Dama a Reina – Capítulo 16: Revelación 

Traducido por Kiara Adsgar

Editado por Yusuke


El anciano había sido huérfano y, por la gracia del anterior duque Vasi, se convirtió en el médico de su familia. Un día, el actual duque Vasi lo recomendó como médico del palacio cuando nació la oportunidad de un puesto, y el hombre vino a trabajar al Palacio Imperial. Estaba inmensamente agradecido con la familia Vasi por salvarlo de su miserable vida, y prometió no traicionarlos nunca.

Poco después, el anterior emperador murió y Lucio ascendió al trono. No mucho después, Rosemond se convirtió en la amante de Lucio. Ella era codiciosa y quería convertirse en reina, pero carecía de legitimidad en ese momento. Por eso se necesitaba una marioneta en el puesto de la reina, para que mantuviera  el puesto hasta que ella misma pudiera convertirse en reina. Una títere que no podía amenazar a su dueño y una mujer que podía producir un hijo legítimo era ciertamente una amenaza. Una vez que Rosemond obtuvo su legitimidad, podría tener un hijo.

En la ronda final del proceso de selección de la reina, Rosemond seleccionó al azar a cinco doctores del palacio y les dio una orden.

—Nada es más importante que esto, pero examinen minuciosamente su fertilidad.

No había razón para que los doctores encontraran extraña la orden. El papel más importante de una reina después de todo era producir un heredero. Tal como lo ordenó, el anciano examinó a fondo la fertilidad de Patrizia, y los resultados fueron perfectamente normales. Fue al emperador para informar los resultados, cuando escuchó a Rosemond y su discurso con la dama de compañía.

—¿Qué pasa si todas son fértiles, Rosemond?

—Entonces no tendremos más remedio que elegir a lady Vasi como reina.

—¿Por qué? Cuanto más fuerte es la familia, más difícil será destronarla.

—Aún así, lady Vasi debería ser la reina. Ya hay muchos rumores circulando dentro y fuera de la Ciudad Imperial de que estoy involucrada en el proceso de selección de la reina. No tengo más remedio que matar este rumor —dijo Rosemond.

Después de un rato, Rosemond habló con voz alegre a Glara.

—No te preocupes, Glara. Incluso si lady Vasi se convierte en reina, no nos veremos por mucho tiempo. Estoy segura.

—¿Acerca de qué mi lady?

—De que puedo destruirla.

Después de escuchar este intercambio, el viejo entendió toda la trama. No quería descartar a la que no pudiera tener hijos, sino a quien si pudiera tenerlos. Si todas las candidatas podían tener hijos, entonces la hija de la familia a la que era leal se convertiría en una víctima. ¡Eso no podía suceder, él no podía permitirlo!

Finalmente mintió frente a Rosemond.

—Lady Patrizia… es infértil.

Recordó la sonrisa que se extendió por la boca de Rosemond cuando dio ese informe. Después, Patrizia se convirtió en la reina, aunque Rosemond fue sentenciada a muerte, la reina aun tuvo que insistir en que su esposo tomara una concubina porque no sabía que podía tener hijos.

Después de que Patrizia escuchó todo el relato del anciano, comenzó a temblar.

—¿Cómo…?

Llevaba la corona de la reina por una mentira. El viejo se levantó de su asiento y cayó de rodillas ante Patrizia.

—Tenía miedo de que mis mentiras salieran a la luz. Así que me escondí en Sobetto. Al menos ningún miembro de la familia imperial podría encontrarme.

—¿Entonces me sacrificaste a mí, una persona inocente para salvar a la hija de tu familia?

—Lo siento, Su Majestad —dijo el anciano, con lágrimas de culpa deslizándose  por sus mejillas—. He cometido un pecado digno de muerte. Incluso si me matas ahora mismo, no tengo nada que decir en contra.

Patrizia miró al hombre con ojos fríos. ¿Entonces fue así después de todo? Había sido estigmatizada y chismorreada por su supuesta infertilidad, e iba a traer una concubina para el hombre que amaba. Después de todo, resulta que ella no era infértil.

Aah, ¿entonces esto es lo que era?

Levantó la cabeza hacia el techo y mantuvo los ojos bien abiertos. Las lágrimas amenazaban con derramarse de ellos. Ella casi quería llorar. Lo único en lo que podía pensar era en la increíble injusticia. Cuánto dolor y sufrimiento experimentó cuando pensó que no podía tener hijos. Cuando esos momentos le vinieron a la mente, Patrizia no pudo soportarlo más y una lágrima se deslizó por su mejilla.

—Lo que me hiciste fue cruel. Gracias a ti, tomé la posición de una reina no deseada —dijo con voz tensa—. Ni siquiera puedes imaginar el dolor que sufrí por un enemigo malvado y el estigma de ser infértil.

El anciano ni siquiera pudo disculparse nuevamente, y permaneció en silencio. Ella miró hacia abajo a su figura postrada, luego habló lentamente de nuevo.

—Y sin embargo… gracias por decírmelo.

—¿Qué?

—Es tarde, pero… gracias por hacérmelo saber.

—Su Majestad, yo…

—Si no me hubieras dicho esto, entonces tendría que ver a mi amado esposo abrazar a otra mujer y tener un hijo de ella.

El hombre permaneció en silencio, sin decir una palabra en espera de su castigo.

—Gracias, ahora no tengo que ver eso. —Cuando Patrizia terminó de hablar, inmediatamente llamó a su dama de compañía.

—Mirya.

—Sí, Su Majestad.

—Adelante.

Mirya entró en la sala y se sorprendió cuando vio lágrimas en la cara de Patrizia. Patrizia ignoró su expresión y dio una orden en voz baja.

—Por favor, asegúrese de que este hombre se quede en una casa buena y limpia, no en Sobetto. No está incapacitado, por lo que no necesita darle demasiada riqueza.

—Sí, Su Majestad.

—Y… ¿cuál es mi horario después de esto?

—En dos horas, la condesa Krawa la visitará por el tema de aumentar el salario de las damas de honor. Y por la noche…

—Cancélelos a todos —ordenó Patrizia.

—¿Lo siento? —Mirya se sorprendió ante la inesperada orden. La reina era una persona que valoraba las citas y los horarios. Esta era la primera vez que cancelaba todo espontáneamente.

—¿Qué pasa? —preguntó Mirya con voz confundida.

—Pasaré mi tiempo en el Palacio Central desde ahora hasta mañana por la mañana —dijo Patrizia—. Ah, y no necesitaré la lista de candidatas, rompela.

Patrizia se dirigió al Palacio Central. Quería ver a  Lucio, le dolía mucho el corazón y sentía que tenía que verlo ahora. Al principio trató de mantener la calma, pero pronto sus pasos constantes se convirtieron en una carrera. Debido a que generalmente era una mujer digna y tranquila, sus damas de honor estaban desconcertadas mientras corrían detrás de ella.

—Su… Su Majestad, ¿está dentro? —jadeó Patrizia.

La dama de honor del Palacio Central estaba igual de sorprendida que las demás. Esta era la primera vez que la elegante reina visitaba de una manera tan desaliñada el palacio.

—Sí, Su Majestad. Su Majestad está adentro —respondió la dama de compañía con voz nerviosa pero educada.

—Tengo que verlo. Anúnciame.

—Sí, Su Majestad. —La dama de honor se reunió y luego levantó la voz—. Su Majestad, Su Majestad la reina está aquí.

—Entra.

Pronto se abrió la puerta, y Patrizia recogió la falda de su vestido y entró. Esta era la primera vez que estaba tan eufórica.

Cuando la dama de honor vio a Patrizia correr hacia la habitación, se volvió hacia los asistentes de la reina para obtener una explicación, pero sacudieron la cabeza como si no supieran.

—Su Majestad —dijo Patrizia con voz temblorosa. Lucio estaba en su escritorio estudiando varios documentos, levantó la cabeza y sonrió.

—Hace poco tiempo, me preguntaste si iba a buscarte. ¿No pudiste resistirte? —dijo en tono juguetón.

Un sollozo salió de los labios de Patrizia.

Las cejas de Lucio se fruncieron repentinamente por la preocupación, y él se levantó de su asiento y fue al lado de Patrizia.

—¿Qué pasa, Rizi? —dijo, llamándola por su apodo. Pero no pudo evitar que ella llorará y entre sollozos volvió a llamarlo.

—Su… Majestad…

—¿Qué pasó? —preguntó, tratando de calmarla. Esta era una situación embarazosa para él. ¡La reina, que habría sonreído y besado, de repente estaba llorando! Cuando por lo general, no derramaba lágrima. Si estaba llorando así, significaba que algo serio había sucedido. Una sombra de ansiedad oscureció el rostro de Lucio.

—Rizi, ¿por qué lloras? Dime, por favor —rogó.

Pero Patrizia no pudo responder y continuó sollozando. Las palabras no saldrían de su boca. Por supuesto, estaba llorando de alegría, no de pena, pero Lucio no lo sabía.

—¿Hiciste algo mal? Sea lo que sea, te perdonaré. ¿O causaste algún tipo de accidente? Sea lo que sea, lo rectificare en nombre del emperador Mavinous. Si no es eso, entonces es por el problema de la concubina…

—Su Majestad. —Por fin, Patrizia dejó de llorar y levantó la cabeza. Sus mejillas estaban llenas con marcas de sus lágrimas, y verlo provocó una furia ardiente en el corazón de Lucio.

¿Quién se atreve a causar estas marcas de lágrimas en el rostro de su reina? Fuera lo que fuese, no los perdonaría.

—Sí, Rizi. No llores. Habla despacio —dijo con voz tranquila. Mantuvo su ira para sí mismo. Por ahora, era importante consolar a Patrizia, y él la tranquilizó como si estuviera calmando un bebé

Patrizia sintió que las lágrimas volvían a brotar, pero esta vez logró contenerlas y habló lentamente.

—Su Majestad, no soy… yo no…

—Sí, Rizi.

—No soy infértil.

—Sí, no te preocupes est… —Lucio estaba a punto de decir que todo estaría bien, pero luego cerró la boca mientras procesaba sus palabras. Él la miró fijamente por un momento—. ¿Qué? ¿Qué quieres decir?

—Exactamente lo que dije. Nunca he sido infértil…

Antes de que Patrizia pudiera terminar de hablar, Lucio la abrazó con fuerza. Sin sorprenderse, ella le devolvió el abrazo y sintió un fuerte golpe en el pecho. Era el latido del corazón de Lucio, y latía tan fuerte que lo sintió contra su propio pecho.

—Su Majestad —dijo entre lágrimas.

—Rizi, ¿es… es verdad?

—Sí, Su Majestad. —Las lágrimas continuaron fluyendo de los ojos de Patrizia—. No es una mentira. Puedo dar a luz a tu hijo.

—¡Ah! —exclamó Lucio y abrazó a Patrizia cada vez más fuerte. Esto es, por mucho, la mejor noticia que había escuchado en todo el año. Antes de darse cuenta, sus ojos también estaban rojos. Lentamente se apartó de Patrizia y la miró a los ojos—. ¿Cómo sucedió esto, Rizi?

—Es una larga historia —dijo, y sonrió levemente y lo llevó a la cama. Se sentaron uno al lado del otro, y ella se preguntó por dónde empezar, luego le explicó todo, desde el momento en que conoció al anciano hasta lo que él le dijo justo antes.

—Así que nunca he sido infértil —terminó emocionada sin ningún signo de fatiga.

La expresión de Lucio permaneció oscura. Un sentimiento ominoso se apoderó de Patrizia cuando lo miró.

—¿Su Majestad? —se aventuró tentativamente. ¿Estaba… no estaba feliz de que ella pudiera tener hijos? Ella tragó saliva insegura—. ¿Eres infeliz?

—Rizi —dijo Lucio con seriedad, y Patrizia también lo miró seriamente. Esperó nerviosamente las siguientes palabras de Lucio.

—No puedes imaginar lo feliz que estoy ahora —dijo.

—Pero por qué te ves…

—Y cuánto lo siento por ti.

Patrizia se quedó sin palabras, y Lucio dudó antes de continuar.

—Al final… todas las desgracias que has experimentado hasta ahora han sido culpa mía, así que…

—Su Majestad —interrumpió Patrizia con voz húmeda. Lucio levantó la cabeza para mirarla, y ella parpadeó con los ojos húmedos—. Hay una cosa que no te he dicho… estoy feliz de haberme casado contigo.

—Eso no es suficiente —dijo con voz angustiada—. Solo porque funcionó bien al final, no justifica todo el dolor que has pasado.

—Pero si sufres por esa razón, estaré más triste. —Ella lo miró con afecto y susurró—: ¿Quiere que me entristezca aún más, Su Majestad?

Lucio sacudió la cabeza y Patrizia le dedicó una sonrisa tranquila.

—No tienes idea de lo feliz que estoy en este momento —dijo, y levantó la mano para acunar su mejilla derecha—. Así que dame un abrazo en lugar de culparte a ti mismo. —Ella levantó su otra mano hacia su mejilla izquierda—. Quiero tener a tu hijo.

Cuando terminó de hablar, lo besó. El beso sabía salado por las dos lágrimas, pero a medida que el beso crecía, la salinidad se convirtió en dulzura. Ella cayó en la cama junto a él con un sollozo.

Los dos devoraron con avidez los labios del otro, y en algún momento comenzaron a desprenderse de sus ropas. Patrizia se mantuvo fiel a lo que dijo. Abrazó a Lucio durante toda la noche y hasta el amanecer.

No fue hasta que el sol comenzó a salir lentamente que cayó exhausta en los brazos de Lucio. Pero curiosamente, no podía dormir. Fue lo mismo para Lucio, y él seguía dejando pequeños besos en su cuerpo marcado mientras hablaban. Luego, la conversación se volvió gradualmente hacia la familia.

—¿Cuántos hijos quieres tener? —preguntó.

Ah, eso era algo que Patrizia nunca antes había considerado. Aunque el tema una vez le causó dolor, se sintió mejor ahora que podía pensarlo libremente. Ella se recostó contra el pecho fuerte y sólido de Lucio y trazó sus dedos contra su piel.

—Estoy pensando en eso ahora. ¿Qué hay de ti?

—Nunca antes había pensado en eso —admitió.

—¿De verdad? —Patrizia se echó a reír, y Lucio, que la miraba con deleite, le besó la frente.

—¿Como diez? —dijo él.

—¿Estás pensando en matarme? —dijo Patrizia conmocionada.

—¿Demasiados? —preguntó Lucio inocentemente.

—¿Quieres que esté embarazada diez años seguidos? Dios, Majestad. ¿Crees que eso es posible?

—Eso es imposible. —Estuvo de acuerdo Lucio, pero luego habló de nuevo un momento después—. ¿Se acortaría a cinco años si tuvieras gemelos?

—Su Majestad.

—Está bien. Fue solo una broma, Rizi. —Se rió y besó los labios de Patrizia. Ella aceptó el beso, cerró los ojos y sonrió.

Lucio la miró con cálido afecto y luego habló con una voz teñida de pesar.

—Ojalá pudiera tener hijos también.

—¿Por qué?

—Entonces, incluso si eres infértil, no tendrás que traer una concubina. Nunca deberías sufrir por algo que no es tu culpa.

—Al final funcionó bien.

—Aún así —dijo Lucio, besando su mejilla ligeramente—. Hay una razón más. No quiero que pases por dolores de parto.

—Eso también me está asustando un poco —confesó Patrizia.

—¿Qué tan bueno sería compartir el dolor del parto? —murmuró sombríamente, y puso su mano sobre su vientre plano.

El ambiente en la habitación era extraño y Patrizia lo miró por un momento, antes de finalmente abrir la boca para hablar.

—Por favor, comparta el dolor de la paternidad.

—Eso es obvio —dijo Lucio con una risita baja, luego presionó sus labios contra los de ella en un fuerte beso. Patrizia estaba desconcertada, y pensó que ya habían terminado.

—Ah… Su Majestad, hemos terminado… ¿no? —dijo ella con voz débil.

—Dijiste que saldrías por la mañana.

—Es… es de mañana ahora.

—La mañana es hoy al mediodía —la corrigió Lucio, luego le mordisqueó la boca. Patrizia aceptó sus labios. Ella tenía el presentimiento de él.

¡Este hombre no iba a detenerse hasta que el sol estuviera en lo más alto del cielo!

9 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 16: Revelación ”

  1. Ho por dios lucios 10 hijos quieres una guerra campal por la sucesión de la corona ,con tres es suficiente además así tendrán más tiempo para ustedes jajaja

  2. Ohhhhh Kamisama casi me da un infarto …

    Cuando Lucio le dice
    Ojalá pudiera tener hijos también

    Mi corazón dijo no no no nooo.. el infértil es él, mi mente pensó por eso un año con la Rosemarmota y nada de babys .. luego en la anterior línea de tiempo se sentía tan culpable de matar a a familia de Rizi y su hermana por el supuesto atentado de aborto que le ocasionó a la Rosemarmota pero el ya sabía que era infértil .. casi lloro

  3. Lucio cálmate por favor, 10 hijos es para que el asunto ahí abajo de Riz se descontrole.
    Aunque no me molesta que le den con entusiasmo para hacer el primero.

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