El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 22

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Tras la visita de la duquesa al marqués, éste estaba seguro de que no recuperaría a Leslie. Con el tiempo, esa convicción le hizo creer que la duquesa podría ir tras él. Pronto le invadió el delirio de que ella reuniría pruebas de abusos y planes para perseguirle de forma pública.

Y le parecía de lo más absurdo. No podía suceder. Leslie era más poderosa que Eli. Los poderes de ella eran una mera fracción. En otras palabras, tenía que recuperarla como fuera porque la chica era más útil que nada ni nadie en la Casa. Entonces, sus delirios concluyeron con una idea: secuestro. Ningún medio normal como el duelo o las trivialidades servirían.

Así, marchó a la duquesa confiado con sus hombres. Se paró a las puertas y exigió a Leslie, causando una conmoción. Su plan era que un grupo de secuestradores profesionales se colara en la residencia cuando se abrieran las puertas. Él y sus hombres iban a distraer a los guardias mientras sus mercenarios contratados llevaban a cabo el acto.

Era la única forma de recuperarla, pensó con audacia el marqués.

Y la suerte estaba de su lado. El marido de la duquesa y sus dos hijos estaban fuera de la residencia. Así que solo tenía que distraerla. Así que gritó más fuerte y con determinación.

En definitiva, su plan no era el peor. Al contrario, tenía mucho sentido. Pero se equivocó al pensar que se trataba de la Duquesa. Aunque ella había demostrado con generosidad sus fuerzas en el Marquesado, sus ilusiones le cegaron y le hicieron olvidar aquel temible momento de confrontación.

Las puertas por fin se abrieron después de algún tiempo. Pero, quien salió a recibirlos no fue un mayordomo ni los caballeros del ducado, sino la propia mujer.

En un abrir y cerrar de ojos, abatió a sus caballeros y sirvientes, así como a los mercenarios que había contratado, con una espada de práctica de madera. El marqués, asustado por su poder, trató de huir, pero ella lo detuvo agarrándolo con fuerza del brazo. Sonreía.

—Uno más de tus sucios trucos y la próxima vez será tu cabeza, marqués Sperado…

En cuanto a las palabras salieron de sus labios, retorció el brazo del hombre en un ángulo extraño. Pronto, la noche se llenó de un aullido animal de dolor.

—Y eso fue lo que pasó…

Leslie se quedó boquiabierta cuando terminó el relato, y la cuchara que tenía en la boca cayó sobre el plato con un fuerte ruido. Pero no se dio cuenta mientras su mente corría a procesar lo que Bethrion acababa de decir. ¿Le había roto el brazo? ¿La duquesa rompió el brazo del marqués? Parpadeó con rapidez.

—Ese idiota se equivocó de pelea. No tenía ni idea de lo fuerte que es.

Sus ojos parpadearon aún más rápido ante las palabras de Sairaine. Ahora estaba asomando la cabeza por una ventana del comedor. ¿Acaba de llamar idiota al marqués? No podía creer lo que oía. Las cosas han cambiado, y ella ya no respetaba ni ansiaba el amor de esa persona. Pero nadie se ha atrevido a luchar con él de forma física o verbal. A pesar de sus resistencia, ha sido una batalla solitaria, y él seguía siendo poderoso, sobre todo dentro de la Casa de Sperado.

Y por desgracia, ese era el mundo de Leslie. Estaba sola, y todos los demás eran sus enemigos en el bando contrario. Pero todo eso estaba cambiando demasiado rápido. Él ya no era una montaña gigantesca que ella nunca podría derrotar. La Duquesa le rompió el brazo, y su marido, Sairaine, se limitó a llamarle idiota. Ya no estaba sola, y había gente que se oponía a él de su parte y por su bien.

Todo esto le llegó como un nuevo shock, y no podía pensar con claridad mientras su mente se quedaba en blanco al ver cómo su pequeño mundo se expandía y se ponía patas arriba. Mientras se aturdía la pensarlo, Bethrion se alejó con rapidez para cerrar con brusquedad la ventana en la cara de su padre. Un aullido triste de hombretón sonó apagado a través del cristal.

—Nuestra madre desprecia el desorden y el caos, pero sobre todo el alboroto sin sentido.

Su voz era ligera y el contexto demasiado informal. Era como si no fuera más que remover la basura de su césped.

Leslie empezó a reírse ante la brusquedad de Bethrion.

Los ojos verde oscuro del joven se agrandaron con cada lento pestañeo ante su risita huidiza.

Basura, eso es. Solo es un rey en su propia mansión. Si da siquiera un paso fuera de ese lugar maldito, se convierte nada más que basura. Estaba encantada.

Ya no pudo contener la sonrisa y soltó una risa. Jenna no entendía muy bien el repentino humor de cereza de la niña, pero también le sonrió. Behtrion se frotó la nuca con sus dedos callosos, sin saber cómo reaccionar. En lugar de responder, tomó una nueva cuchara limpia sustituida por una criada y continuó.

—Toma. Deberías terminar de comer y tomar alguna medicina. Aún necesitas descansar.

Cortó un trocito y acercó la cuchara a su boca. Ella sonrió cada vez más y aceptó con alegría que le dieran de comer. Su mandíbula se movió con afán para masticar la tortilla. Su primera tortilla en la residencia era celestial.

Después de comer, fue conducida a una habitación distinta de aquella en la que se había despertado.

Jenna dirigía el grupo: Leslie, Bethrion y Sairaine, que se tapaba la boca por si volvía a decir algo incorrecto.

—¡Vaya!

Exclamó la niña nada más entrar en la habitación. Era el doble de grande que en la que había dormido. Pensaba que aquella habitación era la mejor de la residencia, pero ésta era mucho más espaciosa y lujosa.

Estaba llena de los muebles más caros  y elegantes. La cama estaba semicubierta por un dosel, lo que la hacía aún más cómoda y cálida. En el centro de la habitación había un largo sofá de terciopelo rojo, que parecía tan largo que bastaría incluso para que Bethrion se tumbara en él. Las paredes estaban llenas de libros desde el suelo hasta el techo, lo que atrajo de inmediato su atención.

La chimenea irradiaba calor sin llamas. Era un horno mágico recién inventado que funcionaba sin fuego. También había una alfombra llena de símbolos intrincados, que añadían más magia a la habitación.

Recordó poco a poco el espacio, tocando y viendo cada detalle. Cuando por fin llegó a la ventana, no pudo evitar tocar las cortinas. Era lo más suave que había sentido en su vida. La textura la cautivó mientras se giraba para echar otro vistazo a la habitación.

—¿Le gusta, señorita Leslie? —preguntó Jenna con una sonrisa suave y cariñosa.

Sairaine estaba de pie detrás de ella con mirada expectante, demasiado excitado por la adorable reacción de la niña hasta el momento. Ella los miró a ambos y asintió con la cabeza, con las mejillas enrojecidas por la euforia y un poco de vergüenza.

—Me encanta.

Era todo lo que podía desear. Su ático era pequeño. Estaba húmedo y mohoso. La habitación era estrecha y el techo bajo. Tan bajo que podía tocarlo si se ponía de puntillas en una silla. Sin duda podría tocarlo incluso sin la silla si creciera más. Leah era bajita, así que no tenía grandes problemas, pero las demás criadas siempre se quejaban de lo estrecho y pequeño que era el ático.

Pero esta habitación era grande. El techo era alto y las paredes estaban limpias. Incluso el aire olía mejor. La luz del sol entraba por una gran ventana, envolviéndola en una calidez.

Se imaginó echándose una siesta en un sofá junto a las ventanas. Sería de lo más glorioso. ¿Esto es estar en el cielo? se preguntó mientras daba un paso deliberado sobre una alfombra acolchada. Era tan mullida que le pareció que caminaba sobre las nubes. Casi le daba pena que sus pies rugosos y llenos de cicatrices rozaran la alfombra.

Y si tenía que hacer una comparación con las habitaciones de la mansión Sperado, era como la de Eli. No, era mejor.

—Es maravilloso…

Sintiendo la esponjosidad de la alfombra entre los dedos de los pies, sonrió con alegría a Jenna y Sairaine. Ella le devolvió la sonrisa, y él se dobló de repente con las manos sobre el pecho, temblando de felicidad.

—T-Tan linda…

¡Mira su sonrisa! Por eso quería una hija antes que un hijo, murmuró para sus adentros. Jenna ignoró sus comentarios, se giró hacia la puerta y ordenó.

—Adelante.

Al instante, la puerta se abrió y una criada entró en la habitación con un par de pijamas en sus brazos. Era una joven de pelo castaño rizado y muchas pecas.

—Señorita Leslie, ésta es Madel, su doncella de compañía. Madel, esta es su nueva ama, la señorita Leslie.

—Es un placer conocerla, señorita Leslie. Mi nombre es Madel Delphian. Estoy deseando servirle.

Esta doncella se inclinó con cortesía ante ella, y la niña se quedó sorprendida. Ninguna de las criadas de la Casa Sperado le había hecho nunca una reverencia como Madel, pensaba que los adultos no se inclinaban ante una chica como ella, así que se sorprendió al ver que la joven la saludaba con obediencia y educación de esa manera.

Y era la primera vez que tenía una sirvienta. Leah era niñera, y nunca la atendió por completo. Pero rápido, se recuperó y devolvió el saludo con educación como una dama.

—Es un placer conocerte también, Madel.

♦ ♦ ♦

—Cariño.

No fue hasta que la luna estuvo alta en el cielo nocturno que la Duquesa regresó a la mansión y fue recibida por su marido.

—¿Cómo te encuentras? Debes estar agotada de lidiar con los bichos raros.

Con su corpulento cuerpo, se movió con rapidez para tomar el abrigo de su esposa y colgarlo. Volvió con una velocidad sorprendente para preparar un té y servírselo. Luego, se sentó con una sonrisa alegre.

Ella se sentó en el sofá y lo observó con una agradable sonrisa. Lo miró con cariño mientras tomaba el calor del té que preparaba.

—¿Conociste a la señorita Leslie, Sai?

—Por supuesto que sí. Aah… ¡era muy linda! Era como un pequeño cachorro blanco, retorciéndose como un recién nacido. No sabía qué hacer. Estoy tan acostumbrado a ver tipos grandes como Bethrion o Tuenti: ¡comparada con ellos es tan pequeña y frágil! ¿Has visto su adorable sonrisa? Ha sido increíble.

Se explayó en detalles sobre su ternura. Cómo sonreía con sus pequeños labios, lo grandes que eran sus ojos cuando se asombraba, lo ocupados que viajaban sus globos oculares por todas partes, y cómo masticaba la comida y se esforzaba por parecer fría pero en secreto enamorada de la tortilla, etc. Parecía que incluso se olvidaba de respirar de lo excitado que estaba por su diminuta presencia. Y de vez en cuando, su gran cuerpo se agitaba y temblaba con un regocijo abrumador.

—Ejem… Así que ahora es nuestra hija, ¿verdad, cariño?

—Lo será. Aunque puede que tarde algún tiempo.

La Duquesa tomó un sorbo del té. Al captar de inmediato su respuesta, su tez se volvió más grave y oscura por la preocupación.

—Ese hijo de puta del marqués está tramando algo, ¿verdad?

Ella asintió y continuó.

—Está trabajando rápido para deshacerse de todas las pruebas de abuso y negligencia. La mayoría están dentro de la mansión, así que no hay mucho que pueda hacer para detenerlo. Y no hay nada fuera de ese lugar porque él la confinó la mayor parte de su vida.

En raras ocasiones, se le permitía asistir al templo. Pero incluso entonces, siempre estaba con los criados y criadas de Sperado, bien escondida entre los adultos. Así, nadie, incluidos los asistentes al servicio, sacerdotes, sacerdotisas e incluso los demás empleados de la Casa, veía a Leslie ir por el lugar. Por supuesto, la forma en que iba vestida tampoco ayudaba. Aunque alguien viera a la chica, nadie sabía quién era en realidad. Así que nadie ha visto a la “segunda hija de la Casa de Sperado”.

—Parece que me va a llevar a juicio una vez que todas las pruebas han sido destruidas.

Llevarme a juicio también por romperle el brazo, quiero decir. Ella se rió, dio un sorbo de su té y tragó saliva por lo bajo.

—Loco bastardo. Cariño, eres muy influyente en la corte imperial, ¿verdad? ¿Podrías decir algo para enviarlo a la guerra uno de estos días?

—¿Por qué?

Ante la extraña petición de su marido, ella miró a Sairaine con los ojos muy abiertos, y le vio sonreír con un extremo de los labios con picardía.

—Para poder matarlo por accidente.

Él rió con intensidad, con la intención de llevar a cabo lo que ya le había dicho a su hijo antes de que Leslie se despertara ese mismo día. Luego presumió ante su esposa de lo afiladas que habían quedado las hojas de sus hachas. Ella le sonrió con calidez. Luego, de repente, su expresión cambió.

—Cariño.

—¿Hmm?

Dio otro sorbo al té e inclinó la cabeza hacia un lado mientras sonreía con fuerza.

—Por favor, ten cuidado con lo que dices cuando estás con la señorita Leslie. Todavía recuerdo la vez que Bethrion le dijo a Su Alteza Imperial que iba a “masacrarlo”.

El charlatán no habló más.

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