La gota de esperanza – Capítulo 21

Escrito por Grainne

Asesorado por Maru

Editado por Sharon


Los motores de las alas del avión se encendieron de a poco mientras Gina se apoyaba sobre su asiento. Soltó un largo suspiro pensando en el gran vuelo hacia otro país del que ni siquiera sabía su idioma que estaba por realizar; aunque David había demostrado lo poco que sabía al hablar en privado con Guillermo ayer.

La pelirroja lo sabía ya que lo había espiando junto a Larry. En ese momento, ambos habían estado charlando sobre el tema del viaje cuando escucharon la gruesa y rasposa voz de David gesticulando palabras poco conocidas en el español. Ella prefirió no meterse, y preguntarle sobre el tema en el momento adecuado.

El viaje se realizó en un silencio incómodo en el que ella solo le dirigía la palabra para pedirle algo lejos de su alcance. Él se mostraba decaído,  aunque su rostro no mostraba expresión alguna, su aura dejaba ver la tristeza y culpa que reprimía.

—Bueno, dormiré un poco —avisó David mientras le daba un poco la espalda, mirando para el lado de la ventanilla. Gina no pudo ver si cerró los ojos pero sabía que no estaba durmiendo.

En su lugar, miraba las nubes con los pensamientos en blanco. No podía disfrutar del paisaje porque le venían a la mente algunas imágenes del pasado que le afectaban,

No era el pesar de la cantidad de demonios que había matado, ni la cantidad de veces que aceptó ser sicario en su juventud. Sino cómo escondía su forma de vida anterior, esperando que nadie lo llamará monstruo o asesino.

—Papá, se que no estás durmiendo… —suspiró Gina mientras empezaba a acurrucarse contra él. Este no dijo nada—. No sé quién sea esa señora para ti, pero… si fue parte de tu pasado, sabes que puedes contar conmigo. Sigo siendo parte de tu vida ¿sabes? —siguió hablando hasta que su padre se despegó de ella, para luego rodearla entre sus brazos.

—Te lo diré, te lo prometo. No me siento con muchas ganas de este viaje, además… Mi… digo, esa señora te contará lo que a mi me cuesta decir —respondió con desgano, besando la frente de su hija para después acomodarse junto a ella para descansar.

Gina lo miró con una sonrisa apenada; era su padre y apenas sabía de él. La curiosidad era enorme pero por su bienestar y felicidad, decidió no molestarlo más hasta llegar a destino.

♦ ♦ ♦

—Anunciamos su llegada con Aerolíneas Argentinas —anunciaba una voz femenina mientras Gina se removía de su asiento con cansancio. Abrió los ojos, encontrándose con su padre levantando y sacando los bolsos de la parte de arriba.

—¿Cuatro horas tan rápido? —preguntó la pelirroja, frotando sus ojos y estirándose.

—Te quedaste completamente dormida —dijo David en una risa burlona al verla despeinada—. Vamos, levántate

David agarró su mano para ayudarla, y bajaron del avión. Se encontraban en un enorme aeropuerto lleno de gente, yendo y viniendo por todos lados. Los techos eran amplios y con abovedados, mientras las enormes vidrieras dejaban ver el exterior.  Había muchísimo ruido que aturdía a la pobre pelirroja, provocándole una mueca de incomodidad y confusión.

—¿Por qué tanta gente…? ¿Estamos en temporada alta? —preguntó con curiosidad. Su padre se acercó a alguien para preguntar la espera de taxis. Gina se sorprendió al escucharlo hablar en un perfecto italiano.

—Bueno, tenemos que ir para el otro lado ya que si salimos aquí, nos deja a los otros vuelos —le explicó su padre, quien suspiraba buscando en su bolsillo cigarrillos.

—Los tiré a la basura. Debes dejar ese vicio —recalcó la pelirroja al saber qué buscaba.

—Maldita pendeja —suspiró mientras Gina soltaba una risita.

—Ya sé, hagamos algo —dijo su hija mientras él levantaba una ceja—. Haré una pregunta por día sobre ti hasta que volvamos a Argentina, y te compraré cigarrillos.

—Vale, acepto el trato. Pero deberíamos buscar nuestras valijas ¿sabes?

—Oh cierto, los carteles indican… —observó los carteles de arriba y las flechas pero le costaba entenderlo. Ella empezó a sentirse mareada que frotó su frente con frustración—. Ugh, no sé inglés y tampoco italiano… ¿Y las flechas son allá…? ¿No? —dijo dudosa.

—A ver, tranquila. Ese cartel dice que para retirar las valijas hay que ir al piso de abajo, donde esperan los taxis

—Bueno… —dijo siguiéndolo mientras sostenía su mochila, sin dejar de observar la cantidad de gente que iba y venía.

De repente, se detuvo observando una enorme pantalla que anunciaba las noticias. No entendía nada, pero las imágenes hablaban por sí solas. Algún país desarrollado afrontaba con gran tecnología la cantidad de demonios que aparecían sin cesar. Entre ellas, enormes muros, hospitales con alta seguridad para los heridos, armas…

Le sorprendió como la situación era cada vez más grave ante el incremento de demonios, y se quedó helada mirando la pantalla. En su mente surgió un poderoso miedo que no la dejaba moverse. A pesar de intentar volverlo a esconder en el vacío, surgía con fuerza y provocaba que sus manos temblaran.

La voz de su padre, la sacó de sus pensamientos.

—¿Gina? —preguntó David al ver que ella no la seguía. Se acercó y vio las noticias.

—¿Será que realmente podremos parar todo esto…? —dijo la joven mientras apretaba los puños para ocultar su temblor.

—No lo sé… pero tengo fe en que lo lograremos —agarró su mano y le sonreía.

—Dices eso porque algo sabes… —Lo miró con seriedad.

—Solo sé que confío en tu determinación y poder, sé que eres más de lo que dejas ver. Pero podemos hablarlo mejor cuando lleguemos, ¿si? —soltó su mano para despeinarla y darle una sonrisa.

Gina solo lo miró un poco molesta por dejar su cabello hecho un desastre pero ver la sonrisa de su padre la confortaba.

—Bueno, vamos. Hay que apresurar el paso antes de que se haga tarde

—Son las cinco de la tarde, tenemos tiempo.

Ambos retiraron su equipaje para luego salir hacia la espera de taxis.

—Por cierto, ¿cómo sabes italiano? —preguntó Gina.

—il centro, per favore —le indicó el lugar al taxista al cual acababan de subir—. Y soy bilingüe desde pequeño —le respondió a su hija.

—Oh, entonces alguien te enseñó…—se quedó pensativa y sonrió—. ¡Eso quiere decir que tuviste padres! ¡¿Tengo abuelos?! —Volvió a quedarse callada al pensar en su pregunta tan repentina—. Perdón, no es necesario que lo cuentes…

—Ya lo dijiste, una pregunta por día —le respondió.

Ella asintió y se giró para mirar por la ventana. Las calles de Italia tenían un encanto que la dejaban cautivada. Un país europeo lleno de cultura y campos.

—Tan bonito que no puede ser cierto… ¿Será que la seguridad funciona aquí de forma distinta?

David se acercó al conductor y le preguntó sobre la seguridad contra demonios. El conductor se sintió tan acostumbrado a la pregunta que respondió sin ninguna dificultad, parecía que era común que viniera demasiada gente aquí.

—Dice que la gente está protegida al tener armas de alto calibre como defensa. Además que el centro está altamente protegido por oficiales… La verdad que lo tienen bien pensado, por eso se ve tan tranquilo —le explicó, lo que provocó un suspiro en la muchacha, pensando en lo que un buen país podía llegar a hacer para cuidar al resto.

O eso es lo que pensaba, hasta que su padre le contó más de la situación.

—De todas maneras, en el campo es donde más gente ha muerto. Y dijo que los híbridos están en el psiquiátrico más grande, alejado de la ciudad. Los tienen como prisioneros…

—Qué triste… —expresó bajando la mirada mientras ponía una mano en su pecho, recordando al niño que no pudo salvar. Era un gran peso sentimental pero su corazón se sentía apretado contra una piedra mientras el nudo se posaba en su garganta. Se lo tragó para evitar las lágrimas.

—Los recuerdos son duros pero necesarios a veces… —le dijo David al verla entristecida.

—Lo siento… —Agarró su brazo mientras se aferraba a él como niña inocente. Su padre la miró confundido pero la rodeó con sus brazos.

—No tienes que disculparte…

Antes de que pudiera decir más, el taxista los interrumpió. Su padre le escuchó por unos momentos, y se separó de su hija para responderle.

—Hay que bajarnos Gina, las calles están llenas de gente por día comercial.

—Ya voy… —dijo bajándose del auto mientras observaba con gran ilusión la enorme Catedral de Santa María de la Fiore. Estaban tan cerca que parecía enormes muros pero con pequeños mercados dentro. Pero la descolocaba al estar tan cerca de ese histórico lugar arquitectónico.

Cada parte parecía una obra de arte enorme, por cómo representaba la fuerte religión del lugar. Los pensamientos de Gina fueron interrumpidos al ver a su padre dirigirse por la calle donde estaba llena de gente.

—Papá, ¿a dónde vas?

—Ven, sígueme —exclamó llevando las maletas mientras miraba un papelito que tenía en su mano izquierda. Pasaron por un gran cúmulo de personas entre las calles, además de muchas tiendas de todo tipo. Pero ninguna era la que decía en el papel que Guillermo le dio. Gina se acercó a él, y encendió su teléfono para buscar la dirección.

—¿Lo ves? La tecnología va un paso hacia delante —le dijo mientras comenzaba a caminar. Él rodó los ojos y la siguió.

Caminaron unos cuantos metros hasta detenerse a unas puertas de maderas gigantescas.

—Se supone que setenta y nueve Borgo Degli Albizi es aquí… —dijo Gina observando su teléfono y luego la puerta.

—Se pronuncia “Albichi” —le corrigió su padre burlón.

—No quiero aprender italiano… —se quejó mientras tocaba la puerta.

—Ya aprenderás con fa… —se calló al ver que la puerta se abría con lentitud, y del otro lado apareció una mujer que aparentaba unos treinta años de edad. Tenía cabello castaño oscuro y unos ojos marrones intensos que destacaban su pálida piel.

—¡Oh mio piccolo! —gritó al ver a David, y saltó hacia adelante para abrazarlo con fuerza—. Per dio, mio figlio —seguía llamándolo en italiano. Gina los miraba confundida.

—Em… Amá, ella es mi hija, Gina. Cariño, ella es… mi… —iba a decir pero la señora lo interrumpió abrazando a la pelirroja.

—¡Soy tu abuela!

La joven quedó desconcertada, y miró a su padre esperando una explicación. Este solo le sonreía de forma nerviosa, encogiéndose de hombros.

—Por favor, pasen. Guillermo me contó muy poco sobre el tema…

Esto no puede ser. ¡Esta mujer es demasiado joven para ser mi abuela, papá! pensó Gina, entrando lentamente al lugar.

Bueno… se conserva muy bien, digamos que no es una humana muy normal, pensó David para responder su duda. Pero solo la dejó con más preguntas.

¿Ah? ¿Ahora hay humanos diferentes?

David iba a responderle pero lamentablemente fue interrumpido por la curiosidad de su hija.

—Yo… tengo muchas preguntas —dijo Gina inmediatamente mientras entraban al lugar. Era un lugar muy amplio lleno de estantes con recetas y frascos con especias. Parecía una cabaña por dentro ante la cantidad de muebles y espacio lleno de madera.

—Oh, ya sé, te explicaré todo. Pero deben de tener hambre, ¿quieren comer algo? Estaba preparando unos ricos ravioles —dijo sonriéndoles.

—¿Tan tarde? —preguntó Gina confundida mientras David seguia el olor y revisaba una olla llena de agua caliente y ravioles en la cocina.

—Son de espinaca y ricota, ¿no? —dijo con ganas de probar uno.

—Obvio, son tus favoritos. Hasta me guié de las recetas guardadas del padre de Marcos. Siempre cocino tan bien ese hombre…

—¿Marcos? ¿El padre de Larry? —preguntó Gina con gran curiosidad, aunque algo insistente ya que se sentía fuera de lugar.

David miró para otro lado, sintiéndose incómodo ante las preguntas.

—Ya te dije que una pregunta por día… —intervino mientras se rascaba la nuca.

La mujer sintió la tensión en ambos, por lo que apagó el fuego de la olla y sirvió en un plato hondo para su hijo.

—Cariño, come un poco. Gina, ¿quieres un poco o prefieres que hablemos?

La pelirroja miró a David ya que no estaba segura de aceptar.

Ve tranquila… ella te guiará mejor que yo, pensó su padre mientras se sentaba en una mesa con su plato.

La pelirroja asintió con la cabeza para seguir a la mujer, quién la llevó hacia una ventana con cortinas de telas y la puerta abierta. Las corrió a un lado, dejando ver un hermoso patio redondo lleno de césped y algunas plantas con frutas o verduras.

—Qué bonito… —dijo sin pensarlo.

—Gracias, siempre quise un pequeño jardín y pues, es mi lugar más sagrado —exclamó con amabilidad mientras se sentaba sobre el césped.

Con la luz del sol, el vestido de color tierra que llevaba parecía brillar. Llegaba sobre las rodillas y se ataba a sus hombros con unas tiras, aunque no se veían bien por sus largos cabellos castaños. Gina se percató que la mujer estaba descalza pero trató de no darle importancia, y se sentó a su lado cuando ella se lo indicó con unos golpes al suelo con su mano derecha.

—¿Contestará mis preguntas? —dijo la pelirroja sentándose con cierta timidez.

—Lo haré pero el resto, tendrás que hablarlo con tu padre. Y por cierto, puedes decirme Flor o abuela —le respondió guiñandole un ojo.

—Le diré Flor —dijo mirándola sin interés.

—Oh, vamos, no soy alguien de poca confianza. Mira, sé que te sientes perdida, confundida, incluso fuera de lugar… pero no es algo de qué preocuparte. No soy madre de sangre de David, pero sigue siendo mi niño llorón… como tú debes ser su niña adorada —le sonrió.

—Entiendo… de hecho, supuse que no serías su madre sanguínea… ¿Que pasó con ella? —preguntó mirando al suelo, sintiéndose una entrometida pero quería saberlo.

—Fue asesinada por un demonio, y pues… bueno, tu padre era tan solo un niño de dos años. Una extraña mujer con telas tapándole todo el cuerpo me lo dio, y me indicó dónde estaba el cadáver de su madre. Fue bueno que me haya encontrado, ya que… María era una vieja amiga mía, no me esperaba para nada tener su niño en mis manos —respondió con sinceridad. Comenzó a arrancar pedazos de césped casi sin darse cuenta como una forma de distraerse de la conversación y el dolor de ese día. Pero lo que desconcertó a la pelirroja fue cuando ella unió los pedazos entre sus manos, para crear una flor.

—¿Cómo has hecho eso… ? —abrió los ojos con gran sorpresa mientras agarraba la flor con curiosidad.

—Lo hacen las personas capaces de tener iluminación en su ser, además de la disposición de hacerlo. No es fácil… pero es algo que quiero enseñarte, además de elaborar algo muy complejo… —dijo con seriedad.

—Se refiere al plan —afirmó mirándola a los ojos—. ¿Qué…? ¿Qué es lo que piensas hacer para detener a esos monstruos? ¿Por qué aceptaste ayudarnos cuando has dejado a tu hijo entre los demonios? ¿Por qué no has aparecido antes? ¿Ni siquiera pudiste venir para Argentina?

Gina se levantó de su sitio mientras su collar empezaba a brillar. Larry se lo había regresado cuando estuvieron a punto de partir luego de arreglárselo.

—¡Yo no abandoné a mi hijo! —gritó enfurecida. Gina se encogió, asustada, y Flor suspiró para calmarse—. Por favor, siéntate y te responderé todo lo necesario. Quiero empezar a enseñarte algo básico…

—E-Esto no tiene sentido, yo…—La miró pensativa y le preguntó—: ¿Y mi padre no tendrá lecciones?

—Primero, siéntate y segundo, tu padre está comiendo ahora. —La miró con seriedad.

La pelirroja la observó con desconfianza y se adentró para arrastrar a su padre al patio.

—No haré ningún ejercicio sin mi padre cerca… —se sentó sobre el césped mientras David las miraba perplejo. Pero aún así, para darle confianza a su hija, se sentó a su lado.

—Déjala, si no hacemos como quiere no empezaremos nunca —respondió el hombre en un suspiro.

—Bien… —accedió Florencia, mirándolos frustrada—. Deben respirar lentamente y cerrar los ojos —dijo con voz suave para tranquilizarlos. La pelirroja obedeció, cruzando sus piernas y regulando su respiración. Como estaba con los ojos cerrados, escuchaba el arranque de césped con claridad.

—Bien, voy a decirte una cosa importante. Fue difícil para mí convencer a tu padre que venga a italia, pero cuando supe de las noticias en su país, sentí que debía ayudarlos con la información que estudié aquí. Yo siempre quise que vinieran aquí, pero… parece que el destino esperó otra cosa, tanto para él como para ti. Nunca me metí en los planes de mi hijo, sí le daba advertencias pero veo que ahora es…—le sonrió a este y prosiguió—, un hombre fuerte, decidido y tu gran protector. —Agarró las manos de Gina con delicadeza, depositando el resto de césped sobre sus dedos.

Luego, cerró sus manos para indicarle que piense en lo que la hacía feliz.

—¿Feliz… ? —preguntó confundida.

—También puede ser un momento que sea de mucho valor, pero que te de efectos positivos, que te saque una pequeña sonrisa —le dijo manteniendo sus manos unidas con el césped dentro.

—Está bien… —dijo mientras recordaba un evento de su niñez junto su padre, cuando le enseñó a practicar guitarra y cantaban juntos. Sonrío al crear ese ambiente cálido en su mente. Recordaba las palabras de apoyo de su padre, y cómo este la consentía con pequeños detalles que a veces podían ser costosos. Sentía ese cosquilleo de felicidad en su interior hasta que… el recuerdo se tornó oscuro al reconocer que ese día, intentó entrar un demonio a su pequeño alquiler. Ella se escondió debajo de la mesa tapando sus oídos, para no escuchar los disparos que tanto le aterraba en ese entonces.

Las imágenes de sus recuerdos se iban mezclando en su mente, como si todos esos eventos se reprodujeran con rapidez. Hasta que se detuvo en una imagen, cuando besó por última vez a Larry, o cuando abrazó a su amiga Bianca. Y sin embargo, la tristeza y las horribles imágenes grotescas de hace días anteriores, la atormentaban al punto de abrir los ojos de golpe y sentir un insoportable nudo en la garganta. Soltó una lágrima, la cual cayó sobre su mejilla.

—Creo…—Levantó la vista hacia Florencia y David, quienes la miraban preocupados—. C-Creo que no soy feliz… —dijo abriendo sus manos, y al agachar la mirada, no había una flor y ni siquiera césped. Sino un carbón tan negro que dejaba sus manos manchadas por el polvillo que este soltaba.

—Oh, linda, tus sentimientos no deberían llevarte a esto. Pero intentaremos arreglarlo —respondió Flor limpiándole las lágrimas. La pelirroja la observó mientras aquella mujer le dedicaba una mirada preocupada. David no paraba de mirarla con pesar, e incluso con cierta culpa que acarició su cabeza y se acercó a ella abrazándola. Reposando su cabeza contra su pecho.

—Yo… solo quería una vida normal, y estoy rodeada de gente que espera que haga algo pero… tengo miedo de esas cosas. Pero a la vez no sé nada, sólo tengo mas preguntas, dudas, y muchas cosas que me desespera. Intento mantener mi paz mental… pero… pero…

—Shh, Gina, tranquila. Debes descansar un poco —le dijo su padre en un tono suave, sin dejar de acariciar su cabello.

—Vengan, vamos a dentro a relajarnos un poco. Responderé todas tus dudas, ¿sí, Gina? —habló Flor con un tono lleno de dulzura y hasta un instinto maternal.

—Está bien…

Ambas se adentraron para hacer sus tareas. Flor se dedicó a ordenar la cocina mientras Gina y David se acomodaban en sus respectivas habitaciones. Mientras acomodaba su ropa, su collar se salió de la remera y quedó a la vista. La pelirroja, viendo el accesorio, no pudo evitar pensar en su pareja. Todavía le parecía increíble que la hubiera aceptado, pero no podía negar la calidez que le producía cada vez que recordaba su voz o su forma de protegerla. Perdiendo las ganas de ordenar, se sentó sobre el borde de la cama y observó sus alrededores.

Pensaba que era un gran comienzo, no solo para mejorar en poder y solucionar sus miedos, o salvar el maldito mundo infestado de monstruos. Sino de avanzar como persona.

Sus pensamientos entonces fueron interrumpidos por su padre, quien golpeaba la puerta para ver cómo estaba su hija. Él confiaba en los métodos de su Ama pero le preocupaba el desarrollo de Gina.

—Tenías razón, ella es… —dijo la pelirroja al verlo cara a cara.

—Muy buena, lo sé —le respondió cuando ella le dejó entrar.

—No sé nada de ti o de ella, pero… es extraño. Como si la familia estuviera reunida finalmente, y se supone que deberíamos sonreír, comer juntos… pero estamos juntos solo para… detener algo que puede extinguir a los humanos, incluso híbridos…

—Es el precio a pagar para conseguir el mejor futuro. —Tocó su hombro y empezó a hablar de nuevo—. Hagamos una promesa.

—¿Eh? ¿Otra más de tantas que no cumples? Mira que no me olvido ese día que me prometiste helado con cinco años —intento subir la charla a un tono cómico, y provocó que su padre soltó una risita.

—Te prometo que si todo sale bien, saldremos en familia, hablarás mejor conmigo, con Flor, incluso… hasta me encantaría verte en tu boda, como toda una mujer —dijo mientras Gina le pegaba en el hombro sonrojada.

—¡A-Aún no pienso en casarme! Es demasiado pronto para eso… Pero acepto la promesa —dijo abrazándolo. David besó su cabeza mientras se acurrucaba.

Flor estaba escondida detrás de la puerta y al escucharlos, sintió como su corazón se enternecía de ternura absoluta. No quería entrometerse, por lo que decidió retirarse y esperar hasta la cena.

♦ ♦ ♦

Cuando finalmente se reunieron para comer, Flor le dirigió la mirada a Gina y empezó a preguntarle.

—Perdona que sea entrometida pero… ¿Quién te regaló ese collar?

—Oh, me lo dio mi pareja. Creemos que tiene que ver con los híbridos y los demonios ya que no para de brillar cada vez que me acerco a uno. Puedes verlo… y si sabes un poco, agradecería que me lo dijeras ahora —se sacó el collar mientras extendía su brazo con el collar colgando en su mano.

—Umm, me recuerda a la leyenda de los ojos de Lilith —pensó agarrando el collar desde la piedra que titilaba de a ratos.

—Larry me contó que lo encontró con ese mito, por eso el collar se llama de ese modo. Y lo conservó para tenerlo y estudiarlo de cerca, pero no ha encontrado mucho, solo una piedra curiosa…

—¿Puedes dejármelo para mirarlo de cerca? Tengo un microscopio y si encuentro algo de interés, te aviso. Oh, y necesito pruebas de ADN de ustedes dos.

—¿Nosotros? —dijeron al mismo tiempo, confundidos.

—Sí, quiero ver qué tan conectado está a los híbridos esta piedra. Además, tengo algunas cosas que podrían servirles. Pero se las mostraré en cuanto logre averiguar más.

David y Gina se miraron y aceptaron. Era lo mejor que podían hacer, y si daba información importante como para detener los agujeros del limbo, iba a ser efectivo.

La pelirroja tenía tantas dudas, que cuando llegó la hora de dormir, sus sueños no la dejaron descansar en paz. La atormentaban con la frase “hay que sacrificar el núcleo”, además de aquella mujer de cabellos rojos que no paraba de hablarle y pedirle que su corazón sea extraído. No paraban de producirse imágenes de desmembramiento, luchas, gritos, sufrimiento, incluso sangre…

Lo que finalmente la despertó fue el llanto de un bebé.

Se despertó de un sobresalto, mirando a todos lados en el cuarto hasta que pudo recuperar la calma. Soltó un suspiró y recordó la pesadilla que la llevó a los gritos en la casona de Guillermo.

Aceptando que no podría volver a dormir con las imágenes tan vívidas, se acercó a su teléfono en busca de pasar el tiempo. Sonrió al ver varias llamadas perdidas de Larry.

Entonces, lo llamó.

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