Voy a vivir mi segunda vida – Capítulo 27: Tratando el caso de Fie

Traducido por Ichigo

Editado por Sakuya


El canciller condujo a Fie al interior del castillo y la guió hasta una antecámara.

—Espera aquí, por favor —le dijo—. Iré a llamar al rey.

La antecámara estaba compuesta por un pequeño sofá y una mesa, pero a ella le pareció una celda. ¿Qué me va a pasar?, pensó. Al quedarse sola aquí para pensar, comprendió que, pasara lo que pasara, la devolverían de nuevo a los aposentos de consorte. Pero no, ya se había escapado una vez, así que tal vez esta vez sus aposentos serían aún más crueles. Tal vez de verdad sería confinada a una celda. Este era el final de su gran fuga y la muerte de su oportunidad de recorrer un segundo camino en la vida como escudera.

Se abrazó las rodillas mientras se sentaba en el sofá. Lloraba el regreso a su antigua vida de soledad y sin perspectivas de futuro, pero sobre todo, lloraba no poder volver a ver nunca más al capitán Yore, a Crow, al resto de su pelotón, a Queen, a Gormus y a todos y cada uno de sus compañeros escuderos. En un solo año, su vida, que antes solo había tenido a su hermana y a Lynette, se tiñó de un montón de gente maravillosa a la que se sentía cercana.

El sonido de pasos y tres personas hablando de un lado a otro llegó a sus oídos mientras se sentaba desplomada.

—¿La princesa Fie ha escapado? ¿Qué significa esto, tío? —dijo una voz.

—Eso es lo que esperaba preguntar, Majestad —respondió otra—. No me corresponde a mí, así que me abstendré de reprender, pero ¿qué demonios estabas haciendo para que llegáramos a esto?

—Es decir, usted ordenó que le informaran de cualquier problema, ¿no? —dijo una tercera voz.

—Eso hice —dijo la segunda—. Y ninguna noticia es una buena noticia en mi libro, tío. Y lo que es más importante, ¿es esto de verdad tan urgente?

—Sin duda, Majestad. Ella es su señora esposa. Ahora, por favor, venga por aquí. Ella está esperando por usted en esta habitación.

—¿En serio? Esta tiene que ser la primera vez que la conoces, ¿eh?

—Lo es.

—Dios mío, ¿qué demonios has estado haciendo? Majestad, me estás dando dolor de cabeza.

Al oír las dos últimas voces, Fie se levantó volando del sofá. Reconoció a quién pertenecían, y no solo eso, sino que además se trataba de la dos personas a las que más respetaba: su capitán y sir Crow.

En cuanto se abrió la puerta, se lanzó sobre ambos.

—¡Capitán! ¡Sir Crow! —gritó.

El rey Roy y Crow se sobresaltaron cuando un sollozante Heath se abalanzó sobre ellos.

—¿Eh? ¿Qué hace Heath aquí? —preguntó Crow.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? —dijo Roy con preocupación. El canciller parecía harto de todos ellos.

—Bueno, parece que ya se conocen todos. Esta joven, Su Majestad, es su señora esposa, Su Majestad Real la Princesa Fie.

—¿Eh? —dijo Crow.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Roy.

Ella se movió cohibida bajo sus atónitas miradas. Ella y el canciller, seguidos por los otros dos, se sentaron en el sofá. Se sintió demasiado incómoda tras la revelación de su secreto como para no decir nada, y Crow y Roy estaban demasiado sorprendidos como para hablar.

Solo el canciller habló con perfecta soltura.

—En primer lugar, creo que Su Majestad tiene el deber de explicarse.

Fie miró a Crow y a Roy. Supuso que de verdad no tenía mayor remedio que contárselo todo y así, como eran sus dos personas de mayor confianza en todo el mundo, les contó la historia de su vida.

Fie siempre fue tratada con frialdad en su tierra natal, y su padre había decidido aprovechar la boda de su hermana para dejarla en Orstoll. En cuanto llegó, la encerraron en los aposentos del consorte. Entonces, el día en que su cocinera decidió dejarlo, vio un panfleto en el que se anunciaban las próximas pruebas de acceso a escudero y decidió salir de su encierro. Para que nadie se enterara, lo hizo lo mejor que pudo sin comida propia.

Entonces, conoció a Crow, fue aceptada entre los escuderos gracias al capitán Yore, y el resto fue historia.

Cuando terminó de hablar, Crow apoyó la cabeza en sus manos y gimió.

—Creía que eras hija de inmigrantes ilegales, pero resulta que siempre fuiste de la nobleza.

Roy, por su parte, se inclinó de repente ante ella.

—¡Mis disculpas!

Fie se quedó de piedra.

—¿Eh? ¿Por qué te disculpas? ¡No es culpa tuya! Las únicas personas que me hicieron daño fueron mis padres y… bueno, tal vez no debería decir esto ya que eres su persona jurada, pero el rey de Orstoll —No estaba segura de si debía hablar mal de su jefe delante de él, pero no podía negar que era culpa del rey.

El canciller suspiró.

—Eche un vistazo más de cerca —dijo, indicando al capitán Yore—. ¿No nota nada?

Fie ladeó la cabeza, confundida. Ahora que lo mencionaba, algo no encajaba. El canciller había dicho que la traía a ver a Su Majestad, el Rey, así que ¿qué hacían aquí el capitán Yore y Sir Crow? Además, era la primera vez que veía al capitán sin la máscara, pero tenía la sensación de haberlo visto antes en alguna parte. Supo que era él en cuanto oyó su voz, pero… bueno, Crow era bastante guapo, pero no le llegaba a la suela de los zapatos a él. Ella seguro habría recordado haber visto a alguien tan soñador.

—El hecho de que ni siquiera pueda reconocerte dice mucho del nivel de negligencia que le mostraste —comentó el canciller con sorna.

El capitán Yore palideció, aunque ella no estaba segura de qué tenía de cortante aquel comentario. Crow puso cara de “uy”.

El canciller los ignoró a los dos y se volvió para dirigirse a ella.

—Este caballero no es otro que su señor esposo, Su Majestad el Rey Roy.

Fie parpadeó sorprendida y luego volvió a mirar con seriedad al capitán. Tenía razón. Ahora que lo pensaba, era la viva imagen de los retratos que había visto muchas veces. Se sobresaltó. No puede ser. ¿El Rey Roy y el Capitán Yore eran la misma persona? Siendo sincera, no se lo creía del todo. Tendría que comprobarlo con él más tarde.

—Te pido disculpas —repitió Yore con otra reverencia—. Por haber sufrido un trato tan duro a mis manos.

Ella negó la cabeza con frenesí.

—¡No, por favor, no te preocupes! Nunca te lo dije y, además, lo compensaste con creces con toda la ayuda que me prestaste como el capitán Yore. —Luego hizo una pausa—. Espera un momento. Si fuiste tú quien me encerró en primer lugar, ¿por qué me dejaste convertirme en escudera? ¿Intentabas sobornarme para que me callara?

Esta acusación lo apuñaló como un cuchillo. Se puso aún más blanco. Ella se dio cuenta rápido de su error.

—¡Oh, de acuerdo, no importa! Pero… supongo que si hubiera hablado contigo en primer lugar, seguro me habrían tratado un poco mejor, ¿no? Así que también es culpa mía por no comunicarme de la forma correcta.

Se dio cuenta de que la única razón por la que podía llegar a esa conclusión ahora, era porque se había pasado todo un año conociendo gente nueva y confiando en ella. La vieja Fie nunca podría haber hecho esto. Ella no tenía suficiente fe en nadie.

Fue toda su actitud, esa alegría frente a su agresor, lo que asestó el golpe definitivo a la maltrecha psique de Roy. Pero una vez que se calmó y reflexionó, se dio cuenta de que de verdad era culpa suya. Eran sus prejuicios los que le habían llevado a no conocerla ni una sola vez hasta que, al verla como Heath, la adoró compadeciéndose de su pobre origen, sin darse cuenta ni una sola vez de que él era responsable de dicho origen.

¡Qué farsa! Crow, al ser incapaz de detener el comportamiento de Roy, también se vio afectado. Hablando de merecimientos para ambos… ¿Cómo podrían disculparse o compensar esto? ¿Qué podía hacer Roy? En verdad, no podían tomar una decisión aquí a la ligera.

Pero en cuanto a Fie, bueno… Ella solía querer pegarle un puñetazo al Rey Roy si alguna vez se cruzaba con él. Claro, seguro era imposible, y si lo hacía tendría un sinfín de consecuencias, así que nunca fue un plan serio. Aun así, era como pensaba del Rey Roy, pero el de su imaginación no era el hombre que tenía delante.

Era el hombre que siempre pensaba en los que tenían problemas, que ponía lo mejor de sí mismo en todo lo que hacía y que cuidó de Fie con tanta amabilidad cuando se convirtió en escudera. Era el hombre que le daba consejos, la aconsejaba cuando estaba disgustada y la llevaba a comer incluso cuando estaba ocupado. Era su capitán, un hombre que le había demostrado una y otra vez que tenía el corazón más grande del mundo.

Por lo tanto, pensó, seguro no estaría bien volver a tratarlo con tanta rudeza. (Eso sí, tal vez no debería haberlo hecho antes de conocerle, pero lo hecho, hecho estaba). De acuerdo, decidió. Perdonaría a su capitán, el tal Rey Roy. De hecho, ya lo había hecho.

—Es cierto —dijo—, que me trataron mal cuando llegué aquí. Pero el año que pasé como escudera fue sin dudas maravilloso. Y tengo que agradecérselo a usted, como Rey Roy por gobernar el país y como Capitán Yore por acogerme como escudero. Así que, gracias.

Esperaba que esto aplacara al menos parte de su culpa autoinflingida, pero por desgracia solo la empeoró.

A pesar de que su mala educación la hacía desesperada por llamar la atención, traviesa y a veces malvada, por dentro era una buena persona. Esto era muy evidente para Roy, que la había cuidado y mimado durante su formación como escudero, y sabía que era muy buena persona.

Cada vez que la veía esforzarse al máximo a pesar de su dura infancia (o eso suponía él) y su baja estatura, añadía otro punto a la lista mental de sus buenas cualidades. El hecho de que ella pudiera perdonarle por ser la causa de su mala situación multiplicaba varias veces la longitud de la lista y lo inundaba con otra oleada de culpabilidad. Había hecho daño a aquella pobre niña, y el peso de aquel crimen le consumía. Necesitaba pasar toda su vida compensándole y pensar con seriedad qué medidas tomar ahora… y, sin embargo, aquí estaba ella, ¡ya perdonándole! Eso solo sirvió para perturbarlo aún más. Era una agonía.

Crow, que no estaba en la línea directa de fuego, pero que aun así había sido alcanzado por el rebote, miró a Roy y pensó para sí: “Mierda”. Era la primera vez que lo veía tan mal. Ni siquiera había puesto esa cara cuando apuñalaron en el estómago a una rehén que estaba protegiendo. Él parecía tan furioso que podría estar a punto de ordenar su propia ejecución. Se debatía en el atolladero de su insoportable sentimiento de culpa por esa persona a la que había victimizado y que seguía luchando con tanta valentía, así que…

El canciller interrumpió esta línea de pensamiento con un suspiro.

—Para mí también ha sido una experiencia reveladora.

Rara vez hablaba así de claro, y Roy no estaba seguro de lo que quería decir con esto. Sin embargo, estaba claro que lo que tuviera que decir debía ser dicho.

—Siempre he pensado, Majestad, que usted y yo debemos tener una simple relación de señor y súbdito. Consideré inapropiado tratarle como cualquier tío trata a su sobrino. No obstante, creo que en esto también me he equivocado. mirándolo ahora en retrospectiva, me pregunto si debería haber tomado un papel más activo en tu vida.

Los ojos de Roy se abrieron de par en par. Siempre había tratado al canciller como a su tío, pero era el propio hombre quien mantenía esta distancia entre ellos.

—En cualquier caso —continuó Zorace—, dejemos esta discusión para otro momento. También hablaremos de las disculpas y de lo que se debe hacer más adelante. Su Majestad la Princesa Fie, nos encargaremos de que se le dé un alojamiento adecuado dentro del palacio mientras tanto.

—Espera, eh… ¿Quieres decir que no puedo volver a la residencia? —preguntó.

Quería volver al lugar en el que estaba acostumbrada a vivir. ¿No podía al menos quedarse ahí hasta que se resolviera todo este asunto?

—¿Por qué, piensas pasar por otro aro en llamas? —preguntó el canciller, mirándola con severidad.

Ella tragó saliva y se puso blanca. Ah, sí, se dio cuenta. Aún tenía problemas por eso.

—¿Ahora saltas a través de un qué? —preguntó Crow.

Al final, la reunión se levantó, según los deseos del canciller.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente, la fábrica de rumores ya había recogido que la princesa Fie estaba en algún lugar del castillo.

—Oye, ¿has oído? ¡Están diciendo que la princesa Fie está en el palacio real!

—¡No puede ser! ¡Pensé que la tenían encerrada en algún lugar de los aposentos de la consorte!

Al parecer, la princesa Fie no solo estaba en el palacio real, sino que incluso se le permitía pasear con libertad. Era célebre por haber mantenido una relación amorosa ilícita con el Rey Roy antes de que éste, a disgusto con ella, la encerrara en sus aposentos. No fue reconocida como su segunda esposa, por lo que todo el mundo seguía refiriéndose a ella como princesa. ¿Qué hacía en el palacio? ¿Qué estaba haciendo? ¿Era de verdad tan horrible como decían los rumores?

Las jóvenes criadas de palacio, amantes de los cotilleos (y, admitámoslo, no de los más elegantes), estaban muy excitadas.

—¿Quieres ir a verla? —preguntó una.

—Pero ¿no está arriba? —respondió su amiga—. Piensa en lo que pasaría si alguien se enterara de que hemos subido.

El lugar de trabajo en el castillo dependía del estatus social de cada uno, y a estas criadas de los niveles inferiores del castillo no se les permitía entrar en los pisos superiores, ni en el corazón del palacio. Cuanto más se ascendía en el castillo, mayor era la importancia de las personas que vivían en él, hasta llegar al último piso, donde se encontraban las habitaciones del rey y su esposa. Solo unas pocas criadas selectas podían entrar ahí.

—Sí, pero solo está en el segundo piso, ¿no? Seguro que estará bien. Ninguno de los guardias o de los ministros puede distinguirnos de todos modos.

—¡Es verdad! Supongo que estaremos bien mientras no nos encuentre ninguna de las criadas mayores.

Llenas de curiosidad, las jóvenes criadas se decidieron y se dirigieron al segundo piso.

—¿Dónde está? —preguntó una criada.

—Sabes, apuesto a que ni siquiera ha estado con un solo chico en todo el tiempo que lleva aquí. Es así de fea.

—Veámosla nosotras mismas para poder decírselo a los demás. —Se rieron entre dientes mientras se arrastraban por el segundo piso prohibido.

Sin embargo, ya fuera por mala suerte o por justicia poética, una de las criadas mayores las descubrió casi de inmediato.

—¡Eh! —Les espetó—. ¿No se supone que hoy deberían estar trabajando en los jardines? ¿Qué creen que hacen aquí arriba?

—¡Oh, no! —gritó una de las criadas jóvenes.

—¿Qué hacemos? —preguntó otra.

—¡Correr!

Sin saber qué más hacer, las chicas echaron a correr. La criada mayor las persiguió gritando:

—¡Esperen, paren! Cuidado, hay un…

En su carrera, las criadas tropezaron con el escalón que daba al patio y cayeron unas sobre otras como un dominó, gimiendo de dolor. El impacto con el suelo fue tan fuerte que les hizo llorar. En ese momento, alguien les tendió la mano para ayudarles a levantarse.

—¿Estás bien? —preguntó la persona. Su voz sonaba clara y soleada. Los ojos llenos de lágrimas de las sirvientas se dirigieron hacia arriba y vieron a una chica que parecía tener la misma edad que ellas, con un precioso pelo rubio y ojos azules. Su rostro era encantador y juvenil, pero tenía un aire digno. La muchacha ayudó a las doncellas a levantarse una a una—. ¿Están heridas? —preguntó.

—No, gracias, estamos bien… —Las criadas negaron con la cabeza. Mientras sorbían entre lágrimas, se preguntaban—: Espera, ¿quién es?

A juzgar por su forma de vestir y de comportarse, era evidente que pertenecía a una clase social muy distinta a la de las criadas. Sin embargo, ninguna de ellas había recibido aviso alguno de que una joven noble se alojaría como invitada en el palacio. Si se tratara de la hija de un noble o de una princesa de un reino lejano, incluso estas sirvientas de ligas menores habrían oído hablar de ella a través de los rumores. Varias sirvientas de rango muy superior corrieron hacia la muchacha.

—Su Majestad, Princesa Fie, ¿se encuentra bien? —preguntó una.

—Por favor, aléjese de esas chicas —le aconsejó otra—. ¡Es muy inapropiado que estén aquí arriba!

Espera, ¿la Princesa Fie? ¿Esta chica era la princesa Fie? En su asombro, las jóvenes doncellas se olvidaron por completo de su perseguidora, que ahora las miraba fijo. Fie se puso delante de las más jóvenes para protegerlas de la ira de la mayor, tratando de calmar a las criadas mayores.

—No pasa nada —les dijo—. Seguro querían verme por los rumores. No me importa.

—Majestad, aun así, esto sigue siendo un problema —protestó una.

—Es culpa mía, ya que fui yo quien quiso bajar al segundo piso en primer lugar —dijo Fie—. Lo siento.

—Tonterías, Majestad.

Las criadas mayores parecían preocupadas. Se suponía que debían servir a la princesa, no recibir sus disculpas.

Tras meditarlo unos instantes, el grupo soltó un suspiro colectivo.

—Muy bien —dijo la líder de las sirvientas—. Lo pasaremos por alto solo por esta vez. —Ella perdonaría a las chicas por dejar que su curiosidad las llevara a romper las reglas—. Chicas, vuelvan a sus deberes de inmediato.

—No vayan a molestar a las criadas mayores, ¿de acuerdo? —aconsejó Fie—. Voy a pasarme por la cocina y luego subiré al tercer piso —sonrió, saludó y salió corriendo.

Las criadas mayores se apresuraron a seguirla, gritando:

—¡Oh, Majestad, espere por favor! —Las criadas jóvenes, que seguían sorbiéndose los mocos, las miraron con mudo asombro. Al final, una murmuró:

—No se parece en nada a los rumores…

—Sí, no es ni un poco fea. De hecho, es muy guapa.

—Y también es muy simpática.

Era tan diferente a sus expectativas que las criadas casi se sintieron decepcionadas. Habían estado ansiosas por descubrir la fuente de todos estos chismes, pero esto fue un poco decepcionante. No solo eso, sino que Fie también había tenido que sacarlas de apuros…

—¿Deberíamos volver? —sugirió una de las criadas.

—Si…

Llenas de una extraña sensación de derrota, las criadas volvieron al trabajo con tristeza.

Mientras tanto, el continuo vagabundeo de Fie por el castillo estaba causando muchos problemas a las criadas mayores. Para evitar que volviera a salir, el canciller le había ordenado que permaneciera en la planta superior, pero ella había decidido ampliar su territorio hasta incluir también la segunda planta. (¿Y quién era el que había dicho que no molestara a las criadas mayores?)

—Eso se ve muy bien —dijo Fie—. No estaría mal probar un poco, ¿verdad?

—No, Majestad. Este comedor está reservado para los ministros del gabinete. Las comidas de Su Majestad se preparan en un lugar mucho más adecuado.

Fie refunfuñó e hizo pucheros como un niño.

Ahora llevaba vestidos todos los días, y era atendida por sirvientas en todo momento. Su pelo seguía siendo corto, pero ahora estaba peinado al estilo de una chica. Sin embargo, después de todo el tiempo que había pasado como escudera, Fie prefería ponerse pantalones y salir a correr. Lo que la detuvo fue el conocimiento de que hacerlo molestaría tanto a estas doncellas como a su capitán. (Concedido, este conocimiento no detuvo todas sus escapadas).

Aun así, apostaba a que Queen disfrutaría viéndola así. Ya había mencionado un par de veces que le habría gustado verla un poco más femenina. Me pregunto cómo estará, pensó. Esperaba que no estuviera demasiado disgustado por todo esto tan repentino.

Tampoco le había contado al capitán Yore lo de su relación con él. No había tenido ocasión de hablarlo, pero supuso que sería bastante receptivo a la idea. Después de todo, el Capitán Yore, también conocido como Rey Roy, estaba enamorado de Fielle, así que ¿por qué le iba a importar que saliera con otro? (Aunque ¿no le preocuparía su reputación?)

Por lo tanto, la principal preocupación de Fie era esperar que Queen no estuviera preocupado por ella. Quería encontrar una oportunidad para demostrarle que estaba bien, pero esto era bastante difícil, dado que le habían dicho que se quedara en palacio. ¡Maldito canciller! Por alguna razón, no podía desafiar sus órdenes. Así que hasta que él diera su permiso, tenía que quedarse.

Sin embargo, vivir en palacio no era del todo malo. Una vez disipadas las últimas dudas sobre su identidad, pudo volver a visitar a su hermana. Iba a ser su primera reunión en un año, y no podía esperar.

♦ ♦ ♦

La noche siguiente, fue al dormitorio de Fielle y Roy. La seguridad fuera de la puerta era bastante estricta, como correspondía a los aposentos del rey y su reina consorte, pero dejaron entrar a Fie sin problemas. Había otra puerta detrás de la primera, y en el momento en que ella la abrió, una chica rubia saltó hacia ella para abrazarla.

—¡Fie!

Era una cabeza más alta que ella, delgada y sin dudas preciosa. Su rostro exquisito parecía tallada por ángeles; Fie, que era bastante guapa por derecho propio, no podía ni compararse. Esta visión de la belleza, Fielle, parpadeó con lágrimas en los ojos mientras con torpeza (no es que Fie no se diera cuenta) se abrazaba a ella.

—Yo también me alegro de verte —dijo Fie—. ¿Cómo has estado, Fielle?

—¡Te he echado mucho de menos!

—Venga, no pasa nada —dedicó a su hermana una sonrisa irónica mientras le acariciaba con suavidad la cabeza.

Fielle era conocida por su dignidad y gracia, pero a veces, cuando ambas estaban solas, se comportaba como una niña pequeña. Abrazar a alguien más alto que ella le recordaba a Fie abrazar a Queen.

—¿Y cómo has estado? —preguntó Fielle—. ¿Lo pasaste fatal cuando de repente tuviste que venir conmigo a Orstoll?

Queriendo evitar que Fielle se preocupara, contestó:

—Estoy bien, de verdad. Lo he pasado muy bien aquí. Hey, Lynette, yo también me alegro de verte.

—¡Oh, sí! Me alegra mucho saber que ha podido salir de ese lugar espantoso, Majestad. Siempre supe que algún día lo conseguirías. —A Lynette se le llenaron los ojos de lágrimas. Durante el último año, había reservado tiempo en su apretada agenda para visitar a Fie, pero ella tenía la sensación de que eso podría no haber aliviado del todo sus preocupaciones.

Los ojos de Fielle captaron cierta frase.

—¿Qué quieres decir con “ese espantoso lugar”? ¿”Siempre supe que saldrías”? ¿Estaba Fie encerrada en algún sitio?

Ambas compartieron una idéntica cara de “¡ay!”. Demasiado para mantener esto en secreto de ella.

—No te preocupes por eso, Fielle —dijo Fie—. Ya ha pasado todo.

—¡No, dímelo! —A pesar de los esfuerzos de ella por desorientarla, exigió con obstinación saber la verdad—. ¿Sufriste todo por mi culpa?

Supongo que no se dejará engañar, pensó Fie. Suspiró para sí misma y decidió contarle toda la historia, aunque tergiversó algunos detalles para que pareciera que siempre había querido ser caballero. Intentó que la primera parte de su historia fuera lo más breve posible antes de pasar a la parte del escudero para no herir los sentimientos de Fielle y del capitán Yore.

—Es culpa mía que hayas sufrido tanto… —sollozó, con los hombros temblorosos.

Fie sacudió la cabeza y sonrió.

—No es culpa tuya en absoluto. Y, siendo sincera, este último año que he tenido ha sido increíble, te lo juro. Hice montones de amigos nuevos, conocí a mucha gente muy amable, fui a todo tipo de sitios interesantes y vi todo tipo de cosas que no tenía ni idea de que existieran. Si por tu culpa me trataron tan mal, por tu culpa me lo pasé tan bien. ¿Verdad?

Fielle miró la sonrisa de su hermana y pensó: Nadie más que Fie podría mirar a alguien que la sometió a un trato tan cruel y regalarle una sonrisa tan hermosa. Olvida mi aspecto, ella es una persona mucho más bella de lo que yo seré jamás. Fielle comprendía que había sido culpa suya y que sería negligente por su parte olvidarlo, pero aun así, las palabras de Fie aliviaron su corazón.

Justo cuando empezaba a relajarse, su hermana dijo:

—Oh, debería mencionar esto también. —Cuando se le ocurrió otro hecho importante—. ¿Sabías que también tengo novio? Pero mantengamos esa parte en secreto.

Una fracción de segundo después, se oyó un enorme grito. Era de Lynette: Fielle, por su parte, parecía encantada con la noticia.

—¡Es maravilloso! —gritó. Lynette parecía dispuesta a lanzarse a su cuello.

—¡¿No tienen una aventura?! —gritó.

—Sí, supongo. Lo siento —Fie solo había estado pensando en los sentimientos de Queen hacia ella, pero cuando después lo pensó siendo objetiva, se dio cuenta de que, sí, esto era una aventura. Después de todo, ya estaba casada. Lynette tembló.

—¡N-No, Su Majestad! Usted no tiene la culpa. El problema es su novio. ¡Por no hablar de Su Majestad el Rey por casarte contigo y luego descuidarte! —Este último comentario pareció escapársele con la fuerza de su ira.

—No —dijo Fie—. La Reina es muy buena persona, y yo respeto mucho al Rey Roy. Así que seguro yo también tengo la culpa de esto. Fue mi elección salir con Queen, ¿verdad?

Esto detuvo a Lynette de seguir despotricando, pero en el fondo, estaba muy molesta por las noticias. Aquí estaba, por fin capaz de reunirse con ella en un entorno público, y un extraño al azar se había abalanzado y robado a su princesa delante de sus narices. Sabía que estaba siendo egoísta, pero Lynette, como mala perdedora, preguntó de todos modos:

—¿De verdad crees que esta… persona… es adecuada para Su Majestad? Quiero decir, ¿de verdad lo amas?

—Sí, creo que sí —dijo Fie.

Claro, ella lo quería como amigo, pero… tal vez algunas cosas eran mejor no decirlas. Ella quería evitar explicar la complicada situación, y además, ni siquiera ella misma sabía si de verdad le gustaba de esa manera o no.

Lynette gimoteó y se puso pálida, pero Fielle gritó:

—¡Vaya, es fantástico! —Sus ojos brillaban de excitación. Ninguna de las dos chicas tenía mucha experiencia en romances, así que no podían adivinar el significado oculto tras la rápida respuesta de Fie.

Ahora que la conversación se había calmado, aprovechó para echar un vistazo a la habitación.

—Por cierto —dijo—, ¿el capitán Yore…? Quiero decir, ¿aún no ha vuelto el Rey Roy? No quiero quedarme más de la cuenta, así que debería irme pronto.

Estaba encantada de volver a ver a su hermana, pero se estaba haciendo tarde. No quería entrometerse en el tiempo que la pareja pasaba junta.

Lynette y Fielle se miraron. Su hermana asintió y luego dijo:

—Um, la cosa es que… El Rey Roy y yo dormimos en habitaciones separadas.

—¡¿Eh?! ¿Y eso por qué? ¿Se han peleado?

Fie sabía del problema del capitán con la forma en que trataba a las mujeres, pero también había oído que él y la reina Fielle estaban locos el uno por el otro. No esperaba que tuvieran problemas matrimoniales.

Fielle admitió con timidez.

—Bueno, verás… El Rey Roy y yo no estamos casados…

¡Qué confesión tan sorprendente!

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