El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 57

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Luego le apretó la mano y esperó. No usaría sus poderes a menos que Leslie estuviera de acuerdo. Sintiendo un gran alivio, ella miró a los serios ojos de Konrad y asintió.

—Lo intentaré. Confío en la duquesa, y también confío en usted, señor Konrad.

—Gracias, señorita Leslie.

Sus ojos dorados brillaron con alegría al igual que la luz dorada comenzó a brillar desde la palma de su mano. Ella cerró los párpados asustada mientras se preparaba para soportar el dolor.

—Puedes abrir los ojos

Susurró con calidez. El dolor nunca llegó.

Abrió los ojos vacilante y vio que todo su cuerpo resplandecía con la luz dorada.

—Vaya.

Sus ojos se agrandaron mientras recorría con afán su cuerpo. En lugar de un dolor insoportable, sintió que una energía refrescante se apoderaba de su agotamiento. Ya no tenía los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto, y no sentía la garganta como si tragase agujas. Se sentía ligera y muy bien. Al marqués se le escapó un ruido extraño y sus ojos se movieron sin control al ver lo que tenía delante.

—Qué es esto…

—Es muy raro, pero de vez en cuando, hay gente que no puede resistir el poder divino de la gran sacerdotisa.

Soltó su mano y declaró en voz alta y clara. Pero algo iba mal. Leslie, mucho más baja que Konrad, pudo ver cómo su mano izquierda temblaba como si sufriera un violento ataque, y su rostro palideció un poco. Su cuerpo estaba rígido comos i estuviera soportando un inmenso dolor.

—Sir Konr…

Susurró su nombre, pero éste bajó rápido la mirada con una sonrisa, cubriéndose la mano izquierda con su capa blanca.

—Es irónico, pero como la gran sacerdotisa ejerce un poder divino tan poderoso, la gente que es frágil y débil siente dolor o una fuerza tremenda cuando entra en contacto con ella.

—¡Nunca he oído hablar de algo así!

Konrad se volvió hacia la multitud, donde alguien gritaba incrédulo, y asintió con al cabeza, comprensivo.

—Yo tampoco lo sabía hasta que por casualidad me topé con un antiguo registro durante mis estudios en la biblioteca del templo. En uno de los libros más antiguos, hay una breve descripción de tales rarezas.

Entonces, se volvió hacia Leslie y le mostró la mano izquierda con un movimiento apenas perceptible. Su mano ya no temblaba.

—Aunque es muy raro, ocurre. La señorita Leslie acaba de ser una del millón. Incluso el marqués Sperado dijo varias veces que su salud es muy frágil. Si aún quedan dudas y preguntas, lo llevaré a la biblioteca del templo y le presentaré los registros como prueba histórica.

Konrad ofreció una sonrisa inocente y brillante, cortando de nuevo al marqués.

—Concluiré mi intervención. Gracias por darme la oportunidad de hablar, marqués Sperado. Que los dioses los bendigan a vos y a su Casa.

Se volvió para despedirse y el Emperador habló en voz baja.

—Parece que esto es más que suficiente.

Se levantó de la silla y miró a Leslie, ignorando los murmullos de los nobles.

—El marqués Travis Sperado acusó a la duquesa Aleca Benkan Salvatore de secuestro y confinamiento ilegal, pero está claro que esa no es la verdad. Lady Leslie Sperado buscó la ayuda de la duquesa Salvatore para buscar refugio y preservar aún más su vida contra la crueldad del marqués.

Luego miró a la multitud y preguntó.

—¿Cómo juzga la corte?

Los nobles murmuraron, pero nadie se opuso. El marqués cerró las manos en puños, enfurecido y sintiéndose traicionado. Entre la multitud estaban sus partidarios. Algunos estaban más cerca de él que otros, y a muchos los había sobornado para que estuvieran de su lado. Pero ninguno de ellos habló en su favor, y tuvo que soportar solo el veredicto.

—¡Sin objeciones, Majestad!

Gritó un hombre. Era el conde Rabon que se mofó mientras afirmaba en voz alta.

—Todas las pruebas y testimonios del marqués han demostrado ser falsos, ¿qué más se puede decir? Además, como había señalado el marqués, la noche se nos echa encima. Demos por concluido el juicio de los nobles.

Sus ojos brillaban con jovial euforia. Era su pequeña venganza por el marqués que siempre le miraba por encima del hombro.

—Sí, en efecto. Yo, Fiesta Giles Recardius, declaro a la duquesa Aleca Benkan Salvatore libre de todo cargo. Buen trabajo del de hoy, damas y caballeros.

El Emperador dio por terminado el juicio y salió de la corte sin importarle mucho el resultado. Uno a uno, los nobles fueron abandonando la sala, aunque sus ojos brillaban de curiosidad y secreta esperanza de ver qué le ocurriría al marqués cuando se quedara a solas con la duquesa. Pero nadie se atrevió a quedarse y se retiraron con rapidez entre susurros y más risitas.

Siendo francos, el Marqués no tenía energía para preocuparse por las humillantes burlas de los nobles. Estaba mareado por la derrota y era incapaz de pensar en otra cosa.

Había perdido el juicio, lo que significaba que iba a perder a Leslie para siempre, y ahora tendría que pagar una fuerte suma de indemnización a la Duquesa. Además, como su hermano había sido presentado como testigo, una investigación y un eventual castigo eran consecuencias inevitables.

—N-No…

El marqués se quedó inmóvil, con los ojos desorbitados. No podía ni imaginarse el daño que se produciría.

La duquesa exigiría una cantidad imposible para los daños. ¿Cómo voy a preparar ese dinero, y si no puedo pagarle, qué hago? ¿Tendré que vender las tierras que quedan en la Casa? Pero si lo hago, ¿cómo me ganaré la vida? ¡Me quedaré sin nada para sobrevivir! El marqués se tiró de los pelos.

Por supuesto, sería fácil ganarse la vida si vendiera todas las antigüedades y lujos de la Casa Marquesal y dejara de entregarse al juego y a la bebida. Pero no pensó en esas opciones y pensó que la muerte sería mejor teniendo que renunciar a su noble estilo de vida.

Sus piernas cedieron ante la sombría imagen del futuro y cayó al suelo. Pero nadie vino a ayudarle a levantarse, ni siquiera Eli.

—Marqués Sperado.

Una voz suave le llamó. Levantó la cabeza y su rostro lastimero se encontró con los ojos lilas de Leslie. Leslie parpadeó despacio mientras contemplaba con frialdad al derrotado marqués.

—Ya te he dicho que no volveré al marquesado.

Leslie escupió con veneno, repitiendo lo que ya había dicho antes, aunque las circunstancias eran muy diferentes. Los ojos desesperados del marqués temblaron en sus cuencas, y se sintió impotente por primera vez en su vida.

—Así que ya está. Ya no eres mi padre ni tienes ningún parentesco conmigo.

Al decir esto, Leslie levantó la cabeza y miró al marqués con arrogancia. Sintió que las lágrimas se le agolpaban en el fondo de los ojos, pero se mordió con fuerza las mejillas y las contuvo con éxito.

No es momento de llorar. Mírame ahora, victoriosa y poderosa. Soy la única Dama Duquesa del Imperio, la quinta dama más poderosa e influeyente de todo el continente. Leslie recordó lo que había dicho Shuella y apretó los puños.

Ahora tenía una familia, una familia de verdad que la quería y la apreciaba. La Duquesa la hacía feliz y segura de sí misma, así que ya era hora de que brillara en lugar de llorar en un rincón.

—Ya no soy “Leslie Sperado”. Soy la única Duquesa del Imperio, “Leslie Salvatore”.

Ya no puedo ser desafiada por gente como tú. Leslie dirigió entonces su mirada hacia Eli, cuyo antes bello rostro estaba ahora lleno del más feo desprecio y odio.

—No, no… ¡No! ¡Eres mi hija! ¡Eres mía! —murmuró el marqués en voz baja, con la mano extendida para agarrar el pelo de Leslie.

Parecía enloquecido por completo y desesperado por que algo lo salvara de aquella pesadilla.

—Para.

Pero sus dedos nunca alcanzaron los mechones plateados de Leslie. En lugar d esto, tanteó con torpeza el aire mientras todo su brazo quedaba atrapado en un firme agarre. Leslie se dio la vuelta y vio a la Duquesa de pie, muy cerca de ella, con la mano sujetando con firmeza la del Marqués. La duquesa tiró de Leslie y la abrazó de forma protectora. De repente, el marqués se retorció y forcejeó al darse cuenta de qué brazo estaba agarrando la duquesa. Era el mismo brazo que ella le había roto una vez.

Una grave amenaza sonó en su cabeza, y se revolvió con el rostro pálido mientras intentaba escapar de la mano de ella. Pero la diferencia de fuerzas era demasiada, y solo conseguía agotarse a cada segundo que pasaba.

—¡Padre! —gritó Eli llamando a su padre, conmocionada y horroizada por lo que pudiera ocurrir.

La Duquesa apretó con más fuerza y torció los labios en uná fría sonrisa tanto al Marqués como a Eli.

—¿No te dije que te arrepentirías si me levantaba, marqués? Se lo advertí. Deberías haberme escuchado.

—Khuk…

El marqués echaba espuma por la boca y tenía los ojos en blanco. No estaba acostumbrado al dolor y, por tanto, tenía una tolerancia muy baja. Fue curado con preciosismo, igual que él crió a Eli, llamando de inmediato al sacerdote a cada estornudo o escalofrío.

Cuando se hizo adulto, cuidó de su saud con sumo esmero. Era cruel con los dem´s inflingiéndoles un dolor y una tortura insoportables, pero no dudaba en llamar a un sacerdote para curar hasta el más mínimo corte de papel.

La Duquesa fue la primera en herirle de gravedad y de la forma más humillante. El recuerdo del dolor y de las consecuencais duraderas aún estaba fresco en su mente.

Y lo mismo estaba ocurriendo ahora. Aunque en realidad la Duquesa no estaba pensando en romperle el brazo, él estaba a punto de desmayarse por el dolor fantasma y el miedo.

—¡Suelta a mi padre! ¡Voy a gritar, duquesa Salvatore! —gritó Eli con voz chillona y sus palabras apresuradas.

Esto no puede ser. Esto no puede acabar así. Todo el día nos humillaron a mi familia y a mí, ¡pero no pudieron quitarme mi última pizca de honor! Haré que salga del juzgado por su propio pie, sano y con la cabeza bien alta para demostrar a la gente que esto aún no ha terminado.

—Lady Eli Darren Sperado.

La Duquesa miró a Eli, sin inmutarse por sus amenazas. Eli, en el otro extremo dio un respingo y saltó como si la besaran llamas ardientes cuando la mirada verde oscuro de la Duquesa se posó en ella.

—Por supuesto, seguías aquí.

Los ojos de la Duquesa brillaban en las sombras de la noche, y su mirada resplandecía como la de un depredador que estuviera a punto de arañar la garganta de su presa. Miró a Eli entre divertida y algo irritada, lo que hizo que ella se sintiera más pequeña que nunca. Se cubrió por instinto el cuello y retrocedió tambaleándose, con la respiración acelerada y el corazón latiéndole con fuerza.

—¡Soy… soy la prometida del príncipe Arlendo!

Nadie habló, preguntó o mencionó nada sobre el Príncipe, pero Eli gritó mientras tartamudeaba. Sonaba bastante desesperada, como una mujer al borde del precipicio. La Duquesa rió divertida.

—¿He preguntado yo? Aquí nadie ha preguntado, Lady Sperado. Solo he venido a decirte una cosa.

Al final, aflojó el agarre y dejó caer al marqués como un muñeco de trapo, que cayó al suelo con un ruido sonoro. Permaneció inmóvil y de vez en cuando se retorcía, pero nadie se preocupó por el hombro.

—La señorita Leslie, no, Leslie es ahora mi hija, y no perdonaré a nadie que se atreva a desafiarla.

La duquesa levantó a la niña y la estrechó contra su pecho con sus fuertes brazos mientras le advertía con suavidad.

—Espero que no lo olvide y lo guarde cerca de su corazón, Lady Sperado.

Con esto, la Duquesa se apartó de la pareja de padre e hija y abandonó la corte. En cuanto traspasaron las puertas, Leslie abrazó con fuerza a la mujer por el cuello.

Las lágrimas empaparon su camisa y pequeños sollozos cosquillearon sus oídos. Como una maldita abertura, la tristeza y la culpa inundaron a la pequeña.

—Lo siento, duquesa Salvatore. Es culpa mía que hayas tenido que pasar por todo esto.

Siento que hayas tenido que estar en este humillante juicio y tratar con un ser humano tan terrible. Leslie se atragantó con las palabras y no pudo expresar los sentimientos que había reprimido durante todas aquellas horas. Su rostro pronto volvió a ser el que era ante de que Konrad la limpiara con sus poderes. La mujer sonrió con torpeza y palmeó con suavidad su espalda.

—Oh, querida. No llores.

—Pero lo siento mucho.

Pero los llantos de Leslie no cesaban y seguía murmurando “lo siento” La duquesa se detuvo en seco y obligó a Leslie a mirarla a los ojos.

—Leslie, puede que no hayas tenido ocasión de saberlo, pero un padre haría cualquier cosa por sus hijos. Una prueba como ésta, no es nada ya que es por su felicidad.

En el pasillo sonaron palabras cálidas que hacían revolotear mariposas en lo más profundo de su estómago, lo que la llevó al limite emocional y la hizo gemir.

Siempre había querido oír esas palabras El deseo de su vida era que sus padres la quisieran y la aseguraran. Nunca pensó que llegaría a oírlas hasta ahora.

La duquesa siguió acunándola y dándole palmaditas en la espalda mientras la arrullaba con cariño.

—Lo único que te pido es que crezcas sana y fuerte. Estoy preocupada porque eres muy pequeña. Y cuando lleguemos al salón, por favor, llama a Sai, Beth y Enti por títulos más familiares. Todos se sintieron bastante decepcionados y tristes cuando dejaste de llamarlos padre y hermano después de aquella ocasión.

Entonces sus miradas volvieron a encontrarse, los ojos verde oscuro clavándose en los ojos lila, que aleteaban con afán cada vez que su pequeña nariz moquear.

—Y espero que también puedas llamarme por mi título familiar. Para ser sincera, lo he estado deseando mucho.

Aquel era el momento que ambas habían estado esperando, y Leslie se secó rápido la cara con las mangas. Luego, con los ojos mucho más despejados, sonrió con alegría y lo dijo.

—Sí, madre.

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