Traducido por Maru
Editado por Sharon
«Enviaré una doncella para que puedas escaparte. Saldremos directamente hacia Croa, así que solo hay una oportunidad.»
Para cuando terminó de leer y memorizar el contenido de la carta, llegó una criada con la comida.
Su rostro estaba lleno de pecas, por lo que era difícil reconocer sus rasgos, pero era una sirvienta con cabello rubio y ojos verdes. Mielle saltó de su asiento, dando la bienvenida a la doncella a quien nunca había visto antes.
—Por favor, cene.
—Sí…
Como dijo la criada, Mielle empezó a comer. Si no hacía ningún sonido, sospecharían de ella, por lo que movió los platos para hacer ruido. Mientras tanto, la mujer del lado opuesto sacó las herramientas de maquillaje de sus brazos y dibujó las pecas en el rostro de Mielle, se quitó la ropa y la intercambió con ella.
Los rasgos en sí mismos eran demasiado diferentes para ser perfectos, pero el rostro de la criada estaba lleno de pecas y era similar en altura y forma, por lo que era difícil darse cuenta si no la miraban de cerca.
«Sal de aquí directamente. Un carruaje está esperando a la entrada de la mansión.»
Después de leer las palabras en su palma, ocultó la alegría de estallar y tomó la vajilla. Pensó que por fin podría salir de esta mansión infernal, e incluso las lágrimas parecieron salir.
Ahora ella e Isis se irían a Croa. Se rebelaría, y mataría al estúpido príncipe heredero y a la vulgar perra. Estaba a punto de salir de la habitación con la cabeza gacha cuando el guardia de la puerta la llamó.
—Espera un minuto.
Todo su cuerpo se puso rígido con la sensación de que su corazón latía con fuerza.
—Creo que la hora de comer de hoy es más temprano de lo habitual —le comentó el guardia a Mielle, que estaba sudando frío y se quedó helada.
—¿Es así? Lo traje como me dijeron… —dijo en una voz aguda y fina para ocultarse. Entonces pensó que había cometido un error y se mordió los labios con fuerza, pero el guardia, que estuvo pensando un rato, asintió.
—¿En serio? Vamos. Tienes que conseguir un poco de agua, ¿verdad?
—Sí, sí…
Tan pronto como recibió el permiso, se apresuró a bajar al primer piso y Caín, que parecía ansioso, estaba de pie en la puerta principal de la mansión. Mielle, que dejó bruscamente la vajilla en el suelo, corrió hacia él.
—Herma… No, maestro.
Comenzó a llamarlo como acostumbraba, pero al mirar a su alrededor, se corrigió. A pesar de que el salón estaba vacío y no veía a nadie, no podía arriesgarse.
—Estás aquí. Un carruaje de la familia del duque está esperando.
Entonces, el nervioso Caín estrechó las manos de Mielle. Era terca y no había otra forma de ayudar, pero él parecía preocupado por dejar ir a su hermana pequeña.
—Lo he empacado, por si acaso. Tómalo y utilízalo cuando haya una emergencia.
La bolsa que Caín le entregó estaba llena de joyas caras. Isis no iba a engañarla porque había sido amenazada por su carta, pero Mielle se sintió más segura que dejar la mansión sin nada.
—Hermano…
Ella siempre se había tragado su enojo porque él no la ayudaba, pero se sentía extraña al ser vista así. Abrazó a Caín una vez y se fue rápidamente en un carruaje preparado por Isis justo en frente de la mansión.
El vehículo pareció dirigirse directamente a la mansión del duque, pero luego se dio la vuelta y llegó a las afueras de la capital. Cuando salió con inquietud del carruaje por orden del conductor, dos carruajes grandes y de aspecto robusto esperaban a Mielle.
Uno era un carruaje solo para Isis, y el otro tenía doncellas y equipaje. Isis, que se bajó del carruaje a la llegada de Mielle, la recibió con una gentil bienvenida.
—¡Señorita Isis…!
—Señorita Mielle. He estado esperando. ¿Tuviste dificultades?
—¡No, no! ¡Porque la señorita Isis me ayudó!
Isis se envolvió alrededor de los hombros de Mielle y la guió hasta su carruaje.
—Estaba a punto de irme. Todavía no estoy casada oficialmente, así que me iré en secreto. ¿Lo sabes bien?
—Por supuesto. ¿No hemos hablado de eso ya varias veces?
Cuando se subió al carruaje, Mielle comenzó a sentirse somnolienta al estar cubierta con suaves cojines para dormir luego de haber estado trabajando todo el día en el escape.
Isis, que ocultó una mirada fría a la apariencia de Mielle, preguntó:
—Las cartas… ¿las trajiste?
—No, no podría haber traído algo tan importante. Es mejor mantenerlo oculto. Mi hermano dijo que los cuidaría bien —respondió, dejando claro por su tono que nunca lo encontrarían, y el carruaje cayó en el silencio. Las cartas eran las cosas que la salvarían del infierno, y que la protegerían en el futuro—. No puedo decirte cosas tan importantes como esa fácilmente. Qué pregunta tan estúpida. Por supuesto, después de la traición, el valor como prueba no estará claro, pero hasta entonces, garantizará mi libertad. Entonces, antes de eso, me casaré con Oscar y crearé un nuevo escudo para protegerme.
Entonces, pensándolo bien, Mielle sonrió e Isis sonrió.
—Sí, ya veo. Hiciste un gran trabajo. Ten cuidado de no ser vista por nadie.
Entonces Mielle, que logró encontrar su libertad, dejó el imperio con Isis y se dirigió al Reino de Croa. Aunque era un carruaje con dos mujeres a bordo, no estaban de vacaciones ni de viaje, por lo que avanzaron hasta Croa sin detenerse, a excepción de los descansos breves para comer y reemplazar los caballos.
—De ahora en adelante, serás mi doncella, El —le dijo Isis tan pronto como cruzaron la frontera, y Mielle asintió. También incluyó una cédula con su nueva identidad. Era un resultado natural, porque no podía decir que había huído de sus pecados.
Los rumores de que Mielle había huido se extenderían rápidamente a otros países. Como el carruaje de Isis se movió con rapidez, no lo inspeccionaron, pero a partir de ahora tendría que tener más cuidado.
—Oh, por cierto, me olvidé de decirte.
Ante el tono y la expresión de Mielle, que estaba muy seria, Isis arqueó las cejas y la instó a que continuara.
—Estoy segura de que la princesa lo sabe, pero esa mujer malvada estaba realmente conmigo cuando mi padre se cayó por las escaleras. Y el hecho es que a menos que estuviera loca, no habría tomado el alucinógeno antes de algo importante.
Ante las palabras de Mielle, Isis se mantuvo positiva. Parecía pensar que era imposible que la joven arruinaría su única oportunidad con Oscar con mentiras y alucinógenos, por lo que Mielle ganó confianza ante su actitud, y le confesó lo que había adivinado.
—Ese día… el príncipe heredero realmente apareció. Fue de repente, como si se estuviera moviendo por el espacio. Luego se escondió con ella justo en frente de mí. Es como si pudiera desplazarse a voluntad.
—¿De qué estás hablando? ¿Moviéndose por el espacio? —preguntó de nuevo Isis al escucharla, frunciendo el ceño ligeramente.
—¡El príncipe heredero está haciendo magia!
La frente de Isis se frunció un poco más, al contrario de Mielle, quien habló como si fuera un gran secreto. Y lo que siguió fue una risa repentina e incontrolable, por un ridículo delirio de tonterías.
—Lo siento, pero entiendo por qué te acusaron de drogas alucinógenas.
—Te digo la verdad… ¡Tiene sentido suponer que el príncipe heredero tiene la magia para moverse por el espacio!
—Ya… veo.
A pesar de sus palabras, no se sentía así. Su rostro transmitía una profunda sospecha al escuchar su historia. Mielle, quien notó esto, afirmó varias veces que el príncipe heredero tenía un poder extraño, hasta que el carruaje llegó a la capital del Reino de Croa. Como siguió insistiendo del absurdo poder de Asher, Isis le aconsejó, impaciente:
—Está bien, sé a qué te refieres, y creo que su alteza podría tener ese tipo de habilidad.
—Señorita Isis…
Estaba a punto de alegrarse, ya que dijo que la creía, pero Isis continuó hablando.
—Pero si quieres quedarte allí por mucho tiempo, será mejor que no digas nada que no puedas demostrar a menos que quieras ser acusada de tomar un alucinógeno de nuevo. Sabes que las palabras sin pruebas no ayudan.
Todo el cuerpo de Mielle se puso rígido con el tono como si llevara una carga molesta.
¡Realmente, el príncipe heredero tiene una habilidad extraña!
—Es verdad…
Si iba a rebelarse, Isis debería saberlo. ¿Cómo podía vencer a un hombre que podía moverse por el espacio? Era una cuestión que el Partido Aristocrático debía saber, no solo beneficiaria para Isis.
Aun así, la expresión de Isis era fría y Mielle no pudo hablar más. El carruaje, que había estado funcionando durante mucho tiempo, disminuyó la velocidad y luego dejó de moverse.
—Están aquí.
Cuando escuchó la voz de afuera, se dio cuenta de que finalmente había llegado a su destino, y al quitar las cortinas de la ventana y mirar con atención, vio el magnífico castillo.
—No me digas, ¿es un castillo real?
Pensó que sería tarde en la noche y que descansarían en algún lugar y entrarían al castillo durante el día, pero Isis pronto sería la próxima reina de Croa; nadie la detendría de entrar.