¡¿La Bruja devoradora de desgracia en realidad es un vampiro?! – Capítulo 1: Primer caso, primera recompensa

Traducido por Sharon

Editado por Yusuke


Hay una bruja que devora la desgracia de otros. Vive sola en una mansión húmeda y lúgubre, y todavía no ha recibido un solo visitante.

Su mansión se encuentra al final de un estrecho callejón, no lejos de la animada calle principal que siempre rebosa de señoritas en vestidos del color de la nieve recién derretida. Aun así, la tranquilidad que inunda su callejón hace que parezca venir de otro mundo.

Fue en ese mundo donde un alto hombre rubio caminó, sus ojos sobre el mapa escrito a mano que llevaba, verificando cada edificio a lo largo del camino antes de, finalmente, llegar a su destino: una casa de dos pisos con hiedra subiendo por las paredes de ladrillo. Al lado de la puerta de madera había un pequeño cartel.

—“El Boticario de la Bruja del Este”, ¿eh? No estoy seguro si es encantador o sospechoso…

La ventana de vidrio coloreado incrustada en la puerta estaba empañada, oscureciendo la vista del interior. Las que rodeaban la casa estaban cubiertas con cortinas de encaje de flores, haciendo que el cartel fuera la única pista de que la tienda estaba abierta para los negocios. Ernest golpeó e intentó espiar por las cortinas. Después de esperar un momento más sin obtener respuesta, entró.

—Si puso el cartel, significa que la tienda está abierta, ¿verdad?

Estaba tan emocionado que se sentía como un niño. ¿Pero por qué no lo estaría? Estaba por conocer a una bruja de una tierra distante, una que podía devorar la desgracia de los demás.

La puerta se abrió con un crujido, siguiendo del tintineo de una campana. El interior estaba completamente oscuro, a pesar de que era mediodía. Mientras sus ojos se ajustaban a la oscuridad, un aroma único de flores llegó a sus sentidos.

Observó la tienda llena de todo tipo de cosas que uno esperaría de una bruja: jarras abarrotadas con plantas, ranas preservadas en alcohol, polvos desconocidos y tomos escritos en lenguaje extranjero. Había varios estantes, un mostrador y una puerta que dirigía a otro cuarto, pero fue en el pequeño sillón al fondo, bajo una pequeña ventana, donde la mirada de Ernest aterrizó finalmente.

Había una pequeña chica de cabello negro que no podía tener más de quince o dieciséis sentada allí.

Su pelo, siempre liso, estaba alborotado a un lado, como si acabara de levantarse. Mientras la mayoría de sus ropas tenían un estilo Hylantiano, el chal cubriendo sus hombros parecía oriental.

—Buenas tardes, señorita… ¿O quizás debería decir “buenos días”?

La chica abrió los ojos, sorprendida por la repentina aparición del hombre. Su cuerpo se congeló, haciéndola lucir como un gato asustado. Pero la expresión estoica que llevaba eclipsaba cualquier ansiedad que sentía por dentro.

Earnest le dio una sonrisa y ella se apresuró a sentarse derecha.

—¿Un cliente? Le ruego me perdone.

Avergonzada por haber sido atrapada durmiendo en el trabajo, caminó hacia atrás del mostrador. El mechón de cabello que se balanceaba sobre su cabeza le daba a su apariencia un aspecto tranquilo, un encanto sutil.

Sus ojos, adornados con unas largas pestañas, eran del mismo negro arrebatador que su cabello, una característica tan rara que hacía claro que ella no era de Hylant. Era linda ahora, pero cuando creciera sería una mujer hermosa.

—¿Cómo puedo ayudarle?

—Ah, sí… Soy Ernest Travis Selden, un ayudante de la familia real. Con ello, me refiero a que realizó varios trabajos por el bien de nuestro país —dijo Ernest, usando palabras simples para esta chica descuidada a quien atrapó durmiendo.

—¿Eres… un noble?

—Sí, tengo el título de conde. ¿Puedo preguntar su nombre?

—Qué grosero de mi parte. Soy Yuuri. Yuuri Watoh. Encantada de conocerle, conde Selden.

El nombre Watoh le era familiar. La cabeza de la Compañía Watoh fue quien le sugirió visitar esta tienda. Era una empresa bien conocida como proveedores de bienes del Este, abasteciendo especialmente a la familia real y a la nobleza. El jefe había venido desde el Este, así que no debería ser una sorpresa que esta chica compartiera su apellido.

—Eres toda una adulta para ayudar en la tienda de esta forma. ¿Estás emparentada con los Watoh? —preguntó, pretendiendo que sus primeras palabras fueran un cumplido.

Pero la pequeña se mantuvo en silencio, sus labios en un puchero y sus mejillas rojas. Claramente no estaba divertida.

—¿Escuché que aquí hay una bruja experta en medicina del oriente? ¿Está aquí?

—Esa sería yo —dijo brevemente la chica con el ceño fruncido.

—¿Cómo dice…?

—Soy la bruja que busca. Mi abuelo tenía el título anteriormente, pero como ha muerto, soy la única que queda.

—¿eres la “Bruja devoradora de desgracia”?

—Ese título no me importa… Y para que lo sepas, tengo diecinueve. No necesitas tratarme como una niña.

Ernest quedó de pie frente a Yuuri, mudo y mirándola fijamente. ¿Diecinueve? Según las costumbres de Hylantian, eso la hacía una adulta.

Viendo sus dudas, Yuuri se giró, añadiendo un bufido.

—Me disculpo, señorita. Por favor, acepte esta carta de presentación que el jefe de la Compañía Watoh escribió para mí —dijo, pasándole la carta por el mostrador. Esperaba que fuera suficiente para convencerla de ayudarle.

Yuuri se tomó su tiempo leyendo y asegurándose de que el sello fuera genuino, antes de volver a mirar a Ernest.

—¿Entonces quieres aprender sobre hierbas medicinales del Este, especialmente de Xingka?

Xingka era el país más grande en el continente oriental, la mayor potencia económica, y la principal influencia medicinal y cultural del Este.

—Sí. No tengo la libertad de entrar en detalles, pero necesito desesperadamente hierbas medicinales del Este. Puedo ordenarlas a través de la Compañía Watoh, pero tomaría demasiado tiempo.

Ernest estaba actuando en nombre de la familia real, por lo que necesitaba actuar con discreción.

—¿Así que por eso la Compañía Watoh te envió aquí?

—Eso me temo.

—¿Te importaría tomar un asiento por allí? Muchos de mis libros están guardados, y tomará un tiempo encontrar los que buscas —dijo Yuuri mientras indicaba el sillón bajo la ventana. Había una mesa junto a él con una taza de té y un libro con letras desconocidas. Ella guardó el libro, limpió los restos del té y se dirigió hacia la parte de atrás.

Regresó poco tiempo después, acompañada de un aroma gentil. Estaba esforzándose por balancear la bandeja con dos tazas, una imagen que hizo poco para convencer a Ernest de que en verdad tuviera diecinueve.

—Aquí tiene. Es té de jazmín, una especialidad de Xingka.

—Así que de aquí viene el aroma a flores… ¿Tu familia es de Xingka?

—No, provengo de Hinomoto, que está más al este. La Compañía Watoh está involucrada con las transacciones en esa región, y la mayoría del conocimiento Hinomoto viene de Xingka de cualquier manera, así que aprendemos xingkese al crecer.

Hinomoto era un pequeño país isleño, al este del continente oriental, y el lugar más alejado en el planeta de los continentes occidentales.

—Hinomoto, ¿eh? Sólo lo vi en mapas. ¿Cuál es la forma acostumbrada para beber el té allí?

—Sostén la base de la taza con tu mano izquierda y envuelvela con la mano derecha. No está hirviendo, así que toma tu tiempo para calentar tus manos —le explicó mientras le demostraba el gesto.

Ernest siguió sus instrucciones y llevó la taza a sus labios. El té tenía una fragancia fuerte y un sabor suave, pero dejaba una amargura al final. Era sutil, completamente diferente del té negro que bebía normalmente.

—Está bueno. El aroma floral es fuerte.

—Normalmente, el té de jazmín se usa utilizando hojas de té de baja calidad, así el aroma oculta el sabor débil. Pero aquí es importado por aristócratas y en su lugar se realiza con hojas de gran calidad.

—Parece ser que la familia real, y consecuentemente los nobles, le han tomado aprecio a los bienes del oriente. Parecen haber desarrollado un gran respeto y afinidad por tu cultura.

—Estoy feliz de escuchar eso… Si me permite, iré a buscar sus libros.

Yuuri hizo una reverencia y volvió al cuarto trasero. Era educada y actuaba con propiedad y aun así estaba dolorosamente inconsciente de su cabello despeinado. Las esquinas de la boca de Ernest se elevaron en una sonrisa.

—Es posible que quieras mirarte en un espejo primero. Tu cabello se ha dañado de la forma más adorable.

Sabía que era grosero, pero no pudo evitarlo. Ella se congeló y su mano libre viajó hacia la cima de su cabeza. Con un jadeo, se apresuró afuera.

—Parece ser que volví a hacerla enojar… —suspiró. Normalmente no molestaba a las mujeres jóvenes, sin embargo había algo en su interior que le empujaba a burlarse de esa pequeña bruja que acababa de conocer.

Yuuri regresó con su brazo lleno de libros cuando él acababa de terminar su té.

—Varios de estos libros son difíciles de encontrar, así que por favor regrésemelos.

—Por supuesto y gracias. Cuando regrese, la recompensaré adecuadamente… Hasta la próxima vez, mi pequeña bruja.

Yuuri claramente odiaba ser llamada pequeña, porque lo miraba enojada.

Y así fue como Ernest Travis Selden conoció a la misteriosa bruja de una tierra distante, Yuuri Watoh.

♦ ♦ ♦

Sólo tres días después de su primera visita, Ernest se encontró de nuevo frente a la puerta de la bruja.

El tintineo de la campanilla sobre la puerta le reveló. Imaginando la mirada en el rostro de la joven cuando le viera regresar tan pronto le emocionaba.

Sin embargo, Yuuri no estaba en ninguna parte.

—¿Cómo puede ser tan descuidada…?

La última vez estaba durmiendo, ahora estaba perdida. Siendo tanto la propietaria como una mujer viviendo sola, era aterradoramente negligente.

Un sonido de traqueteo sacudió a Ernest de sus pensamientos. Venía de la puerta interna, la cual estaba abierta ligeramente. El área parecía ser parte de sus habitaciones privadas. Sin preocuparse, Ernest se dirigió hacia el sonido.

Espiando dentro, la encontró de inmediato. Estaba en la cima de la escalera, dándole la espalda mientras leía un libro. Estaba usando una chaqueta con un patrón diferente del otro día y su cabello estaba tan brillante como siempre.

Evidentemente, no esperaba ningún cliente. Los libros que una vez estaban alineados en una sección de la estantería ahora se encontraban apilados en el suelo. Ernest no sabía si ella estuvo buscando uno en particular o sólo ojeando, pero de cualquier forma, estaba tan inmersa en la lectura que no escuchó la campana.

—¡Hey, señorita bruja! ¿Cómo le va?

—¡Eek!

No pretendía asustarla, pero pensó que sería siniestro de su parte si sólo se quedaba observándola en silencio. Aun así, el sonido de su voz atrapó a Yuuri con la guardia baja y perdió su balance. Tanto ella como el libro que sostenía cayeron de la escalera.

Ernest avanzó y la atrapó. Aunque su asiento y el libro cayeron detrás de ella, se las arregló para atrapar a la pequeña bruja con sorprendente facilidad. La joven se rehusó a mirarle mientras la bajaba.

—Eso estuvo cerca. ¿Te encuentras bien?

Aún cuando le daba la espalda, él pudo ver sus orejas poniéndose de un rojo brillante. Si decía algo al respecto, sabía que se enojaría, así que decidió dejarlo pasar por ahora.

—Estoy terriblemente arrepentida. ¿Está lastimado? —Yuuri finalmente se giró en su dirección. Con sus ojos mirando hacia abajo, le observó para asegurarse que no estuviera herido.

—Estoy bien. Yo debería ser quien se disculpe, no pretendía asustarte. ¿Por qué estabas leyendo aquí atrás con la puerta abierta?

—No lo estaba. Cuando viniste a pedir prestado esos libros, me di cuenta que debía organizar mi colección, así que…

—¡Haha! ¡Así que comenzaste a leerlos y terminaste enganchada!

Así que estaba leyendo en lugar de preocuparse por su tienda. Su risa finalmente la molestó y ella le miró fijamente. Como él temía, estaba enojada.

—¡De cualquier forma! ¿Por qué vino a verme hoy?

—Bueno, puede tomar un tiempo explicarlo, ¿tiene tiempo?

Yuuri dirigió a Ernest al sillón como el de la última vez y sacó una silla para ella misma que parecía haber venido de su comedor. Esta vez le preparó un té diferente.

—Es sobre los libros que me prestaste. Un colega mío que es competente en xingkaes debía traducirlos para mí, pero dice que no puede entenderlos.

—¿Qué?

Pidió prestados esos libros sabiendo que estaban en xingkaes. Qué idiota sonaba ahora, quejándose por no poder leerlos.

—Me sorprendí al principio, pero supongo que tiene sentido. Trabaja como funcionario público, así que esperé demasiado de él al pretender que comprendiera un libro de medicina especializado, incluso en su propio lenguaje.

—Entonces, aunque pueda hablar lo suficiente para realizar intercambios diplomáticos, ¿no sabe lo suficiente como para leer textos médicos?

Con sus delicadas manos rodeando la taza, Yuuri tomó un sorbo. Ernest imitó sus movimientos elegantes y prácticos. Terminando su té, decidió moverse al tema principal.

—No hablas demasiado, ¿verdad?

—Supongo. No salgo a menudo.

—Esa es la impresión que obtuve. Eres una chica inteligente, así que debes entender que no estoy siendo directo por un motivo. Estamos dispuestos a recompensarle enormemente si nos asiste.

—Para ser honesta, no deseo involucrarme con nada problemático. Pero, viendo que el jefe de la Compañía Watoh me ha comandado que le ayude, supongo que no puedo rechazarlo.

—Lamento haberla involucrado en todo esto, señorita Yuuri. Pero debo pedirle que mantenga el asunto entre nosotros.

Con eso fuera del camino, Ernest comenzó a divulgar el asunto que estaba investigando:

Todo comenzó un mes atrás, cuando la reina cayó enferma en la recepción de bienvenida para un dignatario de Xingka. Su respiración permaneció desordenada y sus ojos llenos de sangre por horas después de la ceremonia.

—La reina siempre ha tenido una constitución débil que sufría altibajos a lo largo de las temporadas, así que no creímos que hubiera necesidad de una preocupación inmediata. Aun así…

Hace una semana, la reina colapsó una vez más. La única similitud conocida entre los dos incidentes era el té xingkaes que la reina bebió, y la sirvienta que se lo preparó. Pero un montón de personas bebieron del té traído por el embajador y estaban bien. Esta sirvienta en particular fue enseñada la manera de preparar la bebida por el embajador y su esposa, así que se le pidió que volviera a hacerlo.

La sirvienta fue tomada en custodia rápidamente e investigada con cuidado, pero su historia permaneció igual. La joven mantuvo su inocencia.

—La reina tiene confianza en esta sirvienta. Ordenó que el asunto no se haga público, convencida de que es algún tipo de malentendido.

—Así que la sirvienta de la reina y el té de Xingka son los dos hilos en común.

—Sí. Muchas de las sirvientas bebieron el té, incluyendo a la mujer en cuestión. La única persona que colapsó fue la reina. Así que no es irrazonable creer que es responsable, ¿verdad?

Asumiendo que no se había detectado veneno ni en el té ni en la taza en la que fue servido.

—¿Ha considerado la posibilidad de que el veneno sea desconocido para los doctores de tu país?

—Sí. Buscamos entre las pertenencias de la sirvienta e investigamos la taza por todo lo que pudiera ser venenoso, pero no encontramos nada. Ya que el maquillaje del Este, en particular de Xingka, se ha vuelto popular aquí, estamos evaluando la posibilidad de que hayan contrabandeado un veneno disfrazado como tal.

La investigación no había determinado que la causa definitiva fuera un veneno del oriente, pero estaban comprobando cada posibilidad.

—Lo entiendo. Así que te gustaría que resumiera todos los venenos del Este que puedan impactar en el sistema respiratorio. ¿Podrías darme diez días?

—Sí, gracias, estamos increíblemente agradecidos. —La sonrisa agradecida de Ernest hizo sonrojar a Yuuri. Le había dicho que raramente salía y no interactuaba con nadie fuera de su familia, así que tenía sentido que no estuviera acostumbrada a interactuar con otros—. Por cierto, ¿tienes poderes especiales o algo?

—¿A qué te refieres?

—¿Como el poder de deshacerte de hombres malvados?

Todos la llamaban como “La Bruja que depreda desdicha”, o “La Bruja que devora desgracia”, pero en persona, ella no era para nada imponente. Su falta de vigilancia comenzaba a preocuparle.

—Las personas me llaman bruja porque creo pociones y trato sus enfermedades. Soy más parecida a un doctor, no tengo poderes místicos —respondió con un tono que establecía un hecho, pero lucía como si estuviera a punto de estallar en lágrimas.

—¿No deberías ser un poco más cuidadosa entonces? Quiero decir, si tomara tu cabello ahora mismo, no podrías escapar.

Ernest sólo debía dar un paso desde el sillón y la chica sería suya. Pero la persona en cuestión no parecía tener miedo.

Tan pronto como tocó su cabello, Yuuri apretó el puño con fuerza y le miró.

—Suelta mi pelo. Si haces algo adverso, no te ayudaré.

Su furia no era más aterradora que el grito de un gato para Ernest. En realidad le hacía querer ver más de sus reacciones. Pero sentía que le debía una advertencia por la falta de cautela.

—Si en verdad deseara dañarte, lo habría hecho hace mucho tiempo. En verdad deberías tener más cuidado y mantener la puerta cerrada.

—Nadie viene aquí. Tienen tanto miedo de mí, que no se atreven… así que no hay peligro. Tu preocupación es innecesaria; por favor, deja el tema.

—¿Pero qué hay de mí? Estoy aquí.

—Tu trabajo te trajo aquí.

—¿En serio? Aun así, te pido que seas precavida cuando hombres malos como yo acechan, querida bruja.

Ernest dejó la tienda con la mujer con las mejillas rojas y su cabeza gacha.

♦ ♦ ♦

A penas habían pasado tres días cuando Ernest regresó.

Yuuri había escuchado su advertencia y estaba allí para saludarle en cuanto llegó. Aun así, cada vez que se acercaba a una distancia en la que podía tocarla, se alejaba rápidamente. Su demostración excesiva del otro día la había convertido en un felino completamente aterrado.

Aunque el solía visitarla por negocios, ella le fascinaba tanto que decidió visitarla en su día libre.

—Es un placer verle de nuevo, mi señor, pero la fecha que concordamos todavía no ha llegado.

—Es cierto, pero ya que la tienda está abierta para negocios de cualquier manera, pensé que no habría problemas para que un cliente como yo visitara.

—¿Cliente? ¡Nunca has comprado nada! ¡Pasar para molestar a una mujer inocente no te convierte en un cliente!

—Hahaha, supongo que tienes razón. Entonces, ¿qué estás haciendo?

La mirada fría en sus ojos le decía que no la molestara, que estaba ocupada, pero él la ignoró.

—Estoy haciendo té. Es bastante popular últimamente —dijo Yuuri mientras pesaba las hojas y los pétalos de flores en una balanza cubierta de un fino papel. Había un tazón de porcelana lo suficientemente pequeño para caber en la palma de la mano en el mostrador, lo más probable que también estuviera a la venta.

—Ya veo…

El té de Xingka era popular entre las mujeres aristócratas, pero, como era bastante escaso en Hylant, no estaba disponible para los plebeyos. Ernest intentó imaginar a una mujer noble dignándose a visitar la pequeña tienda, pero no pudo.

—¿En verdad tienes clientes aquí?

—¡Qué grosero! Puede que no visiten la tienda, pero… ¡Tengo que hacer dinero de alguna manera!

—Así que no tienes clientes.

—La Compañía Watoh me informa de las enfermedades de los clientes y yo les hago té para que lo vendan. El producto es extremadamente popular ahora que las personas escucharon que es creado por alguien entrenado en el Este…

La estantería estaba llena con mezclas de té con empaques parecidos, haciendo que Ernest pensara que, aunque la bruja misma no tuviera negocios, sus ventas bajo el nombre de la Compañía Watoh le otorgaban dinero suficiente para sobrevivir. Sentía que finalmente tenía una comprensión de la relación de Yuuri con la Compañía, además de cómo una tienda que no vendía nada se las arreglaba para mantenerse abierta.

—¡Ya veo, así que no estabas perdiendo el tiempo! ¿Piensas que puedes darle algo de té de jazmín a un noble cansado?

—¡Esta no es una cafetería, ¿sabes?!

—Muy bien, entonces, termina eso y vamos a una verdadera cafetería. Tengo que compensarte después de ser tan malo. ¿Te gustan los dulces?

Eso atrapó su atención. Observó a través de las cortinas de seda fuera de la ventana, pero luego sacudió su cabeza.

—No puedo ir afuera, y además, me advirtieron que tuviera cuidado con hombres malvados.

Su expresión se oscureció al mirar afuera. Ernest tenía que admitir para sí que no había visto muchos extranjeros en la ciudad, así que su renuencia era de esperar.

Al mismo tiempo, en la pared detrás del mostrador colgaba una chaqueta de apariencia femenina y un parasol. Ambos servían como prueba de que ella sí dejaba la tienda. ¿Entonces por qué no podía ir a la cafetería con Ernest?

—Aw, no eres divertida. ¿Por qué no? Está muy lindo afuera. Y no soy un hombre malvado.

—No me gustan los días soleados.

—¿Preferirías salir en un día lluvioso?

—Tampoco me gustan los días lluviosos.

—¡No te gusta nada! —gimió Ernest, reclinándose sobre el sofá bajo la ventana.

Yuuri hizo un puchero, dándose cuenta que no era probable que él se fuera pronto. Finalmente, cedió y se levantó para hacer algo de té. Poco tiempo después apareció con la bebida pedida por Ernest.

—Entonces, ¿cómo está yendo el trabajo que haces para nosotros?

—Tendré lo que necesitas en poco tiempo, siempre y cuando mi señor deje de interferir con mi trabajo —dijo Yuuri con sarcasmo mientras regresaba a mezclar las hojas del té.

—Trabajas muy duro… Entonces, me estaba preguntando, ¿esa túnica es de Hinomoto?

—Sí. Es un haori [1], que es un estilo de ropa de Hinomoto. Fue un regalo, pero temí que si lo usara en la ciudad terminara resaltando, así que sólo lo uso en la tienda.

Ernest se encontró curioso por saber quién le dio a Yuuri el haori rojo. ¿Podría ser el presidente de la Compañía Watoh, u otro conocido? ¿Algún empleado de la compañía? En cualquier caso, el rojo de la prenda complementa su cabello negro de forma tan perfecta, que quien sea que se lo diera debía conocerla muy bien. Esta era sólo la quinta visita de Ernest, pero en cada ocasión ella estaba usando un haori de diferente color, así que asumió que tenía una gran colección.

Había tanto que quería preguntarle además de quién le dio el haori. ¿Cuál era su relación con la Compañía Watoh? Sabía sobre su abuela, pero ¿qué pasó con el resto de su familia?

—¿Esas flores son nativas de Hinomoto? —le preguntó, señalando las flores doradas y blancas que resaltaban sobre el fondo rojo del haori. Los delgados pétalos le recordaron a dalilas, o quizás margaritas, aunque fueran algo diferentes.

—Son crisantemos… En el Este, incluso puedes hacer té con ellas. Aquí, mira esto.

Yuuri puso algo de color ámbar e hinchado en un pequeño plato y se lo entregó. No lucía para nada como el patrón floral en su remera, quizás porque fue secado para usarse en el té.

—¿Sucede algo? —preguntó Ernest, notando cómo Yuuri observaba el crisantemos en silencio.

—¿Ha habido algún progreso en el incidente del té?

—El doctor real ha ordenado que nadie lo consuma hasta que termine su evaluación, viendo que causó que la reina colapsara dos veces.

—¿Podrías darme un poco de tiempo antes de decidir si fue o no el té?

—Posiblemente, pero el té es popular. Si se descubre que el té que el embajador trajo causó un colapso en la reina, podría terminar en una ruptura diplomática, o incluso en guerra.

—Ya veo. Aun así, me pediste que investigue.

—Bueno, vinimos a ti para una tercera opinión. Quizás deberías darle una mirada.

—¿En serio?

—Aunque eso requerirá que te involucres más… —Ernest sacó un sobre abultado del bolsillo en su camisa y lo puso en la mesa—. Señorita Yuuri, no creo que hayamos hablado en detalle sobre su compensación, ¿verdad? —le preguntó, dándole una mirada seria por primera vez.

—No creo que lo hayamos hecho. Y ya que este trabajo me tomará diez días, es un asunto importante.

—Entonces por favor acepta esto como adelanto.

Yuuri tomó el sobre y espió dentro. Encontró que estaba lleno con más billetes de lo que un hombre adulto trabajando toda su vida esperaría conseguir, incluso en varios meses.

—¿Qué es esto? ¿Compras mi silencio? ¿Realmente parezco estar en apuros…? ¿O quizás me ves como una mujer habladora? De cualquier forma, no me importa las implicaciones.

Su comportamiento normalmente hosco parecía ser resultado de la vergüenza que intentaba ocultar. Pero en este momento, su disgusto era con claridad el resultado de su irritación al ver el contenido del sobre. Estaba orgullosa del trabajo que hacía, y gracias a sus vínculos con la Compañía Watoh, podía arreglárselas por su cuenta.

—Oh… Parece ser que te he ofendido.

—Si en verdad estás preocupado, ¿por qué no me amenazas con envolverme en una manta y arrojarme al mar si hablo de esto con alguien?

—¿Cómo podría decirle algo tan horrible a una joven impresionable? ¿Debo comprender que no necesitas el pago…?

No pretendía herirla, pero esperaba que el dinero pudiera constituir un acuerdo de confidencialidad de algún tipo con ella.

—Bueno… ¿Y si compartiera mi secreto contigo? Podría ser un intercambio. Sabrías mi debilidad y yo estaría forzada a mantener tu confianza, ¿verdad?

Era inteligente. Si aceptaba el dinero a cambio de su silencio, estaría atándose a un contrato. Pero al revelar una debilidad suya, de alguna forma estaba invitándole a protegerla. Con los dos sabiendo el secreto del otro, estarían atados a una confianza compartida, ya que no podrían divulgar la debilidad del otro sin tener la suya expuesta.

Aunque no le gustó que ella actuara tan cautelosa con él.

Aun así, este secreto picó su curiosidad. Finalmente, dio un asentimiento y le dio una sonrisa.

Por más que la idea fuera suya, Yuuri encontró difícil llevarlo a cabo, empezando y deteniéndose una y otra vez. Ernest esperó con paciencia.

—S-Si realmente quieres mi conocimiento, el dinero no será suficiente. Necesitas ofrecer algo de mayor significancia… algo como sangre.

—¿Sangre? No estoy seguro de que me gusta a dónde se dirige esta conversación.

Aunque intentó sonar confiada, su voz tembló.

—Soy la descendiente de vampiros. Debo beber sangre por lo menos una vez en tres meses. Si soy capaz de recibir sangre de alguien más, esa sería compensación suficiente para mí… Ese es mi secreto.

En cualquier otro momento, Ernest se habría reído. Pero Yuuri parecía a punto de llorar. Si se reía ahora, estaba seguro que ella nunca le sonreiría.

Y quiero desesperadamente ver esa sonrisa.

Ya fuera por ira o por vergüenza, Yuuri era una mujer expresiva. No obstante, Ernest todavía no le había visto sonreír ni siquiera una vez. Por eso, aunque todo sonaba a mentira, estaba dispuesto a tomar la oportunidad.

—Quizás esa es la fuente de tu belleza de otro mundo. Muy bien, eso debería estar bien. ¿Cuánta sangre necesitas?

—Sólo necesito un poco, casi tanto como lo que cae de un pequeño corte.

Ernest se quitó el alfiler de la corbata y lo usó para pinchar su dedo índice. Después de unos segundos, un vívido carmesí fluyó de su piel.

—Ten una probada.

A pesar de que Yuuri dijo que necesitaba beber sangre, lucía asustada. Ernest presionó su dedo en esos labios pintados de rosa. Cuando comenzó a lamer la sangre en sus labios, su expresión se suavizó, como si estuviera intoxicada.

La tímida, titubeante Yuuri desapareció, como si nunca hubiera existido, reemplazada por una mujer voraz, lamiendo salvajemente la sangre. Pero la herida era pequeña, hecha con un pequeño pinchazo, así que la sangre dejó de fluir rápidamente.

Tan pronto como Ernest quitó el pulgar, los labios de Yuuri encontraron su camino hasta la base de su dedo. Mostró sus colmillos y los clavó en su piel.

—¡Ah! —Ernest se tensó por el dolor repentino, causando que Yuuri volviera a sus sentidos.

—¡Lo lamento! Y-Yo…

—No te preocupes, sólo no fue suficiente. ¿Tenías tanta hambre?

Yuuri estalló en lágrimas, claramente consternada al ver el dolor que le causó. Pero ahora podía ver que estaba diciendo la verdad. Sus caninos eran afilados, aunque no de un nivel impensable para un humano y ella había cambiado por completo al beber su sangre.

Dio un suspiro profundo y la observó encantado mientras se alimentaba. Sus lágrimas eran increíblemente hermosas.

Eso sólo hizo que Ernest sintiera que cumplir su petición fuera de la mayor importancia, y que otras preguntas, como qué era exactamente, podían esperar.

Cuando finalmente terminó, Yuuri retrocedió con una expresión perezosa y encantada. Ernest tiró de ella hacia sí, abrazándola. La joven no intentó alejarse, eligiendo en su lugar inclinarse sobre él.

Era algo que, si estuviera actuando con normalidad, nunca habría hecho.

—¿Qué haces siempre que necesitas sustento?

No estaba seguro que pudiera manejarlo si ella fuera a beber la sangre de otro hombre. Ahora sentía que era una importante tarea para él.

La muchacha antes estaba cautelosa, como un gato asustadizo que huiría a la primera señal de peligro. Pero ahora aquí estaban, con ella en su regazo por su propia voluntad. Este lado indefenso suyo sólo le hizo sentir más protector.

—No lo sé… Esta… fue mi primera vez… —La voz de Yuuri se apagó a mitad de la oración. Ernest ahora estaba abrumado por la preocupación hacia esta chica que le había amenazado sólo por tocar su cabello.

—¿Primera vez? ¿Señorita Yuuri…? ¿A qué se refiere? ¿Se encuentra bien? ¡No se duerma como un bebé después de comer!

La sacudió gentilmente, pero ella no despertó. Por ahora, se resignó a actuar como su almohada.

—Señorita, no pienso que me aprecies lo suficiente. Si no fuera el caballero que soy, serías tú, y no yo, quien resultara la presa de esta situación.

Tenía ganas de besar por lo menos su cabeza, pero pensó mejor antes de hacerlo. Permanecieron de esa forma por más de una hora, hasta que ella despertó gritándole.

♦ ♦ ♦

Con un chillido, Yuuri se retiró al otro lado del sillón.

Los recuerdos de lo que había pasado volvieron a ella, y comenzó a disculparse rápidamente, con sus mejillas rojas. Su expresión cambiaba de una emoción a otra, y cuando Ernest la molestó, comenzó a enojarse.

Yuuri notó las marcas de mordedura que su locura por comer dejaron y corrió a buscar lo necesario para tratar las heridas de Ernest. Para el momento en que regresó, ya se había calmado.

—Lo lamento mucho. Eso debe doler… —dijo débilmente, atendiendo a sus heridas con una tela de algodón mojada con desinfectante. Entonces le puso con cuidado un ungüento con un aroma a hierbas.

—El sangrado se detuvo, así que está bien. No me volveré tu sirviente o algo parecido por esto, ¿verdad?

—Para nada. Pero una herida abierta tiene el riesgo de infectarse, así que lo mejor es tratarla.

La imagen de sus pequeñas manos atendiéndolo frenéticamente hizo que Ernest sonriera. No dolía, pero su atención fue compensación suficiente. Sentía un extraño orgullo al saber que la evidencia de su secreto residía en su mano izquierda, escondida bajo una venda.

Luego de reemplazar el ahora frío té con uno nuevo, Yuuri trajo una silla del comedor y se sentó frente a Ernest. Él le sugirió que le acompañara en el sofá, el cual estaba pensado para tres personas, pero ella sacudió su cabeza. Era claro que había superado cualquier deseo de estar cerca de Ernest, y el conde se dio cuenta que el precio por volver a ver su verdadero yo sería el dolor. Lamentó el hecho de que la joven bruja realmente fuera un gato asustadizo, sólo queriendo ser acariciada si había comida involucrada.

—Entonces, por favor dime más. ¿Qué eres en verdad?

—Soy la descendiente de vampiros en Hinomoto.

—Dijiste que tu abuela fue una “bruja” antes que tú. ¿También era un vampiro?

Yuuri tragó y asintió.

—Mi abuela era un vampiro, pero mi padre no heredó características vampíricas. Aunque mi sangre está diluida, soy como mi abuela… Nuestra sangre ancestral fluye fuerte en mí.

—Así que es una especie de atavismo. ¿Esos rasgos saltaron la generación de tu padre y regresaron contigo…? ¿Entonces qué hay de tus padres? ¿Siguen vivos?

—Sí. El jefe de la Compañía Watoh es mi padre. No me parezco a él, ¿verdad?

El jefe fue quien le contó a Ernest de esta tienda. Lucía diferente de la mayoría de las personas en Hylant, pero su cabello castaño-oliva y sus ojos eran muy diferentes del ébano profundo que eran los de Yuuri. Ernest había sospechado que estaban relacionados, pero no se parecían lo suficiente como para sugerir que fueran padre e hija.

—Desde que era pequeña pude ver bien en la oscuridad, pero eso también significa que tengo dificultades en lugares brillantes y mis dientes son afilados… Si le preguntaras a mi madre Hylantiana, ella te diría que soy un monstruo. Mi simple existencia destruyó a nuestra familia. —Yuuri dio esta explicación con el mismo desinterés con el que uno diría la lista de compras.

Pero Ernest sintió algo profundo en su apatía, como si estuviera intentando evitar que su frágil corazón se rompiera. Después de todo, su madre no pudo aceptar que su hija no lucía para nada como su amado esposo, no podía soportar la luz y amaba la oscuridad. “Amor incondicional” no parecía significar nada para ella.

—¿Es por eso que vives aquí sola…?

—He vivido aquí desde pequeña. Pero tenía a mis abuelos conmigo, así que no estaba sola…

Sin embargo ahora lo estaba. Su contacto con su padre parecía superficial, así que no tenía compañía.

—Ya veo… ¡Entonces está decidido!

—¿Qué cosa?

—Mantendré tu secreto. Pero si necesitas algo, sólo debes pedírmelo.

Al principio, sentía fascinación con la extraña chica de una tierra extranjera. Pero después de ver la expresión en su rostro cuando se intoxicó con su sangre, una que estaba seguro que ella no pretendía que nadie más viera, se convenció a sí mismo de volverse su fuente de sustento.

—No, en serio, estoy bien. No quiero a nadie por aquí tratándome como una atracción del circo. Por favor, déjame sola.

—Dijiste que sólo ibas a probar mi sangre, pero bebiste un montón. ¿Estaba tan buena?

Yuuri miró su mano izquierda, envuelta en las vendas que puso minuciosamente.

—A pesar de haberte dado un adelanto, actúas demasiado fría hacia mí. Pensé que te daría más si fueras honesta, pero… —Sólo estaba intentando molestarla al actuar consternado, pero ella no dejó de mirar su mano.

—¿No tienes miedo? ¿No te es desagradable?

Quien estaba temblando por miedo y disgusto era Yuuri.

—Tienes que comer una vez cada pocos meses, pero no lastimarás a nadie en el proceso, ¿verdad?

—No lo creo. Mi abuela vivió toda su vida en paz junto a mi abuelo Hylantiano.

Ahora que lo había hecho, Ernest tenía claro que el abuelo de Yuuri fue quien proveyó sangre a su abuela.

Parecía que lo único que Yuuri no sabía era que se decía que los vampiros tenían la habilidad de encantar a su presa. Ernest decidió que no le importaba, siempre y cuando él fuera la única persona en la que ella usara esa habilidad.

—Bueno, entonces no necesito tener miedo, ¿verdad?

—Eres un hombre extraño. Bueno, supongo que eres bienvenido aquí, hasta que nos cansemos del otro.

Estaba seguro que esas palabras eran más por su propio beneficio que el de él. Hasta hace poco, ella no conocía a Ernest, e incluso ahora, él parecía una presencia pasajera en su mundo. A pesar de su naturaleza amigable, todavía era cautelosa. Sus palabras pretendían suavizar el golpe si llegaba el día en que Ernest la abandonara.

Es mala suerte para ti, porque no tengo planes de irme a ninguna parte. Y no suelo cansarme de nada o nadie que me interese.

Así, por su propia voluntad, el conde se volvió la fuente de comida de Yuuri Watoh.

♦ ♦ ♦

Ernest visitó la tienda de la bruja una vez más el día antes que programaron. Quizás fuera por el secreto que compartieron, pero ella no le amenazó ni intentó huir como hizo antes.

—Buenas tarde, señorita Bruja. ¿Cómo está yendo el negocio?

—Oh, casi termino. Puedo traerlo si esperas por un momento.

—No, no es necesario preocuparte, vendré por eso mañana. Tengo algo del té en cuestión conmigo y pensé que te gustaría verlo.

Un doctor que servía a la nobleza estaba a cargo de asegurar el té y probarlo por si era venenoso. Con su permiso, Ernest pudo conseguir lo suficiente para hacer una taza, así que lo puso en un pequeño frasco y lo trajo.

Yuuri sacó un platillo en donde volcaron los contenidos de la botella. Desmenuzó las hojas con sus manos desnudas y las olió para asegurarse que fueran, en efecto, té.

—¿Está bien hacer eso? ¿Sospechas que las hojas mismas estén envenenadas? —Naturalmente, Ernest no se lo habría dado si no pensara que eran seguras, pero era claro que ella tenía sus propias sospechas—. Muchas personas lo bebieron sin enfermar, y Xingka es una nación amistosa, así que no mezclarían veneno a propósito, ¿verdad?

—Eso es cierto…

Yuuri sacó un par de pinzas y pasó por las hojas de té una por una. Mientras Ernest miraba de cerca, se dio cuenta que había un color amarillo claro y rojo mezclado entre las hojas marrones. Una vez que terminó de observarlas, Yuuri escribió varias palabras en un papel.

—Este té es lo que llamamos un té floral. El té de jazmín que amas, conde, se considera uno de ellos —le explicó en respuesta a la expresión confundida de Ernest.

Los té florales como el de jazmín eran una delicia común en Xingka y venían en distintas variedades. Algunos estaban hechos al mezclar pétalos de flores en las tazas, mientras otros se preparaban al mezclar flores secas de antemano con las hojas del té.

El regalo del embajador era en efecto un té floral, como la mezcla que Yuuri le preparó a la Compañía Watoh unos días antes.

—Esta mezcla tiene muchos pétalos, ¿no crees?

Ahora que las hojas y otras piezas estaban separadas, era claro que los pedazos amarillos y rojos eran flores secas. En especial, había una gran concentración de los pétalos amarillos.

—Estos son de un crisantemo.

—Oh, sí, como los que me mostraste el otro día, ¿verdad? ¿Esto significa algo para ti?

—Solo que, es probable que la reina no fuera envenenada.

Yuuri claramente no era del tipo de persona bromista, pero Ernest encontró sus palabras difíciles de creer después de haber visto personalmente a la reina colapsar. ¿Cómo podría ser nada más que veneno?

—¿No la atacaron?

—¿Nunca escuchaste de alguien enfermarse por algo que comió o bebió?

Yuuri le extendió un diario de medicina Hylantiano. Estaba abierto en la página que explicaba que ciertas personas, tan pronto como ciertas comidas tocaban sus labios, tenían problemas respiratorios y su piel se marcaba con sarpullido. Y, a pesar de que no pudieron probar que fuera la causa, se creía que llevaba a las personas a la muerte.

—Las hojas mismas son iguales a las que se encuentran en Xingka. La diferencia es que, aquí en Hylant, no colocamos crisantemo en el té.

Le dio a Ernest otro libro, el cual reconoció. Era un libro medicinal que le había pedido en un principio, peor que regresó luego de no poder traducir. En la página que ella marcó estaba la imagen de un crisantemo.

—Aquí. Sólo traduje la sección que nos compete.

En efecto, sólo había traducido las páginas que describían al crisantemo, sus efectos, color y características. Al final había una advertencia, explicando que la flor podría causar urticaria, picazón o, en casos extremos, asfixia.

—Hay muchas comidas que pueden causar esta condición, tanto en Hylant como en el este. Y no es sólo comida. El maquillaje también puede causar tal reacción.

—¡Entonces estás diciendo que no fue veneno! ¿Desperdiciamos todo este tiempo intentando buscar plantas venenosas?

—No, no estoy dispuesta a afirmarlo aún. Sin embargo, tu gente debería explorar otras posibilidades además de un ataque… Y, si este fuera el caso, explicaría bastante.

Sus palabras eran su opinión honesta.

Ernest también tenía sus dudas sobre la situación. No pudieron detectar venenos en el té o la taza de la reina, así que por lo menos sospechaba que no era un veneno común en Hylant. Y esta era sólo una de las posibles explicaciones, así que no podían descartar otras todavía.

—¿Puedo pedir prestado este libro? Me gustaría escuchar qué dice el médico real sobre el asunto.

—Por supuesto. Pensé que lo pedirías.

—Si tienes razón, entonces tanto la reina como la sirvienta se salvarán. Será un asunto de casualidad y no la culpa de la doncella.

La sirvienta había insistido que no tenía motivos ni deseos para envenenar a la reina. Ya que la monarca tenía fe en ella, sólo fue puesta bajo arresto domiciliario durante la investigación. Era afortunado que el asunto se hubiera mantenido en silencio.

—Aun así, es importante recordar que, a pesar de que nadie quiso que esto sucediera, las sustancias que pueden causar este tipo de reacciones son consideradas venenosas por muchos.

—Tienes razón. Las personas que saben sobre la debilidad de la reina a tales efectos, como tú, pueden usarlo en su contra…

Si los negocios con el Este continuaban aumentando y los tés florales se volvían populares, no había garantías en que esto no volviera a suceder. Sólo una pequeña cantidad de pétalos de crisantemo fueron suficientes para que la reina colapsara. Una gran cantidad podría haberla matado. Para evitar que esto sucediera, por lo menos los sirvientes y cocineros en el palacio debían estar al tanto. ¿Pero quién necesitaba saberlo? ¿Y en qué medida?

Por lo menos había una persona que sabía todos los detalles que probablemente no debería.

—¿Qué estás planeando?

Yuuri era una plebeya, y por lo tanto, una de las personas que no debería saber que la reina tenía tal debilidad. Ernest estaba considerando en silencio de qué manera podía garantizarse su silencio.

—Ah, bueno, soy un hombre malo, así que estoy planeando algo nefario. ¿Realmente quieres saber lo que estoy pensando?

—¿Se trata sobre cómo vas a envolverme en una manta y arrojarme al océano?

—¡Por supuesto que no! ¡Qué cosa más horrible dices! Eres la hija de un comerciante adinerado, debes tener más fe en tu posición, o por lo menos en nuestra relación. Y no vayamos a olvidar del secreto que nos vincula.

—Eso es cierto.

Ella había chocado sin quererlo con el secreto de la familia real. Y siendo tan inteligente como lo era, entendía los peligros que esto conllevaba. Si el rey o la reina fueran maliciosos, no sería impensable que quisieran silenciarla. Aun así, había discutido el asunto con tal desapego, como si alguien más se encontrara en el peligro en el que ahora se encontraba.

—Cielos, estás en un pequeño problema, ¿verdad, mi pequeña bruja?

La madre que le dio a luz no quería nada ver con ella. La abuela que la crió cariñosamente estaba muerta. En verdad estaba sola en el mundo. Y aun así, la forma en que desacreditaba su propia vida preocupaba a Ernest.

Si sólo pudieras elevar tu posición social, ¿eh…? Aunque no será sencillo…

Ernest sonrió para sí. Sabía que si le decía cómo pretendía protegerla, entraría en pánico. Su corazón se rompería si la joven lo hacía, así que decidió mantenerlo en secreto por ahora. Por lo menos hasta que ella preguntara.

♦ ♦ ♦

Ernest Travis Selden era uno de los amigos cercanos del rey Rodrick el Segundo. Y en ese momento, se encontraba en una reunión confidencial con el rey, la reina, y el médico real en un cuarto fuera de palacio.

—Todo lo que el conde dijo es correcto.

El rey Rodrick asintió ante las palabras del médico.

Habían realizado una investigación para averiguar si la reina tenía esta reacción a pequeñas cantidad de crisantemo que fueron consumidas de otra manera. Era un peligroso experimento, pero la reina Adeline insistió en probar la inocencia de su confiable sirvienta.

—Ya veo. Entonces, Ernest, o mejor dicho, la hija de Watoh, estaba en lo correcto.

El joven rey de Hylant estaba sentado en una silla ornamentada, con su mentón descansando en su mano. A los veintiocho, sólo tenía un año más que Ernest, y los dos compartían una relación que era una parte señor y vasallo, y la otra amigos cercanos. Ambos habían viajado juntos a menudo cuando Rodrick todavía era el príncipe heredero.

—Por favor, extiéndele mi sincera gratitud. Es debido a sus esfuerzos que la inocencia de mi querida sirvienta fue traída a la luz.

Adeline había sufrido mucho por miedo a la maldad de un desconocido. Aunque su salud no se había recuperado por completo, parecía más relajada después de escuchar que no fue envenenada.

—Estoy agradecido de que hayamos determinado la causa, pero todavía tengo algunas preocupaciones.

Lo más probable es que la principal de sus preocupaciones fuera cuánta información sobre la aflicción de la reina era correcto divulgar. Sólo debían decirle al personal lo que necesitaban saber, y entre esos pocos, sólo que el crisantemo le causaba urticaria.

La otra preocupación era Yuuri. Confiaban en la evaluación que Ernest hizo de ella, ya que parecía que había llegado a entenderla, pero…

—¿Estás seguro que esta Yuuri Watoh mantendrá el asunto confidencial?

—Puede confiar en ella, Su Majestad.

—No me gusta desconfiar de quien nos ha ayudado tan generosamente… ¿Qué hacemos con ella…?

El rey no había conocido a Yuuri de la manera en que Ernest lo hizo, así que estaba forzado a tratarla como sospecha. Pero Ernest había anticipado que el monarca no confiaría fácilmente y estaba preparado para esa posibilidad.

—Si esa es tu preocupación, ¿por qué no la volvemos una de nosotros?

—¿Te refieres a recompensarla con un título honorario? Pero entonces el público querrá saber por qué…

Les dijeron a las personas que el colapso de la reina sólo fue debido a su pobre constitución, así que recompensar a alguien por ayudarlos a encontrar la causa estaba fuera de cuestión.

—No, estaba pensando en hacerla mi esposa.

—¡¿Qué?! —Rodrick levantó la cabeza y miró a Ernest con la boca abierta.

—Si se casa con la nobleza, se volvería parte de sus responsabilidades servirle a la familia real y mantener su confianza. Ella cuidará del secreto. Apuesto mi vida en ello.

El padre de Yuuri no era de la nobleza, pero su familia tenía riquezas que rivalizaban con cualquier noble. Y era común para los comerciantes adinerados intentar casar a sus hijas con aristócratas. Casar a Yuuri sería un asunto simple.

—U-Uh… Eso es injusto para la hija de Watoh. Y no importa la razón, no puedo forzarla a casarse contigo.

—Por supuesto que no. Nunca soñaría en pedirle que fuerce a una mujer que no me ama a casarse conmigo sólo para mantener el secreto de la familia real. Pero escúchame. Ella tiene el encanto de un gato solitario…

—¡Ernest, eres un canalla! ¡Así que prefieres a las mujeres que son frías por fuera! —Rodrick sacudió su cabeza, acostumbrado a las payasadas de su amigo.

—Supongo que podrías decir que fue amor a primera vista.

—¿Así que piensas que la señorita Watoh se siente de la misma forma? —El rey miró con curiosidad a Ernest, adivinando lo que estaba pensando.

—Definitivamente… Bueno, quizás.

—Desearía saber de dónde viene esa confianza. Bueno, supongo que por ahora necesitas preguntarle a tu potencial futura esposa y a su padre. Si acepta, tienes mi bendición. Considerando la influencia que él tiene como comerciante, la falta de posición de Watoh no debería ser un problema.

—Tienes mi gratitud.

—Aunque esa pobre chica tiene mi lástima, como la tiene cualquiera que atrape la mirada de un hombre extraño como tú. ¿Quién sabe qué problemas la harás pasar?

Ernest estaba sorprendido por las palabras de su amigo. La renuencia de Yuuri fue lo que provocó que él la molestara. Si ella fuera más amable, felizmente le susurraría tonterías cariñosas al oído. El pensamiento le hizo reír.

—Incluso tu risa me da escalofríos…

Qué cosa más cruel para decir. Estaba consciente de que todos creían que su sonrisa significaba que estaba planeando algo.

Parecía que todos los asuntos sueltos en el plan de Ernest para hacer a todos felices se habían atado perfectamente. La reina Adeline también estaba feliz, porque si Ernest se casaba con Yuuri, podría agradecerle a la chica en persona.

—Bueno, creo que hemos terminado aquí. Me iré a informarle a mi pequeña bruja todo lo que decidimos.

Y con eso, Ernest salió una vez más para la tienda.

♦ ♦ ♦

Para el momento en que Ernest llegó a la tienda de Yuuri, el sol estaba comenzando a ponerse. El aroma agradable de carnes y especias preparándose para la cena llenaba las calles.

—Bueno, buenas noches.

—Buenas noches, conde.

Yuuri estaba prendiendo las lámparas cuando se encontró con Ernest en la puerta.

—Me disculpo por pasar a esta hora, pero tengo algunas noticias que compartir.

Tomó su asiento usual en el sofá, pero esta vez, ella se sentó a su lado. Pretendía estar molesta, diciendo que sólo se sentó allí por que era un inconveniente sacar una silla.

Ernest comenzó reportando los resultados de la investigación y el regreso de la sirvienta a su trabajo. También le compartió la gratitud de la pareja real por su rol en la búsqueda de la causa.

—Ya veo. Saber que la sirvienta tiene permitido regresar es suficiente agradecimiento para mí.

—Señorita Yuuri, debo preguntarle…

—¿Qué cosa?

—¿Cuál título es correcto? ¿Eres la “Bruja devoradora de desgracia”, o la Bruja que depreda desdicha”?

Yuuri le contestó que odiaba esos títulos, ambos. Pero Ernest pensaba diferente. Quizás la abuela, que la crió y la entrenó, era quien depredaba la desdicha.

—Ella la devoraba, sí. Como una joven, mi abuela sirvió a esta ciudad al ayudarles resolver sus problemas, es decir, devorándolos y trayéndole a las personas buena fortuna. Le dieron ese nombre como muestra de afecto. Pero… —Incluso con la débil luz naranja, él podía ver cómo se oscureció su expresión—. Pero con el tiempo, los ciudadanos normales se inclinaron hacia la medicina moderna y la era de las brujas llegó al final. Ella fue olvidada.

Sin embargo, el nombre persistió de alguna manera, tomando vida propia. Debido a ello, nadie se atrevía a entrar en la tienda de la bruja, comenzando un círculo vicioso.

—Ya veo. Creo que tu abuela estaría orgullosa por la manera en que nos ayudaste. Tienes mi más sincera gratitud.

Yuuri lució en verdad sorprendida por primera vez y las esquinas de sus labios se suavizaron.

—¿Acabas de sonreír?

—Puedo sonreír perfectamente, muchas gracias. No soy una muñeca.

Ernest se arrepintió de inmediato de comentarlo. Sus mejillas sonrojadas se hincharon.

—Eres en verdad adorable cuando te enojas, pero espero hacerte sonreír con más frecuencia. Después de todo, soy tu atesorada fuente de comida. Oh, sí, no me importaría escucharte llamarme por mi nombre por una vez.

—No.

—Sabía que dirías eso. ¡Eres tan obstinada! —suspiró. A este ritmo, no conseguiría que se case con él pronto.

Por otro lado, nada digno era fácil de obtener.

—Bueno, puedo ser tan terca como tú, así que creo que haremos una buena pareja.

Ernest se rió mientras la molestia de Yuuri crecía.


Sharon
¡He aquí una nueva novela! No suelo traducir nuevas novelas, pero cuando Kiara me mostró la portada de esta, no pude contenerme. Es un suave romance que va a ir creciendo a medida que pasen los capítulos, espero que me acompañen al ver cómo un conde travieso y una bruja tímida caen enamorados~

2 respuestas a “¡¿La Bruja devoradora de desgracia en realidad es un vampiro?! – Capítulo 1: Primer caso, primera recompensa”

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