El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 73

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Te recuerdo… ¿Cómo podría olvidarlo?

Leslie parpadeó y mantuvo el contacto visual con la chica que tenía delante. Serea era la única del círculo de Eli que la conocía. Fue solo una vez, pero sus miradas se cruzaron en el pasado.

El cumpleaños de su hermana fue un acontecimiento extravagante. El marqués había abierto los hermosos jardines del Marquesado para celebrar la ocasión. Invitó a una famosa compañía de teatro y a músicos de talento para que actuaran e iluminó el cielo nocturno hasta el amanecer con muchas piedras mágicas caras. Las mesas estaban preparadas con todo tipo de deliciosos manjares.

Una de las criadas comentó que parecía un pequeño festival. No se reparó en gastos y se invitó a muchas Casas nobles conocidas e influyentes. Incluso los empleados se divirtieron en un segundo plano.

Eli fue el centro de atención. Todos le desearon un feliz cumpleaños y la colmaron de regalos. También el Marqués hizo alarde de su riqueza y consiguió así muchos contactos importantes. La marquesta tentaba a los caballeros y daba envidia a las mujeres vistiéndose de maravilla. Ria también presumía ante Leslie de la deliciosa comida que le daban en las cocinas y de una gran bonificación que había recibido. Todos estaban muy alegres excepto ella.

Como los jardines estaban abiertos a todos los invitados, eran libres de deambular por los terrenos. En otras palabras, podía existir la posibilidad de que alguien la descubriera. En consecuencia, el marqués la confinó en el desván y le prohibió usar las ventanas. Como era obvio, ella obedeció hasta que no pudo más.

Se moría de hambre. Hacía unos días que no la alimentaban con comida adecuada y nutritiva. Ni siquiera recordaba por qué, ya que la castigaban y la mataban de hambre por las cosas más insignificantes. Había demasiadas razones por las que su madre la privaba de una alimentación adecuada.

Lo único que le daba en abundancia era agua. Así que aprovechó para abrir un poco las ventanas mientras bebía para oler el delicioso aroma de los jardines. Por lo general, era un plan sólido que funcionaba hasta aquel día.

Como había estado tan hambrienta, no pudo evitar abrir las ventanas un poco más de lo habitual. Distraída y hambrienta, su pequeño cuerpo se asomó poco a poco por la ventana. Al principio, solo la nariz. Luego, toda la cara y después la parte superior del cuerpo. No pudo resistirse al increíble olor a carne asada.

Tragó saliva y olfateó el aire como un perro. Cuando miró hacia abajo, sus ojos se encontraron con la cara de sorpresa de una chica. Cuando ella se dio cuenta de que Leslie la había visto, sonrió con malicia.

Sintiendo un escalofrío que la recorría la espalda, cerró rápido la ventana y se acurrucó en el rincón más alejado. Pero la sonrisa de la chica ya estaba grabada a fuego en su mente al reconocerla con demasiada facilidad. Era una de esas sonrisas que la gente hacía antes de castigarla y golpearla.

Cuando terminó la fiesta, fue sacada a rastras del desván y llevada a la habitación de Eli. Abrieron la puerta y la metieron dentro. Antes de que pudiera ponerse en pie, le llovieron patadas brutales sobre su pequeño cuerpo. Las criadas pisotearon a la niña, y Leslie no pudo hacer otra cosa que encogerse aún más para minimizar el dolor. El tiempo pasaba como un caracol, pero al final, las patadas cesaron. Sin embargo, no podía mover un dedo porque le dolía todo. Entonces llegó el grito furioso de su hermana.

—¿Estás loca? ¿Cómo te atreves a mostrar tu sucia carita? Deberías alegrarte de que fue Serea quien te viera. Si no, ¡ya se habrían extendido los rumores!

Gritó un poco más y procedió a lanzarle su abanico.

—Maldita sea. ¡Por tu culpa no voy a conseguir el vestido de Madame Arlong! Tengo que renunciar a él para mantenerla tranquila. ¡Vete y no te atrevas a salir de tu habitación!

Eso fue lo último que Leslie recordó proque se despertó en el ático algún tiempo después. Había perdido el conocimiento a causa de la paliza.

Pero no fue el final de aquel incidente. Serea chantajeaba sin parar a Eli para que le regalara sus vestidos y joyas. Irritada e iracunda, su hermana llevó a las criadas al desván y la golpeó.

Era difícil olvidarse de Serea. Eli la castigaba y siempre le recordaba todas las cosas que le había quitado. Leslie sabía con exactitud cuántas cosas se había llevado, pues cada patada, puñetazo, azote y bofetada le dejaba moretones.

Pero, ¿por qué está aquí y por qué ahora?

Frunció el ceño cuando Serea se acercó a ella con una sonrisa encantadora.

—Me alivia oír que aún se acuerda de mí, Lady Salvatore.

Sonrió y enlazó su brazo con el de ella. Leslie la miró sorprendiad, pero no pareció darse cuenta. En lugar de eso, giró sobre sus talones y miró al grupo de chicas con el que estaba. Luego, levantó la barbilla y sonrió con arrogancia.

—Fufufu, sabía que te acordarías de mí. Después de todo, nos conocemos desde hace mucho, ¿no?

Leslie frunció el ceño y abrió la boca para cuestionar la afirmación de Serea. Pero se detuvo al sentir una fuerte presión en el brazo que seguía unido al de ella. A los demás, sin embargo, nada les parecía fuera de lugar. Al contrario, parecían compenetradas a la perfección y por eso las miraban con ferviente envidia.

Ella era el centro de atención de la sociedad. Nadie sabía de su existencia porque nunca se la veía en el Marquesado y las puertas del Ducado siempre estaban bien cerradas, sin permitir visitas ni invitados.

Muchos oyeron hablar de los rumores sobre el juicio, pero nunca la vieron en persona. Sin duda, la gente sentía curiosidad. Justo entonces, la vieron en los jardines del templo, y Serea había afirmado conocerla.

La curiosidad no tardó en centrarse en ella, y las chicas se agolparon a su alrededor. Sonrió con indulgencia y apretó con más fuerza el brazo de Leslie.

—¿De dónde se conocen? —preguntó con envidia una chica vestida de azul, y Serea respondió con las mejillas sonrosadas en una falsa muestra de tímida humildad.

—La ayudé una vez en el pasado, ¿verdad, Lady Salvatore?

Los ojos lilas de Leslie se agrandaron, casi formando un círculo. ¿Ayudarme? ¿De qué está hablando?

—Dios mío, ¿ayudó a Lady Salvatore, Lady Patelrotte?

—Sí, aunque fue una coincidencia. Oh, es vergonzoso hablar de estas cosas. Me alegro que nos hayamos reencontrado una vez más.

Los ojos de Serea brillaron de placer ante las penas de los ingenuos asombros. Saboreó su inocente envidia. Luego se volvió para mirar a Leslie con la misma sonrisa maliciosa que había mostrado tiempo atrás.

—Estamos a punto de ir a descansar un rato. ¿Por qué no viene con nosotras, Lady Salvatore? Conversemos más hasta que nuestros padres terminen con sus asuntos. No le importa hacernos compañía, ¿verdad?

Entonces, Serea soltó su brazo y tiró con brusquedad de su muñeca, sin esperar respuesta, hacia un banco que había en un rincón del jardín. Leslie se tambaleó, tropezando y casi cayendo de bruces.

—¿Sabes cuánto me alegró saber de ti? Me sentí eufórica como su única amiga, Lady Salvatore.

¿Amiga? Se mordió el labio inferior, hirviendo de ira burbujeante. Si siguiera siendo la niña tonta e ingenua que encerraron en el desván del marqués, lo habría aceptado de buen grado. Pero no lo era, y ahora lo sabía. Los verdaderos amigos nunca la arrastrarían como un trofeo y se sentirían gratificados. Si este era el tipo de amistad que la gente le iba a ofrecer, era mejor estar sola siempre.

—Vamos. ¿Cómo es la Duquesa en casa? Háblanos también de Sir Bethrion y Sir Ruenti. ¡Ay!

Leslie le arañó la muñeca. Serea dejó de caminar y aflojó un momento el agudo y punzante dolor. No perdió el ritmo y torció la muñeca para soltarse de su agarre.

—No voy a ir contigo.

La niña tenía marcas rojas en la muñeca.

—¿No vienes conmigo? ¿Por qué no, Lady Salvatore?

Vamos. La apremió con un tono autoritario que sonaba a “¿cómo te atreves?”. Leslie ignoró la pregunta. Había oído cosas mucho peores, y el numerito de Serea le parecía una broma comparado con lo que Eli y Ria solían hacerle.

—Porque no hay necesidad de ir contigo. Tú y yo no somos amigas ni conocidas.

—Puede que te hayas olvidado de aquella vez que te ayudé, Lady Salvatore.

Serea habló con arrogancia. La miró con desaprobación como si fuera alguien por debajo de ella. Leslie soltó una carcajada.

¿Ayuda? ¿Cómo podía considerarse eso ayuda? Serea hizo caso omiso y se negó a denunciar los malos tratos que había sufrido. Además, la utilizó para chantajear a Eli y consiguió joyas preciosas y muchos vestidos. Y ahora se hacía pasar por amiga para ganar popularidad utilizando un secreto que ni siquiera era tal. Todo el mundo, al menos los que se enteraron del juicio, sabían que había sido maltratada por el Marqués.

Ella actuaba justo como Eli. Su herman ausaba cualquier cos en contra de Leslie. Ella, por supuesto, era tan ingenua como para ser usada, abusada y descuidada. Pero ya no era la misma niña tonta, y no tenía voluntad para dejarse controlar con tanta facilidad por las manipulaciones de Serea. Se palpó las mangas como si algo sucio las hubiera tocado.

—Por lo general, morderse la lengua para no empezar rumores no se considera echar una mano.

Habló con voz fría y la miró con una mirada inexpresiva y sin emoción, Serea tenía la misma personalidad maliciosa y mezquina que Eli. No me extraña que piense como ella, pensó.

Serea soltó un pequeño suspiro, pero siguió con la barbilla alta. Sus ojos azules escrutaron a la multitud, que ahora escuchaba con atención y observaba su intercambio.

—¿Insinúa entonces que puedo contarles lo que pasó, Lady Salvatore?

Serea sonrió y bajó para susurrar a su oído.

—Ayúdeme un poco a mantener los labios sellados, Lady Salvatore.

Luego, se enderezó y sonrió deslumbrante.

—Ahora, prométeme que vendrás con nosotros. Vamos, todos estamos esperando. Por lo demás, hay muchos oídos curiosos a los que les encantaría saber más.

Ambas estaban a cierta distancia del grupo de chicas. Si hablaran a un volumen normal, su conversación no se oiría en su totalidad. Pero Serea hablaba bastante alto a propósito, y las chicas no dejaban de mirarlas con curiosidad.

Leslie suspiró y miró a la joven, que tenía cierta expresión de victoria, seguro creyendo que cumpliría.

¿De verdad cree que sus amenazas harán que haga lo que ella dice?

Su mirada era fría como el hielo.

—¿Y qué? Mi pasado ya es conocido entre los que asistieron al juicio. De hecho, ¿no serías tú la que estaría en problemas si se me deslizara y dejara que la gente supiera cómo me vendiste?

—¿Venderte…? Por favor, Lady Salvatore, dice tonterías.

—Lo que usted hizo fue venderme, Lady Patelrotte.

Leslie dio un paso adelante, acercándose a Serea, y ésta dio un respingo, tambaleándose hacia atrás. Pero se detuvo rápido y dio dos pasos hacia delante, pensando que no tenía nada que ocultar. La distancia entre ellas se acortó.

—Sabías de mis abusos y aun así te callaste porque te sobornaron. ¿O debería decir que chantajeaste a Eli para que te diera los vestidos y las joyas de Madam Arlong a cambio de mantener tu silencio? ¿Qué dice usted, Lady Patelrotte?

—Solo lo hice para proteger el honor de los marqueses. Además, no tenía ni idea de los detalles ni de que habían abusado de ti. Solo la vi…

Se detuvo a mitad de la frase y empezó a murmurar al ver sus fríos ojos. Se estremeció cuando una voz igual de fría sonó de Leslie.

—¿No sabáis que abusaban de mí?

Mentira. Vio mi aspecto y dónde estaba. Sabía de las brutales palizas de Eli cada vez que la chantajeaba. No era difícil adivinar la negligencia y quizá la participación del marqués en todo el asunto. ¿Cómo se atrevía a decir que no lo sabía?

Las comisuras de sus labios se torcieron en una sonrisa gélida. Su postura cambió mientras su mente vagaba al recordar cómo actuaba la Duquesa cuando se enfrentaba al Marqués. Su espalda se enderezó de forma automática y su sonrisa se relajó cuando bajó la mirada para mirar a Serea.

—No había nada que pudiera hacer…

Ella evitó mirar a sus ojos. Leslie tenái tres años menos y era mucho más pequeña que otros niños de su edad. Aun así, Serea no podía mirar a la niña, que tenía un aspecto muy diferente al de la última vez que se vieron. Por alguna extraña razón, no podía mirarla a los ojos y empezaba a sentirse pequeña.

Sin quererlo, empezó a balbucear excusas.

—Como seguro sepas, mi familia es menos… influyente que la del marqués… Aunque consiguiera entrar en la finca, no podría hacer gran cosa… Así que pensé que debía aceptar lo que pudiera mientras tanto…

—¿Así que, porque estabas indefensa, dejaste que te sobornaron y guardaste silencio sobre mí?

—¡No me refería a eso! Yo…

Se rascó el dorso de la mano, frustrada. ¿Por qué le estoy dando explicaciones? Intentó mantenerse firme de nuevo ante la pregunta, pero en cuanto sus miradas se cruzaron, no pudo evitar acobardarse bajo esos fríos ojos.

—Tienes un collar muy bonito.

—¿Perdona?

Un cumplido al azar salió de Leslie, y Serea parpadeó como estúpida, sin saber cómo responder. ¿Por qué me hace un cumplido sobre el collar? Pensó sin comprender.

—El oro blanco y un rubí rojo sangre combinan muy bien. ¿Dónde has adquirido joyas tan finas, Lady Patelrotte?

—Oh, este collar…

No pudo responder, su rostro se puso muy pálido.

Leslie sonrió ante su cara blanca y susurró.

—¿No puedes decirlo? ¿Es porque es de Eli, que te lo dio cuando la chantajeaste con lo mío?

Estaba en lo cierto. El collar, en efecto, perteneció una vez a Eli. Serea la había amenazado con conocer a Leslie, y se lo había dado para que no hablara. Leslie tomó la joya y tiró de ella, haciendo que Serea se agachara con una reverencia.

—Venir a verme con esto puesto solo puede significar una cosa. ¿Tomas la Casa Salvatore a broma, Lady Patelrotte? ¿Es que yo, nosotros, estamos por debajo de ti?

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