Bajo el roble – Capítulo 87

Traducido por Ichigo

Editado por Hime


—Ah, huele muy bien.

Max lo contempló con una sensación de alivio y orgullo. Brillantes brotes rojos saturaban el área alrededor del pequeño charco cavado por los sirvientes, y los arbustos que estaban alineados como soldaditos tenían flores de color púrpura azulado brotando. Junto a ellos había un campo de varias hierbas que crecían de manera agradable y creaban una maravillosa armonía con las flores. Max colocó un pañuelo sobre una silla plana tallada en piedra y se sentó.

—Las p-plantas de aquí… todas se pueden usar como h-hierbas y especias.

—¿Quieres decir que has hecho un jardín comestible?

—Una cosa es tener flores bonitas en un jardín, pero plantar plantas útiles… pensé que estaría bien.

Las palabras de Max hicieron reír un poco a Riftan.

—Daré instrucciones a los guardias para que se aseguren de que nada dañe este jardín y lo mantengan intacto.

—¿Te gusta…?

Riftan miró a Max que estaba sentada a un paso del jardín de flores y luego asintió despacio. Una intensa emoción brilló en sus ojos y luego desapareció un poco.

—Sí, me gusta.

La voz que acompañó su respuesta era tensa. Max le dirigió una mirada desconcertada, cuando Riftan se puso en cuclillas cerca de ella, acariciándose los labios como si tratara de ocultar sus sentimientos.

—Hace un año, nunca imaginé que pasaría un rato tan tranquilo en un jardín de flores con mi mujer.

Max se puso nerviosa al darse cuenta de que Riftan se refería a la vez que se fue de expedición.

—He oído que… has pasado por muchos p-p-problemas durante la e-expedición.

—No fue fácil. Había miles de monstruos viviendo en las montañas de Lexos y el camino a la guarida del Dragón estaba rodeado de capas de barreras y laberintos.

Contestó de forma sombría, rebuscando en una cesta y sacando una manzana. Le dio un buen mordisco y su zumo fresco le humedeció un poco los labios. La cara de Max enrojeció, recuerdos sensuales destellando en su cabeza. A pesar de sus alocadas imaginaciones, Riftan, que estaba sentado en el suelo comiendo una manzana, parecía libre y relajado; como un niño inocente que desconocía el cruel mundo. Tomó una manzana verde y se la ofreció.

—Sabe muy bien. Pruébala tú también.

Max mordió distraída la manzana. No había sabor en su lengua, ya que estaba endurecida por la tensión que sentía. Ella había sufrido mucho a causa de su padre, lo que la hizo estar tan preocupada por su propia miseria durante los últimos tres años que nunca había pensado en las penurias por las que pasó Riftan. Más bien, incluso temía que si volvía, le infringiría un daño inimaginable.

¿Pero cómo puede estar tan a gusto a mi lado?

Abrumada por la pregunta en su cabeza, Max miró despacio a Riftan, que disfrutaba de la brisa.

¿Alguna vez me ha culpado?

Max esperaba que no fuera así, pero después de todo, Riftan se casó con ella aun sabiendo todas las penurias que le iban a acarrear. ¿No se lamentaría cualquier hombre del mundo que se enfrentara a tal desgracia? Era un milagro que decidiera mantener sus votos matrimoniales y estuviera satisfecho con ella. Sus pensamientos hicieron que su corazón se sintiera incómodo, así que cambió de tema.

—¿Va bien la construcción de la carretera?

—Va bien. Estará terminada para cuando llegue el otoño.

Riftan arrojó las semillas de manzana al arbusto con una sonrisa ambiciosa.

—Ampliaré el puerto en cuanto la carretera esté terminada. Costará mucho dinero mantenerlo indestructible para los monstruos, pero los comerciantes del sur podrán atracar barcos enormes y nos recompensarán de manera generosa por ello. Va a ser muy rentable.

—¿Puedes hacer t-tanto dinero… solo de p-peajes?

—No va a ser solo de peajes. Asociarse con comerciantes puede hacerte ganar más dinero que el rey. Comparten una parte de sus ingresos a cambio de proteger su costosa carga y ayudarles a llevar su negocio sin problemas. Ya hay muchos mercaderes haciendo cola para cooperar. No dejaré que te pierdas el privilegio de disfrutar de raras sedas y especies procedentes del sur a un precio asequible.

Se echó hacia atrás y le sonrió.

—Cuando el comerciante traiga el barco, te regalaré quinientas prendas de seda.

—Tengo m-más que suficiente ropa de s-seda.

—No es suficiente.

Afirmó, y se rió.

—Aguanta. Te daré infinidad de las ropas más caras del mundo. Luego, te pondré anillos de diamantes que brillen más que el sol en cada uno de tus dedos. Desde el cuello hasta la muñeca, pasando por los tobillos, te adornaré con joyas.

Le tomó de la mano y le apretó los labios en la muñeca. La sensación de los labios un poco fríos y húmedos presionando contra la piel sensible y palpitante hizo que Max se estremeciera. Los ojos oscuros de Riftan mostraban una profunda satisfacción.

—Te convertiré en la dama más honorable de los Siete Reinos. Haré que disfrutes de tener tanta riqueza como la princesa de Roem.

Riftan le acarició la palma de la mano y habló con pasión.

—Si el imperio no hubiera perecido, habrías sido tratada como la mujer más preciada de este continente. A alguien como yo no se le habría permitido siquiera hablar contigo.

—N-No digas esas tonterías. Roem pereció hace mucho tiempo y la familia Roem apenas mantiene su nombre… ahora n-no tienen poder, n-ni influencia. Yo s-solo soy una de las m-muchas nobles de Whedon.

—Estás siendo demasiado humilde. Eres descendiente de la gran familia imperial que una vez gobernó el imperio, y la hija mayor del duque más poderoso de Whedon. No eres una noble cualquiera.

De repente, una mirada de crueldad impregnó el rostro de Riftan.

—Desprecio a tu padre, pero no pretendo faltarle el respeto. La razón por la que el duque me eligió como tu esposo es porque le era útil, no porque sea un novio adecuado o digno para ti.

La mano de Max, que sostenía Riftan, se estremeció. Como un sabueso que aplasta por instinto a un pájaro que se le escapa de las garras, apretó el agarre.

—No tengo parientes nobles. Aunque muera, no tengo hermanos que se molesten en vengarme. Un caballero plebeyo que tiene habilidad y reputación, pero no poder. No fue gran cosa para él nombrarme su comandante en funciones, no sería difícil ocuparse de cualquier asunto que pueda surgir. Me eligió para ser el hombre al que utilizar y luego dejar morir.

—Eso es…

—Pensó que nunca volvería y que continuaría nuestro matrimonio.

Riftan enfatizó con suavidad pero su tono era aterrador.

—Pero volví vivo y nuestro matrimonio es real. Ahora ese hombre no tiene autoridad sobre ti. Yo soy tu familia.

Ante esas palabras llenas de posesividad, ella sintió una brisa fresca que le recorrió el corazón. Ella no valía nada para su padre, era solo a Rosetta a quien el duque reconocía como su hija. Maximiliana era una fracasada, una hija inútil, que se casó con un caballero plebeyo en una buena oportunidad, solo para serle útil al duque, así que la noble fina a la que se refería Riftan no podía ser ella, sino Rosetta.

Max se mordió los labios. El hecho de que su propio padre hubiera engañado y utilizado a conciencia a su marido le producía un nuevo tipo de ira y se sentía muy triste por haber sido ella la clave de aquel engaño. El duque de Crox debería haber entregado a su querida hija a un caballero que arriesgaría su vida por él, debería haber entregado a la bella y brillante Rosetta a Riftan. Deberían haberlo tratado así.

Mientras las emociones se elevaban de manera feroz en su corazón, Max comenzó a hablar con voz temblorosa.

—Lo s-siento mucho.

De repente, como si todo el rencor se le escapara, Riftan le apretó la cara entre las palmas de las manos.

—Maldita sea, he dicho demasiadas tonterías. No pretendía culparte, sé que no tienes nada que ver con las tácticas malvadas de tu padre. Nunca quisiste casarte conmigo, ¿verdad?

Era cierto. Le sonrió con amargura mientras miraba sus ojos que no podían negar lo que decía.

—No eres más que otro lamentable peón al que tu padre obligó a casarse con un humilde humano como yo.

—N-No es así. N-n-no lo digas así-.

Pero no escuchó las urgentes palabras de su esposa.

—Sin embargo, haré que quedes satisfecha. Te haré sentir que casarte conmigo fue mejor que casarte con cualquier otro noble o miembro de la realeza.

Incapaz de soportar más sus palabras, Max comenzó a hablar.

—Ya me siento así. Así…

De pronto se inclinó y le rodeó el cuello con los brazos. Riftan se puso rígido por la sorpresa, antes de levantar los brazos para abrazarla de manera enérgica. Tiró de su cabeza y colocó sus labios sobre los de ella. Max tembló de impotencia cuando su dulce lengua, un poco perfumada con manzanas verdes, llenó con suavidad su boca.

El impulso de enterrar la cara contra su cuello y llorar se disparó. Las fantasías que tenía ella eran muy surrealistas. Max cerró los ojos con fuerza, sintiéndose desgraciada; por mucho que lo intentara, no sería capaz de satisfacer sus expectativas.

Permanecieron juntos, con sus cuerpos pegados el uno al otro, durante mucho tiempo. Cuando un guardia vino a buscarle, le acarició la mejilla y la miró con expresión triste, luego le dio un suave beso y se levantó de mala gana de su asiento. Max observó con melancolía cómo se marchaba para cumplir con sus deberes de Lord. Sentía mucha culpa al pensar que su padre le había engañado a conciencia y ella se había limitado a obedecerle en silencio. Sabía que no valía la pena pensar en el pasado inmutable, pero no podía librarse de su propia autocondena.

Max regresó a la habitación y se desplomó en la cama. El hecho de que Riftan la tratara como a una honorable princesa la incomodaba hasta los huesos. Durante los últimos 22 años, Max fue criada como un perro por su padre. Cuando los perros se rebelaban, su padre levantaba el látigo, pero al menos le enseñaban los dientes. Max, en cambio, se sentaba de rodillas, soportaba el castigo y obedecía con lágrimas en los ojos.

Tenía una profunda conciencia de lo indefensa y miserable que era. Mientras se arrastraba por el suelo como un insecto y se colgaba de los pies de su padre. Max no podía olvidar cómo se veía su figura a través del espejo de la habitación. Tenía la piel hinchada y se retorcía en el suelo frío como un gusano.

Princesa, preciosa hija del duque… todos esos títulos eran ridículos.

Max se acurrucó y entrecerró la cara en su regazo. Cuanto más pensaba en Riftan, más se le oprimía el pecho. ¿Estaba bien admitir quién era en realidad y lo lejos que estaba de la idea de esposa perfecta que él tenía en la cabeza? Sin embargo, solo imaginarse diciéndole la verdad a su marido le provocaba sudores fríos en el cuerpo y le retorcía el estómago.

Era muy consciente de cómo la miraban los criados del castillo de Croix. Sus miradas, llenas de tibia simpatía en la distancia, le resultaban a veces más difíciles de soportar que la violencia de su padre.

Sería mejor morir que recibir semejante mirada de Riftan. Su marido creía que su esposa era la dama más honorable del mundo, y nunca quiso que supiera lo desgraciada que había sido su vida.

Max se levantó de la cama y salió de la habitación cuando ya no pudo soportar más la espiral de pensamientos depresivos. Si seguía encerrada sola, su propia negatividad la engulliría por completo.

Max necesitaba estar ocupada. Estar ociosa le traía recuerdos de su época en el castillo Crow y la hacía sentir como una cáscara vacía. Entonces, decidió ir a la cocina y supervisar a los sirvientes para ver si la cena iba bien. Justo cuando bajaba por las escaleras y se dirigía al vestíbulo, una voz fuerte la llamó por encima del hombro.

—¡Lady Calypse!

Max giró la cabeza en dirección a la voz. Sir Gabel Laxion y Sir Lombardo entraron por la puerta abierta de par en par con expresiones serias, lo que la puso nerviosa.

—¿Qué ocurre? ¿A estas horas…?

—Le pido disculpas por llamarle tan de repente. Hay alguien herido, ¿sería tan amable de echarle un vistazo?

Pasaron por entre los sirvientes que limpiaban los pisos del salón y corrieron directo hacia ella. Max se sorprendió y abrió los ojos.

Cuando acababa de empezar a practicar la magia curativa, solía atender a los caballeros heridos y nunca experimentaba el agotamiento de su maná, pero tras el último incidente cesaron tales intercambios. Aún así, tenía que ser algo muy urgente para que decidieran solicitar su ayuda. Max se sintió avergonzada y se apresuró a abrir los labios para hablar.

—¿Qué tal… R-ruth?

—El mago está ahora mismo en la obra. No quiero agobiarla, milady, pero no puedo permitirme el lujo de ir al pueblo a buscar otro sanador.

Tenían prisa y no esperaron la respuesta de Max mientras la conducían rápido hacia la puerta. Casi tropezó con la prisa al intentar seguir el ritmo de las amplias zancadas de los caballeros.

—C-Cómo… ¿Quién fue herido?

—Algunos caballeros fueron enviados a Libadon para inspeccionar las tierras el invierno pasado. Parece que fueron atacados por hombres lobo más allá del territorio de Anatol cuando regresaban, uno de ellos fue mordido e infectado con veneno…

Gabel chasqueó la lengua y miró a Max con ansiedad.

—¿Sabes cómo usar la magia para las heridas con veneno?

—He estudiado la fórmula mágica. Pero no he tenido la oportunidad de practicar…

—Puedes intentarlo esta vez.

Gabel escupió sin vacilar y empezó a deslizarse por la barandilla de la escalera. Max trató de apresurarse hacia abajo para mantener su ritmo, pero tuvo que tirar del dobladillo de su vestido hacia un lado para evitar que rodara hacia abajo.

—Más bien… ¿No sería mejor esperar a que volviera Ruth?

—Si lo retrasamos más, el veneno se extenderá y no podrá usar la mano derecha el resto de su vida. Su vida como caballero habría terminado. No le culparemos si fracasa, pero por favor, inténtelo primero.

Espetó Lombardo en un tono que parecía más una compulsión que una petición y Max tragó en seco. Los caballeros habían vívido hasta ahora tratando de ocultar hasta las heridas más pequeñas, pero ahora que de verdad acudían a ella en busca de ayuda en un momento de crisis, no sabía si sentirse feliz o abrumada por lo que esperaban de ella.

 ¿Y si no puedo soportarlo?

Siguió a los caballeros por el jardín, frotándose las palmas húmedas contra la falda para quitarse el sudor. Atravesaron las puertas que conducían a la puerta de entrenamiento y se dirigieron hacia los dormitorios.

—Por aquí.

Max entró en el edificio de madera para seguirlos y se puso rígida en cuanto se dio cuenta de que el interior de la habitación estaba muy oscuro: la luz del sol se mantenía fuera con gruesas cortinas. Solo cuando el caballero encendió una vela apareció un espacio desolado con tres o cuatro camas de campaña. La habitación parecía hecha al azar para atender solo a los heridos durante el entrenamiento.

Al seguir a los caballeros, vio un estante lleno de hierbas medicinales y frascos de medicina desconocida, un brasero que emitía una luz tenue y una tetera hirviendo. Max miró a su alrededor y tembló un poco ante el extraño paisaje. Cuando oyó un débil gemido, se volvió hacia él y vio a un joven caballero tumbado en la cama más alejada. Se acercó a él y frunció el ceño.

—Está oscuro, así que no puedo ver bien las heridas. ¿Se pueden quitar las cortinas?

—El veneno de los hombres lobo hace que los nervios sean muy sensibles. La exposición a la luz del sol intensifica el dolor, así que la lucha será más dura. Déjame encender otra vela.

Gabel explicó, luego encendió un candelabro junto a la cama y la tenue luz reveló el torso desnudo del caballero. Max miró hacia abajo con tensión y cuando confirmó que el tamaño de la herida no era mayor de lo que esperaba, sus hombros se aflojaron un poco. Tenía una profunda marca de mordisco en el antebrazo, pero por fortuna el hueso no parecía estar dañado. Sin embargo, la infección era grave.

Apoyó el dorso de la mano en la cama del joven y frunció las cejas al notar la temperatura de su cuerpo.

—El antídoto… ¿Se lo ha tomado?

—Lo tomó de inmediato cuando lo mordieron, pero el monstruo que lo mordió parece ser de alto nivel, así que el antídoto no está funcionando.

Max giró la cabeza al oír una voz desconocida. Un joven caballero de rostro demacrado entró en la enfermería portando un frasco. Sir Lombardo le quitó rápido el frasco de la mano.

—Te dije que te tomaras un descanso y dejaras que los criados hicieran estas tareas.

—Estoy bien. Por otro lado, este tipo fue mordido mientras me vendaba. Es mi responsabilidad cuidar de él.

Respondió de manera terca el joven caballero, cogiendo el frasco y acercándome a la cabecera de la cama. Luego empapó una toalla con agua y empezó a limpiar el cuerpo del hombre inconsciente. Cuando la fría toalla se encontró con su febril cuerpo, brotó de él un débil gemido. Sir Lombardo se puso rígido al contemplar la lamentable escena y se volvió hacia Max con urgencia.

—Por favor, date prisa, si el veneno se extiende más, su brazo quedará dañado para siempre.

—Yo… lo intentaré.

Ella inclinó el candelabro con rostro tenso, examinando con cuidado el estado del brazo mordido por el monstruo. Ella ya había visto una mordedura de hombre lobo antes, pero eso era muy diferente de esto. Había un olor nauseabundo que emanaba de las dos marcas de dientes picados, tan profundas que parecían clavadas con un martillo. El hematoma del brazo parecía una mancha de pintura de color burdeos oscuro y se le estaba hinchando como una salchicha rellena.

¿De verdad puedo curarlo?

Max intentó recordar la magia que había aprendido de Ruth mientras colocaba su temblorosa mano sobre la herida. Curar heridas infectadas por veneno consumía menos maná que la magia curativa, pero el proceso y la ejecución eran más complejos.

Empezó a sacar su maná, intentando recordar la fórmula desconocida, pero controlar el maná de esa forma no era tan fácil como había pensado en un principio. Extrajo la fórmula mágica dos veces sin éxito y la tensión se hizo evidente en los rostros de los caballeros que observaban en silencio a su lado, notando que estaba encontrando problemas durante el proceso.

—¿Es… difícil?

—Yo… lo intentaré una vez más…

Max murmuró con voz rastrera, con la cara enrojecida por el esfuerzo que estaba realizando. Se sintió arrepentida, pensando que debería haber practicado esta variante de magia en lugar de perder el tiempo luchando con autocompasión. Temía que si no conseguía curar a aquel joven caballero, la confianza que se había creado entre ella y todos los caballeros se desmoronaría en un instante.

Max se secó el sudor de la frente con la manga y aplicó su maná una vez más. Cuando se emitió una nebulosa luz azul que envolvió el brazo del caballero, empezó a dibujar de nuevo el intrincado patrón. El poder mágico que fluyó hacia el cuerpo del caballero purificó la sangre contaminada con veneno y la descargó del cuerpo con la ayuda de la fórmula mágica. Al notar que funcionaba, Max exhaló un largo suspiro de alivio. Al cabo de un rato, la mancha de color rojo oscuro que rodeaba el brazo del caballero y su furiosa hinchazón, remitieron.

—Está… todo hecho.

Max retiró despacio la mano al sentir que la energía oscura había sido erradicada por completo de la herida. Gabel tomó un candelabro y observó despacio la tez del caballero. Entonces, de repente, levantó las cortinas y la brillante luz del sol entró a raudales, haciendo que Max entrecerrara los ojos y frunciera las cejas.

—No reacciona de manera agresiva a la luz del sol. Parece que la magia ha funcionado y el veneno ha desaparecido por completo.

—No es seguro, puede que quede algo de v-veneno y energía oscura… necesitará más antídoto. ¿Serías tan amable de hervir hierbas medicinales?

—Las prepararé.

El otro caballero, que había estado inquieto a su lado hasta entonces, se puso rápido a preparar té, poniendo hierbas y hojas en una tetera. Max se sentó junto a la ventana y suspiró un momento mientras el té hervía. Hacía mucho tiempo que no utilizaba la magia, por lo que se sentía un poco cansada, pero no se sentía mareada como cuando agotaba por completo su maná.

Sopesó el maná que le quedaba y, decidiendo que podía permitirse usar magia curativa, la aplicó sobre el caballero una vez más. Mientras las marcas de la mordedura en su antebrazo se curaban rápido, el rostro del joven comenzó a verse mejor, mostrando alivio.

—Le agradecemos que haya hecho tanto, esto va más allá de un favor. Milady también debería beber el té que se está preparando, ya que las raíces medicinales que contiene también ayudan a restaurar el maná.

—G-Gracias.

—Tenemos que expresar de manera adecuada nuestros saludos de agradecimiento a usted. Gracias por salvar la vida de este joven caballero.

Ante las corteses palabras de Sir Gabel, la cara de Max se puso roja. Escuchar palabras tan apreciativas de otros era como una dulce lluvia en medio de una sequía, un descanso del sufragio de pensamientos terribles. Murmuró con cara tímida mientras sorbía el humeante té de hierbas.

—Es un alivio… que haya sido de ayuda.

—Fuiste muy útil. Si hubiera sido más tarde, el veneno se habría extendido y su brazo habría quedado dañado para siempre. Sir Ruth no estaba cerca, pero por suerte para este tipo, milady es capaz de usar magia curativa.

Max frunció el ceño de repente y miró al caballero asistente.

—No deberías volver al castillo de inmediato, deberías haber priorizado ir al sanador sin demora.

—Entramos en Anatol por el frente. Decidimos que sería mejor ir al castillo de inmediato que bajar la colina y pasar por el pueblo. Además, insistió en que, pasara lo que pasara, teníamos que ir al castillo. Ni siquiera sabía que el veneno se había extendido más rápido de lo que pensaba.

El otro caballero, que sudaba mientras removía el té en la tetera, murmuró con expresión preocupada.

—Y, sobre todo, pensamos que debíamos dar la noticia al Señor lo antes posible.

—¿Qué noticias? —preguntó Gabel con cara de perplejidad.

Entonces, el caballero asistente abrió los labios, eligiendo con cuidado las palabras adecuadas.

—Como saben, el Señor nos envió a Livadon para recabar información. Nos quedamos allí durante el invierno e investigamos el fenómeno del movimiento de los monstruos.

—¿Descubrieron algo allí?

El caballero asintió entonces con expresión firme.

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