El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 72

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Menos mal, porque Leslie se había olvidado por completo del servicio a pesar de que se lo habían recordado muchas veces. Konrad lo había mencionado un par de veces en sus cartas, e incluso la Duquesa se lo había dicho la noche anterior. Por suerte, todos a su alrededor eran diligentes.

Cuando llegaron a los templos, Leslie volvió a bostezar por lo que parecía la enésima vez. Se tapó la boquita con las manos enguantadas. El suelo había vuelto a reclamarla. Leslie volvió a bostezar. Bethrion, que caminaba junto a ella y sostenía su otra mano entre las suyas, bajó la mirada con una sonrisa.

—Oh, vaya. Debes de estar cansada.

—Sí, un poco. Pero no me quedaré dormida en medio de las oraciones. Así que no te preocupes.

Leslie saltó a la escalera de piedra que había ante ella. La gran cinta morada de su gorro ondeaba en el aire como si bailara. Brincó y ascendió los escalones hasta que por fin llegó lo bastante lejos y alta como para estar a la altura de los ojos de Betrion. Leslie rió con satisfacción.

—Leslie, a propósito del picnic.

Las largas piernas de Bethrion subieron las escaleras y alcanzaron a Leslie en pocos segundos. Sus largas piernas subían 2 o 3 escalones a la vez, los cuales ella tenía que saltar para subir con sus piernas cortas. Hizo un mohín al ver lo rápido que Bethrion era capaz de alcanzarla, así como su gran diferencia de altura cuando él se puso a su lado. Bethrion sonrió adorándola. Bajó la mano para tomar la de Leslie y que ella pudiera saltar aún más alto y subir más las escaleras.

—¿Qué te parece Chateau Tyros? Está a las afueras de la capital y junto a un gran lago. Allí se está tranquilo y el paisaje es estupendo.

Bethrion dejó de subir las escaleras cuando Leslie saltó, optando por permanecer en peldaños más bajos que ella y evitar molestarla.

—Está bien, vayamos allí entonces.

Y fue la elección correcta. Leslie no posó esta vez mientras le devolvía la mirada. Ambos sonrieron, satisfechos. La mano de Bethrion se extendió pero se detuvo rápido en el aire. Quería acariciar la cabeza de Leslie, pero su pelo estaba muy bien peinado con un gran bonete y no quería estropearlo.

—¿Estará bien que vayamos allí en invierno?

Hmm. Bethrion pensó un momento antes de subir las escaleras y asentir como respuesta.

—He estado allí una vez en invierno, y era un bonito espectáculo.

—¿Y en primavera?

—En primavera… Será aún más maravilloso. Estoy seguro de que te encantará cuando veas el lago rodeado de frondosos bosques verdes y flores silvestres de muchos colores.

Leslie entrecerró los ojos y dijo concluyente.

—Entonces, vayamos allí en primavera. Hablaré con mamá y papá para que podamos planear un picnic primaveral en el castillo.

Leslie dio otro respingo. El camino a la sala principal de misa tenía muchos peldaños de escaleras. Era peligroso saltar por ella, pero no estaba preocupada gracias a una mano fuerte que la sostenía con firmeza en el aire con cada salto.

—Sir Hart me dijo algo alentador, y me siento mucho mejor que anoche.

—¿Estás segura?

—¡Por supuesto!

Por fin, llegaron a la cima, y Leslie sonrió con alegría. Su sonrisa era tan ligera como la brisa invernal que rozaba su cabello plateado y tan libre como las hebras sueltas que se agitaban.

—Soy tu hermana y la hija menor de los Salvatore; no me cuestiono ni dudo de mis propias decisiones.

—Por supuesto.

Bethrion sonrió con cariño y subió las escaleras tras Leslie. Entonces, tropezó en el último escalón. Su largo pie aterrizó sobre una pequeña perla redonda en los escalones de piedra. Leslie saltó de inmediato de su sitio y agarró con fuerza la mano de Bethrion en un intento de estabilizarlo.

—¡Te tengo, hermano! ¡Ya estoy aquí!

Su pequeño rostro mostraba un pánico total y urgente. Dejó caer los guantes y corrió a toda prisa, tirando de Bethrion por sus grandes manos.

Bethrion se rió de su reacción. Aunque había tropezado, no iba a caerse. Los largos años de entrenamiento le habían dado suficiente equilibrio y agilidad para recuperarse de inmediato, pero Leslie no pareció darse cuenta y estaba haciendo todo lo posible por salvarlo. Bethrion se aferró con fuerza a sus pequeñas manos ante su adorable intento.

—Gracias, Leslie. Me he salvado gracias a tus esfuerzos.

—Por favor, ten cuidado, hermano.

—Sí, lo tendré.

Leslie y Bethrion se tomaron las manos con fuerza mientras continuaban. Él vio que su madre también se reía con suavidad mientras observaba su pequeño fiasco, pero no le importó. Su hermana estaba siendo tan encantadora, y nada más importaba que complacerse en su adorabilidad, aunque a los demás les pareciera un poco gracioso.

—Hermano, ¿podré ver a sir Konrad hoy?

—Es posible que puedas verle. Como paladín del templo de Tesentraha, Lord Altera es responsable de montar guardia durante la misa.

Entrando en la sala principal del templo, Leslie preguntó en susurros.

No podía correr y armar jaleo dentro del templo. Las escaleras del templo estaban casi vacías y se encontraban al aire libre. Pero en cuanto cruzaron las puertas del templo, se llenó de una multitud solemne que se había reunido para el servicio. Había que comportarse.

Por supuesto, también había cierta sensación de cautelosa timidez, ya que Leslie nunca había visto tanta gente reunida en el templo. Mientras estuvo con el marqués, la asistencia a misa no se hacía de forma regular. Solo se le permitía ir si al marqués le apetecía asistir al oficio. Incluso entonces, nunca había tanta gente…

¿Podemos llegar a la sala de oración?

El templo estaba lleno. Había cuerpos por todas partes hacia donde se dirigían sus ojos, y empezó a preocuparse por cómo se abrirían paso entre tanta multitud. Pero era inútil preocuparse, como pronto descubrió cuando la Duquesa los guió. El grupo se partió en dos, dejando un camino libre para ellos. Todos la miraban con admiración y ferviente deseo de hacerse notar, nadie se atrevía a acercarse a ella y, a su vez, a su familia.

—¡Duquesa Salvatore!

Desde lejos llegó corriendo un puñado de sacerdotes. Se apresuraron a saludarla, y el más cercano le ofreció un libro de visitas.

—Bienvenida. Ha pasado tiempo desde la última vez que la vimos. Sería un honor tenerla aquí con nosotros también en las misas diarias.

—Es una molestia. Además, yo también puedo rezar desde casa.

La Duquesa continuó con displicencia mientras graba su nombre en las nuevas páginas del libro de visitas. Las oraciones o los servicios no eran problema para ella. Los verdaderos problemas que hacían que no le gustara venir al templo eran los susurros y las miradas de la multitud. Estaba cansada de ser el centro de atención todo el tiempo y sentía como si nunca pudiera estar en paz aquí.

—¿Pero no sería mejor rezar en el templo? Y hoy es la última misa de invierno. La próxima no será hasta mediados de primavera.

—Es la mejor noticia que he oído en el último tiempo.

Volvió la mirada hacia atrás, hacia Leslie, mientras terminaba de firmar el libro, y la llamó con suavidad.

—Leslie.

Ella estaba jugando con la gran mano de Bethrion, pero la soltó de inmediato y se dirigió rápido al oír su llamada.

—Como ya sabrá, ésta es mi hija, Leslie.

La duquesa la presentó con voz suave y adoradora. Leslie se preguntó por qué la presentaban, pero no la cuestionó. En lugar de eso, saludó con educación y elegancia, tal y como Shuella le había enseñado.

—Soy Leslie Shuya Salvatore. Saludo a los que caminan por la senda de dios.

—Nosotros, los fieles servidores de dios, saludamos a Lady Leslie Shuya Salvatore.

Cuando concluyó el pequeño intercambio, murmullos y susurros llenaron la sala. Las orejas de Leslie captaron el hilo conductor de las habladurías, y enseguida comprendió por qué la Duquesa la había presentado a los sacerdotes.

Se trataba de un espectáculo que su madre hacía para oficiar y legitimar su posición en la sociedad. En lugar de una Leslie Sperado llorosa y lastimera, a la que vieron durante el juicio, sería recordada como la elegante Lady Leslie Shuya Salvatore, que fue escoltada por los miembros del Ducado.

—Ahora que terminamos con las presentaciones, ¿entramos?

Entonces, extendió una mano hacia ella, y ésta la agarró con firmeza mientras caminaban por el pasillo hacia la larga y estrecha sala de oración. La sala era espaciosa, con un techo alto. La luz entraba a raudales desde todas las direcciones, prismas de arco iris que iluminaban a los asistentes a través de una vidriera labrada.

Los nobles estaban sentados en el centro de la sala, a lo largo de una costosa alfombra roja. Sus sirvientes y criadas estaban sentados a lo largo de las paredes laterales, distinguiendo sus clases.

Leslie miró los asientos de las clases inferiores. Hace solo unos meses, ella estaba allí. Ria no dejaba de pellizcarla en el muslo y regañarla para que no se durmiera. Por supuesto, no lo hacía. Estaba muy despierta y rezaba con desesperación a Dios.

Por favor, ayúdame para que no cometa errores. 

Ayúdame a responder bien a las preguntas de mis tutores y ayúdame a no disgustar a mi familia. 

Ayúdame, en especial con mi padre. Por favor, ayúdame a no irritarle. 

Y dios, te ruego que mi madre me permita una deliciosa comida de carne en lugar de papas y sopa. También, dios, por favor, haz que mi familia me quiera más y no me castigue con tanta severidad. Y así iban las desesperadas súplicas y deseos en sus oraciones.

Rezaba y rezaba. Suplicaba y lloraba. Estaba de rodillas implorando a Dios que escuchara sus plegarias. Creía de verdad que un día la ayudaría y todos sus deseos se harían realidad.

Por favor, ámame, Dios. 

Hasta que la impaciente mano de Ria la levantó por la fuerza y la arrastró fuera del pasillo, Leslie rezó y rezó.

Apartó la cabeza de las paredes y miró al frente, concentrándose en las vidrieras.

Ahora todo era muy distinto. Estaba en el asiento más adelantado, justo en el centro de la sala. Estaba a la cabeza, delante de todos los demás nobles. Los únicos que estaban delante de ella eran la duquesa y su marido, Sairaine. A su lado estaban Bethrion y Ruenti. Nadie más se atrevía a sentarse en su fila.

Nunca supe lo bonitas que eran las ventanas.

En el pasado, Leslie era llevada al rincón más oscuro y oculto de la sala de oraciones cuando se le permitía salir. El marqués ordenaba a las doncellas que se colocaran a los lados para asegurarse de que no la vieran. Cuando terminaban las oraciones, las luces ya se habían apagado, por lo que nunca se dio cuenta de lo hermosas que eran las vidrieras cuando pesaba la luz.

Leslie miró las vidrieras un rato más antes de caer de rodillas y comenzar sus oraciones.

Gracias, Dios. Gracias por no hacer realidad mis deseos. Gracias, en cambio, por permitirme empezar de nuevo con una nueva familia que me quiere.

Creo que de verdad podría ser feliz. Así que gracias, Dios.

Por primera vez en su vida, no suplicó ni lloró. Por primera vez, sus oraciones estaban llenas del calor de la alegría y la felicidad.

♦ ♦ ♦

Cuando terminaron las oraciones, la Duquesa fue detenida por nobles y sacerdotes que se lanzaron hacia ella con la esperanza de establecer algún tipo de contacto con ella. Después de todo, no había muchas oportunidades de conocerla en persona.

Luego, por supuesto, estaba Leslie. Todas las miradas se centraban en ella, pero Sairaine fue más rápido. Sabiendo que la multitud también venía a por Leslie, empujó rápido su pequeña espalda, colocándola detrás de él para escapar de la maniática multitud, lo que ella permitió sin rechistar.

Así que aquí estaba en el jardín del templo, caminando despacio, sola.

Ya han quitado la nieve.

Pensó Leslie mientras contemplaba el paisaje. Cuando llegaron al templo por la mañana, todavía hacía frío con la dura brisa invernal. Ya había pasado bastante tiempo, y el sol estaba ahora en lo alto del cielo, lo que calentaba el aire para un agradable paseo invernal.

¿Dónde podría estar sir Konrad?

Leslie escudriñó a su alrededor, Behtrion dijo que los paladines estaban apostados alrededor del templo y que estarían patrullando… Justo entonces, como para demostrar que sus palabras eran ciertas, Leslie vio a unos paladines patrullando con un uniforme que le resultaba familiar.

También debe de estar cerca, ¿no? El corazón de Leslie se aceleró de expectación. Debe de estar cerca…

¿Qué debo decirle cuando lo vea? La mente de Leslie se aceleró, la expectación crecía despacio.

Sé que ya le he dado las gracias en las cartas, pero se las daré en persona. Luego le diré mi nombre completo.

—¿Lady Salvatore?

Leslie se volvió al oír una voz que la sacó de su ensueño, y allí vio a un grupo de chicas. Ellas también parecían haber salido a los jardines para estar lejos de los adultos que socializaban.

Una chica a la cabeza del grupo sonrió con alegría y habló. Era morena y tenía los ojos azules.

—De verdad es usted, Lady Salvatore. ¿Se acuerda de mí?

Leslie sabía quién era la chica. Se llamaba Serea Kebon Patelrotte, una de las mejores amigas de Eli.

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