El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 51

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


El viaje fue tranquilo, aparte del intercambio ocasional de preguntas y respuestas entre ambos sobre el juicio. Al poco rato, uno de los caballeros llamó a la ventanilla y anunció su llegada al palacio. Leslie se sentó más cerca de la ventana para contemplar mejor el paisaje.

No hacía mucho tiempo, el palacio no era más que un lejano cuento de hadas para ella. Todos los libros que había leído lo describían como un grandioso y glorioso lugar de morada de los dioses. Así que su imaginación crecía y crecía, ayudada por los susurros de las criadas que siempre hablaban del compromiso de Eli y el príncipe Arlendo. Ella se agachaba para ocultarse cada vez que hablaban y escuchaba durante muchas horas mientras su imaginación fantaseaba cada vez más.

Para ella, el palacio imperial era una estructura hermosa e interminable que estaba llena de muchos palacios. En cada uno de ellos había grandes y costosas fuentes tan grandes como un lago, jardínes de flores mágicas que nunca se marchitaban y altos techos de cristal de elegantes salones donde se podían contemplar la caída de las estrellas cada noche.

Era un mundo que existía fuera de este mundo.

Durante muchas noches, no pudo dormir, imágenes fantásticas del palacio llenaban su mente, y todo parecía demasiado hermoso para ser verdad. Su corazoncito latía con fuerza y su mente se aceleraba. Soñaba con estar en el palacio y deseaba con desesperación estar allí.

Un día, pudo visitarlo por primera y última vez. El marqués le dijo que podía acompañar a su hermana al ver al príncipe Arlendo sin molestarse en explicarle por qué. Pero ella no necesitaba oír más. Estaba muy emocionada ante la perspectiva de ver por fin el palacio y lloró un poco de alegría desbordada.

Más tarde se enteró de que todo no era más que un capricho del príncipe, que hizo un comentario de pasada: “Ah, sí. Me gustaría conocer a tu hermana algún día”, a Eli. Por supuesto, el marqués también quería ponerla a prueba para saber si le sería útil a su hermana en el futuro en caso de que alguna vez la siguiera a palacio como dama de compañía.

Cuando fue, sus sueños se hicieron añicos y se encontró con una realidad de pesadilla. Estaba muy nerviosa, excitada, inquieta y torpe. Allí volcó por accidente su taza de té y acabó derramándolo sobre el príncipe.

Por suerte, estaba frío porque estaba demasiado nerviosa para bebérselo, así que él no resultó herido. A pesar de que Eli se preocupaba por él de forma dramática y Leslie le hacía repetidas reverencias, a él no le importaba y lo desestimaba ya que, en primer lugar, ninguna de las dos le importaba. Pero las iras de Eli y del marqués eran terribles. La furia de su hermana estalló en cuanto alcanzaron el Marquesado, y la ira de su padre estalló.

—¡Mocosa loca! ¡Inútil y torpe! ¿Tienes idea de lo que has hecho? ¡¿Cómo te atreves?!

Ese fue el día en que Leslie recibió una paliza por primera vez en su vida. Al final se convirtió en una tortura cuando Eli le tiró una tetera llena de té caliente. Ella gritó que se lo merecía y que necesitaba experimentar su propio error para aprender de él. Aunque Leslie se agachó por instinto y su hermana tenía mala puntería, la tetera aterrizó en la pared. Acabó en el suelo porque ella, indignada, ordenó a las criadas que la castigaran. La niña fue linchada por un grupo de adultos más fuertes y corpulentos hasta que perdió el conocimiento.

Sufrió una terrible fiebre y dolores durante muchos días y noches. Estaba empapada en sus propias lágrimas y sudaba frío y tiritaba de calor, pero nadie la cuidó. Nadie venía a darle de beber ni a darle de comer una sopa aguada. Seguía sin recordar gran cosa de aquella época, pero temblaba de frío y lloraba hasta desmayarse muchas veces antes de recuperarse.

La única visitante del ático era Ria, su asistenta. Había llevado a Leslie al desván, la había tirado sobre la dura cama y le había dicho: “¡Te lo mereces! Necesitas más disciplina. Sufre tanto como sufrió la señorita Eli”. La siguiente vez que vino al desván fue muchos días después, cuando la fiebre disminuyó y pudo permanecer consciente durante un día entero. Entonces, la criada le había tirado un frasco de medicina para el resfriado común y se había marchado con pasos retumbantes, sin duda molesta por haber tenido que subir hasta allí por alguien como Leslie.

¿Has aprendido la lección? 

Por supuesto, no se olvidó de hacer un comentario sarcástico.

Fue una pesadilla. 

Los párpados de Leslie se crisparon ante el miserable recuerdo. El palacio ya no era el lugar de sus sueños. Era ominoso y desencadenaba malos recuerdos. Pero la tonta soy yo. A pesar de lo ocurrido, seguía queriendo ganarme su aprobación y su amor. Sonrió con amargura.

Fui una tonta. 

Hasta el momento en que la arrojaron al fuego como sacrificio, tenía la esperanza de que su familia cambiara algún día y llegara a quererla. Si no le hubieran hecho eso, se habría quedado con ellos para siempre, mendigando su afecto a pesar de la tortura, el abuso y el abandono.

—No estás sonriendo. ¿Estás nerviosa? —preguntó Ruenti, fijándose en las sombras que se cernían sobre Leslie cuando bajó del carruaje mientras le tomaba de la mano—. No lo sientas.

Envolvió la pequeña mano de Leslie poniendo la otra sobre la suya, sonriendo con seguridad. La visión de su diente de sable disipó parte de la inquietud de Leslie.

Si no estuvieran en palacio entrando en la corte en lo que podría ser uno de los días más críticos para Leslie, Ruenti podría haberle acariciado su hermoso pelo trenzado por todas partes para consolarla. Pero tuvo que contenerse porque ella tenía que lucir lo mejor posible.

Leslie también lo sabía, mientras observaba cómo las puntas de sus dedos se movían de forma divertida. Ya sabía demasiado bien cuánto les gustaba a la duquesa, a Sairaine, a Bethrion y a Ruenti acariciarle la cabeza y cepillarle el pelo con cariño. Sabía que era su forma de reconfortarla y sonrió con confianza a Ruenti.

—No, no estoy nerviosa.

Apoyándose en las grandes manos de Ruenti, bajó del carruaje. Ya no tenía miedo. Aunque el palacio le recordaba el horrible dolor infligido por el marqués y Eli, ya no era la misma Leslie. Hoy estaba aquí por decisión propia para conseguir lo que quería. Y lo iba a conseguir pasara lo que pasara.

—Ruenti, Leslie.

—¡Hermano!

—Sir Bethrion.

Mientras Leslie se concentraba en su objetivo del día, una figura alta y uniformada se acercó a ella y a Ruenti. Era Bethrion con su uniforme de caballero imperial de Rinche. Ella lo había visto con ropa informal y armaduras, pero era la primera vez que lo veía con su uniforme oficial. Sus ojos se clavaron en él con ojos muy abiertos.

—Hacía tiempo que no te veía con uniforme.

Y lo mismo parecía ocurrirle a Ruenti, que también miraba divertido a su hermano.

—No me apetece. Es demasiado restrictivo.

Bethrion frunció el ceño y tiró de su cuello. Su voz era áspera, con un ligero matiz de fastidio.

Pero Leslie pensó que Bethrion estaba guapo con un uniforme perfecto para él. El uniforme se ajustaba muy bien a su figura, acentuando sus rasgos robustos. El color azul marino oscuro era como el cielo nocturno, y los detalles y botones plateados eran como las estrellas. Incluso su capa negra tenía intrincados bordados plateados que a Leslie le recordaban a una vía láctea que había visto una vez en un libro de mitología. Para alguien como Leslie, que disfrutaba mirando las estrellas, era una de las prendas más bonitas que le gustaban de verdad.

—Pero a ti te queda bien.

Los ojos verde oscuro de Bethrion se agrandaron y pronto hicieron una reverencia, sus labios en una sonrisa satisfactoria. Los dos caballeros, que esperaban en silencio a un paso de Bethrion, dejaron caer la mandíbula al ver una sonrisa tan afectuosa.

—Hoy estás muy linda.

—Madel y Sulli dijeron que tenía que arreglarme para un día tan importante como hoy. Dijeron que era como elegir una buena armadura antes de ir a la guerra.

—Bueno, supongo que sí. De ahí que yo también lleve esto hoy.

Ruenti tiró de su propio cuello y agitó el brazo para hacer ondear su capa. Cuando la tela azul entró en contacto con los cálidos rayos del sol invernal, iluminó una extraña luz.

—Al único que le gusta la ropa formal es Konrad. Le encanta su uniforme.

—Cuidado con tus palabras, Ruenti. Estamos en el palacio.

Ruenti hizo un mohín y dijo “sí, sí”. Leslie también hizo un mohín jovial, sintiendo un fuerte deseo de imitar a Ruenti por una razón desconocida.

—¿Por qué haces eso, Leslie? —preguntó Bethrion con una sonrisa en la voz, escudriñando con adoración el pequeño rostro de Leslie.

Su mano buscó su cabeza para darle una palmadita, pero se detuvo en seco al ver el pequeño sombrero. Sabía que lo haría. Leslie se rió encantada de lo predecible que era.

—En fin, ¿dónde están papá y mamá?

—Ya están dentro. Tengo que asegurar los perímetros por última vez y entraré en el juzgado, así que adelante. Hasta pronto.

Bethrion se dio la vuelta para volver a sus quehaceres con el seco estoicismo habitual, con los dos caballeros siguiéndole de cerca.

Pero antes de que se marcharan, uno de los caballeros se volvió y se encontró con los ojos de Leslie. Oh, ¡lo reconozco! pensó Leslie al verle la cara. La saludó con una sonrisa pícara.

—Vámonos, Leslie.

¿Quién será? Me resulta muy familiar. Pero antes de que Leslie pudiera buscar en sus recuerdos, Ruenti le ofreció la mano y Leslie se aferró a ella con fuerza mientras se dirigían al patio. Caminaron en silencio durante unos pasos hasta que Ruenti se detuvo y miró a Leslie.

—Leslie, voy a ser sincero contigo y decirte esto porque todavía eres una niña. A mí no me importa, pero a ti sí, ya que nunca has tenido este tipo de experiencia.

Bajó el cuerpo y fijó su mirada en Leslie, a una altura similar. Su larga túnica azul de mago aterrizó en el camino de grava. A Ruenti no le importó que se ensuciara y se centró en los ojos lilas de Leslie.

—Cuando entremos, todos los ojos estarán puestos en ti. Oirás cuchichear a la gente, pero no les hagas caso. Pégate a mamá y papá, y eso los mantendrá callados, ¿de acuerdo?

Incluso el Emperador era cuidadoso delante de la Duquesa. Así que Leslie estaría a salvo de cualquier insulto o rumor curioso mientras permaneciera con madre y padre, bueno, son unos valientes tontos que acortan sus propias vidas. Admirables pero tontos, pensó Ruenti.

—De nuevo, no les prestes atención, ¿de acuerdo? Si por alguna razón te quedas sola, y alguien te dice algo, recuerda sus caras y dímelo.

Él sonrió, mostrando sus dientes de chasquilla, y habló con altanería.

—Los encontraré y haré que se inclinen ante ti.

Ella se rió con alegría ante su confianza. Todos me hacen reír y sentirme más valiente de lo que soy. No pensé que sería capaz de reírme así en palacio, reflexionó mientras sentía con la cabeza mientras se tapaba la boca para no reír.

—Sí, lo haré.

—Todos ellos. Memoriza sus caras y dímelo, ¿entendido?

—Sí.

Contestó en voz alta con ánimo, y su rostro brillaba de confianza y valentía. Ruenti sonrió con la misma vivacidad con sus dientes de chasquilla. Entonces, entraron en el tribunal.

Ésta es… la corte. 

Sus ojos recorrían con afán el lugar para captar la vista en toda su amplitud. El interior del edificio era redondo, con un techo alto, muy alto. En el extremo más alejado de la entrada había un escenario alto donde se colocaba una única silla. Era dorada y estaba cubierta de un costoso material rojo, que indicaba con claridad a quién pertenecía. Debía de poder verlo todo desde allí, estaba asombrada.

Justo debajo del escenario, a ambos lados, había dos mesas largas, cada una cubierta con fundas de color verde oscuro y azul. También éstas indicaban con claridad su propósito. El verde oscuro era el color del Ducado, mientras que el azul era para el Marqués.

Parece… un estadio de duelos que vi en los libros. 

En los libros se llamaba coliseo, un lugar donde se luchaba hasta la muerte. Recordó una página de sus estudios, comparó la corte con el coliseo y descubrió que eran más parecidos que no. Ambas tenían una estructura redonda, con un claro ganador y un perdedor, y contaban con un público al que le encantaba ver la lucha.

Se sintió agraviada mientras permanecía allí hasta que una voz fuerte la sacó de sus desagradables pensamientos. Cuando levantó la vista, vio a Sairaine llamándola. Sus ojos verde mar brillaban, y su cuerpo casi estallaba de excitación.

—¡Señorita Leslie!

La duquesa Salvatore, sentada con tranquilidad a la mesa con el mantel verde oscuro, también saludó a Leslie. Ambos vestían con profesionalidad y nobleza, a diferencia de cómo lo hacían siempre en el Ducado.

—¡Sir Sairaine!

Leslie sonrió, igual de emocionada, al verlo después de muchos días de ausencia. Al ver su sonrisa, él acortó la distancia con pasos rápidos y pesados y la estrechó en un fuerte abrazo.

—¡Oh, cielos, creí que era una muñeca la que caminaba! ¡Mi linda y adorable señorita Leslie!

Aunque pensó que la había abrazado con más suavidad de lo habitual, ella se ahogó ante la repentina fuerza que se apoderó de su menudo cuerpo en un abrir y cerrar de ojos. Dio una patada al aire, y la Duquesa tiró del hombro de Sairaine para aflojar su agarre. Cuando se aflojó, Ruenti la rescató con rapidez de los grandes brazos en forma de tronco de su padre.

—¡La estás asfixiando!

—Recuerda controlar tu fuerza, cariño.

Los hombros del hombre bajaron ante los regaños de su hijo y su esposa. Casi se parecía a la cara que pondría Leslie si alguien le quitara su conejito negro de peluche. Incluso lloriqueó entre lágrimas.

—Pero ha pasado tanto tiempo…

—Lo sé, lo sé. Puedes abrazarla después de esto.

La duquesa palmeó los hombros de su marido en señal de consuelo mientras lo arrullaba con voz suave y lo condujo de nuevo a su silla para que se sentara, Ruenti llevó a Leslie a una silla entre sus padres, que seguía conmocionada por el repentino asalto de amor. Se movió un poco hacia la Duquesa con cautela clara en los ojos mientras miraba a Sairaine. Murmullos de conmoción se susurraban en la corte. Había muchos presentes en los asientos del público, y todos vieron las interacciones de ambas. pronto circularon silenciosas especulaciones y rumores, pero tuvieron que ser frenados porque Ruenti se dio la vuelta y fulminó con la mirada hasta que la sala se calmó.

—¿Así que el marqués aún no ha llegado?

La mesa con el mantel azul estaba vacía. Ruenti emitió un sonido nasal y se apartó el pelo suelto de la cara. Se revolvió en su asiento para informar a su familia.

—Entonces, me voy a ver a nuestro testigo.

Luego, abandonó con rapidez el tribunal en dirección a los salones.

Pero no llegó demasiado lejos. Fue detenido por una figura inesperada.

—Buenos días, Lord Salvatore.

Una hermosa joven de largos cabellos dorados estaba frente a él. Llevaba un elegante vestido con un gran collar de esmeraldas con una cadena de perlas. Sus grandes ojos verdes brillaban más que la esmeralda de su cuello bajo la luz del candelabro, y sus largas pestañas doradas aleteaban de forma seductora.

Era una belleza sin duda, pero Ruenti tenía una extraña sensación de reticencia ante ella.

—¿Me conoces?

La señora sonrió y asintió con la cabeza. Luego, presentó con voz enfermiza y dulce.

—Soy la primogénita del marqués Sperado, Eli Darren Sperado.

—Ah, ja.

Oh, ¿así que es ella? Ruenti escrutó a la dama. Esta es la mujer que atormentó a mi linda hermanita.

—No se ha presentado, mi señor.

—Sí, porque me parece que ya sabes quién soy.

Eli entornó los ojos, tratando de disimular su irritación ante la descortés respuesta de Ruenti. No obstante, continuó como si nada.

—Bien. De todos modos, no esperaba que ésta fuera una discusión agradable. Estoy aquí para pedirle algo, lord Salvatore.

—¿De mí?

Ruenti escupió las palabras a propósito. Esta vez, la irritación de Eli se hizo visible al morderse los labios y arquear las cejas.

—Por favor, renuncie al juicio y devuélveme a mi hermana antes de que comience… Hablando con franqueza, ¿no es una pérdida para ambas Casas, como la nuestra, estar en este escandaloso juicio? Todavía hay una oportunidad para resolverlo sin traer deshonra a nuestros nombres.

—No, no quiero.

—¡Mis padres y yo solo pedimos lo que es nuestro derecho! ¡Ella es mi amada hermana que pertenece a la Casa Sperado!

—¿Amada? Supongo que amor y abuso significan lo mismo en el Marquesado.

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