Traducido por Akatsuki
Editado por Lugiia
Realmente tenía la intención de levantarme, ¿sabes? Pero terminé durmiendo durante tres días después de matar al dragón… Eso es lo que sucede cuando se utiliza demasiada energía y tomas más dosis de éter.
Cuando finalmente recuperé mis sentidos, estaba en mi habitación.
—Buenos días, Su Alteza.
—¿Ilia? ¿Estoy… en la villa real? ¡¿Qué le pasó al dragón?!
—Por favor, cálmese. Ha estado dormida durante tres días desde que acabó la batalla.
—¡¿Han pasado tres días?!
—Su Majestad nos pidió que le informemos tan pronto como se despertara. Creo que vendrá a visitarla.
—Oh, no.
Si no hubiera caído en este estado, probablemente podría haber encontrado una excusa para poder explicar todo… No obstante, salir del palacio real y volver inconsciente, ¡definitivamente me gané un sermón!
¡No, no quiero verlo!
—Lo llamaré, entonces.
—¡Illia! ¡Tenemos que hablar! ¡Ayúdame a convencerlo…!
—Me temo que no puedo ayudarla. La señorita Euphyllia ya llegó a un acuerdo con Su Majestad, así que no hay nada más que pueda hacer. Je, je, je.
—¡No te rías! ¡Ah, ow! ¡¿Por qué me duele todo el cuerpo?!
—Si me disculpa. Je, je, je…
—¡No! ¡Espera, Ilia! ¡Al menos dame un día más…!
Pero a pesar de mis súplicas desesperadas, Ilia salió de la habitación con un rostro inexpresivo y una sonrisa espeluznante. Pensé en huir y esconderme, pero definitivamente no estaba en condiciones para hacerlo. No tuve más remedio que tragarme mis lágrimas y aceptar mi cruel destino.
Poco tiempo después, apareció mi padre, y no estaba solo. Euphie y el duque Grantz lo acompañaban. En este punto, solo podía rendirme. Quería darme la vuelta y huir con todas mis fuerzas, pero me dolía tanto el solo hecho de girar la cabeza.
—Veo que mi tonta hija finalmente ha despertado…
—Padre, ¡estoy encantada de verte! ¡¿Cómo has estado, si puedo preguntar?!
—Ja, ja, ja. ¿No ves que estoy furioso?
Ah, ya lo había sospechado. Estaba tratando de reírme, pero ¡la presión que había aquí era inmensa!
—¡Maldita tonta!
—¡Sip! —Todo mi ser retrocedió en respuesta al tono enojado de mi padre.
—¡¿Qué clase de miembro de la realeza se lanza al frente en una batalla, y mucho menos intenta abalanzarse sobre un dragón?! ¡¿Y en qué estabas pensando al involucrar a Euphyllia?!
—B-Bueno, mis razones son increíblemente profundas, tal y como ves…
—¿Qué?
—¡Lo lamento! ¡Fue egoísta de mi parte! ¡No debí haber arrastrado a Euphie! —grité. La sola presencia de mi padre era un gran peso sobre mí; su ira se había convertido prácticamente en una densa bola de rabia negra.
Después de mis disculpas, mi padre comenzó a calmarse gradualmente y la presión sobre mí disminuyó. Dejando escapar un suspiro, se frotó la frente con una mano.
—Realmente eres problemática. Euphyllia me lo ha contado todo. Al parecer, si no hubieras ido, los resultados habrían sido lamentables.
—¿En serio?
—Con nuestras fuerzas, no habríamos tenido más remedio que esperar a que el dragón agotará sus reservas de magia… o enfrentarlo con armas mágicas como las tuyas. Pero son pocas las personas capaces de hacer algo así, y se necesitaría algo de tiempo para prepararlas. No hay duda que tus acciones han reducido los daños al mínimo.
Asentí al estar de acuerdo con sus palabras. Todo el cuerpo del dragón había estado envuelto en magia, por lo que debió haber sido increíblemente poderoso. Con magia convencional, probablemente habrían necesitado varias técnicas poderosas como las de Euphie para solo atravesar sus defensas.
Luchar contra él normalmente habría requerido ataques constantes para agotar su resistencia y su magia. Pero eso no impediría que dejara de avanzar o de provocar desastres. Así que, en última instancia, atacar de frente habría sido lo mejor.
—¡Pero tú…! Eres una hija torpe, tonta, ¡e idiota! ¡Has creado un verdadero desastre esta vez!
—No, sé que actúe de manera bastante egoísta, pero ayudé a salvar vidas…
—Sí, supongo que mereces ser elogiada por ello, pero luego está tu posición a considerar. Y lo más importante, te interpusiste en el camino de Algard.
—¿Huh? ¿Allie?
No entendía el porqué nombraba a mi hermano en todo esto.
—Algard estaba ansioso por participar en la batalla contra el dragón. Es probable que estuviera tratando de compensar el desastre que causó, por lo que quería hacerle frente al dragón él mismo.
—¿Huh? ¿Estás diciendo que arruiné su plan?
—Totalmente.
¡Oh, no! ¡No tenía intenciones de hacer eso! Espera, ¡¿no debería haber estado encerrado en su habitación?! ¡¿No puede portarse bien una vez?! Bueno, puede sonar raro viniendo de mí… ¡Pero aun así!
—Siempre has hecho lo que querías, sin tener en cuenta a las personas que te rodeaban, pero esta vez has ido demasiado lejos… ¡¿Por qué diablos siempre tienes que llegar a tales extremos?! ¡Gracias a ti, Algard está nuevamente bajo arresto domiciliario, y tú ahora tienes dos reputaciones completamente diferentes!
—¿Me estás diciendo que soy una princesa egoísta, obstinada, loca y también una valiente cazadora de dragones…?
—Supongo que eso lo resume todo. —Mi padre suspiró profundamente.
Estaba bien con las reputaciones, pero de todos modos…
—¿Cuánto daño causó la estampida?
—Las bajas fueron pocas. Hubo algunos con heridas graves, pero teniendo en cuenta que estábamos lidiando con una estampida y un dragón, el daño fue sorprendentemente menor.
—Eso es un alivio. Salvar a otros es mucho más importante que mi propia reputación.
Hace mucho tiempo me había resignado al hecho de que no era lo suficientemente buena como para ser parte de la familia real. Había cosas más importantes como para preocuparme de cómo me veían los demás. En primer lugar, los caballeros y los aventureros no sufrieron mucho daño, así que eso era un alivio. Y por supuesto, había una cosa que era prioridad para mí.
—Los materiales del dragón son míos, ¡¿verdad?! ¡Yo lo derroté, después de todo!
—¡Ya sabía que ese era tu verdadero objetivo, cabeza hueca…! ¡¿No te das cuenta del gran tesoro que es para el reino?!
—¡No quiero quedarme con todo! ¡Al menos déjame quedarme con la magicita! ¡Me la dieron como legado!
—¿Huh? ¿Qué quieres decir con legado? —Mi padre me miró con sospecha.
Euphie, el duque Grantz e Illia también me miraban con atención. Hice una pequeña mueca, pero no podía retroceder ahora.
—El dragón me la confió. Así que, por favor, al menos déjame tener la magicita.
—Espera, Anis. ¡¿Estás diciendo que hablaste con el dragón?!
—Bueno, más bien fue él quien me habló…
Mi padre estaba asombrado, mientras que Euphie parecía estar susurrando algo. Yo tampoco podía creérmelo, pero había sucedido, así que no había más que decir. Además, aunque el dragón no me hubiera confiado la magicita, la habría querido igual.
—Creo que el dragón me habló solo porque lo derroté, pero no importa si me crees o no. Aceptaré cualquier castigo por mi imprudencia. Pero, por favor, solo déjame tener la magicita.
—Ah… Siempre es una molestia tras otra…
—Su Majestad, ¿si me lo permite?
—¿Y ahora qué, Grantz?
—Tengo algunas ideas para los restos del dragón, así como las recompensas y castigos apropiados para la princesa Anisphia.
—Sigue.
—Sí. La princesa derrotó al dragón; es un hecho que no se puede ocultar. Y es un hecho que ella hizo una contribución significativa. Dadas las circunstancias, castigarla por sus acciones será reflejado de mala manera ante los ciudadanos, y no hacerlo será considerado una ofensa por parte de la nobleza.
—Así que, si la castigamos, los plebeyos se rebelarán, pero, si la dejamos ir, ¿la nobleza lo hará? —dijo mi padre, frunciendo el ceño.
Grantz asintió.
—Es cierto que la princesa necesita ser castigada, pero ¿qué tal si yo la protejo? Puedo decir que su imprudencia fue impulsada por su deseo de vincular sus logros con Euphyllia.
—¿Qué está diciendo, padre? —preguntó Euphie, sorprendida, mientras miraba a su padre.
Yo también estaba desconcertada.
—¿Eso no haría parecer que he estado apoyando a la casa Magenta?
—De hecho, así sería. Pero debe admitir que no es exactamente una mentira, ¿verdad?
—Supongo que no…
En un principio, había invitado a Euphie a ser mi ayudante para darle la oportunidad de hacerse un nombre y deshacer el daño que había hecho a su reputación el fracaso de su compromiso. Y ella trabajó conmigo para detener la estampida y derrotar al dragón. En cierto modo, no era exagerado decir que había logrado lo que me había propuesto.
—Ahora que todo acabó, no podemos negar que las ambiciones del príncipe Algard se han visto frustradas. La necesidad de restaurar el honor de Euphyllia nos puso en conflicto directo.
—¿Es por eso que quieres proteger a Anis, Grantz?
—Así es. Tomaré la posición de que quiero agradecer a la familia real. En especial, a la princesa Anisphia.
—¿Está diciendo que desea a la princesa Anisphia en su facción, padre? —preguntó Euphie.
—Euphie, nosotros originalmente éramos una facción militar. Muchos de nuestros socios tienen una opinión favorable hacia la princesa. Ahora que nos estamos enfrentando al príncipe Algard, no podemos darnos el lujo de dejar su puesto en el aire.
—¡C-Correcto, pero no quiero quedar atrapada en ningún problema político! —grité.
—Me temo que hizo una actuación demasiado grande esta vez. Esta es su única opción.
—¡N-No…!
¡Arg! Pero dado que había decidido proteger a Euphie, inevitablemente tendría que enfrentarme a Allie de una u otra forma. Habíamos estado en malos términos durante un tiempo, pero él nunca había intentado deshacerse de mí mientras estaba fuera del centro de atención.
Ya había renunciado a mi derecho al trono, y había declarado que no iba a interferir en la sucesión de Allie, pero debido a la forma ridícula en que anuló su compromiso con Euphie, mi posición en la sociedad parecía estar aumentando.
Y ahora que había derrotado a un dragón, seguramente aumentaría mucho más. Si la gente supiera que hice todo esto para ayudar a restaurar el honor de Euphie, la gente me apoyaría aún más. Estaba bien destacando como una alborotadora, pero sería un gran problema convertirme en alguien famoso.
—Hmm… No puedo decir que sea un mal plan… —murmuró mi padre.
—Princesa Anisphia, tomemos esta situación como una deuda.
—¿Una deuda?
—Sí. Estoy seguro de que, dado este incidente y el error del príncipe Algard, habrá más de unos cuantos buscando ganarse su favor. Permítame manejar ese asunto.
—Ah. Entonces, ¿tendré que devolverle el favor algún día?
—Esta es mi forma de agradecerle por salvar a Euphie. Aunque también tengo mi propia agenda.
Huh. Para ser honesta, no amaba la intriga política. No quería quedarme atrapada en alguna conspiración, por lo que trataba de mantenerme permanentemente alejada de esos asuntos.
Pero esta vez, después de todo ese lío, no podía escaparme. Con lo grande que se volvió la situación, mi padre no podría manejarlo solo. Tampoco había un curso de acción para satisfacer tanto al pueblo como a los nobles. Ahora, la mejor opción era contar con la ayuda de un político experimentado.
Y el duque Grantz estaba dispuesto a asumir ese papel. En otras palabras, él me protegerá para resolver esos asuntos políticos.
Pero si accedía a su propuesta, sería considerada como parte de su facción. No estaría en desacuerdo con sus aliados, sin embargo…
El duque Grantz era el canciller del reino y consejero de mi padre. Al mismo tiempo, también era el jefe del Ministerio de Defensa, la organización encargada de proteger al país y supervisar las acciones de las caballerías activas en cada región, razón por la cual su facción fue considerada militarista.
Yo también había trabajado con la Guardia Fronteriza durante un tiempo como aventurera; solía viajar a varios lugares como parte de mis misiones. Tampoco me llevaba mal con la Guardia Real, y había recibido lecciones de espada de ellos, aunque me trataran como a una excéntrica. Sin embargo, eso no significaba que pudiera leer las intenciones del duque.
—Duque Grantz, no se opondrá a que Allie se convierta en rey ni nada después del incidente con Euphyllia, ¿verdad?
—Su comportamiento ha puesto en duda su reputación, pero eso ya era evidente incluso antes de anular el compromiso. Mientras el príncipe Algard no resulte ser un tonto actuando en contra del interés del reino, no planeamos actuar en su contra.
Hmm… Bueno, realmente no tenía otra opción. Preferiría mantener la cabeza baja, pero dadas las circunstancias, un pequeño conflicto parecía ser inevitable. Podría haber sido evitable si hubiese sido un problema común, pero se trataba de un dragón. Estaba segura de que fue por ello que el duque Grantz hizo esta propuesta. Ahora todo estaba fuera de mis manos…
—Es una deuda. ¿Podría ayudarme con ello?
—Muy bien. ¿Asumo que no tiene objeciones, Su Majestad?
—Oh, no las tengo. Estoy seguro de que has estado reflexionando sobre esto mucho tiempo desde que nos enteramos de cómo acabó todo, ¿no es así, Grantz?
—Solo deseo mostrar mi lealtad a Su Majestad al actuar para el bien mayor del reino —dijo el duque con una reverencia.
Mi padre frunció el ceño y se volvió hacia mí, dejando escapar un suspiro.
—Anis, tu castigo será participar en la celebración como miembro de la familia real. Desde la vestimenta hasta el comportamiento, abstente de hacer cualquier cosa salvaje y muéstrate lo más modesta que puedas.
—¡¿Huh?! ¡¿Quieres decir que habrá un banquete?! ¡¿Y quieres que desempeñe un papel principal?!
—¡Obviamente, tonta! —gritó mi padre—. ¡Tú eres quien derrotó al dragón! ¡Así que, de ahora en adelante, será mejor que actúes como corresponde de una princesa para calmar todo lo que has iniciado!
¿Acaso estaba pensando en cambiar de opinión sobre mi legitimidad como princesa? No me gustaba como sonaba eso… Pero no podía decir nada.
Ugh, cómo desearía poder hacerlo. ¿Por qué tengo que asistir a las celebraciones? ¿Y por qué debo actuar como una princesa? ¡Es asfixiante! ¡No voy a hacerlo!
—También debemos anunciar formalmente que Euphyllia se ha convertido en la asistente oficial de la princesa Anisphia, y dar a conocer su rol en esta celebración. Sí, esta es una buena oportunidad.
—¡Ughhh! ¡Nooo! ¡No quiero actuar de princesa!
—¡No es momento de que hagas una rabieta, niña tonta!
Mi padre podría gritarme todo lo que quisiera, pero aun así no me gustaba la idea. Argh, ya empecé a sentirme deprimida. Solo quiero irme ya.
—Euphyllia. Necesito que le enseñes modales a Anis. Y asegúrate de que no se escape.
—Entendido, Su Majestad.
—¡Arghhh, nooo! ¡Odio las lecciones de etiqueta!
—Habrá un baile también. Asegúrate de que no avergüence a la familia real.
—¡Nooo!
Todos ignoraron mis súplicas y comenzaron a hablar entre sí.
Y así me quedé, sola con mis propios rencores. Sin nadie en quien poder quejarme, solo podía rendirme y aceptarlo con la cabeza gacha.