Dama a Reina – Capítulo 51: No te vayas

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


Como era de esperar, había varias criadas delante de la habitación de donde emanaba el sonido, tal vez tres o cuatro como máximo. Eran todas criadas mayores que servían al emperador.

Patrizia caminó hacia ellas con una expresión determinada en su rostro. Cuando las criadas vieron su presencia, sus ojos se abrieron por la sorpresa y se inclinaron apresuradamente.

—Su Majestad… esta habitación…

Estaban temblando. Una tormenta de emociones se arremolinaba dentro de Patrizia. De ninguna manera… realmente…

¿Mi suposición era correcta?

Patrizia respiró hondo y luego hizo la pregunta que abriría la caja de Pandora.

—¿Está Su Majestad… dentro?

No dijeron nada. Por supuesto que no lo harían. ¿Qué podrían decir aquí? Patrizia pasó junto a ellas y lentamente abrió la puerta. El sonido del llanto se entrelazó con el crujido de las bisagras.

—¡Aaaaaugh!

Los ojos de Patrizia se posaron en una vista terrible. El emperador, en pijama, sollozaba en la habitación. No, ese sollozo no era del todo correcto. Él estaba… gritando. Como un poseído.

—Cierra la puerta —ordenó Patrizia a las criadas afuera.

—Su Majestad…

—Ahora —dijo con firmeza, y la puerta se cerró un momento después. Patrizia sintió una pequeña sensación de alivio. No se puede permitir que esta extraña escena se filtrará.

Miró al hombre llorando histéricamente delante de ella.

Lucio Carrick George de Mavinous. El hombre que era su esposo. El emperador de esta nación y el Sol del Imperio, en el suelo, gimiendo como un lunático.

—Su Majestad —dijo Patrizia.

Ella trató de detener el temblor en su voz, pero no funcionó.

¿Qué estaba pasando? ¿Por qué actuaba así? En ninguna parte escuchó que el emperador estaba siendo afectado por crisis psicóticas. Y a juzgar por su estado mental, es bastante grave. ¿Cómo podría explicarse esta imagen?

—Su Majestad —dijo Patrizia nuevamente. Las lágrimas se formaron en las esquinas de sus ojos, y sus labios temblaron y sus manos se sintieron frías. Sí, ella sentía miedo. Ver a Lucio así por primera vez en su vida le hizo sentir miedo. Ella lo miró con los ojos muy abiertos. Estaba llorando como una bestia, fue aterrador.

Patrizia apretó los labios y luego lo llamó una vez más.

—Su Majestad.

En el tercer intento, Lucio la miró, pero siguió llorando. Sus ojos estaban rojos, respiraba hondo y entrecortado. Había manchas de lágrimas secas en sus mejillas.

—Por qué… —La cabeza de Patrizia giró.

Ella experimentó una conmoción similar cuando murió Petronilla. Las rodillas de Patrizia se tambalearon, se sintió inestable; la vista era demasiado intensa para que su frágil cuerpo la procesara. Se las arregló para respirar antes de hablar de nuevo.

—Su Majestad.

A pesar de que ella lo llamó nuevamente, él siguió llorando como si sintiera un gran dolor. ¿Qué demonios es esto? ¿Qué estaba pasando frente a sus ojos?

—¡Aaah… Aaaagh! Sus gritos fueron extraños.

Patrizia se inclinó y sus pies cedieron bajo ella. Ella involuntariamente se dejó caer en una posición sentada en el suelo, él seguía llorando. El sonido le provocaba dolor de cabeza. Ella quería que se detuviera.

—Su Majestad. ¿Por qué demonios…? —Estaba demasiado aturdida para terminar de decir lo que pensaba. Lo único que quería es que se detuviera.

Ella se dio una orden. Despierta. ¿De qué servía sentarse aquí así? De lo contrario, no habría razón para que ella viniera a este lugar. ¿No quería deshacerse de este sonido? ¿No quería deshacerse de lo que interfería con su sueño? Entonces… ella debería hacer que pare.

—Detente.

Pero Lucio no se detuvo.

—Detente.

El llanto continuó.

—¡Para! —gritó ella.

Cuando su grito se desvaneció, lo único que quedó en la habitación fue el sonido de una respiración agitada. Cuando Patrizia abrió los ojos, vio que Lucio la estaba mirando con expresión atónita. No estaba claro lo que pasaba por su cabeza, pero su expresión era demasiado feroz como para llamarlo amigable.

—Eres… eres el Sol del Imperio. Debes seguir siendo digno, sin importa la circunstancias Su Majestad —dijo Patrizia.

El permaneció mirándola, con la respiración agitada.

—Por qué… ¿Por qué haces esto?

Ella se puso de pie vacilante y caminó hacia el hombre que la miraba con lágrimas silenciosas. Cada paso se sentía tan pesado como si le hubieran atado pesas de plomo en los pies. Esta situación, esta realidad a su alrededor, era difícil de creer, pero tenía que aceptarla. Ella no podía escapar de esto.

—De repente —comenzó Patrizia, pero él repentinamente la abrazó con fuerza y ​​no pudo terminar sus palabras. Ella dio un grito e intentó alejarse del agarre de Lucio, pero se detuvo cuando él soltó un gemido de dolor.

—Haah… —Todavía estaba llorando y sufriendo, todo su cuerpo estaba tenso, era una situación incómoda y vergonzosa para ella. Sin embargo, no era tan cruel como para arrancar a un hombre que lloraba de sus brazos, especialmente cuando había visto lo frenético que se veía unos momentos antes.

Maldición. Juró en su interior, pero lo sostuvo en un cálido abrazo.

¿Qué era este sentimiento en su corazón? ¿Amor? No. ¿Odio? No eso tampoco. Era solo compasión y lástima lo que sentía por él. Había tantas cosas que se moría por saber, pero por ahora, tenía lástima.

Mucho de eso también. Se veía tan descompuesto, este tipo de trauma no sucedía de la noche a la mañana. Tenía curiosidad por lo que le sucedió, pero primero debía hacer que calmará, él no podría hablar coherentemente en su estado loco.

—Haaah…

¿Cuántos minutos habían pasado? No, ¿tal vez había pasado una hora? Después de todo ese tiempo, todavía no parecía tranquilo, y mucho menos lúcido. Su piel se sentía caliente al tacto, sus ojos todavía estaban rojos, y había manchas rojizas en distintas partes, posiblemente se las hizo él mismo.

Cuando finalmente pareció estar un poco lúcido, Patrizia le habló.

—Su Majestad… ¿Estás bien ahora?

Lucio no respondió. Bueno, probablemente estaba demasiado avergonzado para hablar.

Patrizia suspiró y apartó los brazos. Su cuerpo estaba débil por el agotamiento y sus párpados pesados. Ya la había molestado una vez.

Levantó su cuerpo y habló con voz cansada.

—Sé que esto es incómodo para ti, así que me iré. Lo mantendré en secreto, así que no te preocupes.

Patrizia luego dejó de hablar. Bajó la cabeza y vio a Lucio agarrando la falda de su vestido. Todavía tenía la mirada perdida.

—No te vayas —susurró con voz ronca.

Si Patrizia tuviera algún interés en este hombre, esas palabras serían suficientes para causar emoción en su cuerpo. Desafortunadamente, ella no poseía interés o afecto por él, lo único que había en su corazón era lástima de su condición. Rosemond era una mejor pareja para él. La acción de Lucio no le pareció dulce, con toda honestidad, pensó que era molesto e incómodo. Estaba extremadamente cansada por la perturbación.

—No te vayas —repitió.

Lamentablemente, Patrizia era demasiado compasiva. Incluso con este hombre, sentía un exceso de simpatía por él.

Ella se mordió el labio. Maldición. Ella odiaba esto.

—No te agrado —respondió ella. Era lo unico que podia decir. Cuando intentó darse la vuelta, Lucio la detuvo nuevamente.

—No te vayas.

—Sé que no te agrada mi compañía. Entonces…

—Me agradas. Así que no te vayas, por favor —rogó.

Patrizia no creía las palabras de Lucio. Lo que dijo eran solo mentiras destinadas a mantenerla aquí. No era tan estúpida como para dejarse engañar.

—Haah.

Patrizia dejó escapar un suspiro. Había escuchado en alguna parte que los corazones de las personas latían rápido cuando tenían miedo, o si estaban cerca de alguien que les gustaba. A veces, sin embargo, las personas mezclaban esas dos emociones. Quizás Lucio era ese tipo de persona. No importa cual sea la situación, no era una buena conclusión.

Al final, Patrizia volvió a sentarse en el suelo. Realmente se sentiría como una persona horrible si lo dejara aquí.

—No tienes que decir nada que no quieras. Solo me quedaré aquí.

Él no respondió, ni soltó su falda.

—No es que no quieras que salga, es que no quieres que te dejen solo en esta habitación. ¿Verdad?

No hubo respuesta. Él solo la miró con ojos como un animal asustado. Su actitud era muy diferente de su ser habitual. Se mordió el labio y murmuró internamente:

¿Qué demonios está pasando?

—Estoy bastante cansada. ¿Cuánto tiempo se supone que debo estar aquí? —pregunto ella, pero él no respondió.

—Por favor dime. Es demasiado pequeño para estar cómodos.

Seguía en silencio. Patrizia decidió que sería bueno para su salud mental renunciar a la conversación.

Sus párpados comenzaron a deslizarse hacia abajo. Oh, dormir con este hombre no era una buena idea. Luchó por mantenerse despierta, pero nada era más inútil que tratar de luchar contra un necesidad primaria.

En menos de un minuto, ella estaba dormida. El insomnio no pudo vencer la fatiga.

Lo último que vio fue a Lucio mirándola con ojos asustados y enrojecidos.

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