Dama a Reina – Capítulo 9: ¿Quieres hacer un trato?

Traducido por Kiara

Editado por Yusuke


—Sí —dijo Lucio.

—Lo admites, así que debe ser cierto.

—Sí —dijo de nuevo.

Él no lo negó, y Patrizia se preguntó si su objetivo era relevarla de su lugar. Por supuesto, él debía elegir una reina, pero la mujer para desempeñar el papel no fue de su propia elección, por lo que no sería inusual que tomara a una amante. En cierto modo, este hombre también merecía lástima. Debido a su condición de emperador, no podía tener una relación con la mujer que amaba como una pareja ordinaria. Por supuesto, desde el punto de vista de la reina, no podría haber tal bazofia.

Patrizia le dirigió una mirada.

—Si estás aquí, debe ser para decirme que no la trate con inrespeto.

—Claramente. Eres bastante acertada.

Esta fue la primera vez que Patrizia recibió un cumplido que la hacía sentir tan desagradable. Se dio cuenta de que los elogios podrían ser un arma mucho más efectiva que una maldición.

—No espero tu amor. No pondré una mano sobre tu amante a menos que ocurra algo.

—Bien.

—Entonces… —Patrizia decidió poner una oferta sobre la mesa—. ¿Qué harás por mí?

—¿Qué? —El emperador frunció el ceño como si no esperara la pregunta.

Patrizia no mostró ningún cambio en su rostro y continuó con calma.

—Cuando se da algo, se debe de recibir algo a cambio. Como reina, renuncié a tu amor y afecto sin castigar a tu amante. He resuelto dos de tus problemas, por lo que debes satisfacer dos de mis condiciones a cambio.

—¿Estás ofreciendo un trato?

—No tienes nada que perder. No es una petición irrazonable.

Lucio la miró de cierta forma impresionado, antes de finalmente hablar en un tono endurecido.

—Muy bien. Cuéntame tus condiciones.

—Solo dos cosas. Primero, tu sucesor será mi hijo.

—¿Cuál es la segunda?

—No tengas hijos con esa concubina.

Patrizia no quería nada más. La mejor venganza que podía cosechar era ver morir a Lucio sin hijos de la mujer que amaba y hacer que el hijo de la mujer que odiaba tomara el trono en su lugar. Una concubina sólo podía servir al Palacio Imperial mientras su emperador estuviera vivo. Una vez que él muriera, sería más fácil deshacerse de ella.

Pedirle a Lucio que no tuviera hijos con Rosemond era preservar el último bastión de orgullo de Patrizia. Sobre todo, estaba relacionado con su propia seguridad. Podría verse comprometido su plan si Rosemond diera a luz a un hijo antes que Patrizia, y en el peor de los casos, el hijo de la concubina podía heredar el trono. Ella no podía tolerar que eso sucediera.

—¿Puedes cumplir esa promesa?

Lucio se quedó callado por un momento, luego se rió por lo bajo.

—ja, ja eres buena.

Patrizia mantuvo la barbilla levantada. La expresión en su rostro era tan suave como un lago tranquilo, mientras la ira de Lucio hervía debajo de una fachada tranquila. Sin decir que se iba, se levantó abruptamente y salió por la puerta.

Finalmente, Patrizia se derrumbó contra su asiento con un suspiro. Al menos por ahora, esto fue suficiente.

♦ ♦ ♦

A la mañana siguiente, Patrizia se despertó en su cama, sola. Fue a su escritorio y le escribió a Raphaella para preguntarle si podía servir como guardia de la reina. Su amiga más cercana, era la única a quien podía confiar su vida en este momento.

Raphaella aceptó con gusto la oferta. Si su padre, el marqués Bringstone, muriera, ella tendría que regresar a casa para convertirse en la nueva marquesa, pero Patrizia esperaba poder estar cerca de ella hasta el nacimiento de un príncipe.

Raphaella llegó al palacio un día después de responder a su carta, luciendo mucho más cómoda con su armadura que con un vestido. Al darse cuenta de que su amiga ahora era reina, se arrodilló humildemente a modo de saludo.

—La sirviente de Su Majestad, Raphaella Bringstone, saluda a la Luna del Imperio.

—Raphaella, por favor, levántate. —Era una forma incómoda de saludo para Patrizia, pero no tenía otra opción. Estaban en el Palacio Imperial, y había demasiadas restricciones y expectativas de etiqueta para hacer lo que deseara. Patrizia, sin embargo, le pidió a Raphaella que se pusiera de pie para que no hubiera demasiada distancia entre ellas.

Raphaella se puso de pie y le sonrió a Patrizia.

—Desde que te convertiste en reina, te haz vuelto aún más hermosa.

Patrizia se sonrojó ligeramente.

—¿Qué quieres decir? Eso es vergonzoso. Por favor siéntate.

Mirya dejó una bandeja de té sobre la mesa antes de salir de la habitación. Ahora que solo eran ellas dos, a Raphaella le resultó más fácil hablar, y ella relajó los hombros.

—Oh, eso fue incómodo. No sé cómo podría acostumbrarme a eso —respiró Raphaella.

Patrizia le dio una sonrisa tranquila.

—Es natural ya que es la primera vez. Te acostumbraras. Pero cuando estemos a solas, podemos ser casuales, o de lo contrario me olvidaré de cómo hablar contigo.

—No me mates más tarde cuando no haga uso de mis modales —sonrió Raphaella, luego convirtió la conversación en algo más salaz—. Por cierto, tu primera noche… ¿estuvo bien?

Patrizia sacudió la cabeza. Ella y Lucio conversaron brevemente, y la noche de bodas terminó con una mirada hostil. Los ojos de Raphaella se abrieron con incredulidad ante la respuesta de Patrizia.

—Pero ¿por qué? Los rumores, ¿son ciertos?

—Sí —dijo Patrizia en voz baja.

Raphaella estaba perpleja por lo actitud que mantenía Patrizia.

—¿Cómo puedes ser tan despreocupada sobre este asunto? Rizi, no, Su Majestad, este es un problema grave. No sabes lo frágil que puede ser tu posición sin el favor del emperador.

—Lo sé. Pero esta es una cuestión fuera de mi poder, tú entiendes. No importa cuánto intente ganar su corazón, no cambiará. Prefiero usar mis esfuerzos en crear un futuro mejor.

—Entiendo lo que dices. Pero Rizi… no asumas que las cosas seguirán según tus deseos —dijo Raphaella con voz grave.

—¿Qué quieres decir?

—Si yo fuera la amante, haría cualquier cosa para derribarte —dijo Raphaella con firmeza. El hecho de que el emperador no amara a su reina no significaba que fuera depuesta, pero sí significaba que una concubina intentaría desafiarla. De esa manera, la seguridad de la posición de la concubina podría garantizarse incluso después de la muerte del emperador.

—Rizi, esta no es una situación pacífica. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Entiendo —respondió Patrizia. Ella estaba muy consciente. Rosemond también había tratado de derribar a Petronilla en su vida pasada, y Patrizia no se quedaría quieta si la concubina se atrevía a hacerlo nuevamente. Dejando de lado la venganza de Patrizia, este era un asunto directamente relacionado con su familia. En el Imperio Mavinous, ser destronado significaba la muerte.

—No debes preocuparte. No la dejaré ir tan lejos.

Raphaella dudó un momento.

—Muy bien, te creo, porque eres inteligente. Sólo sé cuidadosa.

—¿Me protegerás? —preguntó Patrizia.

—Por supuesto, en términos físicos. Pero no tengo confianza en asuntos como la política.

—Eso es suficiente. Gracias.

—Buena cosa, entonces. —Raphaella ofreció una leve sonrisa. Cualquiera que intentara lastimar a Patrizia sería castigado con sus propias manos. Ella continuó con una voz suave—. Su Majestad podría estar teniendo un amorío temporal. Puede que su corazón no esté completamente con ella.

—Quizás. —Patrizia dio una respuesta ambigua en lugar de derribarla.

No, Raphaella esto no era un simple amorío. Si lo fuera, el emperador no habría tratado a Petronilla en la forma en que lo hizo hasta el final, y no habría elevado a Rosemond a la posición de baronesa para luego darle el asiento de la reina, pensó ella.

El corazón del emperador ya estaba cerrado, y Patrizia no tenía intención de abrirle el suyo.

♦ ♦ ♦

Rosemond parpadeó contra la luz del sol de la mañana. Su cabeza todavía estaba aturdida por el sueño, y volvió su mirada hacia Lucio que dormía a su lado. Su amado era muy guapo. Ella observó su forma dormida y cada segundo su mirada se tornaba más atrevida mientras admiraba su cuerpo musculoso. Afortunadamente, no había reuniones estatales para él este dia.

Lucio de repente abrió los ojos y rápidamente empujo a Rosemond contra la cama.

—¡Ah! —gritó ella cuando él mordió su clavícula en lugar de besarla.

—¿Por qué no tienes miedo? —dijo con voz áspera.

—Porque Su Majestad tampoco tiene miedo.

Él le sonrió.

—Hubiera estado en problemas si fueras tú quien estuviera en el Palacio Imperial ayer.

—Lloré —respondió Rosemond, pasando un largo dedo índice por su pecho desnudo—. Lloro en las noches que no estas, porque te extraño.

—Nos quedamos juntos toda la noche anterior. ¿Todavía no es suficiente?

—Nunca puedo tener suficiente de ti. Lo sabes. —Sus dedos descendieron peligrosamente hacia abajo.

—Es de mañana. Basta —advirtió él.

—¿De Verdad?

—Si comenzamos ahora, no sé cuándo voy a parar. —Dio un suspiro.

—Bueno… no importa si no te detienes hasta la noche.

Con una sonrisa, finalmente lo toco donde estaba más emocionado, y él gimió de placer. Ella siempre era enérgica, pero él no odiaba eso de ella.

—Tú fuiste quien me sedujo primero —dijo, rindiéndose a su toque y transfiriendo toda la culpa a ella.

—Sí, lo hice.

Era una mañana brillante, pero se quedaron en la habitación hasta bien entrada la noche. Y tal vez, continuarán de esa manera, hasta que el sol finalmente volviera a salir en los cielos.

♦ ♦ ♦

Incluso antes de la boda, Patrizia estaba decidida a hacer bien su trabajo, independientemente de la vida personal de Lucio. Entró en el palacio para convertirse en una reina, no para calentar la cama del emperador por la noche. No quería quedar atrapada con falsas acusaciones, y por eso se centró en administrar bien los asuntos del ministerio imperial y ganar credibilidad, con la esperanza de protegerse contra una posición desventajosa en el futuro. Para entonces, podría reunir simpatía y opinión pública.

—Saludos a la Luna del Imperio. Gloria a su majestad la emperatriz. —La duquesa Ephreney dijo cortésmente y se inclinó.

Ella vino a visitar a Patrizia, ya que quien había estado a cargo de los asuntos de la Casa Imperial, pero ahora que Patrizia se había convertido en la nueva ama del palacio, la autoridad sería transferida a la nueva reina.

Patrizia sonrió en respuesta al saludo de la duquesa Ephreney.

—No te he visto en mucho tiempo, duquesa Ephreney. ¿Cómo has estado?

—Todo está bien debido a la gracia de la luna nueva, Su Majestad. Gracias por su atención.

Miró a las doncellas que estaban con ella, y ellas se acercaron al escritorio y colocaron torres de documentos y libros.

Patrizia casi frunció el ceño ante los montones de papeles, pero se las arregló para mostrar una expresión amable.

—¿Qué es esto? —Ella preguntó con calma.

—Como sabe, durante los últimos diez años, he estado a cargo de los asuntos de la Casa Imperial.

La dirección había estado bajo la supervisión de la duquesa Ephreney desde que la reina anterior, la reina Alisa, se había ido. Además de que el emperador toma las decisiones finales, ella había asumido la mayor parte del trabajo, y debido a esto, la mayoría de la gente la consideraba la cabeza implícita de la Familia Imperial.

—Traje estos documentos aquí porque pensé que necesitas familiarizarte con ellos —finalizó la duquesa.

—Si eso es lo que dices.

—Sí. No podrás lidiar con todo de inmediato ya que eres nueva, así que por el momento, continuaré dirigiendo el hogar.

—Entonces, ¿qué debo hacer mientras tanto?

—Es mejor que completes tu educación dentro de un año.

Patrizia lo pensó un momento. La duquesa no estaba completamente equivocada. Había estado en el palacio durante mucho tiempo, y era natural que fuera mejor que continuará manejando su trabajo a que alguien tan verde como ella tomara el control de inmediato. Una reina debe ser sabia para no eliminar a alguien con buenos talentos. Además, no tenía precedentes que auguraran un mal trabajo y Petronilla también tuvo un año de educación antes de que se le delegara el trabajo de la Casa Imperial.

Sin embargo…

Editado por Yusuke


—Sí —dijo Lucio.

—Lo admites, así que debe ser cierto.

—Sí —dijo de nuevo.

Él no lo negó, y Patrizia se preguntó si su objetivo era relevarla de su lugar. Por supuesto, él debía elegir una reina, pero la mujer para desempeñar el papel no fue de su propia elección, por lo que no sería inusual que tomara a una amante. En cierto modo, este hombre también merecía lástima. Debido a su condición de emperador, no podía tener una relación con la mujer que amaba como una pareja ordinaria. Por supuesto, desde el punto de vista de la reina, no podría haber tal bazofia.

Patrizia le dirigió una mirada.

—Si estás aquí, debe ser para decirme que no la trate con inrespeto.

—Claramente. Eres bastante acertada.

Esta fue la primera vez que Patrizia recibió un cumplido que la hacía sentir tan desagradable. Se dio cuenta de que los elogios podrían ser un arma mucho más efectiva que una maldición.

—No espero tu amor. No pondré una mano sobre tu amante a menos que ocurra algo.

—Bien.

—Entonces… —Patrizia decidió poner una oferta sobre la mesa—. ¿Qué harás por mí?

—¿Qué? —El emperador frunció el ceño como si no esperara la pregunta.

Patrizia no mostró ningún cambio en su rostro y continuó con calma.

—Cuando se da algo, se debe de recibir algo a cambio. Como reina, renuncié a tu amor y afecto sin castigar a tu amante. He resuelto dos de tus problemas, por lo que debes satisfacer dos de mis condiciones a cambio.

—¿Estás ofreciendo un trato?

—No tienes nada que perder. No es una petición irrazonable.

Lucio la miró de cierta forma impresionado, antes de finalmente hablar en un tono endurecido.

—Muy bien. Cuéntame tus condiciones.

—Solo dos cosas. Primero, tu sucesor será mi hijo.

—¿Cuál es la segunda?

—No tengas hijos con esa concubina.

Patrizia no quería nada más. La mejor venganza que podía cosechar era ver morir a Lucio sin hijos de la mujer que amaba y hacer que el hijo de la mujer que odiaba tomara el trono en su lugar. Una concubina sólo podía servir al Palacio Imperial mientras su emperador estuviera vivo. Una vez que él muriera, sería más fácil deshacerse de ella.

Pedirle a Lucio que no tuviera hijos con Rosemond era preservar el último bastión de orgullo de Patrizia. Sobre todo, estaba relacionado con su propia seguridad. Podría verse comprometido su plan si Rosemond diera a luz a un hijo antes que Patrizia, y en el peor de los casos, el hijo de la concubina podía heredar el trono. Ella no podía tolerar que eso sucediera.

—¿Puedes cumplir esa promesa?

Lucio se quedó callado por un momento, luego se rió por lo bajo.

—ja, ja eres buena.

Patrizia mantuvo la barbilla levantada. La expresión en su rostro era tan suave como un lago tranquilo, mientras la ira de Lucio hervía debajo de una fachada tranquila. Sin decir que se iba, se levantó abruptamente y salió por la puerta.

Finalmente, Patrizia se derrumbó contra su asiento con un suspiro. Al menos por ahora, esto fue suficiente.

♦ ♦ ♦

A la mañana siguiente, Patrizia se despertó en su cama, sola. Fue a su escritorio y le escribió a Raphaella para preguntarle si podía servir como guardia de la reina. Su amiga más cercana, era la única a quien podía confiar su vida en este momento.

Raphaella aceptó con gusto la oferta. Si su padre, el marqués Bringstone, muriera, ella tendría que regresar a casa para convertirse en la nueva marquesa, pero Patrizia esperaba poder estar cerca de ella hasta el nacimiento de un príncipe.

Raphaella llegó al palacio un día después de responder a su carta, luciendo mucho más cómoda con su armadura que con un vestido. Al darse cuenta de que su amiga ahora era reina, se arrodilló humildemente a modo de saludo.

—La sirviente de Su Majestad, Raphaella Bringstone, saluda a la Luna del Imperio.

—Raphaella, por favor, levántate. —Era una forma incómoda de saludo para Patrizia, pero no tenía otra opción. Estaban en el Palacio Imperial, y había demasiadas restricciones y expectativas de etiqueta para hacer lo que deseara. Patrizia, sin embargo, le pidió a Raphaella que se pusiera de pie para que no hubiera demasiada distancia entre ellas.

Raphaella se puso de pie y le sonrió a Patrizia.

—Desde que te convertiste en reina, te haz vuelto aún más hermosa.

Patrizia se sonrojó ligeramente.

—¿Qué quieres decir? Eso es vergonzoso. Por favor siéntate.

Mirya dejó una bandeja de té sobre la mesa antes de salir de la habitación. Ahora que solo eran ellas dos, a Raphaella le resultó más fácil hablar, y ella relajó los hombros.

—Oh, eso fue incómodo. No sé cómo podría acostumbrarme a eso —respiró Raphaella.

Patrizia le dio una sonrisa tranquila.

—Es natural ya que es la primera vez. Te acostumbraras. Pero cuando estemos a solas, podemos ser casuales, o de lo contrario me olvidaré de cómo hablar contigo.

—No me mates más tarde cuando no haga uso de mis modales —sonrió Raphaella, luego convirtió la conversación en algo más salaz—. Por cierto, tu primera noche… ¿estuvo bien?

Patrizia sacudió la cabeza. Ella y Lucio conversaron brevemente, y la noche de bodas terminó con una mirada hostil. Los ojos de Raphaella se abrieron con incredulidad ante la respuesta de Patrizia.

—Pero ¿por qué? Los rumores, ¿son ciertos?

—Sí —dijo Patrizia en voz baja.

Raphaella estaba perpleja por lo actitud que mantenía Patrizia.

—¿Cómo puedes ser tan despreocupada sobre este asunto? Rizi, no, Su Majestad, este es un problema grave. No sabes lo frágil que puede ser tu posición sin el favor del emperador.

—Lo sé. Pero esta es una cuestión fuera de mi poder, tú entiendes. No importa cuánto intente ganar su corazón, no cambiará. Prefiero usar mis esfuerzos en crear un futuro mejor.

—Entiendo lo que dices. Pero Rizi… no asumas que las cosas seguirán según tus deseos —dijo Raphaella con voz grave.

—¿Qué quieres decir?

—Si yo fuera la amante, haría cualquier cosa para derribarte —dijo Raphaella con firmeza. El hecho de que el emperador no amara a su reina no significaba que fuera depuesta, pero sí significaba que una concubina intentaría desafiarla. De esa manera, la seguridad de la posición de la concubina podría garantizarse incluso después de la muerte del emperador.

—Rizi, esta no es una situación pacífica. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Entiendo —respondió Patrizia. Ella estaba muy consciente. Rosemond también había tratado de derribar a Petronilla en su vida pasada, y Patrizia no se quedaría quieta si la concubina se atrevía a hacerlo nuevamente. Dejando de lado la venganza de Patrizia, este era un asunto directamente relacionado con su familia. En el Imperio Mavinous, ser destronado significaba la muerte.

—No debes preocuparte. No la dejaré ir tan lejos.

Raphaella dudó un momento.

—Muy bien, te creo, porque eres inteligente. Sólo sé cuidadosa.

—¿Me protegerás? —preguntó Patrizia.

—Por supuesto, en términos físicos. Pero no tengo confianza en asuntos como la política.

—Eso es suficiente. Gracias.

—Buena cosa, entonces. —Raphaella ofreció una leve sonrisa. Cualquiera que intentara lastimar a Patrizia sería castigado con sus propias manos. Ella continuó con una voz suave—. Su Majestad podría estar teniendo un amorío temporal. Puede que su corazón no esté completamente con ella.

—Quizás. —Patrizia dio una respuesta ambigua en lugar de derribarla.

No, Raphaella esto no era un simple amorío. Si lo fuera, el emperador no habría tratado a Petronilla en la forma en que lo hizo hasta el final, y no habría elevado a Rosemond a la posición de baronesa para luego darle el asiento de la reina, pensó ella.

El corazón del emperador ya estaba cerrado, y Patrizia no tenía intención de abrirle el suyo.

♦ ♦ ♦

Rosemond parpadeó contra la luz del sol de la mañana. Su cabeza todavía estaba aturdida por el sueño, y volvió su mirada hacia Lucio que dormía a su lado. Su amado era muy guapo. Ella observó su forma dormida y cada segundo su mirada se tornaba más atrevida mientras admiraba su cuerpo musculoso. Afortunadamente, no había reuniones estatales para él este dia.

Lucio de repente abrió los ojos y rápidamente empujo a Rosemond contra la cama.

—¡Ah! —gritó ella cuando él mordió su clavícula en lugar de besarla.

—¿Por qué no tienes miedo? —dijo con voz áspera.

—Porque Su Majestad tampoco tiene miedo.

Él le sonrió.

—Hubiera estado en problemas si fueras tú quien estuviera en el Palacio Imperial ayer.

—Lloré —respondió Rosemond, pasando un largo dedo índice por su pecho desnudo—. Lloro en las noches que no estas, porque te extraño.

—Nos quedamos juntos toda la noche anterior. ¿Todavía no es suficiente?

—Nunca puedo tener suficiente de ti. Lo sabes. —Sus dedos descendieron peligrosamente hacia abajo.

—Es de mañana. Basta —advirtió él.

—¿De Verdad?

—Si comenzamos ahora, no sé cuándo voy a parar. —Dio un suspiro.

—Bueno… no importa si no te detienes hasta la noche.

Con una sonrisa, finalmente lo toco donde estaba más emocionado, y él gimió de placer. Ella siempre era enérgica, pero él no odiaba eso de ella.

—Tú fuiste quien me sedujo primero —dijo, rindiéndose a su toque y transfiriendo toda la culpa a ella.

—Sí, lo hice.

Era una mañana brillante, pero se quedaron en la habitación hasta bien entrada la noche. Y tal vez, continuarán de esa manera, hasta que el sol finalmente volviera a salir en los cielos.

♦ ♦ ♦

Incluso antes de la boda, Patrizia estaba decidida a hacer bien su trabajo, independientemente de la vida personal de Lucio. Entró en el palacio para convertirse en una reina, no para calentar la cama del emperador por la noche. No quería quedar atrapada con falsas acusaciones, y por eso se centró en administrar bien los asuntos del ministerio imperial y ganar credibilidad, con la esperanza de protegerse contra una posición desventajosa en el futuro. Para entonces, podría reunir simpatía y opinión pública.

—Saludos a la Luna del Imperio. Gloria a su majestad la emperatriz. —La duquesa Ephreney dijo cortésmente y se inclinó.

Ella vino a visitar a Patrizia, ya que quien había estado a cargo de los asuntos de la Casa Imperial, pero ahora que Patrizia se había convertido en la nueva ama del palacio, la autoridad sería transferida a la nueva reina.

Patrizia sonrió en respuesta al saludo de la duquesa Ephreney.

—No te he visto en mucho tiempo, duquesa Ephreney. ¿Cómo has estado?

—Todo está bien debido a la gracia de la luna nueva, Su Majestad. Gracias por su atención.

Miró a las doncellas que estaban con ella, y ellas se acercaron al escritorio y colocaron torres de documentos y libros.

Patrizia casi frunció el ceño ante los montones de papeles, pero se las arregló para mostrar una expresión amable.

—¿Qué es esto? —Ella preguntó con calma.

—Como sabe, durante los últimos diez años, he estado a cargo de los asuntos de la Casa Imperial.

La dirección había estado bajo la supervisión de la duquesa Ephreney desde que la reina anterior, la reina Alisa, se había ido. Además de que el emperador toma las decisiones finales, ella había asumido la mayor parte del trabajo, y debido a esto, la mayoría de la gente la consideraba la cabeza implícita de la Familia Imperial.

—Traje estos documentos aquí porque pensé que necesitas familiarizarte con ellos —finalizó la duquesa.

—Si eso es lo que dices.

—Sí. No podrás lidiar con todo de inmediato ya que eres nueva, así que por el momento, continuaré dirigiendo el hogar.

—Entonces, ¿qué debo hacer mientras tanto?

—Es mejor que completes tu educación dentro de un año.

Patrizia lo pensó un momento. La duquesa no estaba completamente equivocada. Había estado en el palacio durante mucho tiempo, y era natural que fuera mejor que continuará manejando su trabajo a que alguien tan verde como ella tomara el control de inmediato. Una reina debe ser sabia para no eliminar a alguien con buenos talentos. Además, no tenía precedentes que auguraran un mal trabajo y Petronilla también tuvo un año de educación antes de que se le delegara el trabajo de la Casa Imperial.

Sin embargo…

8 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 9: ¿Quieres hacer un trato?”

  1. Arggg… Como detesto a ese par de idiotas, puede que el emperador este enamorado de esa arpia, pero eso no significa que no pueda ver su valor realmente…. En serio que desearia que patricia no termine con tremendo infeliz .. en verdad quisiera que haya otro prota masculino que pueda ayudarla… Arggf que colera

    1. Ese par… uggg los detecto, una es una arpía y el otro un idiota, son tal para cual… lo único malo es que dañan a los demás y no les importa 😤😤😤

      Muchísimas gracias por el capítulo 💜🌸💜

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