Traducido por Lugiia
Editado por Sakuya
La mañana del día después de que el explorador regresó, la atmósfera estaba tranquila, a diferencia de la emoción de la noche anterior.
Aunque todos estaban tranquilos, una fuerte luz habitaba en sus ojos.
Una tensión serena, que se parecía al viento fresco y refrescante de la mañana, dominaba los alrededores.
—Buenos días, señorita Mellice —exclamé, justo después de terminar de vestirme.
—Buenos días, señor Shurei.
La señorita, que había estado rezumando un aire de tensión desde que dejó la capital, estaba en cambio revestida en una atmósfera muy suave el día de hoy.
—Trabajemos duro hoy también.
Al escuchar mis palabras, ella se rió un poco.
—“Hoy también”… Sí, hagamos eso. Trabajemos duro.
Después de dar la vuelta, la señorita Mellice comenzó a saludar a los del cuerpo de guardia.
Era como si fuera a disfrutar la conversación con todos y tallar ese recuerdo en su mente.
Después de terminar los preparativos, todos se pusieron en fila frente a ella.
—Me siento orgullosa de poder luchar junto a todos ustedes —murmuró la señorita con una amarga sonrisa al ver a todos reunidos.
Pero, en el siguiente instante, esa sonrisa se desvaneció.
—Todos, síganme.
Esas fueron sus únicas palabras, como si dijera que no era necesario inspirar a las tropas. Sin embargo, por más extraño que parezca, esas palabras por sí solas hicieron que la moral del cuerpo de guardias estallara en llamas.
Con eso, hice que mi caballo galopara tras ella.
Llegamos a la pradera donde planeamos detener el avance del enemigo.
La señorita Mellice y yo nos escondimos en un matorral a un lado. Entonces, contuvimos la respiración y borramos nuestra presencia mientras esperábamos en silencio a que llegara ese momento.
Junto con el viento llegó el sonido de las briznas de hierba rozándose entre sí… El aroma del verdor fresco me hizo cosquillas en la nariz, calmando mi corazón.
Finalmente, el débil sonido de los cascos de caballos llegó a mis oídos. El sonido de numerosos enemigos acercándose gradualmente se podía oír desde lejos.
La tensión se apoderó de los miembros ocultos del cuerpo de guardias.
De repente, la señorita, cuyos ojos habían estado cerrados hasta entonces, abrió sus ojos.
No dijo ni una sola palabra. Simplemente montó su caballo y avanzó en silencio. Después de ella, los miembros del cuerpo de guardia y yo la seguimos.
Ante un enemigo tan poderoso, en nuestros ojos nunca se reflejó el miedo. En cambio, se reflejaba la tranquilizadora espalda de la señorita Mellice mientras avanzaba.
Antes de que el enemigo pudiera reaccionar a nuestra repentina aparición en su flanco, la señorita usó su espada para abrir un camino.
Aquella espada silenciosa y ligera dejaba un sendero. Un sendero que contenía cierto poder mientras cosechaba las vidas de sus enemigos.
Cada vez que su espada producía un viento, el mundo se teñía de carmesí junto con el olor a hierro de la sangre.
Ella solo apuntó con calma al centro… hacia el oficial al mando del enemigo.
Su majestuosa figura y su estilo de lucha era increíblemente fiable, y la forma en que su espada cosechaba vidas humanas era aterradora, incluso como aliado.
No obstante, todos los miembros del cuerpo de guardias estaban fascinados con su apariencia, y no importaba cuán graves fueran sus heridas, no dejaban de galopar.
A medida que avanzábamos, el número de heridos en nuestro lado aumentaba. Entre ellos, algunos cayeron.
Aun así, los demás siguieron adelante.
Simplemente creímos que la señorita atravesaría al enemigo y derrotaría a su comandante. Entonces, después de un considerable sacrificio en números en el cuerpo de guardias, finalmente llegamos a alguien que parecía ser el oficial al mando, rodeado de guardias.
—¿Una mujer…? —murmuró sorprendido un hombre delgado que estaba en medio de ellos, después de ver a la señorita tomando la delantera.
—Supongo que usted es el comandante de esta tropa… Obedientemente caiga ante esta espada.
Tan pronto como la señorita dijo eso, comenzó a moverse.
—¡Maestro Cordis! ¡Por favor, huya!
Los guardias se interpusieron entre ella y el hombre que parecía ser el comandante.
—Estás en el camino.
Aun así, ella los cortó con un solo ataque de su espada y luego, avanzó sin dudar hacia aquel hombre.
—Ah… ¡Ahh…!
La señorita parecía encarnar la muerte misma, y tal vez por el miedo a que se acercara, las piernas del hombre se congelaron y fue incapaz de huir.
Ella cortó sin piedad a ese hombre. El hombre cayó lentamente de su caballo. El sonido de él golpeando el suelo resonó muy fuerte en los alrededores.
—¡¿P-Por qué…?! —gritó, incluso mientras la sangre fluía de su cuerpo y coloreaba la tierra de color carmesí.
Aunque su voz no era, de ninguna manera, fuerte comparada con el campo de batalla, los movimientos de todos se detuvieron ante la pena contenida en sus gritos.
Todos excepto una persona, aquella que lo había cortado, que lo miraba con ojos fríos.
—¿”Por qué”…?
—¡¿Por qué, por qué…?! ¡Finalmente, estaba a punto de obtenerlo…!
En el momento en que gritó eso, vomitó un líquido rojo de su boca.
Ya no puede ser salvado…
Ese era, probablemente, el pensamiento común de todos en el campo ante su apariencia.
—¿Por qué debe alejarse de mi alcance después de haber llegado tan lejos? ¿Por qué no puedo obtener lo que realmente deseo?
La dirección en la que extendió su temblorosa mano mientras decía eso… no era hacia el reino de Tasmeria.
Ese camino era hacia el norte… donde estaba la casa ducal Sligar.
—Quería ser alabado al menos una vez por mi padre. Quería convertirme en un orgullo para él…
Sus murmullos ya se habían vuelto delirios.
Mientras extendía su mano temblorosa, sus ojos se mostraban vacíos. Su apariencia hacía que pareciera un niño perdido… Un niño no reconocido o amado por su padre.
El amor que buscaba no fue puesto en él, sino en su hermano menor justo delante de sus ojos… Y creció sin conocer el amor. Se rindió y se convirtió en un hombre que había olvidado la existencia del amor mismo.
Todas las personas del cuerpo de guardias, incluyendo a la señorita, desconocían el momento o la razón en la que tales cargas aparecieron en su mente.
Dicho esto, probablemente se distanció y odió todo a su alrededor. Hasta el punto de que pensó que, si no podía obtenerlo él mismo, debía destruirlo todo.
La señorita simplemente lo miró mientras moría.
Durante ese tiempo, el guardia que había cortado al principio se puso de pie y la atacó.
Sin reaccionar en lo más mínimo, volvió a cortar al hombre. Sin embargo, durante ese intercambio, otro de los guardias se levantó y la atacó por detrás.
—¡Señorita Mellice…! ¡Cuidado!
La que reaccionó más rápido a los movimientos de ese enemigo fue Anna.
Anna apenas logró deslizar su cuerpo entre la señorita y la espada del guardia, y recibió el ataque en lugar de su maestra.
—A… ¡Anna!
El desgarrador grito de dolor de la señorita Mellice… ciertamente detuvo el tiempo de todos por un momento.
—¿Anna…? ¡¿Anna…?! —llamó mientras lloraba.
Sin embargo, Anna, que claramente había recibido una herida mortal, parecía estarse quedando sin aliento.
—¡Señorita Mellice, vamos!
Rápidamente levanté a Anna del suelo y la subí a mi caballo, luego, otro miembro del cuerpo de guardias recogió a Cordis y lo puso en su propio caballo.
Aunque el comandante enemigo había muerto, no cambiaba el hecho de que la señorita y todos nosotros estábamos rodeados de enemigos. Y cuanto más tiempo estuviéramos dentro del campo enemigo, más peligro correríamos.
Tal vez porque la propia señorita recordaba la situación actual en la que se encontraba, montó rápidamente su caballo y se retiró.
Al igual que nosotros, cabalgó a máxima velocidad en línea recta mientras atravesaba el campo enemigo. Pero, a diferencia de cuando llegamos, la brillantez de la señorita como comandante se había apagado.
Además, todos estaban cubiertos de heridas.
Que no se muevan… Por favor, que no se muevan…
Todos los miembros restantes del cuerpo de guardia, incluyéndome, gritamos eso internamente.
Si tuviéramos que enfrentarnos a todos los enemigos, entonces nuestra inmensa desventaja en número lo haría increíblemente difícil… Fue porque ella tenía eso en mente que la señorita eligió hacer un ataque sorpresa, y había atacado directamente por su flanco.
Y ese ataque había tenido éxito, con ella habiendo matado con seguridad al comandante enemigo. Pero, aun así, no era como si hubiéramos derribado todas las fuerzas enemigas.
En otras palabras, mientras que nuestro ataque sorpresa había tenido éxito… estábamos en una situación en la que teníamos que pasar por las fuerzas enemigas de nuevo, y no sabíamos cuándo podríamos ser atacados y perder nuestras vidas.
Y los que apretaban el gatillo, que podía acabar con nuestras vidas, eran los propios enemigos.
Uno tras otro, atacaron a la señorita y a todos los que estaban en el lugar sin ninguna orden clara.
—Maldición…
Los miembros del cuerpo de guardia pronto alcanzarían sus límites…
Incluso cuando parecía que sería aplastada por la ola de gente, la señorita, que tomó la delantera, no se rindió y continuó blandiendo su espada para protegernos a todos.
¿Todavía no están aquí…? ¿Aún no han llegado los refuerzos de nuestros aliados?
Conteniendo mis sentimientos impacientes, continué siguiéndola mientras empuñaba mi espada con un sentimiento similar a una plegaria.
Uno tras otro, nuestros compañeros cayeron en una ola carmesí.
Ese hecho hizo que el aire se sintiera pesado, como si me estuviera atando.
En ese momento…
Las fuerzas enemigas se cubrieron de repente con una atmósfera extraña y se apresuraron a escapar.
Mientras dejaba a un lado la pregunta de qué estaba sucediendo, todos se concentraron en correr a través de ellos para no dejar pasar la oportunidad de retirarse.