El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 32

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Gracias por la comida.

Vaya, Leslie se palpó el estómago lleno y respiró.

Las comidas en el Ducado siempre eran una delicia. Había tanta comida exótica y nueva. Sin importar la hora del día, todas eran variadas y estaban riquísimas. Algunos platos parecían iguales, pero todos tenían un sabor único y diferente. Así que cada comida era siempre una nueva experiencia deliciosa para Leslie.

También disfrutaba con la gente con la que compartía las comidas. Los cuatro miembros del Ducado eran sibaritas. No solo disfrutaban comiendo, sino que comían mucho. Incluso la Duquesa se comió al menos dos platos llenos de filetes de salmón. La primera vez que Leslie cenó con ella, se sorprendió.

La marquesa siempre comía lo justo. Era más una actividad rutinaria para sobrevivir que para disfrutar. Les dijo tanto a Leslie como a Eli que no fueran glotonas y que fueran damas, y que una dama nunca codicia la comida. La marquesa también dijo que la glotonería disminuye la elegancia y, por tanto, el valor de una mujer. Eli se aferró a cada una de sus palabras, matándose de hambre con apenas lo suficiente para comer, mientras Leslie se veía obligada a acatar sus ridículas creencias y las costumbres de la nobleza.

Leslie sacudió la cabeza para alejar los recuerdos. Ya no estaba en casa del marqués y la marquesa no estaba allí para obligarla a pasar hambre. Al darse cuenta de esto, Leslie había estado comiendo en exceso como para compensar todos los años de dietas forzadas y restringidas. Además, quería parecerse más a la Duquesa. Así que optó por comer en exceso incluso cuando estaba tan llena. Como resultado, siempre tenía la sensación de que la barriga le iba a explotar y resoplaba.

—Señorita Leslie, ¿no debería comer un poco más? —preguntó Sairaine con preocupación mientras terminaba el tercer plato de filete.

Bethrion también asintió con la cabeza. Ya estaba trabajando en un segundo plato.

—Pero solo es el desayuno.

Sairaine miró a la niña con simpatía ante su respuesta.

Sairaine era un mercenario. Creció entre hombres corpulentos y agresivos en todo, incluso en la comida. Comían toneladas y nunca se saltaban una comida sin importar las circunstancias. Por eso le daba pena ver a una niña tan pequeña como un pájaro. Para él, sin exagerar, parecía tan frágil y rompible con un roce. Por primera vez, se enteró de que una persona podía ser tan pequeña. Por supuesto, se vio alimentado porque ella estaba sentada entre sus dos hijos, más grandes de lo normal.

Observó a la niña.

Leslie comía muy poco. Aunque hacía todo lo posible por atiborrarse en cada comida, a Sairaine le parecía que comía menos que un pájaro. Sairaine pensó que hasta un polluelo podía comer más que ella.

Preocupado, cortó un trozo grueso y grande de muslo de pavo y lo colocó en el plato de Leslie. Sus ojos lilas crecieron el doble de su tamaño normal al ver la carne que era más grande que todo su brazo.

—Tienes que comer mucho. Menos mal que no eres exigente. Si no, no crecerías más que Ruenti.

Ruenti protestó irritado por la repentina comparación. En efecto, él era el más pequeño de los cuatro Salvatore. Sairaine lo ignoró y señaló a Leslie con la barbilla, como era de esperar. Leslie miró el muslo de pavo con el ceño fruncido y tragó saliva con ansiedad.

—¿De verdad voy a crecer más si me acabo esto?

Pero estoy tan llena. Si como más, ¡me explotará la barriga de golpe! Por supuesto, Leslie era lo bastante mayor como para saber que eso no ocurriría. No obstante, vaciló ante la sensación de saciedad, pues ya le costaba respirar. Pero la vacilación duró poco.

Decidida y resuelta, tomó el tenedor para prepararse a comer. Pero antes de que pudiera dar un bocado, la Duquesa la detuvo.

—Señorita Leslie, no hay necesidad de forzarse. Podría ponerse enferma.

—Pero ella comía tan poco. Cuando usted tenía su edad, comía más que ella, ¿verdad? —objetó Sairaine.

Sus ojos brillaban con la determinación de alimentar a Leslie. La duquesa sonrió con cariño a su marido y a Leslie.

—Pero ella es más pequeña que yo, ¿verdad? Así que su estómago también es mucho más pequeño que el mío, ¿no crees?

Luego, sus ojos viajaron a Sairaine, Bethrion y Ruenti como para medirlos.

—Comparada con todos nosotros, es mucho más pequeña. No puedes compararla con nosotros.

Los ojos de Sairaine siguieron la mirada viajera de la Duquesa. Miró a sus dos hijos, Bethrion y Ruenti, de aspecto gruñón, y luego a Leslie, que estaba escondida detrás de un pavo gigantesco.

—Aah.

Como si se diera cuenta de algo por primera vez, retiró el muslo de pavo del plato de Leslie. Cuando todo estuvo solucionado y Sairaine ya no amontonaba cosas en el plato de Leslie, Jenna presentó el postre. Era una taza humeante de chocolate caliente y una galleta.

—Ha comido mucho esta mañana, señorita Leslie, y un poco más podría dejarla con el estómago revuelto. ¿Por qué no terminamos el desayuno y pasamos a los postres?

Los postres. Leslie se animó con las palabras de Jenna. El resto de los Salvatore miraron a la mucama con curiosidad.

A los Salvatore no les gustaban los dulces y, por tanto, no solían servir postres. No los odiaban, pero nadie tenía un gusto adquirido por las golosinas y otros alimentos de sabor dulce. Pero hoy, Jenna sacó para todos los mismos postres; chocolate caliente y una galleta.

—¿Chocolate caliente?

La Duquesa miró la bebida. La galleta tenía la forma de un muñeco de nieve con un pequeño toque y estaba sobre un barco. Era un espectáculo poco habitual en el Ducado.

Esto me resulta familiar. ¿Dónde lo he visto? Bethrion se esforzaba por recordar mientras los demás Salvatore se preguntaban por el repentino cambio. Entonces, un pequeño grito emocionado surgió a su lado.

—¡Vaya!

Los ojos de Leslie se iluminaron y Bethrion apartó la cabeza de la emocionada muchacha, sin querer recordar lo que había pasado. Madel se acercó a Leslie y le susurró al oído.

—Pruebe a hacer flotar la galleta, señorita Leslie.

—Pero…

—No pasa nada. Vamos.

Leslie vaciló ante la pesadilla vivida el día anterior. Bethrion también observaba con ansiedad. Madel le dio una palmadita comprensiva en la espalda y la animó. Valiente por las amables palabras de Madel, alargó una mano temblorosa y colocó con cuidado la galleta sobre el chocolate caliente. Cuando sus dedos soltaron la galleta, se quedó allí, encajada entre la montaña de malvaviscos.

Como un barco que navega por un océano cubierto de nieve, el muñeco de nieve del barco flotaba. Leslie quería presumir de lo bonito que era ante los demás, pero tenía miedo de que se desmoronara y se hundiera una vez más.

Aún recordaba lo horrible que había sido. Lo rota y triste que se veía la galleta mientras nada más que su cara medio derretida flotaba hasta hundirse en la taza. Tal vez, la vigile hasta que vuelva a ocurrir y la mantenga en silencio. Leslie concluyó con tristeza.

—Ja, ja, puedes presumir de ella. Se quedará.

Madel rió con adoración ante la ansiedad de Leslie. Jenna, que estaba informada de lo sucedido, también animó a Leslie.

—Um, sir Bethrion.

Leslie cedió a su deseo de mostrárselo a alguien. Se giró en su silla y llamó a Bethrion.

—Mira esto…

Antes de que pudiera completar la petición, miró la taza para asegurarse de que el muñeco de nieve había sobrevivido.

Y se quedó boquiabierta.

¡No se ha derretido! exclamó Leslie en silencio. Por supuesto, Bethrion también siguió su mirada para ver que la galleta seguía flotando. Se sostenía. Nada se había derretido ni desmoronado sobre el humeante chocolate caliente.

—Querías enseñarme esto, ¿verdad?

Bethrion acarició la cabeza de Leslie y sonrió.

—Es muy bonito.

Como si se hubieran abierto las compuestas, los elogios se sucedieron, empezando por Jenna.

—En efecto, es muy bonito, señorita Leslie. Parece que el muñeco de nieve está navegando sobre la nieve.

—¡Tiene razón! Nunca había visto algo tan bonito. ¡Eres la primera persona a la que se le ocurre hacer flotar una galleta como decoración para un chocolate caliente!

Madel aplaudió mientras se deshacía en elogios. Estaba tan contenta de ver lo eufórica que estaba Leslie que empezó a aplaudir. Pero fue suficiente para que la sala se llenara de más aplausos. Batha, que se había colado para presenciar este momento, aplaudió después de secarse las lágrimas. Luego, las demás criadas y sirvientas aplaudieron la adorable exhibición de Leslie y pronto la sala se llenó de abucheos y gritos de alabanza.

Sulli, que había perdido el sentido del gusto tras probar más de veinte tazas de chocolate caliente, aplaudió. Myles, que había dirigido los experimentos de medición a pesar de su mala nariz, aplaudió. Ivan, que había tomado el relevo después de que alguien se retirara por un turno temprano, aplaudió…

Todos los que habían trabajado tan duro para hacer feliz a la niña aplaudieron. Saltaron, se abrazaron y se secaron las lágrimas de alegría.

Sobrecogidos por la impresionante alegría y felicidad de la sala, Bethrion, Sairaine y la Duquesa también empezaron a aplaudir y vitorear a Leslie.

Ante el inesperado éxito y los elogios que resonaban a su alrededor, las mejillas de Leslie enrojecieron de orgullo. Entonces, levantó con dignidad su taza verde marino por encima de su cabeza, cuya brillante superficie resplandecía a la luz del sol que entraba en la sala.

—¡Esto lo he hecho yo! —afirmó Leslie en voz alta y orgullosa, y más alabanzas brotaron de todas direcciones.

—Es maravilloso, señorita.

—Gran trabajo, señorita Leslie.

—¡Nuestra señorita es un genio!

—¡Hurra, señorita Leslie!

Los aplausos y las alabanzas fueron in crescendo a medida que el aire cálido y desenfadado envolvía a todo el mundo. Todo el mundo excepto RUenti, que se congeló en su silla y pensó que todo el mundo se ha vuelto loco.

♦ ♦ ♦

—Qué vergüenza.

Leslie sintió el calor de sus mejillas aún rojas. Estaba tan contenta por la galleta que acabó exagerando. Pero ahora que se había calmado, estaba avergonzada por sus acciones. Actuaba como una heroína después de hacer flotar una galleta.

—Pero todo el mundo me aplaudió y me elogió…

Fue divertido. En la casa del Marqués, con solo respirar recibía una paliza y gritos. Pero aquí, nadie le gritaba. En cambio, la colmaban de elogios y afecto. Quizá por eso me comporto como una niña pequeña. Leslie reflexionó.

Leslie parpadeó sorprendida por un repentino ruido. Frente a ella había pilas de gruesos libros.

—A partir de ahora seré yo quien te enseñe.

Era Ruenti quien había dejado caer los pesados libros sobre el escritorio, con aspecto siempre malhumorado. Miró a la niña mientras se apretaba la coleta.

Después del desayuno y de toda la perorata del chocolate caliente, Leslie fue conducida por Ruenti desde el comedor hasta la biblioteca del segundo piso. Se sentó junto a un gran escritorio.

—Tres veces por semana, a la misma hora, vendrás aquí a aprender.

—¿Qué voy a aprender? —preguntó Leslie mientras echaba un rápido vistazo a los libros.

Pero los títulos no revelaban el tema ni la orientación de las lecciones. Era demasiado variado, desde una lengua antigua hasta filosofía. Era difícil adivinar que aprendería.

La biblioteca parecía ser el terreno de Ruenti. Recuperó sus gafas de uno de los cajones del escritorio.

—He oído decir a mi madre que tienes magia negra.

Eso le dijo la duquesa. Leslie asintió en señal de reconocimiento. Ruenti, que observaba a la muchacha, suspiró exasperado y tiró un par de libros de la parte superior de su pila.

—No hay nada conocido o escrito sobre la magia negra. Es una magia exclusiva de la Casa Sperado; no les gusta compartir el conocimiento. La han ocultado desde la fundación de su Casa durante unos mil años. Lo que se sabe es que es similar a la magia normal en su esencia. Así que controlarla también debería ser similar.

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