Bajo el roble – Capítulo 85

Traducido por Beemiracle

Editado por Hime


Por primera vez en su vida, Max apostó jugando a los dados. Se mezcló con la multitud para ver un espectáculo callejero, probó una cerveza que tenía un olor rancio y también un pastel que tenía un relleno con sabor a carne. Cuando su estómago se llenó de estas exóticas comidas campesinas, Max fue incitada por Agnes a participar en un lanzamiento de jabalina.

Agnes lanzó una jabalina para dar una demostración mientras le explicaba amablemente a Max.

—Tienes que sujetar la parte trasera de la jabalina para lanzarla lejos. Sujetala aquí y angúlala adecuadamente para conseguir el proyectil adecuado antes de soltarla.

Max tropezó con la plataforma y tragó saliva, Riftan la observaba desde la distancia con los brazos cruzados. Esperaba que si ella actuaba bien con la jabalina, él confiaría en su habilidad y se preocuparía menos por ella. Max lanzó la jabalina con una mirada decidida y, sin embargo, en lugar de alcanzar la bandera, la jabalina rebotó en el suelo a menos de cinco codos* (1,5 metros) de sus pies. Su rostro se calentó. Incluso el niño de doce años que jugó antes que ella lo había hecho mejor.

—¡Señorita, tiene que apuntar la pértiga hacia arriba!

Se rió un espectador de barba rala, y le entregó de nuevo la jabalina.

Max seguía avergonzada. Quería salir corriendo de la plataforma, pero sabía que si huía, la multitud sólo se reiría más. Cerró los ojos y volvió a lanzarla. Esta vez, navegó en un arco alto y pasó finamente por la segunda bandera. Max miró hacia atrás para llamar la atención de Riftan, pero su emoción la abandonó rápidamente.

Dos mujeres con ropas extravagantes y típicas de los romaníes estaban retorciendo sus cuerpos alrededor de Riftan y del caballero Karon de forma curiosa. Cuando una de las dos romaníes se acercó a Riftan, Max sintió que sus entrañas hervían. Bajó de la plataforma de juego y corrió a su lado con una furia fría.

—¡Riftan! —gritó.

Tenía una mirada de fastidio por haber captado la atención de los desconocidos y seguía de pie con los brazos cruzados, pero ahora miraba al cielo por encima de las cabezas de todos. Ante la llamada de Max, cuatro pares de ojos se encontraron con los suyos a la vez. Aunque se sintió brevemente intimidada, pronto se interpuso entre Riftan y los romaníes. Miró con severidad a las mujeres.

—¿Por qué se acercan a mi marido?

—¡Omo, omo! ¿Han ido juntos al festival marido y mujer?

Las dos romaníes aplaudieron y rieron sin miedo. Tenían un fuerte olor a alcohol. Max frunció el ceño y dio un paso atrás. Las mujeres empezaron a rodearla lentamente, sonriendo juguetonamente, como gatos que se aprovechan de un pez.

—Te envidio. Tener un hombre tan guapo como tu marido. —dijo una.

—Hmmm, ¿puedes compartirlo? Prestarnoslo por un rato. —añadió la otra.

Su descaro hizo que Max se sonrojara. Le habían enseñado que todas las damas debían ser modestas, así que le desconcertaba cómo aquellas extrañas mujeres podían emborracharse en público y acercarse así a un hombre casado.

Las diabólicas prostitutas trataron entonces de captar la atención del cazadragones, el mismo que no solía desviarse. Max se aferró al brazo de Riftan.

—¡No, no puedo compartirlo!

—Oh, no seas así, préstanoslo un rato.

—Absolutamente no. Ni siquiera un ratito. —gritó Max, tratando de llamar la atención de Riftan. Quería que estuviera de su lado.

Riftan, que había estado quieto como una roca, movió los ojos con frenesí y se pasó una mano con brusquedad por el lado de la cara. Su cuello, que normalmente era de un color cobrizo por estar quemado por el sol, ahora se estaba poniendo rojo.

—Eh, sí. —murmuró, apartando la mirada de todos. Se esforzó por encontrar algo más que decir— Ella dice… que no puedes prestarme.

Era una afirmación tan extraña que Max lo miró con incredulidad. De repente, alguien se rió de la nada.

—¡Huhuhu! —Agnes se rió sin sentido.

—Nadie va a creer esto. Que el Mahgo pueda decir algo tan estúpido…

La princesa, que había perseguido a Max, se agarró los costados y siguió riendo a carcajadas. A través de sus lágrimas borrosas, hizo contacto visual con las borrachas Romaníes.

—¡Huhg! Quería disfrutar de un buen hombre, pero parece que éste tiene dos mujeres. —dijo uno de ellos, rompiendo el contacto visual con Agnes. Ella se encogió de hombros y retrocedió fríamente, como si el juego ya no fuera divertido.

—No podemos hacer nada, hermana. Vayamos allí y disfrutemos de más bebidas —dijo la otra.

Las romaníes suspiraron de descontento y agitaron los brazos antes de darse la vuelta.

—Ha sido un placer conoceros a todos. —dijeron.

—Si alguno de vosotros cambia de opinión y quiere divertirse, nos quedaremos en la posada Reddin.

Se marcharon suavemente moviendo el culo, como si fueran gatos moviendo la cola al viento.

Max entornó los ojos al ver sus espaldas en retirada. ¿Cómo se atrevían esas mujeres a intentar seducir a un hombre casado de forma tan impúdica?

Agnes, que de alguna manera seguía exudando el comportamiento arrogante de una princesa mientras se doblaba de risa, se acercó a Max. Sus hombros seguían encorvados mientras trataba de recuperar el aliento.

—No es raro que mujeres así se acerquen a Riftan. Los hombres fuertes son populares hoy en día.

Agnes se limpió las lágrimas de los ojos y le puso a Riftan la capucha sobre la cabeza.

—Eres tú quien debe cubrirse la cara, no yo ni tu mujer. Has puesto celosa a Maximilian, Riftan.

—¿Qué demonios quieres decir? —gritó Riftan y se volvió para mirar a Max— Les estaba diciendo que se largaran, pero eran más tercas de lo que pensaba.

Max le devolvió la mirada, dudando de él.

—¡Es cierto, les estaba diciendo que se fueran!

Su expresión parecía medio avergonzada y medio alegre. Ella levantó las cejas, estudiando su rostro. Cuando vio que la comisura de la boca de Riftan se levantaba, se enfadó y tiró del brazo de Agnes.

—Deberíamos disfrutar de este f-festival. Y Riftan, puedes hacer lo que quieras.

Antes de que él pudiera replicar, ella salió corriendo con la princesa. Agnes soltó una risita antes de seguirla.

—Es una buena idea, Maximilian. Vamos a divertirnos, las dos solas.

Las mujeres corrieron como el viento, dejando a Riftan y a Sir Karon pensando en su humillación. Se dirigieron al campo verde donde sonaba la música.

Jóvenes mujeres adornadas con las telas tradicionales de Uigru atadas a la cintura bailaban en la verde colina. Sin perder el ritmo, Agnes tomó la mano de Max para unirse a la danza.

—¡Nosotras también bailamos!

Max se sumó y se dejó arrastrar por las otras mujeres que bailaban a su alrededor. Daban vueltas y vueltas, mano a mano; Agnes, campesinas y nobles por igual. El baile consistía más en saltos que en el típico vals, pero los movimientos eran divertidos y naturales para bailar. Todas las damas parecían bailar de pura alegría al son de la música. Sin pensarlo mucho, Max siguió al grupo por la colina hasta llegar a un campo.

La melodía comenzó a volverse más acelerada y poco refinada, a diferencia de la música suave y elegante presente en el castillo de Croix. El animado y tradicional batir de los tambores, los suaves ecos del laúd y el sonido silbante de las gaitas se mezclaban para crear una encantadora melodía. Sonaba como si las gruesas cañas soplaran en el bosque. Los pasos de las damas comenzaron a acelerarse al ritmo de la música, mientras las notas resonaban en el cielo.

Max sintió que la suave, pero áspera melodía recorría su cuerpo y sintió la alegría de bailar por primera vez en su vida. Las mujeres se rieron cuando la pandereta empezó a sonar. Incluso los transeúntes empezaron a golpear fuertemente los pies al compás del ritmo. Alguien se puso a cantar con gusto al compás del laúd:

Junto a ti

Que espero que te transmita

Era una canción extrañamente familiar para Max. Tal vez porque se trataba de la historia que había escuchado antes, sobre el legendario Sir Uigru y la dríade que lo amaba.

Las doncellas con las telas tradicionales alrededor de la cintura cantaban al ritmo de la triste letra. Era un fuerte contraste con la melodía juguetona que seguían tocando los instrumentos. Todo sonaba tan raro junto, que Max empezó a reírse a carcajadas hasta que su cuerpo se estremeció y se sintió mareada. Nunca había recordado haberse reído tanto de esa manera.

Su corazón rasgueó rápidamente al ritmo del tambor, y su sangre pareció fluir por sus venas con mayor rapidez en todo su cuerpo, hasta llegar a la punta de los dedos. Se sentía libre. ¿Siempre había sido tan placentero estar bajo el sol y moverse libremente sólo por diversión?

—Maxi.

Alguien la agarró del brazo.

Levantó la vista y vio a Riftan con la capucha sobre la frente. La miraba fijamente con ojos ardientes y Max se sintió repentinamente excitada al ver su deseo mostrándose en su rostro tenso. La condujo fuera de la multitud mientras Agnes, que seguía bailando con las otras doncellas y disfrutando de las actividades del festival, ni siquiera miraba hacia ellos.

Max comenzó a respirar agitadamente mientras seguía el ritmo de Riftan. La música y las voces de los participantes en el festival se desvanecían tras ellos. La sujetó por la cintura y miró con urgencia a su alrededor, como si tratara de encontrar un lugar apartado. Ella sintió vibrar su entusiasmo, mientras apoyaba su cuerpo contra el de ella. Max empezó a calentarse, pensando de repente en su tacto o en un beso. Todo esto era una experiencia nueva para ella. Incluso su ligero enfado hacia él parecía alimentar su pasión.

—R-Riftan…

—Aquí.

La atrajo hacia una zona densamente cubierta y la besó con brusquedad, como si no pudiera contenerse más. Su aliento caliente recorrió los labios de Max mientras introducía su lengua.

No fue suficiente. Max comenzó a desearlo más, como si lo estuviera bebiendo, notando que hasta entonces sólo había probado agua salada y en aquel instante, por fín saciaba su sed. Riftan gimió cuando ella correspondió a su lujuria y la empujó contra un árbol. Ella le rodeó el cuello con los brazos y apoyó la espalda en la áspera corteza. Sus labios húmedos volvieron a superponerse y la lengua caliente y suave de él empezó a explorar su boca con avidez.

Max gimió y puso su mano junto a la clavícula de Riftan, sintiendo su pulso desde el cuello. Su suave lengua, que era la única parte blanda del hombre, siguió persiguiendo la de ella, como si buscara probar todas sus partes sensibles. Max se sentía mareada por su incapacidad para respirar.

—R-Riftan… —volvió a decir.

Sus pulmones se hinchaban como si estuvieran desesperados por explotar. Él la levantó por los muslos y Max sintió el tacto sobre su fino vestido. Ella se estremeció mientras sus piernas se envolvían contra su duro cuerpo.

Era difícil de creer que estuvieran actuando así en público mientras cerca, el festival seguía.

¿He perdido la cabeza?

Max acarició el pecho y los hombros de Riftan, luego le agarró la ropa y lo acercó.

Riftan reaccionó como un perro hambriento, regando de besos su cuello. Le empujó el vestido ligeramente hacia arriba y le metió la mano por debajo de la ropa. Su palma caliente y sus dedos callosos se sintieron ásperos contra las zonas sensibles de los pechos de Max.

Ella suspiró, emocionada por su cálido tacto, y se frotó la frente contra su hombro. Riftan empujó su dureza contra su estómago mientras seguía masajeando sus pechos. Una sensación de calor comenzó a extenderse por el cuerpo de Max, como si una llama ardiera en su estómago.

Abrió más las piernas cuando sintió el familiar dolor de aceptarlo y tiró desesperadamente de su túnica, frotándose contra él, como dándole permiso. Entonces Riftan se puso intenso, como si exigiera sentir más piel, y su cuerpo pareció temblar de excitación al levantar el dobladillo del vestido.

En ese momento, un fuerte rugido se emitió en el cielo.

Max miró hacia arriba, sobresaltada. Los fuegos artificiales caían en cascada sobre el recinto del festival, esparciendo destellos de luz por todas partes. Max estaba embelesada con la magnífica escena, pero Riftan gimió poco después junto a su oído.

—Maldita, Agnes.

Max comprendió: claramente, Agnes había iniciado el espectáculo de fuegos artificiales. Entonces recobró el sentido, entró en pánico y trató de apartar a Riftan.

—Deberíamos ir a ver qué ha pasado.

—Se está divirtiendo de nuevo. A esa mujer le encanta ser un grano en el culo.

Suspiró y dejó escapar una respiración agitada, haciendo lo posible por calmar su creciente deseo. Se limpió la cara, donde su excitación era fácil de leer.

—Joder, ¿qué está haciendo Elliot, dejando que esto continúe?

—Deberías ayudar.

De nuevo, la fuerte erupción de explosivos resonó en el aire. Riftan golpeó su cabeza contra el árbol y comenzó a maldecir. Max no sabía cómo podía ayudarle. Su cuerpo seguía apoyado en el de Riftan, que seguía ardiendo como una hoguera. Cuando oyó a la gente vitorear en el recinto del festival, Max volvió a la Tierra, y una ola de vergüenza la abrumó.

Dios mío… Sir Karon debe saber lo que estábamos haciendo. ¿Qué habrán pensado él y los transeúntes al vernos salir en silencio?

El vapor caliente pareció salirle por las orejas y Max empezó a gritar de vergüenza, su cara se volvió de un rojo intenso. Riftan suspiró ante su malestar y puso los pies en el suelo de mala gana.

—Maldita sea, dame un minuto. Deja que me calme.

Como un niño pequeño y desanimado, se desplomó en el suelo y apoyó la frente en su rodilla. Max se arrodilló a su lado y esperó a que se calmara del todo. Entre sus piernas aún palpitaba el deseo y tenía el paladar seco.

Estaba tan avergonzada por la situación que no podía levantar la cara y el estado de ánimo de Riftan era el mismo, si no peor. Había hundido la cabeza sobre sus rodillas sólo unos segundos cuando otra chispa brilló de repente en el cielo. Apretó los dientes.

—Esa maldita mujer. La exiliaré de Anatol.

—Oh, no digas eso. Es una invitada de la familia real.

—¿Debemos dejar que los invitados no deseados se queden aquí? —dijo Riftan sin rodeos, mirando a Max— Te has acercado mucho a ella últimamente, ¿verdad?

Max lanzó una mirada insegura mientras la pregunta flotaba en el aire. Aunque ella y Agnes eran educadas entre sí y habían jugado en el festival de la mano, todavía no conocía su verdadero carácter. Max fue demasiado honesta para responder que tenían una buena relación, así que simplemente dijo con una risa nerviosa,

—E-Ella parece una buena persona y es amable conmigo.

—¿No estás cansada de que te arrastre?

—Está bien. En realidad, siento que tengo más energía que de costumbre. —dijo Max tratando de apaciguarlo.

Ella esperó su respuesta, preguntándose si sonaba lo suficientemente convincente, pero como respuesta, Riftan se limitó a bajar la mirada y enroscar unos cuantos mechones de pelo de Max entre sus dedos, para luego tirar de ellos detrás de sus orejas.

Ella se estremeció ante su contacto. Unas cuantas hojas suaves cayeron y dejaron una sombra verde pálida sobre su rostro afilado al descender al suelo. Riftan, que llevaba un rato mirando a Max en silencio, murmuró en voz baja:

—Hoy es la primera vez que te veo tan feliz, disfrutando… divirtiéndote.

—E-Es mi primera vez en una fiesta de la ciudad. —respondió Max, sorprendida por su mirada seria.

—¿Quieres que haga un festival todos los días?. —dijo Riftan, con seriedad.

—No seas ridículo.

—Yo pagaré todo.

Parecía que estaba siendo demasiado serio, así que Max juntó las manos y se puso pálida.

—N-No debes. El año que viene. Estaría bien volver a venir aquí juntos.

Los ojos de Riftan se desenfocaron. Cerró los ojos, pensando profundamente en lo que ella decía.

—Sí, el año que viene, los dos…

Antes de que pudiera terminar de hablar, sonó otro BANG y su ceño se frunció. Se levantó y dijo distraídamente,

—Volvamos. Tengo que apagar esto antes de que queme todo Anatol.

Max también se levantó torpemente. Riftan le dio una palmadita en la ropa, la tomó de la mano y la guió fuera de su lugar detrás del árbol. Todavía se sentía mareada, como si caminara sobre una nube. Una brisa cálida y primaveral le rodeaba el cuerpo, como si la abrazara. Ni siquiera recordaba por qué se celebraba el festival.

En la cima de la colina, Agnes seguía emitiendo fuegos artificiales hacia el cielo con su magia. Sólo se detuvo cuando Riftan vino a reprenderla y le sacó la lengua. Ante su terrible mirada, Sir Karon murmuró sus disculpas por no poder controlar a la princesa. El oscuro humor de Riftan no se disipó mientras bajaba la colina entre la multitud de espectadores, miraba fijamente a cada rostro que le llamaba la atención con una mirada amenazante. El de Agnes le siguió, moroso.

—No hace falta que te enfades tanto. Todo el mundo disfrutó de las luces. —murmuró ella.

—Algunas de estas personas podrían haberte reconocido. Dios. Eres una maga rubia de ojos azules. ¿No es eso típico de un ciudadano del Capitolio?

Clavó los ojos en la princesa y dijo amenazadoramente,

—Por favor, ten en cuenta. Eres la hija de un rey, y algunas personas aquí quieren hacerte daño.

—No seas tan rígido. Si alguien intenta hacerme daño, puedo cuidarme sola.

Cerró la boca ante la fría mirada de Riftan. Puso los ojos en blanco, pero finalmente dijo en voz baja,

—Puede que me haya excedido un poco esta vez, ya que estaba emocionada.

—Te has pasado. —dijo Riftan con fiereza entre los dientes. Miró a su alrededor. Aunque llevaba una capucha, todavía había muchos jóvenes del pueblo que parecían reconocerlo. Y lo que es peor, Agnes, la persona que había provocado mágicamente los fuegos artificiales, estaba en su presencia.

Los espectadores los observaban y cuchicheaban, se corría la voz entre los participantes del festival de que el Señor Calypse y un mago de élite estaban entre ellos. Para evitar problemas, Riftan y el grupo se dirigieron directamente al camino principal.

—Por favor, esperad un momento. Voy a subir el carruaje. —dijo rápidamente Sir Karon una vez que se separaron de la multitud.

Mirando hacia atrás, Agnes dijo sinceramente

—Siento que nuestra excursión haya terminado antes por mi culpa. Sólo quería que todos disfrutáramos más.

—Fue una sorpresa agradable. Disfruté de tu magia. Fue increíble. No sabía que existía una técnica así.

Agnes sonrió por los elogios de Max.

—Aprendí a hacer fuegos artificiales cuando estuve en la Torre de Magos. Son un poco ruidosos, pero fríos al tacto. Como arden rápidamente, tampoco afectan a su entorno. A menudo los conjuro para las celebraciones anuales.

—Ya veo. Esta magia es para entretener.

Maxi bajó los ojos, un poco decepcionada de sí misma. Hacía un rato, casi se había quedado comatosa por gastar demasiado maná, incluso después de intentar conservar toda la magia posible para sus pacientes. Sin embargo, Agnes había emitido decenas de fuegos artificiales y parecía estar perfectamente bien: para la princesa, esa cantidad de maná era minúscula. Max volvió a sentir una brecha inferior entre ella y Agnes.

Mientras Riftan revisaba el carruaje, Agnes se inclinó y susurró al oído de Max,

—Por cierto, parecía una escena de un cuento.

—¿Si?

—Cuando Riftan llevó a la bailarina Maximilian al bosque.

La cara de Max empezó a ponerse tan roja como el carbón que arde en una hoguera, pero Agnes no se detuvo.

—¿Qué hicieron ustedes dos en el bosque?

—¡Agnes!

Max casi gritó.

Agnes soltó una risita y corrió hacia el carruaje. Riftan, que estaba comprobando que el jinete seguía sobrio, miró sorprendido a la princesa que retrocedía. Max sacudió la cabeza para demostrar que no había ocurrido nada importante y la siguió rápidamente al interior del carruaje. Agnes estaba apoyada en la puerta del carruaje cuando vio la expresión de Max y se rió.

—Tu cara está roja como una ciruela. ¿No eres demasiado inocente para ser una mujer casada?

—No te rías. Por favor.

—Es una petición difícil de obedecer. Disfruto burlándome de ti, Maximilian.

Los ojos azules de Agnes brillaron con fuerza mientras su risa se convertía en carcajadas reprimidas.

Max empezó a sudar, sin saber cómo responder a este extraño comportamiento. La princesa sonrió suavemente.

—Gracias por salir conmigo hoy. Me alegro de que hayamos podido crear algunos recuerdos felices juntos antes de que regrese.

Los ojos de Max se abrieron de par en par ante este comentario.

—¿Ya terminaron sus tareas aquí?

—Debería volver pronto al Capitolio. Veo que es inútil ahora convencer a ese hombre de que venga conmigo. —dijo señalando al exterior a Riftan. —Debería estar satisfecho ahora que he confirmado que está bien.

La respiración de Max se detuvo al escuchar la admiración en la voz de Agnes. No estaba segura de si Agnes favorecía a Riftan como hombre o lo admiraba como el invencible Mahgo.

Agnes la miró y su semblante se volvió serio.

—Si tienes tiempo, considera pasar por el Palacio al menos una vez. Desde allí te guiaré a todos los rincones de los alrededores del Capitolio.

—G-Gracias por la oferta.

—Lo digo sinceramente. Es una invitación formal.

Agnes levantó el dedo en señal de énfasis.

Max desvió la mirada para ocultar su vergüenza. La princesa no parecía molesta por dejar a Riftan solo, lo que la alivió un poco más. Si Agnes realmente sintiera algo por Riftan, no sería tan amable, consideró Max. De ser así, la princesa se habría quedado más tiempo y habría aprovechado su situación en Anatol para conquistarlo.

Después de otro momento, Riftan y Sir Karon terminaron su discusión y entraron en el carruaje. Una vez que todos los pasajeros estuvieron sentados, uno de ellos llamó a la mampara, y el carruaje comenzó a viajar de vuelta a la finca de Calypse.

Mirando por la ventana, Max vio pasar los campos verdes por el inicio de la primavera. Suaves hojas crujían al viento, como si un espíritu cantara débilmente.

Era una escena encantadora, pero también algo solitaria.

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