Voy a vivir mi segunda vida – Capítulo 34: Epílogo

Traducido por Ichigo

Editado por Sakuya


Las voces de dos chicas se oían desde el interior de la mansión Dorbel.

—¡Volveré más tarde! —dijo una.

—¿Tienes suficiente dinero? —dijo la otra—. ¿Y pañales? ¿Y una toalla?

—Estoy bien; lo tengo todo. Eres una vieja preocupona, Lynette.

Una tercera voz dijo:

—Le prepararé el almuerzo para llevar, señora.

—Gracias, Bife. Estoy deseando comérmelo.

Tras terminar este intercambio, la primera chica abrió la puerta y se dispuso a salir. Bueno, tal vez “chica” ya no era el término apropiado, ya que esta joven tenía ahora dieciocho años. Sin embargo, sólo en apariencia, no había cambiado mucho en los últimos dos años. No era más alta, y su cara de niña seguía haciéndola parecer de apenas dieciséis años. El mayor cambio fue…

—¿No hace un tiempo estupendo hoy, Qurio? Tú y yo vamos a ver a tu papá muy pronto.

El bebé de seis meses acunado en sus brazos…

—Señora —llamó un criado—, su carruaje está listo.

La mujer subió al carruaje con el bebé en brazos.

—A Wienne, por favor —dijo.

—Como ordene, milady.

El carruaje comenzó a alejarse de la mansión. Fie tranquilizó al bebé en sus brazos y le preguntó:

—¿Te importa el balanceo?

—¡Gah! —exclamó el bebé.

La vida era tranquila en la capital de Orstoll. Gracias a la caída del duque Zerenade, el crimen organizado era en gran parte cosa del pasado, e incluso cuando aparecía algún que otro malhechor, los caballeros lo acorralaban en un santiamén.

La joven descendió del carruaje y contempló las tiendas y casas que bordeaban las calles de la ciudad.

—Esto me trae de vuelta —murmuró. Dio las gracias al cochero y se alejó de la calle, girando la cabeza para contemplar las vistas mientras caminaba—. Esa tienda es donde solía comprar tu mamá —le dijo al bebé—. Una vez compré ahí un caramelo ardiendo para tu padre, le engañé para que se lo comiera y le vi saltar un metro por los aires.

Mientras recorría el camino de los recuerdos, un hombre reconoció su cara y le susurró a la mujer que tenía al lado:

—¿Es la reina? Bueno, ya no es la reina, me entiendes.

—Oh, ¿es de verdad ella?

La joven los oyó y con velocidad se tapó la cabeza con un sombrero.

—Quizás estoy haciendo demasiado ruido —le dijo al bebé.

—Ma-ma.

—Ajá. Vamos al castillo.

Decidió interrumpir su visita a la ciudad y dirigirse al castillo.

♦ ♦ ♦

Gormus estaba practicando con su espada fuera de las clases. Dividió el aire con un golpe poderoso, el viento vibraba de manera audible.

—Vaya —dijo una voz de mujer detrás de él—. Eres tan fuerte como recordaba. ¿Sigues entrenando los músculos?

—¿Hm? —dijo él. Su voz le resultaba casi familiar. Se dio la vuelta y se llevó el susto de su vida. Había una joven rubia vestida de blanco con un bebé en brazos.

Aunque se había dejado crecer el pelo, reconoció de inmediato quién era. Era Fie.

—¡Uf! —dijo—. ¿Qué haces aquí?

—¿Qué clase de saludo es ese? —preguntó ella—. Aquí estoy, pasando a ver a un viejo amigo que no veo desde hace un año, ¿y este es el recibimiento que me das?

Sí, pensó, eran amigos, pero su situación era tan… compleja (tal vez ésa era la palabra adecuada) que no sabía cómo abordarla. Sin embargo, a ella no pareció importarle, y abrazó al bebé contra su cadera para mostrárselo a Gormus.

—Mira —dijo—, hemos tenido un bebé. Se llama Qurio. Es una lindura, ¿no crees?

La mirada de suficiencia que le dirigió era idéntica a las que le había dirigido muchas veces antes.

Una línea de sudor corrió por la mejilla de Gormus.

—No intentes presumir de ella —dijo.

—No, está bien. Ella ya puede sostener su propia cabeza.

Esa no es la cuestión, pensó Gormus.

—¿Quieres probar a sostenerla? —preguntó.

—No, estoy bien…

Su fuerza hacía demasiado fácil lastimar por accidente a un bebé. Asimismo, su mente era un caos de confusión. De repente, se supo que era la segunda esposa del rey, y entonces empezó a desempeñar el papel de su primera esposa y reina. Pero, entonces, antes de que Gormus pudiera volver a verla, se casaba con Queen. Asistió a su boda, pero no tuvo ocasión de hablar con ella antes de volver a la escuela y, al final, se enteró de que estaba embarazada. Por eso, hacía tiempo que no hablaba con ella.

Sin embargo, a pesar de lo confundido que estaba, Gormus estaba encantado de volver a verla. En honor a eso, decidió no decirle lo odiosa que era su sonrisa petulante, así que se rascó la cabeza y preguntó:

—¿Cómo has estado?

En esas palabras estaban sus complejas emociones y un recuerdo de los viejos tiempos que una vez compartieron.

Fie captó todo eso y le sonrió un poco triste. Sabía que aquellos días en los que podían cabalgar juntos como compañeros escuderos habían quedado atrás.

Abrazó fuerte a su bebé y dijo:

—Bastante bien.

Luego, un momento más tarde, se animó y añadió:

—El embarazo fue un verdadero fastidio, como apuesto a que puedes esperar, y ha sido un fastidio incluso después de nacer. Con los cólicos y todo eso, ¿sabes? Pero Lynette ha sido de gran ayuda, y ahora mira qué linda es. Es una buena niña.

Volvió a sonreír y trató de enseñarle al bebé. Otra gota de sudor rodó por la mejilla de Gormus.

—Menos mal que no se parece a ti.

—Oye, ¿qué se supone que significa eso?

Los dos recuperaron el tiempo perdido, poniéndose al día mientras Fie sostenía al bebé en brazos.

—Ya que estás aquí hoy —preguntó Gormus—, ¿significa que asistirás a la ceremonia?

—Sí —dijo Fie—. Aunque me hubiera gustado ser uno de los graduados.

—No seas ridícula.

Soltó una risita y se despidió con la mano.

—Voy a enseñarle el bebé a algunos de los otros. Nos vemos.

—Ten cuidado con ella —le advirtió.

—No pasa nada —dijo ella—. ¡Mira, mira esto!

Gormus quiso preguntar qué era “esto”, pero Fie ya estaba dando saltitos.

—Mira al bebé…

—Tan pequeño.

—Wow…

El dormitorio norte estaba casi vacío, aparte de Slad, Remie y Gees, que se quedaron paralizados ante Fie, mirando nerviosos a su hija.

—¿Quieres tomar al bebé? —preguntó.

Remie se iluminó y gritó:

—¡¿Puedo?!

—Sí. Así.

Le mostró la forma correcta de tomar a Qurio y luego le entregó a su hija.

Remie tomó a Qurio nerviosa, pero a pesar de todos sus nervios, sostuvo bien al bebé.

—Guau… —dijo. Qurio la miró con los ojos redondos, sin saber quién era esa persona que la sostenía—. Adorable… —dijo Remie, sonrojado por la lindura.

—¡Yo también quiero probar! —gritó Slad.

—Adelante —dijo Fie, sonriendo mientras Slad tomaba su mano.

—No la dejes caer ahora —advirtió Gees.

—Estaré bien —dijo Slad—. Sé cómo sostener a un bebé.

A pesar de lo seguro que hablaba, sus brazos temblaron cuando Remie le pasó al bebé. Sin embargo, Slad no la dejó caer.

—Ooh… —respiró. Sintió que una pequeña llama de calor se encendía en su corazón, y se quedó mirando al bebé en sus brazos como si no pudiera creer lo que veían sus ojos. Luego se echó a reír—. Es igualita a Queen.

—Se parece —asintió Fie—. Aunque es una niña.

Bueno, en cualquier caso, era la viva imagen de Queen, con su piel oscura y su pelo blanco.

—Pero tiene tus ojos —dijo Slad.

Los tenía. Sus ojos azules debían de venir de la familia de Fie.

Los tres chicos siguieron mirando a Qurio, embelesados, hasta que Fie preguntó a Gees.

—¿Tú también quieres agarrarla?

Parecía un poco preocupado, pero asintió de todos modos.

—Claro.

A continuación, Fie se dirigió a la sala del escuadrón 18, donde encontró a Conrad, Orbel, Parwick y Garuge.

—Dios mío —dijo Conrad—. Ha pasado demasiado tiempo.

Fie soltó una risita cohibida.

Los demás se sorprendieron de su visita con un bebé a cuestas, pero todos le dieron una calurosa bienvenida. Conrad le preparó una taza de té como en los viejos tiempos, y Garuge, el que antes había facilitado muchas de sus travesuras, dijo:

—Me cuesta creer que esta traviesa joven bribona tenga ahora su propia hija. Cómo pasa el tiempo.

Parecía muy conmovido.

—Solo he estado fuera un año —señaló Fie.

—Aun así.

Sir Parwick, reticente como de costumbre, no dijo nada, pero dejó con cuidado el té en la mesa frente a ella.

Orbel escribió “Qué bebé más lindo” en su pizarra.

Fie disfrutó un rato poniéndose al día con sus viejos amigos, pero luego preguntó por los miembros desaparecidos del grupo.

—¿Dónde está sir Crow? —preguntó. Supuso que sir Cain estaba ocupado con algún tipo de operación de inteligencia, así que al menos no esperaba verle.

—Creo que se está preparando para la ceremonia —dijo Garuge.

—¿En serio?

—¿Por qué no vas a saludarle? Le darás el susto de su vida.

Fie soltó una risita.

—Bien —dijo—. Eso pienso hacer.

Mientras Crow preparaba el local, oyó la voz de una mujer que le llamaba por su nombre. Se sobresaltó y se giró; ahí estaba una chica que le trajo una oleada de recuerdos.

—¡¿Heath?! —gritó—. Quiero decir, ¿Fie?

No solo era ella, sino que tenía un bebé en brazos.

—Cuánto tiempo sin vernos, sir Crow —dijo ella—. Toma, Qurio, permíteme presentarte también a sir Crow. Es el antiguo mentor de tu mamá.

Qurio miró a Crow y dijo:

—¡Ma-má!

Atónito, Crow preguntó:

—¿Esa niña es… tuya?

—Claro que lo es. ¿Qué, nadie te lo ha dicho?

La verdad es que nadie lo había hecho. Había pasado la mayor parte de este último año lejos de Wienne para ocuparse de los asuntos de su familia, aunque sabía lo de la boda de Fie, por supuesto. La velocidad a la que volaba el tiempo le sobresaltó. Espera, tal vez no era el tiempo el que corría demasiado deprisa: aún no habían pasado dos años. Eran Fie y Queen los que iban demasiado rápido.

Sin embargo, ver a Fie con un bebé fue un gran shock, sobre todo, pensó Crow, porque Queen no parecía del tipo que se precipitaba en algo así. Adivinando qué era lo que le había dejado pasmado, Fie se mofó y dijo:

—¿Y usted, sir Crow? No me digas. ¿Aún no has encontrado a nadie que se case contigo?

Para el playboy residente de la caballería, sacar el tema del matrimonio equivalía a un ataque. A pesar de su popularidad, el matrimonio aún no estaba entre sus planes.

—No, pero algún día lo haré… —murmuró.

—Si no te pones serio, vas a perder todos los mejores años de tu vida. No puedes seguir haciendo el tonto. ¿No has pensado en sentar la cabeza? Es vergonzoso que yo haya conseguido casarme antes que tú.

Sonrió triunfante y siguió empujándole al bebé, como si quisiera restregárselo por la cara.

A decir verdad, Crow había dejado en gran medida de perseguir faldas después de la boda de Fie, pero su reputación de playboy le precedía, lo que había provocado su absoluta falta de suerte a la hora de encontrar esposa.

Fie volvió a alardear del bebé como trofeo de su victoria.

Él decidió seguirle el juego y le dio un codazo.

—¿Te crees tan buena solo porque estas casa, eh, gamberra?

—¡No! —gritó ella, riendo—. ¡No me hagas daño!

Qurio se metió un dedo en la boca y se quedó mirando cómo discutían.

♦ ♦ ♦

Cuando Fie entró en el castillo, oyó un estruendo de pasos que corrían y la voz de un chico que gritaba.

—¿Está Fie aquí?

Un chico de pelo negro, que se parecía mucho a Roy, atravesó la puerta de enfrente.

—No debería correr por los pasillos, Su Alteza el príncipe Salsa —le reprendió Fie.

Salsa era el hermano pequeño de Roy. Sí, así es: Roy tenía un hermano menor. Justo antes de que el viejo rey falleciera, él y una plebeya de la ciudad habían concebido un hijo juntos: sin embargo, el niño nació después de la muerte del rey y, como tal, el gobierno se negó a reconocerlo como heredero legítimo. Pronto fue secuestrado por el duque Zerenade y escondido en un lugar que nadie, ni siquiera Zorace, pudo encontrar. Una vez finalizada la guerra y derrotado el duque Zerenade, Salsa fue encontrado, y Roy lo envió de inmediato al palacio para su propia protección, donde se había familiarizado bien con Fie durante su etapa como reina en funciones.

—Es un placer volver a verla, Alteza —añadió.

—¿Por qué eres tan formal conmigo? —se quejó él.

Ella soltó una risita.

—Me alegro de verte, Salsa. Ven a conocer a Qurio.

—Vaya —dijo él—. ¿Es el bebé que acabas de tener?

—La tuve hace seis meses, pero sí.

Salsa se parecía a Roy solo en el aspecto, pero el tiempo que había pasado entre plebeyos le había legado una personalidad más abierta y alegre. El duque Zerenade le había dicho que la familia real le había abandonado, sembrando un amargo resentimiento en Salsa. Sin embargo, una vez aclarado aquel malentendido, Salsa se encariño mucho con Roy.

La puerta se abrió detrás de Salsa y Zorace entró.

—Escucha, Salsa —le reprendió—. Si te lo he dicho una vez, te lo he dicho mil veces. La familia real debe comportarse siempre con cierta dignidad.

—Ah, deja de meterte conmigo, vejestorio —se quejó Salsa. Aunque Zorace se había retirado por fin de su cargo de canciller, seguía supervisando la educación de Salsa.

—Es un placer tenerla con nosotros una vez más, Alteza —dijo, dirigiéndose ahora a Fie.

—¡Yo también me alegro de verte! Parece que te va bien.

Se rio entre dientes.

—Sí, gracias a que me he liberado de lo peor de mi trabajo.

—Tú también puedes liberarte de mí —ofreció Salsa.

—Mi último trabajo será convertirte en un príncipe respetable.

—¡Bah!

Fie sonrió mientras observaba como Salsa y Zorace se peleaban, hasta que vio que otra cara conocida aparecía por detrás de ellos y corrió a su encuentro.

—Me alegro de volver a verle, Majestad —le dijo.

—Gracias por venir.

Roy no había cambiado nada, lo cual no la sorprendió: habían pasado menos de tres años desde la última vez que se vieron. Pero en esos tres años, muchas cosas habían cambiado para Fie. El nuevo bebé era solo la punta del iceberg.

—He oído que a Fielle también le va bien —le dijo.

—Sí, seguimos en contacto con cartas mensuales.

Una vez que Tomas recobró el conocimiento, se casó con Fielle y le sucedió en el trono de Vorlandia. Además, Fielle había hecho algo de magia (Fie no tenía ni idea de los detalles) que obligó a abdicar del trono y combinar Daeman con Vorland en un país más grande. Fie tenía muchas ganas de preguntar qué había pasado, pero Fielle parecía estar divirtiéndose tanto con su cerámica que nunca llegó a abordar el tema.

—Ella y Tomas parecen ser muy felices juntos —dijo Fie.

—Me alegro de oírlo.

Roy esbozó una sonrisa igual a la de Fie, pero la conversación empezaba a tomar un rumbo incómodo para él.

—Por cierto —preguntó Fie—, ¿has encontrado ya una buena candidata para casarte?

Roy sonrió con rigidez.

—No, pero estoy trabajando en ello. Pero ya sabes, es difícil sacar tiempo, con mis obligaciones y todo…

A diferencia de antes, Roy ahora aceptaba las sugerencias de sus súbditos sobre posibles candidatas al matrimonio, y surgían rumores aquí y allá de que había hablado con esta condesa o aquella duquesa para concertar una cita. Sin embargo, Fie aún no había oído nada de que se hubiera enamorado de alguna de esas posibles pretendientas.

—Bueno, cuando encuentres a alguien, asegúrate de ser amable con ella, ¿vale? No puedes pensar solo en ti. Ambos tienen que estar en la misma página primero, y luego puedes tomar la iniciativa.

—Estoy trabajando en ello… Ah, eso me recuerda que tengo más trabajo que hacer…

Roy intentó escapar, pero Fie no le dio tregua.

—Siento interrumpir, pero cuídate, ¿vale?

Suspiró mientras lo veía escabullirse.

—El Capitán Yore y Sir Crow nunca se van a casar a este paso.

No podía evitar preocuparse por ellos: ella era años más joven que ellos y ya iba dos pasos por delante en el camino de la vida.

Zorace, observando el intercambio, sonrió.

—Su Majestad también ha cambiado mucho. Antes no le daba ni la hora a una mujer que intentaba hablar con él de algo que no le interesaba. Ahora, le da un libro lleno de temas que de verdad le interesan y la obliga a leerlo antes de conversar.

—Quiero decir.. supongo que es una mejora —dijo ella. Él seguía sin entender el punto, pero bueno, pensó Fie con una sonrisa irónica, era un comienzo.

Lo que había traído hoy a Fie a Wienne era la ceremonia de graduación de los escuderos. Aunque no podía participar como una de los graduados, tenía la intención de estar ahí como esposa de Queen y como acompañante de su hija.

—Está a punto de empezar —le dijo a Qurio—. Será mejor que nos demos prisa.

Justo cuando se dirigía al escenario donde tendría lugar la ceremonia, un hombre la llamó.

—Eh, ¿eres tú?

Se detuvo. No reconocía a aquel hombre, pero estaba claro que él la conocía.

—Lo sabía —dijo. Sonrió cuando ella ladeó la cabeza, confundida—: Supongo que no te acuerdas de mí, ¿eh? Yo era el juez el día que hiciste la prueba para los escuderos.

—¿Eras tú? —exclamó ella.

¡Qué sorpresa encontrarse con esa persona aquí, de todos los lugares! Por muy frustrada que se sintiera en aquel momento, la pérdida de aquel encuentro era ahora un grato recuerdo.

El hombre miró a Fie de arriba abajo, con el rostro lleno de recuerdos, y sonrió de manera amable al bebé.

—Y ahora hasta tienes una hija propia. Cómo pasa el tiempo.

—Sí —dijo ella—. Han pasado muchas cosas desde entonces – algunas buenas, otras malas-, pero parece que todo ha pasado volando en un instante.

Ella nunca había hablado con él antes, pero de todos modos, Fie sentía que este hombre era fundamental para su destino. Tal vez encontrarlo aquí también lo fuera. Su sonrisa se ensombreció al mirarla.

—A decir verdad —confesó—, yo era uno de los hombres del duque. Mi mujer y mi hija estaban enfermas de muerte, así que me convertí en informante por dinero.

—Siento oír eso —dijo ella. Aunque el hombre fuera un traidor, ella no le guardaba rencor. ¿Qué sentido tenía? Fielle y Tomas estaban casados y eran felices a pesar de sus acciones—. ¿Están bien tu mujer y tu hija? —preguntó.

El hombre sonrió.

—Ya lo creo. El rey nos recomendó a un buen médico y las dos se están recuperando muy bien. Yo también estaba dispuesto a cumplir condena por mis crímenes, pero el rey me concedió el indulto.

—Es estupendo oír eso.

Y era estupendo, pensó mientras le sonreía. Lo decía en serio.

—Cuida bien de las dos, ¿está bien?

—Tú también cuida de tu familia —dijo él—. Aunque estoy seguro de que no necesitas que te lo diga.

—Claro que no —dijo Fie—. La familia es importante.

El hombre sonrió disculpándose.

—Siento haberle quitado tiempo. Debe de ir a ver la ceremonia de entrega de premios, ¿no? Pero se equivoca de camino. Es por ahí.

—Oh, oops —dijo ella. Parece que se había equivocado de camino—. Gracias.

—Cuídate —dijo—, ¡y nos vemos algún día!

—¡Cuídate tú también! Venga, Qurio, vamos a ver a papá guapo en su ceremonia.

Saludó al hombre y se puso en camino hacia el lugar donde la esperaba su marido.

♦ ♦ ♦

El propósito de esta ceremonia era honrar todo su duro trabajo y entrenamiento cuando juraron sus espadas al rey y a la patria, y conmemorar su ascensión a caballeros. Los escuderos se colaron en fila ante un mar de espectadores, uno de los cuales era, por supuesto, Fie.

—Es la reina —susurró alguien—. La reina está aquí.

Hacía más de un año que había dejado de ser la reina, pero el nombre aún se le pegaba. Esto se debía en parte a que Roy aún no se había vuelto a casar y en parte a que Fie había causado tanto revuelo al pasar de enemiga pública número uno a reina de la noche a la mañana. De hecho, lo había hecho bastante bien, hasta el punto de que algunos seguían siendo sus fans. Fie ignoró sus cuchicheos y tomó asiento junto al ex canciller.

—Me alegro de verte aquí —dijo.

—Mi agenda se ha abierto ahora que he dejado mi antiguo cargo —explicó—. Y estoy bastante familiarizado, podría decirse, con muchos de estos chicos.

Fie soltó una risita.

—Todos solíamos decir que te teníamos miedo.

Siempre estricto, incluso después de retirarse, Zorace seguía pasando por los dormitorios de manera periódica para controlar a los escuderos, hasta el punto de que empezaron a llamarle El Profesor.

—Me limito a dar buenos consejos cuando me parece que se está jugando demasiado —insistió.

Su aire de despreocupación hizo reír aún más a Fie.

—¡Ahí está el capitán! —gritó—. Debe de empezar pronto.

Roy apareció en su papel de rey ante los escuderos, que se arrodillaron de manera respetuosa. Fie, que sabía muy bien que los escuderos elevaban a arte la mediocridad, se quedó boquiabierta ante el nivel de coordinación que mostraban. Luego, cuando se le pasó la sorpresa, sonrió.

El canciller la miró y frunció el ceño.

—¿Estás resentida conmigo? —susurró.

Ella ladeó la cabeza, confundida.

—¿Por qué?

—Por lo que hice. Si te hubiera dejado en paz, habrías sido tú la que estaría en ese escenario.

Sus palabras sonaban con algo casi parecido al remordimiento. A medida que envejecía, empezaba a preguntarse más y más si debería haber dejado ciertas cosas en paz, no haberse entrometido en tantos asuntos.

Fie no le respondió durante unos instantes. Luego, con una nerviosa línea de sudor resbalando por su mejilla, dijo:

—¿Siendo sincera? Un poco, sí.

Por muy arrepentido que estuviera, las palabras golpearon a Zorace como un ladrillo.

—Un poco —dijo—. Ya veo.

No esperaba que ella no le guardara rencor, pero… no, maldita sea, había llegado el momento de ser sincero consigo mismo. Pensó que, conociéndola, se encogería de hombros y le diría que no se preocupara.

—Fue divertido ser escudera, claro. Y a veces sigo pensando en cómo habría sido si hubiera podido convertirme en caballero. Sin embargo…

Aquí Fie le dio un apretón a Qurio.

—Después de que ella naciera, empecé a darme cuenta de que tal vez el camino que elegí recorrer no es tan malo después de todo. Sí, es bastante genial.

Asintió con la cabeza, mirando al bebé que dormía en sus brazos.

—Y además —añadió—, me siento triste cuando miro atrás. Pero, también estoy muy contenta de que alguien me encontrara.

Zorace no sabía qué responder y guardó silencio. Todavía algo alterado por saber que ella estaba un poco enfadada con él, se dio cuenta de que hace años no le habría importado. Quizás se estaba ablandando con la edad. Y tal vez, pensó, esa blandura era lo que unía a la gente.

Como si se le acabara de ocurrir, Fie preguntó:

—Por cierto, ¿cómo supiste que era yo entonces?

Al principio, había supuesto que la había reconocido por un retrato, pero una vez que Fie lo investigó más tarde, se dio cuenta de que ningún retrato suyo había llegado a Orstoll. Siendo sincera, ni siquiera recordaba haberse sentado para uno. Encontró indicios de que alguien en su país había hecho un boceto de ella y lo había enviado a Orstoll, pero el boceto no se parecía en nada a Fie. Esto la había desconcertado, pero pasó a un segundo plano cuando estuvo ocupada con el trabajo de reina, la boda y su embarazo. Al final, se olvidó de todo.

El canciller miró a lo lejos y recordó:

—Hubo un acuerdo hace mucho tiempo, entre él y…

—¿Quién es él? ¿Él y quién? —preguntó Fie—. ¿De qué estás hablando?

Incapaz de sacar nada en claro, su expresión era un auténtico mar de signos de interrogación.

Pero Zorace se limitó a sonreír y se negó a decir nada más. Fie hizo pucheros y protestó, pero él permaneció impasible. Por fin, se dio por vencida. Si antes no estaba enfadada con él, pensó, ¡ahora sí que lo estoy! Pero ahora que lo pensaba, recordaba que otra persona le había hecho una pregunta parecida unos minutos antes.

♦ ♦ ♦

Antes de la ceremonia, los escuderos se apiñaban en una sala de espera.

—Ya casi es la hora de la ceremonia —dijo uno—. Vaya, estoy nervioso.

—Y que lo digas. ¿Y si meto la pata? —dijo otro.

De repente, una voz alegre llamó.

—¡Eh, chicos!

—Uf.

Uno de los escuderos gimió.

—Es Heath.

—No, es Su Majestad la Reina Fie.

—No, no, ella solía ser la reina. Ahora es Su Majestad Ex-Reina Fie. Espera, ¿Su Ex-Majestad la Reina Fie? ¡Su Majestad la Reina Ex-Fie!

Por mucho que los escuderos intentaron sacar provecho de sus conexiones con la familia real, su ejecución fue un poco deficiente.

—Vine a ver cómo están todos —explicó la intrusa entre ellos—. Además, quería que Queen viera al bebé.

—¡¿Fie?! —jadeó Queen. Había crecido un poco durante el último año, al menos en altura, pero por lo demás no había cambiado nada.

Cuando Fie lo vio, corrió hacia él con su hija en brazos.

—Mira, Qurio —le dijo—. Es papá.

Le pasó la niña a Queen con un “aquí tienes”. Él aceptó al bebé con torpeza, pero la levantó como si fuera la cosa más preciosa que existe.

Qurio gorjeó, mirándole con sus adorables ojos redondos.

—Oh, está contenta —dijo Fie—. En todo caso, creo que ella es la que está contenta.

No estaba haciendo ningún berrinche, así que al menos no parecía importarle que la tomaran en brazos.

—Lo siento —dijo Queen—. Quería verte antes, pero me entretuve.

Como futuro caballero, Queen tenía poco tiempo para ver a Fie; ella también estaba preocupada por su trabajo en la administración de su hacienda. Esto le ponía nervioso incluso para tomar en brazos a su propia hija, y por eso le había pedido a Fie que viniera a traérsela. Una vez que se convirtiera en caballero, prometió, podría ser destinado a algún lugar más cercano a su familia y pasar mucho más tiempo con ellas.

Fie soltó una risita.

—¿Por qué te disculpas?

No estaba ni remotamente preocupada por el mismo tema que preocupaba a Queen, así que de verdad parecía no saberlo.

—Eh, busquen una habitación, ustedes dos —llamó uno de los escuderos.

—Sí —se hizo eco otro—. No es justo para el resto de nosotros tener que verlos, tortolitos.

La metafórica luz de la victoria que desprendían sus amigos era demasiado cegadora. ¿Cómo se atrevían a salir, casarse y tener hijos mientras el resto de los escuderos no progresaba en su vida amorosa?

Fie parpadeó cuando los demás escuderos se marcharon, dejando a la pequeña familia sola en la habitación.

—Vaya, todos se fueron mientras hablábamos —dijo. Luego se animó y se volvió hacia Queen—. Ya casi es hora de la ceremonia. Menos mal que llegamos a tiempo, ¿eh?

—Sí.

Aunque se suponía que iba a ser un día feliz, Queen parecía algo inquieto.

—¿Estás nervioso? —preguntó Fie.

—No —respondió él—. Bueno, sí, lo estoy. Pero no es eso lo que me preocupa…

Había mucho más que mariposas pesando en el estómago de Queen. Miró a Fie y le preguntó:

—Fie, ¿te arrepientes de haberme elegido? —Titubeó por un momento y luego continuó—: Por aquel entonces, deseaba tanto estar contigo, pero solo pensaba en mí. Ahora me doy cuenta de que ni una sola vez pensé en lo que tú sentías. A veces me pregunto si esto es lo que de verdad quieres. —Volvió a hacer una pausa antes de decir—: No me sorprendería que me odiaras.

Por un momento, Fie pareció desconcertada. Luego se volvió exasperada y dijo:

—Es un poco tarde para preguntar, ¿no crees? Ahora estamos casados y tenemos una hija.

Él se puso pálido y tragó saliva.

—Aun así —añadió ella—, me alegro de que me lo preguntes.

—¿Eh?

—Llevo tiempo queriendo decirte algo, pero nunca he encontrado el momento adecuado para decírtelo.

Queen se preguntó qué podía ser. ¿Le odiaba? ¿Era infeliz en su matrimonio? Queen no había estado mucho por aquí después de la boda… bueno, tacha eso, no había estado por aquí la mayor parte del tiempo.

—¿Sabes, Queen? —empezó.

Queen esperó, con la respiración contenida, sus siguientes palabras.

Luego sonrió, lo miró y le dijo:

—Te quiero más que a nadie en todo el mundo.

La ceremonia comenzó con cada uno de los dormitorios enviando un representante para arrodillarse ante Roy y ofrecerle su espada. Los chicos del dormitorio norte eligieron a Gormus por su gran trabajo. Aunque Queen superaba a Gormus en habilidad con la espada, el liderazgo y las dotes de mando de Gormus eran de primera categoría. Fie aprobó esta elección. Gormus se arrodilló ante Roy y le pasó su espada, tras lo cual Roy se la colocó en el hombro y Gormus prestó juramento ante el rey.

La ceremonia transcurrió sin contratiempos, y el día prosiguió con su evento final: un torneo celebrado ante el rey. No se trataba de una competición por equipos, sino de un combate entre dos brillantes representantes de los nuevos caballeros, Queen y Persil. Era curioso, resultó ser el mismo enfrentamiento que en el duelo interdormitorios Este-Norte.

Fue una batalla maravillosa. Queen se movía con la velocidad del rayo, y Persil respondía a cada uno de sus golpes con una precisión mortal, cautivando a los espectadores.

A diferencia del combate anterior, en el que los vítores de Fie le ayudaron a conseguir la victoria a pesar de que Persil llevaba en principio la ventaja, Queen ganó este combate con superior habilidad.

Qurio volvió a despertarse y se quedó mirando el combate con atención (aunque era discutible si lo estaba viendo o no).

—Tu padre es increíble, ¿verdad? —le preguntó Fie.

Entonces, justo cuando la ceremonia mostraba signos de llegar a su fin, un aullido de “¡Me niego a aceptarlo!” se elevó desde las filas de los caballeros graduados. Ahí estaba Luca, gritando:

—¿De verdad pretenden dejar pasar una ocasión como ésta sin darme la oportunidad de mostrar mi magnífica habilidad con la espada? Les digo que es absurdo.

—Lo hecho, hecho está —suspiró Kerio—. No te eligieron como representante porque te vencí en los combates clasificatorios. Y luego Persil me ganó.

—¿Y cómo es que solo teníamos dos representantes? —replicó Luca—. ¡Creo que los espectadores encontrarían mi ilustre esgrima de lo más enriquecedora!

Los escuderos del dormitorio norte -ahora caballeros, más bien- gritaron todos a una:

—¡Déjalo ya, Luca!

Uno de los caballeros del dormitorio este, suspiró.

—Ah, bueno. Vamos, saquémoslo de aquí.

Los dos grupos de jóvenes se miraron, asintieron y se levantaron para sacar a Luca de la escena. Sin embargo, Luca protestó con energía.

—Vamos, Luca, colabora con nosotros.

Alguien gruñó.

—¡Suéltenme, mestizos! —aulló.

—¡Eh, vamos, ahora-ow! ¡Me pateó, este pequeño…!

Y en un santiamén estalló una pelea que puso fin a la majestuosa ceremonia con una reyerta sin cuartel. Heslow palideció ante el escándalo, pero Roy solo suspiró, se puso la máscara y fue a buscar a Crow.

—Vaya —dijo Crow—. Hacía siglos que no te veía llevar esa cosa. ¿Qué te pasa?

—Hubiera pensado que era obvio.

Crow sonrió.

El canciller también suspiró al ver cómo los caballeros destrozaban la ceremonia que tanto le había costado embellecer. Luego miró a su vecina y vio que una sonrisa se dibujaba en su rostro. Oh, no. Tenía un mal presentimiento.

—¿Puedes tomarla un momento? —le preguntó, y depositó con cuidado al bebé en su regazo. Luego saltó de su asiento y corrió hacia la pelea.

Los pocos caballeros que estaban a un lado palidecieron.

—¡Oh, no! ¡Es ella! —gritó uno de los caballeros.

—Oh genial, esto es lo último que necesitamos. —gimió otro.

—¡Whoo! —gritó Fie—. ¡Déjame unirme!

—¡Eh, Queen! ¡Saca a tu mujer de aquí! —berreó un caballero.

—¡Espera, Fie! —gritó Queen—. ¡Para!

Impertérrita, gritó:

—¡Hora del duelo! ¡Hora del duelo!

Agarró una espada de madera con mano experta y saltó a la refriega.

Aquellos días felices no habían terminado después de todo.


Sakuya
¡Qué bonito! Aunque me hubiera gustado ver a todos ya grandes y más a Queen x3

Una respuesta en “Voy a vivir mi segunda vida – Capítulo 34: Epílogo”

  1. Me alegra ver que al final sí que quiere a Queen, aunque me parece muy rápido que ya tengan una hija 😅.
    Me habría gustado que fii se hubiera podido convertir en caballera y crear un procedente para que más puedan hacerlo después, y después de un tiempo casarse y en unos años tener hijos, pero bueno es el autor el que decide. Pero personalmente me quedo con lo que hay en la novela web(porque si no me acuerdo mal Roy quería permitir que las mujeres entrarn también para ser escuderas) y dejaré esto como el final.

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