que se había roto. No iba a participar en ninguna aventura peligrosa. Darse cuenta de eso la hacía sentir sola y alienada, pero no podía decírselo a nadie sinceramente.

Todos los sirvientes eran amables, pero no era conveniente confesarles cómo se sentía. Por otra parte, Riftan estaba muy ocupado y, en cierto modo, era un compañero con el que no podía ser sincera. Al final, lo único que podía hacer Max para acabar con su asfixiante soledad era pasar el día a día mecánicamente.

—No está comiendo bien estos días. Tal vez, se sienta incómoda en algún lugar…

Rudis preguntó ansiosamente a Max, mientras almorzaba tarde. Ella negó con la cabeza y sonrió forzadamente. Esperó hasta tarde el regreso de Riftan, lo que le hizo dormir menos horas y debilitó notablemente su resistencia, haciéndole perder el apetito, aunque su cuerpo no estaba enfermo.

—Sus ojeras se han oscurecido. ¿Qué tal si se toma aunque sea una siesta?

—Gracias por tu preocupación. Sin embargo… el vendedor de especias vendrá esta t-tarde.

—Entonces, ¿le gustaría cenar en su habitación esta noche para que pueda descansar?

Max negó con la cabeza.

—Hay invitados… no puedo comer sola en el dormitorio. Es el deber de la señora.

—Los invitados entenderán si se siente mal…

—¡Estoy realmente bien!

Las insistentes sugerencias de Rudis le parecieron un poco molestas, así que cortó bruscamente la conversación y la sirvienta cerró la boca.

Max partió el pan trozo a trozo en un incómodo silencio y se lo metió en la boca. Sin duda, su cuerpo se sentía pesado y cansado, sin embargo, estar acostada en la cama a plena luz del día y no hacer nada sólo parecía generar pensamientos autodestructivos. Pensando que le vendría mejor a su salud mental moverse animadamente, dejó la comida que estaba comiendo, se levantó y se puso una capa.

Antes de encontrarse con el vendedor, pensó en echar un vistazo a la cocina primero.

—¡Señora, está aquí!

Mientras salía de la habitación, se oyó una voz urgente desde el pasillo. Max giró la cabeza y abrió los ojos al ver a Rodrigo corriendo.

—¿Q-Qué está pasando?

—Parece que hubo un problema en la obra de la carretera. Varios trabajadores resultaron heridos por culpa de los monstruos, recibí el aviso de enviar guardias y suministros de ayuda.

Max sintió que la sangre se le escurría de la cara. Riftan debía estar en la obra y, sin embargo, surgió un problema así, lo que significaba que tenía que ser un monstruo muy terrible el que andaba suelto.

El miedo se apoderó de ella por un momento, pero logró recuperar la compostura.

¿No aprendió a lidiar con un problema como éste el invierno pasado con Ruth? Pero en realidad apenas recordaba las instrucciones que Ruth le había dado entonces.

—De una vez, por favor, carguen en el carro… las n-necesidades. C-cucharas y leña… cuenco y p-paño limpio, aguja, hilo, hierbas medicinales… ¡todo lo que necesites!

—Sí, señora.

—Prepara el carro, también podrían necesitar mantas, cárgalo por favor. ¿Dónde está la persona que vino a informar?

—Está en el campo, preparándose con los guardias.

—Necesito saber e-exactamente q-qué tipo de situación es. P-por favor, cargue su equipaje en el c-carruaje y vaya al frente de las puertas del castillo.

Rodrigo se inclinó y bajó corriendo las escaleras. Max también salió a toda prisa. Esta vez no podía confiar en Ruth. Pensando en que tenía que responder con calma a pesar de estar sola en esto… Max se frotó las palmas de las manos, que estaban empapadas de sudor frío, contra el dobladillo de su ropa y cruzó el jardín. Al pasar la puerta, vio a varios guardias cargando tres carros y corrió directamente hacia ellos.

—He oído que hay un problema. La noticia… ¿Quién trajo la noticia?

—Soy yo. Recibí instrucciones de Sir Uslin Rikaido para venir aquí y conseguir los suministros necesarios.

Un soldado de mediana edad con casco se acercó. Max, tragando en seco, preguntó.

—¿La situación es grave? ¿Cuántos fueron heridos?

—Unos 20 trabajadores resultaron heridos, y unos 15 guardias que hacían la ronda resultaron gravemente heridos. El mago administró los primeros auxilios a los que estaban gravemente heridos, pero como aún quedan monstruos por derrotar en la vanguardia, cerca de la mitad de los heridos están siendo desatendidos para conservar la magia…

Escuchar que todavía había una batalla hizo que a Max se le enfriaran las puntas de los dedos.

—El señor… ¿está a salvo?

—Es difícil dar una respuesta segura, ya que el sometimiento aún no ha terminado, pero es Lord Calypse. Estará bien.

Max pudo calmarse un poco con las palabras seguras del soldado.

—B-bien. Date prisa… prepárate.

El soldado asintió y volvió al carro. Max se mostró resuelta mientras observaba cómo se cargaban las armas, las tiendas de campaña y la comida en la parte superior del carro. Como dijo el soldado, Riftan era el mejor caballero del continente, no había nada de qué preocuparse. Todo lo que tenía que hacer era concentrarse en hacer su parte. Max juntó las manos y rezó en silencio en su corazón.

♦ ♦ ♦

Poco después, en cuanto todo estuvo listo, montaron en los carros y salieron por la puerta de la ciudad. Los guardias se sintieron avergonzados de que Max los siguiera, pero no podían oponerse a lo que hacía la esposa del señor, así que se limitaron a dirigir el carruaje en silencio.

Max contempló en silencio el paisaje que pasaba rápidamente con una tensión impresionante. El carruaje descendió de la colina y pasó rápidamente por la plaza del pueblo, llegando a la puerta sur. Delante de la puerta había ladrillos, sacos de arena y dos carros con pacientes que entraban por la puerta entreabierta. Max saltó del carruaje y corrió hacia ellos de inmediato.

—¡Señora!

Estaba examinando a un trabajador de rostro pálido que tenía una férula fuertemente envuelta en su pierna rota cuando oyó una nueva voz que venía de atrás. Max encontró a Yulysion corriendo hacia ella con una armadura y sus ojos se abrieron de par en par. Sin embargo, él estaba cien veces más sorprendido que ella.

—¿Qué está haciendo aquí?

—Hubo un accidente… así que vine con los soldados. Los heridos… ¿los has traído tú?

—No había suficiente transporte para traerlos a todos, así que sólo trajimos a algunos pacientes.

Miró a los tres hombres que estaban en el carro. No sufrían heridas mortales, pero todos parecían estar sangrando gravemente. Desenvolvió la tela apretada alrededor del muslo del hombre sentado en el extremo más alejado y lo inspeccionó para ver si había algún objeto extraño en la herida. Afortunadamente, la herida no parecía contener arena ni suciedad. A continuación, procedió a desgarrar los pantalones del hombre para asegurarse de que no había ningún hueso desajustado y aplicó magia curativa.

A medida que el maná acumulado en su cuerpo disminuía rápidamente, se sintió mareada de repente: nunca había curado una herida tan grande. ¿Realmente se necesita tanto maná?

Sintió que una gran cantidad de maná era expulsada de su cuerpo y sus brazos temblaban.

—Señora, ¿está usted bien?

Yulysion miró con ansiedad su pálido rostro. Max sonrió despreocupadamente y administró la curación a los otros dos trabajadores. Aunque su maná disminuyó rápidamente, haciendo que se formara un sudor frío en su espalda, se recuperó sin problema de él. Pidió a los guardias que llevaran a los heridos al centro de tratamiento y volvió a subir al carro.

Yulysion la persiguió con urgencia.

—¡Señora! Es peligroso ahí fuera. No es necesario que vaya, vuelva al castillo…

—¡De qué estás hablando! Soy la esposa del señor. Cuando hay un problema en el territorio… por supuesto que debo ayudar. Mira a esta gente, yo los he curado.

—Pero mi señora no ha practicado la magia por mucho tiempo, y fuera del territorio, los monstruos podrían aparecer…

—¡Yo también puedo hacer mi parte! ¿No dijiste el o-otro día? Incluso cuando me encontré con un hombre lobo, ni siquiera parpadeé. No hay nada de qué preocuparse.

Max escupió con un tono frío. Su orgullo estaba herido, ya que estaba siendo tratada como una niña incompetente por un chico de 16 años. Ella no habría aprendido magia en primer lugar si pensara en quedarse atrapada en el castillo, aprendió magia diligentemente para poder ofrecer ayuda.

Max le ordenó al cochero que condujera, y su carruaje comenzó a rodar con fuerza hacia las puertas. Yulysion subió rápidamente a su caballo para seguirla. Fingió no darse cuenta de que él le lanzaba miradas ansiosas desde las ventanas exteriores del carruaje y se concentró en restaurar su maná lo más posible.

No pasó mucho tiempo hasta que el camino se niveló y Max vio los ladrillos apilados al final del camino. Se instaló una sencilla campaña, rodeada de tierra, arena y ladrillos. Saltó del carro y vio un enorme monstruo tendido en la carretera, rodeado de robles rotos. Instintivamente dio un paso atrás.

Yulysion saltó de su caballo y corrió rápidamente a ayudarla.

—Es un Guiverno muerto. Es el responsable de todo este lío.

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