El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 28

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—¿Qué haces aquí…?

Leslie frunció el ceño, mirando a Eli. Sintió que su buen humor caía en picado al ver a su hermana. ¿Por qué ella y por qué justo aquí?

Y parecía que la otra persona sentía lo mismo. La miró con una expresión de desaprobación y disgusto.

—Puedo decir lo mismo de ti. ¿Cómo estás aquí? ¿Tienes idea de lo cara que es esta boutique?

Rápido miró frustrada a su alrededor y la arrastró para empujarla contra una pared detrás de una gran decoración del pasillo. Las dos niñas desaparecieron, ocultas por una gran maceta y una mesa aparadora.

Leslie dejó escapar un gemido de dolor al ser empujada con brusquedad contra la pared.

—¿Cómo te atreves a entrar en la boutique? Es famosa por ser muy selectiva con sus clientes, pero supongo que no es tan “exclusiva” como pensaba, ya que te han dejado entrar. Necesito encontrar otra para comprar. Algún sitio más exclusivo y que tenga ojo para ver a una clienta digna.

Eli se tapó la boca con un elegante abanico de encaje con rosas ornamentales bordadas. Leslie se rió de ella, que sin duda se burlaba detrás del abanico.

—No estás enfadada porque este sitio no sea lo bastante “exclusivo”. Estás enfadada porque estoy aquí. Habrías reaccionado igual en cualquier otro sitio, ¿no?

Los ojos de Eli se crisparon.

Ella solo despreciaba a Leslie. Incluso en su Casa, evitaba a la chica como a la peste. Ordenó a los empleados que se aseguraran de que no utilizara el pasillo donde estaba su habitación e hizo que recorriera el largo camino de vuelta al desván. Y así era en todas partes. Una de las razones por las que fue confinada fue que ella le ordenó que no estuviera en el mismo espacio ni utilizara los espacios que frecuentaba.

La razón era que era un ser bajo inútil. Por lo tanto, se negaba incluso a respirar el mismo aire, y el Marqués y la Marquesa concedieron su deseo manteniéndola arriba, solo se le permitía salir del ático cuando era necesario.

Tanto Eli como Leslie eran conscientes de este hecho.

La peliblanca escudriñaba a su hermana, un ejemplo básico de dama noble.

Dormía hasta tarde y se levantaba tarde por la mañana. Comía muy poco, pero muy nutritivo y rico. Luego paseaba por los jardines e iba de compras. Iba al centro con la marquesa o llamaba a la mansión a comerciantes de lujo o diseñadores famosos y compraba muchos vestidos y joyas. Era el brillante ejemplo de una dama, o eso solía presumir de ella la marquesa.

Luego, le decía que fuera más como su hermana, pero nunca le daba la misma oportunidad ni los mismos recursos para comportarse de esa manera. Siempre hablaba y hablaba con Leslie de pie en la sala de los espejos, comparando a las dos chicas. Teniendo en cuenta todo esto, solo había una razón por la que Eli estaba en la boutique tan temprano por la mañana.

—¿Supongo que al marqués no le va muy bien?

Sus labios se torcieron en una sonrisa mientras la examinaba. Seguía siendo guapa. Pero las puntas de su pelo estaban ásperas y no tan brillantes como antes. Su piel estaba pálida y ya no parecía tan suave. En otras palabras, no parecía tan bien arreglada.

Y no era difícil adivinar por qué: Duquesa Salvatore.

Había un rumor muy extendido entre los nobles sobre lo que había ocurrido entre el marqués Sperado y ella. Se susurraba que él se había roto el brazo al causar un alboroto en el Ducado. Ya era tan famoso que no pudo hacer nada para impedirlo.

Lo que debió ocurrir a continuación tampoco era muy difícil de imaginar. El hombre debió de montar en cólera, rompiendo cosas en su estudio y golpeando a sus sirvientes. Era una persona que amaba el honor y la gloria por encima de todo, así que debió de ser devastador oír que le llamaban cobarde o tonto. Eli, pues, debía de estar estresada por los cotilleos fuera y dentro de la mansión, así como por un padre que ya no le prestaba toda su atención.

Además, no podía visitar los salones a causa de las habladurías; debía de herir su orgullo. Como futura princesa heredera, no podía llevar dos veces el mismo vestido cuando iba al palacio imperial a ver a los miembros de la familia imperial.

Necesitaba vestidos nuevos, pero no podía llamar a una costurera al Marquesado porque su padre estaba gritando y bebiendo. Por lo tanto, su única opción era visitar la boutique a una hora temprana, cuando la mayoría de las damas nobles estaban durmiendo hasta tarde.

Leslie sonrió con suficiencia, y la mano de Eli se apretó alrededor del abanico, temblando de rabia. Entonces todo se detuvo, y sus ojos se agrandaron al darse cuenta.

—Tú… ¿Lo hiciste?

—¿Hacer qué?

—¡Tú lo hiciste! ¡Fuiste tú!

Ella no tenía ni idea de lo que estaba diciendo. Pero no necesitaba sus respuestas. Hizo y concluyó sus propias preguntas, apretando los dientes y mirándola fijo.

—Informaste contra nosotros a la duquesa, ¿verdad? Le dijiste que le rompiera el brazo a mi padre para avergonzar a mi familia por venganza.

Los ojos de Leslie se agrandaron y sin pensarlo soltó una carcajada. ¿Cómo podía pensar cosas así? Eli debía de saber que fue el marqués quien provocó a la duquesa. Sin embargo, toda la culpa se la quitó a su padre y de inmediato se la echó a ella, que ni siquiera estaba allí cuando ocurrió.

—Ja.

—Sí, debe ser eso. ¡Todo es culpa tuya! —gritó, haciendo que frunciera el ceño.

Siempre es así. Eli nunca admitía sus propios errores y echaba la culpa a los demás, en especial a Leslie. Y así era ella para su familia y para los empleados del marqués. Un saco de boxeo inútil que merecía ser culpada por cualquier cosa y por todo. Una vez más, se le recordó el propósito de su existencia para esa gente.

Su hermana se tambaleó hacia atrás con las respuestas a sus propias preguntas, sacudiendo la cabeza.

También murmuraba algo, pero era demasiado rápido para que pudiera entenderlo.

Solo pudo oír “yo”, “la ayudé” y “la Duquesa”. Leslie la ignoró. ¿Cómo se atrevía a atribuirse el mérito de que estuviera en el Ducado?

Supongo que ella me ayudó en cierto modo. 

Si no me hubieran arrojado al fuego por Eli, seguiría encerrada en el desván y obligada a decirme a mí misma lo inútil que soy en la sala de los espejos. Seguiría siendo una cobarde acobardada bajo las ridículas amenazas de Leah y me estaría muriendo de hambre durante días. Podría solo haber muerto de frío en la oscuridad del ático, sola y hambrienta. 

Y yo sería olvidada para siempre, todo por culpa del Marqués y su familia. 

Así que sí, gracias a ti, Eli, hoy estoy aquí. Leslie soltó una pequeña risa amarga ante ese pensamiento. Luego, trató de caminar de regreso a su camerino, donde Madel y Bethrion la estarían esperando. No quería ver ni hablar más con ella.

—¡Hey!

Pero fue detenida una vez más cuando su hermana la tiró con brusquedad de la muñeca, arañando la tierna carne con sus largas y afiladas uñas.

—¡Ve y dile la verdad a la duquesa Salvatore! Dile que no hicimos nada malo y pídele que disipe los rumores. Ya que todo es culpa tuya, ¡resuélvelo!

—¿Por qué debería hacerlo?

¿No hizo lo mismo la última vez? No aprende, ¿verdad? Chasqueó la lengua en silencio y golpeó con violencia su mano. Pero Eli no la soltó. Estaba demasiado acorralada para rendirse con tanta facilidad.

Agarró con más fuerza su muñeca. La miró fijo con unos ojos verdes venenosos que ya no parecían elegantes ni hermosos. Estaban empañados y opacados por las sombras.

—Porque todo es culpa tuya. ¿Tienes idea de cuánto están sufriendo mamá y papá? ¡¡Madre incluso ha dejado de comer y no quiere salir de sus aposentos!!

—¿Y?

—¡¿Y?! ¿Cómo puedes ser tan despreocupada? ¡Ella no come! ¿Qué parte no entiendes?

—Tenía hambre todos los días.

Devolvió la mirada llena de rabia de Eli con una calma carente de emoción.

—Ni siquiera me dieron la opción de no comer o abandonar el ático. Me mataban de hambre, me pegaban y me encerraban en la oscuridad. Se aseguraron de que sufriera todos los días.

Con eso, la empujó con todas sus fuerzas. Esta vez, el cuerpo de Eli cayó hacia atrás y el agarre se rompió.

—Además, no te preocupas por tus padres. Solo por ti.

Sabía muy bien lo egoísta que era su hermana. No le preocupaba la salud de sus padres, sino si los rumores perjudicarían sus posibilidades en la alta sociedad y su próximo debut. Además, seguro le preocupaba que la gente dejara de mirarla con admiración y la tratara como un chisme y un hazmerreír entre los nobles. Además, le preocuparía su compromiso con el príncipe heredero. Sin duda, su principal preocupación sería ella misma y su glorioso futuro como Princesa Heredera.

Eso es lo único que le preocupa. 

Sus palabras dieron en el clavo, y el rostro de Eli se endureció. Pero sus labios pintados de rosa no dejaban de burlarse.

—¿Cómo te atreves a culparme? Solo lo hice porque naciste inútil. ¡Es culpa tuya por haber nacido como una basura! ¿Quién te pidió que nacieras con ese pelo maldito? ¿Quién te pidió que nacieras con el destino del sacrificio?

Todo era culpa de Leslie, y eso la hacía reír. Eli estaba tan desesperada por culparla como si no hacerlo significara su muerte.

—¡Solo si hubieras nacido como yo, con el pelo dorado y los ojos verdes de la Casa! Solo si hubieras nacido digna, ¡podrías ser amada como yo! —gritó, resoplando y con todo el cuerpo temblando. Ella la ignoró y pasó a su lado, susurrando su respuesta.

—¿De verdad? ¿Habrías compartido conmigo todas las cosas bonitas que estás disfrutando ahora si yo hubiera nacido con todo lo que acabas de decir?

Eli se quedó paralizada, incapaz de hablar. En el fondo, sabía que la respuesta a su pregunta era “no”. Todo le pertenecía a ella, y no se atrevería a compartirlo.

—Mentirosa.

Leslie soltó una delicious carcajada y se alejó, doblando la esquina y volviendo junto al empleado que la esperaba. El asistente las miró confuso, sin comprender lo que había ocurrido. Entonces los ojos casi se les salieron de las órbitas y se quedaron boquiabiertos al ver gotas de sangre en la muñeca interior de la niña.

—¡S-Señorita!

Un cliente de alto nivel, al que el propio dueño estaba atendiendo, resultó herido en la boutique. Aunque se trataba de una disputa entre dos compradores, el hecho no cambiaba en que una de las señoritas era una clienta del Ducado de Salvatore. El rostro del dependiente palideció ante la posibilidad de ser demandado por el Ducado.

—Estoy bien. Por favor, ignore todo eso.

Leslie tiró de las mangas del asistente, llevándole de vuelta al camerino. Vacilantes, siguieron a la pequeña señorita y regresaron juntos a la habitación.

La escena era casi la misma que antes de que se marchara. Madel seguía hojeando los numerosos catálogos con la dueña de la boutique, y Bethrion estaba sentado en el sofá con comodidad, con los ojos entrecerrados.

Regresó al sofá, ignorando al nervioso dependiente, preocupado por si ella les decía a sus compañeros adultos que estaba herida.

Bethrion era un hombre disciplinado. Siempre se levantaba al amanecer y entrenaba. Luego, cumplía con un horario muy estricto. Así que para estar sin hacer nada en un cómodo sofá, no pudo evitar sentirse un poco somnoliento. Cuando la vio subir a su lado, sonrió de forma distraída y habló en voz baja y somnolienta.

—Lo siento.

Ella ladeó la cabeza, desconcertada por su repentina disculpa.

Les costaba mucho pensar y adivinar cuando estaba con él. Solo hablaba lo necesario y a menudo carecía de contexto.

¿Por qué acababa de disculparse? Pensó mucho para entenderlo. Entonces, volvió a hablar.

—He oído que Ruenti te amenazó ayer.

—¿El señor Ruenti?

—Sí, en el comedor —añadió mientras se echaba hacia atrás el pelo negro ceniza y Leslie se dio cuenta de lo que estaba hablando. Parpadeó como estúpida, todavía un poco desconcertada.

¿Era una amenaza?

Siendo sincera, ella no se sentía de esa forma ni asustada. Aunque él la fulminó con la mirada y dio un portazo sobre la mesa, no tenía miedo de él. Su encuentro no despertó ni la más mínima pizca de miedo en su interior.

—Habló con mamá por la noche y le explicó todo, así que no volverá a hacerlo. Por favor, no te lo tomes a pecho. Aún es joven y comete errores.

Parecía que estaba confundiendo el encuentro con uno que asustaba a Leslie. Así que ella respondió rápido, aferrándose con fuerza a la taza de leche.

—No me asusté.

—¿Estás segura? Es más pequeño que nuestro padre y que yo, pero sigue siendo un Salvatore.

En efecto. Además, Ruenti se parecía mucho más a Sairaine que a la Duquesa. Heredó la cruda rudeza de su padre más que los delicados rasgos de su madre. Si alguien más lo hubiera visto, se habría asustado sin duda. Pero no la inquietó.

—Umm, pero…

Pensó en sus ojos del día anterior comparados con los venenosos de Eli hacía unos instantes. Entonces, recordó cómo la miraba la gente en la casa del marqués.

Ira, desprecio y aversión. Su propia sangre la miraba con esas crudas emociones, junto con los cientos de pares de ojos de los empleados de la marquesa. La condenaban solo por existir. La culpaban de todas las desgracias. Era una maldición y una plaga.

Y las palabras -cuchillas afiladas que la cortaban, llenas de tanta malicia y odio. Miró a Bethrion a los ojos y sonrió tranquilizadora.

—Si me odiara de verdad, me habría tratado con más rencor y malevolencia. Lo sabría.

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