El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 61

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Por supuesto, Ruenti era uno de ellos. Decidió que no había nada de locura en adorar a la niña. Ya la quería y se preocupaba por ella más de lo que nunca pensó que lo haría. Así que decidió que era mejor aceptar sus emociones y ser sincero.

Sin duda, se peleó con su padre y su hermano por ver junto a quién debía sentarse Leslie. Tras fuertes intercambios de palabras descorteses y leves blasfemias, acabó entre la Duquesa y Sairaine. Ella puso fin a la discusión tomando a la niña y colocándola en la silla entre ella y su marido.

—Tantas veces te has sentado junto a Beth…

Ruenti refunfuñó con un tenedor en la boca, y ella levantó enseguida la vista de su sopa de almejas, sonriéndole.

—Mañana me sentaré a tu lado, hermano Ruenti.

—¿De verdad?

Sus ojos brillaron de emoción ante las palabras de su hermana pequeña.

—Sí, te lo prometo.

—¡Muy bien!

Leslie sonrió con una cuchara en la boca, y él también lo hizo, satisfecho por su promesa. Luego, devoró un gran trozo de pato asado y rebanadas de pan mojadas en sopa. Tomó un gran bocado y miró de reojo las tortitas que tenía cerca. Sin preocuparse, las puso delante de ella y dijo impasible.

—Pruébalas. Te gustan, ¿verdad?

Eran las mismas o muy parecidas a las que ella comió cuando se conocieron. ¡Debía de acordarse! La niña soltó una risita alegre.

—No me gustaron tanto, así que quédatelas.

Fingiendo que no le importaba, Ruenti enterró la cara en su plato de sopa y se concentró en terminar de comer. Una risita alegre surgió a su lado, y una mano grande le revolvió el pelo rojo cobrizo.

El rostro de Ruenti enrojeció y miró a su hermano con odio.

—¿Qué es eso?

—Por nada. Solo parecías adorable.

Bethrion habló con su voz estoica, y la cara de Ruenti ardió ante la mención de la palabra “adorable”. Pero no movió la cabeza ni dio un manotazo a su mano. Aunque murmuraba cosas inaudibles en voz baja, parecía disfrutar bastante del afecto de su hermano.

Sairaine observó a sus dos hijos y sintió cosquillas. Hacía tiempo que no veía a su segundo hijo actuar tan “adorable”, tal como lo describía el otro.

Los Salvatore eran poderosos. La Duquesa tenía la fuerza de diez hombres, y Bethrion también heredaba los poderes de la Casa. Pero Ruenti no. Aunque seguía siendo más poderoso y tenía más resistencia que un hombre normal, no se acercaba ni de lejos a la de él.

Sin embargo, seguía siendo un Salvatore. En lugar de poderes físicos, había nacido con una poderosa fuerza mágica, lo que le colocaba en la posición del mago más joven del círculo de los diez mejores magos del Imperio. Sin embargo, la falta de fuerza física, en comparación con su madre y su hermano, le hacía sentirse inferior.

Con los años, su amargura se agrió hasta convertirse en mal genio y cinismo exacerbado. A menudo se mostraba mezquino y sarcástico con casi todo el mundo, alejando a la gente y causando malas impresiones. Por eso, verle ser tan cariñoso y compartir la comida con ella hizo que Sairaine se sintiera orgulloso.

La duquesa también observó a sus dos hijos con calidez antes de volverse hacia Leslie. Cortó pequeños trozos de cerdo asado y los colocó en su plato mientras hablaba.

—Leslie, hoy estarás un poco ocupada. Hay muchas personas que quiero presentarte y cosas que quiero enseñarte.

¿Enseñarme cosas y presentarme gente? Se preguntaba qué querría decir, pero no podía preguntar, ya que tenía la boca llena de la carne que le había dado.

Pero no tuvo que preguntar nada. Cuando terminó de masticar y tragar la comida, Jenna entró en el vestíbulo y la acompañó al cuarto piso. Entonces, le reveló una noticia impactante.

—Estas son todas sus habitaciones, señorita Leslie.

La condujo a la parte trasera de las habitaciones del cuarto piso y habló con naturalidad. Por supuesto, no podía tomar la noticia como un hecho. Aunque la Duquesa había dicho que se le asignaría una nueva habitación, que de repente le dieran cuatro no parecía real.

—¿Señorita Leslie?

Jenna miró a la niña, que estaba muy callada, y la vio congelada en el sitio, con los ojos muy abiertos y las mandíbulas también. Luego, sonrió con complicidad, adivinando por qué estaba callada.

—Oh, el cuarto piso no debe ser de tu agrado. Prepararé los aposentos del tercer piso.

—¡No!

Se apresuró a tomar la mano de la criada y la aferró con fuerza porque parecía dispuesta a bajar corriendo y hacer ella misma las reformas.

—Es… Es demasiado…

—No, no lo es. Al fin y al cabo, es para usted, señorita Leslie.

Respondió con amabilidad, y pronto estuvieron mano a mano recorriendo las habitaciones.

—Este es tu estudio privado. Todas sus lecciones se impartirán aquí, a menos que prefiera otro lugar.

Leslie echó un vistazo al gran espacio. Tenía un techo alto y muchas estanterías llenas de libros. Llegaban hasta el techo y hasta el suelo. Ninguna estantería estaba vacía, y el contenido de los libros era variado. Se dio cuenta de que muchos parecían ser libros que le interesaban, los que a menudo sacaba a colación en las discusiones durante sus clases con Tuenti. Incluso ahora, el libro que sostenía era uno de sus cuentos de hadas favoritos que había mencionado antes.

—Sir Ruenti ayudó a llenar los estantes.

Al notar el asombro y una repentina mirada de epifanía en su rostro, Jenna comentó.

La niña formó una sonrisa encantadora ante sus palabras y tocó con cuidado la encuadernación del libro. Se alegró de que hubiera gente que se preocupara lo suficiente por ella como para fijarse en esos detalles y preparar toda una biblioteca para ella. Abrazó el libro con fuerza y se echó a reír. Y así continuó su recorrido, con su risa alegre resonando por toda la sala.

—La siguiente habitación es…

Era un vestido. Era la habitación más pequeña de las cuatro que le habían regalado, y Jenna se burló, insatisfecha por su tamaño.

—Bueno, supongo que siempre podemos hacer otro si se nos queda pequeño.

Tengo que explorar las habitaciones de esta planta. Hay demasiadas, murmuró y Leslie negó con la cabeza. Luego se dio la vuelta para inspeccionarla.

Esto es incluso más grande que el vestidor de Eli, pensó con asombro. Era una habitación muy espaciosa, con muchos estantes y expositores para accesorios y joyas. Estantes y estantes se alineaban en las paredes para los zapatos, y grandes armarios altos para colgar la ropa se alzaban sobre ellos. En el centro había una lujosa sala de estar con un hermoso espejo dorado que brillaba bajo la luz de la araña.

—Ahora mismo no tenemos muchas piezas de ropa debido a circunstancias pasadas, pero pronto no será suficiente.

En efecto, la habitación estaba muy vacía, lo que le daba un aspecto pobre. Las pocas piezas de ropa que eran visibles eran todas de su viaje anterior con Bethrion.

—Ah, esta ropa es…

Sus ojos encontraron las camisas y los pantalones, sus dedos palparon la tela de inmediato. Mirando la ropa, un pensamiento vino a ella.

Mi hermano dijo que mamá me enseñaría ella misma.

¡Lecciones personales de su madre! No la he visto usar una espada, pero sin duda será impresionante. No podía ser la santa guardiana del Imperio en vano, pensó entusiasmada, con el corazón latiéndole deprisa y la mente imaginando con locura.

En su cabeza, la duquesa ya era un caballero que salvaba al reino de los dragones.

Se estremeció, abrumada por la expectación.

Entonces, se imaginó a sí misma como un caballero. En su imaginación, era tan alta y tan fuerte como la Duquesa, una espadachina segura de sí misma y hábil. Derribaba a sus enemigos con un solo golpe de espada, despejando el camino y asegurando el Imperio.

Ella me dirá lo grande y asombrosa que soy, ¿verdad?

Sí, me aplaudirá y alabará junto con mi padre y mis dos hermanos mayores.

Se agarró con fuerza a la ropa, con los ojos brillantes. ¡Le diré que me enseñe en cuanto acabe el tour!

—Fufu, ¿te gustaría ver la siguiente habitación?

Asintió con la cabeza, tomada de la mano de Jenna. Esta vez, no volvieron al vestíbulo. En su lugar, entraron por una puerta en la pared lateral del vestidor, que resultó estar conectada a su dormitorio.

Su nuevo dormitorio era casi igual al que había utilizado hasta entonces. Pero todos los muebles eran nuevos, y estaban hechos a medida para su tamaño, menudo y bajito.

—¿Por qué no tomas asiento? Era un encargo apresurado, pero aun así hecho a mano por los maestros artesanos más orgullosos del Imperio.

Jenna sacó una silla y ella se sentó con cuidado.

Perfecto. Se sorprendió de lo rápido y cómodo que pudo sentarse.

No tuvo que trepar, saltar ni forzar la espalda para ponerse a la altura del escritorio.

Levantó rápido la vista y empezó a hablar, pero se detuvo con brusquedad. Estaba a punto de preguntar si todo aquello no era demasiado caro, pero ya había aprendido a no preguntar nunca porque la respuesta sería la misma. El dinero nunca era un problema para la duquesa. La única forma que tenía de mostrar su agradecimiento por los regalos era utilizar los muebles lo mejor y más a menudo posible.

Estudiaré mucho en este escritorio y esta silla.

También dormiré más en la cama nueva, concluyó con decisión y pasó a la habitación contigua con Jenna.

—Esta habitación es para mirar las estrellas.

—¿Una habitación para mirar las estrellas?

Parpadeó estupefacta. Era tan espaciosa como todas las demás, pero también estaba mucho más vacía que el resto. Por lo tanto, ésta era su favorita desde el momento en que posó sus ojos en ella. Toda una pared opuesta a la puerta era de cristal con bonitos arcos. Más allá había un enorme balcón que daba a los hermosos jardines del Ducado.

Mirar las estrellas en ese balcón sería increíble. Sería como si las estrellas me bañaran, pensó.

Entonces, la voz de Jenna la devolvió a la realidad porque sonaba bastante compungida.

—Bueno, la verdad es que aún no hemos decidido el uso concreto de esta habitación. Así que señorita Leslie, por favor, decore y llene la habitación como desee. Debe ser decorada de acuerdo al propósito que usted desee.

—Un propósito que deseo…

Murmuró sin aliento. Sonaba emocionada y a la vez abrumada. La vacilación podía oírse con claridad en ella.

—Pero Jenna, no estoy segura de qué propósito me gustaría para esta habitación. ¿Podrías decidirlo por mí?

—Señorita Leslie.

La criada se arrodilló frente a ella y le sostuvo la mirada suplicante.

—Tómate tu tiempo para decidir qué quieres hacer con esta habitación. Yo puedo ayudarte sugiriéndote qué paleta de colores puede quedar bien y qué papel pintado puede ir con qué estilo de muebles. Sin embargo, es tuya y solo tuya la decisión sobre su propósito.

Sonrió y cepilló el pelo de la niña, colocándoselo detrás de las orejas.

—¿Puedes hacer eso?

Leslie observó un poco la habitación vacía y se preguntó si sería capaz de dar con lo que quería. Pero pronto, cualquier duda que nublara su mente desapareció, y sonrió con confianza.

—Sí, puedo.

—Me alegra oírlo, señorita Leslie.

Uf, Jenna suspiró mientras se levantaba y enderezaba la espalda, tendiéndole una mano.

—Ahora bien, ¿lo discutimos tomando un chocolate caliente?

Chocolate caliente. Sus mejillas brillaron con un cálido color rosado ante la mención del dulce brebaje. Se le permitían y se le daban todos los dulces que quisiera en el mundo. Pero de todos ellos, el que más le gustaba era el chocolate caliente. Además, una galleta de muñeco de nieve siempre la hacía sonreír al recordarle un momento precioso.

Pero no llegó a hablar de la habitación con su bebida favorita porque una doncella entró en ella llamando a la puerta con cortesía.

—Señorita Leslie, la duquesa Salvatore solicita su presencia.

Con eso, tuvo que separarse de Jenna y también del chocolate caliente.

♦ ♦ ♦

—Hmm…

La duquesa frunció el ceño ante el informe que tenía delante. En la primera página el nombre de “Eli Darren Sperado” y el de su prometido “Arlende Perre Recardius”.

Estaba segura de que la abandonaría.

Las arrugas de la parte superior del rostro de la Duquesa se hicieron más profundas mientras murmuraba. Sí, pensé que lo haría. Después de esa humillante derrota, pensé que abandonaría a Sperado. ¿En qué está pensando la Jacaranda? Golpeó la superficie de madera de su escritorio, sumida en sus pensamientos.

—¿Va a seguir con su plan?

¿Por qué? Las flores ya están…

—No, no hace falta que cuestione sus decisiones.

Volvió a fruncir el ceño, pero asintió con firmeza a su conclusión. Ella era la santa guardiana del Imperio. Su única preocupación era el Imperio, no cualquier otra cosa que estuviera sucediendo con los ya derrotados Sperado.

—Madre, he oído que has preguntado por mí.

Su ceño desapareció de inmediato al oír una voz adorable y aguda. Una sonrisa la sustituyó, y se formó una nueva resolución. Haré lo que tenga que hacer, y no pondré en peligro a mi hija.

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