Villana en un otome, ¿cómo acabaron las cosas así? – Capítulo 63: El mismo nombre (7)

Traducido por Herijo

Editado por Raon Miru


Veinte soldados fueron relevados del trabajo de construcción de la nueva aldea para los refugiados que estaban por llegar, mientras que las tropas personales del conde Terejia ocuparon su lugar. Eliza era la responsable de liderar a los soldados de su territorio hacia el Fuerte Jugfena.

Ratoka fue obligado a volver a la mansión antes de su regreso. Sentía un pesar en su pecho al tener que separarse de Paulo, Calvin y el resto de los soldados.

Justo como antes, se le asignó el cuarto más retirado de la mansión. Aunque en esta ocasión no fue confinado como antes. Las cadenas no serían usadas de nuevo en él.

A su regreso, Bellway, que ya lo conocía, lo llevó de inmediato a encontrarse con dos adultos.

Uno de ellos era la señora Marshan, quien se presentó como la actual institutriz y que comenzaría a darle educación adecuada. La otra persona era un hombre alto y delgado quien comenzaría a enseñarle el arte del estoque. Parecía que ambos eran originalmente maestros de Eliza.

A pesar de que su tiempo en las barracas le había concedido las bases para su entrenamiento físico, sus estudios y habilidad con la espada no se habían mantenido a la par.

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Aunque no se encontraba vomitando como la primera vez que entró a ese lugar, debido a la fatiga mental e impaciencia causada de por qué sus estudios no progresaban como quería, combinado con él preguntándose por qué estaba siendo forzado a aprender todo eso, tres semanas después de su regreso a la mansión, ya  se encontraba harto de vivir allí.

A diferencia de antes, Ratoka dormía en una cama suave y recibía tres comidas al día que eran preparadas para él, pero incluso considerando eso la vida en las barracas era mejor.

Por lo menos era capaz de platicar con Paulo y Calvin a diario, y podía usar su verdadero nombre.

Ahora que estaba siendo inundado con el trabajo dado por sus dos maestros, apenas y podía salir de su habitación lo que causaba que se sintiera solitario y agotado cada día. Era natural e imposible de evitar que el niño se sintiera de esa forma.

Incluso así, continúo trabajando duro debido a que sus maestros le recordaban incesantemente que Eliza había completado con éxito esas lecciones con su  trabajo duro y su esfuerzo, por lo que se sentía desafiado.

Creía que ellos continuaban comentándole eso al igual que Calvin para decirle que ella había empezado sin saber nada, justo como él, y que había completado todo únicamente a través de su esfuerzo. De cualquier modo, su orgullo no le permitía rendirse en algo en lo que la joven había tenido éxito.

También había comenzado a reconocer que los nobles necesitaban trabajar duro en aprender muchas cosas y que probablemente su anterior creencia de que tenían una buena vida y pasaban sus días perdiendo el tiempo felices podría estar equivocada

Fue por eso por lo que estaba persiguiendo a Eliza. Quería ser capaz de hacer las mismas cosas que ella podía y decirle que fue tan simple que ni siquiera necesitó esforzarse

♦ ♦ ♦

—Entonces, Elise, el día de hoy le estaré enseñando acerca de la nobleza y las leyes.

—Estaré a su cuidado…

En un principio, le enseñaron discurso formal y etiqueta, junto a cómo leer y escribir y ahora, después de que pasara un mes desde su regreso, finalmente le enseñarían acerca de diferentes temas.

Encima del escritorio frente a él, vio un objeto rectangular que nunca había visto, por lo que lo tocó nerviosamente.

—¿Esto es a lo que llaman libro?

El objeto rectangular tenía muchas hojas de papel en su interior, llenas con los caracteres que había estado aprendiendo, no había nada más aparte de esas letras en su interior.

No había espacios en blanco y sin importar a donde mirara, a pesar de que reconocía las letras, no entendía el significado de las palabras para nada. No tenía idea de lo que trataba este libro.

—¿Entiendes los contenidos?

—No…

—Eso es obvio. Si pudieras leerlo por tu cuenta, no habría necesidad de estas clases.

La Señora Marshan siempre tenía una sonrisa perfecta en su rostro y sus ojos se sentían ligeramente tranquilizantes. A pesar de que la cantidad de lo que tenía que aprender lo hacía sentirse un poco melancólico, escuchó feliz lo que le enseñaban.

No tenía tiempo para hablar con alguien más fuera de clases ni podía hablar sin que le concedieran permiso en ellas, y tenía que aprender el lenguaje y la etiqueta apropiado. Se sentía casi como si estuviera asfixiándose.

Realmente quería reunirse con Elise. Sus gentiles y relajantes historias se habían convertido en un pilar importante dentro del corazón del chico.

A medida que aprendía de las lecciones de su maestra, la opinión que tenía de los nobles se despedazaba cada vez más. Especialmente su punto de vista de Eliza, el cual había considerado como inamovible.

Arxia era un país regido por leyes. La religión y la ley estaban intrínsecamente entrelazadas en este país y había sido así desde su fundación.

La ley fue considerada de tal importancia que sus administradores y ejecutores eran los nobles. Eran los responsables de traer orden, conduciéndolos a una sociedad y a un pueblo sano. Y ellos son los que la protegen y la ordenan, y es por eso por lo que existen.

La sacerdotisa original, Kusha Fema, difundió la ley que obtuvo de los dioses, y eso fue el pilar de la sociedad moderna. Su descendiente, el Santo Ahar, creó a los guardianes de las leyes, la Iglesia Arxia, junto con el país que vive de acuerdo con los Códigos Sagrados que esta estableció

Lo que significaba que el actual reino era gobernado por esa ley sobre todas las cosas, y los responsables de hacerlas valer eran los nobles.

Ratoka recordó las palabras de esa noche una vez más.

La nobleza no son personas normales, son los engranes que mueven este país.

Incluso la Hermana con los ojos como el amanecer había afirmado algo parecido antes. Aunque decía que los nobles habían olvidado su deber, ahogándose en placer. Pero si eso fuera cierto, ¿por qué Eliza y él estaban aprendiendo todas esas cosas?

El punto de vista absoluto sobre los nobles que la joven había planteado en lo profundo de su ser estaba colapsando ruidosamente en su interior cada vez que aprendía algo nuevo en sus lecciones.

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