Prometida peligrosa – Capítulo 85

Traducido por Lugiia

Editado por YukiroSaori


—Entre la infinidad de estrellas, solo unas pocas personas especiales pueden nacer en aquellas de los nueve dioses. Helena dice que recibir la bendición de Dios es diferente de nacer en la estrella de Dios. Aunque fui bendecida por la diosa Anthea, no nací en su estrella —continuó Hilde con voz alegre, pero cuanto más hablaba, más celestial se volvía su voz.

—Siempre me pregunté, ¿quién nació en la estrella de la diosa Anthea? ¿Qué tan amigable es la persona? Ya que nací para apoyar a la diosa en su bendición, ¿puedo hacerme amiga de esa persona si la conozco? Entonces…

—¿Entonces?

—¡La estrella de la diosa, que no se había visto durante algún tiempo, apareció de repente!

—¡Oh, Dios mío!

—¡Estaba justo al lado de la estrella del dios Airius!

Por supuesto, Marianne se dejó llevar por la explicación de Hilde. Aunque Hilde hablaba de mitos viejos y absurdos, ella estaba cautivada y curiosa como si estuviera escuchando cuentos de hadas con Cordelli en su infancia.

—¿Es increíble?

—Desde luego. ¿No cree que fue porque el dios y la diosa se amaban?

—Yo también lo pienso. Por eso las llamé estrellas gemelas.

—¡Qué adorable!

Tapándose la boca, Marianne no pudo evitar reírse. Hilde la miró fijamente y parpadeó con sus grandes ojos.

—¿Señorita Marianne?

—Sí, sacerdote Hilde.

—Ama al emperador, ¿verdad?

Era una pregunta esperada. No obstante, era tan directa y sencilla que cualquier niño podría hacerla si supiera que el propósito del emperador era venir aquí para mantener un compromiso con la señorita Marianne.

Sin embargo, en ese momento, Marianne frunció inconscientemente el ceño. Su corazón latía con fuerza y temblaba como un niño sorprendido haciendo algo malo.

—Lo sé todo.

Las brasas de la estufa se esparcieron aquí y allá de forma desordenada. Sus ojos dorados se volvieron rojizos.

—El emperador nació en la estrella de Airius. He oído que las estrellas gemelas están destinadas a ser amantes o hermanos. Como usted y el emperador no son hermanos, se supone que los dos son amantes, ¿verdad? —Hilde se sonrojó y se echó a reír, pero Marianne ni siquiera pudo esbozar una sonrisa. Sintió náuseas como si hubiera un terremoto en su corazón.

—¿Ha dicho que yo nací en la estrella de la diosa Anthea?

—¡Sí! Se lo dije antes. Su estrella y la del emperador se daban la mano una al lado de la otra mientras centelleaban. Ayer, el gran duque estaba preocupado por usted, así que le dije que las dos estrellas estaban sobre la montaña y que, aunque se atenuaban un poco, estarían bien si enviaba al equipo de búsqueda.

Aunque Hilde balbuceó durante largo rato, Marianne no pudo concentrarse en sus palabras. En un abrir y cerrar de ojos, se sintió confusa.

¿La constelación de Dios?

¿Acaso Dios ya había preparado el final de su primera vida, en la que se ahogó miserablemente en el lago, así como el de su segunda vida que obtuvo por milagro? ¿Dios dispuso que fuera aliada del emperador para luchar contra Ober? ¿Acaso Dios hizo que se comportara como una tonta y la hiciera esperar más del emperador que de su papel como socia política?

—Pero lo que es más extraño es… —Independientemente de lo que Marianne estuviera pensando en ese momento, Hilde mencionó otra previsión en un susurro—. Usted tiene dos estrellas.

¿Dos? ¿Qué demonios?

Mientras Marianne ponía una expresión de perplejidad, Hilde le señaló su hombro izquierdo con la otra mano que no le sujetaba.

—Justo aquí, la diosa Anthea sigue brillando. —Trazó una línea horizontal en el aire con sus diminutos dedos—. Y aquí, la estrella de la diosa Kader está dormida.

YukiroSaori
Recordatorio: Kader, es la diosa del destino.

Marianne miró detrás de su hombro derecho. Por supuesto, no podía verla. Solo el largo y colorido pasillo llenaba su visión.

—Como no le vi cuando era un bebé, no lo sé con exactitud, pero la estrella de la diosa Anthea apareció de repente hace un mes, ¿verdad? Entonces, creo que la estrella de la diosa Kader debe haber estado protegiéndola hasta entonces.

En ese momento, Marianne se sobresaltó como si le hubieran golpeado la cabeza. Se le puso la piel de gallina de la cabeza a los pies, cosa que no podía entender.

Lo que dijo era una metáfora infinita, pero instintivamente pudo combinar su pasado con las palabras de Hilde.

—¿Ha dicho hace un mes?

—Sí. Fue el mes pasado cuando vi por primera vez la estrella de la diosa Anthea.

—¿Qué día?

Marianne apremió a Hilde. Hilde se sintió un poco avergonzada por su repentina y brusca actitud.

—Um… Como la leche fresca se sirvió en el desayuno al día siguiente de ver la estrella… ¿Alrededor del diecinueve de abril?

—No puede ser… —Marianne estalló en carcajadas.

El diecinueve de abril era dos días antes de su cumpleaños, cuando despertó en la bañera de milagro tras ahogarse en el fondo del lago. Fue el día en que su padre, cuyo funeral presenció, regresó vivo a casa tras terminar las giras provinciales de inspección. Fue el día en que dijo que no importaba que fuera un sueño, y en que juró proteger este mundo haciendo todo lo posible.

—Parecen tonterías, ¿verdad? Yo tampoco me lo creí al principio.

Hilde, por su parte, entendió la negativa de Marianne de un modo completamente distinto.

—Dicen que cuando una estrella se duerme, la persona que nace con ella duerme para siempre. Pero usted está despierta, ¿no?

—¿Por qué…? ¿Cómo…?

—Tal vez porque ha recibido la última gracia de la diosa Kader.

En ese momento, se oyó una voz desconocida a sus espaldas. Hilde y Marianne miraron hacia atrás al mismo tiempo.

—¡Su Eminencia!

Hilde agitó las manos hacia Helena como si se alegrara de ver a su eminencia entrar. Helena caminó lentamente por el pasillo, arrastrando su larga túnica.

—La diosa Kader es la diosa del destino, pero no era lo único que Kader gobernaba.

Marianne se giró para ver los retratos gigantes de los nueve dioses. De los nueve dioses alineados uno al lado del otro, la diosa de cabello verde, de pie en el extremo derecho, se reflejaba en sus ojos claros.

La diosa Kader gobernaba el destino. Era la heroína de la mortalidad y la resurrección, pero también era llamada la soberana de la venganza y el coraje. De las cuatro hijas de Anthea, era la que más se parecía a su madre. También fue la única de los nueve dioses que sufrió la “noche” y la “muerte”.

Marianne recordó con naturalidad parte de un viejo mito que había oído.

Tanatos, quien gobernaba la oscuridad, sentía celos de Kader entre sus hermanos y hermanas porque la madre Anthea era quien más confiaba y amaba a Kader.

Tanatos utilizaba el arma de la oscuridad, que todos temían, en contraposición a la luz gobernada por su padre, Airius. Los humanos le temían, pero desconfiaban de él. Incluso sus hermanos y hermanas huían lejos cuando él traía la noche. La soledad y el silencio lo criaron, y la violencia desgarrada por la oscuridad que había en él empeoraba día a día.

Al final, Tanatos cavó una enorme trampa con la noche y mató a Kader. En ese momento, Tanatos se ganó la “muerte” y Kader conoció la “mortalidad”.

Había estado en un sueño interminable bajo tierra, donde el tiempo no pasaba durante más de 200 años. Kader solo despertó de un largo sueño cuando Anthea, quien se enteró tarde de su asesinato, la devolvió a la vida a través de las raíces del árbol del mundo en la tierra. Así, la resurrección se convirtió en su fuerza.

El día que despertó, Kader entró en guerra con Tanatos. Su propio poder y el de su madre coexistían en su cuerpo. Kader dentro de ella había una parte de Anthea.

Como no pudo vencer esa fracción de poder de la diosa madre que dio a luz a los siete dioses, Tanatos acabó escondiéndose en el oscuro inframundo con la noche. Desde entonces, gobernó en silencio sobre la muerte y la noche, en soledad, hasta que su padre, Airius, dejó de arrojar luz.

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Recordatorio: Airius, es el dios de la luz. Y padre de los dioses.

Este era el episodio más famoso del mito sobre Kader.

—La diosa Kader era el único dios cuya divinidad estaba ligada a su madre Anthea.

Finalmente, Helena se detuvo lentamente frente a los dos.

—Desde el día en que regresó de la muerte, la diosa Kader hizo de la “venganza” y el “coraje” las armas para defender su destino. Los cardenales de la generación anterior solían interpretar así el cambio de la diosa Kader.

Sus ojos dorados brillaron con intensidad.

—Es una, pero no se convierte en una. Es eterna pero, al mismo tiempo, no lo es. La diosa no era la misma, pero al mismo tiempo seguía siendo ella misma. Por eso, su destino es así. Todos los comienzos inciertos apuntarán a la mortalidad, pero mil resurrecciones volverán a partir del final predeterminado. Hay dos estrellas que le protegen. Creo que probablemente se deba a las cálidas consideraciones de la diosa Kader.

Marianne se mordió el labio inconscientemente. Su insoportable temblor se extendió a las puntas de los dedos de las manos y de los pies.

Hilde la miró ansiosa. Le dolían las manos debido a que Marianne las sostenía con fuerza.

—Pero todo esto tiene que ver con la historia de los dioses.

Helena se quedó mirando las brasas que rebotaban en la chimenea. Luego, dijo con voz sombría:

—Es demasiado grande y doloroso para que lo soporte un ser humano…

Marianne miró fijamente a Helena.

Sus ojos dorados parecían algo profundos y compasivos, como si Helena comprendiera su desastrosa vida. Ella, quien no conocía sus secretos, la consolara diciéndole lo doloroso y terrible que era para ella…

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