Bajo el roble – Capítulo 82

Traducido por BeeMiracle

Editado por Ayanami


Max se sonrojó, avergonzada de haberle mostrado a Yulysion una imagen de miedo, sobre todo después de haber presumido de no hacer gran cosa. Hizo lo que pudo, pero el hecho de ver y estar en presencia de un monstruo enorme por primera vez en su vida le dificultaba mantener un rostro despreocupado.

Con los ojos aterrados, miró al gigantesco Guiverno que yacía muerto con su larga lengua fuera. Era un monstruo horripilante de al menos 40 kvet de largo (12 metros). Su cabeza era igual que la de un cocodrilo y sus alas rotas parecían las de un murciélago; su pesado cuerpo estaba recubierto de un negro del tono exacto del carbón.

—En cuanto a los dragones… son diez veces más grandes que un Guiverno.

A Max se le puso la piel de gallina en los antebrazos. ¿Cómo diablos habían luchado contra un monstruo tan terrible? Mientras Max se imaginaba vagamente la escena en la realidad, una sensación de miedo la invadió.

—Señora, su cutis no tiene buen aspecto. En efecto, volver al castillo…

—No pasa nada. Es que mi m-maná aún se está recuperando… aún no se ha recuperado del todo.

Max se apresuró a recomponer su rostro y se dirigió a los guardias, dando instrucciones para que primero hicieran un fuego e hirvieran agua. Algunos soldados que hacían guardia en la zona se acercaron a ellos para ayudar a descargar.

—Los heridos… ¿dónde están?

—Por aquí. Los espacios abiertos corren peligro de ser atacados por los Guivernos, así que los heridos están entre los árboles.

—¿Do-dónde está R-Ruth?

—El mago está ayudando al señor en el valle de Cabro. Parece que un grupo de Guivernos emigró allí durante el invierno. Se avistaron casi veinte Guivernos, así que se envió a todos los demás magos a esa misión de sometimiento.

—¿Veinte?

El corazón de Max se estremeció ante la noticia de que Riftan luchaba contra veinte de esos enormes monstruos y su estómago se retorció de ansiedad. Contuvo el impulso de correr en un instante hacia donde estaba Riftan y apenas exprimió su voz.

—Entonces… la gente que puede hacer magia curativa… no queda nadie.

—Aunque llamé inmediatamente al herbolario de la aldea, lo tenemos difícil debido al elevado número de heridos.

Yulysion señaló a una anciana que atendía a los pacientes en un campo.

—De acuerdo. Quiero dar prioridad para ver a los heridos graves.

Dio unos pasos y miró rápidamente a su alrededor. Había hombres cubiertos de polvo y suciedad tumbados en camas desordenadas hechas de tela sucia. Un soldado señaló a uno de ellos.

—Era un centinela de guardia. Cuando el Guiverno lo lanzó, su cabeza golpeó contra una roca, haciéndole perder el conocimiento. Todavía respira… Sin embargo, su cuerpo se ha enfriado. Por favor, examínenlo primero.

Max dobló las rodillas para echar un vistazo al joven soldado. Tenía el cuero cabelludo lacerado desde la cabeza hasta la sien, y el hombro amoratado. Después de comprobar si había algún hueso roto, Max colocó su mano sobre la herida y generó magia curativa.

Un calor cálido escapó por sus palmas y gotas de sudor se formaron en su frente. Max se detuvo a mitad de camino, ya que no podía curar la herida por completo, o agotaría su maná y no le quedaría nada para los otros pacientes.

—Yo… sólo administré los primeros auxilios. Sus heridas… lávalas bien y cuando recupere la conciencia, por favor, denle de beber un poco de a-agua. Los guardias le d-darán algunas hierbas medicinales d-de inmediato.

—De acuerdo.

—Yo, solo… es difícil s-sanar a todos los heridos. Ahora mismo… ¿Hay alguien más que necesite tratamiento inmediato?

—Hay dos personas más que están inconscientes…

Max se tragó un gemido interiormente y habló con firmeza.

—Por favor, llévame hasta ellos.

♦ ♦ ♦

Después de que Max administrara magia curativa a los dos pacientes inconscientes, estaba completamente agotada, y su cuerpo se desplomó.

¿Será realmente así siempre que usa magia?

Nunca antes había experimentado un mareo tan fuerte, que la hizo sentir una débil ansiedad.

—Señora, ¿está usted bien?

—Sólo estoy cansada de usar la magia de curación… Me recuperaré pronto, así que… no te preocupes.

Esperando sinceramente que eso fuera cierto, Max se sentó un momento contra un árbol y tomó aire. Mientras tanto, los soldados acomodaron su equipaje en los carros, montaron las tiendas entre los árboles, hicieron sacos de dormir y llevaron a los pacientes. La hoguera estaba encendida, pusieron el agua a hervir, y los centinelas de la patrulla rodeaban la zona para vigilar. Max observó la ajetreada escena, esperando a que se le pasara el mareo, luego se levantó y se tambaleó, ganando poco a poco una visión más clara.

Se obstinó en llegar hasta allí; no podía detenerse a descansar ahora. Max tomó un poco de agua de la olla, se humedeció los labios con la bebida tibia y empezó a ver a los heridos de nuevo.

Afortunadamente, fue capaz de tratar a los heridos con más habilidad de la que pensaba; quizás, todo fue gracias a su experiencia anterior.

Después de limpiar meticulosamente las heridas, espolvoreó un poco de polvo hemostático que Ruth le había dado anteriormente y envolvió las heridas con tiras de tela limpias; los huesos rotos y dislocados fueron alineados y envueltos firmemente en una férula con la ayuda de los soldados. También se aseguró de que todos bebieran agua infundida con medicamentos para evitar la fiebre y desintoxicantes. Max sabía que, aunque ahora parecían estar bien, más adelante podrían desarrollar fiebre alta.

—Señora, esta es la última persona que debe ser tratada. Su herida es bastante grande, ¿cree que se pondrá bien?

Preguntó un soldado de mediana edad con barba enredada mientras la guiaba hacia el soldado herido que yacía en el borde del campo. Max miró al hombre cuyo hombro tenía un gran corte. La herida no parecía poder arreglarse con un simple emplasto de tela. Tendría que usar un hilo y una aguja para coserla, tal como le había enseñado Ruth, pero no tenía la suficiente confianza para hacerlo.

—Esta… esta persona es la última… ¿herida?

—Sí, todos los demás heridos ya han sido atendidos. Los que están lo suficientemente bien como para moverse serán llevados a Anatol una vez que los exploradores regresen.

Max miró a su alrededor, todos los guardias y trabajadores envueltos en vendas estaban sentados a un lado bebiendo la sopa de hierbas preparada. Era poco probable que alguien de ese grupo empeorara de repente. Max, que estaba ligeramente preocupada, sacó el maná que le quedaba y lanzó un hechizo de curación sobre el soldado herido.

Cuando su magia salió de su cuerpo, su vista se repentinamente se puso en blanco, pero inesperadamente se recuperó de ello rápidamente. Tal vez, poco a poco se estaba acostumbrando. Con un suspiro de alivio, Max se levantó de su asiento y Yulysion corrió hacia ella de inmediato.

—Señora, cuando se ponga el sol, este lugar será más peligroso. Debería volver a Anatol de inmediato.

—¿Alguna noticia de… los Caballeros R-Remdragón?

—Parece que un par de Guivernos están escondidos en lo profundo del valle y están teniendo dificultades. Pero, no tardarán mucho.

—B-bueno, entonces… volveré j-junto con los caballeros. Será más s-seguro.

El rostro de Yulysion estaba trazado con conflicto.

—¿No sería mejor volver cuanto antes y descansar? Su cara está tan blanca como una hoja de papel.

—Si me siento junto al f-fuego y r-recupero mi maná… pronto estaré bien. Lo haré tranquilamente. Lo que me preocupa es la seguridad de Riftan.

Los ojos de Yulysion se abrieron de par en par, como si estuviera sorprendido por lo que había dicho. Era extraño que Riftan Calypse fuera objeto de preocupación. Tal vez, la gente no tuviera ni una sola preocupación por el caballero que derrotó al dragón rojo, sin embargo, Max conocía el alcance de la imprudencia de Riftan, y se le revolvieron las tripas de preocupación. Aunque fuera él, no era inmortal.

—Si no vuelven por la noche… volveré a Anatol.

Yulysion suspiró con resignación mientras miraba el rostro obstinado de Max.

—Si eso es lo que la hará volver… entonces, de acuerdo.

—G-Gracias.

—Efectivamente, si los caballeros realmente no regresan al atardecer, tendrá que volver al castillo sin duda. Cuando oscurezca, los monstruos…

En ese momento, Yulysion empujó el cuerpo de Max y sacó la espada de su cintura. Antes de que Max pudiera entender lo que estaba pasando, rodó hasta el suelo. De repente, el cielo se cubrió de una sombra oscura y resonaron pasos pesados que hicieron vibrar el suelo. Max jadeó, paralizada en el suelo. Un enorme monstruo de brillantes ojos rojos estaba de pie frente a ellos con la boca abierta, mostrando una afilada dentadura. Era increíble que una criatura tan gigantesca actuara tan silenciosamente.

La mitad del campamento fue arrastrado por la ráfaga de las alas de la criatura. Si Yulysion no hubiera empujado su cuerpo, también habría salido volando como el polvo.

—¡Corra! —Gritó Yulysion mientras agitaba su espada que brillaba azul a contraluz. Cuando las alas del monstruo fueron desgarradas por el golpe de su espada, su gran cuerpo se inclinó. Se generó un fuerte viento, los árboles se agitaron y cayeron, el suelo tembló como si hubiera un terremoto.

—¡Deprisa, salven a la señora!

—¡Por favor, por aquí!

Uno de los soldados agarró el brazo de Max, tirando con fuerza de ella y empezaron a correr. Max se tambaleó mientras seguía al soldado, huyendo del monstruo; su pie quedó atrapado en una piedra y cayó contra el suelo. El brazo que le sujetaba el soldado le palpitaba, como si se lo hubieran arrancado y la rodilla raspada le dolía, como si fuera a partirse.

—¡Señora! ¿Está usted bien?

Rápidamente trató de ponerse en pie, pero la visión que tenía ante sus ojos la sacudió, mareándola y haciéndole un doloroso nudo en el estómago; no pudo soportarlo más. Max se tumbó en el suelo y vomitó. Su corazón, hinchado por el miedo, le dolía como si lo hubieran apuñalado con cuchillos. Tenía la boca abierta de par en par, como si se hubiese olvidado de cómo respirar, intentando desesperadamente volver a levantarse; en ese momento, apareció un destello de luz dorada que lo iluminó todo. Max miró hacia atrás con ojos aterrados. Una enorme llama estaba quemando al enorme monstruo.

—¡Riftan!

La aguda voz de la princesa Agnes sonó en el aire como un látigo, y entonces alguien saltó al fuego hacia el monstruo que se balanceaba y blandió su espada con fuerza.

La cabeza del enorme monstruo que mide unos 50 kvet (unos 15 metros) voló en el aire como un gallo decapitado, el cuerpo del monstruo se desplomó, cayendo, y haciendo que el suelo temblara como si hubiera un terremoto. Max miraba la escena con lágrimas cayendo por su rostro, su visión entonces se volvió negra.

—¡Señora! ¿Está usted bien?

Yulysion corrió hacia ella con urgencia y levantó su cuerpo, pero sus miembros cayeron como si sus huesos se hubieran fundido y desaparecido. Max, que se apoyó en el cuerpo del chico, se agitó incontroladamente, antes de perder todos los sentidos y caer inconsciente.

♦ ♦ ♦

—Respira lentamente. Sí, así… —dijo Riftan.

Max se esforzó por respirar como si su cabeza estuviera bajo el agua. Se inclinó hacia el suelo, con el estómago presionando sobre sus rodillas con fuerza. Alguien empezó a frotarle la espalda suavemente.

Sus hombros seguían temblando. Lentamente, Max abrió los ojos y vio una escena familiar. Estaba de vuelta en su dormitorio, un tono rojo familiar de la luz de las velas iluminaba sutilmente la habitación. Era fácil decir que ahora era de noche. Después de mirar a su alrededor un poco más con una expresión confusa, se movió y gimió suavemente, alguien le acercó a la boca un cuenco frío de latón.

—Vomita si lo necesitas —dijo Riftan.

Max lo miró, con los ojos aún húmedos. Por encima de los mechones de su cabello revuelto, vio que la sangre seguía salpicando su cara.

—Te sientes mal porque has gastado demasiado maná. Te sentirás mejor después de vomitar.

Max apretó sus manos temblorosas contra su pecho y comenzó a toser lo poco que tenía en sus entrañas.

—R-Rudis…. p-por favor llama a p-para que… e-ella…

—Está bien. Sigue adelante.

Max cerró la boca y sacudió la cabeza. Tenía el estómago revuelto y empezaba a llorar de nuevo. No quería que Riftan la viera así.

—R-Rudis… —Dijo Max. —Por favor, llámala.

Max trató de zafarse de sus brazos, pero él sólo movió el cuenco hacia un lado y tiró de su cuerpo contra su pecho. Ella siguió resistiendo, pero el brazo de Riftan era demasiado fuerte.

Le cogió la barbilla y le metió dos dedos en la boca, apretando ligeramente la parte posterior de su lengua. Finalmente, Max vomitó un residuo pegajoso sobre el pecho de Riftan. Su cuerpo se convulsionó, y las lágrimas comenzaron a correr por su rostro con mayor libertad.

—Ssssh… Está bien. —Dijo Riftan.

Acarició su cuerpo de un lado a otro, como si fuera un niño pequeño, y le dio unas palmaditas en la espalda a Max. La cara le escocía por su vergonzoso aspecto, mientras vomitaba todo lo que salía a la superficie. Su cara, sus manos y su vestido estaban cubiertos de vómito pegajoso.

—No llores —murmuró Riftan, y le limpió la cara con su manga limpia. Sin embargo, a diferencia de sus suaves gestos, su expresión era sombría y tensa, su boca se enderezó en una fina línea mientras desabrochaba las correas de la espalda de Max y la desnudaba, luego también se quitó la camisa. Cuando el aire frío tocó su piel desnuda, ella se apoyó instintivamente en su cuerpo.

Riftan la acercó rápidamente y le frotó la espalda fría. Max se dejó caer más profundamente en sus brazos, buscando entrar en calor. Se apretó contra los duros abdominales de él y retorció las piernas contra las suyas.

—Mierda.

Las mejillas de Riftan se enrojecieron y una capa de sudor comenzó a transpirar en su frente. Su cuerpo se volvió más caliente al tacto de Max, como si estuviera hecho de hierro candente.

Podía sentir cómo su corazón latía a un ritmo más rápido contra su pecho, pero sus brazos seguían sujetándola con suavidad.

Max se esforzó por mantenerse despierta mientras él le limpiaba la cara con una toalla y deshacía las horquillas de su cabello desordenado. Ella se movió para apoyar la barbilla con naturalidad sobre su hombro.

¿Cuándo había vuelto Riftan al castillo? ¿Y la destrucción del enorme monstruo? Su cuerpo temblaba mientras empezaba a sentir sueño.

—Tu cuerpo está demasiado frío —dijo Riftan, tocándola con sus manos calientes. Al ver que se sentía agotada, la levantó y apoyó su cuerpo cerca de la bañera, frente a la chimenea.

Max entró en la bañera y esperó a que el agua caliente calentara su cuerpo, pero seguía sintiendo más frío que nunca.

—¿Por qué? —Dijo ella.

—Perder maná es como perder sangre —dijo Riftan, sin rodeos. —Te sentirás fría y mareada.

Tomó agua en una de sus palmas y la vertió sobre los hombros de ella.

—No puedo creer que ese maldito bastardo no haya tenido cuidado contigo. No, apuesto a que Ruth nunca soñó que te precipitarías tanto.

Su tono estaba lleno de desaprobación.

Max levantó delicadamente la mirada y vio su expresión. Los ojos de Riftan brillaban peligrosamente por la ira. Cogió una toalla gruesa, se secó las manos, se quitó los pantalones y apoyó la espalda de Max contra su pecho.

—Te sentirás más caliente si compartimos la temperatura de mi cuerpo —dijo abrazándola.

La puso hábilmente en posición nupcial, colocándola entre sus muslos y colgando un brazo sin apretar sobre su cintura. Max podía sentir el miembro de Riftan endurecerse contra ella, pero no podía hacer nada para reconfortarlo, su piel caliente la distraía. Se apretó contra su cuerpo como una gallina joven que pugna por su derecho a apoyarse en el pecho de su madre gallina. Respiró con fuerza mientras seguía abrazándola y sus manos empezaron a temblar.

Ignoró sus forcejeos, tenía tanto frío y estaba tan mareada que parecía que su cuerpo tenía cien años.

—Aguanta un poco, aunque no quieras —dijo Riftan.

Comenzó a frotar cada centímetro de su cuerpo durante un largo rato en la bañera, sujetándola con fuerza hasta que el agua comenzó a enfriarse. Max se tambaleó al intentar ponerse de pie y se apoyó en Riftan. Éste la envolvió en una toalla y se aseguró de que estuviera bien seca, antes de vestirla torpemente con su camisón.

—Bebe un poco, aunque te sientas mal —le dijo y le acercó una taza.

Max abrió la boca y apenas bebió un sorbo, pero cuando el agua del grifo entró en su estómago irritado, sintió ganas de vomitar de nuevo.

Habría sido inútil bañarse si Riftan no hubiera previsto sus arcadas. Max se miró sus manos manchadas con asombro, pero se limpió las manos con una toalla de manera despreocupada y le limpió los residuos en la cara. Lágrimas de vergüenza comenzaron a rodar por sus mejillas.

—Lo siento. No llores —susurró suavemente Riftan, como si creyera que la estaba lastimando, y comenzó a besar su frente mientras Max seguía temblando y llorando.

Cuando se sintió un poco mejor, fue consciente de que él también tenía que estar cansado; había salido en su última aventura a luchar contra tantos monstruos peligrosos. Max se apartó un poco para mirarlo y le dijo:

—Siento mucho haberte distraído. Ya estoy bien. Estás ocupado.

Los ojos de Riftan brillaron.

—Puede que tú estés bien, pero yo no.

Su voz tembló ligeramente, como si retuviera sus emociones.

—¿Sabes lo que sentí cuando te vi tirada en el camino? Pensé que estabas muerta.

Su rostro se contorsionó de dolor. Se frotó la cara bruscamente con una mano, tratando de calmarse, y luego habló con una voz apagada.

—De todos modos, no te preocupes por cosas inútiles. Duerme ahora.

Le cubrió los ojos con la mano. Mientras la visión de Max se volvía borrosa, su agotamiento se apoderó de ella de nuevo y comenzó a caer como una muñeca rota. Antes de perder el conocimiento, sintió que Riftan le frotaba los pies fríos con sus manos, las pantorrillas rígidas y el cuello, tratando de darle más calor.

Max quería que esta noche no terminara nunca, pero no podía luchar más contra su agotamiento. Pronto se quedó dormida, como si la hubieran hechizado.

♦ ♦ ♦

Max abrió los ojos cuando sintió que una luz brillante le iluminaba los párpados. Miró a su alrededor confundida, todavía medio dormida, y pronto se dio cuenta de que Riftan seguía durmiendo a su lado. Esto era diferente a su rutina habitual de despertarse sola.

Max se detuvo.

Mientras dormía, parecía tan indefenso con su cabello liso y oscuro esparcido en la almohada, y su pecho subiendo y bajando lentamente al respirar. Miró sus largas pestañas negras que dejaban sombras sobre sus pómulos; sus pestañas parecían las puntas de las alas de una mariposa negra. Cuando estiró la mano para tocarlas, los ojos de Riftan se abrieron de golpe. Sorprendida, Max apartó la mano.

—Lo siento. No quise despertarte.

Riftan parpadeó como si no estuviera completamente despierto antes de sentarse y mirarla fijamente.

—¿Cómo te sientes ahora? ¿Adolorida?

—Ya me siento bien, gracias.

Le frotó la frente y la nuca. El cuerpo de Max estaba más caliente en comparación con la noche anterior.

—¿Puedes beber un poco de agua?

Cuando Max asintió, Riftan la sujetó por los hombros y le acercó un vaso a la boca. Ella se mojó los labios secos con el agua del grifo y suspiró agradecida.

—G-Gracias.

—Tú también deberías comer. Un caldo ligero al menos. Y…

Miró sus pechos desnudos que asomaban por el hueco del camisón y se detuvo un momento.

—Cambiarte de ropa.

Max se sonrojó y se cubrió rápidamente con la sábana. Riftan había visto su cuerpo muchas veces, pero cuando la miraba así, se sentía avergonzada. Se quedó mirando su tímida figura un momento más antes de salir de la cama y ponerse unos pantalones. Tocó el timbre y le ordenó a una criada que trajera ropa y comida para la Señora.

Max se sentó con la espalda apoyada en la almohada, tratando de desenredar su desordenado cabello. La cabeza le palpitaba y sus miembros aún temblaban un poco, pero no era ni de lejos tan terrible como ayer. Sus hombros se relajaron con alivio, había sido una experiencia terrible.

—Acuéstate un poco más —dijo Riftan.

—He descansado mucho.

Sujetó la sábana con fuerza sobre su cuerpo cuando Riftan se acercó y le tocó el brazo.

—Te dije que te acostaras.

—Estoy bien. De verdad.

—¡Joder, ya no quiero que digas que estás bien!

Max se estremeció ante el repentino arrebato de Riftan y sus hombros se encogieron. La empujó firmemente por el hombro para que se acostara y descansara.

—Estoy tratando de contener mi temperamento, no me pongas a prueba.

—Lo siento mucho. No sabía que la magia me afectaría así.

—¿Crees que estoy enfadado contigo? —Murmuró Riftan en voz baja. Agarró firmemente el hombro de Max. —¿Entiendes lo que estuvo a punto de suceder? Si hubiera llegado tarde, podrías haber quedado permanentemente lisiada. En el peor de los casos, podrías haber muerto.

Apretó los dientes y dejó de hablar.

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