Voy a vivir mi segunda vida – Historia paralela: Siguiendo el rastro del hombre misterioso

Traducido por Army

Editado por Sakuya


Una mañana en la sala del comedor, uno de los escuderos corrió hacia la mesa de Fie y gritó:

—¡Lo vi! ¡Te lo juro que sí!

Fie y sus amigos, indiferentes ante el estallido, continuaron tomando sopa de patata con la cuchara.

—Pero ¿de verdad lo viste? —preguntó ella.

—¿Estás seguro de que no estás viendo cosas?

El chico que gritaba los miró con enojo ante su falta de reacción.

—¡Pensé que tú, de todas las personas, me creerías! —dijo con desdén—. ¡Son todos unos idiotas!

Fie dejó la cuchara y lo miró.

—Oye, eso es grosero. Deberías saber que obtuve la tercera calificación más alta en toda la clase en los exámenes finales. De todos modos, él es solo una leyenda urbana, ¿no? Eso significa que no es real.

—Ahí es donde te equivocas —insistió el chico—. Les juro que lo vi.

Queen, sentado al lado de Fie, estaba tan concentrado en su comida que se había perdido la conversación anterior.

—¿De quién están hablando? —preguntó. Inclinó su cabeza de forma perruna. Fie encogió los hombros.

—Bruce M’chouchouteman. —dijo—. Es solo una leyenda urbana. No le prestes atención.

El chico volvió a aullar.

—¡Te lo digo, lo vi!

Bruce Michouchouteman era una figura legendaria en Wienne. Las historias afirmaban que deambulaba por las calles de la ciudad por la noche, buscando peatones desprevenidos a quienes rociar con un chorro de un líquido misterioso.

Sus víctimas iban desde criminales hasta inocentes escolares. Nadie sabía si era una fuerza del bien o una fuerza del mal. Era el hombre misterioso, el tema recurrente de innumerables historias en la popular revista para chicos, Nu: ¡Créelo o no! Él era… Bruce M’chochouteman.

Después del desayuno, los chicos se dirigieron a la sala de recreación, donde Fie intentó explicar el fenómeno a Queen con la ayuda de una revista que le prestó Slad..

Queen escuchó sin comprender y luego dijo: —Ahora que lo mencionas, me suena.

Bueno, por supuesto que sí. Bruce M’chouchouteman era un tema constante de conversación para los chicos.

Fie se preguntaba cómo diablos Queen había logrado evitar escuchar hablar de él hasta el momento. El rostro de Queen no era muy expresivo, y se veía bastante guapo con una mirada, pero ella sabía muy bien que la mitad del tiempo él estaba en su pequeño mundo. ¿Qué lo hizo perder el espacio de esa manera? Ella aprovechó esta oportunidad para examinarlo. Él la miró sin comprender por unos momentos antes de que sus mejillas se tornaran de un carmesí brillante, tímido.

Remie notó que Queen sudaba mucho y se apresuró a intervenir.

—Prefieres las historias de caballeros, ¿verdad? No creo que sea un gran fan de las leyendas urbanas, y si no está interesado, entonces tiene sentido que olvide que alguna vez lo escuchó.

Tranquilamente, Fie asintió.

—Tienes razón.

—Entonces, ¿qué sigue? ¿Vamos a ir a buscarlo también? —Slad exclamó.

La trilogía de respuestas mediocres fue la siguiente:

—Apuesto a que sus ojos solo le estaban jugando una mala pasada —Fie.

—Tenemos tarea… —Gees.

—Hablar de eso es una pérdida de tiempo —Gormus.

Queen miró a los demás y agregó: —Si Heath no va, entonces no voy.

Siendo parte de la minoría, Slad gimió, con los hombros caídos. Rémi trató de consolarlo: —Está bien. Te ayudaré con tu tarea.

—¡No quiero hacer mi tarea!

Eso terminó el misterio, pensó Fie. Solo fue otra procrastinación técnica de Slad. Los rumores de Bruce M’chouchouteman se apagaran de cualquier manera.

Y todavía…

♦ ♦ ♦

Dos muchachos irrumpieron en el comedor a la hora del desayuno y uno de ellos gritó: —¡Yo también lo vi!

—¡Es cierto! —gritó su compañero—. ¡Tienes que creernos!

Naturalmente, ninguno de los chicos era el de ayer, pero el chico de ayer se puso de pie y gritó: —¡¿Ves?! ¡Te dije que es real!

Sospechando, otro escudero les preguntó: —Oigan, ¿están tratando de tomarnos el pelo? Eso es una infracción de las Reglas y Prohibiciones de los escuderos, hecho y respaldado por los escuderos, y para nuestro propio bien de los escuderos, artículo 38: “Las bromas están prohibidas” y el artículo 4: “Hacernos ilusiones con promesas de aventura está prohibido”.

—Dado que estamos en el tema, —intervino Fie con una sonrisa—, el Artículo 4 se hizo a causa de mí.

—Deja de presumir —dijo Gormus.

El dormitorio norte no era más que una colección de niños problemáticos, pero en un esfuerzo por disuadirse de incomodarse unos a otros, los niños habían creado una serie de artículos para gobernarse a sí mismos. (Por cierto, el ímpetu de este fue el comportamiento de Fie).

—¿Por qué nadie me cree? —El primer niño maldijo.

—¿Sigues hablando de eso? —dijo uno de los otros escuderos—. Vamos, muchachos, saquémoslo de aquí.

—¡Está bien! —dijeron sus amigos.

Dos de los escuderos agarraron al creyente de Bruce por los brazos y lo sostuvieron.

—Deja de intentar engañarnos, —dijo uno de los retenedores—. Claro, todos tuvimos un montón de diversión preguntándonos si las leyendas eran ciertas cuando todos aún éramos niños. Pero hemos sido escuderos durante diez meses. Eso significa que somos prácticamente adultos. Todos sabemos que las leyendas urbanas no son ciertas; Claro, son divertidas a su manera, pero es hora de que mostremos algo de madurez. ¡Es por eso que tú, no deberías intentar engañarnos! Ahora, es el castigo de la arena para ti.

—¡No! ¡Eso no es justo! —suplicó el niño.

El castigo de arena fue un castigo bastante grave. Implicaba ser atado con cuerdas y dejado para tumbarse en los campos de entrenamiento, y si alguien se quejaba de que el castigo no era justo, serían arrastrados por la arena sucia. El otoño era la mejor época del año para que las grandes ráfagas de viento azotaran la arena en la cara de todos, por lo tanto, los castigados como los castigadores estaban expuestos a empolvarse.

Fie los vio irse, perpleja.

—No entiendo por qué se apegaría a sus argumentos así, al punto donde se cubriría de arena, —dijo.

Estaba claro para ella, que cualquiera que fuera tan persistente sobre esto, recibiría al menos alguna forma de castigo: Como bien sabía, acababa de causar sus propios problemas.

—¿Quién sabe? —dijo Gormus, encogiéndose de hombros.

Hasta ahora, Fie y los demás pensaban que todo esto era solo una broma o algún tipo de malentendido. Pero ¿fueron sinceras esas afirmaciones de ver a Bruce M’chouchouteman?

♦ ♦ ♦

Los escuderos pensaron que el castigo haría que los rumores finalmente se calmaran, pero en los días siguientes, los avistamientos reportados siguieron apareciendo uno después de otro.

Después de un mes completo, más de la mitad del dormitorio había sufrido el castigo de arena, que comenzó a presentar un problema para aquellos involucrados en llevar fuera dicho castigo.

—A este ritmo, estamos condenados. —El líder de los castigadores gimió a Fie y sus amigos. Los había invitado a su oficina (con lo que se refería a una mesa de almuerzo en el comedor)—. Es probable que haya una revolución en cualquier momento.

—Me suena como un abuso de poder. —señaló Fie.

—¡Silencio! —dijo—. Eres tan culpable como ellos porque nunca te detienes en tus desvaríos. ¡Si esto sigue así, aquí en el SMSWDBIUL (Algunos Escuderos maduros que no creen en leyendas urbanas) sabemos que nuestro día de derrota está cerca!

Por alguna razón desconocida, un grupo de niños se sentó en el suelo en una esquina del comedor mientras comían sus almuerzos. Banderas colgadas sobre ellos que decían:

“¡Abajo el abuso de autoridad!” y “¡Cómo te atreves a ser un no creyente!”

Fie se dio cuenta de que iban a una huelga de sillas.

Al ver esto, los escuderos neutrales a ambos lados hicieron una demostración de proclamar su lástima en tonos elevados.

—¡Oh! —gritó uno—. ¡Pobres almas!

—Esto, —dijo otro—, ¡es verdadera opresión! Tienen nuestro apoyo, valientes héroes.

El niño, que había llamado a la pandilla de Fie en busca de ayuda, los miró y tembló.

—¡No han estado haciendo nada más que criticarme desde el primer día! —se quejó. —¡Oh, las masas egoístas, solo pensando en sí mismas! Estamos condenados. —gimió—. La situación es realmente grave. ¡Oh, qué terrible!

Sin embargo, mientras que el niño pensaba que Fie y los demás empatizaban con su terrible situación, Fie tenía sus propias razones para venir a “ayudar”, a saber, que estaba interesada en hacer una propuesta de negocios.

El niño estaba claramente en profunda angustia, y si había una regla general que Fie había aprendido de todo su tiempo como Escudero, era que estar en problemas hacía buenas oportunidades.

—Si terminas muriendo en la revolución, haré una lápida para ti. —ofreció—. Si quieres una lápida de madera, te la daré por el precio razonable del veinte por ciento de descuento. Pero si insistes en tener una de piedra, requerirá mucho más trabajo de mi parte. Ooh, esto es cortar mi propia garganta, pero ¡te lo daré con un tres por ciento de descuento!

Aprovechando su destreza natural, Fie había empezado a tomar el trabajo de construcción de los muchachos, con el fin de contrarrestar el drenaje de sus fondos que sus hábitos de merienda le causaban. Ella tenía los fundamentos de la carpintería y, cuando era necesario, también sabía trabajar la piedra. También tenía un negocio bastante próspero haciendo retratos, gracias a su habilidad para dibujar fotos de criminales. Para esta Garuge le prestó el taller y las herramientas adecuadas.

—¡No quiero eso! —gritó el chico—. ¡Además, eso es un timo! ¿Es eso lo que llamas descuento?

—Entonces, ¿para qué me has hecho venir? —Hizo un mohín ante el rechazo de su amabilidad (y la oportunidad de negocio pérdida).

—¡Para un fabricante de lápidas no, eso seguro!

—¿Entonces para qué? —quiso saber el fabricante de lápidas.

—Ustedes son mis amigos, ¿verdad?

—Hmm. —No exactamente, pensó Fie, pero desde luego el chico parecía pensarlo.

Por cierto, Fie ya había sido abordado por el anti-SMSWBIUL con un pacto de no agresión que decía: —Por favor, todo el mundo (y por todo el mundo, nos referimos principalmente a ti, Heath), no te metas en esto y no te molestaremos. y respondió: —Claro, ¿por qué no? Eso significaba que cuando llegara la revolución, sólo él sería denunciado, pero ¿había necesidad de decírselo? No exactamente. Así que no lo hizo.

—Quiero que hagas algo por mí —dijo el chico—. Quiero que averigües la verdad por mí. No hay ningún Bruce M’chouchouteman, e incluso si lo hubiera, puramente por el bien del argumento, entonces debe ser alguien o algo más siendo confundido con Bruce M’chouchouteman. Quiero que los encuentres y averigües quiénes son realmente.

—Hmm —dijo Fie.

Creía que no había nada malo en dejar que las cosas siguieran su curso, pero admitió que tenía curiosidad por saber por qué los rumores aún no se habían extinguido.

—Si me ayudas, te daré diez cupones para una comida gratis en Bello Bello, un restaurante de pasta con grandes porciones.

—¡Lo que sea por ayudar a un amigo!

A la luz de sus apasionados sentimientos de amistad y camaradería, ¿quién era Fie para decir que no?

Remie, callado hasta el momento, irrumpió de repente con: —Espera, espera. Si queremos encontrarle, eso significa que tenemos que poder ir a la ciudad cuando caiga la noche.

Sintiendo simpatía por el inminente castigo del chico, pero presenciando cómo su conversación con Heath (Fie) tomaba este giro inesperado, sintió la necesidad de intervenir y ponerle fin.

Salir del castillo por la noche no estaba expresamente prohibido; sin embargo, los guardias en la puerta siempre rechazaban a los escuderos cuando lo intentaban, lo que hacía que las excursiones nocturnas estuvieran fuera de los límites en términos prácticos. Podrían salir si tuvieran a un caballero mayor con ellos, pero no había otra forma de burlar la mirada vigilante de los guardias. El problema con esa idea, sin embargo, era que Heslow se enojaría mucho si se enteraba.

Sin embargo, Fie ya había previsto este nivel de oposición y guardó los cupones en su bolsillo. Dijo:

—¿Abandonarías a tu amigo en su momento de necesidad, Remie? ¡No podemos abandonarlo! ¡Somos su única esperanza!

El chico, al que había intentado vender una lápida, puso una expresión lastimosa.

—¡Es verdad! —lloró—. Por favor, ¡ayúdenme!

Remie suspiró. Como el más compasivo del grupo, esta estrategia funcionaba maravillosamente con él. Se encorvó hacia adelante y suspiró.

—Está bien, si insistes.

Y con eso, no hubo más opiniones discordantes. Fie y sus amigos se prepararon para infiltrarse en la ciudad por la noche.

♦ ♦ ♦

Una semana después, la pandilla se reunió en el jardín del palacio para comenzar su búsqueda de Bruce M’chouchouteman.

—Espera, ¿por qué también estoy aquí? —se quejó Gormus, con los brazos cruzados sobre el pecho.

Había estado ausente durante el incidente anterior, ya que estaba ocupado trabajando para los caballeros.

—No empieces a quejarte por eso ahora —le dijo Fie—. Cuando llegue el momento de hacer también tu lápida, te daré un descuento del cuatro por ciento.

—No lo quiero.

Fie hizo un puchero ante otro intento fallido de venta.

—De todos modos, ¿no estás interesado después de todos estos avistamientos de Bruce M’chouchouteman?

—Supongo —admitió.

Al principio, pensó que era la habitual tontería y broma típica de los escuderos. Sin embargo, ahora había demasiadas personas afirmando haberlo visto como para que eso fuera cierto. Claro, era posible que todo esto fuera una gran broma en la que todos habían acordado secretamente participar, al estilo frívolo típico de los escuderos, pero no había forma de que todos los chicos hubieran guardado silencio sobre un secreto tan grande durante tanto tiempo.

Además, nadie era capaz de idear una idea tan enrevesada, excepto el aspirante a fabricante de lápidas que estaba en medio de ellos. Incluso Gormus tenía que admitir que aquí había algo raro:

—Y con eso —dijo Fie—, ¡pongamos en marcha esta expedición!

La formación de la expedición consistía en Fie, llena de emoción; Queen, solo acompañando el viaje; Gormus, arrastrado a esto solo momentos antes; Remie, bastante nervioso; Slad, disfrutando al máximo; y Gees, tan tranquilo como siempre.

—Puedes decir eso, todo lo que quieras, pero ¿cómo se supone que debemos salir al exterior? —preguntó Gees.

Como se mencionó anteriormente, tenían prácticamente prohibido salir al pueblo por la noche. Servir como vigilantes les habría dado la oportunidad de escapar, pero los caballeros mayores que estaban con ellos nunca permitirían esa tontería. Después de todo, aquí vivía el rey. La seguridad podía ser relativamente laxa, el rey Roy una vez afirmó que se encargaría él mismo de cualquier asesino, pero eso no era excusa para eludir el deber.

Fie se rio.

—Solo observa. Las defensas exteriores pueden ser fuertes, pero es hora de un toque desde adentro.

Pero, después de unos minutos de estar parada ahí, cruzó los brazos y murmuró:

—Pero ¿es eso cierto? Esto podría no funcionar realmente…

Desde donde estaba podía ver todo el camino hasta la puerta trasera más alejada, donde un par de soldados se encontraban en guardia. Parecían serios e, incluso para alguien con un “toque interno”, sería imposible engañarlos. Preocupado, Remie se volvió para fruncir el ceño a Fie, cuando…

—¡Ey, chico! —gritó un viejo caballero canoso. Se acercó a los escuderos y se reveló como Garuge. Los demás lo conocían aunque no fuera del grupo de Fie. Si bien puede que no haya combatido con frecuencia en batalla, su principal función era fabricar y mantener el equipo de los caballeros. Era el herrero más famoso de todo el reino, y los caballeros mayores les decían a los chicos que blandir una espada de Garuge era un signo de verdadera habilidad como caballero. Naturalmente, Gormus y todos los otros escuderos lo idolatraban.

Garuge se acercó al “chico” y le entregó una hoja de papel.

Fie saltó de alegría.

—¡¿Es esto, Garuge?! —exclamó.

—Sí, compruébalo tú mismo —se jactó Garuge—. No podría ser mejor.

—¡Yay! ¡Es maravilloso! ¡Ahora podremos salir con seguridad!

Los ojos de Slad se abrieron y preguntó.

—Oh, ¿qué es eso?

—Problemas —dijo Gormus, cruzando los brazos—, sin lugar a dudas.

Los demás también parecían preocupados. Fie y Garuge se voltearon hacia el grupo con sonrisas triunfantes y les mostraron el papel.

—¡Ta-dá! —exclamó Fie—. ¡Un permiso falso para salir de los terrenos del palacio!

Garuge se rio maliciosamente.

—No se ve ni un poco diferente a uno real. Y debes creerme que llevó mucho trabajo hacer esto. Primero tuve que hacer el papel y luego tuve que usar la misma tinta y falsificar la escritura correcta. Puse todo mi corazón y alma en esta obra maestra. ¡Ahora ustedes chicos son libres de ir a donde quieran!

—Un permiso falso… —murmuró Slad.

—¿Realmente es una falsificación si viene de uno de los caballeros…? —se preguntó Gees.

Aparentemente, ese “toque interno” se aplicaba menos al castillo y más a la caballería en sí misma. Con el permiso de Garuge en mano, Fie marchó hacia las puertas y se lo presentó a los guardias de turno.

Los guardias lo tomaron y lo examinaron detenidamente. Uno de ellos preguntó: —¿Están seguros de que ustedes chicos pueden salir solos?

Como los chicos temían, un par de adolescentes corriendo por la noche sin supervisión seguramente levantaría algunas sospechas.

—Claro —dijo Fie—. El señor Crow nos pidió que le hiciéramos un favor, y tenemos que hacerlo esta noche.

Sus ojos no mostraban ni un indicio de engaño, como si cada palabra que salía de su boca no fuera, de hecho, un montón de mentiras descaradas. De hecho, más temprano esa misma noche, Fie había sorprendido al señor Crow en medio de un desliz amoroso, así que no sentía ni una pizca de culpa por inventar mentiras sobre él.

—E-entiendo —dijo el guardia, intimidado por su aparente sinceridad—. Bueno, tengan cuidado entonces.

Los dejó pasar y los observó salir. ¡Lo lograron!

—¡Hurra! —susurró Fie emocionada.

—¿Estás seguro de que esto está bien? —murmuró Queen.

—Ya es demasiado tarde para volver atrás —refunfuñó Gormus.

Susurrando todo el tiempo, los escuderos se dirigieron hacia la ciudad.

♦ ♦ ♦

—¿Qué tal si nos dirigimos a la parte de la ciudad donde todos han estado avistando a Bruce M’chouchouteman? —sugirió Fie.

Ella había estado recopilando los testimonios de los escuderos durante la última semana y descubrió que la mayoría de estos avistamientos habían ocurrido en el rincón suroeste de la ciudad, un lugar al que ella y sus amigos nunca habían ido durante su turno de guardia. Este sector de la ciudad estaba en plena expansión, ya que los comerciantes locales, enriquecidos por el auge económico del reinado del rey Roy, utilizaban sus ganancias para construir nuevas casas ahí en gran número.

El aumento de población debería haber llevado a un aumento proporcional de la delincuencia, pero ésta era prácticamente inexistente en este barrio acomodado.

Fie y sus amigos se dirigieron hacia dicho vecindario mientras las estrellas brillaban en el cielo nocturno. En una noche normal, la pandilla de Fie probablemente estaría dormida a esta hora, pero la ciudad seguía despierta con la brillante luz de las lámparas y los adultos paseando alegremente. Varios de estos adultos fruncieron el ceño al ver a los escuderos, confundiéndolos con niños comunes, antes de reconocer sus uniformes y seguir su alegre camino.

Las comisuras de la boca de Slad se curvaron en una sonrisa mientras se adentraba en una sombra entre las luces de las lámparas.

—Hay algo emocionante en caminar solo por la noche, ¿no creen? —dijo.

Claro, los escuderos habían realizado patrullas nocturnas antes, pero siempre con un caballero mayor presente. Pasear por la ciudad por su cuenta era una experiencia completamente diferente.

—N-No digas eso—dijo Remie, él también empezaba a sonreír—. Recuerda que estamos aquí por negocios.

Fie notó un bar elegante y de alta categoría y se pegó a la ventana, maravillada por toda la comida y bebida deliciosa que aún no había tenido la oportunidad de probar.

—Oye, Queen —llamó—. ¿ves esa bebida azul de ahí? ¿Crees que es alcohol? Me pregunto si sabe bien.

—¿Cómo se supone que lo sepa? —respondió Queen.

Gormus la despegó de la ventana y dijo:

—Estaríamos en problemas si uno de los caballeros nos encuentra aquí. Sigamos adelante.

Gracias a Gormus, el canto de sirena de la noche no logró atrapar a los escuderos, quienes se enderezaron y continuaron su camino. Estuvieron a punto de casi se toparse con vigilantes en su camino por la ciudad, pero la habilidad de espionaje de Fie le permitió detectar a los guardias antes de que la descubrieran, y ella condujo a sus amigos a los callejones para esperar escondidos hasta que el camino estuviera despejado. Durante esos momentos, Fie se apretó contra Queen, lo cual aumentó peligrosamente su ritmo cardíaco, pero en cualquier caso, todos llegaron a su destino en una sola pieza.

Un escalofrío recorrió la espalda de los escuderos al pisar el vecindario. A excepción de algunas solitarias farolas de gas que evitaban la oscuridad total, esta zona distaba mucho de las calles brillantes y bulliciosas más al centro de la ciudad. De hecho, se sentía tan desierta y silenciosa como una tumba, pero (y esto podría parecer un oxímoron, pero no había una forma más adecuada de describirlo) Fie notó que varias personas los observaban.

Fie observó más detenidamente a las personas que los observaban, y su boca se abrió de par en par por la sorpresa. ¡Eran todos adolescentes y niños! Algunos parecían tener su misma edad, pero otros eran unos años mayores o más jóvenes. La mayoría jugaba en grupos. En el centro de la ciudad, cada transeúnte era un adulto, pero aquí solo niños deambulaban.

Un adolescente con el ceño fruncido se acercó a la pandilla de Fie mientras ellos permanecían ahí, con la boca abierta, y dijo:

—Oye, ¿qué creen que están haciendo? No son de por aquí.

Un grupo de chicos se acurrucaba detrás de él; Fie supuso que él era el líder de esa pequeña pandilla. Aunque metió las manos en los bolsillos y la miró con cara de matón, notó que su ropa estaba bien confeccionada y sus accesorios, aunque toscamente colocados, eran de alta calidad. Siguió mirándolos fijamente hasta que se percató de sus uniformes, momento en el que balbuceó:

—¡Vaya! ¿Son escuderos?

—¿Qué hacen aquí tan tarde en la noche? —Fie preguntó. Pensó que era una pregunta sencilla, pero los chicos parecían vacilantes, sin estar seguros de si huir o no. Finalmente, decidieron que huir de alguien tan pequeño como Fie sería un insulto a su orgullo y optaron por mantenerse firmes.

—Nos estamos relajando —dijo.

—¿Eh?

—En casa, siempre es practiquemos esto, estudiemos aquello. La noche es el único momento en que podemos escaparnos y divertirnos un poco para nosotros mismos. ¿Tienes algún problema con eso?

Ciertamente tenía sentido. No era difícil imaginar sentirse atrapado por nacer en una vida tan restringida, aunque cómoda, como esta.

Sin embargo, Fie se sorprendió.

—Es peligroso estar aquí afuera por la noche.

—Metete en tus asuntos —le dijo el chico—. Además, ninguno de ustedes tiene autoridad para hablar. ¿No se están escapando del deber de guardia o algo así?

Tenía razón. Fie lo admitió. Bueno, no tenía sentido seguir advirtiéndole. Suspiró y decidió cortar la conversación.

—Haz lo que quieras —dijo—. Solo ten cuidado

Agitó la mano y se dio la vuelta para alejarse, sin estar dispuesta a seguir adelante con aquello.

El chico se regodeó, mientras los otros chicos lo miraban con admiración y luego lo rodeaban, vitoreando, como si fuera un gran héroe por haber vencido a Fie en esta batalla de palabras.

Tenía sentido, pensó Fie. Los niños serían niños.

Slad, tan niño como el resto de ellos, preguntó:

—Heath, ¿realmente vas a dejarles ganar?

Ella le lanzó una mirada despreciativa que inmediatamente frenó su emoción.

—No están en peligro —señaló—, entonces, ¿cuál es el punto?

De todos los lugares para pasar la noche, este era un área segura. Entonces, ¿a quién le importaba?

♦ ♦ ♦

Mientras Fie y sus amigos caminaban por el vecindario, encontraron grupos similares de adolescentes merodeando en cada esquina, todos hijos de comerciantes adoptando la moda de la delincuencia. Los adolescentes los miraban con desprecio mientras pasaban, como si Fie y su grupo fueran intrusos en su territorio. Sin embargo, cuando los adolescentes veían los uniformes de los escuderos y se daban cuenta de que eran aprendices de los mismos caballeros a los que tenían cuidado de evitar, se escondían o los observaban desde la distancia.

—Es sorprendente que no les hayan robado considerando cuánto dinero y objetos de valor llevan consigo —señaló Fie.

Desde el punto de vista de la seguridad, estos adolescentes eran blancos fáciles.

—Las partes más pobres de la ciudad están demasiado lejos —señaló Gees—. Creo que esa es la razón por la que los comerciantes eligieron vivir aquí en primer lugar.

Si bien la asistencia gubernamental estaba sacando gradualmente a los vecindarios de clase baja de la pobreza, seguía siendo un hecho que muchas personas no podían dejar atrás el crimen como forma de ganarse la vida. En esos lugares, era mucho más peligroso caminar por la noche.

—Hay niños por todas partes —comentó Slad—. Si Bruce M’chouchoutemnan apareciera en una noche como esta, pronto toda la ciudad se enteraría de él.

—Pero no podemos permitir que los adultos se enteren de esto —dijo Fie—. Los escuderos ya están divididos por esto.

Entre los escuderos, ella desconfiaba especialmente de los adultos y de cómo manejaban las situaciones complicadas.

De repente, la voz de un hombre adulto interrumpió su conversación.

—¿Qué están haciendo aquí tan tarde en la noche?

Fie se sobresaltó. Estaban teniendo cuidado de vigilar tanto a Bruce M’chouchouteman como a cualquier vigilante que rondara (de hecho, acababan de esquivar a un grupo de caballeros en patrulla hace unos minutos), pero de alguna manera no se habían dado cuenta de que alguien se acercaba sigilosamente por detrás. Fie giró rápidamente y vio a un hombre parado ahí con la armadura ligera de un soldado. Mientras los caballeros se encargaban típicamente de las patrullas y casos importantes como la captura de pandillas de criminales, muchos soldados también estaban estacionados por la ciudad para ocuparse de delitos menores y otros incidentes.

—Oh, demonios, ¡es Marth! —exclamó uno de los adolescentes cercanos—. ¡Corran!

Los adolescentes se dispersaron.

Marth suspiró mientras los veía huir, luego se volvió hacia Fie y los demás. Tenía una apariencia muy seria, con cada cabello negro en su lugar y sus cejas perfectamente rectas visibles incluso en la oscuridad.

—Espera un momento. Conozco esos uniformes. ¿Son escuderos?

—Sí, lo somos —dijo Fie—. Eh, ¿puedo preguntar quién eres?

—Soy Basseld Marth, capitán del Cuerpo de Seguridad Pública de Wienne.

—¿Qué es el Cuerpo de Seguridad Pública de Wienne? —quería saber Fie—. Recientemente, hemos visto un aumento en jóvenes que se dedican a la delincuencia y terminan formando pandillas y organizaciones criminales. El rey organizó este cuerpo para ocuparse del asunto y reportar directamente a él.

Los miró con escepticismo.

—Pero es extraño. Pensé que los escuderos en patrulla nocturna debían ir acompañados por un caballero en todo momento. ¿Dónde está su tutor?

Fie no quería ser descubierta en primer lugar, pero ahora que los habían visto, no tenía más opción que adaptarse a la situación. Pero, está bien, se dijo a sí misma. Usaría el mismo truco que intentó con los guardias de la puerta.

—Estamos en una misión especial para los caballeros —explicó.

—¿Qué tipo de misión? —preguntó él.

—No se nos permite hablar al respecto.

—Interesante. ¿Y quién les dio esta misión?

Sudando por el intenso nivel de interrogación, Fie trató de responder lo más calmadamente posible.

—Sir Crow.

Eso dejó a Marth momentáneamente en silencio.

—Qué extraño —dijo—. Podría jurar que vi a Sir Crow en una taberna cercana esta noche. Vengan conmigo. Descubramos si es cierto o no.

¡Oh no! ¡Marth es uno de los amigos de Sir Crow! 

Con el rostro pálido de ansiedad, Slad susurró a Fie—: ¿Qué debemos hacer?

—¡Corran! —gritó ella.

Si querían encontrar a Bruce M’chouchouteman, ¡no podían ser atrapados aquí! Si revelaban la verdad de la leyenda urbana, pronto todos en la ciudad conocerían sus nombres. Probablemente, incluso serían mencionados en la popular revista Nu: ¡Creanlo o No!, y entonces, Fie sabría que habrían triunfado.

Fie y sus amigos se pusieron en marcha.

—¡Maldición! —juró Slad—. ¿Por qué siempre llegamos a esto?

Gormus hizo una mueca.

—¿Qué hacemos ahora? Nos está siguiendo. ¡Y es rápido!

Aunque los habían tomado por sorpresa, Marth mantuvo el ritmo. Ahora estaba a solo unos cinco metros detrás y la diferencia se reducía segundo a segundo.

—¡Deténganse ahí! —gritó.

—¿Qué hacemos, Heath? —gritó Slad—. ¡A este ritmo, nos atrapará!

Fie hizo una mueca.

—Supongo que ha llegado a esto. —Luego se volteó para mirar a Queen corriendo a su lado—. ¡Queen!

—¿Eh? ¿Qu-Qué, Heath? —preguntó él, emocionado de que ella se hubiera vuelto hacia él para pedir ayuda.

Ella extendió la palma de su mano hacia él.

—Siéntate. Quédate.

Automáticamente, Queen se detuvo mientras el resto de sus amigos, aún corriendo, se alejaban de él.

 —¿Eh? —dijo.

¿Por qué lo hizo detenerse? Luego de repente lo entendió.

¡Era el cebo!

Abrió la boca de par en par mientras Marth se acercaba.

—Está bien, saquemos algunas respuestas de ti —dijo Marth.

Luego Fie le gritó:

—¡Si alguien puede escapar de él ahora, eres tú! ¡Buena suerte, Queen!

—¡¿Qué?! —gritó él, pero Fie ya había desaparecido de la vista.

De vuelta con los demás, Fie explicó racionalmente: —Soy el más lento del grupo, así que la velocidad de Queen se desperdicia si intenta seguirme. La movida más inteligente fue abandonarlo y huir.

Gormus empezó a sudar frío y murmuró:

—¿Ni siquiera consideraste sacrificarte primero? Eres un monstruo.

Habían escapado de Marth, pero desafortunadamente también habían perdido a Queen en el proceso.

Además, en este juego de persecución, habían vuelto al inicio del vecindario. Decidieron continuar intentando recopilar información sobre Bruce M’chouchouteman cuando escucharon un grito de un chico.

—¿Qué fue eso? —exclamó Fie.

—¡Vamos a comprobarlo!

Corrieron hacia la fuente del ruido, pero cuando llegaron y vieron lo que estaba posado en el techo de una casa, el grupo soltó un grito ahogado colectivo. Ahí, sobresaliendo a la luz de la luna, estaba un hombre vestido con un sombrero de copa, capa negra y máscara azul. Sostenía un dispositivo de bomba y pulverización en ambas manos.

—¡E-Es Bruce M’chouchouteman! —exclamó la pandilla.

Era la viva imagen del hombre de las leyendas urbanas. Cuando vio a Fie y a sus amigos, escapó con un revoloteo de su capa.

—No puede ser… —susurró Slad.

—No puedo creer que sea real… —dijo Fie.

Atónitos, el grupo no pudo hacer más que observar a Bruce M’chouchouteman huir. Luego escucharon otro grito y de repente recordaron lo qué los había llevado ahí. Fie se acercó al niño llorando y lo encontró en el suelo, sosteniendo su rostro entre las manos como si tuviera algo en el ojo.

Remie se acercó corriendo, preocupado.

—¿Estás bien? —preguntó.

Mientras Fie se acercaba más, percibió un olor cítrico. Limpió un poco del líquido de sus mejillas y lo olió nuevamente.

—Creo que esto es jugo de limón —dijo.

—¿Bruce M’chouchouteman lo roció con jugo de limón? —exclamó Slad.

—No importa eso. Necesita lavarse los ojos. Esto puede ser aterrador, pero mantén los ojos abiertos, ¿de acuerdo? —Remie abrió su cantimplora y vertió agua sobre el rostro del niño.

Ahora que Fie lo miraba mejor, se dio cuenta de que era el niño que había intentado pelear con ellos cuando ingresaron al vecindario. Abrió los ojos de nuevo y comenzó a agradecerles por su ayuda, pero luego jadeó y buscó algo alrededor de su cuello.

—¡No! —exclamó— ¡No está!

Fie también se había dado cuenta. El collar que el niño llevaba puesto había desaparecido.

—¿Puedes contarnos qué sucedió? —preguntó ella.

—Estábamos juntos, y luego este tipo extraño con un sombrero de copa apareció de la nada. Me roció con algún tipo de líquido, y luego, mientras todos estaban en pánico, me tiró al suelo… ¿Qué debo hacer? Voy a tener problemas cuando mi papá descubra que perdí el collar que me dijo que no llevara afuera.

El niño comenzó a sollozar mientras Fie y sus amigos intercambiaban miradas preocupadas.

—¿Crees que Bruce M’chouchouteman es un ladrón? —dijo Fie.

—No puede ser —argumentó Slad—. Nunca haría algo así. Es un buen tipo, un héroe que asusta a las parejas por el bien de fracasos amorosos como yo

(¿Y eso supuestamente lo hace un héroe?)

—De todos modos —dijo Remie, dando su opinión—. Deberíamos ayudar a este niño a sentirse mejor.

Los escuderos estaban divididos en cuanto a su próximo curso de acción, pero justo en ese momento escucharon a Marth gritar nuevamente.

—¡Ahí están! ¡Deténganse todos ustedes! El niño se escapó, ¡así que voy a interrogar al resto de ustedes!

—¡Maldición, ahí viene! ¡Corran!

Afortunadamente, parecía que Queen se había escapado, pero Fie tenía que moverse rápidamente si quería hacer lo mismo. De alguna manera, ella y los demás lograron encontrarse con Queen, pero en ese momento era demasiado tarde para seguir investigando, y los escuderos no tuvieron más opción que regresar al castillo.

♦ ♦ ♦

Cuando regresaron al dormitorio, encontraron una revolución en marcha.

—¡Revolución! ¡Revolución! —coreaban los chicos—. ¡Es hora de que el oficial de castigo encuentre su destino!

Fie encontró a los otros escuderos intentando derribar la puerta de la habitación del chico que había puesto a Fie en la investigación. El papel de oficial de castigo debía cambiar cada mes, pero parecía que el mandato actual del oficial estaba a punto de ser interrumpido gracias a la revolución que surgía como consecuencia de su tiranía. Los días de la facción SMSWDBIUL, estaban llegando a su fin debido a los castigos severos impuestos a todos aquellos que se atrevían a hablar de Bruce M’chouchouteman.

—¡Maldición! —juró el oficial—. ¡La barricada no resistirá mucho más! ¿Cuándo vendrá Heath? Sé que él me rescatará de este lío.

Mientras tanto, Fie y sus amigos se movían sigilosamente alrededor de la revolución en curso y se agrupaban en la habitación de Queen. Con los brazos cruzados sobre el pecho, Fie dijo:

—Es difícil creer que Bruce M’chouchouteman sea un villano.

—Aún es demasiado pronto para afirmarlo con certeza —dijo Slad—. Es cierto, tal vez roció al niño con jugo de limón, pero alguien más podría haber robado el collar.

—Slad, eso no tiene sentido.

Slad anhelaba creer fervientemente en la inocencia del hombre misterioso, pero nadie más en su pequeño grupo estaba dispuesto a subirse a ese mismo tren.

Aun así, era difícil creer que Bruce M’chouchouteman fuera un ladrón. Incluso cuando no era más que una leyenda urbana, las historias sobre él eran tan emocionantes que esto resultaba bastante impactante. Nadie quería ni siquiera discutir la posibilidad.

—Quizás ha habido algún error —argumentó Slad valientemente—. Quiero decir, estamos hablando de Bruce M’chouchouteman. Es una de las tres leyendas más grandes de nuestro tiempo. Tiene que haber alguna explicación para esto.

Fie suspiró y asintió.

—Tienes razón. Creo que esto requiere más investigación.

—¡Heath! —exclamó Slad, volviéndose hacia ella con los ojos brillantes.

Una vez que los escuderos acordaron reunirse más tarde para otra búsqueda, el grupo se dispersó, excepto Fie y Queen. Ella lo miró mientras él se tumbaba boca abajo en la cama, de mal humor.

—Supongo que debo compensarlo —dijo ella.

Al día siguiente, Queen parecía tan perfectamente contento como si nada hubiera sucedido; Remie sospechaba que Fie había hecho una diablura para lograr esto.

♦ ♦ ♦

Los chicos necesitaban falsificar otro permiso para su segunda investigación, así que Fie se dirigió a la sala de guardia solo para encontrar a Garuge siendo sometido a un interrogatorio cruel.

—¿Qué está pasando? —exclamó.

—C-chaval… —Garuge balbuceó débilmente.

El capitán estaba junto a él, con los brazos cruzados.

—Descubrimos que ha estado falsificando documentos oficiales de caballero y, cuando se le pidió que se explicara, se niega a responder.

Alguien había descubierto el permiso. Pero ¿cómo? El trabajo parecía perfecto para Fie. Como si estuviera leyendo sus pensamientos, el capitán Yore levantó una taza de té y dijo:

—Siempre hago que aquellos a cargo de los permisos derramen unas gotas de té en el formulario en un lugar determinado que corresponde a la hora y la fecha. Los guardias de la puerta no lo sabían, pero cuando lo verifiqué más tarde, encontré el documento falsificado mezclado con otros documentos legítimos.

—¿Esa mancha está a propósito? —Fie tragó saliva.

Ella y Garuge habían visto esas manchas antes, pero naturalmente, ninguno sabía que eran intencionales.

—También tenemos otros trucos. Y curiosamente —continuó el capitán Yore—, el hombre que aceptó ese documento falsificado dijo que la persona que se lo entregó resultó ser un escudero particularmente bajo.

Su mirada taladró a Fie.

Oh, maldición. Garuge puede que no haya hablado, pero los frijoles proverbialmente se habían derramado de todos modos. Ella tragó saliva, buscando alguna excusa, antes de que sus ojos se posaran en uno de los papeles en los brazos del capitán.

—¡C-Capitán! —exclamó—, ¿qué es eso?

Era un mapa del vecindario en el que Fie había estado la noche anterior, con varios lugares marcados con X.

—Oh, esto —dijo él—. Este vecindario ha sufrido una serie reciente de robos, pero no hemos logrado atrapar al culpable aún. Cada testigo solo ha podido darnos testimonios vagos. Creemos que es el mismo ladrón, pero no podemos estar seguros.

Las X estaban muy cerca de los lugares donde las personas afirmaban haber visto a Bruce M’chouchouteman. Había algunas discrepancias, pero tal vez esos lugares simplemente se habían omitido o las víctimas adolescentes habían mentido.

—¿Por qué preguntas, Heath? —preguntó el capitán Yore.

Solo estaba preguntando cortésmente, pero ella soltó.

—Capitán, fui yo quien le pidió a Garuge que falsificara un permiso para mí

El Capitán Yore se sobresaltó.

—¡Chaval! —exclamó Garuge.

Fie miró directamente a los ojos de Yore mientras declaraba: —No tuve otra opción que pedirle que lo hiciera porque necesitaba salir del castillo anoche. Y, Capitán, ¡también necesito salir de nuevo esta noche! ¡Es importante!

Bruce M’chouchouteman realmente era un ladrón, y ella sabía que sería noticia de portada si lo capturaban y arrestaban. Podía verlo ahora: “Hombre enmascarado de misterio se convierte en criminal”.

¡Sería la chica más popular de Wienne! Esta era su única oportunidad de triunfar.

Quería ser famosa o al menos conocida. Este era su simple deseo como una chica que había crecido como una marginada social, la chica que había sido pasada por alto como la segunda esposa del rey. Le lanzó al Capitán Yore los ojos más suplicantes que existen; el Capitán se rio.

—Ya veo —dijo—. Está bien. Te daré permiso y no preguntaré por qué. Pero solo esta vez.

Tomó un pedazo de papel sobre la mesa y rápidamente firmó su nombre en él. Era una hoja de permiso legítima.

—¡Yay! —Fie gritó.

Garuge se rio entre dientes.

—¡Lo hiciste, muchacho!

 El capitán sonrió al ver su alegría.

—¡Gracias a los dos! —gritó, y salió corriendo de la sala de guardia.

Ahora ella prometió que iba a hacer algo grande por los dos.

Momentos después de que ella salió corriendo, Crow entró y miró, desconcertado, a la extraña vista de Roy parado con los brazos cruzados y una sonrisa complacida en su rostro mientras Garuge fue colgado en un crucifijo a su lado.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó. Con sus ojos disparando telepáticamente a Roy la pregunta, ¿estás bien?

—Heath está creciendo rápido, —dijo Roy—. Y tiene buen ojo. Estoy seguro de que se hará un caballero maravilloso en poco tiempo.

—Uh…huh. —dijo Crow. La mitad del tiempo cuando Roy se veía así, Fie acababa de engañarlo de alguna manera. Crow tenía un mal presentimiento.

♦ ♦ ♦

Una vez terminados los preparativos, Fie y sus amigos se pusieron de nuevo en camino hacia la ciudad.

—¡Estamos haciendo un recado para Sir Crow! —Fie llamó mientras corría a través de las puertas, rebosante de confianza y llevando su permiso legítimo y su excusa que no lo era tanto.

—Es hora de atrapar a ese Bruce M’chouchouteman, —dijo Slad.

Esta vez estaban completamente equipados con cuerdas para atraparlo si trataba de correr.

—¿Estás bien con eso, Slad? —le preguntó Fie—. Atraparlo, me refiero.

—No me importa. Si acaso, si logramos atraparlo, él podrá explicarse. Entonces todos entenderán que fue un gran error.

Bueno, aparte de Slad, los escuderos se sentían unidos por su objetivo común.

—Tenemos que tener cuidado esta vez —susurró Fie mientras avanzaban sigilosamente por las calles—. No podemos permitir que nadie más salga lastimado.

Con determinación en sus ojos, el grupo de amigos se adentró en el corazón de la ciudad, siguiendo las pistas y las marcas en el mapa. Sabían que estaban cerca de atrapar a Bruce M’chouchouteman, y no iban a dejarlo escapar esta vez.

Mientras tanto, Crow observaba desde la distancia, preocupado por lo que estaba sucediendo. No podía evitar sentir un presentimiento de peligro. Sabía que Fie era valiente y decidida, pero también temía que se estuviera metiendo en algo demasiado grande para ella.

—Espero que sepas lo que estás haciendo, Fie —murmuró para sí mismo—. Y espero que estés a salvo.

Con la esperanza de que todo saliera bien, Crow siguió de cerca los pasos de sus jóvenes escuderos, dispuesto a protegerlos en caso de cualquier eventualidad. Sabía que debía confiar en su valentía y en su astucia, pero no podía evitar sentir esa preocupación de padre.

La búsqueda de Bruce M’chouchouteman estaba en marcha, y el destino de todos estaba en juego.

Poco tiempo después, llegaron a la esquina suroeste de la ciudad. Lamentando los desastrosos eventos de la noche anterior, los escuderos se movieron en completo silencio para evitar tanto a los guardias como a los adolescentes del pueblo, ya que fueron los chicos quienes habían provocado la ira de Marth sobre ellos en primer lugar. Cada vez que los encontraba, los acogía bajo su protección, les daba una reprimenda y los enviaba a casa.

(Y considerando cuántos eran, debió haber sido un tiempo bastante ocupado para él).

El objetivo de Fie y su grupo era atrapar a Bruce M’chouchouteman en pleno acto y arrestarlo, lo cual requería que estuvieran presentes cuando él atacara a su próxima víctima. Según los informes del Capitán Yore, los adolescentes solían ser atacados cuando no había nadie más cerca. Por lo tanto, Fie y su grupo seguían de cerca a los adolescentes cuando se separaban de sus grupos y se dirigían a casa.

—No sé si esto realmente funcionará… —murmuró Gees.

—No tenemos opción —susurró Fie mientras sigilosamente seguían a otro chico solitario—. Esta es nuestra única opción y el resto depende de la suerte.

El chico bajó por un callejón empinado, tomando un atajo de regreso a su casa. De repente, se escuchó una risa malévola. Los ojos de Slad se abrieron de par en par.

—¡Esa es la risa de Bruce M’chouchouteman! —exclamó—. ¡B(ruce) wa ja ja ja ja! ¡Así es exactamente como está escrito en la revista!

Alarmado, el chico se giró buscando la fuente de la risa.

—¿Qué…? ¿Qué es eso? —exclamó.

Detrás de él apareció una figura enmascarada con un sombrero de copa que le roció los ojos con algún tipo de líquido. El chico gritó de dolor y se llevó las manos al rostro. Debió de ser el mismo jugo de limón que la última vez, dedujo Fie. Luego, el misterioso hombre empujó al chico al suelo y comenzó a quitarle collares y pulseras.

—¡Lo sabía! —exclamó Fie—. ¡Bruce M’chouchouteman es un ladrón!

Slad gimió.

—No… no puedo creer que sea un villano después de todo…

Con los objetos de valor del chico en su poder, Bruce M’chouchouteman se escabulló por el costado del edificio y desapareció por los tejados.

—¡Tras él! —exclamó Fie.

Ella y sus compañeros lo persiguieron hasta el borde del vecindario, donde la figura fantasmal, ajena a ellos, se detuvo en seco en un área desierta justo antes de la parte mala de la ciudad.

Slad, habiendo recuperado su determinación durante la persecución, exclamó: —¡Bien! ¿Podemos atraparlo, Heath?

Sin embargo, Remie lo detuvo.

—Espera —dijo—. Alguien se acerca.

Dos matones de baja categoría se acercaron con arrogancia a Bruce M’chouchouteman. Ninguno parecía sorprendido de verlo; de hecho, le hablaban como si fuera uno de ellos.

Uno de los matones se rio entre dientes.

—Entonces, ¿cómo te fue? —dijo.

—¿Obtuviste un buen botín?

Bruce M’chouchouteman habló, su voz tan patética como cualquiera de estos aspirantes a gánsteres.

—Ya lo sabes, jefe.

El hombre llamado Jefe examinó los objetos encontrados y exclamó:

—Esto es lo que estoy diciendo. Vamos a vender esto y a ganar mucho dinero, chicos.

El otro hombre, aparentemente su secuaz, intervino:

—Eres un genio, jefe. Tenías razón, realmente podemos sacar provecho robando a esos estúpidos niños ricos. Además, al añadir todo este estúpido asunto de Bruce M’chouchouteman, los niños piensan que algún tipo de leyenda los está robando y no avisan al ejército. Ni siquiera intentan detenernos hasta que ya nos hemos ido. Eso es lo que yo llamo pensar inteligentemente.

—Y que no se te olvide —se rio el Jefe.

Ahora Fie y su grupo lo entendían todo: ¡Bruce M’chouchouteman era un fraude! No era más que parte de un plan de ladrones de poca monta para robar joyas a estos jóvenes adinerados.

—¡Cómo se atreven…¡ —gruñó Fie.

¡Cómo se atreven a disfrazarse como esta figura de los sueños de los escuderos! ¡Cómo se atreven a atacar a niños inocentes (sin importar cuán tontos puedan ser esos niños)! Y, sobre todo, ¡cómo se atreven a ser solo un grupo de ladrones de poca monta que no la harían triunfar ni si los arrestara a todos ellos!

Furiosos, la pandilla de Fie se levantó de un salto.

—¡Escuchamos todo, malditos matones! —rugió Fie—. ¡Tienen mucho descaro si creen que pueden disfrazarse como Bruce M’chouchouteman y robar a estos niños!

Sacando sus espadas de práctica de madera, el grupo se abalanzó sobre los matones.

—¿Qué…? —exclamó el Jefe—. ¿Qué hacen aquí estos escuderos?

El secuaz solo gritó de miedo mientras los escuderos se abalanzaron sobre ellos y derrotaron a ambos matones, uno tras otro. Sin embargo, la persona vestida como Bruce M’chouchouteman evitaba todos sus ataques; podía ser solo un peón insignificante, pero sin duda era atlético. Algunas personas, pensó Fie, tenían mucha más habilidad de la que les correspondía por moralidad o estatus en la vida, a menudo en detrimento de quienes las rodeaban.

Repelido por sus ataques, el hombre tropezó y chocó con una adolescente que estaba pasando el rato con sus amigos cerca. La chica gritó cuando él sacó un cuchillo de su bolsillo y lo blandió amenazadoramente en su garganta.

—¡Manténganse alejados! —advirtió—. ¡O la chica se lleva lo suyo!

Fie y los demás quedaron atónitos. Sabían que esto era malo, pero se apresuraron a razonar con él.

—¡T-Tranquilízate! —dijo Remie—. No hay necesidad de tomar a una rehén.

—Tiene razón —dijo Gormus—. Usa tu cerebro. Si te entregamos ahora, lo peor que puede pasar es que te acusen de robo. Pero si le haces daño, podrías terminar con la pena de muerte.

Sin embargo, el hombre ya estaba tan alterado y con tanta maldad que se negaba a escuchar.

—¡Cállense! —rugió—. ¡Cállense, cállense! ¡Manténganse alejados! ¡Déjenme en paz!

Agitaba el cuchillo, obligándolos a retroceder. A esta distancia, ni siquiera Queen podía atacar. El sudor le corría por la espalda a Fie. Tengo que hacer algo, pensó.

Sin embargo, justo en ese momento, una figura descendió detrás del hombre y su rehén. La luz de la luna brillaba en su sombrero de copa, capa y máscara de carnaval. Fie y sus amigos gritaron al unísono:

—¡E-Es Bruce M’chouchouteman!

Sintiendo a alguien detrás de él, el ladrón se dio la vuelta, cuchillo en mano.

—¿Quién eres?! — rugió.

El segundo Bruce M’chouchouteman esquivó el cuchillo y sopló un líquido sobre el hombre. El hombre gritó y se frotó los ojos, momento en el cual el segundo Bruce M’chouchouteman aprovechó esta oportunidad para arrebatarle el cuchillo de las manos y golpearle en el plexo solar con la rodilla. El hombre cayó mientras Fie y sus amigos corrieron hacia la chica y rápidamente la rodearon.

—H-Hay dos Bruce M’chouchouteman… — susurró Slad.

—Pero este es falso, ¿verdad? —dijo Remie, refiriéndose al disfrazado ladrón que ahora yacía inconsciente en el suelo, por supuesto.

—E-Entonces, ¿eso significa que el otro es real? —susurró Fie.

Atónitos, ella y sus amigos observaron con la boca abierta al recién aparecido Bruce M’chouchouteman mientras se elevaba hacia el tejado y desaparecía en la noche.

Más tarde, la pandilla de Fie recibió un pequeño reconocimiento por detener a los ladrones, pero como no lograron capturar al verdadero Bruce M’chouchouteman, nadie les creyó cuando afirmaron haberlo visto. Lamentablemente, la oportunidad de Fie de alcanzar la fama se le escapó entre los dedos.

♦ ♦ ♦

Marth suspiró mientras regresaba a casa después de otro largo día de trabajo. Gracias al arresto de la banda de ladrones, el público ahora se preocupaba más que nunca por la seguridad de sus vecindarios, lo que llevaba a menos adolescentes merodeando por las calles por la noche. Sin embargo, todos los sospechosos habituales seguían presentes, lo que significaba que no tenía menos trabajo del habitual.

Aun así, tal vez esto era algo bueno. Los niños necesitaban cometer errores bajo la guía atenta de los adultos para crecer; eso era lo que más le gustaba de su trabajo.

Después de tomarse un descanso para tomar una taza de café, se acercó a su armario y lo abrió.

—No puedo creer que tenga que usar esta cosa de nuevo —Se quejó.

Ahí, ordenadamente guardados, había un sombrero de copa, una capa negra y una máscara de carnaval.

Cuando trabajaba en otra parte de la ciudad, hubo un incidente similar con adolescentes merodeando por la calle cuando no debían. Por lo tanto, en un intento de frenarlos, el departamento al que pertenecía decidió crear una leyenda, un hombre enmascarado que deambulaba por las calles por la noche para soplarles jugo de limón a los niños y adolescentes traviesos… Bruce M’chouchouteman.

La tarea de rociar un líquido inofensivo sobre los adolescentes para asustarlos y hacer que se fueran a casa recaía sobre él. Naturalmente, se cansó de este papel en poco tiempo, pero cuando solicitó un traslado a un puesto diferente, su capitán dijo que él era el único en el departamento capaz de hacerlo. Había esperado no tener que usar este maldito disfraz nuevamente, pero lamentablemente, el destino tenía otros planes para él.

Marth sonrió amargamente y cerró la puerta del armario. Los adultos también a veces tenemos que dejar que los niños crezcan a su debido tiempo, pensó.


Army
Después de largo tiempo estoy con ustedes.

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